Capítulo 1

Aquella hermosa mañana los pájaros entonaban una alegre melodía a corde con los ardientes rayos del sol. La gran ciudad revozaba de vida y alegría ¿Quién pensaría que por el coraje de una chica, todo comenzaría a cambiar?

Zeldris era un joven muy apuesto, el hijo menor de la familia Yami, adinerado y con un estatus social respetable, además de uno de los chicos más populares de su escuela. Cualquiera podría pensar que lo tenía todo, pero todos guardamos oscuros secretos detrás de la sonrisa que le dedicamos al mundo. Por suerte, él tenía alguien especial que lo hacía pensar que, en efectivo, tenía todo lo que se pudiera pedir, su mejor amiga, Haruka Hoshi.

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Ahí se encontraba el protagonista de nuestra historia, en su coche, con el codo apoyado en la puerta y su cabeza recostada a su mano. Observaba con calma como Haruka salía de su casa con su mochila en la espalda. La energética chica decía adiós a su familia todas las mañanas de una forma peculiar, llamaba la atención de medio barrio en el proceso. Zeldris la divisó caminar sin percatarse de su presencia hasta la salida de su jardín, cuando de repente alzó la vista.

Era una chica normal, bastante común, ni fea ni bella, de medianos cabellos castaños, ojos color café, cuerpo dotado pero no excesivo. Como casi toda japonesa tenía un cerquillo.

Tras percatarse de la taladrante mirada de su mejor amigo la femenina llevó ambas manos a su cintura y fingió seriedad —. Un acosador.

—¿Te llevo? —interrogó el pelinegro desde su auto descapotable, se bajó las gafas para sonreírle de medio lado, ignorando de este modo lo anterior dicho.

—Deja de ser tan creído y me lo pienso —alegó Haruka para caminar hasta el coche y montarse de un brinco en el carro.

—Ni siquiera esperaste mi respuesta —dio vuelta a las llaves para arrancar.

—Te conozco desde que nací —ella le dio un codazo —, sé lo que harás antes de hacerlo.

—¿Sabes de casualidad con que chica me "divertiré hoy"? —cuestinó con el objetivo de sacarla de sus cabales, y vaya que lo consiguió.

—Joder Zeldris, tú ganas, no me hables de tus conquistas, sabes lo que opino de ellas —masculló para cruzarse de brazos.

—Si si, todo eso de que es injusto y que las degrado —se inclinó en el asiento para acercar sus rostros —, ellas quieren, yo no las obligo a nada.

—Machista retrógrada —puso una mano en la cara de su mejor amigo para empujarlo lejos.

—Femenista compulsiva —bromeó para masajearse la barbilla.

—Y es Gelda —dijo Haruka para correr la mirada —, hoy tenías planeado liarte con Gelda.

—Demonios, que buena eres —rió sin poder evitarlo para abrazarla del hombro.

—Deja de ser tan meloso y arranca —exigió la chica tratando de quitárselo de arriba —o llegaremos súper tarde por tu culpa.

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Ese día había ocurrido todo como predijo Haruka. Ambos llegaron súper tarde y tuvieron que pasar el primer tiempo completo dando vueltas por toda la escuela, aunque para ninguno era problema, solían hablar de cualquier cosa en sus tiempos libres, así que pasearon por la cafetería, el gimnasio y terminaron acostados en el pasto hablando de la vida. Zeldris sentía ligero el tiempo cuando lo pasaba a su lado.

Y lo segundo que predijo nuestra chica: hora de almuerzo, exterior del aula de clases, Zeldris y Gelda comiéndose la boca. La verdad es que ella sabía que esa chica de verdad la gustaba y no se trataba sólo de un juego, tal vez el pelinegro había encontrado el coraje para dejar de ser un estúpido.

Ahora mismo ella los observaba desde su pupitre, tenía la cabeza agachada sobre sus dos manos. Cuando se cansó de ver la romántica y lasciva escena metió su cara contra la madera y suspiró ampliamente.

—Hola, Haruka-chan —saludó una voz que ella conocía a la perfección, ni siquiera le hizo falta alzar la vista para saber de quién se trataba —, ¿hasta cuándo vas a dejar que piense que odias sus conquistas porque eres feminista?

—Buenos días para ti también, Meliodas —murmuró para levantarse lentamente, con cuidado se masajeó el cuello, demasiado tiempo en esa posición.

—Tengo una mejor oferta —el rubio se agachó —mejor casate conmigo y olvídate del estúpido de mi hermano.

—Ven a pedirme eso cuando de verdad lo sientas y me lo pensaré —Haruka bostezó para estirarse.

—¡Que cruel! —el ojiverde fingió dolor y llevó una mano a su pecho, como si le hubieran clavado una bala ahí.

—Voy a contarle a Elizabeth —la chica tapó su maquiavélica sonrisa con la palma de su mano, como una de esas escenas donde la villima ríe malvadamente. Antes de que Meliodas pudiera responder alguien los interrumpió.

—¿Qué haces cerca de ella? —el tono molesto en la voz de Zeldris los hirió a ambos.

—No es pecado hablarle a los compañeros, hermano —contestó su hermano serio para ponerse en pie y hacerle frente.

—Te dije que no te quería cerca de ella —el pelinegro se traqueó los dedos intentado tranquilizarse.

—Meliodas es también mi amigo, Zeldris —irrumpió Haruka —, te lo advertí, no pienso dejar de hablarle.

—¿Entonces lo escoges a él? —masculló descontento.

—No se trata de escoger a nadie, se trata de la estúpida guerra que os habéis montado y el odio que viven cultivando en sus corazones —razonó y cuando parecía que aquello terminaría en los puños entró el profesor.

Aquel Ángel y salvador de vidas era maestro de matemáticas, Haruka nunca volvería a insultarlo, lo juraba por Dios. Pronto todos se vieron en la necesidad de volver a sus puestos, y Meliodas, quien era dos cursos mayor, tuvo que abandonar el aula. Gracias a ese milagro aquello no terminó en una bronca.

Zeldris y Meliodas siempre han tenido una turbia relación, problemas familiares bastante intensos. Haruka quedaba en medio, porque a pesar de ser la mejor amiga de Zeldris, también era la confidente del rubio, así que a veces las cosas se salían de control.

En tan sólo unas milésimas de segundo el pelinegro y Haruka se miraron, diciéndose muchas cosas pero sin palabras. El chico suspiró vencido y caminó despacio hasta su asiento. Cuando estuvo colocado y preparado para la clase, metió la mano dejabo de la mesa para tomar sus libros, pero encontró algo muy curioso.

Sin importarle un comino que la clase de mate ya había comenzado, Zeldris sacó una hermosa Margarita. ¿Qué hacía una flor como esa debajo de su puesto? ¿Alguien la habría dejado ahí a propósito? Curioso volvió a introducir su mano para buscar algo más, afortunadamente lo encontró, un pequeño papel.

Cuando desdobló la hoja se encontró con un lindo mensaje:

"Quiero que veas mi cara cuando estoy triste y feliz, incluso las caras raras que tengo a veces, riete y perdónalas"

La letra estaba impresa, lista había sido la chica o chico, así no podría reconocer su caligrafía. Zeldris miró a su alrededor esperando que alguien lo mirara, pero no, nadie posó su vista en él.

¿Tenía una admiradora secreta?







Palabras del autor:

¿Preparadas para este fanfic?

Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora

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