Tan cerca pero tan lejos
ϟ ..ઇઉ..ϟ
Me desperté con la luz de un nuevo domingo.
Había pasado una semana horrible y no me gustaba admitir que incluso había temido la llegada del fin de semana.
Desde el espantoso encuentro con Drew en el bosque, todo había empeorado. Susan y sus amigos se burlaban de mí abiertamente y, sin miedo a represalias, competían por ver quién lanzaba el comentario más gracioso u ofensivo.
Muchos me gritaban: "lárgate" o decían: "¿no huele a pobre aquí?", cuando entraba en clase, en el salón o el comedor. Se negaban a trabajar en equipo conmigo alegando que sus padres no pagaban para que se juntaran con gente de mi clase, y los empujones y las caídas, supuestamente accidentales, de bebidas o comida sobre mi ropa o pelo se habían convertido en la diversión de cada día.
Por supuesto, aquel tipo de ataques, más directos, nunca se producían cuando estaba con mi pequeño grupo de amigos.
El viernes, las clases habían pasado en un suspiro. Por suerte para mí, todos permanecíamos en silencio y atentos a cada palabra de los profesores —El lunes comenzaban los exámenes y no terminaban hasta el jueves, por lo que estábamos repasando en cada asignatura todo lo que habíamos visto hasta el momento—, pero cada vez que se producía el cambio de clase, las risas, cuchicheos y burlas volvían a aparecer.
La platino acaba de repasar su última lección, recordándonos cómo actuar en una comida importante, y luego nos colocó por parejas para practicar por última vez el vals inaugural del baile de invierno.
—González, busque a alguien que quiera hacer pareja con usted. —Había escupido sabiendo muy bien la poca simpatía que mostraban por mí la mayoría de alumnos.
—Yo me presento voluntario. —Dijo Filipp sonriéndome.
—Si no te importa, Filipp, esta vez yo bailaré con Daniella —Habló Alessandro, dejándome con la boca abierta—. Va a ser mi compañera en el baile, y así practicamos. —Explicó mirando a la profesora.
—Sí, creo que es lo adecuado —Aprobó la Platino—. A la señorita González no le vendrá nada mal practicar más con su pareja de baile. —Me lanzó una huraña mirada que yo contesté con ojos rabiosos.
¿Qué problema tenía conmigo? ¡Le iba a enseñar lo bien que sabía bailar!
—Claro. —Contestó Filipp, sintiendo las miradas de nuestros compañeros sobre nosotros. Me sonrió de nuevo y le cedió el sitio a Alessandro.
Él me dedicó una pequeña sonrisa y todo mi enfado se desvaneció. Tomó mi mano y la colocó sobre su hombro, haciéndome estremecer, luego, bajó la mano a mi cintura, enviando fuertes corrientes eléctricas que recorrían cada milímetro de mi cuerpo. Con la otra mano, sujetó firme y a la vez delicadamente la mía y esperó a que la música comenzara a sonar.
Todas las mariposas de mi cuerpo despertaron, alerta, listas para bailar también con él.
—¿Has dormido mal hoy? —Preguntó evaluando mi rostro.
—Sí... Bueno... No está siendo mi mejor semana. —Él asintió pensativo y se centró en la música.
El baile era lento, suave. Alessandro bailaba con soltura y elegancia, dando vueltas cuando correspondía y cambiando de dirección cuando la profesora lo indicaba. Mientras, yo miraba sus pies y contaba en mi cabeza los pasos una y otra vez, tratando de no perderme.
" Uno, dos, tres. Unos, dos, tres. Uno, dos, tres..."
Alessandro me miró y amplió ligeramente su sonrisa.
—Deja de contar y permite que yo te lleve. —Susurró bajo la música.
Me estrechó más contra él, afianzando el agarre sobre mi cintura hasta que nuestros cuerpos se juntaron. Sentí como una ola de calor inmensa se apoderaba de mi piel, mis mejillas se tiñeron de rojo y mi corazón comenzó una danza frenética que nada tenía que ver con el vals que sonaba; todo mi cuerpo tembló bajo su agarre.
Fijé mi vista en su hombro con la esperanza de que él no notase mi cambio. Alessandro me llevaba sin dificultad, logrando que mi torpeza a penas se notase, e, incluso, que me divirtiera por primera vez durante un baile.
No podía ver a nuestros compañeros, bailando a nuestro alrededor. Mis ojos sólo lo veían a él; su brillante mirada sobre la mía, su piel bronceada y sus labios... Esos labios carnosos y apetitosos que me hacían respirar con dificultad.
La canción terminó de pronto, y me di cuenta entonces de que Alessandro sujetaba mi cadera, arqueada hacia atrás en un ángulo en el que desconocía que pudiese estar. Abrí los ojos sorprendida ¿Cómo había llegado a aquella posición? Él sonrió travieso, mientras me ayudaba a incorporarme con gracia y delicadeza para terminar el baile con un gran aplauso de la profesora. ¿Se habría dado cuenta de que me había pasado toda la pieza alternando mi mirada entre sus labios y sus ojos? Sentí una repentina subida de temperatura en todo mi rostro.
—¡Muy bien, señores! Ha sido casi perfecto. Casi. —Repitió mirándome fijamente, pero mi mente no era capaz de digerir otra cosa que no fuera la vergüenza de que Alessandro me hubiera descubierto babeando. El estruendoso timbre sonó, marcando el final de las clases de la mañana—. Ha sido todo por hoy. Nos vemos la semana que viene en el examen. Suerte a todos.
"¡¡Oh, por todos los Dioses!! ¡Seguro que ha visto mirarlo como una completa pervertida!"
Me golpeé mentalmente. Mi corazón insistía en golpear descontrolado mis costillas, seguramente con la intención de salir de allí.
"¡Estate quieto, órgano del demonio!" —Rugí en mi fuero interno.
El móvil de Alessandro comenzó a sonar. Vi como miraba la pantalla durante unos segundos antes de decidirse a contestar y salir del aula. Mi corazón se retorció apenado haciéndome sentir un profundo vacío en el pecho. Últimamente, las llamadas de su novia eran mucho más frecuentes.
"Sé que te he pedido que te pares, pero no me refería a esto."
Recogí mis cosas y caminé tan lento que Ali, que me esperaba como siempre, y yo, éramos las últimas yendo hacia el comedor del Pettit. La francesa, teñida entonces de un bonito castaño rojizo, me miraba con preocupación con sus ojos bicolor, mientras yo arrastraba los pies por las escaleras de piedra que llevaban a la puerta del bloque número seis.
—¿Te encuentras bien, amie?
—Sí... Sólo estoy cansada. —Le dediqué la sonrisa más convincente que fui capaz de crear.
Una vez más, al abrir la puerta del comedor, Susan y sus amigos me recibieron con una tanda de carcajadas y malas palabras, a las que yo contesté con silencio e indiferencia. Pude ver como Drew, sentado con el equipo de fútbol, levantaba la vista hacia mí y yo aparté la mía rápidamente. Tomé una bandeja y junto con mi amiga, me desplacé por la barra agarrando una pequeña porción de carne estofada, un trocito de pan y una botella de agua. Los abucheos y risas duraron hasta que llegué a nuestra mesa, donde ya me esperaban Jake, Alan y Filipp.
—Hola, chicos. —Saludé suspirando y dejándome caer en la silla. Filipp me observaba con preocupación, la misma que veía en las caras de Ali, Jake y Alan.
—Nella, no tienes buena cara —Habló Alan serio, algo muy extraño en él—. Tal vez no deberías ir a más clases hoy.
—Oui, amie. Avisaré a Sophia. —Dijo mi amiga, dejando su bandeja sobre la mesa.
—No, no, Ali. Estoy cansada, eso es todo —Alina me miró dudosa—. ¡De verdad!
La francesa se sentó en su lugar, sin quitarme la vista de encima, mientras yo masticaba lentamente un bocado de pan.
—¿Dónde está Alessandro? —Pregunté tratando de desviar de mí su atención. Mi corazón dio un pequeño brinco al pronunciar su nombre.
—Estará a punto de llegar. —Dijo Jake con un tono grave. Su cara aniñada y dulce cambiaba por completo cuando fruncía el ceño.
Asentí con la cabeza y di otro mordisco al trozo de pan. Filipp seguía estudiándome intranquilo. Lo miré y le sonreí, pero él no me devolvió la sonrisa.
—Daniella, tienes que hablar con Sophia.
—¿Mh mmh? —Pregunté con la boca llena.
—No me preguntes de qué, lo sabes perfectamente —Contestó Filipp enfadado. Tragué con fuerza y reí logrando una mirada de extrañeza de mis amigos—. Hablando con ella tal vez logres que te dejen tranquila, al menos dentro del Pettit. ¡Incluso yo estoy cansado de escuchar las cosas que te dicen! ¡No me puedo imaginar cómo estarás tú! O quizás sí.... —Terminó observando de nuevo mi enfermizo aspecto.
—¡Me impresiona lo bien que me has entendido!
—No cambies de tema —Contestó él levantando las cejas con gesto serio—. Tienes que contarle lo que está pasando.
—Filipp, Sophia no puede hacer nada contra "lo que está pasando". —Dije rodando los ojos mientras marcaba las comillas en el aire.
—Ella no puede hacer nada si no se lo dices, Nella.
—No es nada —Les aseguré a los cuatro—. Se les pasará cuando se acostumbren.
—¿A qué? —Preguntó Jake, estudiándome con sus ojos pardos.
—A compartir el internado con alguien... de clase inferior. —Contesté con mucho esfuerzo, sabiendo que mentía de nuevo.
—Ya han tenido todo un trimestre para acostumbrarse. —Intervino Alan.
—Pues tal vez necesiten dos. —Resolví, ganándome la mirada de desaprobación de todos ellos.
—Daniella, la situación se está pasando de la línea. De verdad creo que...
—No pasa nada, Filipp. Os prometo que si la cosa se me sale de las manos iré a contárselo a Sophia. ¿De acuerdo? —Los cuatro me miraron poco convencidos. No confiaban en mi palabra, y no sabían hasta qué punto me merecía su desconfianza. Suspiré—. Chicos, quiero ganarme su respeto; quiero valerme por mí misma, demostrar que sirvo, que llego a su nivel sin la ayuda de un apellido ni de la dirección del colegio.
Me sentía liberada al poder decir la verdad por una vez. Mis amigos se miraron entre sí, sin saber que decir.
—Vosotros tenéis razón. Cruzaron la raya y no reaccioné, pero eso cambiará; les demostraré que soy fuerte y que no pueden jugar conmigo. Os lo prometo.
Lo haría. Si quería respeto no me lo ganaría callando y dejando que hiciesen conmigo lo que a ellos les viniese en gana. La estrategia de no llamar la atención no había funcionado y ya era hora de cambiarla. Tenía que tomar las riendas de la situación de alguna manera. Si no habían buscado ni descubierto nada de mí hasta ahora, no tenían por qué hacerlo a sólo ocho días de terminar el trimestre.
—Daniella...—Comenzó el rubio con preocupación.
—A mí me parece bien —Nos giramos para ver como Alessandro bordeaba la mesa y ocupada su lugar frente a mí. Pude notar como él me estudiaba preocupado, evaluando también mi mala cara—. Buen provecho.
—Gracias —Susurré. Sentí como mis mejillas se teñían de rojo dándome, probablemente, un mejor aspecto—. No te vimos entrar.
Era antinatural lo bien que se adaptaban los pantalones grises del uniforme al cuerpo de Alessandro. El jersey azul celeste reglamentario contrastaba demasiado con su chaqueta de cuero negro, y sin embargo en él se veía perfecto. Su cabello caoba oscuro se encontraba suelto y suavemente ondulado, enmarcando su rostro ovalado. Sus ojos color chocolate brillaban invitándome a sonreír.
—Soy muy sigiloso —Contestó divertido, encogiéndose de hombros mientras preparaba su café derramando una pequeña cantidad de él en su taza con leche—, y estabais muy concentrados en vuestra charla.
—¿Te parece bien que los encare? —Preguntó Filipp volviendo al tema.
—Sí. —Contestó él tranquilamente. Su amigo lo miró desconcertado.
—¡No puede pelear contra ellos!
—No puede dejar que la mangoneen a su antojo. —Dijo Alessandro, removíendo el azúcar que acababa de añadir a la taza para después apartarla a un lado, y comenzar a comer el salmón con patatas que había escogido. Filipp se pasó una mano por los rizos mientras tomaba y expulsaba aire ruidosamente.
—Alessandro, si sólo uno de ellos se queja con sus padres... ¿Qué crees que tendrá que hacer la directora? La expulsará.
—No puede expulsarme tan fácilmente —Aseguré ganándome una mirada de extrañeza del rubio—. Tengo... la beca. —Me justifiqué, mintiendo de nuevo.
—El dinero que pueden dar a cambio de tu expulsión pesará más que tu beca, Nella. —Dijo Alan apenado, a lo que Alina asintió mirándome con tristeza.
—Estaré bien —Aseguré, sabiendo que la señora Lemoine no me expulsaría sólo por la queja de algún alumno que no quisiese codearse conmigo; no, sabiendo quién era yo en realidad—. Ahora que me he acostumbrado a esto, nadie me sacará de aquí.
Caminé con Alessandro hacia el aula de fotografía. Ya había pasado un largo rato desde que había recibido su famosa llamada, pero mi mente se empeñaba en seguir apenada. Noté como su miraba bailaba sobre mí cada poco tiempo mientras trataba de decirme algo.
—¿Qué ocurre? —Pregunté forzándome a sonar divertida.
—¿Has sabido algo más de Drew? —Preguntó. Lo miré a los ojos y pude ver su mirada seria, fría y preocupada. No habíamos vuelto a hablar sobre él o lo que había pasado desde aquel día.
—No. —Alessandro asintió.
—Ten cuidado. —Asentí con la cabeza y caminamos en silencio hasta nuestra aula.
Axel nos esperaba sentado sobre su mesa con una graciosa pose desenfadada. Sus pantalones vaqueros desgastados junto con su jersey gris y el pelo claro, peinado hacia arriba, le daban un aspecto de rebelde que hacía suspirar a más de una.
Cuando me vio llegar dibujó una perfecta sonrisa y me guiñó un ojo. Inmediatamente sonreí. Escuché como Alessandro gruñía algo por lo bajo para luego adelantarse a bajar las escaleras y sentarse en su lugar. La chica de pelo naranja que se sentaba con él, Victoria, le sonrió feliz y comenzó una animada charla-monólogo.
Me fijé en que a la derecha del profesor, colgando de la pared, había una gran tela blanca, y en el suelo varios botes de pintura. ¿Qué haríamos aquella tarde?
Me senté como siempre al lado de Stella; su fuerte perfume floral impactó contra mi cerebro llenándolo de imágenes de campos y pájaros. La pelinegra disfrutaba del abuso de la máscara de pestañas que resaltaba sus ojos negros, y en contraposición sus labios estaban siempre pintados en tonos suaves. Tenía un perfil realmente maravilloso para las fotos.
Con el paso del tiempo, me había fijado que no era tan mala persona cuando sus dos amigas no estaban delante. Ella disfrutaba de la fotografía, y más aún de ser fotografiada, y gracias a un par de trabajos de tipo pasarela en los que Axel nos había colocado juntas, sabía que al menos mis fotos si contaban con todo su respeto. ¿Qué diría ella si supiese quién era mi madre? La estudié con sigilo preguntándome por qué tenía que ser tan importante para ella la aprobación y amistad de Susan o Brittany, por qué la popularidad y el poder tenían que tener más trascendencia que el hecho de que, en el fondo, yo le caía bien.
Axel pidió silencio y comenzó la clase.
—Hoy vamos a hacer algo diferente —Dijo señalando la tela—. He pensado que es injusto que sólo Alessandro y Daniella trabajen en el baile así que todos los demás vais a colaborar hoy mientras yo y ellos ultimamos detalles —Casi toda la clase protestó logrando una mirada seria del guapo profesor.
—¿Por qué os quejáis si aún no he dicho lo que tendréis que hacer? —Preguntó.
Axel estudió las filas con su mirada azul oscura esperando a que guardaran silencio y finalmente habló:
—Bien. Como decía, vamos a hacer algo diferente, y necesito, no, ¡exijo! vuestra total dedicación. Este año, vosotros mismos vais a pintar el fondo para las fotos del baile. ¡Silencio! —Advirtió levantando una mano, adivinando otra tanda de quejas—. Conocéis la temática del baile, conocéis los colores permitidos... van a ser vuestras fotos, ¡vosotros vais a salir en ellas luciendo vuestros vestidos y trajes! Y de vosotros depende lo bien o mal que se vea. Juntaos, decidid un diseño, dibujadlo sobre la tela y pintadlo.
—¡Profesor el fondo podría comprarse!
—¿Para qué pagamos si tenemos que hacerlo todo nosotros?
—Pero, profesor, ¡estamos en una clase de fotografía, no de dibujo!
—¿Y para qué es el dibujo? —Los calló Axel sin hacer caso de las demás quejas.
—Para las fotos, pero...
—¡Lo véis! No hay discusión. Ahí tenéis la pintura, pinceles, purpurina y todo lo que necesitáis. Manos a la obra.
Entre quejas y soplidos, nuestros compañeros rodearon la tela y comenzaron a discutir. Axel nos pidió que subiésemos hasta la última fila y se sentó a mi lado para hablar.
—¡Que pocas ganas tenía de ponerme a pintar! —Susurró el profesor observando el circulo de gente que había frente al gran ventanal. Alessandro lo miró con incredulidad y yo con sorpresa y diversión—. Me daba pereza buscar una empresa a la que alquilarle el fondo y presumí ante la directora de mis buenas dotes para la pintura, así logré que me propusiera que lo pintara yo.
—Ya veo cómo lo pintas. —Habló Alessandro, rodando los ojos mientras yo trataba de no estallar en risas.
—¡Algo tenían que hacer ellos! ¡No lo vais a hacer todo vosotros solos! —El gesto ofendido de Axel era puro teatro y la diversión que escondían sus ojos era tan clara como el agua. Alessandro resopló indignado.
—Eres un viejo vago.
—¡Yo no soy viejo! —Protestó Axel. Me tapé la boca para que nadie me escuchase reír. Axel me sonrió con complicidad—. Está bien chicos, ¿cómo lleváis los preparativos?
—Ya todo está listo. Repartimos las invitaciones, elegimos el catering, la música, la decoración y queríamos colocar todo este domingo, para tener la semana que viene libre para los exámenes. —Dije aun riendo.
—Está bien, yo hablaré con la profesora de gimnasia para que nos deje el pabellón libre desde el domingo. ¿Falta algo más?
—Un fotógrafo. —Dijo mi compañero mirando fijamente al profesor. Axel se señaló con un dedo y Alessandro asintió, haciéndole ver que se refería a él.
—¿Es que tengo que hacerlo yo todo? Muy bien; yo haré las fotos —Dijo suspirando—. Ahora sí. Normas: Nada de alcohol en la fiesta, nada de sexo y nada de jóvenes desnudos... Aunque, probablemente las dos ultimas estés directamente relacionadas...
—¿Pero tú a qué clase de bailes has ido? —Preguntó Alessandro.
—Es mejor que no lo sepas.
Reímos y charlamos durante toda la clase, mientras que los demás pintaban.
Después de cenar subí a mi habitación y me duché con calma. Me coloqué el pijama y encendí el ordenador.
Hacía ya una semana que había contestado al mensaje de mi madre y no tenía noticias suyas. La había llamado al móvil, pero siempre me contestaba Elsa, su ayudante, diciéndome que no se podía poner, que estaba en medio de una sesión de fotos, o cansada... Siempre tenía una excusa, y yo empezaba a preocuparme.
No entendía por qué la Platino me odiaba tanto. Tenía que empezar a hacerles frente a Susan y a sus secuaces si quería que supiera de lo que Daniella, sin apellidos, era capaz de hacer. Tenía que olvidar todo lo que mi cuerpo se empeñaba en sentir cuando Alessandro estaba cerca, y sacarlo de mi mente cuando no lo veía. Tenía que lograr hablar con mi madre y averiguar por qué no me había escrito en todos aquellos días.
Mi cabeza daba tantas vueltas que comenzaba a sentirme mareada, pero enseguida caí rendida por el cansancio.
El sábado me había despertado agotada, aún más que los días anteriores. No tenía dolor, malestar, o cansancio físico, sino una pesadez y embotamiento mental que hacía que todo mi cuerpo se sintiese como plomo.
La mañana había transcurrido bastante tranquila y sin ninguna incidencia o accidente reseñable, y eso hacía saltar todas mis alertas. Ali y yo estábamos sentadas en la sala común viendo una película después de comer, cuando vi que Susan, Brittany y Stella se acercaban a nosotras. Supe que debía prepararme en el momento en que vi la sonrisa de la pelirroja.
—¿Qué queréis, Susan? —Preguntó Ali cortante, cuando se pusieron frente a nosotras.
—Sólo hemos venido a hablar con ella, Alina. Venimos a felicitarte por la invitación del baile. —Habló Susan con su tono de voz pasteloso. La miré con los ojos entrecerrados sin creerme sus buenas intenciones.
—Gracias.
—Sí, fue una idea super original elegir la temática de la nieve para un baile de invierno, a quién se le habría ocurrido, ¿verdad?
"Vale, Barbie, hasta yo puedo oler tu ironía" —Le sonreí falsamente.
—Esperamos que no fastidies el baile, becada. Los bailes son muy importantes para la alta sociedad, ¿entiendes?
—Y por supuesto esperamos que te vistas a la altura del acontecimiento... Si es que puedes. —rio Brittany.
—¡Oh, por favor... serás...! —Comenzó a protestar Ali, pero la callé.
—Iré bien vestida, no te preocupes. Y estoy segura de que el baile os gustará. —Dije con el tono más amable que logré colocar.
—A ver, o sea, si en realidad no tienes algo que ponerte, puedes pedirnos algo. Mejor eso que estropear el baile ¿no? Yo tengo un montón de ropa que....
—Stella, a ella no le quedaría bien tu ropa —Sentenció la pelirroja—. Se buscará la vida, ¿verdad becada?
—Sí. Igualmente, gracias —Dije mirando a Stella—. ¿Sabéis que habrá una votación de rey y reina? —Vi como los ojos de las tres se iluminaban de repente.
—¿Va a haber una elección de reyes? —Preguntó Brittany fingiendo indiferencia. Yo asentí.
Lo habíamos decidido en la última clase de fotografía. Axel había dicho lo mismo que Alessandro, que había que mantener ocupados a los invitados y una elección de rey y reina era un acontecimiento perfecto.
Él y yo habíamos acordado pegar los carteles anunciándolo al día siguiente, para que todos se enterasen al mismo tiempo, pero yo estaba segura de que competir entre ellas por ser las reinas, las mantendría ocupadas y me dejarían tranquila durante los pocos días que faltaban hasta las vacaciones.
—Y...., o sea, ¿quién elegirá a los ganadores?
—Los elegirá Axel; él es el profesor encargado del baile, así que él elegirá a la pareja ganadora.
—¿Basándose en qué? —A pesar de la indiferencia que la pelirroja traba de mostrar mirando fijamente a sus uñas color cereza, yo sabía que quería conocer cada pequeño detalle para poder ganar.
—Los criterios están registrados en una hoja que Axel guarda bajo llave; si todos conocieran los criterios, sería muy difícil que alguien fallara... —Susan me miró con desconfianza, por lo que yo miré cómicamente detrás de ellas como si me quisiese asegurar de que nadie más se enterase de la gran confesión que iba a hacer. Ellas me observaron con interés—. Bueno... lo que os sí os puedo decir es que tendrá en cuenta la foto del baile.
—¿La foto?
—Sí —Me encogí de hombros—. Por algo es el profesor de fotografía. Supongo que valorará lo bien que quede la pareja, tal vez la pose, o lo bien conjuntados que estéis... Eso es todo lo que sé.
—¿Y por qué no habéis avisado de que se haría? Ahora tendré que comprarme un vestido nuevo para ir combinada con Esteban. —Evité rodar los ojos ante la queja de la Barbie.
—Aún lo decidimos ayer. Mañana colocaremos carteles para anunciarlo; sois las primeras en saberlo.
—Está bien, becada. Sólo otra cosita —Dijo Susan. Se inclinó hacia mí para hablarme en el oído. Tenerla tan cerca me recordaba a aquella noche, me ponía tensa y nerviosa—, ya me he enterado de que vas a ir con Alessandro Colombo al baile —Asentí en silencio—. Ya veo que, a pesar de nuestros recordatorios, no te molestas por cumplir nuestro pequeño trato —Habló recordándome que me había ordenado alejarme de todos los alumnos ricos del centro, es decir, quedarme completamente aislada de todos, y, sobre todo, apartarme de Filipp.
¿Era por eso que no paraban de hacerme bullying? ¿Porque seguía siendo amiga de los chicos?
—Pero al menos has dejado al pobre Filipp tranquilo, de modo que te perdono y dejaré que pases un baile tranquilo. Pero espero que cuando empiece el segundo trimestre, te replantees de nuevo tus amistades. ¡O, mejor aún! Replantéate el hecho de volver aquí. —Las tres se fueron dejándome con las palabras en la boca.
—Trío de víboras —Soltó Alina con la voz asqueada—. ¿Está todo bien, Nella?
—Sí, Ali, todo bien.
"Al menos los días que quedan, parece que me dejarán tranquila."
Un rato después de mi pequeña charla con "Los demonios de Charlie", Sophia entró en la sala y me pidió que la acompañara. Me guio por el pasillo blanco hasta su habitación y abrió la puerta dejándome ver una enorme caja color crema colocada sobre su cama.
—Ayer a la noche llegó esto para ti. Es de tu padre —Susurró. Me acerqué a la caja lentamente y comprobé que no había en ella ningún nombre o distintivo de la identificara con la empresa Giannetti—. ¡Ábrela! —Me animó la orientadora con la emoción de una niña pequeña.
Con cuidado, despegué los pequeños trozos de celo que mantenían la caja cerrada y la destapé. Dentro había varias capas de papel maché en distintos tonos de azul. Los aparté y descubrí una bonita tela de color azul oscuro. Me cubrí la boca con sorpresa. Era el vertido que mi padre había diseñado para mí. ¿En verdad conocía mis gustos?
No, no debía emocionarme, seguramente mi madre se lo había dicho.
Tomé el vestido y lo saqué de la caja para poder apreciarlo bien. Era realmente hermoso, largo hasta los pies, no excesivamente vaporoso y con un precioso escote con forma de corazón. Lo que más llamaba a atención eran los pequeños brillantes blancos que se extendían sobre la tela como si fuera un cielo estrellado; me gustaba la forma en la que estaban colocados, más juntos y en mayor cantidad en la zona del escote y descendían progresivamente según se acercaban hacia abajo hasta desaparecer por completo a la altura de la rodilla.
Como mi padre había prometido, no había rastro de su marca por ningún sitio. Le di la vuelta al vestido para poder verle la espalda.
—¡Waw! —Logré decir a pesar de mi asombro.
—¡Es precioso! —Dijo Sophia con emoción, a lo que yo no pude hacer más que asentir totalmente de acuerdo.
Era precioso. La parte de atrás estaba sujeta por un delicado lazo en la zona superior y luego estaba completamente descubierta hasta el fin de la espalda.
—Mmmm, ¿Sophia? ¿Con qué sujetador se supone que voy a llevarlo?
—Con ninguno. —Solucionó ella y yo la miré con horror. Sophia rio ruidosamente al ver mi cara—. ¡Aprovecha que eres joven, mujer! ¡No se van a quedar ahí arriba toda la vida! —Me cubrí con el vestido, sonrojada. No me apetecía hablar de cómo estarían mis pechos con unos cuantos años más. Sophia rio de nuevo y negó con la cabeza divertida—. ¿No tienes uno de esos de silicona que sólo cubren el pecho?
Negué con la cabeza. ¿En qué momento iba yo a necesitar algo así?
—Esos no tienen parte de atrás, así que serían perfectos para este vestido. —Genial. No lo tenía, pero antes que ir sin nada, debía ver cómo podía conseguirlo.
—Gracias, Sophia. —Suspiré guardando el vestido de nuevo en la caja para llevármelo a mi habitación.
—¡Espera! ¡Aun tienes otro paquete! —Caminó hasta el pequeño escritorio que tenía frente a la ventana y me tendió una caja, mucho más pequeña, y también de color crema.
—¿No será el sujetador que necesito, verdad? —Ambas reímos y yo comencé a quitar de nuevo pequeños trozos de celo para ver el contenido de la caja.
Al abrirla descubrí un par de sandalias plateadas con un finísimo tacón que se ataban al tobillo.
Siempre me había sorprendido que, aunque fuese invierno, cuando se trataba de bailes o fiestas elegantes, las chicas teníamos la obligación de morir de frío. Por suerte, en el pabellón de gimnasia había calefacción.
—Vas a estar preciosa, Daniella. —Dijo ella mirándome con cariño. Le sonreí.
—Gracias.
Después de eso, aún la vida me tenía preparada otra sorpresa, pues al subir a mi habitación después de cenar, me encontré con Drew en el pasillo.
—Hola, preciosa ¿Cómo estás? —El moreno sonrió como si nada hubiese pasado y yo con una mirada de absoluta incredulidad, seguí de largo sin intención alguna de hablar con él—. Nella, ¡Nella, espera! —Dijo tomándome por el brazo para detenerme. Miré su mano con todo el odio que podían albergar mis ojos.
—Suéltame. —Ordené con los dientes apretados.
—Está bien, perdona —Me soltó y levantó ambas manos en señal de paz—. Sólo quería que hablaras conmigo.
—No hay nada de qué hablar. —Zanjé comenzando a caminar de nuevo.
—¡No, no, Daniella! ¡Escucha lo que tengo que decirte, por favor! —Pidió colocándose esta vez delante de mí para impedir mi avance. Me crucé de brazos y lo miré enfadada.
—¿Qué quieres ahora, Drew?
—Disculparme, Nella. Yo... te suplico que me perdones. No sé qué me pasó el otro día, yo... me volví loco al pensar que preferías a Filipp antes que a mí. Él me lo quitó todo y tú eras lo único que me quedaba... No podía soportar la idea de perderte también. Lo siento, linda, sé que hice mal... ¡No sabes cuánto me arrepiento! —Lo miré y pude ver que aún se podía apreciar en su mandíbula la marca amarillenta del puñetazo de Alessandro—. Perdóname, por favor. —Suplicó con tristeza.
—Te perdono —Su rostro se iluminó con una enorme sonrisa y dio un paso hacia mí con la intención de abrazarme, pero yo retrocedí y lo miré seria—. Te perdono, pero no quiero que vuelvas a acercarte a mí para nada —Vi como la miraba del moreno se ensombrecía al tiempo que desaparecía su sonrisa—. No puedo fingir que no te conozco porque hemos sido amigos durante un largo tiempo, pero sí te voy a pedir que no me hables y, sobre todo, que no te me acerques más.
El rostro de Drew cambió completamente volviéndose hostil y serio.
—No mentí con lo que te dije, Nella. Yo te quiero.
—Pero yo a ti no; ya ni como amigo, y no quiero nada que venga de ti más que la absoluta indiferencia, la misma que tú obtendrás de mí. —Drew asintió de mala gana y se fue.
No me podría creer que, después de lo que me había hecho, volviese como si fuésemos tan amigos. Estaba muy equivocado si creía que el amor servía como excusa para hacerme daño.
Cansada, me encerré en mi habitación y revisé de nuevo mi correo para comprobar que mi madre no me había escrito. Preocupada, decidí llamar a mi madrina; si alguien tenía que saber lo que estaba pasando con mi madre, era ella.
—¿Daniella? ¿Qué tal, cariño? —Habló la dulce voz de Marie.
—Yo bien, madrina, pero estoy preocupada por mamá. ¿Sabes algo de ella? —Mi madrina guardó silencio durante unos breves segundos, como si mi voz tardase en llegar desde París a Madrid.
—Tu madre está bien, cielo; está trabajando mucho y está muy cansada.
—¿Cómo lo sabes?
—Ella me lo dijo. —De modo que con mi madrina si tenía tiempo para hablar y conmigo no.
—Está bien madrina, me quedo más tranquila sabiendo que está bien. Sólo espero que me escriba pronto para poder contarle una noticia importante sobre mi padre. —La pinché para que se lo dijese a mi madre la próxima vez que hablara con ella.
—¿Y eso, cielo? ¿Pasa algo malo con Luis? —Preguntó con tono preocupado. Me sonreí a mí misma.
—No, madrina, nada malo.
—Está bien, si logro hablar con ella antes que tú se lo diré —Estaba segura de que sí que lo haría—. Cuídate, Danielita.
—Lo haré, madrina. Un beso. —Colgué con un ligero sabor amargo en la boca. Me aliviaba saber que mi madre estaba bien, pero no entendía por qué no hablaba conmigo y si con mi madrina.
Estuve hasta altas horas de la noche diseñando los carteles de "Rey y Reina" de forma que quedasen elegantes y atractivos para así mantener mi mente ocupada, hasta que mis ojos protestaron con un insoportable ardor y me metí en la cama con miles de pensamientos en la cabeza.
Y ahí estaba ahora.
Miré el reloj de mi móvil, y me asusté al ver que marcaba las dos y media del mediodía. ¿Cómo era posible haber dormido once horas y aun así sentirse agotada?
Tenía varias llamadas perdidas de Alina y Filipp, y un mensaje de Alessandro. Mi corazón retumbó con fuerza al abrirlo.
#Alessandro: ¿Otra vez dormida? ¡Baja a comer!
Sonreí. Me levanté de la cama con pesadez, soportando el quejido de mis agarrotados músculos que rogaban que me acostase de nuevo. Caminé hasta la ventana para comprobar que el día estaba tan gris como mi mente. Llovía a mares y el viento hacía que las ramas de los cerezos se estremeciesen. Hoy nadie saldría del Pettit.
Entré en el baño y me miré al espejo. Tenía un aspecto lamentable; mis ojos estaban enrojecidos y adornados por dos profundos surcos oscuros y mi piel blanca tenía un enfermizo tono cetrino; al menos los moratones de mi cara y cuerpo ya habían desaparecido.
Me duché rápidamente y me maquillé para evitar las miradas de preocupación de mis amigos. Me vestí y bajé al comedor.
El bullicio era ensordecedor. Me plateé el hecho de salir de nuevo para que la insonorización de las paredes obrara su magia con mis oídos, pero finalmente decidí quedarme. A pesar de la hora y de que ya la mayoría habían terminado de comer, aún todas las sillas estaban ocupadas. La gente jugaba a las cartas, al parchís, a las damas; cotilleaban, reían e incluso había un grupo en el que un par de chicos tocaban la guitarra mientras cantaban.
Para mi sorpresa, no hubo más que el ligero silencio de un par de mesas cuando pasé por su lado. Me giré con disimulo hacia la mesa donde se sentaba Susan que me vio y sonrió mostrando sus dientes, excesivamente blanqueados. Sus amigos rompieron a reír también, pero sin embargo nadie me insultó ni se metió con mi pelo despeinado.
Al parecer iba a cumplir con la tregua que me había dado.
Mis amigos ya estaban comenzando a tomar el postre cuando yo me senté a su lado con un plato de sopa.
—¡Amie!
—¡Aleluya! ¡Nos tenías preocupados, Nella! —Dijo Alan sonriendo—. Hoy tienes mejor cara.
—Gracias. —El maquillaje había cumplido su cometido. Alessandro me observaba con una ceja levantada mientras saboreaba un flan.
—¿Dónde estabas, Nella? ¿Por qué no bajaste a desayunar?
—Me sentía cansada y preferí dormir para no tener la cara de ayer. —Filipp sonrió ante mi tono divertido.
—Me alegra que lo hayas hecho. Ayer parecías un fantasma. —Le enseñé la lengua y él acarició mi cabeza divertido, ya que mi coleta no le permitía despeinarme.
—Alessandro, ya hice los carteles para la elección de rey y reina. Los tengo en mi pendrive.
—¿Por eso dormiste hasta tan tarde? ¿Te pasaste toda la noche haciendo los carteles? —Los ojos de Alessandro mostraban una mezcla entre diversión e incredulidad. Yo me encogí de hombros.
—Estaba entretenida.
—Por supuesto. —Contestó mirándome fijamente.
Las mariposas de mi estómago rompieron a volar de nuevo inundadas de electricidad.
—Sólo tengo que imprimirlas y pegarlas.
—Seguro que Sophia os puede hacer el favor. —Intervino Jake. Yo asentí; era una buena idea pedírselo a ella.
—Eh, Jake. ¿Ya has encontrado pareja para el baile? —Se burló Alan.
—Sí —Contestó el castaño mirándolo orgulloso.
—¿Enserio?
—Sí, tío. —Presumió. Todos observábamos a Jake, que sonreía con aires de grandeza.
—¿Y tú Filipp, ya tienes pareja para ir al baile? —Pregunté. El rubio me mostró su graciosa sonrisa de duendecillo, pero no hubo ningún brillo en sus ojos aceituna que me indicasen que su sonrisa era sincera.
—No, aún no.
—A cualquiera que le lo pidas te dirá que sí. —Rio Jake. Filipp soltó una pequeña y amarga risa.
—Pero a mí no me interesa ir con cualquiera. —Vi como el rubio levantaba los ojos hasta encontrarse con los de Alessandro, que le aguantó la mirada unos segundos antes de bajar la cabeza.
—Y tú, ¿qué? —Curioseó Alina aun mirando a Jake.
—¿Y yo qué, de qué?
—¿Que quién es tu cita, tío? —Insistió el asiático, apoyando a Ali.
—¡Ah!... Ya lo veréis. —Contestó haciéndose el interesante y levantándose de la mesa con su bandeja.
—Hey, hermano, ¡vuelve a aquí y cuéntanos! —Pidió Alan levantándose para seguirlo. Alina negó con la cabeza divertida y me indicó que se iba con ellos.
Miré a Filipp, que trataba de marear con la cuchara el espumoso mousse de chocolate que tenía entre las manos. Tras unos breves segundos en silencio, levantó la mirada y le sonreí.
—Vayas con quién vayas, recuerda que tenemos un baile reservado.
—No lo olvidaré. —Sonrió él, esta vez con sinceridad.
Terminé de comer mientras él y Alessandro me hacían compañía y luego fui a la habitación de Sophia para pedirle que nos imprimiese los carteles.
Media hora después la preceptora volvió con los bonitos carteles y me los entregó con gesto cansado. Yo la miré tan sorprendida como divertida.
—Muy bien. Ahora voy a volver a ver mi película, y no quiero que nadie me moleste a no ser que haya un incendio o que el edificio se esté cayendo. ¿Entendido?
—De acuerdo. Gracias, Sophia.
Coloqué carteles en el comedor, la sala común y la lavandería y luego subí a colocar un par más en los pasillos de la segunda y tercera planta. Antes de bajar con los chicos de nuevo, decidí comprobar si tenía noticias de mi madre.
Entré en mi habitación y encendí el ordenador. Respiré aliviada cuando vi que el pequeño sobre amarillo, que me indicaba que tenía un mensaje, tenía su nombre.
"Hola, hija.
Siento haber tardado en contestar. He estado muy ocupada.
Me alegra saber que estás colaborando con el baile. Será una experiencia muy buena para ti.
Tu padre me llamó para contarme que te había hecho un vestido —De modo que también hablaba con mi padre, pero no conmigo. ¿Qué había pasado? — Me envió una foto y estoy convencida de que te sentará muy bien. Hazte muchas fotos para que pueda verte. Espero que hayas sido educada y le hayas dado las gracias. —No, no lo había hecho, y ahora me sentía fatal. —
Nunca me habías hablado de tu profesor de fotografía. ¿Sabes cuál es su apellido? Si es un fotógrafo tal vez lo conozco.
Prometo que esta vez te escribiré antes.
Te pido perdón de nuevo.
Te quiero"
Leí el mensaje un par de veces más, había algo diferente en la forma de escribir de mi madre, y no conseguía encontrar el qué.
"No parece que lo haya escrito ella..."
El mensaje no emitía la sensación de cariño, de echarme de menos, de tener ganas de saber todo lo que había vivido, que los mensajes de mi madre solían transmitir. ¿Estaría mi madre enferma y no quería que lo supiera?
"No, ella no es así, me habría avisado"
Me convencí de que mi madre estaba pasando por una etapa de mucho trabajo, como ocurría siempre en los días previos a navidad y a las vacaciones de verano.
"Seguro que está muy ocupada y tuvo que pedirle a Elsa que escribiese por ella"
Respiré hondo y le contesté.
"Hola mamá.
Menos mal que me contestas, ¡estaba preocupada! Me gustaría que hablásemos para que me cuentes qué estás haciendo ahora. Echo de menos estar en las sesiones de fotos contigo. Además, quiero que aclare un par de cosas sobre Luis y el vestido. Aún no le he dado las gracias, pero lo haré tan pronto como te envíe a ti este mensaje, ¡te lo prometo!
Por cierto, ¡necesito un sujetador de esos de silicona para el vestido! ¿Has visto la espalda que tiene? ¡Es preciosa, pero no quiero ir sin nada debajo! ¿Crees que puedas hacerme llegar uno para el viernes?
El profe se llama Axel O'Connor. ¿Lo conoces? Él a ti sí, ¡claro! Una vez me dijo que era fan de tu trabajo.
Llámame para que hablemos y me cuentas.
Te quiero, mamá"
Envié el mensaje con la esperanza de tener noticias suyas pronto, y como había prometido, comencé a redactar el agradecimiento para mi padre.
"Hola papá.
Ya he recibido tu vestido. Es realmente precioso. Me encanta la forma, el brillo y el color. Los zapatos también me han encantado. Son perfectos para lucirlos con el vestido.
Muchas gracias."
Como siempre, mi padre debía estar trabajando en la oficina, porque su respuesta no tardó en llegar.
"Hola hija.
No sabes cuánto me alegro de que te guste. El azul era tu color favorito cuando eras pequeña, pero temía tus gustos hubieran cambiado.
Me siento muy feliz de que lleves mi vestido, Alejandra.
Non vemos pronto, hija.
Te quiero"
Te quiero. ¿Me quería? ¿Cómo podía quererme si apenas me conocía?
"Pero sabía que mi color favorito, desde niña, era el azul... ¿O se lo había dicho mi madre?"
¡Ay! ¡No sabía qué pensar!
Mi móvil comenzó a sonar y miré extrañada como la foto de Alina se iluminaba y apagaba en la pantalla. Era domingo, ¿por qué no venía a buscarme a mi habitación?
—¿Alin...?
—¡¡Daniella!! —Gritó ella, haciéndome alejar el móvil de la oreja.
—¡Alina! ¿Qué...?
—¡Baja! ¡Rápido!
—¿A dónde? ¿Qué pasa? —Pregunté preocupada mientras corría ya hacia la puerta. Escuchaba muchos gritos y apenas podía oír la voz de mi amiga.
—¡Estamos en la lavandería! ¡Es Drew, con Filipp y Alessandro! —Me congelé durante unos segundos. ¿Drew con Filipp y Alessandro? ¿Qué estaba pasando?
—Bajo enseguida. —Colgué y salí disparada por la puerta hacia la lavandería.
Cuando entré en la habitación no vi más que un gran corrillo de personas, algunas gritaban, otras apostaban y otras miraban curiosas sin saber qué pasaba. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Noté como alguien cerraba la puerta rápidamente tras de mí, seguramente con la intención de que la insonorización de la casa impidiese que Sophia descubriese aquello. Me hice paso hacia delante empujando mi cuerpo entre la gente y al llegar al frente se me calló el alma al suelo.
—¡Filipp! —Grité corriendo hacia mi amigo que yacía tumbado con los ojos cerrados en una esquina con la cara llena de sangre. Alina sujetaba llorando su cabeza sobre las rodillas.
Se escuchó un gran estruendo de algo arrastrándose y me giré para encontrarme a Alessandro con la camisa destrozada y manchada de sangre tirado toscamente sobre la fila de sillas, ahora empotradas contra las secadoras. El pánico se apoderó de mi cuerpo.
Me lancé hacia él, pero alguien me agarró por la cintura y me retuvo.
—¡Estás loca, Daniella! ¡No te metas ahí! —Reconocí la voz de Will, pero igualmente me retorcí entre sus brazos para poder ir al lado de Alessandro, que sacudió su cabeza y se incorporó con una mirada de puro odio.
Me giré para ver a quién miraba y no me sorprendió encontrarme con Drew, con una sonrisa ensangrentada, una brecha en una ceja y un ojo medio cerrado. Alessandro se abalanzó contra él de nuevo sin que nadie se metiese a pararlos, pero el moreno lo esquivó y le dio un fuerte puñetazo en las costillas.
—¡No! ¡Déjalo! —Chillé con todas mis fuerzas.
Alessandro se agarró la cintura con la mano izquierda; sus nudillos también estaban sangrando y manchando de rojo su mano y el puño de su camisa blanca. Drew intentó darle un segundo golpe, pero él lo esquivó y lo envistió con fuerza haciendo que ambos rodaran por el suelo lanzándose puñetazos y patadas.
—¡Parad, por favor! ¡Parad! —Gritaba mientras intentaba deshacerme del agarre de Will.
Entre gritos y empujones, aparecieron también Alan y Jake, que se metieron rápidamente a separarlos.
—¿Pero qué mierda hacéis, joder? ¡Estaros quietos! —Gritó Alan.
Jake agarró a Drew y tiró de él hacia atrás, pero el moreno tenía más fuerza y aprovechando que Alan tenía a Alessandro sujeto, le lanzó un derechazo directo a la cara.
Pegaso torció la cara por el impacto, yo grité y Alan abrió los ojos con sorpresa y desesperación.
—¡La puta madre! ¡Jake! ¿No tenías que estar sujetándolo?
—¡Eso hago!
—¡Pues sujétalo mejor, joder!
—¡Drew, mierda! ¡Estate quieto!
Alessandro levantó la cabeza y pude ver un gran río de sangre fluyendo desde su labio inferior.
Me cubrí la boca para no chillar otra vez. Tenía los ojos llenos de lágrimas y el corazón latiendo tan deprisa en mi pecho que me dolía.
Alessandro miró al pelinegro con odio, y después le lanzo una pequeña pero prepotente sonrisa.
Drew respiraba agitado, y al ver la sonrisa ensangrentada de Alessandro, su ira aumentó de nuevo e intentó lanzarse a por él.
Jake lo sujetó con fuerza por el cuello, diciéndole que ya había sido suficiente, que los iban a expulsar a ambos, y con ayuda de Alan, que había soltado a Alessandro después de que él le asegurara con la mirada que no iba a hacerle nada, lo sacaron de la lavandería.
La gente salía rápidamente, siguiéndolos para ver si seguían la pelea entre ellos. Will aflojó su agarre y de un manotazo me aparté de él y corrí al lado Alessandro.
—¡Alessandro! ¿Estás, estás...?
—Estoy bien. Ayuda a Alina a llevar a Filipp a la enfermería. —Salió de la lavandería con una mano rodeando las costillas.
Bajé la vista hacia Filipp, que ya había abierto los ojos y me miraba sonriendo. Alina, más tranquila ahora que la pelea había terminado, lo ayudó a sentarse.
—Ese hijo de...—Susurró. Me agaché a su lado y le sonreí.
—Filipp, ¿estás bien?
—Sí. Sólo me golpeó en la nariz, pero perdí la conciencia. —Me fijé en su nariz.
La sangre que había salido de ella había ensuciado su cara dándole un aspecto mucho más grave de lo que en realidad era.
—Ven, vamos a la enfermería, tal vez te la haya roto.
Fui a llamar a Sophia, ya que la enfermería se encontraba en el instituto y no podíamos ir hasta allí con el rubio en esas condiciones. Le expliqué que había habido una pelea y ella agarró enseguida un botiquín de primeros auxilios que estaba guardado en su armario.
Cuando la orientadora vio al Filipp, se llevó las manos a la cabeza dándose cuenta de que, si tenía la nariz rota, su botiquín no valdría de mucho. Comenzó a gritar preguntando qué había pasado, quién lo había herido y por qué nadie la había llamado.
—Ya habrá tiempo para explicaciones luego, Sophia, creo que ahora necesita un médico. —Sophia asintió dándome la razón, me dio el pequeño maletín blanco y corrió a buscar el coche.
—Vosotras esperad aquí, ya hablaremos más tarde. —Ordenó. Abrigó al rubio bajo un paraguas y lo ayudó a entrar en su coche.
—Voy a buscar a Alan, amie.
—Y yo a Alessandro; estaba sangrando mucho.
Con el botiquín en la mano, corrí por el pasillo azul de la segunda planta hasta dar con la puerta de Alessandro. Me daba igual que me vieran algunos chicos, no tenía tiempo para estar bajando por el balcón.
Tuve que llamar varias veces hasta que me abrió. Me miró fijamente desde el umbral de la puerta, y luego bajó la vista a mis manos y vio el maletín.
—Pasa —Su voz sonaba grave, aún enfadada. Tenía el pelo y la cara mojados y sin restos de sangre, pero no se podía decir lo mismo de su camisa, teñida de un tétrico color escarlata—. Espérame cinco minutos; voy a ducharme y a quitarme esta ropa. —Asentí con la cabeza incapaz de emitir sonido alguno.
Cuando Alessandro salió del baño con ropa limpia, mi cuerpo logró al fin relajarse. Mi corazón latió una vez más con fuerza, pero esta vez era por un motivo diferente.
Caminó hasta su cama y se sentó en ella mirándome. Me acerqué a él y abrí el maletín. Con cuidado, tomé su cara entre mis manos. Tenía el labio inferior roto y un moratón en el pómulo izquierdo. Pero no era muy grave.
Agarré un algodón y le eché agua oxigenada para desinfectar la herida.
—¿Cómo están tus costillas?
—Bien; sólo tengo un pequeño moratón.
—¿Me vas a decir por qué os estabais peleando?
—No —Presioné el algodón contra su herida y él soltó un leve quejido—. ¡Ay! ¡Escuece!
—Para nada.
—Lo has hecho apropósito. —Habló entrecerrando los ojos. Volví a poner el algodón sobre su labio—. ¡Ay!
—Alessandro no seas quejica.
—¡Es que pica! ¿Puedes soplarme? —Lo miré fijamente a los ojos, esos ojos color chocolate que tanto me gustaban.
Me acerqué un poco a él sintiendo como mis mejillas subían de temperatura y soplé con delicadeza sobre su herida. Todo mi cuerpo se estremeció con su cercanía. Mi corazón bombeaba sangre con tanta fuerza que no me permitía escuchar nada más que el eco de sus latidos.
Fijé la vista en su labio, apetecible y sensual incluso con aquella herida.
Tragué saliva con fuerza provocando que los labios de Alessandro se curvasen en una sonrisa.
Me aparté él suavemente y tomé dos pequeñas tiritas de aproximación. Retiré la película protectora de la primera y con cuidado la coloqué sobre su labio, hice lo mismo con la segunda. Y cuando terminé cometí el error de mirarlo a los ojos de nuevo, quedando atrapada por su brillo.
Mis mariposas habían perdido el juicio y me atacaban con corrientes eléctricas a lo largo de todo mi cuerpo.
—Te traeré la crema para los moratones, yo ya no la necesito. —Hablé en un susurro.
Él no contestó, sólo me observaba con una abrumadora intensidad; su cabello, oscurecido por el agua, goteaba sobre su camiseta, haciendo que se le pegase al cuerpo y haciéndome a su vez notar sus fuertes pectorales.
Comencé a acercarme a él sin ser siquiera consciente de que me movía, y Alessandro rompió lentamente la distancia que nos separaba hasta que nuestras narices quedaron juntas. Cerré los ojos e instintivamente inspiré su dulce olor.
Alessandro se acercó a mi otro milímetro, y pude sentir su cálido aliento sobre mis labios.
Lo amaba.
¡Por todos lo santísimos Dioses!
Me había enamorado de él, ¡y lo deseaba tanto!
Pero entonces, una sola imagen acudió a mi cabeza. La de su móvil vibrando con el sonido de una guitarra.
—Alessandro —Susurré apenas —, esto no está bien.
Él permaneció unos breves segundos más cerca de mí, como si su cuerpo le impidiese alejarse, pero finalmente retrocedió.
—Tienes razón. Lo siento.
Aunque yo sabía que eso era lo correcto, el profundo agujero que se había abierto en mi pecho no opinaba lo mismo.
Estábamos tan cerca, pero a la vez tan lejos.
¡¡¡Hola Zanahorios!!! Aquí estamos con un nuevo capítulo ^^
¡¡Espero que os guste!! ¡Dejadme vuestro voto si fue así y contadme en los comentarios todo lo que os haya llamado la atención!
¡¡Besos!!
Alma.
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