No más mentiras
—Hola, Dani. —No podía creerlo. Mi padre levantó la silla que yacía patas arriba en el suelo, pero yo sólo prestaba atención a la traviesa sonrisa de mi profesor de fotografía.
—¡Axel!... Tú ...¿Tú eres...? —Miré de nuevo la fotografía donde un joven y afeitado Axel abrazaba a mi madre—. ¿Tú eras el novio de mi madre?
—Yo os dejo para que habléis, tengo que irme ya a buscar a nuestro invitado. Te veo luego, hija. —No pude contestar ya que aún seguía embobada mirando a Axel que me sonreía tranquilo.
Mi padre cerró la puerta tras él y Axel caminó hasta mi lado y miró la foto con cariño.
—Hace ya mucho tiempo de esto... Demasiado.
—¡Tú eras el novio de mamá! —Repetí, casi gritando.
—Si. Yo era el pobre diablo que aspiraba a ser un buen partido para ella, pero a su padre no le hizo ni pizca de gracia. —Por primera vez, veía a Axel serio y sin una pizca de humor en su voz.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—No te lo dije porque no lo creí oportuno. Tu padre me mandó a cuidaros y...
—¿Papá te mando a cuidar de mí? —Pregunté sorprendida.
—Sí. Trabajo de fotógrafo para él; yo hago el reportaje fotográfico de todas sus campañas, además de organizarle la agenda —Reí—, pero este año tenía una misión especial para mí. Me metió de profesor en el Michelangelo y me pidió que cuidara de ti, quería asegurarse de que no se había equivocado con su decisión.
—Entonces, ¿no eres profesor?
—¡Estoy perfectamente calificado para dar clases! Además he descubierto que me gusta; soy un profe guay y enrollado. —Rodé los ojos divertida.
—Que digas que eres "guay" te quita todo lo "guay", Axel —Los dos reímos aliviando la tensión y la sorpresa del momento, hasta que yo me fijé en un pequeño detalle que me entristeció—. Por eso siempre fuiste tan amable conmigo, no sólo sabías quién era, si no que te habían mandado cuidarme.
—No fue sólo por eso, Daniella. Bueno tal vez al principio sí, pero eso es algo que siempre pasa, cuando la gente no sabe nada de ti, se fija en otros aspectos, como en lo guapa que eres, o en si les agrada tu ropa, o en los padres que tienes; por ejemplo, ¿por qué tratas a los profesores con una extremada educación y al principio nunca hablas con ellos como si fueran tus amigos?
—Porque... son profesores.
—¡Ahí lo tienes! Nos condicionas por nuestra profesión sin diferenciar si todos somos como tu profesora de modales, o si somos como yo —Presumió—. Nos tratas a todos igual hasta que ves cómo es cada uno. Yo te cuidé, no sólo porque me lo pidió Luis, también por que eras la hija de la persona a la que más quiero. Si, cuidé de ti porque sabía quiénes eran tus padres, pero luego te conocí bien, vi la persona genial e inteligente que eras, y me encantaste por ti misma, Dani. —Le sonreí, aunque seguía sin gustarme eso de ser "la hija de", su explicación tenía sentido, además había puntos más importantes que quería aclarar.
—Ahora entiendo por qué me preguntabas tanto por mamá. —El profesor se acarició la nuca avergonzado.
—Sí, bueno... yo...
—¿Y por qué nunca fuiste a buscarla? ¿Por qué no querías que ella supiera que me dabas clase? —Ahora que conocía más o menos bien la historia de mi madre, y cómo había tenido que renunciar al chico al que quería y casarse con mi padre, ahora que sabía todo el dolor que ocultaban sus sonrisas, todo lo que quería era que fuera feliz.
—Porque estaba avergonzado de mí mismo, así que no quería que supiera nada de mí.
—¿Avergonzado? —Él suspiró y pasó una página del álbum para enseñarme una foto en la que él, mi padre y mi madre salían abrazados. Mi padre miraba sonriente a cámara en medio de ellos dos, que se miraban entre sí con mucha dulzura.
—Cuando tu madre me dejó, me dijo que yo no era suficiente para ella, que ya no me quería y que quería casarse con Luis para aumentar la fortuna de su familia, y yo... ¡le creí como un estúpido! Ella nunca me dijo que su padre la presionaba, no me dijo que había amenazado a mis abuelos... sólo que ya no quería estar conmigo; me dijo que había sido divertido, la típica aventura de una chica rica y rebelde, pero que a la hora de la verdad, los ricos tenían que estar con los ricos y los pobres con los pobres.
—Pero, Axel, sólo te lo dijo para que no la buscaras, para que no hicieras nada y poder salvar la granja de tus abuelos y que no te hicieran nada a ti.
—Lo sé, pero en aquel momento no fui capaz ni de suponerlo. Yo vivía fascinado de que una criatura como ella quisiera estar con un tipejo como yo, y cuando me dijo todo aquello sólo podía pensar en que mi sueño había terminado.
>>Me había partido el corazón en mil pedazos y quería estar lo más lejos posible de ella y de su esposo. El padre de Antonella no era buena persona, pero si era un hombre de palabra, y "muy generoso". Sin que yo supiera nada, había comprado la tierra donde mis abuelos tenían su casa y con el mismo sigilo se la devolvió, además les entregó una buena suma de dinero y ellos pudieron permitirse contratar a gente que los ayudase y que los cuidara. Me decían que todo era gracias a sus ahorros, que ya eran muy mayores y que era momento de usarlos. ¡Yo era tan ingenuo! Estudié fotografía y periodismo ayudándome de becas y trabajos temporales porque no quería que mis abuelos invirtiesen "sus ahorros" en mí —Resopló amargamente—. Cuando terminé los estudios comencé a trabajar en un periódico Veneciano y allí era demasiado fácil conocer las historias que se vendían sobre lo felices que eran tus padres; luego, salieron con el feliz dato de que habían tenido una niña y tiempo después, la noticia de su ruptura corrió como la pólvora, y yo quise saber qué les había pasado. Estuve un buen tiempo tratando de informarme, pero después del divorcio ya no había tantas miradas puestas en la pareja. No fue hasta mucho después que me di cuenta de que el padre de Antonella vendía las buenas noticias; quería que todo el mundo supiese que se había fusionado con la familia Giannetti, y que su poder había alcanzado un nivel aún mayor; claro que lo del divorcio no le gustó tanto y logró cerrar varias revistas.
Aborrecía demasiado a ese hombre, al que nunca había conocido, por todo el daño que había hecho. No se merecía que le llamase abuelo. Axel pasó a otra foto, donde él y mi padre posaban hombro con hombro y echando morritos, luchando por ver quién salía más seductor.
—Un buen día aparecí en esta misma casa exigiendo una explicación —Continuó—. Cuando tu padre me la dio... me sentí la persona más espantosa del mundo. ¡La había creído! ¡Tanto amor que ella me había demostrado cada día, y a la primera de cambio, me decía que había sido un juego y yo la creí! Me avergonzaba de haberme alejado de ella. De no haber luchado y de dejar que ella cargase con todo el peso de mi familia, por eso nunca fui a buscarla. No sabía qué decirle, ni qué cara poner. ¿Cómo iba a explicarle que no había confiado en su amor?
—Pero de eso se trataba, de que creyeses sus mentiras.
—Cuando una persona te demuestra tanto como Anto me demostraba a mí... —Negó con la cabeza enfadado—. Los sentimientos no cambian de un día a otro. Debí saber que algo no iba bien. Por otro lado, me sentía enfadado porque ella me había mentido. Podríamos... no sé, vivir como...
—¿Amantes? —El profesor me miró con pena en sus ojos azul oscuro.
—Hubiera sido cualquier cosa, con tal de seguir a su lado.
—Tú aún la quieres, ¿verdad? —Pregunté sonriente.
—Siempre la querré.
—¡Pues díselo! ¡Ayer hablasteis! ¿Se lo dijiste?
—No me atreví... Ha pasado mucho tiempo...
—¡Pero os abrazasteis!
—¿Nos viste?
—¡No me cambies de tema! —Me apuré a decir—. ¿Por qué no se lo has dicho?
—Porque tal vez ella ya no siente lo mismo.
—¿Estás de broma? ¿No viste la cara de felicidad que tenía? Axel, en mis diecisiete años de vida, jamás la había visto sonreír así. Ella no ha estado con nadie desde que se divorció. Yo creo... creo que te estaba esperando a ti. —Él sonrió.
—Te pareces mucho a ella, ¿sabías?
—Sí, me lo dicen mucho —Sonreí. Entonces una triste idea se me cruzó por la cabeza—. Axel, tú... ¿no me odias? —Pregunté temerosa de la respuesta.
—¿Te he dado alguna vez esa impresión? —Preguntó él, sorprendido.
—No, es sólo que... Bueno... Soy la hija de la mujer a la que amas y de tu mejor amigo.
—Eres la hija de las dos personas a las que más quiero en el mundo, Dani. Además con tu carácter y tu buen ojo para la fotografía, es imposible que yo te odie. —Le sonreí y el me imitó dejándome ver su bonita sonrisa torcida.
—Habla con ella, Axel. —Él asintió feliz mientras que salíamos del despacho de mi padre.
—Por cierto —Con tanta sorpresa se me había escapado el detalle más obvio—, ¿por qué estás aquí?
—Tu madre me pidió que viniera a ver cómo te acostumbrabas a tu padre, además, aunque en el internado esté de vacaciones, Luis me hace trabajar sin descanso. —Reí—. ¿Agnes? —Llamó Axel con cierto cariño en la voz. La mujer apareció por la puerta de la cocina sonriendo—. ¿Podrías enseñarle a Daniella su habitación? Le vendrá bien descansar un rato; aún le quedan algunas sorpresas por delante.... —Axel me sonrió y yo lo miré sin saber de qué sospechar.
—¡Por supuesto! Venga señorita.
—Tutéame, por favor; ¡me haces sentir mayor! —Le pedí. La mujer rió remarcando las arrugas que adornaban sus ojos. Axel rió también.
—Eso es misión imposible —Dijo convencido—, todos lo hemos intentado, pero esta viejita es terca como una mula.
—Esta vieja aún puede patear su joven trasero, señorito, no lo olvide —Dijo robándome una sonrisa. Axel levantó las manos en señal de paz y la mujer asintió conforme—. Hace demasiados años que hablo de este modo, señorita; ya estoy muy mayor para cambiar —Me explicó y yo suspiré resignada—. En mis tiempos tratar a la gente de usted implicaba respeto, hoy en día no sé por qué se tribuye a la vejez.
—Te acostumbrarás —Me aseguró el profesor con una perfecta sonrisa—. ¡Voy a trabajar un rato! Nos vemos más tarde.
Subí con Agnes hasta la segunda planta donde fuimos recibidas por largo pasillo con la pared de cristal, que dejaba ver el bonito jardín trasero, y pude ver que había una gran piscina cubierta que no había notado desde el despacho de mi padre. En el horizonte se juntaban el mar y el cielo formando un paisaje realmente bello. A ambos lados del final de la pared acristalada había un bonito arco blanco de estilo romano; caminamos hacia el de la derecha, que daba a un ancho pasillo con suelo de madera clara como arena de playa; la pared de la derecha era blanca, mientras que la de la izquierda tenía un alegre color azul que me recordaba al mar limpio y caliente del caribe. Gina había logrado una perfecta prolongación del paisaje exterior en el interior de la casa. Me encantaba.
—Ese es el baño —Me dijo Agnes señalando la primera puerta de la pared azul—, y en frente está el estudio —Sólo había dos puertas en cada pared, por lo que recordar lo que había detrás de cada una no sería complicado—. Tu habitación. —Dijo con una sonrisa caminando hasta la segunda puerta de la pared blanca.
—¿Y ahí? —Señalé la puerta blanca que estaba frente a la mía y ella amplió su sonrisa.
—Esa es la habitación del señorito.
—Oh —Conque ahí dormiría mi hermano.
Esperaba que fuera un niño bueno y tranquilo.
—La dejo para que se ponga cómoda —Me acarició la mejilla y yo le sonreí—. Esta habitación lleva muchos años cerrada, señorita —Dijo mirando mi puerta—; me alegro que esté de vuelta.
—¿Esta fue mi habitación cuando vine? —Agnes asintió con melancolía.
Sus ojos color miel me miraban con dulzura.
Ahora que sabía que había estado con mi padre cuando era pequeña, tenía curiosidad por saber cómo había sido mi estancia, dónde había estado... !Todo!
—La llamaré cuando llegue su padre. Descanse. —Y se fue.
Abrí la puerta de mi habitación sintiendo unos extraños revoltijos nerviosos en el fondo de mi estómago. Entré y lo primero que llamó mi atención fue lo espacioso que era el cuarto. Tenía una gran ventana y Gina había creado frente a ella un precioso asiento tapizado en color crema, donde sería maravilloso sentarse a leer por la noche. Miré luego las paredes que eran blancas, excepto la que había tras la cama, que era de color azul pastel. La madera de la cama era también blanca y sencilla, y resaltaba gracias a la bonita colcha multicolor. Sobre el cabecero había un enorme cuadro con la imagen de la inclinada Torre de Pizza. Había una mesilla a cada lado de la cama, y un ramo de rosas rosas descansaba en un florero de cristal sobre cada una de ellas.
Y por último, una bonita lámpara de cristal, que colgaba del techo emitiendo pequeños arcoiris por la habitación.
Respiré hondo y solté lentamente todo el aire que había sido capaz de tomar. Me sentía muy cansada como para deshacer la maleta en ese momento, así que me acosté en la cama y dormí un par de horas, hasta que mi teléfono comenzó a vibrar sin descanso avisándome de la llegada de varios mensajes. Me levanté y lo tomé emocionada pensando, por alguna extraña razón, en que podría ser Alessandro, pero debía admitir que me había desilusionado un poco comprobar que eran las gemelas, contándome lo tristes y también orgullosas que estaban por mi decisión de venir a Sicilia.
Suspiré. ¿Dónde estaría el proyecto de pelirrojo en ese momento? ¿Habría leído mi nota? Sentí vergüenza de repente al recordar que me había metido con su ropa interior, pero ¿acaso no lo hacía él siempre con la mía? Me ruboricé al pensar en todas las veces que me la había visto, bien puesta o bien dentro de la dichosa secadora. ¡Y el muy descarado siempre se burlaba de mi encaje! Por una vez que yo lo había visto a él... no pasaría nada, ¿no? Además había sido él el que se había comenzado a desnudar delante me mí sin ningún reparo.
Miré el móvil y busqué su número, pensando en si sería buena idea o no mandarle un mensaje. ¡Me asustaba tanto la angustia que sentía al saber que no lo vería hasta después de las vacaciones!
"Olvídalo, Daniella. Él tiene novia. ¡Métetelo bien en la cabeza! Tiene novia."
—¿Hola? —Reí.
Habría jurado que acababa de escuchar su voz. ¡Me estaba volviendo loca de remate! Me giré y mi corazón brincó tan asustado como alegre. Abrí la boca sorprendida, incapaz de emitir sonido alguno. Tenía delante de mí al mismísimo Alessandro Colombo. Ya estaba, me había vuelto loca. ¡Estaba viendo alucinaciones!
—¡Eres tú! —Dijo mi alucinación en un susurro.
Su rostro era una mezcla de incredulidad, sorpresa y diversión.
¿¡Desde cuándo hablaban las alucinaciones!?
—¿También hablas?—Pregunté divertida.
—Desde hace muchos años ya. —Contestó burlón.
Lo miré sorprendida. ¿Era él? ¿Realmente era él?
—¿A-Alessandro?
—¿Sí?
Grité sin saber por qué.
Tal vez para quitarme el susto de que mi cerebro crease su imagen de forma tan nítida y reprodujese su voz tan exacta, o por librar con la sorpresa, o de pura alegría... No lo sabía, pero cuando sentí su fuerte mano sobre mi boca entendí que era real, que él estaba delante de mí. Abrí los ojos con sorpresa y me encontré con los suyos a muy poca distancia, dejándome ver un delicioso chocolate derretido brillando intensamente.
—¿Por qué siempre gritas? —Preguntó divertido. Yo lo miré desconcertada y él me sonrió—. Hola, Daniella.
Sentí que todo mi cuerpo ardía. Mis mejillas se volvieron completamente rojas y mi corazón comenzó a latir con un ritmo frenético que casi me hacía daño.
El proyecto de pelirrojo me advirtió con la mirada que me iba a soltar y, despacio, retiró la mano de mi boca y dio un paso a atrás. Aún me miraba con la misma incredulidad con la que yo lo miraba. ¿Por qué estaba él ahí?
"¡Un momento...!"
—¡Tú eres el invitado! —Alessandro me miró divertido.
¡Iba a matar a mi padre! Tendría que haberme avisado de que el chico que vendría a casa, iba al Michelangelo. ¡Debía haberme avisado de que era Alessandro!
De pronto entré en pánico. Si él estaba ahí... ¡descubriría quien era mi padre! Se enteraría de la peor forma de que le había mentido.
—¿Daniella? —Axel entró en mi habitación seguido de una mujer joven que nos miró a Alessandro y a mí preocupada. La reconocí enseguida. La había visto en varias revistas y en internet, caminando al lado de mi padre para asistir a alguna gala o a las presentaciones de sus colecciones.— Oh... —Y sonrió.
—¿Estáis bien? Escuchamos un grito. —Dijo Gina.
Era una mujer muy guapa, pero no tanto como mi madre; nadie era tan hermosa como mi madre. La mujer de mi padre era un poco más alta que yo, pero no tanto como Alessandro; tenía el pelo de un bonito color dorado, como el trigo de los campos italianos, y ondulado de forma que sólo le llegaba hasta los hombros; sus ojos eran de un profundo marrón oscuro, y destacaban en su rostro con el delineado negro que llevaba. Estaba vestida con un sencillo jersey blanco, y unos pantalones negros que marcaban su buena figura.
—Estamos bien, tía. —Le contestó Alessandro.
"¿Tía?" —Lo miré sorprendida.
¿Cómo podía ser tan irrespetuoso y tratar a la dueña de la casa como a un amigote?
Aún no lograba asimilar que él era el invitado de mi padre. ¿Me lo habría dicho en ese dichoso mensaje que no había leído? Axel nos miraba con una amplia y traviesa sonrisa que me hacía desconfiar. ¿Me estaba perdiendo algo? Si el invitado estaba aquí, ¿dónde estaba mi padre?
—¡Menos mal! Me habíais asustado —Dijo Gina. Me miró y me enseñó una tierna sonrisa que el desconcierto que sentía no me dejó corresponder—. Alejandra, querida, ¡me alegro tanto de que estés aquí! ¡Eres preciosa! ¿Verdad, Aless? ¡Tenía muchas ganas de conocerte!
—Verdad. —Dijo el semipelirrojo mirándome con un intenso brillo en la mirada que logró ponerme aún más colorada.
"¿¡¡Que!!?"
Mi cerebro no lograba asimilar toda la información. ¿Por qué la mujer de mi padre tenía ya un apodo para mi compañero de instituto? ¿De qué se reía Axel? ¿Acababa de decir Alessandro que era cierto que yo era... preciosa?
—¿Te encuentras bien, Dani? —Preguntó Axel.
—S-sí. Es que... aún no me lo creo... —Hablé a duras penas mirando a Alessandro. Entonces me di cuenta de algo—. ¡Tú sabías que él iba a venir! ¡Por eso te reías tanto antes! —Axel encogió los hombros con fingida inocencia y Alessandro lo miró mal.
—Veo que sí que os habéis hecho amigos en el instituto —Dijo Gina extremadamente feliz—. Temía que no os llevaseis bien, pero Luis tenía razón. —Miró a Axel y él asintió sonriendo.
La miré extrañada. ¿Qué interés tenían ella y mi padre en que Alessandro y yo nos llevásemos bien?
Tal vez ya sabían desde el principio que él pasaría la navidad allí y temían que hubiese problemas entre nosotros. Bien pensado, si en vez de Alessandro hubiese venido Drew, por ejemplo, habría un gran problema.
—Si me disculpáis, yo me voy a mi habitación. Necesito...descansar. —Habló el proyecto de pelirrojo. Vi que caminaba hacia la habitación de enfrente y entraba sin pudor alguno.
"¿Va a dormir en el cuarto de mi hermano?" —Hermano que, por cierto, ¿Dónde estaba?
—¿Familia? ¿Hay alguien en casa? —Reconocí la voz de mi padre.
—¡Ya han llegado! —Dijo Gina con un pequeño chillido de alegría.
¡No entendía nada! Axel vio el desconcierto de mi cara, colocó una mano sobre mi cabeza y me despeinó como Filipp solía hacer.
—Vamos, Dani. Todo estará bien. Ya lo verás. —¿Qué tenía que ir bien? ¡Me estaba desquiciando!
Bajamos las escaleras de grueso cristal azul claro y me encontré con mi padre y Gina dándose un delicado beso y sonriéndose embobados. Sentí mucha alegría por ellos, por su amor, pero se trasformó en extrañeza al percatarme del joven muchacho que, detrás de ellos, miraba distraído a su alrededor. ¿Quién era?
—Hola, hija —Me sonrió Luis separándose un poco de su mujer que también me sonreía feliz. Me agradaba—. Ven que te presento a nuestro invitado. —Me paré a medio camino completamente desconcertada.
—Pe-pero —Señalé a mi espalda como una estúpida. Si él era el invitado... ¿qué demonios hacía Alessandro allí?—... Pero...
—Nicholas —Mi padre llamó al chico sin prestarme atención—, ella es mi hija, Alejandra.
El chico caminó hacia mí con una gran sonrisa, permitiendo que lo viese bien. Abrí los ojos sorprendida. ¡Por todos los Dioses del Olimpo! Tenía el pelo corto y de color negro, y su rostro era más cuadrado que el de Alessandro. Su piel era ligeramente más clara y también era más bajo; a mí me sacaba a penas dos o tres centímetros de altura. ¡Pero los rasgos de sus ojos eran tan parecidos a los del proyecto de pelirrojo! Eran también rasgados y marrones, aunque un poco más claros. ¡Y también tenían la misma nariz! ¡Era idéntica!
—Es un gusto conocerte, Alejandra. Me llamo Nicholas Colombo, pero me puedes llamar Nico. —Me guiñó un ojo, pero yo no reaccioné.
No entendía nada.
—Pe- pero...
—¿Dónde está el niño? —Le preguntó mi padre a Gina.
Buena pregunta, ¿dónde estaba el niño?
—Está arriba, en su habitación. Voy a llamarlo. —Unas gruesas gotas de sudor frío bajaron por mi nuca. Gina corrió escaleras arriba haciendo ruido con los tacones negros sobre el cristal, mientras yo trataba de organizar el caos que había en mi cabeza.
Me sentía diminuta, invisible, desconcertada.
—¿Estás bien, hija?
—Yo...yo... —Gina apareció con Alessandro en lo alto de la escalera. Vi que él trataba de esconder una sonrisa de diversión mientras me miraba.
—¡Alessandro! Te eché de menos, hijo. Ven a saludar a nuestro invitado. ¿Te acuerdas de él? —Dijo mi padre feliz. El proyecto de pelirrojo asintió con una pequeña sonrisa.
—¿Alessandro es el niño? —Todo el mundo volteó a mirarme, como si acabasen de darse cuenta de que seguía allí. Mi cerebro trabajaba a toda velocidad, tratando de asimilar toda información que recibía.
—¿Cómo dices, cielo?
—¿Alessandro es el niño? ¿Es a él a quién iba a buscar Gina?
—Sí. —Respondió mi padre, calmado.
—¿¡Alessandro es mi hermano!? —Mi voz subía de volumen junto con mi sorpresa.
—¿Qué hermano, hija? ¡No tienes ningún hermano! —Mi padre me miraba extrañado.
—¿De dónde sacaste tal cosa, Daniella? —Preguntó Axel con un claro tono de diversión.
¿No trabajaba Axel para el tío de Alessandro?
—Alejandra —Habló mi padre con voz tranquilizadora mientras yo pasaba mi mirada incrédula de uno a otro—, Alessandro es sobrino de Gina. ¡Te lo conté en las cartas que te escribí cuando ella y yo nos casamos!
—¿Y por qué le llamas niño? —Pregunté medio loca.
—Llevo años preguntándome lo mismo. —Intervino Alessandro.
—¡No lo sé! Vive conmigo desde que sólo tenía doce años y... siempre le he llamado así. —¡Podría haberme contado que el sobrino de su mujer estudiaría conmigo en el internado!
"Claro, podría habértelo contado en una de esas cartas que nunca leías." —Me reprochó mi mente.
Detectaba cierta preocupación en los ojos de todos los presentes, excepto en los de Nicholas, que entendía tanto como yo; pero la mayor intranquilidad estaba en los ojos de Alessandro, que me observaba como si mirase a una bomba a punto de estallar.
Como las piezas de un puzle, cada idea cayó en su lugar dentro de mi mente; y entre todas hubo una que me impactó de pleno.
—Tú lo sabías... ¡Tú sabías quién era! —Acusé a Alessandro. Él asintió y yo sentí que algo se rompía dentro de mí. Mis ojos picaban con el agua salada que luchaba por salir al exterior—... Disculpadme. Voy a mi habitación.— Me di la vuelta y me dirigí a las escaleras.
—Dani, espe...
—No, ya voy yo —Escuché decir al proyecto de pelirrojo. Apuré el paso y subí las escaleras a toda prisa—. Daniella —Corrí—. Daniella, espera —No le hice caso—. ¿¡Daniella, puedes esperar!?
Llegué mi habitación y me encerré en ella. Alessandro llamó a la puerta.
—Daniella, ¿puedes abrirme, por favor?
—¡Vete! —Él había fingido desde el principio. Me cuidaba y me trataba bien porque sabía quién era yo.
Las lágrimas salían de mis ojos furiosas y yo era incapaz de contenerlas. Yo sólo era la hija de su tío.
"¡Dios! Alessandro es... ¿mi primo? ¿Me he enamorado de mi primo?"
Quería morirme ese mismo instante.
—No voy a ir a ningún lado hasta que abras y hablemos.
—¡No quiero hablar contigo!
—¡Daniella, abre la maldita puerta! —¿Se atrevía a gritarme?
Abrí la puerta llena de rabia y Alessandro se alejó un paso de mí. Sus ojos seguían inundados de preocupación.
—¿Para qué? ¿Hay algo más que debería saber?
—No llores.
—¡Olvídame! —Grité. Una amarga sonrisa apareció en su rostro antes de ponerse serio de nuevo y mirarme con el rostro impasible.
—No entiendo por qué te pones así. —¿¡Que no lo entendía!?
—¡Me mentiste todo el tiempo!
—¿¡Yo mentí!? —Dijo con sorna—. Daniella, tú mentías a todos cada día. Yo sólo te guardé el secreto.
—Mentía porque quería que la gente me quisiera por mí misma, y no por mi apellido —Me justifiqué—. Además, ¡ahora va a resultar que me has hecho un favor! —Ironicé—. Podrías habérmelo dicho a mí ¿no? "Oye Daniella, mi tía se ha casado con tu padre así que no tienes que fingir delante de mí. Yo sé quién eres"
—Tu padre no quería que lo supieras —Sentí sus palabras como un cubo de agua fría—. Tampoco a mí me dijo que tú estarías en el internado, pero te reconocí.
—¡T-tú me tratabas bien porque sabías quién era!
—¿Que te trataba bien? Daniella... ¡al principio no te soportaba! —Lo miré sorprendida.
—¡Ah! ¿No me soportabas? ¡No te caía bien una persona a la que ni siquiera conocías! ¿Y todo por qué? ¡Porque soy su hija! ¿Y luego qué? ¿Te pidió él que me trataras bien?
—No estás siendo justa.
—¡Injusto es que juzguen según los padres que tienes! —Me sentía tan enfadada e impotente.
—No te juzgué por tus padres si no por tus actos. —Lo miré extrañada.
—¿Qué actos? —Él suspiró.
—Déjame entrar y te lo contaré todo —Lo miré dudosa—. Te lo contaré desde el principio, desde donde lo dejamos aquel día en el campo de fútbol —Mi curiosidad, como siempre, pudo más que mi rabia, así que me aparté de la puerta y le dejé pasar. Alessandro cerró la puerta detrás de él y se sentó sobre mi cama—. Puedes... sentarte conmigo.
—Estoy bien aquí, gracias. —Zanjé tercamente. Él suspiró.
—Está bien... —Vi cómo sacaba la cartera del bolsillo trasero de su pantalón y la abría.
Sacó de ella una pequeña foto a color en la que una pareja se abrazaba. Me la dio y pude comprobar el gran parecido que Alessandro tenía con el hombre; tenían los mismos rasgos, los ojos ligeramente rasgados y la nariz pequeña y redondeada, y la misma chaqueta de cuero negra que tantas veces le había visto puesta al semi-pelirrojo. Miré a la mujer, que tenía el cabello largo y liso, y del mismo color caoba oscuro que él.
—Eran mis padres. Mi madre se llamaba Alexia y mi padre Leandro; combinaron sus nombres para darme a mí el mío —Sonrió con cierta tristeza y yo guardé mis reproches y me senté a su lado—. Los dos eran italianos, y vivían en Roma, aunque mi padre tiene orígenes orientales, por eso tenemos los ojos un poco rasgados —Me explicó mirando con cariño a su padre que se sonreía desde la fotografía—. Mi madre era pediatra y mi padre cirujano, al igual que mi tío Miguel, el hermano de mi madre. Gina se casó con mi tío, uniéndose a la familia cuando yo tenía sólo tres años, aunque casi no tengo recuerdos de entonces.
Hizo una pausa mientras miraba a la foto con una profunda tristeza. Vi cómo apretaba los puños y tomaba una respiración profunda; entendí entonces que poner por palabras lo ocurrido era algo sumamente duro para él.
—Lo que sí recuerdo perfectamente es que un día, a mis cinco años, hicimos un pequeño viaje a la playa. Gina estaba trabajando, así que sólo estábamos mis padres, mi tío y yo. Recuerdo que lo pasamos en grande; me bañé con mi tío, hice castillos de arena con mi madre y cacé cangrejos con mi padre para luego soltarlos y volver a por ellos.
Sonrió tímidamente y yo lo imité sabiendo que en algún momento de la historia, su risa se apagaría.
—Volvíamos a casa ya de noche y nos encontramos de frente con otro coche; el conductor iba borracho y llevaba las luces apagadas. Cuando mi padre lo vio... supongo que fue demasiado tarde. Mis padres iban delante y murieron en el acto. Mi tío Miguel estaba sentado detrás de mi padre, y después de muchos días en el hospital se salvó, pero quedó paralítico y con la columna muy dañada. Yo estaba sentado detrás de mi madre; tenía la pierna izquierda rota en tres partes y la derecha en dos, pero salí adelante...
La voz de Alessandro sonaba más aguda de lo normal y eso me angustiaba. Tenía los puños tan apretados que empezaba a temer que se estuviese haciendo daño con las uñas en las palmas de las manos; había ocultado su rostro tras una cortina de cabello que me impedía ver sus ojos.
—Lo último que recuerdo de ese día es que justo antes del impacto mi madre grito mi nombre, llamándome... Sueño con eso todas las noches. —Vi como una gota se estrellaba contra el pantalón vaquero de Alessandro, y las lágrimas acudieron también a mis ojos. Me acerqué a él y lo abracé en silencio.
Unos minutos después sentí como se limpiaba los ojos y me aparté un poco para dejarle espacio y así poder limpiar también los míos. Él respiró hondo y habló de nuevo.
—Mi tío no soportaba estar en una silla de ruedas. Estaba siempre de mal humor, encerrado en su despacho. Empezó a beber y también a consumir drogas; le decía a Gina que era para aguantar el dolor de columna... Mi tía le pedía que lo dejara; gritaban y discutían hasta que él la sacaba de su despacho. Un año después de la muerte de mis padres, mi tía lo encontró muerto sobre su escritorio. Había sufrido una sobredosis.
Mis manos temblaban y mi corazón latía con fuerza horrorizado. Ningún niño debería haber vivido ni visto las cosas que Alessandro había presenciado.
—Gina le pidió mi custodia a mi tío Luca, el padre de Nico, y por eso vivo con ella. Mi tía siempre fue como una madre para mí; nos mudamos a Sicilia y aquí vivimos solos hasta que mi tía conoció a tu padre. Yo tenía doce años cuando nos mudamos a esta casa, y un año después se casaron.
Alessandro guardó la foto de sus padres de nuevo en su cartera y me miró fijamente, dejándome apreciar sus ojos enrojecidos y la seriedad de su mirada.
—Luis fue lo más parecido que tuve a un padre. Me quería y me aceptó en su familia desde el primer momento. Él me contó que tenía una hija un par de años menor que yo; siempre presumía de que era la niña más hermosa del mundo. Le llamaba Alejandra. Cada mes me enseñaba las fotos que le llegaban de ella y yo le ayudaba a colocarlas en un álbum.
>>Cada verano, y cada navidad, mi tío tenía la esperanza de que su hija viniese a Italia a verlo, pero ella nunca venía. Año tras año pasaba lo mismo, y por mucho que yo me esforzase por ser un buen sobrino, nunca era suficiente; él siempre extrañaba a esa niña que no quería saber nada de él. Dejé de querer ver sus fotos, y dejé de ayudarle con su álbum. Para mí esa niña no existía. La odiaba por hacer infeliz a mi tío que año tras año se repetía "el próximo año vendrá", la odiaba porque ella tenía un padre que la quería y del que podía disfrutar y no lo aprovechaba.
Las lágrimas se escurrían sin cesar por mis mejillas, Alessandro me miró y me dio una pequeña sonrisa comprensiva, limpió mis lágrimas con los pulgares y se quedó con mi rostro entre las manos.
—Lo siento.
—Yo también —Me dijo con cariño. Sus ojos marrones brillaban de nuevo calentando mi corazón—. Debí seguir ayudándole con ese álbum —Reí y él me siguió. Limpió las nuevas gotas saladas que bajaban picando por mis mejillas antes de soltarme con delicadeza y seguir con su historia—. Cuando cumplí dieciocho decidí estudiar fuera para que ellos tuvieran más intimidad, creí que querrían tener hijos propios... pero hoy descubrí que mi tía no puede tenerlos.
—¡Dios mío! —Me cubrí la boca preocupada por Gina, recordando que acababa de preguntar por su supuesto hijo. Alessandro debió darse cuenta también y me tranquilizó.
—No te preocupes. Ella estará bien. Estará más preocupada porque hayas salido corriendo que por lo que dijiste. —Asentí no muy convencida.
—¿Qué pasó después?
—No me dejaron irme —Rió—. Tenía la mayoría de edad pero no quería desobedecer a quién tanto me había dado, así que insistí e insistí hasta que Luis me dijo que aceptaba que estudiara fuera si él me elegía el centro de estudios adecuado.
>>Acepté sin saber que planeaba mandarme al mismo internado que a su hija. Cuando te vi, te reconocí enseguida; había visto tantas veces tus ojos en las fotos de mi tío que era imposible equivocarse. Pero tú no tenías su apellido así que llamé a Luis y durante unos días estuvo diciéndome que no eras tú, que su hija estaba en Madrid. Yo estaba seguro de que sí lo eras y te rechazaba aún más porque creía que repudiabas el apellido de tu padre, que no querías tener nada que ver con él. Llamé a mi tío de nuevo e insistí para que me dijera la verdad y él terminó por decirme que efectivamente, Daniela Alejandra González era en realidad su pequeña Giannetti. Me explicó que su intención era que nos conociésemos más allá de nuestros apellidos, quería ver si nos llevábamos bien independientemente de que tú fueras la niña a la que odiaba y yo el niño que creció a su lado.
Guardé silencio durante unos minutos, pensando en la explicación que mi padre le había dado a Alessandro. ¿Cómo habría reaccionado si desde el principio supiera que Alessandro había crecido y disfrutado de un padre que yo creía que no quería saber nada de mí?
—Creo... que lo entiendo. Yo creía que mi padre no me quería, ¿sabes? Creía que no le importaba, que estaba demasiado ocupado trabajando.
—¿Por qué te pedía que vinieras a verlo entonces? —Encogí los hombros. No tenía una respuesta para eso. Alessandro negó con la cabeza seguramente pensando en lo tonta que era—. Lo importante es que al fin has venido, y que él y Gina están contentos.
—¿Y tú ya no me odias? —Él sonrió llenando sus ojos de una brillante calidez y me miró fijamente, haciéndome ruborizar.
—Hace mucho que no. La verdad es que nunca te odié realmente... sentía algo... No sé cómo explicarlo, era impotencia y enfado y... —Suspiró—. Pero todo terminó cuando te conocí bien. Es imposible odiarte, Daniella. —Sentí que mi cara ardía.
—Así que... ¿somos primos? —Alessandro se levantó de la cama y me miró desde su metro y ochenta y muchos centímetros de altura.
—Gina sólo es mi tutora legal. Dejó de ser mi tía en el momento en el que se casó con tu padre... Los llamo tíos a los dos por costumbre, pero tú y yo no somos primos, ni hermanos, ni nada —Dijo burlándose de lo que le había dicho a mi padre—. Ni teóricamente, ni legalmente. —Respiré aliviada y él hizo lo mismo.
—Que locura ¿verdad? Pensé que no te vería en todo el invierno... ¡y estás aquí!
—En realidad, tú estás aquí —Puntualizó y no pude hacer más que darle la razón—. ¿Cuánto te quedarás?
—No lo sé... quiero conocer bien a mi padre, pasar un tiempo con él... —Alessandro asintió aprobando mis palabras.
—La verdad es que yo pensaba que estarías con tu madre en Madrid. —El remordimiento me golpeó de pronto.
—También yo, hasta que peleamos.
—¿Puedo preguntar por qué? —Suspiré.
—Ya lo estás habiendo ¿no?
—Pero no tienes por qué contestar. —Alessandro se sentó a mi lado de nuevo y se tumbó en la cama admirando el alto techo blanco.
—Ella... me ocultaba cosas, aún me las oculta; y no quería explicarme nada.
—Todo el mundo tiene secretos, Daniella. Tu misma guardabas uno bien grande a tus amigos, a personas que te quieren y te apoyan incondicionalmente, y lo hacías por un buen motivo ¿verdad? —Asentí—. Seguro que tu madre también tiene sus motivos para querer callar. Tal vez por dolor, por miedo a reproches... No lo sé, pero estoy seguro de que, al igual que tú, algún día lo contará todo. La verdad siempre sale a la luz.
Guardamos silencio durante unos largos minutos en los que él miraba al techo y yo a mis pies hasta que de pronto una descabellada idea se me cruzó por la mente. Si Axel estaba en Italia, y yo estaba en Italia... ¿Qué hacía mi madre en Madrid?
—Tengo que hablar con mi padre.
Salí corriendo de la habitación dejando allí a un desconcertado Alessandro, y bajé a la primera planta donde todos esperaban sentados en el sofá, con la televisión apagada y cara de preocupación.
—Papá, ¿podemos hablar? —Mi padre miró a Gina y ella le sonrió.
—Claro, hija. Vamos —Entramos en su despacho y mi padre se sentó detrás de su escritorio mirándome con algo de temor—. Alejandra, yo...
—Alessandro me lo ha explicado, papá. Entiendo lo que hiciste, y te lo agradezco —Él me miró sorprendido—. Si hubiera sabido desde el principio quién era Alessandro seguramente hoy no nos llevaríamos bien. Además soy yo la que quiere disculparse.
—¿Disculparte? ¿Por qué, cielo?
—Porque yo... —La verdad dolía; dolía y me avergonzaba, pero también me hacía sentir libre.
"No más mentiras"
—Yo no leía tus cartas, papá. No sabía que Gina tenía un sobrino, ni cuál era su nombre, ni que vivía contigo; no sabía nada... porque no tenía interés en saber cosas de la vida de un señor al que apenas conocía, y que, según yo, nada le importaba. Lo siento papá. —Luis se levantó y me abrazó con fuerza.
—No hay nada que perdonar. Lo importante es que ahora estás aquí, Alejandra. Sólo quiero que sepas, que tú siempre me importaste, hija. —Asentí feliz de haber dicho al fin toda la verdad. No pensaba volver a mentir jamás.
—Papá, quería pedirte algo así como un favor. Me gustaría que mamá viniese a Sicilia —Él abrió la boca pero la cerró de nuevo sin emitir sonido alguno—. Quiero estar contigo, pero también quiero pasar la navidad con ella, como he hecho cada año. No quiero renunciar a ninguno de los dos, papá. Además, Axel está aquí... —Mi padre abrió los ojos con comprensión y su mirada se iluminó.
Me dedicó una sonrisa traviesa y me guiñó un ojo.
—Tal vez sea hora de que el grupo se reúna de nuevo.
—Sí, sólo que ahora tú también tienes a tu amor al lado. ¿Estará bien Gina si viene mamá?
—Lo hablaré con ella, pero Gina conoce todo mi pasado y lo respeta, como yo respeto el suyo. Ella está feliz de que yo te haya tenido a ti, y de haber podido, ella también habría tenido un hijo, cielo, y yo lo querría como si fuese mío, así como quiero a Alessandro. Ella sabe que Antonella y yo fuimos muy buenos amigos, y volveremos a serlo ahora que tú quieres estar con los dos. Estoy seguro de que se llevarán bien.
—¿Puedo llamarla yo? Tengo que disculparme con ella.
Mi padre me sonrió y me dio el pequeño teléfono inalámbrico que había sobre el escritorio. Me dio un beso en la cabeza y salió del despacho. Marqué temerosa el número que me sabía de memoria y recé para que mi madre contestara esta vez.
—¿Luis? ¿Va todo bien? ¿Le pasó algo a Daniella? —Escuché decir a mi madre preocupada.
—Estoy bien, mamá.
—¡Cielo! ¡Hola!
—Hola, mamá—Sonreí—. Quería hablar contigo... y proponerte una cosa.
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Hola mis queridos Zanahorios!!!^^
Hasta aquí el nuevo capítulo!! ¿Os ha gustado? Dejadme vuestro voto si fue así :3
Y contadme qué os ha parecido? Qué os ha parecido Alessandro?? Ya sabéis todo lo que le ha pasado a sus padres, y cuál es su pesadilla nocturna ><
Creo que ya os conté una vez que mi novio lee la historia antes de que la suba aquí, él tiene siempre la "Premiere" de los capis! Y me hizo mucha gracia que en este capítulo leyó el nombre del primo de Sandro así, tal cual se escribe.
Nicholas, con CHO de CHOcolate!! X-D
Me reí demasiado!!!>-< Así que voy a aclarar que se lee como Nícolas, con acento en la "í" ^^
Y con esto me despido!!
Recordad que podéis seguirme en FACEBOOK!!
Besos!
Alma.
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