¿Misión cumplida?
¡Me estaba besando! ¡Alessandro me estaba besando y yo sentía que todo mi interior había estallado en llamas!
Había sido exigente al principio, casi brusco en su afán por ser correspondido; presionaba mis labios y tiraba ligeramente de ellos con los suyos, hasta que finalmente un ronco gruñido y un leve mordisco en mi labio inferior habían destrozado todas mis barreras.
Abrí la boca permitiendo que su aliento cálido me embriagara y lo besé logrando que su rudeza se transformase, dejándome sentir sus deliciosos labios, tan suaves, dulces y húmedos, en un beso delicado, lento, profundo y cargado de sentimientos.
Todo mi cuerpo reaccionaba a la calidez de Alessandro. ¿Estábamos en diciembre? Yo sentía que estábamos en pleno Ecuador y en el mes de agosto. Mi corazón latió acelerado cuando una de sus manos subió hasta mi nuca lanzando pequeñas descargas de electricidad a través de mi columna, mientras que la otra me estrechaba contra él, enroscada a mi cintura, quemándome la piel como si no llevase una sola capa de ropa puesta, y yo me derretía bajo su abrazo.
Podría morirme en ese mismo momento. Literalmente, podría morirme porque empezaba a faltarme el aire; lentamente, me separé de Alessandro y comprobé que él también respiraba agitado luchando por conseguir más oxígeno.
Nunca lo había visto tan hermoso. Ruborizado, con los ojos brillantes y llenos de felicidad, y una preciosa, sincera y amplia sonrisa que me dejaba completamente aturdida. Era la primera vez que lo veía sonreír así, ¡y me sonreía a mí! Era imposible expresar con palabras la felicidad que eso me acusaba, sin embargo, a medida que mi cerebro recuperaba su capacidad para pensar, más se desvanecía mi alegría, hasta que finalmente, una sola idea cruzó mi mente destrozando todo rastro de felicidad que pudiera haber sentido.
Alessandro notó enseguida el cambio hostil que se produjo en mi mirada y me miró extrañado.
—¿Daniell..? —Alcé la mano para pegarle una bofetada con las pocas fuerzas que me quedaban en ese momento, pero él fue más rápido y sujetó mi mano antes de que llegara a su destino—. ¿Qué haces?
—¿Por qué mierda me has besado?
—¿Qué? ¡Tú me has correspondido! —contestó sonriendo. ¡Se atrevía a reírse de mí!
—No tenías derecho Alessandro. ¡No tenías derecho! —grité mientras él se ponía serio y me miraba completamente contrariado.
—Yo...
—¡No quiero ser tu segundo plato! ¿¡Lo entiendes!? ¡No seré el reemplazo de nadie!
Me picaban los ojos, y las lágrimas me impedían ver bien pero aun así podía apreciar la preocupación del rostro del semipelirrojo. ¿Cómo había podido besarme? ¿Cómo se había atrevido a buscarme después de haber estado con su novia? Me eché a llorar sin poder soportar la sal en mis ojos por más tiempo, pero me giré para que él no me viera.
—No eres mi segundo plato, Daniella. —dijo él con seguridad agarrando mi brazo.
Me solté bruscamente de su agarre pero él me sujetó de nuevo y me obligó a mirarlo de nuevo.
—¡Suéltame! —grité con voz ahogada.
—¡No! ¡Escúchame! Tú eres mi primer plato, el segundo y el postre, Daniella. Tú lo eres todo para mí —Lo miré con rabia, negando con la cabeza, sin llegar a creer que él me estuviese mintiendo de tan vil manera—. Hoy he ido a ver a Rosseta, ¡pero fue para terminar con ella!
"¿Qué?"
Dejé de forcejear y lo miré fijamente. Sus ojos me decían que no mentía.
—Hace semanas que no hablo con ella, Daniella, yo...
—Eso es mentira; aun ayer te llamó. Estaba ahí cuando sonó el teléfono, ¿lo recuerdas?
—¡Claro que me llamó! —dijo enfadado—. ¡Me llamaba todos los días! Pero hace semanas que no contesto a sus llamadas ni a sus mensajes, hasta hoy.
—Le dijiste que tenías ganas de verla. —Susurré, y él negó con la cabeza.
—Dije que quería verla cuanto antes, que tenía que hablar con ella, y fue para terminar nuestra relación. No podía seguir con ella, Daniella, pero no podía romper por teléfono, eso me parecía muy rastrero.
Aunque no me gustaba admitirlo, una punzada de esperanza se instaló en mi pecho.
—Y...¿por qué terminaste con ella? —Alessandro se agachó para quedar a mi altura y mirarme directamente a los ojos con una bonita sonrisa torcida.
—Creo que ya lo sabes —Susurró y yo negué con la cabeza haciéndolo sonreír más—. No estaba enamorado de ella; nunca lo estuve. Y además...
—¿Además? —Lo insté.
—Además, me gusta otra persona. —Mi corazón dio un fuerte brinco.
—¿Sí?
—Sí, y me gusta mucho, demasiado; me gusta como nunca antes me había gustado otra. Y aunque es desconfiada, y cuando se enfada es muy mal hablada, y tiene una extraña obsesión por los conejos y a veces es realmente molesta... ¡a mí me encanta! —Su sonrisa me hizo sonreír de vuelta. Había sido muy tonta.
—Creo...que tú también le gustas a ella. —Admití con timidez.
—¿Estás segura? ¡Porque hace un minuto ha intentado golpearme!
—Hace un minuto creía que estabas jugando con ella.
—Nunca jugaría contigo, Daniella —Me aseguró dejando el juego de hablar de "ella" como si fuese otra persona y mirándome con una intensidad abrumadora—. Me importas demasiado. Te juro que he intentado olvidar todo esto... por Filipp, por Luis y Gina, por Rosseta... Lo intentaba por todos sin tener en cuenta lo que yo sentía, sin querer ver que cuando reías con mi mejor amigo, cuando Drew hablaba de ti, cuando te vi desayunando con Pablo, o cuando estabas con Nico... ¡me ahogaba! Me moría de celos hasta el punto de volverme loco.
—Pero yo no los quiero a ellos. —Logré decir, y él sonrió de nuevo.
—¿Y a mí? ¿Me quieres a mí?
Miré sus ojos color chocolate, oscurecidos por las sombras de la noche, pero aun así tan brillantes como la misma luna. Lo quería, ¡claro que lo quería!
—Sí. —Susurré haciendo explotar a mi corazón de alegría.
Él respiró aliviado y me mostró de nuevo una sonrisa clara y sincera que envió una fuerte oleada de electricidad a través de todo mi cuerpo.
—Entonces... —dijo acercándose de nuevo a mí—. ¿Puedo besarte ahora? —Asentí, tal vez con demasiado ímpetu, deseando tener de nuevo sus labios sobre los míos.
El proyecto de pelirrojo rió complacido, haciéndome estremecer, y me abrazó para después besarme de nuevo con la misma pasión con la que nos habíamos estado besado antes.
¿Cuánto tiempo habíamos pasado abrazados, besándonos y sonriéndonos mientras caminábamos por la playa nevada? No lo sabía, y tampoco me importaría si no fuera porque mi cuerpo estaba comenzando a temblar por el frío. Alessandro me llevó de nuevo al coche y condujo de vuelta a casa con una gran sonrisa que me hacía imposible la tarea de apartar de él la mirada.
—¿Ocurre algo? —Preguntó divertido.
—N-no...es sólo que nunca te había visto sonreír tanto....T-te sienta bien. —Admití notando como mis mejillas entraban en calor.
—Antes no tenía motivos para hacerlo. —Me aseguró.
—¿Y cuál es tu motivo ahora? —Me miró con dulzura durante dos segundos antes de volver a fijar la vista en la carretera.
—Tú eres mi motivo. —Le sonreí.
Me sentía feliz, muy feliz; mi corazón latía acelerado y tenía una deliciosa sensación de vértigo junto con un cosquilleo en el fondo del estómago que me hacían sonreír como una tonta.
Cuando llegamos a casa, todas las luces estaban apagadas. No sabía que le habría dicho Nico a mi padre, pero tendría que averiguarlo para no modificar su explicación.
Alessandro me guió hasta la puerta de la cocina asegurándome que si entrábamos por la puerta principal seríamos descubiertos. Vi como sacaba una llave plateada del bolsillo y, con cuidado, abría la puerta para dejarme pasar primero.
Estaba tan preocupada por si nos descubrían que hasta que llegamos frente a nuestras habitaciones no me di cuenta de que Alessandro tenía mi mano agarrada. Sus manos eran más grandes que las mías, y sus dedos más largos, pero de alguna forma encajaban.
El proyecto de pelirrojo se acercó a mí mirándome fijamente, poniéndome nerviosa con su perfecto y sexy rostro de depredador, como si fuese un lobo hambriento y yo una conejita asustada; comencé a retroceder hasta que mi espalda chocó contra la pared y Alessandro me regaló su melodiosa risa haciendo que mis nervios desapareciesen.
Descansó uno de sus brazos sobre la pared, por encima de mi cabeza y colocó el otro delicadamente al lado de mi cara.
—¿Me tienes miedo, Daniella? —Susurró y yo negué enérgicamente con la cabeza sintiendo el fuerte latido de mi corazón en los oídos y cómo mis piernas comenzaban a flaquear. Él me mostró su preciosa sonrisa—. ¿Entonces por qué huyes de mí?
—No huyo —Dije rápidamente dando un paso al frente que lo hizo retroceder—. ¿Por qué te escapas tú?
Él rió mientras negaba con la cabeza y envolvió ambos brazos alrededor de mi cintura.
—¿Te he dicho ya que eres realmente molesta?
—Lo has hecho. —Afirmé.
Nos besamos de nuevo, y otra vez sentí que estaba a punto de desmayarme. Mientras Alessandro me besaba no era capaz de pensar con coherencia, se me olvidaba cómo se respiraba y estaba segura de que mi cuerpo subía de temperatura hasta encontrarme en un estado casi febril.
—Buenas noches, Daniella.
—Buenas noches. —Me costaba horrores despedirme de él; sentía que si me dormía por sólo un segundo, me despertaría de pronto y me daría cuenta de que todo había sido un sueño
Una vez metida en mi cama no era capaz de dormir; daba vueltas y vueltas mientras que los recuerdos de la noche acudían a mi mente una y otra vez, acelerándome el corazón hasta casi darme taquicardia. Necesitaba relajarme y a esas horas de la noche no podía meterme en la ducha, pero tal vez un vaso de leche caliente hiciera el mismo efecto.
Salí de la habitación de puntillas, y traté de no hacer el más mínimo ruido al cerrar la puerta, pero siempre olvidaba que mi tercer nombre era "despistada".
—¡AH...! —Quise gritar cuando una mano firme agarró mi brazo y me volteó de pronto, pero los labios de Alessandro ya estaban sobre los míos impidiendo el vocerío.
—Me encanta poder hacer esto... —Me aseguró separándose unos milímetros de mis labios.
—¡Alessandro! ¡Me has asustado! —Él rió.
—¿No puedes dormir? —Preguntó mostrándome su preciosa sonrisa.
—N-no. ¿Tú tampoco? —Él negó con la cabeza haciendo chocar las puntas de nuestras narices.
Mi pulso se aceleró de nuevo drásticamente, y mi rostro se tiñó de rojo.
—Fui a por un vaso de leche caliente. ¿Quieres?
Agarré el vaso con mi mano temblorosa y le di un pequeño trago ante la atenta mirada del proyecto de pelirrojo.
—Mmmm....No... ¿no tendrás pesadillas hoy? —Pregunté para que dejase de mirarme; pero sus ojos se fijaron aún más en mí, su boca cayó abierta unos segundos y un adorable rubor cubrió sus mejillas.
—¿Me estás preguntando... si quiero que duermas conmigo? —Preguntó con una sonrisa nerviosa.
—¡N-no! ...no sé ... ¡s-sólo preguntaba! ...—Él sonrió con una pequeña pizca de malicia antes de decir:
—Lo cierto es que tengo muchas menos pesadillas desde que te conozco, pero cuando dormimos juntos nunca las he tenido.
—¿De verdad? —Asintió haciéndome sonreír y luego carraspeó y se peinó el cabello hacia atrás.
—Yo... a mí me encantaría que durmieras conmigo de nuevo, pero sólo si tú quieres.
Unos minutos después estaba en su cama, con mi pijama puesto y unas fuertes descargas eléctricas bañando toda mi piel.
—Buenas noches, Alessandro. —Él me abrazó y sentí a través de la fina tela de su camiseta el ritmo frenético de su corazón. Le sonreí y él besó mis labios con delicadeza.
—Buenas noches. —Dijo con voz ronca erizando toda mi piel al bajar la mano acariciando mi espalda y deteniéndose encima de mis caderas.
—¿Estás bien? —Pregunté preocupada por su tono de voz.
Levanté la vista para ver su rostro sonrojado y él me estrechó más contra él.
—Sólo duérmete, Daniella.
A la mañana siguiente nos despertó un fuerte golpe en la puerta.
—¡Alessandro! ¿Has visto a mi hija? —Luis abrió las persianas de golpe cegándonos con la luz de la mañana—. ¡La hemos buscado por toda la casa y no aparece! ¿Dónde...? —Se paró de pronto al ver que había dos personas y no una en la cama del semipelirrojo—. ¿Alejandra?
—Buenos días, papá. —Dije con mi mayor voz de inocente.
Mi padre nos miraba con la boca abierta señalándonos primero a uno y luego al otro sin llegar a emitir palabra alguna.
—Está aquí. —Dijo Alessandro tranquilamente.
—¡Eso ya lo veo! ¿Por qué está ahí? —Miré a Alessandro de reojo, rogándole al cielo que su cerebro funcionase mejor que el mío recién levantado, porque a mí no se me ocurría nada que decir.
—Tuve una pesadilla esta noche y Daniella me escuchó gritar —La expresión de mi padre se suavizó—, vino a verme y se negó a irse hasta que durmiese de nuevo. Al parecer, la muy tonta también se quedó dormida.
Le lancé, con disimulo, una mala mirada. ¿Cómo se atrevía a echarme a mí toda la culpa? Mi padre respiró hondo y Alessandro aprovechó para guiñarme el ojo fugazmente.
—Entiendo —Dijo Luis sonriendo al fin—. ¿Se siguen repitiendo mucho tus pesadillas, hijo?
—Cada vez menos. —Afirmó él mirándome.
—Eso es bueno. ¡Pero si empiezan a ser frecuentes otra vez, tienes que avisarnos inmediatamente! ¿De acuerdo?
—Descuida, tío.
—Está bien —Sonrió conforme—. Vamos, hija, ahora ve a cambiarte; ya es tarde y hay una sorpresa para ti abajo.
Salí de la cama completamente avergonzada y después de recoger mi toalla, y un bonito vestido color crema, entré al baño. Al pasar frente al espejo y me di cuenta de que casi no me reconocía así que me acerqué a él y me miré más detenidamente; mis ojos parecían más azules y brillantes de lo habitual, mi piel lucía radiante y mis labios más rosados, en general, esa mañana me veía más guapa, más enamorada. Me sonreí a mi misma y, como una tonta, comencé a bailar "seductoramente" mientras me quitaba el pijama.
—Mio Dio... —Susurró una voz detrás de mí en perfecto italiano. Me volteé y vi como las pupilas de Alessandro se dilataban al tiempo que sus mejillas se tornaban de un intenso rojo, aunque seguro que no tanto como las mías—. Ah....ah...
Gritando como una loca me lancé hacia la puerta y la empujé para cerrarla con un sonoro golpe.
—¡Alessandro! ¡Eres un pervertido! ¿¡Qué se supone que estás haciendo!?
—Sólo...sólo venía a bañarme... —Contestó con la voz entrecortada.
—¡Pero el baño ya estaba ocupado! ¿Por qué no has llamado a la puerta? —Grité aun cubriéndome como si él tuviese visión de rayos X y fuese a verme desde el otro lado de la puerta.
Daba gracias que al menos aún tenía la ropa interior puesta, pero aun así aquella situación era demasiado bochornosa.
—Yo... ¡Hey! ¡Deberías haber cerrado! —Aquello me sonaba.
Miré con rabia al pequeño pasador plateado que descansaba por encima de la manilla y lo cerré con fuerza.
—¿Has... Has visto mucho? —Pregunté en un hilo de voz sin saber si quería saberlo realmente.
Escuché cómo Alessandro se pegaba a la puerta y me acerque más también para escucharlo bien.
—¿Cuánto es mucho para ti? —Preguntó claramente divertido.
Llena de vergüenza me dejé caer al lado de la puerta. Sentía que mis mejillas estaban ardiendo y no quería salir de ese baño nunca más.
—Oye, Daniella, no pasa nada. Tú también me has visto a mí, ¿no?
—Pero yo no te he visto bailando... —Gimoteé y él rió.
—Bailas estupendamente. Ha sido muy sexy. —Mi corazón dio un fuerte brinco.
—¡Ahh! ¡No pienso salir de aquí jamás!
—Si te digo que lo hice a propósito porque tú ya me habías visto... ¿saldrás de ahí?
—Por supuesto que saldré; ¡para matarte, Alessandro!
—Te estaré esperando. —Respondió riendo.
Me bañé asegurándome de echarme una buena capa de crema hidratante de fresa en el cuerpo. Me vestí a toda prisa y salí del baño, pero en vez de ir a reprocharle a Alessandro su intrusión, salí corriendo escaleras abajo muerta de vergüenza. ¿Cómo iba a mirarlo a la cara después de que me hubiera visto bailando así?
Entré en el salón y vi a Nico en el sofá, mirando su móvil apenado mientras que una lágrima le corría por la mejilla.
—¿Nico, qué te pasó? —Corrí a su lado y él intentó limpiarse las lágrimas disimuladamente y sonreírme.
—Nella, ¿qué tal tu cita de anoche?
—No, Nicholas, de eso nada. ¿Qué sucede? —Vi como sus ojos se aguaban de nuevo y sentí que mi pecho se cargaba también de tristeza—. Nico, me estás preocupando...
—Es Rico. Ha roto conmigo —Miré enfadada la foto que el americano me enseñaba, donde su, ahora ex-novio, salía besándose con un chico de pelo azul eléctrico—. Al parecer su nueva pareja está completamente fuera del armario y sus padres lo apoyan mucho; de hecho fue la madre de él quién los presentó.
—¿Rico te contó todas esas cosas? —Él asintió y yo sentí ganas de arrancarle el móvil de la mano y arrojarlo contra la pared.
¿No le llegaba sólo con terminar con él, si no que además tenía que darle todos los detalles de su nueva relación?
Lo abracé y él se apoyó durante un largo rato en mi hombro, sorbiendo con la nariz de vez en cuando mientras lloraba en silencio. Antes de separarse de mí, se aseguró con la manga de su jersey gris de que no tenía lágrimas por las mejillas; luego se incorporó y me tendió su teléfono. Yo lo miré extrañada.
—Yo no voy a ser capaz, así que te lo pido a ti. Borra su número y sus fotos, por favor.
—¿Seguro que quieres hacerlo? —Él asintió convencido.
—Un "ex" es como un papel con cera, cuanto más rápido te lo quites, menos te dolerá.
Comencé por borrar su número y luego busqué una por una las fotos en las que salía Rico para eliminarlas.
—No entiendo cómo pudo hacer esto. —Comenté sin darme cuenta en voz alta.
—¿A qué te refieres? —Preguntó Nico mirando con tristeza como los recuerdos que compartía con el traidor de Rico desaparecían de su vida.
—...Es que...llevas sólo dos semanas aquí... —¿Cómo podía haberse enamorado de otro en sólo dos semanas?
—Oh, eso... —Bajó la mirada a sus manos, cruzadas sobre sus piernas como si fuese a comenzar a rezar y habló con un tono de falsa diversión—. Ellos hace mucho que hablan y se conocen. Rico siempre admiró la valentía de este tipo por gritar su condición a los cuatro vientos, y estaba muy enfadado conmigo por ocultarlo continuamente y por no atreverme a plantarle cara a mi padre.
—No lo justifiques. —Le pedí enfadada; como si hubiese sido a mi a quién hubieran dejado.
—No lo hago, es la verdad. Él se cansó de estar en armario y no estaba dispuesto a volver a él por nadie.
—¿Cómo estás tan seguro se eso?
—Lo publicó, palabra por palabra, en Facebook. —Abrí la boca tan sorprendida como ofendida.
—Es una basura.
—Lo es —Afirmó el americano—, pero lo quería.
Lo abracé de nuevo sin saber qué podría hacer para animarlo, pero por suerte él mismo me dio una idea.
—¿Por qué no me cuentas sobre tu noche y así me olvido de mi vida un ratito?
Le relaté con pelos y señales todo lo que había sucedido, desde que Alessandro me había sacado de arrastro del restaurante, hasta esa misma mañana, cuando había irrumpido en el baño. Nico reía, me miraba feliz y sonreía con malicia mientras repetía "parece que el hada madrina completó su misión..."
Escuchamos pasos detrás de nosotros y ambos volteamos para encontrarnos con el perfecto rostro de mi madre.
—¡Mamá! —Corrí a abrazarla y ella me llenó de besos.
—Mi vida, mi tesoro. ¡Estás preciosa! —Me miró fijamente y yo le sonreí—. ¡Te veo diferente, cielo! ¿Ha pasado algo? —Mi madre era muy perceptiva, pero yo era una experta en cambios de tema
—Me alegra que estés aquí, mamá —Ella me abrazó de nuevo contenta—. ¿Cuándo has llegado?
—Ayer a la noche. —Dijo poniéndose colorada y bajando la vista.
—¿Ayer? ¿Por qué no me avisaste? —Ella le dedicó una pequeña y vergonzosa sonrisa a Axel, que enrojeció también y le guiñó un ojo.
—Tenía... un asunto que resolver... —Conocía esa cara, la había visto en el espejo hacía sólo un momento; mi madre estaba enamorada; al fin podía estar con el hombre al que siempre había amado y estaba más preciosa y feliz que nunca—. Tu padre y yo nos hemos estado poniendo al día esta mañana. —dijo feliz tratando de cambiar de tema, pero no se le daba tan bien como a mí. Luis me sonrió desde atrás de ella y vi que a su lado estaba Gina, tan risueña como siempre.
—El grupo ha vuelto a reunirse —Dijo Luis—; y ahora es aún mejor porqué estamos completos. —Abrazó y besó a su esposa delicadamente en los labios haciéndome sonreír.
Si algún día llegaba a casarme, deseaba ser tan feliz como ellos.
Pensar en mi boda me trajo a la cabeza una nítida imagen de Alessandro, haciéndome reír avergonzada y llamando la atención de todos los presentes, sobre todo la de mi madre, que me miró con los ojos entrecerrados y una expresión de sospecha. Vi que iba a preguntarme algo al respecto, de modo que me adelanté poniendo la expresión más serena que pude:
—Tenemos muchas cosas de las que hablar, mamá. Tienes mucho que contarme. —Ella miró a Axel y él le sonrió y asintió levemente, tal vez infundiéndole ánimos.
—Te prometo que mañana te lo contaré todo, hija.
—¿Por qué no ahora? —quise saber.
—Prefiero que pasemos una navidad tranquila. No es que lo que te tengo que contar sea grave, pero a mí aún me afecta y... quiero pasar esta noche tranquila.
Mi padre me pidió con la mirada que lo aceptara y así lo hice, después de todo, había vivido diecisiete años sin saber la verdad sobre mi vida, por un día más no pasaría nada; además no quería que mi madre pasase una mala navidad y si lo que me tenía que contar le afectaba tanto, sabría esperar.
Alessandro bajó la escalera con gesto pensativo, intercambiando la mirada entre mi madre y yo. Los recuerdos de nuestra escenita en el baño volvieron a perturbar mi mente haciéndome enrojecer; él sonrió al ver mi cara roja pero luego vio a Nico en el sofá y le lanzó una mirada de rencor; el americano le guiñó un ojo divertido y se levantó para colocarse cerca de mí. La mirada del proyecto de pelirrojo vagó enfadada por la sala hasta dar con Axel; al verlo suspiró con frustración, seguramente preguntándose por qué estaba de nuevo en su casa.
—Niño, ven a conocer a Antonella —Lo apuró mi padre. Alessandro se acercó a ella y la saludó con educación sin dejar de mirarme de reojo—. Es la madre de Alejandra.
—Es un placer conocerla, señora. —Mi madre lo miró horrorizada y él buscó mi mirada para saber qué había hecho mal.
—¡Por favor, no me trates como si fuera una vieja! ¿Por qué todo el mundo me trata de "señora"? —preguntó volviéndose hacia Axel, dibujando en sus labios un pequeño puchero—. ¿Me veo vieja?
—Yo... lo lamento, no era mi intención —Se disculpó Alessandro.
—Estás preciosa, Anto. Exactamente igual a cuando te conocí. —Le aseguró el profesor.
Mi madre se puso roja como una chiquilla enamorada mientras que él la miraba con una adoración fuera de lo normal. Los ojos de ambos brillaban al encontrarse.
Alessandro los miró desconcertado.
—¿Me he perdido algo? —Susurró en mi oído, haciéndome estremecer.
—Mi madre y Axel fueron novios en la universidad —Le expliqué—. Luego mi madre tuvo que casarse con mi padre, pero seguía queriendo a Axel y ahora están juntos de nuevo. —resumí.
Pude escuchar cómo algo en el cerebro de Alessandro hacía "click". Señaló al profesór con el dedo índice y le dijo:
—¡Por eso ligabas con Daniella en el internado! —Lo miré horrorizada ¿De qué estaba hablando?—. ¡Es por que Daniella se parece mucho a su madre, y tiene más o menos la misma edad que ella cuando salisteis!
—¿Ligaste con mi hija? —Gruñó Luis.
—¡Axel...! —Gritó mi madre separándose de él.
—¡Yo no hice nada! —Se defendió él.
—Claro que sí. Te quedabas "hablando" con ella después de casa clase...
—Axel... —Le advirtió mi padre.
—¡Sólo para saber si estaba bien! ¿Por quién me tomáis?
—Por un viejo pervertido. —Zanjó Alessandro.
—¡Que no soy viejo! ¡Ni pervertido! —Yo era incapaz de hablar. Mi madre miraba a Axel con una ceja levantada, evaluando si mentía o decía la verdad mientras que Gina sujetaba a mi padre, que no necesitaba oír más explicaciones para matar a su amigo—. Quiero mucho a Dani, ¡pero como a una hija!
Vi cómo las mejillas de mi madre se teñían de rosa de nuevo y se lanzaba en brazos de Axel, que respiraba aliviado.
—¡Hey! ¡Alejandra es mi hija! —Protestó Luis.
—Podemos compartirla ¿no? —Pidió Axel.
—¿Qué soy? ¿Un trozo de carne? —me quejé divertida—. Tengo dos padres y dos madres ¿De acuerdo? —dije sonriéndole a Gina, que se llevó una mano al pecho antes de que sus ojos de aguaran por completo. Fui a su lado y la abracé con cariño. Era una gran mujer y una hermosa persona que se merecía que la considerase una segunda madre.
—Es una idea estupenda. —Aprobó mi padre mirándome orgulloso y uniéndose al abrazo.
—¡No nos dejéis fuera! —Mi madre, riendo, agarró a Alessandro y lo obligó a unirse, junto con Axel y Nico.
Tenía una nueva familia, extraña y un tanto caótica, pero me gustaba mucho.
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Hola zanahorios!! Aquí está el capítulo nuevo!
Decidme en los comentarios si os ha gustado y votad si es que sí!!!
Alessandro y Daniella se han besado!! y al pobre Nico le han roto el corazón. Antonella ha pasado la noche limando asperezas con Axel ;);) Y Luis y Gina están demasiado felices de que Daniella los considere a todos sus padres.
Además de eso, ¿por qué creéis que Alessandro entró en el baño?¿Fue a propósito o fue un accidente?? jejeje ¿Luis se creyó la mentirijilla de Alessandro o sospecha?
Contadme vuestras impresiones!!^^
Besos!
Alma.
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