Capítulo tres:MariOnette.
—Me... gustas mucho, Adrien.
Me quedé esperando una reacción, un sonido, gesto u ademán. Pero lamentablemente nunca llegaron, y con toda la confianza tirada al suelo que había respirado segundos atrás, traté de salvarme de ese silencio incómodo y desesperante en el que el rubio modelo me había dejado.
—M-mira, esto se te calló al terminar las clases de hoy —le extendí el sobre en donde estaba mejor doblado el papel con el poema que me había inspirado, el cual no dudó dos veces en tomar y leerlo.
Pude ver como una expresión ligada de tristeza y lástima se apoderaba de su cara.
—Oh, Marinette —suspiró con pesadez—... Este poema no era para ti, si es que eso creías —dijo duvitativamente, como si estuviese frenándose de decirme la verdad, pensándose dos veces lo que diría—. Era para alguien más. Realmente... lo lamento, pero no comparto tus sentimientos.
Aquello, había sido la gota que rebasó el límite. Pero... aún así traté de no demostrarlo.
—Oh, vaya, lo siento —hablé tratando de disimular mi voz temblorosa a causa del nudo en la garganta que se me empezaba a formar— . Perdona si te arruiné el momento con mis idioteces —bajé la mirada a mis manos, las cuales cerré en puños y clavé las uñas en las palmas de estos, para no caer en ese momento, debido a que mis rodillas flaqueaban; pero logré reafirmarme—. ¡Qué tengas bonita noche, entonces! —le deseé en un tono alegremente forzado, mientras que le dedicaba una sonrisa antes de echarme a correr hacia dentro donde aún ocurría el baile.
Pasé corriendo a un lado de la pista de baile y de casualidad también por el lado de Alya quien me agarró el brazo para detenerme.
—¿Marinette?, ¡Marinette!
No le había dado tiempo a siquiera verme la cara cuando ya me había zafado de su agarre y aún con sus gritos de mi nombre al fondo seguí hasta llegar al parque que estaba cerca. Y me senté aleatoriamente en una de las bancas.
—Oh, Mari... —sentí volar a Tikki cercana a mi cara, la cual mantenía tapada con ambas manos, tratando de contener el llanto—No llores, sabes que no es tu culpa que Adrien no sienta lo mismo, no vale la pena que decaigas por esto —le oí hablar con el tono más tenue y consentido que tenía.
Pero las gotas aperladas de tristeza no dejaban de caer por mis mejillas.
—Lo siento, Tikki —levanté la vista para ver a la kwami color rojo flotando frente a mí— , realmente intento que no me afecte... pero, es que esto es mil veces más desgarrador y doloroso de lo que pensé —dije apenas. Entre sollozos volví a poner mis manos sobre mi cara y estrujé la orilla de mis ojos tratando de parar las lágrimas que asimilaban a una cascada.
Hubo un silencio en el que creí iba a oír nuevamente los consejos y consuelos de la pequeña criatura mágica. En cambio, juré oír un leve aleteo seguido de un extraño de frío repentino cercano a mi pecho.
—Oh... el rechazo. Aquello que alguna vez llegamos a experimentar, pero que sin dudas resulta ser la experiencia más dolorosa —susurró una siniestra voz en mi cabeza, y juré por unos segundos reconocerla.
—¿Tikki... ? —interrogué, y al subir la vista no podía ver nada, esta se había nublado. Todo estaba extremadamente borroso y aquella extraña sensación de frío me invadía cada vez más.
—No, yo soy Le papillon, y puedo comprender tu sentimiento de despecho —continuó ésta, haciendo que un escalofrío subiera por mi espalda—, ¿Quieres ser correspondida por esa persona que tanto amas, verdad? Yo puedo darte ese poder, MariOnette, solo tienes que hacerme un pequeño favor a cambio.
Pestañeé, no podía dejarme atrapar tan fácil.
Sólo hasta ese momento pude reconocer de quien se trataba, el mismísimo Papillon estaba intentando consumirme y al parecer no sabía que yo tenía parte de lo que el buscaba. Me quedé callada.
—Vamos, podrás ser la pequeña marioneta de tu amado Adrien—ahí había dado en el clavo, ¿Cómo demonios sabía su nombre?—, y te aseguro que el te amará como el buen titiritero que es.
Sabía que sus palabras incluso poco sentido traían consigo, pero algo en mí quería dejar que aquel proceso se diera. Realmente quería dejarme llevar por la emoción del momento.
Papillon parecía saber que no iba a ser fácil convencerme, por lo que sentí otro de sus akumas ligarse a mis aretes.
—Ahora solo tendrás que hacer la mitad del trabajo —Oí regresar su voz después de unos segundos de tratar de llegar a una decisión mentalmente.
Y no sé si por sus palabras o porque en ese momento había regresado a recordar la razón de mi llanto, pero esa parte de mí que quería tirar todos mis esfuerzos como heroína por la borda había ganado la batalla con mi yo razonable.
—Sí, Papillon—Hablé con voz seca a causa del llanto seguido—... los miraculous serán tuyos.
Su siniestra y repentina risa empezó a hacer eco en mi cabeza, y por un momento mi cerebro pudo generar una imagen de el riendo maniáticamente.
Miré a mis manos y apreté mis puños. Así que... ¿Esto era ser akumatizado?
Podía ver como la ciudad se llenaba de carteles de "desaparecida" con una foto mía en ellos, pero, por alguna razón le hacía caso omiso a eso, ni siquiera sentía remordimiento alguno por ver cómo a mis propios padres les invadía la tristeza y se ahogaban en llanto preocupados por su pobre hija. O bueno... quizá no tan pobre.
—Prometo que no te fallaré, Papillon —mentí a la voz en mi cabeza tras ésta haberse quejado—. Ese miraculous será tuyo próximamente.
Al menos una parte de lo dicho por mi era verdad, porque a diferencia de otros Akumas, yo sí iba a ser inteligente; y si quería serlo, actuaría con las cartas a mi favor en vez de solo seguir los mandatos de un maniático que me dictaba instrucciones.
—Tienes el tiempo contado —oí nuevamente mientras saltaba rápidamente de techo en techo—, recuerda el motivo por el que haces esto.
Y sonreí, de verdad sabía cómo torturarme para controlar mis pensamientos.
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N/A:
Sería lindo leer sus opiniones sobre cada capítulo.
200 leídas más y llegamos a los 1k ♡ ; u ;
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