V: Memories
La mañana llegó bañando los árboles, los claros y el camino que los dos viajeros deberían seguir. La neblina se disipó, pero el frío que dejó como constancia de su presencia perduraría hasta el medio día.
Como desayuno, comieron varias frutas, un trozo de carne y lo pasaron con agua por debajo de la temperatura ambiente debido a la fría noche. JeongGuk sentía como si casi no hubiera descansado nada, definitivamente las noches con guardias no eran de su agrado en lo más mínimo pero no se quejó, nada conseguiría con quejarse. TaeHyung por otro lado había dormido bien, en su gremio la mayoría de los miembros dormían en barracones, solo algunos tenían la suerte de alojarse en una celda o una habitación medio decente o de poseer una tienda; él era uno de estos, los barracones eran un infierno por su aroma, los movimientos de los otros y lloriqueos de los nuevos. Desde mucho tiempo atrás no sentía el calor de otro ser humano.
El de JeongGuk resultó agradable, reconfortante y el aroma que manaba del príncipe era grato a pesar de llevar rastros de sudor; seguía oliendo a perfume y menta.
Ninguno de los dos comentó nada sobre la noche, pero a TaeHyung le habría agradado sentir por más tiempo las manos de JeongGuk pasearse por su rostro y al príncipe le hubiera gustado más de la cercanía del mercenario pero ya era tiempo de partir.
Ambos cabalgaron por el espeso bosque una vez más. El príncipe sentía un leve dolor en la cadera, se preguntó como su compañero parecía tan cómodo pero TaeHyung se vio obligado a la costumbre de cabalgar día y noche, los dolores de espalda o muslos tensos e incluso heridos ya no significaban para él ni la más mínima cosa. Nunca se le oiría quejarse o removerse demasiado en la silla de montar.
-TaeHyung -le llamó el príncipe, el mercenario hizo un ruido con la garganta dejándole saber que le escuchaban-. ¿Es cierto que deben matar a su caballo y comerse su corazón?
La pregunta tomó por sorpresa a TaeHyung pero no lo demostró, al menos reconoció que el príncipe fue lo suficientemente cauto como para no mencionar el nombre de la compañía a la que pertenecía. Suspiró, luego miró por encima de su hombro con dirección al noble preguntándose qué pensaría de él.
-Sí -dio como única respuesta, luego volvió la mirada al frente, al camino que parecía no tener fin.
-¿Tú lo hiciste? -después de hacer esa pregunta, JeongGuk se sintió el hombre más estúpido de mundo pero es que no podía imaginarse a TaeHyung en semejante escenario:
Siendo solo un chiquillo, quizá flacucho, con una daga ensangrentada en su mano apuñalando al animal que por años crió y lidió, mancillando todo lazo afectivo que hubo entre ellos, rompiendo todo vínculo de confianza. Finalmente, casi como un insulto a la propia vida; comer el corazón aún tibio, chorreando sangre que impregnaría todo su cuerpo. Era tan bonito, con facciones tan bien proporcionadas que se le hacía difícil imaginar un rostro tan onírico cometiendo tal atrocidad.
¿Habría llorado? ¿lo hizo con crueldad? ¿algo se desvaneció en su interior ése día? ¿O algo se fue junto con la vida del animal?
-Lo hice, por eso sigo con vida -respondió TaeHyung, riéndose por lo bajo debido a la obviedad que no pareció captar el príncipe.
Si cerraba los ojos podía recordar los bramidos del animal, el miedo en sus ojos y lo repulsivo que le supo cada parte que se vio obligado a comer. Ése día no solo perdió a quien consideraba su único amigo sino también su inocencia, arrancada de la forma más dolorosa, perdió bondad y perdió esperanza en volver a su antigua vida. Pasó semanas teniendo pesadillas, pasó meses alimentándose solo de arroz, granos y verduras pues se vio incapaz de comer carne sin vomitar.
-¿Crees que falte mucho para salir de éste bosque? -cuestionó JeongGuk, intentando cambiar de tema o su estómago no seguiría estando lleno por mucho más tiempo.
-Unos cuatro o cinco días si vamos a buen ritmo -respondió, sin mucho más que decir.
JeongGuk asintió, sintiendo desaliento, eso significaba que faltaban muchas noches de guardia que cubrir. Terminaría con el reloj biológico que no daría para más y dolores de cabeza por las malas noches; no era un escenario para nada alentador.
-¿Qué eras antes de... llegar allí?
-El silencio para ti es un concepto desconocido ¿no es así?
JeongGuk bajó la mirada a sus manos, levemente avergonzado. Sus padres siempre le habían dicho que la curiosidad no era mala, pero debía controlarse y regularse con la cautela pero el joven príncipe aún no controlaba su naturaleza llena de preguntas hacia lo desconocido, quería saber el porqué de muchos aspectos y a veces, pasaba por alto los límites de la privacidad de otros; como ahora, un muy claro ejemplo.
TaeHyung se rió por la reacción del príncipe y suspiró, nadie nunca le había preguntado su historia ¿Por qué JeongGuk se interesaba por alguien inferior de tantas maneras? No lo sabía, pero le fascinó.
-Era el hijo de un pescador y mi mamá fabricaba redes -empezó a relatar, mirando al frente pero podía vislumbrar su cabaña a las orillas del mar.
Pudo recordar las sonrisas de su padre, su piel picada por la sal y el viento, la voz profunda que poseía, que acentuaba al contarle historias de su niñez o de otros marinos mientras pescaban. El cabello largo de su madre casi siempre enmarañado, su melodiosa voz cuando les cantaba en las tardes que veían juntos el ocaso y como sus vestidos siempre estaban curtidos. Fue una vida humilde, con altibajos pero fue feliz. Cada día hubo un techo sobre su cabeza, una chimenea con que calentarse, comida en su mesa y amor en su corazón; no tenía lujos, pero lo tenía todo.
-No teníamos mucho pero éramos felices, estaba bien así. Mi padre tenía un par de barcoluengos, no eran la gran cosa pero se pescaba bien y muchos de la aldea trabajaban con y para él. Nuestra casa era bonita, no nos faltaba nada pero tampoco sobraba mucho. Mi madre tenía vestidos bonitos, aunque siempre usaba los mismos -el fantasma de una sonrisa le surcó los labios pero no se quedó, desapareció de inmediato-. Yo ayudaba en la pesca, en el mercado o simplemente hacía los mandados, todo dependía de qué se necesitara, pero amaba ir con mi padre al mar.
TaeHyung guardó silencio al sentir un nudo que le ceñía la garganta pero no tardó en deshacerse, carraspeó y continuó.
-Luego una noche llegó el fuego, la tragedia y la pérdida -habló más bajo, a JeongGuk le costó escucharlo-. Todo lo perdí; mis padres fueron asesinados, mi casa y los barcoluengos se redujeron a cenizas, mi libertad también la perdí junto a los sueños e inocencia.
Tomó el pellejo con vino y le dio un trago largo, intentando alejar el mal sabor de boca con la amargura del vino, la calidez que le recorrió de la boca al estómago lo confortó y respiró hondo, alejando los fantasmas del pasado.
JeongGuk creyó que TaeHyung necesitaba un momento en relativa soledad así que no emitió ni un sonido. Solo lo observó, preguntándose si su alma atormentada aún buscaba la felicidad y qué forma tendría.
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