Día 4: Explorando

Auron y Perxitaa han viajado por mucho tiempo y han encontrado sitios extraordinarios en su búsqueda por un lugar al cual pertenecer.

Fue una tarde lluviosa en la que Perxitaa encontró a Auron. Eran jóvenes y torpes, ansiosos de compañía y asustados del terrible mundo que los había traído a la vida. Perxitaa buscaba entre la maleza alimento y, escondido en el hueco de un árbol, estaba un chaval lastimado.

En todos lados Perxitaa se había visto en la necesidad de atacar. Creyó en ese momento sería lo mismo, empuñando su espada de madera y alzándola para atacar antes de verse atacado. Lastimosa o afortunadamente, nunca había sido capaz de realmente herir sin razón.

Viendo el rostro asustado de ese chico, simplemente bajó el arma mirándole con incertidumbre y cautela. Era más pequeño que él físicamente, lleno de raspones y un par de moretones. Sus ojos grandes le miraban con miedo; le sabía mal porque no quería lucir como alguien malo.

—Hey, no te haré nada. —Se agachó, dejando espacio para que el chico se sintiera menos acorralado. Éste le observaba desconfiado, aparentemente tomando detalle de él.

Le sonrió amablemente, tratando de transmitirle algo de seguridad. No tenía intenciones de hacerle daño y rezaba a los seres superiores que ese chico tampoco las tuviera. No le molestó el largo silencio que se formó, estaba dispuesto a darle tiempo porque todavía faltaban algunas horas para que cayera la noche y no tenía algún lugar en particular al que ir.

Poco a poco vio cómo relajaba su cuerpo sin dejar de mirarle, retomando una respiración normal. Entonces Perxitaa se dio cuenta que sostenía con fuerza contra su pecho unas patatas.

—¿Traes comida? —preguntó.

El chico de inmediato las apretó contra sí, por su gesto parecía dispuesto a golpearle si se acercaba. No pudo evitar sentir algo de gracia en eso.

—No te las quitaré —dijo.

Se sentó en el suelo para dejar ver su "no propósito de robarle". El chico se relajó, aflojando su ceño fruncido y permitiendo que Perxitaa apreciara bien esa mirada café. Le agradaba esa mirada: No era agresiva, sólo temerosa y defensiva. Ese chico parecía ser como él.

—Mi nombre es Perxitaa —se presentó—. Mucho gusto.

Esperó respuesta. No llegó de manera inmediata, pero con paciencia logró hacerse con ella.

—Auron —se reacomodaba en su sitio, mirándole ya no con miedo, sino con intriga y curiosidad.

—Me gusta más esa mirada —admitió.

Auron le miró extrañado.

—¿Cuál mirada? —preguntó.

—La de ahora, ya no me miras con miedo.

—Yo no tenía miedo —contradijo.

—Si tú lo dices —canturreó un poco, viéndole fruncir el ceño con enojo.

Perxitaa resopló divertido al escucharle farfullar alguna especie de maldición.

—... Sólo creí que me matarías —dijo un poco más bajo, mirando sus patatas.

—No lo haría sin motivo. —Se cruzó de brazos, estirando las piernas sobre el suelo.

—¿En serio? —Auron levantó su rostro con interés.

—Claro, no me gusta que tanta gente haga eso —respondió—. No es justo.

—¡No lo es!

Auron se irguió en su sitio rápidamente, como un niño emocionado. Perxitaa encontró su mirada brillante y, aparentemente, feliz. Eso le hizo sonreír.

—¡Siempre me atacan sin que haga nada y me molesta mucho eso! —se quejó—. A veces quisiera largarme de estas tierras y buscar algo mejor. No lo sé, un sitio donde pueda cosechar mis patatas con tranquilidad, tener algunas vacas... ¡Y mi propia casa!

—También me gustaría algo así.

Auron miró al instante a Perxitaa. Su sonrisa suave y amigable era completamente distinta a lo que alguna vez conoció de la gente y la sinceridad de su mirada le traía una sensación especial en el pecho. Una añoranza algo infantil con la que no pudo evitar emocionarse: ¿Alguien que le comprendía? ¿Un amigo por fin?

—Sería genial, tío. —Se sentó contra el tronco y suspiró—. Pronto lo haré; estaba recolectando comida para eso, en realidad.

Perxitaa miró el firme rostro de Auron. Le gustaba ese gesto, pero lo que más le daba impacto era poder encontrar a alguien con sus mismos sueños.

—Yo también buscaba comida para irme —declaró con calma, viendo ahora cómo Auron le miraba con sorpresa.

—¿De verdad?

—De verdad, ya no quiero estar aquí. —Se hundió en hombros—. Este sitio es una mierda.

Auron rió, contagiándole.

—¿Qué pasa? —preguntó Perxitaa entre risas.

—¡Tío! Estoy feliz de encontrar a alguien con quien poder hablar —se sinceró—. Me alegro de no haberme ido aún.

Perxitaa vio su amplia sonrisa, sus mejillas se alzaban cada que hablaba. Lo que más le llamaba la atención era su humor tan diferente a la amargura que normalmente vibraba en la gente de por ahí. Ambos se entendían y eso era algo completamente nuevo y casi inaudito.

Una idea cruzó su cabeza y viendo que ambos tenían la misma meta, se aventuró a preguntar.

—Si quieres irte de aquí y yo también, ¿te gustaría que nos fuéramos los dos en equipo? Así podríamos ayudarnos.

Auron le observó sorprendido, dejando de respirar por segundos.

Perxitaa creyó que tal vez se negaría, pero ese pensamiento se esfumó al ver su mirada brillar más que antes y cómo su sonrisa se hacía más grande. Un leve carmín emocionado brillaba en sus pómulos a la par que tiraba los puños al cielo.

—¡Sólo sé minar! —exclamó sin quitar su gesto de alegría. Perxitaa bufó resistiendo la risa, pues no debería parecer tan orgulloso declarando eso.

—No te preocupes, yo sé hacer de todo un poco y puedo enseñarte. —Hizo un ademán de fuerza, sonriendo con las mismas ganas que Auron.

—Haré lo mejor que pueda —dijo, suavizando su gesto.

La dulzura de ese rostro se volvió uno de los recuerdos más atesorados de Perxitaa.

"Cruzando el bosque de cristal, las tierras de lo inexplorado se abren a los valientes", leyó Perxitaa esa tarde al lado de Auro, con el inventario medio lleno. Era el último cartel que quedaba en el camino, a los pies del más grande y misterioso bosque que conocían.

Estaban nerviosos. Y no era para menos: se hablaba mucho de lo que había allá y de quienes se aventuraban a ir para enfrentarse a la tierra donde el poder de los seres supremos se desata sin piedad. Un mundo lleno de abundancias, así como de peligros y desgracias.

—¿Tú crees que lo logremos? —preguntó Perxitaa con curiosidad.

—Yo creo que sí —dijo—. Además, tenemos algo que nadie más tuvo cuando fue.

—¿Qué cosa?

—Un amigo con quien ir.

Perxitaa sintió una tibieza especial en su corazón ante esa respuesta. Apartó la mirada, conmovido.

—Vale —rió—. ¿Vamos?

—Vamos, Perchas. —Se adelantó, con su espada de madera alzada al cielo.

—¿Perchas? —inquirió intrigado por el apodo.

—Oh, ¿te molesta que te diga así? —se giró, mirándole avergonzado.

—No, no. —Negó, sonriendo contento—. Me gusta.

Auron sonrió de vuelta.

—¡Bien!

Ese día conocieron lo enorme y fantástico de los árboles oscuros del bosque. Las luces de la tierra era lo más impresionante, desperdigando partículas blancas por todos lados con cada paso que daban. Estaban sorprendidos de lo pacífico que era ese pasaje, iluminado en un azul mágico extraordinario.

Fue larga la ruta. El bosque lucía interminable y más de una vez tuvieron que reposar contra el suave césped blanquecino. El destellante brillo blanquecino era agradable e iluminaba su camino y los alrededores, adornando sus almuerzos y sus descansos.

Un par de días fueron suficientes para conocer la comodidad de una compañía, despertando juntos y viéndose cara a cara con una sonrisa que cada vez les parecía más entrañable y familiar. Siempre a la par, las noches les parecían cortas descansando en camas de helechos, adormecidos por el viento que acariciaba sus rostros cantando con las hojas de los misteriosos y milenarios árboles gigantes.

El escenario de nunca acabar los hizo entrar en una eternidad que, aprendiendo a encariñarse el uno del otro y sentir la cercanía crecer, les hizo perder la noción del tiempo. Tal vez fueron semanas, meses, puede que un año o incluso más. Los rasgos que comenzaron juveniles, maduraban como retoños en vías de convertirse en robles dentro de la perpetuidad de un claro luminoso y angelical.

Un día, como cualquier otro en su ensoñación, sólo vieron el final del bosque.

—¡Perxitaa, mira! —exclamó con emoción Auron, cubierto en flores blancas y levantándose del largo pastizal azulado—. ¡El sol!

—¿En serio? —respondió con el mismo ánimo.

—¡Sí, sí! Ven, mira. —Corrió cuesta abajo, mirando un amplio mar y un rojizo amanecer—. Está amaneciendo, Perchas, tiene rato que no vemos uno.

—Vaya que sí. —Asintió, riendo bajo—. Ya va siendo hora de seguir, ¿no?

—Pero claro —canturreó contento—. ¿Tienes barca?

—No, pero hago una. —Sacó su hacha—. Tú carga las cosas, Auron.

—Vale, vale —se dirigió a levantar unos cultivos—. Ha llegado la hora de explorar, Perchas, a ver qué encontramos.

—¡Pues veamos! —Perxitaa respondió divertido, cargando madera—. Todavía tenemos que buscar un buen sitio donde hacer una casa, podamos minar, cosechar...

—¿Tú crees que tardemos?

—No lo sé, ¿quieres descubrirlo? —preguntó.

Perxitaa se sentía realmente feliz de ver a Auron saltar por ahí, arreglando todo para que se marcharan. Los dos, juntos, hacía más allá de todo.

—¡Por supuesto que sí! —saltó con alegría, sonriendo ampliamente para él.

Esa emoción en su mirada al zarpar también se volvió uno de los recuerdos más atesorados de Perxitaa. Remando, rogó a los seres superiores contar con su bendición para tener una aventura duradera y feliz, especialmente para su apreciado amigo que ahora ocupaba la mitad de su vida y, por qué no, su corazón también.

Los seres superiores les vieron dirigirse hacia el sol. Estaban satisfechos con ese par: Nadie sobrevivía en el bosque de cristal, pues en la soledad la locura tortura los corazones en el profundo azul; el tiempo destapa las personalidades y saca a flote el verdadero valor de las personas. En medio de la nada, sin ver final, los minutos fácilmente se volvían años.

Perxitaa y Auron estuvieron juntos mucho tiempo y no hicieron más que quererse cada día más, de una manera que a los seres supremos se les hizo curiosa e interesante. Se llamaban amigos por ahora, pero, en su ritmo, no tardarían en ser más.

Pero eso lo entenderían enfrentándose a las tierras que abrían sus puertas hacia ellos.

"Bienvenidos a la tierra Extrema: Minecalv".


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top