No soy una niña

Todos estaban felices, todos bromeaban y reían mientras Axel relataba cómo Alessandro se quedaba siempre a esperarme después de su clase, y cómo, día tras día, lo provocaba para ver si lograba ponerlo celoso. Todos se habían tomado bien la noticia, todos, menos mi padre, que guardaba un profundo silencio mientras miraba a la nada fijamente.

-¿Papá? -lo llamé temerosa. Mi voz alertó a los demás, que se giraron hacia él.

Mi padre enfocó al fin la vista y nos observó. Alessandro seguía con su brazo alrededor de mi cintura, y aunque, tal vez, eso fuera lo que lograba que nos mirase con cara de desconcierto, yo agradecía tener ese cálido punto de apoyo, porque sentía que me flaqueaban las piernas.

-¿Cómo que estáis juntos? -Susurró-. ¿Cómo de juntos?

-Por Dios, amigo, ¡no me digas que no lo habías notado!-rió Axel, pero paró enseguida al ver que Gina negaba con rostro serio-. Oh...de modo que no lo sabías, ¿eh?

-Pe- pero... -Mi padre luchaba por poner sus ideas en orden, mientras que la incertidumbre, el no saber qué era lo que le perturbaba tanto, estaba haciendo desastres con mi cuerpo, que temblaba sin control.

Alessandro me pegó más a él, tratando de calmarme. Busqué sus ojos y en ellos vi que estaba tranquilo, divertido incluso, y travieso... Disimuladamente, su dedo índice comenzó a realizar círculos pequeños sobre la desnuda piel de mi brazo, lanzando descargas eléctricas que viajaban desde ese punto a todo mi cuerpo. Si lo que pretendía era que dejase de preocuparme, lo había logrado; era tan cálido, tan fuerte, y olía tan bien que incluso en ese momento de dudas y miedo, una pequeña parte de mí fue capaz de procesar su cercanía y lograr un leve rubor en mis mejillas, al menos hasta que volví a escuchar la voz de mi padre.

-Pero... Entonces... esta mañana, y aquella noche... ¡Alessandro! -Gritó de pronto sobresaltándome.

-¿Qué pasa? -Quiso saber Gina. Alessandro negaba con la cabeza, divertido.

-¿Era mentira? -Preguntó mi padre enfadado como nunca lo había visto-. ¡Lo de las pesadillas era mentira! -se contestó a sí mismo llevándose la mano a la cabeza. Alessandro encogió los hombros riendo.

-Bueno, la última vez que nos viste sí, pero...

-¡Te has aprovechado de mi niña! -Alessandro dejó de reír.

-¿Qué?

-¿¡Qué!? -Todos me miraron de repente, esperando una explicación, pero me había quedado muda.

Podía ver a Nico, cubriendo su expresión de sorpresa con una mano, y con los ojos brillando por la risa. Parecía que fuese a soltar un ""¡Toma ya!" en cualquier momento, así que lo fulminé con la mirada para que no se le ocurriese hacerlo.

-¡No, tío, no! Sólo nos quedamos dormidos. ¡Es casi una niña, por Dios! ¿¡En qué estás pensando!?

"¿Una niña? ¿Cómo que una niña?"

De pronto tenía el pensamiento dividido. No supe en que momento nos habíamos separado, pero en ese instante agradecía no sentir el tacto de mi novio. ¡Mi padre estaba pensando que nos habíamos acostado! ¡Allí, en su propia casa! ¿Cómo se le ocurría? ¡Sólo llevábamos tres semanas juntos! ...Oficialmente al menos, pero, ¡era demasiado pronto!

Aun así, ¡yo no era ninguna niña! ¿Qué se creía ese tonto proyecto de pelirrojo! ¡Sólo era dos años menor que él! Claro que, en materia sexual, sabía tanto como una niña de trece años; sabía qué teníamos y para qué servía. Por supuesto, me faltaba la parte práctica, así que ahí terminaba mi información.

Miré ceñuda a Alessandro. Seguro que él sí conocía esa última parte.

-No entiendo, ¿qué sucede con las pesadillas de Alessandro? -escuché susurrar a mi madre cerca de la oreja de Axel mientras que mi padre discutía con el semipelirrojo.

-¡Presta atención, cielo! Luis pilló a Dani en la habitación de Alessandro..."durmiendo". -Dijo riendo, marcando las comillas en el aire.

-¿Qué? -gritó ella mirándome-. ¿Te acostaste con Alessandro?

Toda la sala se quedó en silencio.

-¡No, mamá! -contesté sintiendo que mi cara ardía de vergüenza. Alessandro me miró divertido y sentí una pequeña ola de rabia-. Aún soy una niña.

Su mirada confusa fue lo último que vi antes de que mi madre me agarrase y me arrastrase hasta el despacho de mi padre.

-Dime que os habéis cuidado. -Dijo tan pronto como cerró la puerta.

-¡Mamá! ¡Te acabo de decir que no hicimos nada!

-¿Nada de nada? -Rodé los ojos.

-Nada.

-¿Estás segura? -preguntó mirándome con sospecha.

-¡Oh, por favor! ¡Creo que si lo hubiera hecho lo sabría! -Mi madre me miró con la boca apretada en una fina línea, y de pronto, rompió a reír.

-¿Has visto la cara de tu padre? -Genial, se había vuelto loca-. ¡Oh, cielo! Sabía que ese chico y tú terminaríais juntos.

-¿Lo sabías?

-Desde la primera vez que me hablaste de él. -Dijo sonriendo.

-¿Sabías que era el sobrino de papá?

-Lo sospechaba.

-Y ¿no te importó?

-¿Por qué iba a importarme? -preguntó confusa-. Que os queráis es suficiente para mí. Nada te impide estar con él, hija.

La abracé. Tenía razón, nada me lo impedía, salvo, tal vez...

-¿Crees que papá lo aceptará?

-Estoy segura. Sólo necesita superar una cosilla -rió y supe que ella sabía algo que yo no sabía-. Ahora, ¿hay algo en lo que dudes sobre sexo?

-¡Mamá!

-¿Qué? Yo a tu edad...

-Vale, mamá -corté enseguida-. Gracias por la charla. Hasta luego.

Salí corriendo del despacho, seguida por su risa.

En el comedor, el ambiente se había relajado. Todos se habían sentado, y Alessandro y mi padre hablaban tranquilos. Ambos levantaron la cabeza al verme y luego miraron detrás de mí, donde seguramente estaría mi madre aún con una enorme sonrisa. Alessandro posó sus curiosos ojos sobre mí de nuevo y después volteó hacia mi padre, que me indicó que me sentara.

-Entonces, casi os detiene la policía. -Dijo reanudando la conversación.

-Eso intentaban hacer -rió el proyecto de pelirrojo-, pero corrimos más rápido y saltamos el muro.

-¿Saltaste ese muro? -Le riñó Gina.

-Era eso o que nos atrapasen, y no me apetecía llamarte desde el calabozo .-Gina lo miró con desaprobación y suspiró.

¿Por qué les estaba hablando del viaje a Roma? Alessandro, como siempre, parecía leerme el pensamiento.

-Creen que nos fugamos para estar solos. -Golpeé la frente con frustración.

-¡Fuimos con Liz y Filipp! -protesté tratando de mantener la calma.

-Está bien -dijo mi padre-. Contadme entonces qué pasó el otro día.

Sabía que se refería al último día que nos había visto durmiendo juntos.

-Me sentía triste y confusa, y fui a ver a Alessandro. Nos quedamos dormidos. No hay más que contar, papá.

Él suspiró y se estiró en la silla. Sus ojos azules me miraban indecisos, sin embargo sabía que había creído mi explicación.

-Venga, Luis -Intervino Axel-. ¡Los estás poniendo nerviosos! ¿Cuál es el problema? -Mi padre suspiró y me sonrió con cariño.

-El problema es que mi niña ya no es una niña, ¡y me he perdido tantas cosas! Acabo de recuperar a mi hija y ya me la están quitando. -Gina lo abrazó y yo le sonreí. Así que era eso.

-Siempre me tendrás, papá. No volveré a desaparecer de tu vida. Lo prometo.

Alessandro me miró con una pequeña sonrisa escondida en los labios. Sabía que le gustaría que mi relación con mi padre no se limitase sólo a unas cortas vacaciones de navidad, y en verdad, a mí también me alegraba. Ahora que había pasado un tiempo con él, quería seguir disfrutando de tener un padre.

-De acuerdo -Cedió finalmente-. No voy a impedir que salgáis, pero no quiero veros en la misma habitación con la puerta cerrada, no quiero presenciar ningún toqueteo y, por favor, que ni se os ocurra compartir el baño -nos señaló con el dedo-. Ya me entendéis.

Los recuerdos me hicieron enrojecer. Alessandro recién salido de la ducha, totalmente desnudo y cubriéndose sólo con sus manos... Que delicia. Bajé rápidamente la cabeza para que nadie notase mi calor, pero vi por el rabillo del ojo que mi novio me miraba curioso.

-Tal vez deberíamos redistribuir las habitaciones. -Comentó mi padre preocupado, haciendo reír a todos.

-Cariño, se irán al internado en una semana -le recordó Gina-. Además, ya son mayores. Déjalos tranquilos.

Mi padre asintió aún no muy convencido.

-Venga, vamos a divertirnos un rato. -Nos animó mi madre.

Bruno nos llevó a los jóvenes en el bonito BNW negro, mientras que los adultos viajaban con Axel. Nico estaba entusiasmado por encontrarse con Samuel, y continuamente me preguntaba si su ropa, o su cabello engominado, estaban bien. Alessandro me observaba en silencio, pero en el fondo de sus ojos veía un atisbo de diversión que me estaba poniendo muy nerviosa. ¿En qué estaría pensando?

Bruno paró el coche delante de la prestigiosa y elegante coctelería Royal's, a donde sólo podía acceder la élite de la sociedad. Obviamente, ni mis padres, ni Gina podían pasearse libremente por donde ellos quisieran, o serían víctimas de paparazis y periodistas.

Bruno abrió la puerta para mí y comprobé que la entrada del local estaba bien protegida por un pasillo de seda roja, que impedía que las cámaras de la prensa nos fotografiasen.

-Entrad ya -Ordenó nuestro conductor con tono suave-. Es más seguro que los esperéis dentro -Asentimos y Bruno nos sonrió-. Llamadme cuando queráis volver a casa.

Atravesamos juntos el pasillo, hasta llegar a la imponente puerta plateada que nos separaba de la música, delante de ella, el enorme Can Cerbero, o portero, vestido por completo de negro, nos miraba con gesto inescrutable.

-Nombres, por favor. -Pidió. Nico me dio un leve codazo, haciéndome reaccionar.

-Daniella Alejandra Giannetti -El hombre levantó una ceja sorprendido y me miró de arriba abajo-, y ellos son Alessandro y Nicholas Colombo. Puedo mostrarle mi carnet...

-No es necesario, señorita Giannetti. Adelante, por favor.

"Cerbero" nos abrió la puerta y la música chocó contra mis oídos. Era hora de divertirse.

-Voy a esperar a Samu aquí, o no lo dejará pasar. -Nos informó Nico señalando al portero con la mirada.

-Llámame si no nos encuentras. -dijo Alessandro chocándole la mano, antes de arrastrarme hacia dentro.

La coctelería era preciosa. Las paredes tenían un intrincado diseño de estilo árabe que contrastaba con las enormes lámparas de araña y las mesas de cristal. Todos los sofás, sillas y taburetes eran blancos y de estilo moderno, y las columnas que distribuían los diferentes espacios eran claramente griegas. De alguna forma, habían logrado que todos los estilos combinasen perfectamente entre si, creando un ambiente único y lujoso.

Todas las personas que nos rodeaban bailaban de forma elegante, con movimientos cuidados y estudiados para lucir bien sus caros vestidos y trajes; incluso las sonrisas y demás gestos parecían haber sido ensayadas para resultar lo más sexy, joven o esbelto posible. No pude evitar pensar en Susan. La odiosa pelirroja encajaría perfectamente en un lugar así. ¿Qué diría si me viese allí? Probablemente denunciaría a los dueños por dejarme pasar.

-¿De qué te ríes? -Habló Alessandro en mi oído haciéndome estremecer. Negué con la cabeza, haciéndole ver que no era nada importante y él me sonrió.

Señaló una pequeña escalera de cristal, situada al fondo del local y caminamos hasta allí para subir al segundo piso, iluminado por coloridas lámparas de estilo árabe, que lanzaban destellos de color sobre los sofás, las mesas de mármol blanco y altas sillas de metacrilato transparente. Alessandro eligió una mesa cercana a la bonita barandilla plateada, desde donde se veía la pista de baile del piso inferior.

-¿Qué quieres tomar? -Me preguntó.

Por suerte, en allí la música era unas décimas más baja, y no era necesario gritar tanto como en el primer piso.

-Lo que tomes tú estará bien.

-¿Segura? -Preguntó con una sonrisa pícara. ¿Creía que no tenía una buena tolerancia al alcohol? Claro, nunca le había hablado de mis últimos veranos con las gemelas.

-Segura. -Ja, iba a ver.
Alessandro levantó una ceja y, riendo, llamó al exageradamente guapo camarero.

-¿Qué van a tomar? -Preguntó enseñándome su, también exageradamente perfecta dentadura, en una amplia sonrisa-. ¿Puedo sugerirle algo? -Me habló exclusivamente a mí.

-No, dos Tequila Sunset -Ordenó Alessandro con mala cara. El camarero, que estaría rondando la treintena, se enderezó avergonzado y con un "enseguida, señor", se fue a buscar las bebidas-. ¡Será posible...! -Murmuraba entre enfadado y divertido.

-¿Qué ocurre? -El proyecto de pelirrojo sonrió y atrapó mi mano bajo la mesa.

-Que intentan ligar con mi novia, ¡sin importar que esté yo delante!

-Ya no se respeta nada.

Nos giramos para ver a un joven alto y delgado, con el pelo castaño, enmarañado en unas cuantas rastas, que estaban atadas en una coleta. Tenía los ojos claros, enmarcados por un delineado en negro que hacía ver su mirada muy directa y profunda. Su traje consistía en unos gastados vaqueros oscuros, una camiseta blanca simple y una americana negra.

-¡Os encontramos! -Saludó Nico apareciendo a su lado-. Os presento a Samuel.

De modo que él era Samuel. Le sonreí, contenta de conocerle al fin.

-¿Qué tal? -Saludó a Alessandro chocándole la mano. Alessandro le sonrió y supe que también le había agradado. Luego se giró hacia mí, agarró mi mano y la besó con suavidad-. Me han hablado mucho de ti, Daniella. Es un placer conocerte.

Samuel parecía un personaje guapo de Piratas del Caribe, destacando entre los demás sin preocuparse por el qué dirán, sólo por eso me calló realmente bien.

Minutos más tarde, estábamos riendo juntos, como si nos conociésemos de siempre, mientras bebíamos nuestros cócteles en las delicadas copas de cristal que nos habían traído.
Debía admitir que lo que el proyecto de pelirrojo había elegido era bastante fuerte, y con la segunda copa ya todo me causaba gracia. Nico estaba como yo, riéndose como un loco de las cosas más absurdas, mientras que Samuel y Alessandro se reían, seguramente, de nosotros.

Podíamos ver a mis padres con Axel y Gina, bailando en la pista, tan elegantes y delicados como los demás, excepto cuando se paraban para besar a sus respectivas parejas; momento en los que muchos se giraban para cuchichear y señalarlos con la mirada.

Si lo pensaba fríamente, cosa que era complicada con el alcohol corriendo por mis venas, debería resultarme extraño ver a mi madre besando a un hombre que no era mi padre, y a mi padre, a su lado, besando a una mujer, que no era mi madre, pero no, a mí me parecía algo normal, y estaba feliz por ellos.

-¿No es guapísimo? -Preguntó mi amigo gritándome en la oreja mientras miraba a Samu con deseo. Yo asentí divertida.

-Parece un pirata sexy.

-Muy sexy .-Afirmó.

-Pero Alessandro también lo es.

-¿Pirata?

-Sexy. -Ambos reímos ante la atenta mirada del Pata-palo y el proyecto de pelirrojo.

-¡Ey! ¿Vamos a bailar? -Preguntó Nico de pronto, botando inquieto sobre su silla-. Venga, Samu -rogó alargando la "u" mientras ponía carita de pena con sus ojos chispeantes. Nunca había visto a Nico borracho, pero parecía que el alcohol hacía aflorar su yo más gay; ese "yo" que ocultaba por culpa de su padre. Samuel rió y miró a Alessandro pidiendo ayuda.

-¿Será buena idea bajar ahí? -Le preguntó. Alessandro me miró y yo asentí eufórica. Tenía demasiada energía dentro; necesitaba bailar para liberarla.

-No sé, Daniella. Si tus padres te ven así...

-¡Oh, Alessandro, eres tan aburrido! -Protesté, haciéndole reír.

-¿Qué dice? -preguntó Samuel riendo también. ¿A caso no entendía castellano? Le saqué la lengua y agarré a Nico del brazo.

-Vamos tú y yo. Que los aburridos se queden aquí. -Nico asintió y se levantó para dirigirse a las escaleras.

-En serio, ¿qué dice? -Alessandro rió y se levantó, siguiéndonos.

-Cuidado con las escaleras, conejita -Me frenó agarrándome el brazo-. Ven, baja conmigo.

Samuel agarró a Nico, que le sonreía con picardía mientras se mordía el labio inferior.

-Mierda -Rió Samuel-. Nicholas, baja o no respondo de mí.

Con bastante dificultad, llegamos al primer piso. Quería ir a la pista junto con mis padres, pero Alessandro tiró de mí hacia la entrada, y luego a la derecha, a otra sala más pequeña donde, al parecer, sólo iban los jóvenes para ocultarse de las miradas de sus rectísimos padres y besarse como si no hubiese un mañana, porque estábamos rodeados de parejas devorándose los morros.

Miré a Alessandro sorprendida y él encogió los hombros.

-Hay música y es muy improbable que tus padres vengan aquí, así que podréis bailar sin problemas. -Un breve sentimiento de decepción cruzó por mi mente.

¿Por qué no podía llevarme allí simplemente para besarme como hacían los demás? Enseguida deseché ese pensamiento. ¿Pero qué demonios pasaba conmigo? ¡Yo no era una pervertida! Bajé la cabeza avergonzada, llamando la atención de Alessandro que me observó con curiosidad.

-¡Genial! -Gritó Nico entusiasmado al ver el espectáculo que teníamos delante. Samuel lo miraba tan divertido, negando con la cabeza. SÍ, el alcohol desinhibía por completo a mi amigo-. Baila conmigo, pirata.

-¿¡Pirata!?

El moreno tiró de él hasta el centro de la sala y comenzó a moverse a su alrededor al ritmo de la música, más o menos. Yo me giré hacia Alessandro, que se acercó a mí, y tomando mi cintura comenzó un lento balanceo que me encendía y me llenaba de electricidad.

-¿Para qué creías que veníamos aquí? -Me atraganté.

-A-a bailar.

-Mentirosa -Avergonzada, se enseñé la lengua y él rió. Era maravilloso verlo sonreír tanto-. ¿Sabes que no tienes por qué esperar a yo te bese? Puedes hacerlo tú, siempre que quieras.

Lo miré a los ojos, sintiendo que mi cara ardía, y, sin saber si era por las ganas de besarlo, o por demostrarle que no era una niña, o por culpa del alcohol, pasé las manos por su nuca y lo atraje hacia mí para sellar nuestros labios en un beso, lento al principio, mientras Alessandro me miraba sorprendido, pero luego, cerró los ojos y se aferró a mí con fuerza y pasión.

Sentía que mi cuerpo iba a estallar, me faltaba el aire y el calor amenazaba con derretirme la piel. No supe en qué momento habíamos dejado de bailar, pero al abrir los ojos comprobé que el proyecto de pelirrojo me tenía acorralada contra una pared. Sentía el fuerte latido de su corazón contra mi pecho, y su respiración agitada sobre mis labios anhelantes. Sus ojos eran puro chocolate derretido, observándome con una intensidad abrumadora que me hacía temblar.

-Terminarás por volverme loco.

Él sí que me enloquecía. Mordí mi labio inferior, tratando de calmar el picor que sentía por la ausencia de sus labios. Alessandro bajó la mirada, tentado por mi gesto, y con un profundo gruñido se acercó a besarme de nuevo, por desgracia, un duro empujón en su espalda nos sacó de nuestra nube.

Nos giramos para ver quién había sido el bruto que nos había interrumpido, pero al ver a la pareja que acababa de aterrizar a nuestro lado, comiéndose y casi desnudándose, todo el calor y la electricidad que sentía, desapareció por completo.

-¡Mamá!

-¿¡Pero qué haces aquí, viejo!? -Habló Alessandro exasperado, mirando a Axel, que nos observaba divertido mientras que mi madre se cubría la boca avergonzada.

-Hola, chicos. ¿Qué hacéis vosotros aquí?

Mi madre se enderezó y me miró con suspicacia, orgullosa y contenta por el cambio de roles que había conseguido Axel.

-Nosotros preguntamos primero. -Acusé.

Por suerte, el desfogue con mi novio había consumido gran parte de mi borrachera, y había logrado hablarles con claridad.

-Hagamos un trato -dijo Axel divertido-. Nosotros no hemos visto nada, si vosotros tampoco lo habéis visto.

-Hecho -Dijo Alessandro tirando de mí hacia el centro de la sala.

La noche transcurrió entre risas, bailes y besos, pero con el paso del tiempo, el alcohol y el cansancio hicieron mella en mí, y Alessandro tuvo que llamar a Bruno. Nico estaba más o menos como yo, e insistía en no separarse de Samuel.

-¿Por qué no lo traes a casa? -Dije riendo.

Samuel y Alessandro me miraron sin comprender. Tal vez no estaba hablando del todo ben, pero por suerte, entre borrachos nos entendíamos, y Nico me abrazó contento.

-Ven conmigo. -Le pidió a su pirata.

-¿Vecónigo? -Rió él-. ¿De qué habla? -Le preguntó a Alessandro, que negaba con la cabeza, entretenido por nuestro estado.

-Creo que quiere que vengas a casa -Me pareció ver que Samuel se ponía colorado, o tal vez fuesen las luces del local; miraba a Nico indeciso mientras él admiraba el brillo de la lampara de araña-. La verdad es que no vendría mal algo de ayuda. Con una borracha ya tengo suficiente -Rió y yo suspiré. Me encantaba verlo sonreír-. ¿Ves?

Samuel asintió riendo y agarró a Nico, pero él se negó a moverse hasta que le prometió que lo acompañaría a casa. El proyecto de pelirrojo nos guió hasta la entrada, donde "Cerbero", seguía custodiando con gesto serio.

-Buenas noches, señores. Señorita. -Se despidió, cerrando la puerta detrás de nosotros.

Por alguna razón, me sentí tentada a responderle con un ladrido, pero me contuve, aunque la sola idea de hacerlo, me había provocado un ataque de risa.

Alessandro trataba de controlarme, claramente divertido, mientras atravesábamos el pasillo de tela roja que cubría la entrada, sin percatase de que una chica alta con un bonito abrigo verde esmeralda lo observaba.

-Alessandro. -Lo llamó apagando mi risa de golpe.

El semipelirrojo se giró, llevándose todo mi aliento cuando la saludó.

-Hola, Rosse.

Miré con recelo a su ex novia. Su piel era morena, sus piernas largas y sus rasgos delicados. Su cabello oscuro tenía las puntas disparadas y apenas rozaba sus hombros. Tenía algunas pecas en las mejillas que le sentaban demasiado bien, y unos bonitos y grandes ojos color miel, que me estudiaban de arriba debajo de la misma manera que yo había hecho.

-Te veo bien. -Le dijo apartando al fin esos enormes ojos de mí.

-Gracias. Yo a ti también. -Respondió Alessandro mirándome curioso, con una pequeña sonrisa escondida en los labios.

-¿Ella es...?

-Sí. -Dijo sonriéndome con ternura mientras acariciaba con el dedo índice mi nariz arrugada.

-Ya veo. Te deseo lo mejor, Aless.

-También yo a ti.

La saludó amablemente con la cabeza y me empujó suavemente para que siguiera caminando. Podía sentir los ojos de la pelinegra clavándose en mi espalda, así que me coloqué bien derecha y me esforcé por caminar como mi madre, que siempre parecía ir por una pasarela. De reojo veía que mi novio trataba de contener la risa, así que esperaba estar haciéndolo bien y no parecer... una borracha.

Cuando entramos en el coche, Alessandro me abrochó el cinturón y se sentó a mi lado. De pronto, me sentía muy cansada; mi cabeza resbaló hasta quedar apoyada en su hombro, y sintiendo su calor, escuchando su respiración y el ronroneo del motor, me dormí.

Cuando abrí los ojos, Alessandro me estaba dejando sobre mi cama.

-Hola. -Dije con voz ronca.

-Hola -susurró él-. Ya estás en cama, sigue durmiendo -Bajé la vista a mi cuerpo y comprobé que aún llevaba el vestido puesto. No podía dormir con él, me incomodaría durante la noche-. ¿A dónde vas? -preguntó al ver que me incorporaba.

-Tengo que sacarme el vestido -Comencé la luchar con la cremallera, pero no había manera de que bajara. Frustrada, le di la espalda a Alessandro-. Bájamela.

Pasaron unos largos segundos antes de sentir sus manos sobre mi espalda. A pesar del embotamiento que tenía en la cabeza, mi cuerpo reaccionó como siempre, enviando descargas de electricidad a cada milímetro de mi piel. El lento sonido de la cremallera llenó el silencio de la habitación de posibilidades.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Me di la vuelta y vi que Alessandro me observaba contenido, pero en su mirada brillaba el deseo. Recordé entonces que había dicho que sólo era una niña y algo en mi mente estalló. Le enseñaría que tan niña era.

Mirándolo fijamente, me quité uno de los tirantes del vestido y luego el otro; lentamente, comencé a bajar la tela negra por mi piel, dejando al descubierto mi sujetador rojo. La boca de Alessandro se había abierto en una cálida invitación, su mirada me quemaba la piel, pero era una tortura deliciosa. El vestido estaba rozando mi ombligo cuando él dio el paso que nos separaba y agarró la suave tela con sus manos.

Mi cuerpo comenzó a arder en respuesta a su cercanía. Él tenía la respiración agitada, y las pupilas dilatadas; jamás había visto tanto ardor en su mirada. Cerró los ojos e inspiró con fuerza. Quería besarlo, quería perder la noción del tiempo en sus labios, como lo había hecho en aquella sala, pero de pronto, todo terminó.

Alessandro tiró de mi vertido hacia arriba hasta que cubrió mis hombros y me abrazó con delicadeza.

-Estás borracha. Mañana te arrepentirás de esto, si es que te acuerdas -Quise negarlo, quise decirle que no era cierto, pero no me dejó-. Duerme, Daniella.

Se separó de mí y besó mi frente.

-Te quiero. -Y se fue.

Me quedé estática, mirando la pared azul de mi habitación. ¿Me había rechazado? Me sentía abatida y pequeña. ¿Qué era lo que el proyecto de pelirrojo me decía siempre?

"Soy un caballero"

¡Oh, por supuesto! Y como buen caballero que era, no querría aprovecharse de una borracha. ¿Era eso o que realmente me veía aun como una cría? La habitación comenzó girar, protestando por el tercer coctel que había tomado.

Confundida y mareada, me quité el vestido y me metí en la cama. Lo último que escuché antes de quedarme dormida fue el furioso sonido del agua cayendo en la ducha.

La primera semana del año pasaba más deprisa de lo que todos deseábamos, y antes de darnos cuenta ya estábamos a día seis. Nico se marcharía a California al día siguiente y yo sentía una enorme tristeza por tener que decirle adiós. Alessandro y yo también teníamos que volver al internado, y despedirme de mi padre iba a ser difícil ahora que estábamos tan unidos. Esa mañana, el enorme árbol de navidad estaba completamente rodeado por brillantes paquetes de diferentes colores, que esperaban a que mi madre y Axel llegasen para ser abiertos.

Los chicos y yo estábamos cómodamente sentados en el salón, viendo una típica película navideña, que a Nico y a mí ya nos había sacado más de una lágrima, mientras que Alessandro y Samuel se burlaban de nuestra sensiblería.

Después de la fiesta de fin de año, habíamos pasado cada tarde los cuatro juntos, aprovechando al máximo nuestros últimos días en Italia; Samu se había acoplado realmente bien a nosotros, y debía admitir que me caía demasiado bien a pesar de que no dejaba de meterse conmigo, porque, según él, había hablado en élfico mientras estaba borracha.

Por suerte, o desgracia, no recordaba nada de aquella noche después de la tercera copa; recordaba mi beso con Alessandro, haber visto a mi madre y Axel cual adolescentes en celo, después recordaba haber bailado con Samuel y Nico, y luego, haber bebido aquella maldita última copa. Alessandro me había dicho que me había llevado en brazos hasta mi habitación y me había dejado durmiendo en la cama; tal vez me había despertado y me había quitado el vestido durante la noche, porque había amanecido en ropa interior. De cualquier forma, no lo recordaba.

Aquella mañana, me había despertado con una fuerte resaca, y una decisión aferrada a mi mente. Le demostraría a Alessandro que no era una niña, como le había dicho a mi padre. Le había pedido ayuda a Nico, y nos habíamos ido de compras. Aun me entraba la risa cuando recordaba la cara de Alessandro al escucharme hablar con mi amigo.

-Nico, quiero ir a comprar unas cosas y necesito una opinión masculina. ¿Vienes conmigo? -Dije tan pronto entré en el comedor. Alessandro levantó la mirada de su desayuno y me sonrió-. Buenos días. -Lo saludé.

-Por qué no. ¿A dónde vamos?

-A Victoria's Secret. -Alessandro se atragantó con los cereales que tenía en la boca y yo traté de contener a risa.

-¿¡Con él!? -Asentí con indiferencia-. ¿Necesitas su opinión para comprar ropa interior?

-Él puede darme su opinión como hombre sin propasarse, porque, ya sabes, es gay. Todas las mujeres soñamos con ir de comprar con un amigo gay.

-Claro. Cuenta conmigo. -Dijo el americano tranquilo.

-¡Cuenta conmigo nada! ¡Por muy gay que seas no vas a ver a mi novia en ropa interior!

-Oh, te gustaría ir a ti con ella, ¿eh? -Lo pinchó.

-Yo... Yo no puedo ir -dijo sonrojándose. Luego suspiró-. Si ella quiere que vayas ve.

-Tranquilo, primo, le sacaré fotos y te las enviaré. -Rió Nico guiñándole un ojo.

El proyecto de pelirrojo se puso tan rojo que ya casi parecía morado.

-Nicholas, como se te ocurra hacerle una sola foto...

-¡Era broma, fiera!

Ahora, gracias a Nico y sus consejos, tenía unos bonitos conjuntos con los que le dejaría muy claro a Alessandro que no era ningún bebé.

Escuchamos el timbre de la puerta, y antes de que Agnes pudiera moverse siquiera, Alessandro le levantó a abrir.

-Ya voy yo. -Avisó a la anciana mujer, que le agradeció desde la cocina.

-¡Buenos días! -escuché la animada voz de Axel-. Traemos regalos.

Me levanté a saludar a mi madre. Últimamente la veía más guapa y joven que nunca. Parecía que su piel y su cabello brillaban más que antes, al igual que sus ojos, y sus mejillas siempre tenían un dulce tono rosado que se acentuaba cuando Axel estaba cerca de ella. Me alegraba mucho verla tan feliz.

-¿Ya estamos todos? -preguntó Gina contenta. Alessandro me había advertido que a ella le entusiasmaba el momento de abrir los regalos, y era cierto; corría de un lado a otro como una niña pequeña, cargada de energía y alegría-. ¡Voy a buscar a Luis!

El intercambio de regalos fue can caótico como divertido, pero todos estábamos encantados. Samuel y Nico se habían decidido por la misma camisa para regalarse, y ambos reían al verse vestidos iguales. ¡Me parecían una pareja tan bonita! En casa ya todos sabían sobre la homosexualidad de Nico, era más que obvio desde que lo veían con Samuel, y por fortuna lo aceptaban y respetaban; nada había cambiado desde que lo sabían, y mi amigo estaba más que agradecido por ello.

Alessandro me había regalado al fin un bote de champú de avellanas; desde que se lo había pedido en nuestro juego de los dados, lo había estado esperando. Yo le había comprado un pequeño oso de peluche que olía a fresas, y el proyecto de pelirrojo se había puesto rojo como un tomate al abrirlo. También le había regalado un bonito reloj que ahora lucía en su muñeca, pero sin duda, el mejor regalo fue el que nos dio Axel.

Con una sonrisa traviesa, nos tendió un sobre blanco a cada uno y nos pidió que lo abriésemos. Con los nervios de punta, abrí la pequeña pestaña del sobre y vi que dentro había dos fotos; las agarré y mi sorpresa fue mayúscula al ver que en ellas estábamos Alessandro y yo, el día del baile de invierno. Eran unas fotos preciosas en las que el proyecto de pelirrojo me miraba con una intensidad que me hacía derretir, mientras que yo lo miraba fascinada, completamente hechizada por él.

Entonces lo vi claro. Como él mismo me había dicho, ya entonces me quería. ¿Cómo no lo había visto antes? Con la cara ardiendo, busqué los ojos de Alessandro, que devoraban las fotos que tenía entre las manos con una sonrisa torcida. Me acerqué a él sigilosa, y miré sus fotos, que eran diferentes a las mías. En una de ellas, yo estaba de espaldas a Alessandro, y él miraba embelesado mi espalda desnuda. Era una fotografía muy bonita. Axel había sabido captar el brillo de mi vestido azul oscuro y contrarrestarlo con la blanca piel de mi espalda, al mismo tiempo que captaba la profundidad de la mirada de Alessandro, pasándose una mano por el pelo con nerviosismo. En la otra foto, ambos sonreíamos a la cámara mientras él pasaba una mano por mi cintura.

Alessandro me vio y ocultó las fotos de mi vista.

-No, no. Estas son mías -Dijo riendo-. Gracias, Axel. -Todos lo miraron sorprendidos.

-¿Acabas de agradecerme? -Preguntó el profesor fingiendo que lloraba.

-No te emociones demasiado, viejo. -Nos echamos a reír y Axel suspiró.

-¡Menos mal. Sigues siendo tú!

Traté de ver una vez más las fotos del semipelirojo, pero él las guardó en el sobre, haciéndome rabiar. Le enseñé la lengua y subí a mi habitación a dejar los regalos.

Alguien llamó a mi puerta y supe enseguida que era él.

-Pasa. -Alessandro asomó la cabeza por la puerta y me sonrió.

-Aun hay algo más que quiero darte, pero quería que estuvieras sola.

Entró y me dio una pequeña cajita de color azul marino. Lo miré nerviosa y él rió.

-No voy a proponerte matrimonió Daniella. Ábrela tranquila.

Mi corazón dio un brinco. Con manos temblorosas abrí la tapa para descubrir un bonito colgante de plata con forma de "A".

-No pienses que es para reemplazar el que me diste -Dijo enseñándome la cadena de la que pendía mi colgante perdido-. Esta no es la "A" de Alejandra, si no la de Alessandro.

¡Me encantaba! Sencillamente me encantaba. Me abalancé sobre mi novio para darle un dulce y profundo beso antes de pedirle que pusiera el colgante en mi cadena.

-¿Te gusta? -Preguntó colocándome la cadena de nuevo en el cuello.

-Me encanta. -Contesté admirando mis dos colgantes, la "D" que me habían regalado as gemelas y mi nueva "A"; la "A" de Alessandro.

Nos fundimos en otro beso delicioso. Me fascinaba lo que nuestro contacto provocaba en mí; todos esos revoltijos en el estómago, las corrientes eléctricas, la sensación de vacío a la vez que me sentía completamente plena... Me pasaría cada segundo de mi vida así, besándolo, pero no por desgracia, no podía ser.

Alessandro se separó lentamente de mí, dándome pequeños besos que me indicaban lo mucho que le costaba también separarse de mí, pero, finalmente, me sonrió y me dijo que tenía que bajar antes de que mi padre subiera a buscarnos.

-Alessandro -lo llamé antes de que se fuera-. Te quiero. -él me sonrió y volvió junto a mí para darme otro beso.

-Y yo a ti.

Preparé mi maleta, sintiendo una profunda pena por dejar ese bonito espacio, que ya consideraba mío. Tener que despedirme de mi padre y de Gina me iba a costar mucho más de lo que había pensado en un principio. Mi madre tenía que irse también, pues sus vacaciones habían terminado y la reclamaban en Argentina esta vez, y Axel tenía que volver al internado con nosotros.

Al abrir el cajón de mi mesilla, vi mi pobre cámara olvidada. Casi no había hecho fotos durante esas vacaciones, y eso era algo muy raro en mí; claro que había estado muy ocupada conociendo a mi padre y comenzando una relación con Alessandro, pero aun así, cuando agarré el pequeño aparato, algo se removió dentro de mí. Sí, había echado de menos hacer fotos, y esa era una noche perfecta para sacarlas hasta la saciedad.

Pasamos esa última noche despiertos. Samuel se había quedado también, para poder disfrutar de las últimas horas con Nico. El ambiente era una mezcla entre tristeza y alegría. No podía creer que ya nos íbamos a ir al internado, y que ya no estaríamos con Nico, pero por otro lado, volveríamos a ver a nuestros amigos, ¡y tenía tanto que contarle a Ali!

Mi cámara estaba que echaba humo por todas las instantáneas que había hecho. Había terminado varios packs de polaroids y había repartido las fotos entre todos. Nico y Samuel no dejaban de mirarse, sin pronunciar palabra alguna; tal vez porque no sabían qué decir, o tal vez porque no hacía falta decir nada.

-¿Qué vais a hacer vosotros, chicos? -Preguntó de pronto Alessandro. Yo le di un buen codazo y él protestó sin entender.

Samuel comenzó a retorcer con nerviosismo una de sus rastas mientras esperaba que Nico respondiese, después de todo, era él el que se iba.

-Tengo que terminar este curso en California y luego... -Nico miró a su pirata con las mejillas sonrosadas y una pequeña sonrisa.

-¿Y luego? -preguntó Samu en un hilo de voz.

-Luego vendré a una universidad de aquí. -Le aseguró.

La sonrisa de Samuel iluminó la sala; de pronto se arrojó sobre Nico y bajo la sorpresa de él, y la nuestra, lo besó. Se separó de él después de unos segundos,avergonzado y con la cara completamente roja y se disculpó por su repentina euforia, pero lejos de perdonarle, Nico lo atrajo hacia él y lo besó de nuevo.

Alessandro carraspeó con fuerza y ellos lo miraron arrepentidos.

-Iros a un hotel. -Gritó Axel desde el comedor.

-¡Nada de hoteles! ¡Jamás! -Gritó mi padre.

-Voy a echar de menos esto -suspiró Nico-, la libertad, el hecho de que me traten con normalidad y de que incluso bromeen conmigo, que nadie me mire con asco... Os echaré de menos a todos.

En ese momento, comenzaron a brotar las primeras lágrimas, y ya no dejaron de salir hasta la mañana siguiente, cuando acompañamos al americano hasta el aeropuerto. Ni él ni Samuel se habían quitado sus camisas idénticas, y se veían tan adorables que me daban aún más ganas de llorar al saber que tenían que separarse por unos largos meses.

Ambos se abrazaron con fuerza, sin estar demasiado dispuestos a separarse. Tenían los ojos enrojecidos por todo lo que habían llorado la noche anterior, y al verlos así rompí a llorar de nuevo. Alessandro me abrazó para darme ánimos, mientras se limpiaba las gotas que resbalaban por sus mejillas.

Samuel sacó una pequeña navaja de su bolsillo y se cortó una rasta ante la sorprendida mirada de Nicholas.

-Devuélvemela cuando vuelvas. -Nico miró la maraña de pelo con gesto tierno y divertido para luego guardarlo en su maleta de mano.

-Es lo más siniestro y dulce que nadie ha hecho por mí jamás. -Ambos se echaron a reír y se abrazaron por última vez.

Después, Nico volteó hacia nosotros. Nos sonrió y sentí que algo se rompía dentro de mí. Empecé a llorar con más fuerza mientras lo abrazaba.

-Escríbeme mucho, Alex. Te voy a extrañar demasiado -Dijo con voz ahogada-. Te quiero mucho.

-Y yo a ti -Contesté contra su hombro-. Nos vemos pronto.

-Nos vemos pronto -Afirmó él antes de voltear hacia Alessandro-. Primo, cuídala mucho.

-Lo haré.

-Gracias por todo. -Se abrazaron y chocaron las manos.

-Dew. -Agarró su maleta, y se fue.

Después de él, Samu también se despidió de nosotros.

-Ha sido un placer conoceros, chicos. Espero que volvamos a vernos pronto.

-Hasta pronto -Lo abracé-. Samu, espéralo.

Él me sonrió.

-Siempre.

Ya sólo faltábamos Alessandro y yo. Mis padres, Luis, Gina y Axel esperaban con nuestras maletas para poder despedirse de nosotros.

-Disfrútalo mucho, cielo -Me dijo mi madre-. Prometo que te llamaré a menudo.

-Gracias por venir, Alejandra. Vuelve pronto. -Me pidió Gina.

-¿Volverás, verdad, hija? -Preguntó mi padre.

-En las próximas vacaciones. Te lo prometo. -Le aseguré. Él me abrazó y luego se giró hacia Alessandro con gesto amable pero serio.

-Alessandro, recuerda lo que te he dicho.

-Lo haré, tío.

-Y pórtate bien .-Le ordenó levantando una ceja. El proyecto de pelirrojo rodó los ojos.

-Siempre lo hago.

-Os veo mañana, chicos. -Dijo Axel, que iba a pasar la última noche en Italia con mi madre-. Aprovechad esta noche. -Nos susurró. Alessandro y yo lo miramos confusos.

¿Qué quería decir?

ltima llamada para el vuelo A32 con destino a París, por favor embarquen por la puerta cinco. Gracias.

Alessandro me miró y agarró mi maleta de viaje.

-¿Nos vamos?

-Nos vamos.

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Hola mis Zanahorios!!! ^^

Hasta aquí el capítulo de hoy!! Qué os ha perecido?

Nico se ha ido T-T Voy a extrañar mucho a este personaje, y vosotros?

Esperabais esa reacción de Luis? Daniella está sufriendo un despertar hormonal xD Normal, Alessandro es irresistible :3

Y ya vuelven al internado! y comienza la recta final!! Preparados para todo lo que va a ocurrir? Muajaja!

Besos!

Alma.

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