Capítulo 10: Sentimientos inexplicables
El té humeante y el clima frío combinaban perfectamente, en esa tarde de sábado. Ambos miraban caer la lluvia, la puerta que daba hacia el patio interior estaba abierta, y la brisa acariciaba ligeramente sus rostros.
—Ya casi es invierno—comentó Henry bebiendo de su taza.
—Sí, me gusta esta época. Pero es una lástima, ya no podrás salir a correr.
—Mm, tal vez salga algunas veces, pero siempre podré venir y pasar el rato contigo los fines de semana ¿verdad? —preguntó con curiosidad.
—Por supuesto—contestó sonriente.
—Tendré más tiempo libre, así que podré venir más seguido. Aunque tengo que vigilarlas de cerca y ver cómo progresa su hibernación.
—Se oye un poco difícil, y cansado.
—Un poco—sintió el calor de la taza con sus manos, y con una mirada relajada preguntó—Y tú ¿cuándo tendrás vacaciones? ¿qué día salen los estudiantes de la escuela?
—El uno de diciembre.
—La otra semana entonces...—comentó en voz baja.
—Pero aún iré a la escuela de vez en cuando, necesito organizar algunas cosas.
—Oh...—bebió el té de manzanilla y miró la lluvia, que se deslizaba por las hojas.
La observó pensativo, y luego de unos segundos dijo:
—¿Alguna vez haz pintado la lluvia?
—N-No, nunca lo he intentado—respondió sin esperar su pregunta—Pero ahora que lo mencionas debería intentarlo.
—Mm... Si lo logras, ¿podrías enseñármelo?
—Claro.
Todo volvió a quedar en silencio, y Jayden lo miró de reojo.
Su suéter verde musgo resaltaba su hermosa piel trigueña, y sus ojos de igual color se miraban relajados y dulces.
Lo observó, y al respirar dentro de la taza sus lentes se empañaron.
—...Me gusta como pintas—comentó Henry con un tono casual y bostezó—Los cuadros que has colgado por toda tu casa...son muy buenos.
—Gracias—contestó en voz baja. Sorprendido por sus palabras, que endulzaron su corazón.
—¿En qué parte de la casa pintas ocasionalmente? ¿dónde te sientes más a gusto? —interrogó al recordar su habitación, la cual apenas pudo ver ese día¹.
—En mi habitación, o en un estudio que está al lado, ahí guardo materiales de todo tipo, incluso algunas cosas que uso para mis alumnos.
—Me gustaría que me enseñaras todas tus pinturas algún día, y alguna historia o poema que hayas escrito. Aún no lo he olvidado—dijo sonriendo con una expresión decidida.
—...Tal vez, lo pensaré.
Henry lo observó pensativo, y dijo con un tono un tanto malicioso:
—Para mi cumpleaños quiero ver todo eso. Así que no puedes negarte.
Jayden bebió rápidamente y ocultó su rostro, mientras sus lentes se nublaban.
—Ok—dijo luego de tragar—Creo que todavía tengo algunos cuentos que escribí el año pasado para mis alumnos. Pero dudo que sean de tu agrado, son para niños...
—No importa, con eso estoy satisfecho.
Jayden dejó la taza sobre la mesa y metió las manos en los bolsillos de su suéter.
"Tal vez...escriba algo para él. Algo más de su agrado"
Pensó con cierta fascinación. Se sentía un poco emocionado y nervioso al mismo tiempo, pero quería que Henry leyera algo suyo.
«13 de diciembre de 1996»
En la helada madrugada de ese mismo día, cayó la primera nevada.
El viento era más frío, y al exhalar el aire se volvía blanco. Las personas vestían ropas más cálidas y tomaban bebidas calientes. Algunos dudaban y no querían salir de sus casas, pero habían otros que extrañamente disfrutaban de estar afuera, o tenían que hacerlo debido a su trabajo. Y otros más raros, que lo hacían por ambos motivos
Como en el caso de Henry.
—Es suficiente si hago tres observaciones a la semana—dijo Henry anotando el registro en su libreta—Tu ayuda me facilita más las cosas. En verdad te lo agradezco.
—De nada—contestó observando los alrededores del helado bosque.
La blanca nieve hacía ver los colores de los troncos aún más oscuros. Los árboles, que aún conservaban sus hojas, retenían la nieve en sus ramas, altas, frondosas, y de un color oscuros. El suelo ya estaba cubierto casi por completo, y todo era sumamente silencioso, tanto, que hasta podían escuchar la respiración del otro.
Caminaron e inspeccionaron la zona, y Henry, por su parte, escribía sin cesar en su libreta. Ocasionalmente tomaba una que otra fotografía y decía entre dientes cosas que Jayden no alcanzaba a escuchar.
Ya eran más de las tres de la tarde, y el clima era cada vez más frío. Los frondosos árboles, con sus tupidas ramas, hacían que la luz se filtrara con dificultad, dando una atmósfera aún más lúgubre y helada.
Pero a pesar de todo eso, Jayden estaba muy a gusto. Pasear en el gélido bosque junto a él era divertido, aunque ninguno de los dos hablara la gran cosa. Porque el disfrute estaba en esos momentos silenciosos, donde Henry ya no se sentía tan solo como siempre, y Jayden gozaba de su compañía, y su mente volaba, pensando sólo en ese momento.
Aunque Henry no lo miraba, el sonido de sus pisadas le hacía recordar de su existencia. Jayden observaba su espalda, su porte elegante al levantarse mientras leía el pequeño libro, luego de escribir en cuclillas por un rato. Sus largos dedos, que a simple vista se miraban helados por la brisa ligeramente nevada.
Al terminar, ambos se sentaron en un tronco bastante grueso, que había caído sobre escombros naturales, como rocas, ramas y hojas. Sus pies casi quedaban colgados, y la madera fría traspasó sus ropas, dejando una sensación húmeda.
Jayden sacó un pequeño termo lleno de chocolate caliente, sacó una taza de su mochila y le sirvió a Henry.
—Gracias—sus fríos dedos se sintieron agradables al tocar la superficie caliente, y el humo que salía del dulce líquido era reconfortante a la vista.
Jayden también se sirvió la suya y ambos bebieron un pequeño sorbo, luego de soplar la superficie con mucho cuidado.
—Esto sabría mejor con una galleta—dijo Henry al imaginarla, deseando tener una justo ahora.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Jayden, y sacando algo de su mochila le dijo:
—Qué bueno que traje algunas—y le dio una a Henry, cuyos ojos brillaron con dulzura.
—¿Tú las hiciste? —preguntó al observarla de cerca. Su color claro y olor dulce eran demasiado buenos, y con sólo un vistazo supuso que eran de Jayden.
—Sí, esta mañana—desde hace mucho Jayden había notado lo mucho que le gustaban las cosas dulces, y el brillo en sus ojos cuando veía algún postre en su casa. Así que, con mucho esmero decidió hacer unas para él.
—Me gusta más comer galletas hechas por ti. Ya no puedo comer las que venden en el supermercado ¿qué haré ahora? Ya no podré cambiar mi nuevo y exigente paladar—exclamó sonriente. Y mojando la galleta en su taza la comió con gran placer.
Jayden miró hacia los árboles con total tranquilidad, pero su interior era un desastre de emociones.
Quería decirle lo mucho que lo quería, y que sus simples palabras habían derretido su corazón, en medio de ese helado bosque.
Y al interpretar sus palabras, sintió cómo si él dijera:
«Son demasiado deliciosas Jayden ¿qué haré ahora? ¿cómo podré vivir sin ellas? Quiero comerlas por el resto de mi vida»
Apretó su taza con ambas manos y miró a la nada, con una sensación cálida en el pecho.
—¿T-Tan buenas son? me alegra mucho que te hayan gustado—contestó apenas, luego de procesar su respuesta.
—Claro que lo son—dijo al terminarse el último trozo—Incluso mejor que las de mi madre.
Henry se rio luego de decirlo, y añadió rápidamente:
—Pero si alguna vez la miras, no se lo digas.
—¿La veré alguna día? —interrogó sorprendido, y le entregó otra galleta.
—Es lo más probable—respondió ensanchando sus ojos de nuevo, y la tomó felizmente.
La mojó de nuevo y se la comió casi entera.
—Hace unos meses le escribí una carta. Le gusta que le escriba cartas en vez de hablar por teléfono. Le dije dónde estaba y que no podría visitarla por algún tiempo indefinido. En respuesta me dijo que vendría a visitarme en verano.
—Eso es genial—dijo Jayden comiendo también una.
—Sólo que...—sus ojos se apagaron un poco y fijó la mirada en su taza, casi vacía—Si llega a conocerte, no te dejará ir.
—¿No me dejará ir? —interrogó confundido.
—Cuando se entere que tú y yo somos cercanos, no parará de hablar. Sobre mí, de como soy con los demás...te preguntará qué opinas de mí, si estoy comiendo bien, si duermo lo suficientemente... También te preguntará sobre ti, qué haces, de qué trabajas, las cosas que te gustan...—suspiró y cerró los ojos con fatiga, y un leve sonrojó apareció con sigilo en sus mejillas—Ella es una persona que toma demasiada confianza con los demás, le gusta hablar y siempre tiene que sacar temas que me involucran.
Jayden cubrió su boca tratando de su suprimir su sonrisa.
—Se escucha cómo alguien interesante—exclamó sonriente—Cuéntame más sobre ella.
Henry casi nunca mencionó a sus parientes, sólo ocasionalmente a su madre. Y a su padre cuando hablaba de mariposas.
—De acuerdo, veamos...Cuando era niño, si yo quería hacer algo, casi siempre me lo permitía. Incluso una vez me dio de probar un poco de vino en año nuevo, aunque tuviera sólo siete años...—guardó silencio y meditó unos momentos—Ahora que lo pienso, yo era como un juguete para mi madre. Cómo su pequeño experimento o algo así.
Jayden rio suavemente y lo miró atentamente, escuchando cada palabra.
Henry no mencionaba a su madre porque temía que Jayden se pusiera triste, al recordar a la suya. Pero al verlo tan tranquilo e interesado, apartó esos pensamientos y siguió con su relato.
—Sé que se esforzaba, pero su comida no era muy buena. Y cuándo la comía le decía que estaba delicioso, porque me gustaba verla feliz.
Ella trabajaba como secretaria en una empresa, pero al nacer renunció y dedicó todo su tiempo en mí, para cuidarme y darme cariño. Pero luego mi padre murió, quien nos dejó un poco de dinero, sobrevivimos algún tiempo, y luego ella volvió a trabajar.
Con ello, mi madre fue aún más permisiva, dejando que hiciera lo que sea. Pero claro, yo era un tanto más maduro para mi edad, y me auto limitaba de muchas cosas.
—Que correcto—exclamó Jayden, medio burlándose, medio enserio.
Henry se rio por su comentario y negó ligeramente con la cabeza.
—Sí, y ahora que lo recuerdo hubo una vez en que probé qué tan lejos podría llegar con mis peticiones deliberadas...
Tenía trece años, y una niña de mi salón me pidió salir con ella. Esas cosas no me interesaban a esas edad, pero aun así le pregunté a mi madre, y me dijo:
«Claro, ¿por qué no?»
Al final acepté salir con esa niña, pero terminamos luego de una semana—y diciendo eso último suspiró, con una sonrisa divertida.
—¿Y por qué terminaron? —quiso saber.
—Me aburrí. Tenía que prestarle demasiada atención, quería que estuviera con ella todo el tiempo. No la conocía mucho y realmente no me caía muy bien. Era un niño, y sólo me interesaba jugar o estudiar. Además, creo que tenía piojos, la higiene me pareció muy importante desde pequeño.
Jayden volvió a reírse.
Quería saber la razón por la cual Henry dejaría a alguien. Y en el fondo, no pudo evitar pensar:
"Espero no hacer lo que esa persona hizo. Sabiendo la razón, no podré cometer ese error"
Pero resultó ser algo infantil y divertido.
—También tenía miedo de que se me pasaran los piojos—dijo encogiéndose de hombros, con una mueca de disgusto.
—¿Y luego que pasó?
—Bueno, ella obviamente se enfadó y dejó de hablarme. Mi madre se rio mucho y me revisó la cabeza por si acaso—rodó los ojos al recordarlo y resopló—Luego de esa experiencia amorosa no volví a intentar cosas así, hasta después de mucho tiempo.
Jayden guardó silencio y esperó a que continuara.
Henry lo vio interesado, así que siguió hablando.
—Pasé estudiando mucho tiempo, y sólo me enfocada en eso. Conseguí un trabajo en el mismo lugar donde hice mis pasantillas. Pero luego de pocos años mi condición de salud empeoró cada vez más. Cuando estudié en la universidad me dio anemia, y por ello traté de mantenerme en buena forma, pero aun así me costaba. Así que fui al médico de nuevo.
Le dije todos mis malestares, y la doctora me dijo que era por mucho estrés. Me dejó una dieta alimenticia para mantener mi salud y me recomendó salir a correr, ya que padecía de dolores de espalda. Ejercitarme era primordial, ya que pasaba mucho tiempo sentado o leyendo.
Jayden estaba muy atento, y sacando otra galleta se la pasó.
Henry la tomó encantado y siguió.
—Iba a chequeos periódicos y poco a poco me volví más cerca con mi doctora. Su nombre era Isabel.
Luego de un tiempo pensamos que sería buena idea salir, así que lo intentamos.
Ella era amable, seria, correcta y muy severa consigo misma. Sus principios tenían cimientos muy sólidos, su moral y carácter eran de admirar. Pero, en algún momento, sentí que todo se volvió muy frío, como si estuvieras en una relación porque era lo más conveniente.
Jayden mordió una galleta y lo miró con total atención, mirando cada gesto y analizando cada palabra.
—Yo pensaba: "Ya estoy algo viejo y aún no tengo novia. Esta es una buena oportunidad para casarme"
Y ella pensaba lo mismo, como si estuviéramos juntos porque era lo que se supone que teníamos que hacer.
Traté de ignorar esos sentimientos y le pedí que nos casáramos.
—¿En serio? —interrogó Jayden, verdaderamente atónito.
—Si—respondió riendo—Ella aceptó, pero luego de dos semanas, tuvimos una conversación.
Todo fue muy pacífico, dijimos nuestras inquietudes, y qué lo que pensábamos que era amor, en realidad no era nada. Que sólo lo hacíamos porque era lo correcto. Y aún más para ella, que era tres años mayor que yo y aun no se había casado.
Así que decidimos cancelar todo y separarnos. Luego de eso extrañamente nos sentimos felices, y prometimos no volver a cometer ese error. Sólo porque la sociedad lo dice, porque las personas se casan y tienen hijos, porque se supone que eso tiene que pasar...Prometimos que no nos importarían esa clase de cosas y nos despedimos. No la he vuelto a ver desde entonces.
La historia es más larga, pero esto sería el resumen.
—¿No la amabas? —preguntó con una expresión seria.
—Claro que sí, pero no de la manera romántica, la quería como una amiga. Y ella me dijo lo mismo—miró los ojos de Jayden a través de sus lentes, y preguntó con curiosidad—¿Y tú? ¿tienes alguna historia?
Jayden bajó la mirada rápidamente y aclaró su garganta.
—Bueno, ya que tú me has contado la tuya, supongo que ahora es mi turno—dijo en voz baja—No es tan interesante como la tuya, pero bueno...Luego de graduarme de la universidad volví aquí y conseguí empleo en la misma escuela de mi infancia. En la escuela me encontré con una antigua compañera de clase, que casualmente también se volvió profesora. Fue a otra universidad distinta de la mía y estudió para ser maestra de historia. Y al igual que yo volvió a este pueblo...Ella era de las pocas personas con las que hablé cuando era niño, y luego de unos días de trabajar en la escuela comenzamos a salir.
Bajó la voz al decir esto último y bebió lo último que quedaba en su taza.
—Pero luego de cuatro meses terminamos.
—¿Por qué?
—No la amaba de esa manera. No sentía que pudiera corresponder sus sentimientos como era debido. Así que quedamos en ser sólo amigos. La veo a diario en la escuela, sería un problema quedar en malos términos. Pero ella es amable, alegre y serena en su manera de vivir, por lo tanto, no hubo ningún problema. Aún me habla como siempre, con una sonrisa en sus labios.
—Al menos nuestras historias no son tan lamentables—exclamó Henry riendo.
Jayden sólo lo miró y rio entre dientes.
—Sabes, cuando mi madre se enteró de lo que pasó con Isabel, sólo suspiró y dijo que todo estaba bien, pero sé que en el fondo estaba preocupada, y seguramente busca a alguien para mí...
Henry siguió contándole cosas sobre su madre, y una que otra historia vergonzosa de su infancia.
Jayden lo escuchaba con gran placer. Pero al mismo tiempo un sin fin de pensamientos rondaban en su cabeza. Sus palabras resonaban una y otra vez recordando su historia, y pensaba:
"¿Tendré siquiera una oportunidad con él?"
Ahora no estaba seguro, y comenzaba a dudar. Y en el fondo de su corazón, quería creer que tal vez tenía una oportunidad...
Por otro lado, Henry se sentía muy feliz mientras hablaban. Y extrañamente, cada vez que lo veía a los ojos, una sensación cálida llenaba su corazón. Pensaba en lo mucho que lo quería, y lo afortunado que era al tener a alguien como él.
Un pensamiento lo llevó a otro y recordó cada cosa, y cada recuerdo agradable, que tenía estando a su lado.
Ambos estaban en silencio, sirviéndose otra taza de chocolate.
Luego pensó en Isabel, y no pudo evitar compararlos. Sintió que su corazón se detuvo y una idea impactante apareció en su mente:
"Si Isabel fuera como Jayden, creo que si me hubiera casado"
Meditó eso por lardo rato. Algo estaba mal con ese pensamiento. Pero en vez de aclararlo, más dudas surgían.
Lo miró de reojo y observó que sus lentes se nublaron al acercar la taza, su mirada era dulce y amable. Sus mejillas estaban ligeramente coloradas, y parecía estar sumergido en sus pensamientos.
Sus pálidas manos, con algunas manchas de pintura en sus rosadas uñas, La tinta de bolígrafo también había machado su blanca piel y sus nudillos tenían un bello tono rosado, por efecto del frío.
En realidad Henry no se sorprendió de sus pensamientos, anteriormente había pensado en lo bueno que era Jayden y lo mucho que lo apreciaba.
"En verdad es una persona muy hermosa, en todos los aspectos"
Sonrió y decidió resignarse ante esa serie de pensamientos.
Ya que para él, eso era lo único a lo que no podía encontrarle lógica ni sentido común.
Los sentimientos humanos...
Ambos se fueron a sus casas y siguieron cada quien con lo suyo. Con un sentimiento extraño en sus corazones, que cada vez se hacía más grande e imposible de ignorar.
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