Capítulo 1 | Todo va a estar bien...
Últimamente me sentía más agotada de lo normal. Tenía mis sospechas, pero prefería ignorarlo; estaba cansada, anímica y psicológicamente.
No quería pensar, ni siquiera reflexionar. Solo seguir con mi vida, como si nada pasara... al menos eso quisiera hacer, pero nunca obtengo lo que quiero, supongo.
—Brig —escuché a mi madre a mis espaldas.
—¿Sí, dime má?
—¿Te sientes bien? —esa era la pregunta que quería ignorar, en serio, ¿me sentía bien? ¿Al menos lo suficiente para aparentarlo?
—Sí mamá, solo un poco cansada ya sabes... los exámenes son agotadores; estudiar, estudiar y estudiar —bufé, restándole interés al asunto. Me dirigí hacia la cocina buscando un poco de agua, mientras ella tomaba asiento en una de las sillas. Podía sentir su mirada, quizás tratando de descifrar si lo que le acababa de decir era cierto.
La verdad es que no era del todo mentira y aunque ella intuía algo más, la causa de mis ojeras era el efecto de los exámenes finales, aunque mis desvelos también se debían al insomnio constante. Y aprovechando mis horas sin sueño, estudiaba hasta al fin caer rendida...
—Pedí una cita con el Dr. William —mencionó mientras servía café en una tasa. Casi me atraganto con la fruta que había tomado del refrigerador.
—¿Porqué? —pregunté finalmente trangando un poco grueso para mi gusto, haciendo una mueca de desagrado.
—Los exámenes rutinarios, nada fuera de lo normal —dijo con calma.
—Ya habíamos hablado de esto, mamá —sentía ansiedad, y frustración. Estaba jugando conmigo— ¡dijiste que ya no iríamos! —exclamé.
—No. Te equivocas, dije que no iríamos si veía que estabas bien, y está más que claro que no lo estás.
—¡Estoy bien! —pronuncié irritada— solo estoy un poco censanda, eso es todo.
—¿Crees que no me doy cuenta? ¡No estás bien!, al menos no del todo, quieres ocultarmelo pero noto tu comportamiento; tus desvelos, tus quejas constantes... sé que no quieres pasar por lo mismo, lo entiendo Brigette. Pero —me sentí mal, verla así tan frágil y preocupada. No quería eso por más que no quisiera ir—... no puedo ignorarlo y lo sabes —bajé la cabeza, ella ya estaba llorando.
—Ya no llores, má —dije luego de un rato—. Iré si eso te hace sentir más tranquila —sonreí, ya no podía seguir ignorando todo. En el fondo sabía lo que me esperaba y de alguna manera, lo había asumido hace mucho tiempo ya.
***
—¡Pichu! —sentí un suave pellizco en mi nariz, instantáneamente abrí mis ojos apreciando y de manera inconsciente guardando, esa expresión de tranquilidad que albergaba siempre su rostro y recordando todos los momentos pasados.
—Siempre estaré a tu lado ¿lo sabes? —preguntó, apoyando su frente en la mía, y siguió sin esperar mi respuesta— Nunca te dejaré, nunca. Pase lo que pase me quedaré —prometió.
—¡Oye! —me llamó de nuevo.
—Hola —era inevitable no sonreír cuando él estaba cerca, era su aura, siempre desbordaba felicidad y calidez. Me sentía increíblemente bien cuando estaba con él.
—¿Que pasa? Te noto pensativa Tomatito —preguntó, iba a hablar cuando estampó un beso fugaz en mi labios. Siempre era lo mismo, él hacía algo parecido y mis mejillas adquirían un tono rosado, y ahora mismo podía sentirlas; calientes. Al parecer él lo había tomado como razón de burla y la verdad no podía contrariarlo, siempre pasaba y debía verme muy graciosa.
—Sí un poco... ya los exámenes están por terminar y con eso el comienzo de las vacaciones de verano —dije con nostalgia.
—Sí, es cierto. Pero ¿que te preocupa, exactamente? —preguntó notablemente confundido.
—Las cosas no van a ser iguales desde ahora. Tú muy pronto te irás a estudiar a otra ciudad, y probablemente no podre verte más... —me lamenté, sin mirarlo.
—¿Eso era? —de un momento a otro me atrajo hasta chocar con su cuerpo. Casi de inmediato, rodeé mis brazos al rededor de su espalda, sintiendo su perfume— Te lo dije, jamás te dejaré —repitió sus misma palabras— ni siquiera la distancia me impedirá estar contigo. Quedamos en que no importaba nada, siempre vendré a verte, porque simplemente no puedo vivir sin ti... te voy a extrañar cada segundo eso te lo aseguro... pero ya lo planeamos ¿no? Terminaras tu último año aquí y luego te mudarás conmigo claro está, que con el permiso de tu madre, estudiaremos en la misma universidad y... solo quedará vivir nuestra vida, juntos —finalizó emocionado, parecía un niño, tan tierno e ingenuo. Sentí frías mis mejillas, a causa del viento de la tarde más las pequeñas gotas saladas que rosaban mis pómulos haciendo un recorrido hasta mi barbilla.
—Ujum —lo abracé más fuerte, sintiéndo todo su cuerpo pegado al mío; me separé solo un poco para acunar su barbilla con mis manos y atraerlo hacia mí. Pude notar que le sorprendió mi acción, pero no tardó en corresponder ese beso suave y húmedo. Que poco a poco se tornó más desesperado, quería grabar sus labios es los míos, quería tenerlo conmigo y no soltarlo.
Era egoísta, pero lo amaba.
A regañadientes, nos separamos en busca de aire y calma. Ya con mi respiración controlada, me tomé el tiempo de observarlo, con mi mirada fija. Era tan atractivo, amable, cariñoso y atento... guié mi mano hasta su cabello espeso tomando pequeños mechones castaños halándolos ligeramente, despeinándolo. Luego trazando un camino por su rostro; desde sus pómulos hasta sus labios —rosados e hinchados, increíblemente irresistibles—, su nariz y finalmente sus ojos color avellana.
Ese color que tanto me gustaba, y que no me cansaría de mirar. Besé todo su rostro —siguiendo el recorrido que mi mano había echo—, parando un momento en sus labios. ¿Cuando volvería a estar así con él? No quería pensar en ese momento lo que pasaría, quería despejar mi mente y dejarla en blanco.
Pero tenía que decirsélo.
Cuando estaba a punto de besarlo, habló.
—¿Por qué siento que esto es una despedida? —podía ver en su rostro temor, ya había visto esa expresión hacía mucho. Y la verdad no me gustaba.
—Allen... —¿cómo se lo decía?— Me mudaré a Phoenix.
Se quedó pasmado, ni siquiera lo vi respirar, se quedó tieso. Estaba perdido en sus pensamientos, esperé a que lo procesara e iba a hablar cuando me interrumpió.
—Dime ¿porqué de nuevo, acaso...? —me adelanté, sin que terminara.
—¡No! —exclamé un poco exaltada— Sabes que mi padre vive allá y por su trabajo no puede venir a menudo, y a mi madre le llegó una oferta de trabajo allí y... decidió que la mejor opción sería mudarnos con papá, y terminar mi último año allá sería lo más adecuado aparte...
—¿Y tú quieres ir?
¡No!
No se que era peor, si mentirle o decirle la verdad. Me sentía fatal, él no merecía que le estuviera mintiendo, ni siquiera estar conmigo cuando lo único que he sido es una carga para él.
Me miraba impaciente, esperando una respuesta de mi parte.
—No —admití—. No quisiera alejarme más de ti, porque estaremos a miles de kilómetros —tomé su mano entre las mías masajeándolas, brindándole toda la confianza que podía.
—Nunca estaremos lejos realmente —susurró más para sí mismo—. ¿Cuando... te irás?
—Dentro de tres semanas creo, mientras hacemos la mudanza... —proncié en voz baja, quería quedarme más tiempo, al menos todas las vacaciones y disfrutarlas al lado de mis amigos y Allen. Pero con la insistencias constantes de mi mamá, no he podido negarme. Aunque también quería ver a mi padre —ya que hacía meses que no lo veía— y poder abrazarlo y pasar tiempo a su lado.
—Es suficiente para mí —sonrió un poco más tranquilo, pero aún podía percibir en su mirada, en su voz y su ánimo; la angustia y ansiedad que le provocaba.
—Quiero pasar la mayor parte del tiempo a tu lado —pronuncié después de un rato, enroscando mis brazos al rededor de su cuello acunándome en éste, y aspirando su aroma simplemente embriagador.
Quería disfrutar ese momento y guardarlo dentro de mi corazón. ¿Se molestará cuando sepa que le mentí?
Seguramente se sentirá decepcionado, excluido. Lo amo, pero no quiero que pase por lo mismo, no de nuevo.
—Todo va a estar bien... —me prometió, como siempre. Y pesar de todo, le creía o más bien; quería creerle.
***
Estoy cansada.
Por primera vez en días, sentía ese cansancio que necesitaba para dormir. Y un poco de tranquilidad mezclada con remordimiento, ya le había dicho sobre mi viaje a Allen y lo había tomado “bien” supongo. Aunque solo le estaba mintiendo.
Entré a la pequeña habitación de baño, encendiendo la regadera y dejando que el agua apaciguara el dolor de mis huesos y se llevara —al menos por esa noche, mis preocupaciones—.
Querido Diario:
Odio mentirle a Allen, pero lo que más odio es verlo triste o sufrir.
No me siento orgullosa para nada, no sé si algún día me perdone, porque tarde o temprano va a saber que lo hice.
Lo único que lamento es haberlo conocido así, a medias. En situaciones tan deplorables.
Hubiera deseado tantas cosas, pero eso no significa que me arrepiento de haberlo conocido. Porque una de las cosas más maravillosas ha sido esa, conocerlo, y ser parte de su vida.
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