Capítulo uno: San decepciones.

 Era un día como cualquier otro...

Vamos, estoy mintiendo, ¡Era el mismísimo San Valentin! Día de los enamorados -y la amistad, claro-,nuestra joven  parisina se encontraba apenas recién despertando. Sí, su alarma había sonado al menos unas cinco veces, y si no hubiese sido por los gritos de su madre y/o los halones de su adorable kwami  y compañera, no estuviese si quiera levantándose.

Bueno, justo para darse cuenta de que... ¡Llegaba casi una hora tarde!

Soltó un chillido casi inaudible, pero igual de molesto, al ver la hora en su celular y se maldijo internamente por ser de sueño tan pesado. Fue tan rápido el como se preparó que en el camino a la puerta casi despelleja a su linda kwami color carmesí al tomar con rapidez su bolso rosa con una "M"bordada en medio del decorado de flores hecho a mano.

—Lo siento, Tikki —susurró apenada y abriendo levemente el bolso—. ¡Hasta medio día, Mamá! —gritó saliendo finalmente de su casa.

Salió a las carreras hasta la calle, por su puesto, casi haciendo que la atropellen por no ver el semáforo peatonal que se encontraba en rojo.En serio debía tener más cuidado o algún día se iba a matar.

No fue hasta que entró sigilosamente -por las espaldas de su maestra-a su salón de clases que se logró calmar y respirar regularmente. Su amiga de piel morena, cabello rojizo y lentes le miró con una ceja arqueada, aunque inmediatamente calmó su expresión, con lo bien que conocía a su torpe amiga aquello no era de extrañarle.

—Parece que acabas de correr una maratón de kilómetro y medio —comentó por lo bajo, aguantándose una carcajada; la de las coletas le miró con expresión cansada, haciendo notar sus remarcadas ojeras.

—Ya sabes, Alya —le replicó mirándole mal— , tengo el sueño pesado, y encima que me desvelé... ugh—terminó esto último dejándose caer estruendosamente sobre la mesa del asiento que compartía con su mejor amiga.

Aquello llamó la atención de la profesora, la cual tras estar escribiendo algo en el pizarrón se volteó.

—Señorita Marinette, si va a llegar tarde a mi clase al menos ponga atención.

—Sí maestra —le respondió pesadamente.

Poca, o más bien normal, fue la atención que puso la de coletas azules. No pudo evitar distraerse toda la clase con su amado crush de ojos verdes y gentiles, como le era costumbre. Pero esta vez este se encontraba encorvado sobre su asiento dando a entender que estaba ocultando algo; Lo cual hizo despertar la curiosidad de Marinette. Y con sigo, un pequeño deja vú.

Cuando pudo fijarse bien, ya había tocado la campana y todos estaban saliendo del salón de clases. La joven parisina le dio una excusa a su mejor amiga explicándole que la veía fuera y que se quedaría a terminar algo. Claramente la morena no le creyó nada, ya sabía que lo hacía para quedarse a solas con su querido Adrien.

Hablando del mismo, el rubio se exaltó cuando su mejor amigo de audífonos colgantes al cuello le llamó ya que se había tardado y le esperaban afuera; por lo que el rubio guardó apresuradamente el papel en el que momentos atrás se encontraba escribiendo para seguido salir tras su amigo. De lo que no se percató fue que el papel se había escurrido de entre el bolsillo de su mochila en el que lo había puesto y este cayó al suelo.

Pero Marinette, quien esperaba a que el se fuese para irse ella después, claramente lo notó y fue como necesitada a recogerlo.

« Tus ojos, siempre tan profundos como el mar,

Azules, como el cielo al cual me gusta admirar;

Tu cabello azabache, negro, como la hermosa noche en la que irónicamente brillas.

A pesar de que hemos pasado por tanto, no ha sido lo suficiente para que a fondo nos conozcamos.

¿Dime, que debería hacer ? ¿Que tendré que logar para a la verdadera "tu" conocer?

Me pregunto esta vez si bajo esta máscara seré juzgado; si te fijarías quizá en el chico que te persigue embobado.

Este, al cual le gustaría pasar San valentín a tu lado.»

Su presentimiento de estar viviendo lo mismo otra vez aumentó, al igual que el potente arrebol* que decoraba de a poco sus mejillas. Claro, había leído un mismo poema como aquel cada año; y cada año volvía a esperanzarse pensando que eran para ella. Pero aquel era diferente, le revitalizaba toda la confianza que había perdido de a poco. Por alguna razón, aquellas palabras plasmadas en ese pedazo arrugado de papel, eran más hermosas que todas la anteriores.

Debido a eso, aquel día, había decidido aprovechar el baile de San valentín para declarar sus sentimientos.




—¡Vamos Marinette! O nos harás llegar tarde —regañó Alya— ... otra vez—agregó, haciendo énfasis al hecho de que aquella ya era costumbre. Aunque a decir verdad, llevaba ya casi hora y media esperando, a pesar de que ella había llegado lista.

La azabache bajó finalmente de su cuarto, llevaba puesto un vestido rosa con patrón de puntos blancos a juego con sus zapatos rosas y una cinta blanca al rededor de su delgada cintura; mientras que su cabello corto estaba ondulado y, a diferencia de casi todos los días, no estaba atado en dos coletas.

La morena le miró de pies a cabeza, ya sabía que su amiga había diseñado aquel vestido especialmente para ese día.

—Anda, Julieta, que tu Romeo te espera en el baile.

Marinette sonrió nerviosamente.

—Estás muy romántica hoy —respondió cambiando de tema, pero la castaña le ignoró y salieron de la panadería Dupain.

Apenas llegar al baile se pudo notar el frenesí en el que se encontraban los estudiantes de aquella escuela, al parecer ser día de los enamorados no los apagaba ni por poco; aunque  solo  bastó llegar a la parte romántica de la música para que el ambiente cambiara por completo.

—Ve, yo iré con el retrasado de Nino —le comentó Alya a Marinette; la segunda sonrió emocionadamente mirando a su amiga—. No pienses de más, Cheng, ya sabes que solo le veo como un hermano.

Ella fingió que le creía. Ya la conocía demasiado como para hacerlo de verdad.

Llegó hasta donde estaba el rubio de Adrien, quien se encontraba en la parte frontal de la escuela mirando notablemente embobado hacia el cielo nublado de aquella noche.

La azabache se acercó con un sobre entre manos, había llegado el momento de darle semáforo verde a sus emociones, y pasase lo que pasase: no iba a callarse más.

Todo debió haber salido bien. Pero, lamentablemente fue desde aquella noche, en la que nadie volvió a saber de la joven Dupain-Cheng. 

N/A:

Arrebol*: El color rojo que adquieren las nubes al ser iluminadas por los rayos del sol.

En este fic los hechos no se presentarán totalmente en orden. Ya verán(?).

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