Capítulo 18: Pañuelo

«28 de julio, verano de 1997»

La tarde era calurosa y pacífica. Sólo con el sonido de la naturaleza, las aves y el reloj de la sala. Era un hermoso día. Pero...

—Estoy aburrido—dijo Jayden, quién estaban acostado en el suelo de madera.

—Yo igual—respondió Henry, también en el suelo. Un pequeño ventilador soplaba en su dirección, tirando aire un tanto caliente.

—Dime algo interesante...a este paso me quedaré dormido—Jayden se cubrió los ojos con la muñeca y suspiró.

—...No se me ocurre nada—dijo desanimado.

—A mí tampoco.

El aburrimiento y el sueño los invadía tortuosamente. Cuando de repente, estando a punto de caer dormidos, sonó el timbre.

—¿Alguien está en la puerta? —exclamó Henry sorprendido, haciendo que el sueño se le esfumara un poco.

—Qué extraño—se sentó y miró hacia la puerta—Descuida, yo iré.

—Gracias, tengo demasiada flojera para levantarme—dijo Henry, bostezando, aún acostado en el piso de la sala.

Jayden caminó hacia la entrada y abrió la puerta.

—Henry—exclamó una voz en cuanto la puerta se abrió y se abalanzó sobre Jayden, dándole un fuerte abrazo.

Jayden se asustó ante el gesto tan repentino de ese extraño, y retrocedió dos pasos mientras se tambaleaba.

—D-Disculpe—dijo Jayden, entrando un poco en pánico, con cierta vergüenza.

La señora levantó la cabeza, totalmente asombrada y lo miró con detenimiento. Esos ojos verdes, tan profundos y serios, lo observaban, estudiando su rostro.

—¿Mamá? —dijo una voz detrás de la espalda de Jayden.

Ambos se giraron y lo observaron.

La mujer soltó a Jayden, quién se hizo a un lado y la dejó pasar.

—Mi pequeño Henry—la señora palmó su hombro y sonrió. Luego agravió su expresión y lo miró seriamente—¿Por qué no fuiste a visitarme en navidad? Debiste darme el abrazo de año nuevo, ¿y mi regalo?

—Estaba ocupado madre, si viajaba hasta allá tardaría mucho en ir y volver. No podía perder esos días, debía recolectar los datos de invierno—se excusó rápidamente—Además, te envié un regalo.

Ella bufó y miró a Jayden. Se quedó pensando por tres segundos, para luego decir:

—Eres Jayden ¿verdad? —su cabello castaño lleno de canas, largo hasta su cintura. Su piel clara y sus facciones delicadas y encantadoras, a pesar de tener cincuenta y siete años. Ligeras arrugas decoraban el contorno de sus ojos, y su labial rosado pintaba sus finos labios. Su camisa, blanca y holgada, junto con una falda café y unos tacones bajos de color azul marino.

—Sí, soy yo—dijo un poco más calmado, pero confundido.

"¿Cómo sabe mi nombre? ¿Henry le habló de mí?"

—Es un gusto por fin conocerte—caminó hacia él y le dio la mano.

—Lo mismo digo, señora Fernsby.

—Puedes llamarme Inés—respondió con un tono amable.

Metieron su maleta a la casa y prepararon una limonada. Los tres se sentaron en la mesa del comedor, mientras conversaban casualmente.

—Henry me ha hablado mucho de ti—exclamó Inés.

—Bueno, no parabas de interrogarme—se excusó, con un ligero tono de agravio.

—Y dime ¿cómo has estado? ¿qué tal se porta Henry?

—He estado muy bien, gracias por preguntar—dijo Jayden con una sonrisa—Y no se preocupe por Henry, él también ha estado muy bien.

Inés lo miró detenidamente, y con un tono serio añadió:

—Tienes razón. Esperaba verlo más delgado. Siempre olvida comer y dormir a tiempo. Sólo come comida chatarra y hace lo más práctico, ¿cómo lo lograste?

—Ya soy un adulto, madre—dijo seriamente, pero se notaba un tanto nervioso. No quería que ella supiera que...

—Claro, como digas—volvió a dirigirse a Jayden, y dijo—Y dime muchacho, ¿cuántos años tienes? ¿cómo vas con el trabajo?

—Tengo veinticinco, pronto cumpliré los veintiséis. Y en mi trabajo todo va bien. Los niños siguen igual de inquietos, lo normal. Justo ahora no estoy tan ocupado, pero pronto comenzarán las evaluaciones.

—Vaya, eres bastante joven, tienes toda la vida por delante—dijo Inés con una sonrisa—Y veo que te gusta mucho tu trabajo, por cómo te expresas de el—tomó un gran sorbo de la limonada y exclamó—Esta limonada está deliciosa, a mí siempre me queda muy simple o muy ácida ¿tú la hiciste?

—Si—dijo con una expresión suave, usando un tono bajo—Me alegra que le guste.

Inés miró de reojo a Henry, quién tenía una expresión seria, pero sus mejillas ligeramente coloradas lo delataban, y luego de observarlo unos segundos, sonrió con suavidad.

—Entonces Jayden es la razón por la cual no te has muerto de hambre—comentó riendo—Debo agradecerte por eso, Jayden. Gracias por cuidar de él.

—N-No es gran cosa. Sólo es de vez en cuando....que lo invito a comer—se excusó con timidez.

—No seas modesto. Henry siempre fue delicado con la comida, dime ¿cómo lo lograste? Debes darme algunas de tus recetas.

—No hice nada fuera de lo común. Con gusto puedo decirle algunas recetas.

—Que amable de tu parte—exclamó Inés, riendo entre dientes—Tu madre cuidó de alguien tan bueno y gentil como tú, también debo agradecer por eso. Y supongo que ella debió enseñarte a cocinar, ¿no es así?

—Si—dijo un poco más calmado, y sonrió con suavidad—Ella me motivo mucho en la cocina. Me gustaba pasar el tiempo con ella mientras preparaba la comida.

—Oh, realmente es una lástima que nos mudáramos. Hubiéramos sido unos muy buenos vecinos.

—Eso mismo dijo Henry—comentó Jayden.

—Pero es una suerte que ahora sean vecinos ¿verdad? —dijo Inés, mirando al silencioso Henry.

—Si—dijo él en voz baja, apenas mirando a su madre.

Quién inspeccionó su rostro.

—Señora Inés ¿está segura que no tiene hambre? —preguntó Jayden al notar la extraña atmósfera.

—Gracias por ser tan atento, pero estoy bien—miró a Jayden de nuevo y dijo—Mejor cuéntame un poco más de ti, y luego háblame de Henry, quiero saber cómo ha estado viviendo todo este tiempo...

La conversación siguió por otro rato, hasta que Jayden regresó a su casa, y los dos, madre e hijo, se quedaron a solas.

—Por hablarme de él con anterioridad, sentí que lo conocía desde hace mucho. Pero en persona es aún más amable y agradable de cómo lo describiste—dijo Inés, sentándose en el sofá.

—Me alegra que te haya agradado tanto—contestó Henry, con un tono plano, sin ninguna emoción. Se sentó a su lado y miró el piso.

—¿Estás ocultando algo, no es así? —preguntó Inés con una ceja levantada.

—...Te lo diré luego—fue lo único que dijo.

—Dímelo ahora, muero de curiosidad—lo tomó de las mejillas, y apretó su rostro con ambas manos.

—¿Cuánto tiempo planeas quedarte? —dijo, evadiendo el tema.

—...Diez días máximo. También tengo cosas que hacer—dijo de mala gana y lo soltó—Y no me iré de aquí hasta que me cuentes tu secreto.

—No te preocupes, te lo diré con seguridad. En verdad me gustaría hablar de "eso" contigo.

—Mocoso, ahora sí que estoy curiosa—dijo con impaciencia.

Henry arregló una habitación para ella, acomodó sus cosas y comenzó a vivir bajo el mismo techo.

Desde la distancia observaba el comportamiento de su hijo: las veces que salía, cuanto tiempo trabajaba y a que horas, cuando venía Jayden a visitarlo y se iban toda una tarde, a quien sabe dónde.

Inés y Henry hablaban de vez en cuando por las mañanas. Y también disfrutaba de la compañía de Jayden.

Él le enseñaba algunos trucos de cocina, le mostró las recetas que le prometió y hornearon unas cuantas veces...

Inés y Henry regresaban de la casa de Jayden, luego de preparar un pequeño postre de frutas y comerlo junto con un refrescante jugo de fresas. Estaba oscureciendo, y el calor iba bajando junto con la luz del día.

—Vaya...—dijo Inés, entrando a la casa, se dejó caer sobre la silla del comedor y se quitó los tacones—En verdad me sorprende todas las veces que ustedes se ven. Él viene aquí y tú vas a su casa casi todos los días. Tú no eres así de sociable, siempre fuiste callado y reservado, nunca te gustó salir con las demás personas. Ni en la escuela, ni en la universidad.

—Que bueno que tocas el tema—se sentó en la silla que había frente a ella y miró hacia la cocina con una expresión serena. Apoyó un codo sobre la mesa y suspiró—El secreto que tanto quieres saber tiene que ver con él.

Inés permaneció con una expresión seria y lo observó en silencio.

—Al conocerlo y convivir con él pude corroborar una cosa: Y es que en verdad no me gusta estar con personas. Es fastidioso, cansado y me da la sensación de que estoy perdiendo mi tiempo. Desordenan mi mundo y mi rutina. Me daba miedo incluir a alguien nuevo, para que al final termine yéndose. No con todos, pero si con la mayoría de personas, o al menos los que quieren tener una relación cercana conmigo. Sin embargo, él es diferente, incluso nos hicimos amigos de inmediato.
Supongo que ambos nos sentíamos demasiado solos...Él hizo que me diera cuenta que no estaba bien solo, que no era feliz estando solo; al final todos somos seres sociales y necesitamos interactuar con los demás.

Moviendo sólo sus ojos, miró a su madre, con un rostro estoico.

—Desde que lo conozco me he sentido más feliz, y ese sentimiento sólo aumenta con el paso del tiempo. Tal vez hemos tenido algunos desacuerdos, que incluso se podrían contar con una mano, pero nada que no se pueda arreglar hablando...Con él me siento a gusto, no es como los demás. También me siento completo cuándo estoy con él. Y al mismo tiempo me siento bien porque de alguna manera mi existencia también lo hace feliz. Pienso en su felicidad todo el tiempo, en lo amable que es...Todo él es tan agradable, que no tengo palabras para describirlo.

Hizo una pausa, y luego de un suspiro silencioso, continuó:

—Desde hace tiempo que lo supe. Lo amo con todo mi corazón, en todas las formas posibles...en verdad lo amo tanto...como no tienes idea—su corazón latía como loco. El escucharse a sí mismo, diciendo todo eso en voz alto, lo hacía sentir emocionado y temeroso.

Inés hizo una ligera expresión de asombro, pero no dijo nada, y sólo lo observó por unos momentos.

—Siempre pensé que te quedarías solo. Con tu edad y sin nadie a tu lado, era imposible que no lo pensara. No te interesaban las personas y las alejabas de ti, y nunca supe porque—suspiró y cerró los ojos—Me sentía triste cada vez que pensaba en tu situación, me decía: "¿Henry nunca conocerá el amor? Se está perdiendo de algo tan bonito, de un sentimiento tan hermoso..."—abrió los ojos y lo miró con intensidad—Desde el momento que me hablaste de él supe que era alguien especial para ti, que lo querías verdaderamente, con todo tu corazón. No me importa quién sea la persona que elijas, yo sólo quiero verte feliz. Aunque me sorprende que sea hombre, pero al final, eso es sólo un pequeño detalle sin importancia ¿no crees?

Henry la miró, sin ninguna expresión legible, para luego cerrar los ojos y exhalar con pesadez.

—Sabía que dirías algo así—dijo en voz baja, y una sonrisa ligera se dibujó en sus labios.

—¿Entonces? ¿qué harás? ¿se lo dirás?

—...No lo sé.

—El tiempo no espera a nadie. Cuando sientas el año ya habrá acabado, ¿por qué no sabes si decirle o no?

—La asociación me dio dos años para finalizar mi investigación. Y, de hecho, estimo que en octubre ya lo habré terminado, pero ¿luego qué? Me iré inevitablemente, y decirle mis sentimientos para luego irme...No quiero que sea de esa manera. Además, no estoy totalmente seguro si él siente lo mismo por mí. Tengo miedo de arruinar nuestra amistad con eso.

—Vaya.... sí que es un poco complicado. Pero creo que si le gustas—dijo ella con una sonrisa—La manera en que te ve y te trata, se ve que te quiere mucho.

Henry sintió una extraña presión en el pecho, y un sin fin de emociones brotaron. Bajó la cabeza y entrelazó los dedos de sus manos.

—Y eso lo hace aún peor. No quiero herir sus sentimientos, no quiero ser la fuente de su tristeza. Él...a él no le gusta estar solo, él desea con todo su corazón ser amado, lo noté luego de pasar el tiempo con él. No es como yo, que disfruta de la soledad...Y yo, que me he convertido en el remedio de esa soledad que tanto odia, irme así, dejando los sentimientos en el aire, y esa sensación de vacío...es demasiado cruel. No quiero ser cruel, no con él—sintió un nudo en su garganta, y sus ojos ardieron por la tristeza—Yo tampoco quiero irme. Ahora que conozco el amor, no quiero volver a estar solo.

—Y no es como que puedas renunciar a tu trabajo, esas asociaciones son muy estrictas. No te dejarán ir tan fácilmente.

Henry suspiró con pesadez y miró hacia la nada, pensativo.

—Pero sabes, no es como si necesitaras pasar todo el tiempo en la ciudad. Puedes venir aquí y hacer el trabajo que puedas en este pueblo. En tus vacaciones, días feriados...todo el tiempo que puedas—dijo Inés. Agarró los tacones del suelo y se dirigió hacia las escaleras—Pero la decisión que tomes es sólo tuya. Suerte con eso.

Subió los escalones y Henry la perdió de vista.

Se quedó en la mesa y meditó la situación por largo rato.

"¿Qué debo hacer?"

Así cómo llegó la madre de Henry, así se fue. Jayden los acompañó a la estación de tren para despedirla y para ayudar con el equipaje.

—Fue un justo conocerte en persona Jayden. Gracias por pasar el tiempo conmigo en la cocina, en verdad aprendí mucho—exclamó Inés con una sonrisa y lo abrazó.

—No fue nada. También fue un placer conocerla—respondió sonriendo.

—Y gracias por ser la compañía de mi hijo. Deseo de todo corazón que siga así por muchos años más—lo observó con una expresión dulce y suave y palmó su hombro.

Jayden se sorprendió por su mirada. Esos ojos verdes, que lo miraban con intensidad y cariño. Sabía que sus palabras eran totalmente sinceras.

—No es nada...Yo también deseo lo mismo—respondió en voz baja.

Inés subió al tren justo antes de su partida, y con una sonrisa se despidió de ellos.

—Gracias por acompañarme hasta aquí—dijo Henry, aun sacudiendo su mano.

—Descuida, también quería venir y despedirla.

El tren se alejó ruidosamente, el humo se alzaba en el cielo, mientras se desvanecía con lentitud, y el sentimiento del adiós flotaba en el aire con melancolía.

«10 de septiembre, verano de 1997»

Ir al pueblo de vez en cuando no le caía mal a ninguno. Hacer mandados pendientes, pagar recibos, hacer las compras del mes...querer o no, era necesario visitarlo.

—¿Quieres una paleta? —preguntó Henry, al ver una pequeña nevera afuera de una tienda.

—Sí, estoy muriendo del calor—dijo fatigado.

Compraron un helado cada uno y se sentaron a la orilla de la acera, dónde no llegaba el sol. Dejaron sus cosas a un lado y comenzaron a comer.

—Oye—llamó Jayden.

—¿Mm?

—¿Quieres ir al parque?

—Claro. No tengo prisa—lo miró de reojo, y notó residuos de pintura en sus dedos—Por cierto, ¿has hecho nuevas pinturas últimamente?

—Sí, estoy trabajando en una. Será de un bosque con niebla.

—¿Es difícil pintar niebla?

—Mm, no mucho. Sólo tienes que saber cómo aplicar el...

Jayden siguió hablando sobre su pinturas, de algunas técnicas que había leído en libros, y lo complicado que era cuando no tenías el pincel adecuado.
Henry se entretuvo bastante tiempo, escuchando, viendo cada ademán, los gestos que hacía al hablar, cuando acomodaba sus gafas, cuando mordía su paleta, cuando limpiaba su frente, acalorado, y ese pequeño momento, cuando desviaba su mirada, al no poder mantenerla más.

Esos ojos verdes, afilados e intentos, que observaban atentamente. Siempre lo ponía un poco nervioso. Y sentía que en cualquier momento sus mejillas delatarían sus sentimientos.

—Toma—dijo Henry, sacando un pañuelo de su bolsillo, de un puro blanco—Límpiate los dedos y la frente con mi pañuelo.

—Gracias—contestó con cierto encanto. Le gustaba lo atento que era en situaciones así.

Ya había terminado de comerse la paleta, así que se limpió los dedos, ligeramente pegajosos por el azúcar. Peinó su cabello hacia atrás y secó el sudor de su frente, sus lentes se estaban nublando por el calor de su cuerpo, y se deslizaban del puente de su nariz con más persistencia por la humedad de su piel.

—Gracias por prestármelo—dijo devolviendo el pañuelo.

—No es nada—sonrió y también se limpió los dedos—Aunque esto es sólo momentáneo. Tendremos que ir al parque a buscar un bebedero.

—Si—dijo al notar que la sensación pegajosa era persistente.

Henry observaba a Jayden, quién miraba sus dedos con desagrado e incomodidad. Su cabello ligeramente desordenado y húmedo, aún peinado hacia atrás. Sus gafas, que seguían cayendo de su respingada nariz.

"Se lo diré..."

Se dijo Henry con decisión.

"En otoño le diré lo que siento. Que lo amo desde hace mucho"

Lo que pasaría luego, sería cosa del mañana. Las decisiones que tendría que tomar, dependiendo de su respuesta, serían acorde a la situación.

"Si él también me ama, haré lo posible para permanecer a su lado"

—Vamos al parque entonces—Jayden se levantó y recogió sus cosas del suelo.

—Vamos.

Se lavaron las manos en un bebedero y se sentaron bajo la fresca sombra de un árbol.

—¿Quieres jugar "veo veo con mi ojito"? —preguntó Henry.

—Pero sin bromas.

—Ok, lo intentaré—contestó riendo.

«1 de octubre, otoño de 1997»

—Henry ¿quieres ir al lago?

—¿En esta época del año? —y miró el cielo a través de la puerta de cristal—Mira esas nubes, parece que va a llover.

—Con más razón hay que ir. Nadie va al lago, pero en esta estación es un paisaje muy hermoso de ver. Cuando la llovizna cae en la superficie serena del lago...es una vista agradable.

—Bueno, si me lo pones así...—Henry consideró la idea unos segundos—Está bien, vayamos.

—Si—exclamó feliz.

Dejaron lo que estaban haciendo sobre la mesa, Jayden se pudo una chaqueta de lona y Henry un ligero abrigo negro. Sacaron la moto del garaje y se subieron.

—¿No llevaremos una sombrilla o algo? Creo que deberíamos llevar algo más cálido para cubrirnos—dijo Henry.

—Nop. Ir así es parte de la diversión.

—¿Y sí nos resfriamos?

—No lo creo, es poco probable.

—Mm....ok—suspiró y terminó de subirse a la motocicleta.

—Sera genial, ya lo verás. Y si nos enfermamos, definitivamente valdrá la pena—sonrió con dulzura, arrancó el motor y avanzaron por el camino de tierra.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top