Madrid - Jake

POV JAKE.

Ya habían pasado tres días desde que estaba en Madrid; tres días desde que estaba con Lucía, y tres días desde que Filipp tenía más cara de zombi que de humano.

Había sido muy emocionante para ambos tomar el avión con destino a la capital española y aparecer delante de la casa de las gemelas, claro que mi amigo no lo hacía por ellas, sino para encontrarse con Daniella.

Le había pedido a Lucía que me diese su dirección con la excusa de enviarle un regalo de navidad y cuando estuve frente a su jardín la llamé y le pedí que saliera de casa. Esperé con el corazón zumbando en mis odios y las manos temblando a que saliera por la puerta y cuando la vi sentí un fuerte y cálido estallido de energía atravesando mi pecho. Era mucho más guapa de lo que la cámara del ordenador me permitía apreciar. Una desproporcionada sonrisa se dibujó en mi rostro cuando vi que buscaba extrañada algún paquete que hubieran dejado en el porche de su casa.

—¡Lucía! —Su grito de alegría al verme me llenó de felicidad. Corrió hacia mí con una gran sonrisa y yo me lancé a por ella para fundimos en un gran abrazo.

—¡Jake! ¡Dios, estás aquí! ¡Estás aquí!

—Estoy aquí. —Afirmé sonriendo mientras le señalaba orgulloso a Filipp por donde me llegaba la cabeza de Lucía y él se reía levantándome el pulgar en señal de victoria.

Sólo le sacaba la altura de mi frente pero me sentí como todo un triunfador cuando aprecié esos pocos centímetros extra. ¡Me alegraba tanto de que saliese con unas botas planas y con los monstruosos tacones que había tenido la primera vez que nos vimos!

Su hermana y sus padres habían salido de casa al escucharla gritar pero poco me importaba que nos estuviesen observando, tenía algo importante que decirle.

—Lucía —Ella se separó un poco de mí y yo agarré sus delgadas manos. Me observó con sus preciosos ojos de color verde claro y a pesar del aire frío de finales de diciembre, sentí que me derretía—, me dijiste que no podía pedírtelo por teléfono, ni por Skype— La sonrisa de mi preciosa morena se amplió, bajó la mirada y se mordió el labio mientras asentía con la cabeza—; ahora estoy aquí, contigo —Ella asintió de nuevo y levantó los ojos hasta encontrarse con los míos; sus mejillas estaban teñidas de un adorable color rosa. Le sonreí y tomé aire para quitarme de encima ese gran matojo de nervios que sentía en el pecho—...¿Quieres salir conmigo?

—¡Claro! ¿A dónde vamos? —Le sonreí con malicia. Sólo ella podría bromear en un momento como este.

—Sabes que no hablo de eso. —Ella soltó una pequeña y traviesa risa.

—¿De qué hablas entonces? —Preguntó con fingida inocencia. Tomé aire de nuevo y lo solté lentamente.

—¿Quieres ser mi n..ia? —Pregunté a toda velocidad. Su padre me observaba desde la entrada con los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos entrecerrados.

—¿Cómo? Jake, no te he entendido bien. —¡Ay, pequeña demonia! Quería ponérmelo difícil, pero yo también sabía jugar a eso. La agarré por la cintura y la pegué a mí haciendo que emitiera un pequeño grito de sorpresa, pero enseguida me sonrió con picardía. Dejé mis labios a escasos centímetros de los suyos y ella los miró con deseo. Llevábamos tres meses hablando, conociéndonos, enamorándonos; tres meses esperando este momento. No había necesidad de preguntas; yo conocía su respuesta.

—Lucía, sé mi novia. —Ella sonrió y suprimió el espacio que separaba nuestros labios para darme un minuto de pura gloria.

Sentimos una forzada tos cercana y nos separamos. Miré a Filipp con rabia por habernos interrumpido y él me señaló con la mirada a los padres y la hermana de mi novia, que aún nos seguían observando. Lucía me miró divertida y me señaló a su familia con la cabeza antes de comenzar a caminar hacia ellos. Me quedé allí, estático, mirando con pánico la altura de aquel hombre que iba a ser mi suegro. Tragué saliva ruidosamente antes de sentir una amistosa palmada del rubio en el hombro.

—Vamos —Asentí y comencé a caminar hacia la gran casa de piedra clara—. Pensé que Lucía y tú ya erais pareja.

—Sí, pero no era oficial hasta ahora —Cuanto más nos acercábamos más podía apreciar como la oscura mirada del padre de Lucía se clavaba en mí haciendo que todos mis intestinos se retorciesen tratando de huir—. ¡Siento que mi noviazgo vaya a durar tan poco! —Susurré señalando a mi suegro con los ojos y haciendo reír a Filipp.

—Papá, mamá, os presento a Jake, mi novio. —Habló Lucía emocionada. Si no estuviera tan asustado al ver de cerca al enorme y cuadrado hombre que seguía escudriñando en mi persona como ave de rapiña observando un inocente ratoncito, habría saltado de emoción al escucharle llamarme novio. Filipp me dio un disimulado codazo haciéndome reaccionar.

—Mucho gusto señora Marie. —La madre de Lucía me sonrió con una sincera alegría y me dio dos sonoros besos.

—Jake, me alegro mucho de conocerte. Mi hija se ha pasado los últimos meses suspirando, de buen humor y tan dócil como una ovejita.

—¡Mamá! —Les sonreí. Marie tenía los ojos también verdes, pero los suyos eran aún más claros que los de su hija. Ahora tocaba lo difícil. Alfred. ¡Joder, era enorme! Lucía me había dicho que era entrenador personal, pero no imaginaba que sería tan... alto. Ambos nos miramos a los ojos y comprobé que los suyos eran de un marrón muy oscuro; agradecí al cielo que fuera Linzy quien tuviera sus ojos en vez de Lucía, por que mirar a mi novia y ver en ella la mirada de su padre habría sido traumatizante.

—Señor Alfred.... —Le tendí la mano y él levantó una ceja. Sentí un sudor frío recorriéndome la espalda hasta que de pronto él rompió a reír, dándome aún más miedo que antes. Tomó mi mano y la estrechó con la fuerza de una máquina de demolición.

—Ya tenía ganas de conocerte, muchacho. Mi pequeña está muy cambiada desde que te ha conocido. Vamos, ¡pasad! —Me dio una fuerte palmada en la espalda quitándome todo el aire de los pulmones. Pero me aguanté las lágrimas como un macho y me sonreí.

—Gracias...señor. —Grazné como pude. Él rió de nuevo y abrazando a su mujer entró en casa.

—¿Qué te parece? Es muy guapo. —Preguntó Marie riendo en un susurro no demasiado bajo.

—Parece buen chico, aunque me lo imaginaba más alto. —Me hundí en la miseria.

—Hey, Jake, ¿estás bien, tío? —Preguntó Filipp divertido al ver cómo me doblaba dolorido—. Creo que les has caído bien. —Rió. Lucía corrió a mi lado y me miró como si a ella también le hubiese dolido el golpe.

—¿Estás bien, cielo? —Me ayudó a ponerme derecho y yo respiré con fuerza.

—Creo... que tengo un trozo de pulmón en la garganta. A parte de eso, estoy bien. —Ella respiró aliviada. Me fijé en que su hermana, con el rostro gacho, miraba disimuladamente a Filipp cada pocos segundos. Le sonreí y ella se puso colorada—. ¿Qué tal Lizz?

—Hola, Jake.

—Traje a Filipp conmigo, espero que no os incomode. —Masajeé con cariño mi pobre mano.

—¡Claro que no! —Contestó Lucía saludando a mi amigo.

—Me alegro de volver a verte, Lizz.—Habló el rubio haciendo sonreír a mi futura cuñada.

—También yo. —Susurró ella. Miré a Lucía interrogante y ella asintió sin vacilar, comprendiendo perfectamente mi mirada. ¡Cuánto la adoraba!

Entramos en la cocina, donde los padres de las chicas nos esperaban con café y Cola-Cao. Nos sentamos a la mesa y, al parecer, por primera vez, Alfred notó a Filipp.

—¡Oh! ¿Y tú? ¿Eres el novio de Linzy? —Lizz escupió en el vaso el Cola-Cao que estaba bebiendo, escandalizando a su madre.

—¡Linzy!

—No —Rió el rubio—, soy sólo un amigo.

—...Ya veo —contestó mi futuro suegro mirando de reojo a su hija, que tenía la cara como un tomate—. Y ¿cuál es tu nombre, muchacho?

—Filipp, señor. —Miré asombrado como mi amigo le estrechaba la mano sin el menor síntoma de estrangulamiento.

—Podéis llamarme Fred —Sonrió él y Filipp asintió devolviéndole amistosamente la sonrisa—. ¿Vais a pasar las vacaciones aquí, chicos?

—Sólo un par de semanas, señor, no queremos ser una molestia. —contesté.

—No sois molestia alguna. Podéis quedaros el tiempo que queráis, siempre que vuestros padres estén al tanto, claro. —Intervino Marie con una pregunta en la mirada.

—Ellos saben que estamos aquí. —Les aseguró Filipp dejando más tranquila a la mujer.

—Bien, y ¿dónde os quedaréis? —Preguntó. Filipp y yo nos miramos reparando en que no habíamos pensado en ese pequeño detalle.

—...Buscaremos algún hotel cerca de aquí. Tal vez ustedes puedan indicarnos...

—¡Nada de eso! —Me interrumpió Fred—. Os quedaréis aquí.

—¿¡Aquí!? —Pregunté sorprendido. 

¿Me iba a dejar dormir en su casa? ¿En la casa de mi loca, traviesa y sexy novia, a la que no había podido besar más que una sola y corta vez? 

Ese hombre estaba loco.

—¿Aquí? —Preguntó Marie desconcertada mirando a su marido como si se lo hubiesen cambiado de repente.

—Sí, cariño; aquí, en la planta baja, en el cuarto de invitados, donde podemos vigilar que estén bien, y no en una apartada habitación de hotel, donde les podría pasar... cualquier cosa. —¡Ja! Era más listo de lo que pensaba. 

Lucía se golpeó la frente avergonzada al ver cómo su padre le guiñaba un ojo a Marie para que comprendiese el doble sentido de sus palabras.

—Oh... Sí, Fred tiene razón. Tanto ir y venir del hotel...os podría pasar cualquier cosa. Es mejor que os quedéis aquí. Eso sí, avisad a vuestros padres; yo misma puedo hablar con ellos si queréis.

Así se decidió y así fue. Minutos después Filipp y yo estábamos acomodados en la habitación de invitados, donde había dos camas pequeñas y un armario de buen tamaño.

Después de acomodar todo y de que las chicas nos enseñasen la casa, los cuatro salimos al jardín trasero, donde había un elegante cenador con una gran mesa y una parrilla de piedra. Nos sentamos alrededor de la mesa y Lucía me abrazó con fuerza.

—¡Estoy tan feliz de que estés aquí! —Le sonreí.

—Yo estoy contento de haber venido. —Lucía me sonrió, me dio un corto beso en los labios y apoyó la cabeza en mi hombro haciéndome sonreír y dejándome saber que para ella también era todo un reto alejarse de mí, pero sabíamos que no era correcto que nos emocionásemos delante de su hermana y mi amigo

—Chicas, ¿podríais decirme donde vive Daniella? —Preguntó el rubio.

—¡Claro! —Dijo mi novia divertida y señaló la casa de al lado—. Ahí mismo. —El rostro de Filipp se iluminó—. ¿Puedo saber por qué la curiosidad?

—Bueno, no he venido hasta aquí sólo para acompañar a Jake, vine también para verla a ella.

Supe que algo no iba bien en cuanto aprecié la mirada que se lanzaron las gemelas. Filipp estaba tan emocionando mirando la casa vecina que tardó más en fijarse pero cuando las vio agachar la mirada preguntó.

—¿Pasa algo?

—Es que... Daniella no... No está aquí. —Dijo Linzy.

—¿Cómo que no está aquí?... ¿Aquí en casa? ¿Aquí en Madrid? ¿Aquí...?

—Aquí, en España. —Filipp miró extrañado a Lucía.

—¿No vino a pasar aquí las vacaciones? —Ella negó con la cabeza.

—Se fue a conocer a su padre. —¿A su padre? Ambos las miramos sin entender.

—Pensaba que Nella no sabía quién era su padre. —Dije confundido.

—No lo conocía, pero sí sabía quién era. —Aclaró Lizz. Filipp tenía las cejas unidas en una expresión seria, tratando de entender.

—¿Dónde está entonces? —Preguntó. Las hermanas se miraron de nuevo.

—En... Italia. —Filipp se despeinó el pelo como tenía por costumbre siempre que estaba nervioso.

—Vaya.... Y pensar que estaría más cerca de ella si me hubiera ido a casa... No entiendo por qué no me dijo nada...

—Bueno, Filipp, ella tiene sus razones... sus muy buenas razones —Habló Lucía con expresión seria—, y estoy segura de que te lo contará todo. —Filipp me miró interrogante y yo encogí los hombros haciéndole saber que también eran también las primeras noticias que yo tenía al respecto. 

Lucía suspiró y tomó su teléfono móvil. Vi que buscaba en su lista de contactos hasta dar con el número de Daniella y la llamaba.

¿Lucía? —Escuché decir a Nella al otro lado del teléfono.

—Hola Nel, ¿cómo estás? —Filipp fijó la vista en el aparato de carcasa morada, tal vez intentando escuchar también lo que la rubia decía.

-—Bien. ¿Y por ahí...cómo va todo? —Lucía sonrió.

—Veo que ya lo sabes. ¿Qué hacemos?

—..¿Qué les habéis dicho?

—La verdad, que estás en Italia. —Lucía se movió un momento para acomodarse mejor, impidiéndome escuchar parte de la respuesta.

¿Filipp está ahí?

—Sí. Filipp. —Dijo tendiéndole el móvil.

—Rubia. ¿Dónde te andas escondiendo?.... Ya, eso me han dicho.... Qué cosas?...Entiendo...¿El veinticinco?.... Pero... Sí, sí que puedo, pero... Sí... Está bien... Nos vemos ahí.... Está bien...Te la paso. Hasta pronto, rubia. —¿Hasta pronto? Miré a Filipp interrogante pero él estaba muy concentrado en la madera oscura de la mesa.

—¿Todo bien, Nella? —Preguntó Lucía tan pronto agarró el teléfono.

Eso espero... ¿Vendréis el veinticinco?

—Sabes que no soy capaz de volar, pero tal vez vaya Linzy.

Está bien. Os quiero.

—Te queremos.

Desde ese momento y hasta hoy mismo, Filipp había estado con la expresión tan ausente como su espíritu. Me había dicho que Nella lo había invitado a una cena de navidad en su casa; al parecer, también las gemelas y yo estábamos invitados pero como Lucía tiene miedo a volar, nos quedaríamos en Madrid, a celebrar con sus padres.

Él se había quedado conmigo sólo porque sabía que no hubiera sido educado irse sin más después de que los padres de las chicas le habían invitado a quedarse en su casa, pero si bien su cuerpo estaba con nosotros en Madrid, yo sabía que su mente estaba a miles de kilómetros, en tierras italianas.

Ya era tarde cuando nos fuimos a cama esa noche. Habíamos visto una película con las gemelas en el salón, aunque estaba seguro de que si le preguntaba a Filipp de qué trataba no sabría decírmelo. Entendía que estuviese preocupado, enfadado incluso... pero su actitud comenzaba a cabrearme.

Primero; ¡no era para tanto! Daniella tenía algún tipo de secreto. Nunca nos había contado quién era su padre pero ¿se lo habíamos preguntado acaso? ¿Desde cuándo nos importaba eso? Estaba seguro de que ella tenía sus razones para no decirlo.

Segundo; me estaba fastidiando las vacaciones con mi novia. No tengo un corazón de piedra, y si veo que mi amigo está mal no soy capaz de olvidarlo y centrarme en Lucía.

Y tercero; veía cómo lo miraba Linzy. Ponía siempre esa expresión de dolor cuando veía que Filipp estaba en su mundo, que no la notaba. Había hablado con Lucía para confirmar lo que yo ya sabía; a Linzy le gustaba Filipp, y me encolerizaba que él siguiese empeñado en aclarar con Nella una situación que ya era más que obvia.

A Daniella le gustaba Alessandro, y aún no estaba seguro del todo, pero creía que él le correspondía. Todos creían que vivía en mi mundo prestándole atención sólo a Lucía, pero tenerla lejos y no querer nada con otras chicas me había permitido fijarme en cuanto le brillaban los ojos a la rubia cuando miraba a Alessandro o en las pequeñas diferencias cuando hablaba con él, como el nerviosismo, el tartamudeo o los colores en las mejillas; y también notaba el cambio que se había producido en nuestro amigo durante las últimas semanas, su expresión se había suavizado al igual que su carácter y podría jurar que incluso lo había visto sonreír un par de veces. No se lo había dicho a nadie, pero si Filipp no era capaz de verlo, era porque no quería.

Igual que las últimas tres noches, el rubio se metió en su cama y me dio la espalda. Yo me senté en la mía y lo miré fijamente. Era hora de hablar seriamente.

—¿Qué pasa, Jake? —Preguntó cansado aún sin moverse.

—Pasa que me estoy cansando, Filipp —Él se giró y me miró extrañado por mi tono serio. 

Yo siempre había sido, junto con Alan, el gracioso del grupo; siempre se nos veía de buen humor, bromeando y riendo, por eso, cuando nos veían serios, enseguida sabían que algo andaba mal. Filipp se sentó apoyado en el respaldo de la cama, suspiró y me indicó con la cabeza que le contara lo que me molestaba.

—¿Hasta cuándo piensas seguir con esa actitud, tío?—Lo acusé.

—¿Qué actitud? —Preguntó sin humor.

—¡Esa! Te pasas el día con cara de muerto mirando a la nada y ¿para qué? —Esperé, pero él no me contestó—. Filipp... Joder, Marie ya está pensando en llevarte a un médico; tienes a todo el mundo preocupado... Dime al menos qué te pasa para poder decirle si tienen o no razones para estarlo.

—...Es sólo... —Se despeinó los rizos y miró al techo buscando la forma de hablar. Lo entendía, no es fácil para un hombre hablar de sentimientos ni de cosas que nos preocupan... pero necesita soltarlo de una vez—. No sé, es que vine aquí para estar con ella... necesitaba que hablásemos de algo importante y ahora —Suspiró—...encontrarme con que no está aquí...fue un gran golpe.

—Pero vas a ir a verla pronto, ¿no?

—Lo sé pero... me siento decepcionado, ¿sabes? Contaba con que las cosas resultasen de otra manera.

—¿De qué manera, Fil? ¿Declarándole amor eterno y que ella te aceptase? Eso no iba a pasar. —Sí, estaba siendo duro, pero era momento de que mi amigo abriese los ojos.

—¿Crees que no lo sé? —Dijo con una amarga sonrisa—. ¿Crees que no me doy cuenta de lo que le pasa con Alessandro? —¿Él lo sabía?—. Sí, Jake, yo también me he dado cuenta. Y deberías haber visto la cara que me puso él cuando le dije que venía aquí para declararme de nuevo.

—¿No viniste para eso?

—Al principio sí, pero luego los vi... y ¿qué derecho tenía yo a reclamar algo que nunca me había pertenecido? Quise ser egoísta y decírselo a Nella igualmente, pero en el baile... —Dejó de hablar mientras miraba al vacío, logrando que me pusiera nervioso.

—¿Qué pasó en el baile, tío? ¡No es momento para crear atmósferas de suspense! —Filipp rió con sinceridad por primera vez en tres días.

—Alessandro y yo nos emborrachamos....

—¡No me digas! —Lo interrumpí resoplando divertido—. Me lo dices como si no hubiera tenido que cargarte desde el gimnasio hasta tu habitación.

—¿Enserio?

—¡Te lo aseguro! —Reímos aliviando la tensión que había en el ambiente.

—Vaya, lo siento, hermano. —Me tendió el puño y yo se lo choqué.

—Para eso estamos. ¿Qué me ibas a contar de ese día?

—Alessandro me dijo que la quería —Asentí. De modo que yo estaba en lo cierto, a él también le gustaba Daniella. Filipp me miró fijamente levantando una ceja—. Veo que no te extraña en absoluto. —Señaló.

—Lo que siente no, lo que sí me extraña es que lo haya dicho.

—Iba muy borracho, y también yo... Tal vez él ni se acuerde...

—Entiendo —Lo entendía, claro que lo entendía, pero ¿para qué había venido entonces a Madrid? Por acompañarme a mí no había sido, así que...—. ¿Qué querías decirle a Nella entonces?

—Quería que ella me lo dijera —Lo miré confundido—. Soy su amigo ¿no? Quería que me dijera que no quería estar conmigo porque le gusta Alessandro.

—Filipp, no tienes ningún derecho a exigir eso. Ella te dejó claro siempre que te quería como amigo; no te debe explicaciones.

—Lo sé, joder, lo sé —Dijo ocultando la cabeza bajo sus brazos, frustrado consigo mismo—. Yo sólo...¡necesitaba oírlo! Necesitaba escuchárlo para rendirme de una buena vez. ¡Dios! No sabes lo mal que me siento con Alessandro. ¡Es mi mejor amigo! Y la vida ha sido muy cruel con él, y llega ella y ¡"bum"! De pronto mi amigo sonríe. Joder, Jake, ¿sabes cuánto tiempo llevaba sin verlo levantar las putas comisuras? 

Nos quedamos en silencio un momento; sabía que Filipp necesitaba ordenar sus pensamientos. Después de una profunda respiración, alzó la vista y me miró a los ojos.

—Él se merece ser feliz... Además, ella también lo quiere. Hace tiempo que no tengo nada que hacer. —Habló con pesadez.

—Oye, tío, ¿qué ves en Daniella? —Me miró sin entender—. Sí, ¿qué te gusta de ella?

—Bueno... Es muy guapa, sus ojos son preciosos, y sus piernas... Además siempre sonríe y es muy graciosa, es buena y siente un gran apego por las cosas más insignificantes. Es genial. —Lo miré curioso.

—Eso podrías decirlo de cualquier amiga; a mí Daniella también me agrada por eso, porque es amable y se ríe de mis tonterías y es buena, muy buena. Es una tía genial. Y, por supuesto, también creo que tiene unos ojos y piernas bonitas, no soy ciego.

—¿A dónde quieres ir a parar, Jake?

—Creo que quieres a Daniella tanto como yo. Creo que te gustaba pero que luego ella te dijo lo que sentía por ti y empezaste a verla como a una amiga, una hermana pequeña y torpe a la que cuidar; y creo que cuando te diste cuenta de que ella se fijaba en Alessandro sacaste tu instinto protector de superhéroe y te resististe a dejarla ir. Te retorcías pensando en por qué él y no tú, en vez de darte cuenta de que tus sentimientos habían cambiado.

—Pero... yo la quiero.

—También yo, tío. También te quiero a ti, y a Alan y a Alina, pero a Lucía, a Lucía la amo, Filipp. Por Lucía sería todo lo egoísta que hiciese falta. Si tú también quisieras a mi novia, yo pelearía; seguro que me sentiría mal y un amigo horrible, pero a la hora de la verdad, pelearía y no la dejaría ir. Tú la dejaste desde que te dijo que te veía como amigo.

—Porque no importa cuánto me guste a mí si a ella no le gusto. —Se excusó.

—Te equivocas. Yo tuve que pelear mucho y ¡todo porque Lucía insistía en que era demasiado bajo! —Rió—. Sí, ríete, pero a ella no le gustaba y tuve que sacar todo mi encanto para que cambiara de opinión. ¿Por qué no abres los ojos y miras bien a tu alrededor, tío?

Filipp guardó silencio. Miraba con el ceño fruncido a la pared de enfrente, pensando en mis palabras cuando unos débiles golpes sonaron en la puerta.

Mi hermosa demonia asomó la cabeza mordiéndose el labio inferior con travesura. Mi corazón se aceleró nada más verla. Le sonreí y ella entró en la habitación dejándome ver su bata negra, que le llegaba por encima de las rodillas. Tragué saliva mientras la devoraba con la mirada de arriba abajo.

—Buenas noches —Susurró—. Jake, ¿vienes conmigo? —Miré el reloj y vi que eran las tres de la mañana.

—¿A esta hora? ¿A dónde, mi reina linda? —Dije abrazándola por la espalda y enrollando los brazos en su estrecha cintura.

—A dormir, Jake. —Susurró. La giré dejándola frente a mí y la miré con asombro. Su sonrisa juguetona me desarmó por completo.

—¿A...a ...a dormir?

—¡Claro, pervertido! ¿En qué estabas pensando?

—En...en nada —Mentí con voz ronca y ella rió—. Pero no puedo ir, Lu. Tu padre viene a vigilarnos dos veces cada noche. —Su loca sonrisa me asustó. ¿Qué tramaría?

—Por eso te traje un sustituto —Corrió feliz hacia la puerta y yo miré a Filipp que la miraba tan curioso como yo—. ¡Vamos! ¡Entra!

—¡No-no creo que sea buena idea, Lucía! —Mi novia tiró de su hermana hasta que la hizo entrar en la habitación. 

Comencé a reír mientras me llevaba las manos a la cabeza. Lucía estaba loca de remate, y por eso la amaba tanto.

—¡Claro que sí! A nosotras nos obligan a cerrar nuestra habitación desde dentro para que ellos no puedan subir, así que cuando papá compruebe nuestras puertas estarán cerradas y cuando entre aquí verá las dos camas ocupadas y se irá a dormir. —Explicaba mientras abría la cama y metía a su hermana dentro.

—Pero una de las habitaciones no se puede cerrar si no hay nadie dentro. —Observó Filipp.

—Sí, porque nuestras habitaciones están unidas por un balcón. La habitación de Lizz ya está cerrada, ella salió por la mía.

—Me obligaste a salir. —Reprochó ella hablando también bajo.

—Por favor hermanita. Papá no me deja un momento a solas con Jake en casa; ¡y cuando salimos os hace venir a vosotros de carabinas! ¡Por favor! Te juro que te compraré todo el helado de fresa que quieras si me haces este favor —Linzy la miró mal—. ¡Gracias! —Añadió sin dejarle hablar. Me agarró de la mano y me arrastró hacia la puerta. Miré la cara de asombro de Filipp que me preguntaba "¿De verdad vas a hacer esto?" y encogí los hombros divertido. Claro que lo haría, haría todo lo que Lucía me pidiera—. Pasad una buena noche. —Canturreó antes de cerrar la puerta.

Subimos corriendo las escaleras y cuando llegamos al pasillo, Lucía me pidió que caminara de puntillas hasta su habitación. Había salido de la mía tal cual estaba, sólo con el pantalón del pijama, y Lucía miraba mi pecho desnudo con deseo haciéndome sentir un fuerte calor.

Cuando entramos en la habitación, mi novia cerró con seguro la puerta y me detuvo cuando traté de encender la luz.

—Mi padre puede verla por debajo de la puerta y me pedirá que le abra. —Susurró. 

Asentí y alejé la mano del interruptor. No me importaba, la luz blanca de la luna que entraba por la ventana me bastaba para ver bien la preciosa sonrisa de mi morena.

Perdí el aliento cuando tiró de la cinta que sujetaba su bata y esta cayó lentamente, acariciando sus brazos y su espalda hasta terminar a sus pies en el suelo. Me sonrió desde su pequeño camisón, también negro, que cubría sólo un tercio de su pantorrilla, y yo tragué saliva con fuerza; mi pequeña demonia trataba de tentarme.

—Eres malvada. —Ella se mordió el labio inferior y se acercó a mí, me dio un casto beso en la mejilla y me miró con cara de angelito mientras batía sus espesas pestañas con inocencia antes de ir con un movimiento deliberadamente lento hasta la cama y meterse bajo las mantas.

—Buenas noches, guapo —La miré embobado. Ella rió divertida y habló con un sexy ronroneo—. ¿No vienes? —Sacó una pierna y la colocó por encima de las mantas, tentándome aún más.

Se me escapó una risa nerviosa.

Empecé a quererla mientras hablábamos y descubría su divertida forma de pensar sin darme cuenta de que cada día la necesitaba más, cada día anisiaba más hablar con ella, la extrañaba. Me enamoré de ella día tras día; adoraba su sonrisa, sus palabras, su carácter atrevido y directo, sus gustos, sus miedos, adoraba todo de ella sin creer que fuese posible amarla más. Y en ese momento, después de tres días a su lado, viendo la gracia y energía con la que se movía su pequeño cuerpo, su manía de morderse el labio antes de decir o cometer alguna travesura, apreciando directamente cómo me miraba, cómo le lamía el labio inferiór después de beber o cómo se colocaba el pelo detrás de la oreja izquierda antes de decir algo importante, la amaba aún más.

"Traviesa demonia, me vuelves loco."

Me acomodé a su lado y ella se me acercó, dejándome sentir su pecho sobre mi brazo. Un fuerte torrente de calor me recorrió el cuerpo.

"No lleva sujetador. ¡No lleva sujetador!"

—Jake, es la primera vez que estamos tú y yo solos... —Me aclaré desesperado la garganta haciéndola reír.

—S-sí... —No sabía por qué me estaba comportando así. Yo era todo un hombre, un macho alfa, un tigre, un...

—No deberíamos desperdiciar la noche durmiendo. 

Y el gran tigre se transformó en flan.

Iba a ser una noche muy larga.

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Holaaa Zanahorios!

Contadme en los comentarios qué os ha parecido el capí! Recordábais que Filipp y Jake se habían ido a Madrid?? Qué os parece Jake?? Creéis que tiene razón sobre lo que le dijo a Filipp o se equivoca? Votad si os ha gustado!!^^

En el próximo capi descubriremos qué tal le irá a Lizz en la habitación de invitados ;) ¡No os lo perdáis!

Recordad que tengo Facebook, donde me podéis seguir si os apetece ver fotos y cosillas de la historia^^

Besos!

Alma.

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