Madrid - Filipp
POV FILIPP.
Iba a matar a Jake.
¿Cómo podía dejarse llevar tan fácilmente por esa loca novia suya? Suspiré. Lo cierto era que Lucía me caía muy bien; ella y Jake hacían una pareja perfecta.
Aún tenía las palabras del castaño resonando en mi cabeza. ¿Estaría en lo cierto sobre mis sentimientos por Daniella? En seguida me di cuenta de que no conocía la respuesta y eso me frustraba demasiado.
—Filipp —Giré la cabeza y vi a Linzy casi completamente oculta bajo las mantas. Sus ojos oscuros miraban avergonzados hacia la mesilla de noche que separaba nuestras camas—. Lo siento mucho si esto es demasiado incómodo para ti... ¡Yo no quería...! Mi hermana es una causa perdida.
—No te preocupes —Sonreí—. Estoy seguro de que serás mejor compañera de habitación que Jake, a menos que tú también ronques.
—¡No! ¡Yo no ronco! —Dijo sonrojándose y yo reí.
—Era broma, Lizz —Ella se escondió aún más haciéndome sonreír de nuevo—. Tu padre no tardará en venir. —Advertí divertido colocando la mano sobre el interruptor. Ella asintió y yo apagué la luz.
Ambos nos quedamos en silencio. Por alguna razón la oscuridad había creado un extraño y eléctrico ambiente. Sentí la suave respiración de Linzy y al fin caí en la cuenta de que estaba durmiendo a sólo un metro de una chica. Me reí de mi estupidez en silencio; ¿qué pasaba conmigo?
—¿Filipp, estás dormido? —Susurró la morena. No pude evitar sonreír de nuevo.
—No.
—Oye... ¿te encuentras bien? —Giré la cabeza hacia ella aunque no veía más que penumbra.
La preocupación de su voz me hizo pensar de nuevo en las palabras de Jake; ¿tan ausente me habían notado? Había participado con ellos en todas las actividades que habían hecho; habíamos caminado por la urbanización, habíamos hecho una barbacoa, visto alguna película y jugado a varios juegos; había intentado tener buena cara y sin embargo, los había preocupado a todos.
—Sí, estoy bien. Perdonadme si he estado algo distraído estos días, no quería preocuparos.
—Está bien, siempre que no te ocurra nada malo... Todos tenemos derecho a dedicarnos algún momento a nosotros mismos. —Asentí como un tonto hasta que recordé que ella no podía verme.
—Sí. A veces es necesario.
Un pequeño golpe en la puerta nos sobresaltó. Escuché como Lizz se escurría entre las sábanas, seguramente tapándose y yo la imité. Me quedé inmóvil y con los ojos cerrados tratando de respirar lo más profundamente posible. Escuché el "clic" del interruptor y sentí la luz encendida a través de mis párpados. Fred contempló las camas durante unos breves segundos y luego, con un suspiro, apagó la luz y se fue.
Linzy y yo permanecimos en silencio durante unos minutos más. Su padre no volvería hasta la mañana siguiente, pero no podíamos estar seguros de si había visto algo sospechoso o no. Prendí la luz para asegurarme de que no se hubiera quedado en la habitación. Aparentemente estaba vacía.
Salí de la cama y me agaché para comprobar que no se hubiese metido debajo, luego registré el armario y respiré aliviado cuando comprobé que no estaba. Cuando volteé, me encontré con los curiosos ojos de Linzy.
—¿Qué haces? —Susurró.
—Compruebo que tu padre no se haya escondido —Ella me miró con incredulidad—. ¡Hey! ¡La primera noche que pasamos aquí se escondió bajo esa cama —Señalé la suya y ella se inclinó brevemente a mirar debajo—, y casi nos da un infarto cuando Jake se levantó para ir al baño y tu padre le agarró el pie gritando "¿A dónde crees que vas?"
Lizz escondió la boca detrás de sus manos avergonzada.
—¿De verdad hizo eso? —Asentí y ella rompió a reír—. ¡Mi padre es demasiado! —Me metí en la cama y le sonreí.
—Es un buen hombre. La verdad es que nos cae muy bien.
Continuamos hablando durante un buen rato y descubrí que Linzy era una chica muy inteligente, era también divertida, aunque de una forma distinta a la de su hermana, era más callada pero siempre lograba decir el comentario indicado en el momento más apropiado. Le gustaba escuchar, aprender, y sus penetrantes ojos color café lo observaban todo queriendo captar el más mínimo detalle.
Le hablaba del instituto cuando la miré y vi que se había dormido. Le sonreí antes de apagar la luz y dormirme también.
Por la mañana me despertaron unos estruendosos ronquidos. Salté de la cama asustado de que semejante ruido pudiese salir de un cuerpo tan pequeño como era el de Linzy. ¿Se estaría ahogando? Me acerqué a su cama y vi el pelo castaño y de punta de mi amigo Jake. Respiré aliviado antes de agarrar mi almohada y darle con ella con todas mis fuerzas.
—¡No, señor! ¡No hice nada con su hija! —Gritó. Lo miré divertido.
—¿Qué dices?
—¿Filipp? ¿¡Estás loco!? ¡Casi me matas del susto! —Agarró su almohada y me golpeó con ella.
—¿Yo? ¡Pensé que había un terremoto por culpa de tus ronquidos! —Lo golpeé de nuevo y él me devolvió el golpe.
—¡Tío! ¡Por Dios, me muero de sueño! —Le aticé de nuevo.
—Haber dormido más anoche. —Me golpeó de nuevo ordenándome que lo dejase dormir y yo le devolví cada almohadazo que me daba.
Nos detuvimos cuando escuchamos una tos seca que venía desde la puerta. Nos giramos para encontrarnos a Fred con medio cuerpo en la habitación, observándonos con una cara extraña.
—Marie ya está preparando el desayuno, venid cuando terminéis de hacer... lo que fuera que estuvierais haciendo. —Cerró la puerta y Jake hundió cómicamente la cabeza en la almohada.
—Me odia. —Reí.
—Yo creo que le caes bien, aunque no sé si seguirá así cuando sepa lo que le hiciste a su hija. —El castaño levantó la cabeza dejándome ver sus mejillas completamente rojas.
—¿Yo? Yo sólo fui una víctima de esa pequeña demonia.
—¡Por supuesto! —Me burlé.
—¿Tengo yo la culpa de que sea tan sexy? —Sus ojos brillaban con amor y orgullo. Reí y le di un leve puñetazo en el hombro—. ¡Hey! ¿Qué tal tu noche con Linzy?
—Más tranquila que la tuya, desde luego —Me enseñó el dedo del medio y me llamó envidioso. Yo reí—. Linzy es muy lista, divertida y es muy graciosa. Me ha gustado conocerla un poco más.
—¿Y por qué no lo sigues haciendo?
—¿El qué?
—Conocer a Linzy. Es decir, yo estoy con Lu y ahora que tú has vuelto de entre los muertos, preferiría que no volvieras al "Más allá", así que por qué no te diviertes un poco, charlas con Lizz, os conocéis mientras nosotros hacemos vida de pareja y aparcas tus problemas por unos días. —Su amplia sonrisa me hacía pensar que algo andaba tramando.
—¿Intentas que mantenga a Lizz alejada para que puedas seguir dándole al tema con Lucía? —Jake me miró horrorizado.
—¡Que poco romántico eres! Primero, a mi novia le hago el amor, no le "doy al tema" —Yo reí—, y segundo... —Me miró fijamente durante unos segundos. Algo tramaba—. Sí, es cierto. Quiero que Lizz y tú nos dejéis algún momento a solas. ¡Hace tres meses que quiero estar con ella! ¿Podría ser? —Lo miré dudoso pero finalmente cedí, después de todo, su argumento era más que lógico.
Nos duchamos, nos vestimos y entramos en la cocina, donde ya esperaban Lizz y sus padres. Nos sentamos a la mesa junto con Linzy, que me sonrió con dulzura poniéndose colorada.
—Buenos días. —Dije devolviéndole la sonrisa.
—Buenos días. —Susurró ella con vergüenza.
—Buenos días chicos —Saludó Marie llena de energía mientras partía por la mitad unas cuantas naranjas—. Lizz, ve a llamar a tu hermana. ¡No sé por qué duerme tanto hoy! —Linzy se levantó sin mediar palabra y caminó hacia las escaleras. Un rato después bajó y se sentó de nuevo a mi lado.
—Viene enseguida. —Informó. Su madre nos entregó unos grandes tazones de leche y colocó sobre la mesa todo tipo de complementos para el desayuno.
Vi como Lizz tomaba contenta una tostada y la untaba con Nocilla, luego tomaba otra y le echaba mermelada de fresa, las unía dejando la mermelada por encima y mordía su extraña mezcla con una gran sonrisa. Se sonrojó al percatarse de que la observaba.
—¿Está bueno? —Pregunté, tratando de no reír.
—Bueno... A mí me gusta. ¿Quieres probar? —Dejó el experimento sobre su plato y agarró otra tostada.
Tomé las suyas y las mordí antes de que me comenzase a preparar otro de esos. La mezcla estaba realmente buena, era dulce y la fresa y el chocolate combinaban a la perfección. Le di otro bocado ante la atenta mirada de la morena que me observaba con la boca abierta.
—Está rico —Afirmé y le di un tercer bocado. Ella me miró fingiendo enfado—. ¿Qué?
—¡Ese sándwich era mío!
—No —Señalé la tostada que tenía en la mano—, ese es el tuyo.
Ella rió divertida y comenzó de nuevo a preparar su extraño, dulce y especial sándwich. Lucía irrumpió en la cocina con cara de sueño pero tremendamente feliz, le guiñó un ojo a su novio y se sentó a su lado pidiéndole a su madre café.
—He pensado que hoy podríamos ir al centro comercial. —Dijo contenta.
—¿Quieres llevarnos de compras?
—No, Jake. Allí hay cine, bolera, restaurantes, heladerías, pista de patinaje... —Jake asintió complacido.
—Entonces me apunto.
—Linzy y Filipp irán con vosotros. —Les recordó Marie enseguida.
—Claro, no hay problema. —La tierna parejita se sonrió con complicidad. ¿Qué estarían tramando ese par?
Pasamos la mañana planeando la salida y después de comer, Fred nos dejó el centro comercial recordándonos que vendría a buscarnos a las once de la noche. Habíamos decidido que lo primero que haríamos sería ir a la sala de juegos así que las gemelas nos guiaron hasta ella. Antes de llegar Lucía nos paró a todos y miró a su hermana con las cejas levantadas; Linzy suspiró e hizo un gracioso puchero con los labios.
—No, Lucía.
—¡Venga, Lizz! ¡Divierte un poco! ¡Además, eso que nos ahorramos!
—¿Qué hay de malo en pagar?
—Así es más divertido —Le decía mientras la empujaba—. ¡Venga! —Linzy se soltó gruñendo y avanzó hasta la taquilla donde un chico, dos o tres años mayor que nosotros, la recibió con una sonrisa demasiado amplia.
—¿Qué ocurre? —Pregunté a Lucía que sonreía con malicia y diversión.
—¡Oh! Es que Mat está colado por mi hermana, y si ella va a hablar con él tendremos fichas gratis.
Miré de nuevo a ese tal Mat que reía animado mientras que la morena miraba avergonzada sus botas blancas, segundos después levantó la vista y nos llamó con la mano. Lucía corrió a su lado sonriendo.
—¿Qué tal, Mateo?
—Lucía, cuanto tiempo. ¿Venís con unos amigos?
—No exactamente; él es mi novio, Jake —Mateo le estrechó la mano y luego me miró a mí con cierto temor y sospecha.
—¿Y tú eres...?
—Filipp —Le estreché la mano y él levantó las cejas exigiendo más información—. Un amigo de las chicas.
Él sonrió conforme dejándome claro que temía que fuese la pareja de Linzy. Vi cómo rebuscaba bajo su mesa y le entregaba a la morena un recipiente de plástico lleno de fichas de distintos colores.
—Pásalo bien —Le guiñó un ojo y Lizz le dio las gracias agachando la cabeza una vez más.
Lucía agarró contenta un puñado de fichas y dándole las gracias al muchacho salió disparada con Jake hacia el interior del local.
Linzy negaba con la cabeza avergonzada mientras que su amigo de pelo punta y piercing en la ceja le sonreía desde la taquilla.
—¡Oye, Linzy! Avísame cualquier día que estés libre y te invito a un batido de chocolate. —Ella le sonrió avergonzada.
—De acuerdo.
Caminamos hacia el interior de la sala, donde Jake y Lucía ya estaban pasándoselo en grande haciendo una carrera de motos. Miré a Linzy que observaba con preocupación todas las máquinas que había a su alrededor.
—¿A qué quieres jugar? —Pregunté agachándome hasta la altura de su oreja para que me escuchase a pesar de la música y pitidos de cada juego.
La tenue luz azulada no me dejaba ver bien el color de sus mejillas, pero estaba casi seguro de que estarían ruborizadas en ese momento. Se quedó pensativa durante unos segundos hasta que finalmente señaló una máquina que se llamaba "Start Dance". Yo reí nervioso.
—¿Hay que bailar? —Ella asintió divertida y caminó hasta el aparato para meter una ficha y programar el juego para competir contra mí.
Me miró con una bonita sonrisa, esperando para que eligiese con ella la canción que bailaríamos. Elegí una al azar ya que no conocía ningún título y empezó el juego.
Después de tres canciones, estaba más que claro que esa máquina estaba hecha para mí. Mi entrenamiento de baloncesto me ayudaba a tener agilidad y, aunque no me movía con la misma gracia que Linzy, llegaba siempre a tiempo a pisar la flecha adecuada cuando la pantalla me lo ordenaba.
—¡Lo haces muy bien! —Dijo ella divertida cuando terminó la partida.
—Tu tono de asombro me ofende —Protesté haciéndola reír.
Observé el cuidado con el que se colocaba su gorro de lana blanco, sacando algunos mechones de cabello y escondiendo otros. Lucía había protestado esa tarde por la obsesión que su hermana tenía con los gorros, pero a mí me gustaba cómo le quedaba.
—¿Te parece si jugamos ahora a otro?
—Claro.
Pasamos por varios juegos hasta que encontré uno con el que Alessandro y yo solíamos competir mucho en Italia. La llevé hasta la gran pantalla que ponía "Zombie attack", metí una ficha y agarré una de las pistolas que había para jugar. Linzy miró la otra arma dudosa y luego me miró a mí.
—¿Vamos a... matar zombies? —Asentí y ella tragó saliva. Tomó la pistola y se colocó a mi lado.
La pantalla se quedó completamente negra y de sus potentes altavoces salía una música fría y tétrica que junto con la oscuridad de la sala, incluso a mí me ponía los pelos de punta. De repente un zombie de aspecto realmente asqueroso salió al primer plano haciendo que Lizz saltase hacia atrás con un pequeño grito.
—Son sólo las instrucciones, Lizz —Me burlé mientras echaba un vistazo a las letras verdes que aparecían y desaparecían con rapidez, pero ella ya estaba con la pistola en alto disparando a todo lo que se movía por la pantalla. La miré divertido—. Aun no empezó el juego. —Le repetí riendo. Ella me miró dudosa pero finalmente bajó el arma.
El juego comenzó cuando Lizz y yo entramos en un edificio en ruinas; le pedí que tuviese cuidado de no dispararme a mí, que atacase sólo a los zombies, pero en cuanto escuchó el primer ruido extraño, comenzó a disparar sin piedad con tan buena suerte que una de las balas atravesó la cabeza de mi personaje. Había sido tan rápido que ambos mirábamos la pantalla sin poder creerlo.
Lizz miraba horrorizada las letras que le recordaban "Ahora estás solo" y acto seguido una maléfica carcajada brotó de los altavoces haciendo que ella levantase su arma de suevo. Comencé a reír sin poder evitarlo mientras colgaba la pistola en su lugar.
—Tienes buena puntería. Hazlo igual con los zombies y no tendrás problemas.
Al principio todo iba bien, los muertos vivientes salían de uno en uno o por parejas y Linzy les disparaba como loca, gritando si se le acercaban demasiado, pero pronto comenzaron a aparecer más y en grupos mayores, y la musiquilla del juego se volvía más lenta para asustar a la chica con los repentinos tonos agudos que surgían cuando algún zombie aparecía de repente.
—¡Me van a comer! ¡Me van a comer! —Un grupo de zombies había salido de detrás de una puerta cercana y ella corría con su personaje mientras la perseguían. La miré tan sorprendido como divertido.
—Linzy, sólo es un juego —Ella gritó y comenzó a disparar sin pausa y con los ojos cerrados, llamando la atención de los demás jugadores de la sala.
Reí y me coloqué tras ella, agarré su cintura y la mano donde tenía la pistola; ella se estremeció y me miró sorprendida.
—No dejaré que te coman. —Le prometí, y en menos de dos minutos habíamos llegado a la azotea del edificio, matado a todos los no muertos y éramos recogidos por un helicóptero.
—Veo que lo estáis pasando bien —Me giré y vi que Jake y Lucía nos observaban con una amplia sonrisa. Solté la pequeña cintura de Lizz y me di cuenta entonces del calor que sentía—. ¿Vamos a tomar algo?
Salimos de la sala y Linzy fue a devolverle a Mateo las fichas que no habíamos usado. Lucía y Jake estaban a un lado, comiéndose a besos y sonriéndose como tontos. Aparté la mirada rápidamente, tratando de darles privacidad y mi vista fue a dar con el perfil de la morena, que seguía hablando en la taquilla; era pequeña y menuda, pero tenía unas bonitas curvas; sus pantalones vaqueros, apretados hasta la rodilla, resaltaban su trasero y su jersey rosa dejaba que se apreciase que no estaba para nada plana. La miré cuando se despedía de su amigo y caminaba hacia nosotros con una gran sonrisa y las mejillas coloradas.
Tenía el cabello largo, moreno y ondulado, y su piel estaba ligeramente bronceada. Sus labios no eran ni demasiado finos ni demasiado gruesos, eran perfectos; sus ojos almendrados eran de un penetrante color café y estaban rodeados de una espesa y oscura capa de pestañas...
Aparté los ojos cuando me di cuenta de que la miraba casi sin pestañear.
—¿A dónde vamos? —Preguntó a su hermana y a mi amigo, que ya habían terminado el banquete por el momento.
—Hemos pensado que podríamos ir primero al cine, y a tomar algo después. Empieza una nueva sesión en un ratito.
—Por supuesto. —Reí.
Película, oscuridad, y el banquete comenzaría de nuevo.
Caminábamos hacia el cine cuando vi que Linzy corría hacia el interior de una tienda.
—¿¡Otro más!? —Protestó Lucía cuando vio que su hermana agarraba un gorro de lana gris oscura y se lo probaba—. ¡Linzy! ¡Ya tienes suficientes gorros! —Gritó llamando la atención de toda la gente que nos rodeaba.
Al parecer en algo sí que se parecían.
Linzy le enseñó la lengua, pero dejó el gorro en su lugar poniendo cara de pena. Volvió junto a mí y suspiró mientras caminábamos de nuevo.
—Veo que te gustan los gorros. —Ella asintió.
—Los necesita en invierno porque con la humedad su pelo se vuelve loco —Explicó Lucía provocando que su hermana la mirase enfadada—. ¿Qué? Es cierto.
Lizz suspiró de nuevo y por algún motivo no pude seguir andando.
—Tengo que ir al baño. Comprad mi entrada y algo para beber. Nos vemos en la fila. —Le entregué a Jake dinero y caminé lentamente hacia el lado opuesto al suyo; me giré y comprobé que ya no estaban a la vista así que entré en la tienda donde había estado Linzy y compré el gorro que le había visto probarse.
No sabía exactamente por qué lo estaba haciendo; sólo quería verla sonreír.
Llegué junto a ellos justo a tiempo para pasar a la sala tres, donde veríamos una película de terror. Lucía y Jake se sentaron juntos con un gran paquete de palomitas con el que la pelinegra estaba demasiado emocionada, y Linzy se sentó a mi lado, apretando con fuerza una barrita de chocolate rellena de caramelo.
—Lizz, la estás estrujando —Ella me miró temerosa, mordiéndose el labio inferior, y yo sentí una extraña corriente en la columna—. ¿Pasa algo? —Susurré.
—No me gustan las películas de miedo. —Reí sin poder evitarlo y ella me miró ofendida.
—No pasará nada, seguro que no da tanto miedo.
Una hora después tenía la cabeza de Linzy tan enterrada en el hombro y sus uñas tan aferradas a mi brazo, que temía que me lo arrancara. Gritaba sólo porque en la película lo hacían y saltaba cada vez que escuchaba un sonido demasiado fuerte. Yo sólo podía tratar de no reír. La separé un poco de mi brazo y se lo coloqué sobre los hombros; inmediatamente ella ocultó la cabeza contra mi pecho.
—¿Quieres que salgamos? —Susurré.
—Pero te perderás el final. —Sonreí.
—No importa, Jake me lo contará. ¿Vamos? —Ella asintió y salió de la sala aferrada a mi mano y sin levantar la vista del piso. Cuando la vi a la luz, me preocupé al ver el tono pálido que bañaba su piel— . Lizz, ¿estás bien?
—Sí. Las películas de miedo no son para mí, eso es todo.
Quería que se sintiera bien, que sonriera, de modo que le entregué la bolsa negra donde venía el gorro de lana. Ella me miró extrañada.
—Es para ti. —Su cara se iluminó al ver el gorro. Me miró feliz y sus mejillas volvieron a tomar un bonito tono rosa.
—¡Gracias, Filipp! No-no tenías por qué.... —Le sonreí mientras ella se quitaba su gorro blanco y se ponía el que yo le acababa de dar—. ¿Qué tal? —Preguntó al ver que aún la miraba.
—Te queda muy bien. —Me sonrió agachando la cabeza avergonzada.
Caminamos por el centro comercial mientras que la película no terminaba; paseábamos tranquilos y con un agradable silencio, lo cual me hacía penar en las diferencias que Lizz tenía con su hermana gemela. ¿Cómo podían parecerse tanto y ser tan distintas? Lucía era muy charlatana y abierta con la gente, mientras que Linzy era más callada y tímida; me había fijado también en que Lucía siempre vestía con colores oscuros, mientras que Lizz prefería los claros, y en que Lucía adoraba las palomitas y los snacks salados, mientras que su hermana se decantaba por los bombones y las mermeladas.
Vi como la morena sonreía al ver de lejos un cachorro que brincaba en una de las jaulas de una tienda de animales. Sí, Linzy era muy diferente a su hermana; Lucía era una guerrera, mientras que Linzy era pura dulzura, era más reflexiva y nunca se hacía notar, sin embargo, era imposible no notarla. Me di cuenta de que varios chicos se paraban a mirarla, y alguno incluso le guiñaba un ojo. Me fijé detenidamente en ella, era guapa, pero no tenía una belleza sobrenatural ni un cuerpo de curvas extremas cual modelo de revista. A simple vista era sólo una chica corriente, pero tenía algo; algo que hacía que no pudieses dejar de mirarla, algo que te hacía sonreír al son de su sonrisa, algo que te hipnotizaba, que te atrapaba.
Fuimos a la tienda de animales y Linzy enloqueció por el pequeño caniche blanco.
—Se parece a ti. —La miré sorprendido, sintiendo mi cara arder de repente. No sabía si parecerme a un perro era algo bueno, pero por la forma en la que ella acariciaba y mimaba al animal, no creía que fuera tan malo.
—¿En qué?
—Bueno, tiene el pelo rizado, y claro, y es muy lindo. —Enrojecí aún más.
No pude evitar llevarme la mano a la cabeza y despeinarme; era algo así como un tic nervioso que siempre había tenido. Ella seguía jugando tranquila con el cachorro y yo me agaché a su lado.
El perrito se me acercó y comenzó a morder contento una de las mangas de mi camisa.
—Creo que no le gusto.
—¡Claro que sí! Sólo quiere jugar contigo. —Sus ojos brillaban con alegría hechizándome, provocando que la mirase embobado.
Lucía le envió un mensaje avisándola de que habían salido ya del cine y que estaban esperándonos en una cafetería, así que se levantó para salir de la tienda y yo la seguí; el pequeño animalillo ladró pidiéndonos que volviéramos y Linzy le echó una última ojeada tristona y salió sin mirar atrás.
—¿Estás bien? —Pregunté.
—Me pone triste dejarlo. —Contestó con una pequeña y triste sonrisa. Le sonreí y la abracé.
Fue un abrazo impulsivo, irracional. Simplemente me apetecía estrecharla en mis brazos.
Cuando la solté tenía la cara del mismo color que su jersey, y debía admitir, que estaba preciosa; me miró con ojos brillantes antes de volver la vista al suelo y caminar en silencio hasta la cafetería donde la pareja nos esperaba.
—¡Filipp, tío! ¡Te perdiste un final apoteósico! La forma en la que el tipo le arrancó el corazón a la chica y se lo comió... —Vi que Linzy lo miraba horrorizada y lo callé.
—Genial, Jake. Me lo cuentas a la noche —Él me miró extrañado y luego miró a su novia, que le sonrió y le susurró que Linzy era muy miedosa. El castaño abrió la boca comprendiendo y me levantó el pulgar mientras me guiñaba un ojo—. ¿Qué quieres tomar, Lizz?
—Un batido de fresa especial para Lizz. —Sonrió el camarero mientras colocaba delante de ella una copa rosa con sirope de chocolate en el fondo.
—Gracias Carlos. —Sonrió Linzy. Él le guiñó un ojo mientras colocaba en la mesa las bebidas de los demás.
—Te pedí un Latte. —Me informó el castaño, pero yo estaba demasiado ocupado viendo como el tal Carlos miraba embelesado a Linzy, que agarraba con su pajita el chocolate y lo comía con una gran sonrisa.
—A Carlos también le gusta Linzy. —Me dijo Lucía con cierta malicia una vez que este se fue.
—Sólo hace su trabajo. —Le reprochó su hermana, pero Lucía negó mirando hacia mí, recalcándome que al camarero sí le gustaba la morena, hecho que, por alguna razón, me molestó en lo más hondo de mi mente.
Definitivamente ella tenía algo que atrapaba a la gente, que me atrapaba a mí.
Los días pasaron sin que apenas me diese cuenta. Lucía y Jake pasaban solos todo el tiempo que podían, lo cual incluía alguna que otra noche, y yo estaba con Linzy.
Gracias a una de esas noches, y a los traicioneros botones de su pijama, había descubierto un bonito lunar en su pecho derecho que me había estado perturbando cada vez que me acordaba de él. Cada día me sentía más fascinado por ella. Se había relajado mucho más conmigo y manteníamos largas, interesantes y divertidas conversaciones, pasando de un tema a otro con naturalidad y sin cansarnos jamás. Le había enseñado las reglas del baloncesto y habíamos descubierto que se le daba bien, de hecho, había realizado un par de tiros que me habían impresionado. También habíamos vuelto a la discoteca donde nos habíamos conocido, y me había estado fijando en cómo la miraban los demás y en lo tímida que volvía a ser en cuanto estaba rodeada de desconocidos.
Ella había ocupado toda mi mente durante esas breves vacaciones, hasta que en la tarde del veinticuatro de diciembre, Jake me recordó que tenía un viaje pendiente.
—Filipp, ¿recuerdas que mañana te esperan en Sicilia?
¡Daniella! Tenía que hablar con ella. Tenía que saber qué sentía por ella, pero me aliviaba comprobar que ya no me dolía saber lo que ella sentía por mí; hacía ya mucho que no me dolía, pero no me había dado cuenta.
—Sí. Lo sé —Además de aclarar mis sentimientos, tenía que saber qué era lo que mi amiga me ocultaba. Por suerte había reservado el billete de ida por internet el mismo día que la rubia me había invitado, porque en ese momento tenía algo más importante que hacer—. Jake, ¿me acompañas al centro? Hay algo que quiero comprar. —Tendría que consultarlo con Fred y Marie, pero no creía que hubiese problemas.
—¿Tú también? —Me golpeó amistosamente el hombro—. Llamaré a un taxi, es mejor que Fred no sepa lo que le voy a regalar a Lucía.
—Jake, ¿qué...? —El castaño sonrió con picardía—. No, déjalo. No quiero saberlo.
Acabábamos de llegar a casa cuando las chicas nos llamaron desde el salón familiar, les dijimos que había tenido que ir a comprar mi billete de avión y Linzy me dio la buena noticia de que ella iría a Sicilia conmigo. Mientras sus padres hacían la cena, estuvimos contando historias y bebiendo chocolate caliente con nata, iluminados por las luces del árbol de plástico que Marie había colocado dos días atrás.
—Chicas —Cortó Jake de repente—. ¿No escuchasteis eso? —La sonrisa de Linzy se apagó rápidamente.
—Yo no escucho nada, cielo. —Dijo Lucía tranquila. Jake se quedó otro momento en silencio, haciendo que escuchaba.
—¡Ahí! ¿No lo oíste? —Lizz se encogió. Había descubierto que era realmente miedosa y sólo la cara de Jake fingiendo una mezcla de extrañeza y miedo la estaba asustando.
—No. —Repitió Lucía tratando de escuchar lo que él.
—Viene de nuestra habitación —Dije yo siguiéndole el juego—. Voy a ver.
—¡No, Filipp! —Me pidió la morena. La miré con ternura. Llevaba puesto el gorro que le había regalado y eso me gustaba demasiado.
—No te preocupes, yo voy con él.
Jake se levantó y me acompañó a nuestra habitación. Agarramos los regalos que habíamos comprado y, después de que yo comprobase que el mío estaba bien y le pusiese la tapa, los llevamos junto a las chicas que al vernos llegar sonrieron aliviadas.
—¿Regalos? —Preguntó Lucía divertida.
—¡Es veinticuatro de diciembre! ¡Ha venido Papá Noel! —Habló el castaño emocionado. Lucía rió y lo miró con cariño.
—Tendrás que perdonarme, cielo, pero yo no tengo ningún regalo para ti.
—¿¡No!?
—No. Es que aquí no creemos en Papá Noel; creemos en los Reyes Magos, y no llegan hasta el seis de enero. —Le explicó.
—Oh... ¡No pasa nada! Cuando te pongas esto me daré por más que regalado. —Le entregó un pequeño paquete que ponía Women Secrett y Lucía le sonrió con picardía. Yo rodé los ojos y me acerqué a Linzy con mi caja agujereada.
—Feliz Nochebuena.
La morena miró la caja con una mezcla de nerviosismo y alegría, y cuando la abrió y vio al pequeño caniche durmiendo tranquilamente, se cubrió la boca emocionada y luego se abalanzó a mis brazos.
—¡Lo compraste para mí! ¡Muchas gracias! —Mi corazón latía acelerado, mi cuerpo subió de temperatura al encuentro con el suyo y mi espalda no paraba de recibir pequeñas descargas eléctricas.
Linzy se separó de mí para agarrar al cachorro, que abrió sus ojitos negros y la saludó con un bostezo que nos hizo sonreír a todos.
—Es precioso, Lizz —Dijo su hermana acariciándolo—. ¿Cómo le vas a llamar? —Ella lo pensó un momento y luego me sonrió.
—Fil. —Mi cara ardió por completo.
Jake y Lucía rompieron a reír.
—¿En serio? Tío, ¿vas a permitir eso? —Preguntó Jake divertido.
—Claro. Creo que el nombre le va muy bien. —Contesté logrando sonrojar a Lizz.
La noche pasó entre risas y juegos. Todo el mundo adoraba al pequeño Fil, pero él no quería a nadie tanto como a su dueña.
—Se acuerda de ti. —Dije acariciando la pequeña oreja del cachorro que rápidamente agarró la manga de mi jersey y comenzó a tirar de ella.
—Y también de ti. —Rió ella agarrando a la fierecilla y colocándolo boca arriba sobre sus piernas para acariciarle la panza hasta dejarlo dormido—. ¿Estás listo para la cena de mañana?
—Eso creo —Suspiré—. Aunque no tengo ni idea de qué tipo de acontecimiento será. —Ella rió.
—Llévate un traje elegante. —La miré sorprendido y ella asintió.
—¿Y tú?
—¿Yo? Llevaré un vestido. —Reí.
—No. ¿Tú estás preparada?
—Oh... Sí, la que tiene miedo a volar es Lucía —Dijo señalándola—, yo estaré bien.
—Pues no deberíais subiros tan tranquilos en esas cosas. Son de hierro, y el hierro no puede volar. Esos trastos van contra natura. —Jake la abrazó y le dio un beso en la frente.
—Tranquila, cariño, estarán bien —La pelinegra suspiró—. Además yo estaré aquí contigo. —Se sonrieron y comenzaron otra larga ronda de besos.
—Creo que me voy a ir a cama antes de que Lucía me pida "el" favor —Susurró Linzy y yo asentí. Agarró a Fil y los acompañé hasta las escaleras—. Muchas gracias por el regalo, Filipp.
—No tienes nada que agradecer. Él quería estar contigo desde el día que os conocisteis.
Lizz me sonrió y se puso de puntillas para darme un suave beso en la mejilla que me dejó completamente petrificado por fuera, aunque explotando por dentro.
—Buenas noches. —Y subió corriendo hacia su habitación.
Una vez estuve en la mía me coloqué el pijama y me metí en la cama. Agarré un libro que ella me había recomendado y leí mientras esperaba a Jake.
Unos débiles golpes me sacaron de la lectura.
—Pasa. —Le dije a mi amigo extrañado de que llamase.
Pero no fue él quien apareció por la puerta sino Linzy, con un pijama de color verde claro cuya camiseta rezaba "Nerdy girl" y una bola de pelo blanca en los brazos.
—¿Podemos dormir aquí?
—¿Te pidieron "el" favor? —Ella asintió.
—Lucía quería estrenar ese conjunto nuevo y prácticamente me arrastraron hasta aquí. —Le sonreí y ella me devolvió una sonrisa avergonzada.
—Vamos, tu padre no tardará en venir.
Vi cómo le preparaba a Fil una cama improvisada con su colcha y lo colocaba entre el armario y su cama, de forma que Fred no lo viese al entrar a hacer la ronda de esa noche, y luego se metió bajo las mantas.
—Tendrás frío así. —Me levanté y coloqué mi colcha sobre su cama.
—¡No es necesario! ¡Estoy bien, de verdad! —Me incliné sobre ella y la besé en la mejilla logrando que dejase de protestar.
—Buenas noches. —Le sonreí y me metí en cama para después apagar la luz sin poder evitar la tonta sonrisa que se escapaba de mis labios.
—Bu-buenas noches.
Sonreí.
Ojalá esas vacaciones no se acabasen nunca.
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Hola mis Zanahorios!! >-<
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Os mando un enorme beso lleno de vitamina A.
Alma.
#FOTO: Lizz y Lucía.
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