Extra!
Hola, hola mis queridos lectores.
Dado que ya estoy de vuelta, (para quedarme), he pensado que mientras que desarrollo las mejoras de la historia, junto con los próximos capítulos de Michelangelo, tal vez os gustaría leer un fragmento de historia que nunca he llegado a publicar.
El mundo de Brilliance está repleto de escenas, guiones y sucesos. Muchos se han quedado en mi cabeza y otros los he plasmado en papel aún sabiendo que no formarían parte de la historia pública. Eran sólo para mí. Para entender y conocer mejor a los personajes y sus sentimientos.
¿Os apetece leer uno de mis mini-guiones?
Vamos a ver quién logra ubicar este fragmento en la historia ;) ¡Podéis decirme vuestras impresiones en los comentarios!
¡Vamos allá!
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—¿Te gusta la comida, Linzy? —preguntó mi madre sonriéndole a la morena, que tenía algún que otro problema con su plato.
—Está deliciosa. —Susurró ella, tratando de enrollar unos pocos tagliatelles en su tenedor sin lograrlo por culpa de la salsa bolognesa, que los hacía resbalar.
Había mirado embelesado cómo luchaba contra la pasta, poniéndose cada vez más nerviosa y más roja para terminar viéndose oblidada a cortarla y pincharla para poder llevarse sólo cuatro o cinto a su pequeña boca.
Reí en silencio para no ofenderla y, con delicadeza, golpeé su pie para que me prestase atención. Cuando tuve sus profundos ojos color café sobre mí, tomé la cuchara y, ayudándome de ella enrollé los tagliatelles en el tenedor. Lizz agarró tímidamente su cuchara y me imitó. La pasta se enrolló obediente en su tenedor y ella me sonrió feliz.
Era tan dulce. Cada vez que mis padres se dirigían a ella, sus mejillas adquirían un adorable tono rosado y su voz bajaba unas cuantas décimas. Me parecía increíble lo tímida que se volvía al estar con personas desconocidas.
Daniella y Alessandro se habían ido a comer fuera, y estaba casi seguro de que mi amigo la llevaría al Collin's, nuestro restaurante favorito, donde servían los mejores raviolis de toda Roma.
Al fin podía alegrarme por ellos. Al fin había podido aclarar mis sentimientos con Nella, y ella había dejado de mirarme con tristeza. Al fin podía seguir tranquilamente con mi vida.
Había hecho el tonto yendo a España a buscarla, a pedirle que me dijese la verdad sobre ella y Alessandro, aun cuando yo ya la sabía, pero no me arrepentía de haber ido. Habían sido las mejores vacaciones de mi vida, y todo gracias a ella. Linzy.
Apenas podía asimilar que estuviese allí, en mi casa, comiendo con mis padres, con el gorro gris que le había regalado descansando sobre sus rodillas.
—Filippo, tu madre y yo vamos a ver una película en el salón. ¿Os apetece verla con nosotros? —preguntó mi padre cuando terminamos de comer.
—¿Qué película? —Conocía los gustos de mi padre, un gran aficionado al terror, y sabía que eso a Lizz no le haría ninguna gracia.
—Saw siete. —Contestó emocionado. Noté cómo Lizz se tensaba a mi lado y me miraba con ojos suplicantes.
—Si no os importa, prefiero enseñarle a Lizz mi habitación.
—Oh... claro, claro. —Dijo mi madre aplaudiendo contenta. Estaba claro que Linzy le gustaba, de hecho, estaba seguro de que ya le había colgado el cartel de "nuera", y por alguna razón, eso a mí no me molestaba.
Agarré la mano de la morena y la llevé hasta el segundo piso, abrí la puerta de mi habitación y la dejé pasar sintiendo cómo se formaba un nudo nervioso en mi pecho. Que sensación tan extraña; aunque tal vez se debiera a que ella era la primera mujer, a parte de mi madre, que entraba allí.
Linzy observaba con curiosidad cada rinconcito del espacioso cuarto, desde la pequeña librería que estaba a la derecha de la cama, a la torre de CD's negra con la forma del Empire State que estaba al lado de los altos altavoces de mi reproductor de música. Se detuvo un buen rato delante de la vitrina de cristal que mi padre me había regalado para que expusiese mis triunfos.
—¡Vaya! Campeón de fútbol juvenil... —Enrojecí. Tal vez le pareciese demasiado pretencioso exponer mis trofeos de esa manera.
—Sí... bueno, mi equipo ganó ese año, y el siguiente.
—Campeones de baloncesto el año pasado. —sonrió.
—Mi equipo era muy bueno.
—¡Medallas de oro al mejor capitán durante cuatro años!
—Son regalos de mis compañeros... No tiene validez alguna. —Le expliqué.
—¡Claro que la tienen! Son incluso más importantes que los demás.
Siguió observando la vitrina mientras yo la observaba a ella. Esa forma tímida y delicada en la que se movía, la concentración con la que observaba cada detalle, ese brillo en sus ojos y ese leve rubor en sus mejillas. No podía apartar los ojos de ella.
—¿Hay algún trofeo que quieras conseguir este año? —Preguntó mirándome de pronto y sorprendiéndome mirándola. Le sonreí intentando disimular, pero la subida del tono de sus mejillas me decían que se había dado cuenta de mi espionaje.
—El de baloncesto. No sé si habrá o no un trofeo, pero quiero que les ganemos a los cuervos.
—¿Los cuervos? —asentí.
—El año pasado vencieron al Michelangelo y este año queremos recuperar nuestro honor. Además habrá muchos ojeadores en el partido final. Tengo que hacerlo bien. —Lizz rió, negando con la cabeza y haciéndome sonreír a mi también.
—Yo creo que tienes que disfrutar de lo que amas, Filipp. ¡Eres, muy bueno! —Me aseguró con una enorme y sincera sonrisa, señalando mis premios —. ¡Eso es más que evidente!. Deja que te vean disfrutar, se tú mismo, y ganéis o no, no podrán dejar de mirarte.
Enrojecí al escucharla hablar de esa forma, con su tono dulce cargado de confianza en mí y en mis capacidades. Sus preciosos ojos me observaban con un mágico brillo que me hacía querer perderme en ellos y a pesar de lo poco que nos conocíamos, supe entonces que nunca la dejaría marchar de mi lado.
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¡Gracias por estar ahí, gracias por vuestro cariño!
Si os habéis preguntado cómo quedaría la pareja de Filipp y Lizz, ¡una Brilliadicta se ha tomado la molestia de demostrarlo! Gracias Lucía!! :*
¡Regaladme un like si os ha gustado y estáis contentos de que vuelva! (¡Yo estoy eufórica!)
¡Besos enormes y, esta vez sí, hasta pronto!
Alma.
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