Capítulo 13: Mientras estemos juntos

Los colores blancos y los grises del cielo invadían cada rincón del gélido bosque, la nieve ya no caía, y había dejado una delicada capa sobre la tierra.
Claramente el clima era helado en esa mañana de enero, y su grueso abrigo café lo mantenía cálido, pero aun así las manos de Henry se sentía húmedas y frías.

¿Emoción o nervios?

Era un poco de todo.

Su aliento blanco flotaba y se desvanecía con rapidez, mientras trataba de calmarse a sí mismo.

"Sólo actúa natural, s-sólo sé tú mismo"

El camino hacia su casa parecía una eternidad y le era imposible creer que sólo fueran unos cuantos minutos a pie. Al llegar a su puerta tocó el timbre con inquietud y esperó ansioso...

A Jayden le asombró que alguien tocara a su puerta, y con la esperanza naciendo en su pecho quiso pensar que era él. Se puso sus pantuflas naranjas y fue a ver quien era...

Vio a Henry, con el cabello bien arreglado y peinado, se miraba limpio y suave. Al parecer había tomado un baño hace poco. Su gran abrigo café, su bufanda negra, sus zapatos de vestir cafés y su deslumbrante sonrisa, acompañada con esos hermosos ojos verdes, que extrañamente no tenían rastros de ninguna ojera, y lo miraban con calidez.

—Henry—saludó Jayden tratando de ocultar su emoción.

—Hola Jayden...—dijo en voz baja.

Henry observó su cabello revuelto, sus pantalones de pijamas que parecían ser gruesos y de tela suave. Su suéter grande sin botones o zipper, de color azul, que cubría un poco sus pálidas manos. Y sus ojos claros, tan dulces y amables, con una pizca de timidez y somnolencia, que lo miraban con alegría y cariño.

Su corazón se calentó inevitablemente y comenzó a latir con anhelo, su respiración se volvió pesada, sentía que no podía apartar la mirada de él...

En ese momento lo supo de inmediato y todas sus dudas desaparecieron. Se sintió aliviado y a la vez ansioso, pero respiró profundo y lo aceptó un tanto avergonzado:

"Definitivamente lo amo...con todo mi corazón"

—Yo...—trató de salir del aturdimiento e intentó decir algo—Lamento no haberte visitado, es que...estuve ocupado, tenía un problema bastante confuso y complicado que resolver.

—No tienes por qué disculparte—dijo Jayden con una pequeña sonrisa y suavizó su expresión—Entiendo que estés ocupado, sé lo difícil que puede llegar a ser tu investigación. No es obligación que me visites tan seguido...

—No digas eso, no lo hago por obligación, lo hago porque me gusta—respondió rápidamente, pero en cuanto sus palabras salieron se sintió nervioso y avergonzado.
Y su tonta sonrisa se hizo aún más grande, ya que tenía la costumbre de sonreír cuando estaba nervioso.

Si en esos momentos alguien le dijera que su rostro era como un tomate, no le sorprendería demasiado.

—Oh...me alegra escucharlo—dijo sintiendo sus mejillas tibias y su corazón cálido. Y más aún al verlo sonreír.

—Bueno...—se aclaró la garganta mientras desviaba la mirada—Desde hoy no estoy ocupado, así que pensé en venir un rato—y le mostró una bolsa que traía en la mano mientras decía—Y hablar de los libros que me prestaste.

—Claro, pasa—se hizo a un lado y Henry entró, dejando su abrigo en el perchero—Y dime ¿cuáles has leído?

—Todos.

—¿Todos? —exclamó un poco asombrado y conmovido.

—Sí, decidí leerlos antes de venir aquí, así tendríamos algo nuevo de qué hablar.

—Entonces el problema que tenías ¿ya lo resolviste? —ambos caminaron hasta la sala y se sentaron en el mismo sillón.

Jayden subió los pies, con un par de calcetines que eran de diferente color, pero del mismo diseño, y se acomodó de tal manera que su hombro daba al respaldo y su espalda a los brazos del sillón, mirando así el perfil de Henry.

Quién sonrió al notar sus calcetines, giró su cuello para verlo directamente y respondió:

—...Si, ya está resuelto—y con cuidado sacó los libros de la bolsa. Se movió un poco y se giró hacia Jayden, para tenerlo más de frente.

—Que bien—contestó Jayden aliviado—Pero es algo natural, ya que siempre encuentras una solución a todos tus problemas...

Antes Henry no les tomaba mucha importancia a estos tipos de halagos, pero ahora que sabía que lo amaba...se emocionaba demasiado en su interior.

—Gracias, es agradable escucharlo de tu parte. Aunque debo admitir que este problema si fue bastante difícil. El más complicado de toda mi vida, me atrevería a decir.

—¿Tan difícil fue? —interrogó asombrado.

—Sí, porque, aun teniendo todas las pruebas, datos y resultados, seguía sin ver la solución. La respuesta estaba frente a mí, pero...nunca espere que esa fuera la respuesta, por eso no podía creerlo, me parecía demasiado improbable. Pero al hacer una pequeña prueba, supe que esa era la verdadera.

—¿Tan improbable era la respuesta?

—Mm, demasiado. Pero cuando la acepté todo fue más fácil...y pude seguir con lo demás. En fin...—dijo tomando un libro en sus manos—¿De cuál de todos estos quieres hablar?

—Del que más te gustó—respondió de inmediato y abrazó sus rodillas.

Jayden hizo chocolate caliente y ambos hablaron sin parar toda la mañana. La chimenea calentaba la sala y la hacía más acogedora, y se deleitaban con la sonrisa del otro.

La hora del almuerzo llegó y Jayden lo invito a comer, quién aceptó con gusto.

Henry jamás había comido algo tan delicioso, y lo era aún más porque Jayden fue quién lo hizo. Comer su comida lo hacía sentirse querido y la felicidad lo llenaba por completo.

—¿Cómo puede ser tu comida tan deliciosa? —interrogó en voz baja. Con la mirada en él y una sonrisa, sintiéndose nervioso por su propio comentario.

—N-No es para tanto—dijo Jayden sintiendo las mejillas calientes.

—¿Podrías cocinar algo para mí en mi cumpleaños? —dijo sin pensarlo. La idea le hacía tanta ilusión y sólo de imaginarlo se sentía emocionado.

—¿En serio? —Jayden estaba asombrado. En realidad quería hacer algo para Henry, pero pensó que eso sería demasiado. Sin embargo, era Henry quien se lo pedía. Era la excusa perfecta—Claro, podría hacer algo.

—Disculpa por ser tan atrevido, pero de preferencia me gustaría algo dulce—dijo al pensar en los postres que Jayden había hecho—Con chocolate o algo que tenga fresas.

—De acuerdo—respondió sonriendo—Haré lo mejor que pueda.

—...También te daré algo para tu cumpleaños. Algo que sea igual de especial—bajó la mirada con una expresión seria y siguió comiendo. Pero sus ojos lo delataban... definitivamente se sentía avergonzado de decir esas palabras, pero aun así deseaba decirlas.

—L-Lo que haré no es tan especial—se excusó un poco tímido.

"Henry parece diferente el día de hoy, es más sincero...y lindo"

Pensó Jayden encantado.

Se quedaron hablando un rato más luego de comer, Henry lo ayudó a ordenar la cocina y los platos, aunque Jayden le dijera que no era necesario. Se despidieron sin querer estar lejos del otro y Henry caminó con desgano.

Sentir de golpe el clima frío del exterior lo hizo estremecer mientras volvía a su casa, quién al llegar no entró de inmediato, sino que se sentó en las frías escaleras de madera y reflexionó sobre su encuentro con Jayden.

"¡Ah! ¿por qué dije todas esas cosas vergonzosas?"

Se regañó así mismo y se cubrió el rostro con ambas manos.

Se sentía nervioso con tan sólo verlo a los ojos y las palabras no paraban de salir de sus labios, una cada vez más sincera y dulce que la otra. Decía todo sin pensar y actuaba de forma vergonzosa.

No podía controlar sus acciones, y a veces lo miraba sin disimular. Era demasiado obvio.

"Soy un tonto...Parezco un chico de quince años enamorado y embobado"

No había palabras que describieran como se sentía. Pero debía admitir que el gran peso que sentía en su pecho ya no estaba. Y ahora era reemplazado por un sentimiento cálido y extraño.

"¿Ahora qué hago?"

Pensó un poco triste, se quitó las manos del rostro y miró hacia el silencioso bosque.

Se sentía feliz, decaído y melancólico.

¿Sus sentimientos podrían ser correspondidos?

El primer paso era aceptar su amor por Jayden, pero... ¿si quiera hay un segundo paso?

—Tengo que irme...

Dijo en voz baja y su expresión se tornó sombría.

A finales del próximo invierno Henry tendría que irse del pueblo y volver a la cuidad. La investigación no duraría para siempre y no le parecía justo jugar con los sentimientos de alguien.

"Jayden se sentirá triste cuando me vaya, y si él...llegara a amarme sería aún peor"

Este hecho era algo que Henry simulaba ignorar, pero a estas alturas era inevitable no tomarlo en cuenta.

"Prefiero ser yo quién sufra...No soportaría ver a Jayden sufrir"

Trató de no pensar en sólo lo malo y le buscó el lado positivo.

"Volveré aquí y lo visitaré cada vez que pueda. En navidad, en su cumpleaños, en mi cumpleaños, en vacaciones de verano...No pienso dejarlo ir."

Estaba decidió a no olvidarlo, a no alejarse de él, aunque aún no estaba seguro de si intentar...enamorar a Jayden.

"¿Será posible?"

¿Sería mejor dejar todo como estaba o intentar tener algo más que una amistad?

Era una decisión difícil sin lugar a dudas.

Pero dejaría ese problema para después, ahora quería disfrutar del maravilloso sentimiento de amar a alguien. Quería que su primera experiencia con el amor fuera dulce y especial.

"Aunque es un poco doloroso, me alegra poder sentir esto que llaman «Estar enamorado»"

«1 de febrero, 1997»

"Ojalá le guste"

Jayden estaba muy nervioso.

Henry clavó el tenedor, y llevándose un pedazo a la boca saboreó la oscura torta de chocolate.

El sabor fuerte, dulce y amargo a la vez. En verdad estaba delicioso.

—Este brownie está delicioso, el mejor que haya probado—dijo aún con la boca llena.

Y Jayden, quién estaba a la mesa justo frente a él, se apoyó con ambos codos y se cubrió la boca con las manos entrelazadas. Para no dejar ver tu sonrisa atontada.

—Qué bueno—dijo Jayden en voz baja y lo miró mientras comía.

El helado de vainilla se derretía sobre la pequeña porción, aliviando el fuerte sabor amargo.

—De los mejores regalos que haya recibido en mi vida—comentó bebiendo un sorbo de café.

Jayden no dijo nada e inevitablemente se sonrojó al escucharlo. Miró hacia la mesa con intensidad y trató de mantenerse calmado.

Henry notó que sus mejillas estaban ligeramente coloradas.

"Qué lindo"

Pensó encantado. Le gustaba ver esa expresión tímida y adorable que hacía al recibir un cumplido suyo.

"Creo que me volveré adicto a esa clase expresiones"

Henry le sonrió sin vergüenza alguna y se metió otro bocado.

Jayden no pudo soportarlo más, y dejándose caer apoyó la frente en la mesa.

—Es demasiado...—dijo en voz baja, y no se atrevió a seguir mirando a Henry.

—¿Demasiado qué? —preguntó viendo su cabeza. Acercó un dedo y la tocó, sintiendo su tibio y suave cabello.

"Vergonzoso"

Pensó Jayden, y se sintió aún más nervioso al percibir el toque de Henry.

—Me halagas demasiado Henry, no es para tanto—contestó tratando de calmarse.

Henry nunca lo había visto así de tímido, y antes no se fijaba mucho en sus expresiones. Pero ahora que le ponía atención notó que se sonrojaba fácilmente y era débil ante los cumplidos. Se avergonzaba demasiado rápido.

—Claro que lo es. Este regalo significa mucho para mí—y sin poder resistirse acarició un poco su cabello para tratar de calmarlo.

Pero hizo que Jayden se sintiera aún más tímido.

"Creo que me pasé"

Se dijo Henry así mismo y retiró su mano despacio.

—Por favor Jayden, mírame—pidió con un tono suave y amable.

Dudó un poco, pero al final levantó la mirada.

Sus mejillas aún estaban coloradas y sus ojos lo observaban con las cejas ligeramente fruncidas.

—Gracias—dijo Henry, de manera tan sincera y dulce que Jayden no pudo apartar la mirada.

—No es nada...—se sentó derecho y exhaló en silencio—Feliz cumpleaños.

Henry sonrió aún más, y luego de terminarse la porción de brownie estiró el brazo y jaló otro plato que había a un lado.

—Me muero por probar la tarta de fresa—y partió un trozo de este, que escurrió con gracia sobre el tenedor, antes de ser llevado a la boca.

Jayden cocinó una bandeja de brownies, con ocho porciones en total y una tarta redonda, de la que salían diez pequeñas rebanadas.

Henry había dicho que quería algo de chocolate o algo de fresas, y como no sabía cual hacer, decidió optar por ambos. Un brownie y una tarta.

—Tan dulce...—musitó chupando el tenedor.

Jayden sonrió al verlo así feliz por unos simples postres y suspiró embelesado.

"En verdad le gustan las cosas dulces, ¿quién lo diría?"

—Nunca pensé que te gustaran tanto las cosas dulces—exclamó Jayden, tomando un plato y sirviendo un pedazo de tarta para él.

—Sí, creo que no parezco esa clase de persona—respondió riendo entre dientes—Antes no tenía la oportunidad de comer cosas así, pero ahora que te conozco jamás había comido tantas cosas dulces en mi vida. Qué suerte ¿no?

Jayden cortó un trozo de tarta y se lo llevó a la boca.

—Si quieres que vuelva a cocinar para ti, prométeme que te cepillarás los dientes cada vez que los comas. Me sentiría culpable si llegaras a tener caries.

—Ok, lo prometo.

Jayden sonrió ante su respuesta tan obediente y rodó los ojos.

El resto de la tarde fue fría y agradable, Henry dejó de comer hasta que estuvo satisfecho y se quedó con lo que había quedado. Teniendo así suficiente para seguir comiendo por varios días.

Y luego de comer los postres se cepilló sin falta. Justo como le prometió.

Jayden volvió al trabajo a mediados de febrero. Aunque estaba ocupado seguía viéndose con Henry de vez en cuando, charlando y disfrutando del clima junto con una taza de café.

Pero las cosas habían cambiado, ambos lo notaban claramente.

Henry, quién no se fijaba mucho en las expresiones o actitudes de Jayden, comenzó a prestar atención a esas pequeñas cosas, que en realidad eran muy sutiles.
Notó que él era demasiado atento con él, sonreía de manera encantadora cuando hablaban, lo miraba a los ojos, para luego desviar la mirada y poner una expresión extraña pero melancólica a la vez. A veces parecía tímido y las puntas de sus orejas se enrojecían, adoraba cuando Henry decía cosas buenas de él, y más aún, cuando sentía que hacía algo por Henry.

Un sin fin de detalles que ahora eran totalmente claros para él, pero ¿podría ser simplemente su imaginación? Henry no lo sabía con certeza...

"Jayden siempre ha sido así conmigo ¿verdad? o.... ¿S-Será que le gusto también?"

"¿Tendré una oportunidad con él?"

"No, no, no, seguramente estoy malinterpretando su personalidad..."

Pensó Henry lleno de euforia, pero trató de no precipitarse y decidió tomar las cosas con calma.

Por otro lado Jayden también notó algunos cambios.

Henry era más amable y cálido de cierta forma, a veces se ponía nervioso o sonreía demasiado. Lo miraba fijamente sin siquiera ocultarlo y parecía estar pensando mientras lo hacía. Se volvió un poco más dulce en sus palabras y quería pasar más tiempo con Jayden.

"¿Por qué?"

Jayden estaba confundido, no quería tener falsas esperanzas, pero era casi imposible no hacerlo.

"Simplemente le gusta mi amistad y se siente bien con ello...es sólo eso"

Ninguno quería hacerse ideas equivocadas. Si todo resultaba en una mera fantasía, algo que sólo pasaba en la imaginación, eso sería demasiado doloroso.

Y así ambos decidieron no decir ni hacer nada.

¿Para qué intentar algo?

Era muy arriesgado. No harían una estupidez que pudiera arruinar la amistad que tanto amaban. No querían echar a perder todo eso, simplemente por seguir sus sentimientos.

"Está bien así"

Pensaban con un melancólico suspiro.

"Mientras estemos juntos todo estará bien..."

«25 de febrero, 1997»

El clima aún era frío, pero ya no lo era tanto como en diciembre o enero.

Henry, por una razón desconocida, decidió limpiar el ático de la casa. Lleno de polvo, muebles antiguos que ya no se usaba, cajas y cosas interesantes por descubrir.

En realidad la curiosidad era parte de la espontánea razón, dejando así, de ser tan desconocido. Quería saber si había algo interesante o útil que pudiera usar. Había limpiado la mayoría del polvo, cambió las sábanas que cubrían los muebles y las cajas. Y ahora sólo quedaba la curiosidad de Henry, por saber que cosas podría encontrar.

Casualmente, el día que Henry estaba listo para la búsqueda (luego de la ardua limpieza), tuvo una agradable visita, de su querido amigo y vecino (y enamorado secreto), Jayden Matthews.

—¿Estás seguro que todo está terminado? ¿no necesitas ayuda?

—Estoy seguro Jayden—respondió jalando de una cuerda en el techo, para luego desplegar la escalera angosta, que daba al ático.

—Me hubieras dicho, hubiera venido a ayudarte.

—El polvo provoca alergia, más el clima frío, hubieras atrapado un resfriado. Me sentiría culpable si por mi culpa faltaras al trabajo—explicó subiendo por las escaleras, y el chirrido de la madera resonó con cada pisada.

—No soy tan delicado—refutó en voz baja, conmovido y medio molesto.

Jayden lo escuchó reír en voz baja y lo siguió por detrás, ambos se detuvieron cerca de la entrada y observando el panorama.

Una pequeña ventana circular adornaba la pared del fondo, dejando entrar la tenue luz grisácea, haciendo más notable el polvo que flotaba en el aire a través de los rayos de luz. El foco del ático no servía y al parecer las pilas de la única linterna que tenía Henry estaban por agotarse.

La encendió sin prisa, y la moribunda luz blanca iluminó unas cajas.

—Doy comienzo a la búsqueda de tesoros—exclamó Henry mientras caminaban hacia un conjunto de cajas.

"Parece un niño"

Pensó Jayden con diversión y lo siguió.

—¿Por qué siento que nos convertimos en niños de doce años? —ambos estaban en cuclillas, muy pegados al otro, escuchando con claridad sus respiraciones relajadas.

—Ninguno de los dos disfrutó de la infancia como hubiéramos querido, pero nunca es tarde—exclamó destapando una caja.

Iluminó el interior, dejando ver todos los objetivos pequeños en ella.

Sacó un pequeño auto clásico color plata, sobre una base de madera.

—Definitivamente era de mi abuelo—dijo Henry y se lo pasó a Jayden. Quién lo inspeccionó con cuidado, mirando apenas los detalles, con la escasa luz indirecta de la linterna.

Un reloj de pulsera, con brazalete de cuero, bolígrafos viejos y rotos, libretas de bolsillo, instrumento de disección, pisapapeles, adornos viejos, un toca disco, una vieja y oxidada máquina de escribir...un sin fin de cosas, unas más interesante que las otras.

Pasaron el rato viendo todo, averiguando que cosas servían, hasta que llegaron a unas cajas llenas de libros.

—Estos me podrían servir—dijo Henry dejándolo a un lado.

—Mira este—exclamó Jayden sacando uno de la misma caja y se lo dio.

El ático era cada vez más oscuro y los dos tenían que estar demasiado cerca del otro para poder ver bien los objetos.

—Un álbum de fotos—musitó Henry y lo abrió.

Un hombre de unos cuarenta años junto a un niño de diez años posaban en la foto a las orillas de un lago.

—Son mi padre y mi abuelo—informó tocando la foto. El olor a guardado y el material de la impresión flotó en el aire.

Pasó las siguientes. Todas eran de su abuelo o su padre de cuando era más joven.

—Casi no lo recuerdo—comentó Henry deteniéndose en una foto de su padre. De unos quince años, sonriendo mientras estaba recostado en un árbol.

Henry en verdad se parecía a su padre, incluso demasiado. En la forma de mirar y de sonreír, sus expresiones y sus ojos.

—Se parece mucho a ti—dijo Jayden.

—Sí, eso dice mi madre. En casa hay algunas fotos, de cuando él tenía unos treinta años. Me parezco mucho a él en esas.

Pasó la siguiente. Era una de la casa entera, con sus dos abuelos, junto a dos niños, su padre y su tía, hermana menor de su padre.

—Mi padre y mi abuelo no vivieron mucho tiempo aquí, ambos se fueron para estudiar en la cuidad, volvieron aquí a investigar y luego se fueron de nuevo...Nunca viví aquí—comentó Henry en voz baja—Creo que mi padre quería pasar un tiempo aquí en el pueblo, pero al final no pudo. Pero lo más triste de todo es que no estuve aquí...pude hacerte conocido desde antes—y lo miró, en medio de esa oscuridad y luz tenue.

—...No tiene porque ser tan triste—dijo con un sentimiento pesado, y sintió como su corazón presionaba su pecho desde dentro.

—Si hubiera vivido aquí hubiéramos podido ser amigos desde niños, y así tal vez no habríamos estado tan solos, seríamos la compañía del otro, pasaríamos el rato como lo hacemos justo ahora, vería tus pinturas, te hablaría de mariposas, me darías libros para leer... Ojalá nos hubiéramos conocido antes...—dijo lo más serio y normal posible, mientras una extraña sensación de arrepentimiento y pesar lo invadía por completo.

Sentía como si el tiempo se le estuviera yendo de las manos, que pronto se iría y nunca más volvería a verlo. Quería volver en el tiempo y cambiar las cosas. Hacer todo lo que pudo haber sido. Rehacer todo...de esa manera hubiera pasado más tiempo con Jayden...

—Hubiera... hubiéramos...escuchar demasiado esa palabra es algo...El hubiera no existe, no hay nada que podamos hacer—dijo Jayden con un tono suave y serio. Se sintió triste y conmovido al ver la expresión de Henry y la sinceridad con que decía sus palabras—Mejor pensemos en el presente y disfrutemos del hoy, justo cómo lo estamos haciendo, ¿no estás pasándolo bien ahora?

—Mm....me gusta pasar el rato... contigo—musitó Henry observando el contenido de la caja con la mirada perdida.

"Pero pronto me iré..."

Henry no se atrevía a decir lo siguiente, no podía.

—No te sientas triste, haces que también me sienta decaído—dijo Jayden con una sonrisa—Tú no eres así Henry.

—Lo siento...me puse melancólico repentinamente y dije lo que pensaba sin medir mis palabras—lo miró a los ojos y exclamó—Pero aun así, si pudiera cambiar el pasado, hubiera querido vivir aquí, y ser tu amigo.

—¿...Por qué siento que últimamente dices cosas así? —preguntó Jayden de manera seria, con una expresión suave—¿Ocurre algo?

Sus ojos tenían un extraño brillo, y sentía el latir de su corazón con mucha claridad.

—...Por nada. Y por lo que acabo de decir, supongo que es el clima. Dicen que el invierno te hace sentirte triste o melancólico—no quería decirle a Jayden: "Me iré pronto, es por eso que me siento triste", sentía que, si lo decía en voz alta, esto se volvería una realidad absoluta. 

—Tú me ayudaste cuando estaba triste, déjame ayudarte—Jayden se levantó, sacudió sus pantalones y dijo—Pero primero salgamos de aquí. Comamos algo, ya me está dando hambre.

—... Está bien—dijo Henry con una sonrisa perezosa, se levantó y caminó detrás de él.

Y mientras salían del ático Jayden no paraba de pensar en la extraña y repentina actitud de Henry.

"¿Por qué se ve tan triste?"

Más no se imaginaba lo que pasaba por la mente de Henry...

"Quisiera pasar aquí el resto de mi vida, no me importa si nunca llegamos a tener algo más que una amistad, no quiero estar lejos de él, no quiero volver, sería demasiado doloroso y solitario. Ojalá pudiera estar con él para siempre, lejos de todo, en este lugar tan desolado, donde podamos ser felices..."

Sabía que pronto no sería un «adiós» sino un «hasta pronto», pero aun así no soportaba la idea de irse y volver a su aburrida rutina.

Porque, cuando conoces la calidez de una persona, no quieres volver a ese frío sentimiento de soledad.

¿Quién querría vivir así, habiendo conocido la plenitud y felicidad?

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