🌊Cap1:Pequeño accidente.

Celine

En mi celular se reproducía"Titanium" de Sia y al instante que escucho la melodía de esa canción mi cuerpo  se recarga de energía positiva.
Era increíble lo que hacía esta Villa Azul conmigo, desde que llegué a la cabaña en donde me hospedaría mi mente no ha formado ningún pensamiento negativo.
Además, los atardeceres son mi debilidad y más cuando son frente al mar, donde el reflejo del sol hacía que el agua se viera brillante.

Acabo de un trago la coca cola  que tenía en mi mano y me levanto de la silla para observar desde la baranda que había en el patio el paisaje antes de que se oscureciera el cielo.

Había mucho oleaje en la playa, así que probablemente me encuentre a cada rato surfistas por este lugar.
La parte de arriba de las palmeras se movían como si fuera el cabello de una mujer, lo digo porque el mío también se movía bastante por el viento. En la arena habían varias sombrillas con tumbonas y ver la cómodo que la gente se sentía allí me hizo querer llevarme un libro y léermelo acostada a la misma vez que respiraba el olor a mar.
Algo que me impresionó fue ver que las palomas volaban en una misma dirección y hacían un triángulo como si fueran un grupo de militares siguiendo al coronel.

—Celi, ¿puedo ir a jugar con la pelota afuera?.

Ay, se me había olvidado que estaba cuidando a mi hermano.

Mis padres habían salido a buscar comida para la cena y el mar me hizo olvidar por completo al pequeñín de rizos rojos.
Desorganizo los mechones de su pelo con mi mano y le respondo.

—Claro que sí, dragonsín.

Lo sé, es malísimo el apodo que le puse, pero eso es lo que me viene al cerebro cuando veo su pelo como el fuego.

—¡No me llames así!.—me grita corriendo lejos de mí.

—Como hermana mayor tengo el derecho de llamarte como quiera.

—Entonces no te voy a querer.—me dijo mientras pateaba su pelota de un lado a otro.

Es fan del fútbol, wuakala.

No me hagas llorar, Max. ¡Yo te quiero mucho!.—le hago un puchero.

Él deja la pelota a un lado y viene  hacía mí con el rostro cambiado.

Besa mi mejilla.

—No llores hermanita.—me acaricia la mejilla con sus manos.—Llámame dragonsín, yo también te quiero mucho, pero no te pongas triste, ¿si?.

Un nudo se forma en mi garganta cuando veo a mi hermano preocupado.

Él lo sabe.

Sabe que soy frágil y no quiere que por su culpa caiga de nuevo en ese rincón tan feo de mí.

—Tranquilo, solo bromeaba.—le devuelvo el beso—Ve a jugar con tu pelota.

Sonríe y me abraza para después alejarse con una cara más alegre.

—¡Llegamos!.

Mis padres volvieron en el momento preciso, un minuto más y ya me hubieran visto rajada a gritos por lo que me acababa de decir mi hermano.

—¿Qué tal les fue?. Espero que no hayan tenido que pasar tanto trabajo para conseguir la cena.—apoyo mis brazos en la mesa del comedor y ellos dejan los bolsos de la compra en el fregadero.

—Fue mejor de lo que habíamos esperado.—dice mi padre con una sonrisa en los labios.

Mi mamá se acerca a él y va acomodando con cuidado en una cesta los huevos que tenía en un bolso.

—Una señora nos ayudó, conocía muy bien el mercado y nos enseñó quiénes eran las personas confiables cuando ella venía a comprar comida.

—Que bien.

Saco los últimos alimentos que quedaban en los bolsos y se los dejo para que los acomode a su gusto, ya que se encabronaba mucho cuando lo hacía yo.

—¿Y tú?.—su barbilla hace un movimiento hacía mí y encojo los hombros.

—¿Yo qué?.

—¿Cómo te fue con tu hermano?

—Ah bien, está jugando a esa cosa de fútbol en el patio.

Camino hacia este para buscarlo y decirle que mamá y papá habían regresado, pero no lo veo por ninguna parte.

—¿Dónde está?—preguntan mis padres al unísono.

—No sé...

Una muy mala idea  viene a mi mente, pero sigo mis instintos y entro a la casa. Abro la puerta  y suspiro cuando lo veo en la calle, recogiendo su pelota.

—Lo siento herma, le dí una patada muy fuerte y...

—¡Entra a la casa ahora mismo Max Walker!.

—No te enfades conmigo, yo solo...

El claxon de un carro hace que mi corazón lata aceleradamente mientras veo a mi hermano asustado porque  sabía al igual que yo que ese vehículo venía demasiado rápido.
Demasiado rápido como para que él llegara hacia mí sin chocarle.
Demasiado rápido corro hacia él.
Demasiado rápido...el carro pasa frente a mis ojos.

No...

Cierro mis ojos cuando el viento deja la velocidad máxima de ese coche chocar mi cara.

No me dió tiempo.

Abro los ojos con miedo a encontrarme a mi hermano despedazado, sin embargo, un cuerpo desconocido lo estaba cubriendo al otro lado de donde había pasado esa monstruosidad.

—¡Max!.

Corro con todos mis fuerzas hacia él cuando el chico se separa de su cuerpo, dejándome ver que no tenía ninguna herida.

—Oh Dios, casi me muero hermanito.—lo abrazo—¡Que susto me has dado, joder!.

Sus cuerpo todavía estaba temblando y el dolor que venía sin sentir hace un buen tiempo me empezó a destrozar por dentro.

—No se lo cuentes a mamá y a papá,  Celi. —me dice llorando en mi pecho.

—No puedo hacer eso...

—Por favor, hazlo por mí.—ruega.

Lo fulmino con la mirada, pero al final le prometo que no se lo diré.

—Pero estás castigado de todas maneras, no puedes salir a jugar afuera hasta la semana siguiente.

—Okis, okis.—sonríe y besa mi mejilla con mucha más pasión de la que me había ofrecido antes de que ocurriera este horrible accidente.

—Celi, tienes que agradecer a mi héroe.—señala hacia el chico rubio que nos veía con una sonrisa triste desde su casa.

Agacho mi cabeza y me acerco a él.

—Gracias por salvarlo, no sé qué hubiera sido de mí...de mis padres...agh—balbuceo.

Coloca una mano en mi hombro.

—No es nada.

Alzo mi cabeza y conecto mi mirada con la suya.

—No digas eso, hiciste mucho, yo soy la que que incumplió el deber de cuidarlo, yo fui la culpable, yo....

Las palabras no salían de mi boca, así que aparté su mano y cojí a mi hermano del brazo para entrar a la cabaña, dejando al salvador impactado por mi malísima despedida.

Sé porqué lo hice.

La que estaba frente a él ya no era yo, era mi enfermedad.
Mi hermano entra a la cabaña como si no hubiera estado a punto de morir y se acerca a mis padres para saludarlos mientras yo me voy directo a mi habitación.
Cierro con seguro la puerta y me arrincono en una esquina del cuarto.

Había aguantado demasiado en un día.
Las lágrimas brotaron de mis ojos y me quedé toda la noche en la misma posición, sufriendo la casi muerte de mi hermano como una muerte real.

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