luz en el fracaso
En el interior de una iglesia, un caballero de armadura plateada yacía en el suelo, con una espada clavada en su estómago. Frente a él, una mujer muerta, su cuerpo bañado en sangre fresca.
El aire estaba impregnado con un olor extraño, algo diferente al de la sangre común.
El caballero, con esfuerzo, trató de extraer la espada, un espadón largo y pesado.
Con un suspiro, logró levantarse y se dirigió hacia la puerta, empujándola con sorpresa.
Al abrirla, se encontró ante una isla desconocida, desconcertado por el lugar en el que había despertado.
En el camino, recogió un pequeño escudo de madera y siguió la única ruta visible.
Tras un rato, se encontró frente a una gran estatua de una mujer, pero algo lo alertó: a lo lejos, una figura montada en un caballo lo observaba en silencio, como esperando algo.
De repente, un grito rompió el aire, y una criatura sin forma emergió, repulsiva en su aspecto.
Con múltiples brazos y piernas que no pertenecían a su cuerpo, estaba armada hasta los dientes.
Ambos se miraron, sabían que uno de ellos no sobreviviría a ese encuentro.
El caballero adoptó una postura extraña, una que no pertenecía a estas tierras. La criatura atacó primero, pero el caballero, con rapidez, desvió uno de los golpes con su escudo, desestabilizando al enemigo, aunque no sin recibir una herida en su brazo.
La espada de la criatura atravesó al caballero como una daga afilada, hiriéndolo gravemente.
Sin embargo, el caballero no retrocedió. Se mantuvo en pie, a pesar de la paliza que le estaba propinando la bestia.
Con un último esfuerzo, clavó su espada en el cuerpo de la criatura, acabando con su vida y obteniendo un gran poder en forma de runas y armas.
Mientras tanto, el caballo caía al suelo, agotado y cubierto de sangre.
Desde la distancia, una voz desconocida comentó:
—Ya está muerto. No mostró ser especial.
Una especie de animal en el que la chica estaba sentada parecía muy interesado
El caballo, con su lastimosa energía, trató de mover al caballero herido, dejando al descubierto su rostro.
La misma voz continuó:
—¿Por qué insistes en verlo?
El corcel parece molestarse con la chica
La doncella Melina apareció a su lado, tocando el rostro del caballero para sanar sus heridas.
A pesar de su esfuerzo, algo parecía estar fallando en ella, como si una parte de su energía se desvaneciera.
En un parpadeo, el caballero se levantó, empuñando una daga cerca del cuello de la chica.
—No soy tu enemigo —dijo la voz, calmada.
Con un gesto impasible, la criatura desapareció, dejando tras de sí la sensación de que algo grande estaba por suceder.
De repente, un tentáculo enorme emergió del mar, una masa deforme con un gran pico en su centro, pero era claramente incapaz de enfrentar a un caballero de tal calibre.
En otro lugar, el caballero, agotado y sin rumbo, caminaba, siendo observado desde lejos.
El sonido del galopar de un caballo interrumpió la quietud, seguido de un fuerte choque de metal.
Un golpe lanzó al caballero por los aires, dejándolo borroso y casi sin fuerzas. La voz, nuevamente, cuestionó:
—¿De verdad alguien así es candidato al trono? Un caballero tan débil…
El caballero cayó, pero no se dejó vencer. A pesar de las derrotas, algo dentro de él no cedía.
Descansó en una gracia, y de nuevo, la doncella apareció, con una sonrisa que parecía contener una promesa:
—Hola de nuevo. Te veo frustrado, ¿o me equivoco?
El caballero no respondió, pero su mirada lo decía todo.
—extiende tu mano sin luz
Un poder emergió de su interior reforzando su cuerpo
La doncella, lo cubrió con sus brazos y dijo:
—"Yo creo en ti."
Esas palabras reavivaron una chispa en su interior, y una vez más, el caballero se levantó, decidido a no rendirse.
Con la noche a su favor, dio un golpe por la espalda al jinete dorado, quien parecía tambalear.
El caballero, aunque golpeado, se defendió con habilidad, usando el escudo para protegerse del fuego y del peligro que se cernía sobre él.
Después de un rugido ensordecedor, el dragón del lago apareció, terminando lo que el caballero no pudo concluir por sí mismo.
Exhausto, el caballero cayó al suelo, pero la sensación de victoria lo envolvió. Melina apareció una vez más, levantando el pulgar.
El caballero respondió con el mismo gesto, aunque su cuerpo estaba al límite.
La experiencia no se mide solo por los logros, sino por lo que se aprende en el camino. Cada error y acierto acerca al caballero a su mejor versión, pues el verdadero poder no está en la espada
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