XXXVII: Perfume.

CAPÍTULO 37

Agosto 18.

Ya le habían dado su comida, una especie de ensalada noruega que tenían ahí. Había comido en el comedor del centro de entrenamiento, aunque estaba alejado de los demás soldados, se sentía como ese rechazado en una secundaria a la hora del receso. Ya había tomado también una ducha, junto a todos los soldados, era incómodo porque estaban en un mismo cuarto desnudos y las regaderas estaban muy juntas. Harry comenzaba a creer que lo tendrían ahí, como si de un rehén se tratara y lo convertirían en soldado. Un soldado que ni siquiera estaba en su propia nación.

¿Qué estaba pasando con su juicio? No lo habían llamado y ya eran las cuatro de la tarde, por lo que pudo ver en el reloj del comedor. No había visto a su abogado provisional, ni a nadie que hablara inglés para preguntarle. Era desesperante estar en un lugar donde no pudiera comunicarse con nadie por diferencia de idiomas.

Recordó a Evangeline, a los siete años su mejor amiga había viajado a Brasil y lo llamó desde ese lugar.

Todos hablan en un idioma muy raro—Le había contado ella—¡Nadie habla inglés, es estresante!

Deberías aprender portugués—Le había contestado Harry.

Suena a que es muy difícil, mejor en lugar de clases de portugués... ¡compro muñecas! —Le respondió ella gritando por teléfono.

—¡Yo compraría una pista de carreras! —Dijo Harry.

Una sonrisa apareció en el rostro de Harry al recordar tal conversación. Extrañaba a su mejor amiga y era triste saber que nunca volvería a verla.

Daría lo que fuera por tenerte de vuelta, pensó él mirando hacia arriba. Incluso aunque tuviese que quedarme aquí para siempre. Aprendería noruego y no compraría una pista, solo para tenerte conmigo otra vez.

La tarde estaba pasando lentamente, después de la ducha habían dejado que regresara al comedor a sentarse ahí para que se despejara un poco y no fuer a actuar agresivamente, según ellos. Como si fuese un animal en cautiverio.

Sentado en una de las mesas, miraba el reloj, cada tic tac parecía ir ganando longitud en su sonido, cada vez más lento, más aburrido. Parecía como si el tiempo se detuviera en ese lugar. Quería salir corriendo y gritar, pero era poco favorable, no quería que lo tacharan de loco. Loco y agresivo.

—Are you sleeping, are you sleeping, Brother John, brother John, Morning bells are ringing, morning bells are ringing, Ding-dang-dong, ding-dang-dong— Cantó Harry en voz baja.

Su madre siempre le cantaba esa canción, a Harry nunca le había salido la primera parte de esa canción porque era en francés. Pero recordaba a su madre, con su dulce voz, cantando en voz baja para que se durmiera. Harry recordó la vez que su madre le cantó aquella noche de su cumpleaños número seis.

Mamá, ya soy grande, no quiero que me sigas cantando eso—Le dijo el pequeño Harry—Puedo dormir solo y con la luz apagada.

Oh, ¿en serio? —Preguntó su madre levantándose de la cama y yendo a apagar la luz—Que descanses, cariño.

Pero cuando su madre apenas iba cerrar la puerta, él le habló de nuevo.

—No, espera, mejor deja la luz encendida, a Spirit le da miedo—Dijo él señalando a su perro, quien ya estaba profundamente dormido.

Está bien, cariño. Buenas noches.

—Buenas noches, mami.

Harry extrañaba demasiado a su madre. Era increíble que no lo dejaran comunicarse con ella. Estaba seguro de que eso estaba violando alguno de sus derechos. Luego regresó su mente a aquel nombre, Spirit.

Spirit había llegado a su vida aquella navidad de 1988. Cuando después de meses de rogarle a sus padres por una mascota, al fin la obtuvo. Y durante diez años había estado ahí con él, jugando y teniendo la misma energía que tenía siendo un cachorro. Aquel Cocker Spaniel había sido su mejor amigo por mucho tiempo y si seguía vivo, ahora tenía casi dieciséis años. De verdad esperaba que estuviera bien porque la esperanza de vida de esa raza era de quince años.

Michael, su padre, había estado muy nervioso al regalarle un perro a su hijo. ¿Iba a cuidarlo bien? Él también quería un perro, pero no quería hacerse cargo de él. Así que pensó la excusa perfecta aquella tarde antes de dárselo a su hijo.

Con una mascota los niños siempre se hacen más responsables, así que tú vas a encargarte de cuidarlo y hacer todo lo que él necesite ¿está bien? —Le dijo Michael cuando Harry abrió la caja donde estaba el cachorro.

—¡Claro que sí, papa! —Gritó su hijo emocionado—¡Gracias!

También extrañaba mucho a su padre. Aun cuando era un hombre ocupado siempre le daba lo que necesitar y aunque a veces no le pusiera atención en conversaciones triviales, cuando era un evento importante siempre estaba ahí. Lo consideraba el mejor padre.

Saliendo de sus pensamientos, Harry miró el reloj del comedor. Habían pasado diez minutos. Suspiró exasperado. Iba a morir de aburrimiento y desesperación.

Siendo las cinco de la tarde, un guardia se acercó a Harry haciendo señas con la mano para que se levantara de la mesa. En el camino a su habitación, vio por los ventanales empañados que estaba lloviendo y parecía hacer frío afuera. Vio por la ventana a hombres y mujeres subiendo y bajando rápidamente de taxis, nunca se imaginó que alguna vez en su vida estaría encerrado sin poder subir a un taxi e ir a donde quisiera.

Al llegar a su habitación, el guardia le dio un conjunto de ropa, unos pantalones y una camisa que parecían usados, pero en buen estado. Se encogió de hombros y cuando el guardia cerró la puerta se cambió.

Al primer momento, pensó en sentarse en la cama, pero la cobija que tenía le picaba, así que se sentó en el suelo cruzando sus piernas y apoyó su rostro en la palma de sus manos. Este era el infierno.

Su mente divagó entre más recuerdos, pero fue interrumpido cuando escuchó que la puerta se abrió lentamente, Harry levantó la mirada, el guardia se apartó para dar paso a una mujer, una mujer que Harry conocía muy bien y que no había visto en años. Era su madre. Sintió que iba a desmayarse. ¡Su madre estaba delante de él!

Se levantó lentamente del suelo para no caerse del mareo que le provocaba la emoción y la sorpresa. Cuando estuvo lo suficientemente cerca la abrazó. Su madre lo abrazó con tanta fuerza que, si fuese una película de ficción, sus órganos habrían sido aplastados literalmente. Los dos comenzaron a llorar.

El perfume de su madre seguía siendo el mismo y oler ese aroma de nuevo le trajo muchos más recuerdos. En ese abrazo revivió cada momento, desde las noches donde la cantaba para que durmiera hasta la navidad donde obtuvo a Spirit mientras su madre le ayudaba a abrir la caja.

—No puedo creerlo, mi niño—Dijo Lilian, quien estaba en un profundo shock.

Cada noche que había llorado, que había sufrido porque sus investigaciones y búsquedas no le ayudaban a encontrar a su esposo y a su hijo, cada momento doloroso había desaparecido al abrazar a su hijo. Ya no importaba nada más, salvo apretar fuertemente a Harry y nunca soltarlo.

—Te extrañé demasiado, mamá—Le dijo Harry en medio del llanto, no podía parar, era una sensación indescriptible volver a tener la oportunidad de abrazar a su madre.

—Y yo a ti, mi cielo—Le respondió ella—Nunca perdí la esperanza, ni dejé de buscarte, sabía que volvería a verte.

—Yo si llegué a perder la esperanza y me arrepiento, porque en el fondo de mi corazón quería abrazarte una vez más, mamá. Estoy tan feliz.

—Pues tus deseos y los míos fueron tan grandes que se cumplieron—Le dijo ella besando su frente—¡Y mírate! Tan alto y guapo... estoy tan sorprendida y feliz de que hayas podido sobrevivir todo este tiempo tú sólo.

Harry sonrió y abrazo de nuevo a su madre.

—Me da miedo preguntar, porque ya me imagino la respuesta, pero... ¿tu padre? —Dijo ella.

—Nunca lo encontré—Dijo él agachando la mirada—Y no sé si sobrevivió, si aún está vivo.

—No te preocupes, vamos a seguir investigando, mi vida—Le dijo su madre—Ahora cuéntame, ¿cómo fue mi hijo de quince años capaz de sobrevivir tanto tiempo en una isla desierta?

Y entonces Harry le contó todo.

***

Capítulo más largo! Subo pronto xoxo.

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