Capítulo cuatro:¿Qué rayos pasó?

Me desperté de golpe, sudando y con el corazón acelerado.

Cuando logré acostumbrar mi vista a la oscuridad de mi habitación, en un flash recordé lo de hace unos segundos atrás; de verdad parecía un sueño, pero, no podía serlo: ¿Cómo un beso de esa intensidad y sabor tan real lo sería? Incluso el peso de ella sobre mí parecía sumamente real.

Y en un momento ya me encontraba pensando sobre el dulce roce de los labios de MariOnette sobre los míos... sacudí mi cabeza de un lado a otro, tratando se alejar ese pensamiento lujurioso y/o lascivo. No podía pensar así acerca de ella, yo amaba a Ladybug y definitivamente Marinette era mi amiga.

«Una amiga que sabe besar realmente bien, la verdad.»

—¡Argghh! —me quejé de mis propios pensamientos, pasando mi mano por mi cara y masajeandome la sien. Cuando miré hacia mi ventana recordando parte de mi supuesto "sueño", me di cuenta que esta estaba levemente abierta, como si alguien hubiese tenido prisa en cerrarla y no se fijó en hacerlo bien.

Definitivamente, ella había estado aquí. Pero la pregunta es, ¿Qué quería exactamente?



¿Qué estás haciendo? ¡se supone que Chat noir es a quien buscas! ¡¿Por qué duras tanto para un trabajo tan simple como traerme su miraculous?! —se quejó la voz que me presionaba constantemente—. Si no haces tu trabajo como prometiste, ¡te tendré que quitar tus poderes!

Sus quejas con tono de voz claramente irritado dieron paso a un agudo dolor de cabeza que me hizo parar en seco, era tan fuerte que juraría que podría compararlo con ser atravesada en el cráneo con una flecha. Pero aparte de eso, mi pecho empezó a doler igual o peor, me encogí torciéndome de dolor, agarrándome la cabeza con una mano.

—S-sí, Papillon —logré decir en un hilo de voz, tratando de abrir con pesar los ojos que había cerrado fuertemente a causa del dolor punzante—. Sólo tome en cuenta que soy uno de sus akumas más fuertes, y para evitar el fracaso debo planearme bien. Técnicamente estoy asegurando la obtención de ese miraculous.

Mentía, sabía lo que el quería y lo tenía más que claro, pero mi objetivo iba primero. Aunque no era un engaño del todo, si estaba planeando mi gran asalto. Y algo bueno debía obtener de todo esto.

Salté hacia mi próximo paradero, podía visualizar una casa que conocía perfectamente de pies a cabeza: la de Alya.



No había podido dormir absolutamente nada después de despertarme a mitad de la madrugada, podría jurar que mis ojeras tenían ojeras en las ojeras de sus ojeras. En ese punto envidiaba a Plagg que incluso camino a la escuela seguía durmiendo.

—Buenos días, Nino —saludé cuando este se aproximó a mi tras haber bajado del auto.

—Buenos días, hermano —saludó de vuelta y chocamos puños— ¿Dónde fuiste ayer durante el ataque del villano? ¡Te estaba buscando para regresar a casa!

Sentí una gota de sudor bajar por mi cuello tras su reclamo, y rasqué la parte trasera de mi cabeza mirando a todas partes, tratando de ocultar mi nerviosismo y encontrar algo astuto que decir.

«Vamos, piensa algo.»

—Eh, ¿me... estaba refugiando? —di como respuesta, aunque estaba tan inseguro se oyó más como una pregunta—. Sí, ¡eso! Estaba viendo las noticias cuando atacó el akuma y pues me fui a refugiar con un grupo de personas ya que este andaba cerca —reí nerviosamente, sin tomar en cuenta que no todos conocían la palabra "akuma" para referirse a ellos.

Nino me miró raro musitando un "está bien", pero antes de que le pícara la curiosidad y preguntara algo más, me adelanté a caminar hacia el interior de la escuela.

Al llegar al salón sentí a Plagg revolverse en el bolsillo interno de mi camisa, ese glotón apenas se estaba despertando.

—Queso, dame mi queso, ¡Quiero mi camembert mañanero! —se quejó asomando la cabeza y moviéndose aún más.

—Plagg, cállate, te podrían oír.

—Pff, ¿Quiénes? Esa no es escusa para no darme queso.

Al final, tras sentarme tuve que darle su tan preciado pedazo de queso, Plagg era molestoso, pero a veces podía llegar a ser irritante de un momento a otro y sin razón.

—Aún pienso que deberías considerar lo de Ladybug —regresó a decir tras tragarse de un bocado el queso. Pero con tal de que se callase, lo ignoré.

Era un gran alivio el que el breve berrinche de mi kwami no llegara a los oidos de nadie, ni de Nino quien al parecer ponía bastante atención a la clase.

¿Cuando había empezado Miss Bustier a explicar sobre un tema nuevo?

Miré al asiento detrás de mí, extrañándome por la ausencia de Alya, quien normalmente estaría sentada en el lugar que queda tras el de Nino. Toqué el hombro del mencionado, llamando su atención.

—¿Qué pasa? —preguntó el un susurro, tratando de prestar atención a la profesora y a mí al mismo tiempo.

—¿Por qué Alya no ha llegado? —pregunté de vuelta con intriga— ¿No es siempre ella la primera en llegar?

Mi moreno amigo frunció el ceño.

—No lo sé, y me preocupa, bro. —vi que giró su vista completa al frente—. Ayer antes de irse me dijo que investigaría más a fondo y por su cuenta lo de la desaparición de Marinette y su relación con el villano de ayer. También que me contaba por mensaje si había alguna novedad, pero no me llegó nada.

No sé que me sorprendía más, si la gran comunicación que tenían esos dos -y de la cual nunca me había dado cuenta-, o el hecho de que Alya prometió comunicarse pero no lo hizo, siendo ella una persona que técnicamente vivía en las redes sociales.

Luego de eso y de que llegara la hora del almuerzo, prometí a Nino que iríamos a casa de Alya después de la escuela para comprobar que estuviese bien. Claramente pude notar que el estaba más silencioso de lo normal ese día, y no era del tipo de personas que se deprimiesen fácilmente.

Decidimos ir caminando, lo cual fue difícil debido a que realmente tuve que convencer al Gorilla de que hablara con Nathalie y que no le dijeran a mi padre, quien ese día para mi buena suerte llegaba lo suficientemente tarde como para yo estar en casa antes que él.

Al llegar a casa de Alya -que para mí era la primera vez iendo-, tocamos la puerta tres veces, y cuando nos abrió  quien parecía ser su madre, pregunté el por qué no había asistido a clases.

—Ella si fue a la escuela hoy, yo la ví salir y se despidió, ¿No andaba con ustedes? —respondió mirándonos con una sonrisa, y a pesar de eso, enarcando una ceja.

Si Alya había salido para la escuela pero no llegó, ¿Qué rayos le había pasado entonces?



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