Capítulo 12: "Besos sabor chocolate"
—¿Casarnos? —Pregunta el rubio, no como una genuina pregunta, sino como si la estuviera analizando silaba por silaba, imaginando diversos futuros con ella, indagando en su interior, había múltiples posibilidades flotando en el ambiente, Rudolph era un hombre apasionado y amaba los retos, tal vez era hora de abrir su corazón sin temer. La guerra le había implantado amargura, pocas alegrías. —Bueno, supongo que puedo usar un lindo vestido blanco, y si es así podría usar un lindo velo largo, tan largo que se deslice por el suelo, podría desempolvar mis extensiones. Me vería linda.
El coronel sigue recostando su cabeza sobre el pecho de Müller, aspiraba calma y paz, con ello le da para razonar mejor sus pensamientos. —Es tu decisión... pero si fuera la próxima semana sería algo mejor...
—Está bien, acepto, nos casaremos en una semana, veremos si puedes manejar mis nervios, será tu prueba de fuego. —Estaba bromeando, pero Orrel hizo una mueca que se podría interpretar como una tímida sonrisa, que se esfumo con rapidez, tratando de no emocionarse demás, aunque no creía que nada pudiera amargar la dulce velada que se había formado entorno a ellos dos.
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Orrel temblaba, mirando la figura del rubio contra el piso, la herida de la bala descansaba en la cabeza, la misma estaba incrustada contra la pared, cubierta de manera parcial en sangre, no sabía la zona exacta, pero tenía que ser letal, la mente se le nublo.
Dejo de razonar que a quien mataría era camarada y conocido suyo, para él, Alexei era un bastardo que debía morir, pagar con su propia vida lo que le había hecho a Rudolph. Petrova por su lado, estaba devastado, a diferencia del coronel, este se puso a llorar, temblando.
—¡Rudolph! —Gritó el joven francotirador, soltando el arma, para ir corriendo a donde estaba inerte el herido, pero un fuerte puñetazo detuvo las intenciones del joven, fue lanzado con la misma fuerza contra las celdas, para recibir otro puñetazo en la cara, otro en el vientre, sus quejidos se detenían a medias, gritos apenas y salían de su boca, la recia mano del corone le jala de los cabellos, deteniéndolo de moverse, sollozando por cada golpe que le estaba propinando Smirnov. —Agg... —Sus lamentos son cortados por un golpe contra los labios y sus dientes se entierran en su piel para dar paso a lamer sus labios cubiertos de su propia sangre, se desploma contra el piso, para ser noqueado con una patada en el estómago, que lo desprendió de la realidad.
Orrel se inca contra el inconsciente Petrova, tomándolo por el cuello, y apretándolo lentamente, notando como el aire se cierra en la boca de Alexei, oye los jadeos en desesperación para recuperar el aliento, pero Sergéevich le quita ese privilegio apretando aún más su agarre, con los ojos inyectados en sangre las marcas de sus dedos hacen blanca la piel de su víctima para dejar marca morada hasta que unos brazos rodean el agarre del coronel, este estaba tan concentrado que lo tomo por sorpresa.
—¡CORONEL, ES SUFICIENTE! —Gritó Sasha sujetando con fuerza a su superior, este se quita el cuerpo de su segundo con un cabezazo, para retomar el extinguir la vida del cuerpo del francotirador. —¡Hey! ¡Necesito ayuda aquí abajo! —Llamó con fuerza, momentos después una multitud se oye afuera del lugar, el primero en secundarle es Grisha, quien no se había ido muy lejos, pues estaba revisando a sus pacientes antes de ir al frente mañana por la madrugada, al entrar nota el desastre, cuando ve al rubio contra el piso rodeado de sangre se aproxima corriendo contra él. Secundado en segundos por el Mayor de brigada, Borgóv, quien había ido a tratar con su viejo camarada, este apresuro el paso para sujetar uno de los brazos de su viejo amigo, logrando que zafe un brazo del cuello de Petrova. Morozóv toma posición para detener el único brazo que queda, para dejar a Alexei respirar, todavía sin moverse.
—¡SUELTENME! ¡VOY A MATARLO! —Brama el coronel, alzándose lo suficiente para arremeter con una fuerte patada el rostro de Petrova, lo cual desemboca en la ira de Sasha, quien le contesta con un puñetazo a la cara de su coronel. Smirnov hace el revés con una cachetada, Ilya ya estaba harto de la pelea, decide que ese lugar es muy angosto para lograr separar a su amigo de su víctima, procede a jalar a ambos, coronel y sargento arriba de las escaleras, para empujarlos contra la nieve, donde ambos se abalanzan contra el otro para golpearse sin miramientos.
—¡Mierda! ¡Rudolph! —Grisha se va contra la figura del rubio, enderezándolo, pero recuerda que no puede dejar que lo vean, sin más toma por los brazos a Rudolph, para mirar su rostro, dio un suspiro de alivio, la bala no le dio en la cabeza, no en el sentido letal, pero la bala le rozó la cien dejando que la sangre salpicara de una terrible manera a su alrededor, por fortuna no perdió la oreja. Lo tomó para cargarlo y llevárselo al interior de las celdas donde se encerró con él, debe proteger la identidad de Rudolph o cualquier soldado le meterá una bala en la cabeza. Corrió para colocar en una camilla a Müller, y regresa para recoger a Alexei, quien se encuentra en un peor estado, los golpes que le propino el coronel son letales. —Diablos Petrova, vamos, coopera, tienes que levantarte...—Susurra apresurado, puesto que afuera se oye una fiera pelea que desembocará en más gente herida si no se apresura. —¡Vamos Alexei! —Lo recuesta en otra camilla, donde se dedica a reanimarlo, saca una botella de alcohol que se pasa después de colocarse guantes blancos, prosiguiendo a mirar los golpes de Alexei.
Afuera, la situación estaba escalando a peor.
Smirnov derribo con una llave a Sasha, sujetándolo del brazo, para con su pierna libre meterle una patada al poplíteo del sargento, haciendo una zancadilla atroz, lo hace caer de rodillas y se desploma contra la nieve, los soldados comienzan a acercarse temiendo que esa riña termine en una defunción.
—¡EH! ¡Paren ya! —Sentenció Natasha acercándose entre la multitud de soldados, quienes habían formado un circulo alrededor de los contrincantes.
—¡50 rublos al coronel Smirnov! —Gritó una francotiradora, Olga, quien le secundo Aliona su compinche.
—¡60 al sargento Morozóv! —Comenta Aliona, al momento los ánimos cambiaron y se volvió un circo de calamidades. Momentos después el batallón de Natasha conformado por mujeres y el batallón que maneja Sasha se forman en gritar por apuestas, intentando atinar el final de la contienda, la gran mayoría apostaba contra el pobre sargento a que perdería.
Natasha le metió un empujón a Olga, quien comenzó el alboroto, esta se giró a verla con un poco de vergüenza, pero no dolida de lo hecho. —¡¿Es en serio Olga?!
Olga se ríe sin remordimientos. —Ay camarada, no me negara que nos merecemos un espectáculo divertido para variar...—Comenta la mujer para darle cinco rublos a Natasha para que apueste, esta solo se los embolsa de mala gana (aposto en silencio). Pero debe mantener los pies en la tierra.
—¡Dije que paren! —Le demando Natasha, al ser ignorada por segunda vez, tomó su fusil y apunto al cielo, la ráfaga de disparos que lanzó apagaron los ánimos de todos y los puso en guardia, coronel y sargento se levantaron totalmente llenos de lodo, nieve y con las ropas hechas un asco, todas las miradas se centraron en la ira de Kozlova, quien sujeto su fusil contra el piso. —Tienen muchas ganas de pelear, ¿no? Perfecto, porque nos acaban de avisar por radio que un regimiento necesita refuerzos en el frente de Kaluga, ¿quieren que los recomiende? —Pregunta demandante, Orrel bufa con burla, pero al ver que Borgóv está presente y le asiente complaciente a Natasha deja de sonreír.
—¿Sabes Coronel Smirnov? Creo que sería adecuado, secundaría la opción de la sargento Natasha...—Con aquella amenaza silenciosa a su viejo amigo, le está diciendo que se calme de una buena vez, Smirnov aprieta los labios molesto. Sergéevich toma el sombrero de plato que se le cayó al rodar sobre la tierra y nieve prosiguiendo a retirarse. Morozóv detiene la escapada de su superior sujetándolo con fiereza por el brazo de su coronel a la par que farfulle.
—¡Hey, no hemos terminado! —Pero Natasha eleva su fusil, apuntando a Sasha, suelta a su superior al instante. —¡Natasha, el coronel había estado golpeando a Alexei!
—¿Eh? Mierda, sabía que tener a la familia de Konstantin solo traería problemas, su hermana es un estorbo que entorpece nuestra harmonía, él un terrible amigo, y Mathias un hombre débil, no han demostrado ser merecedor de la confianza de nosotros. —Comenta Kozlova para luego dispersar a todos con un chiflido, dejando a Smirnov, Morozóv y Borgóv con ella, todos los presentes saben que es cierto, no pueden tener en su pelotón personas en las que no pueden confiar. —Estamos en guerra, queramos o no, somos aliados, intentemos no matarnos entre nosotros, por mucho que apenas nos toleremos. Bastante malo es lidiar con los malditos alemanes, NO nos convirtamos en las bestias sanguinarias que nos acusan ser...—Natasha está más que molesta, decepcionada del comportamiento de ambos compañeros suyos, pero recae más en su coronel, Smirnov no se está comportando como el sabio coronel que suele ser, lo nota más errático, más llevado por sus impulsos, esto también puede notarlo el Mayor de Brigada.
—¿Así que cual fue el motivo para que quisieras matar al primo del bastardo de tu ex-puta? —Bromea Borgóv, traía un abrigo súper-puesto sobre sus hombros cuyas mangas se hondean en el aire por la ventisca que amenaza comenzar.
—NADA, no te metas en esto Ilya, esto es MI problema, MIS soldados, MIS decisiones, si me equivoco en ellas es solo mi obligación. ¿Entendido? —Demando el coronel, Borgóv con total calma y madurez prosiguió a sacar la lengua y emular un pedo con la misma, burlándose del enojo de su viejo amigo, cabreando aún más al coronel.
—Perdone usted, señor individualista capitalista. Pero YA sabes que tienes estrictamente prohibido hacer este tipo de escándalos entre tus soldados. Me estoy jugando el culo protegiéndote del bastardo de Beria ¿y así me lo agradeces? —Tanto Sasha como la francotiradora Kozlova se giraron a juzgar a Orrel. Borgóv y su superior tenían trapos sucios que cuidar de altos mandos del estado soviético.
—¿Yo te pedí que me cuidaras? NO. Tu decidiste hacerlo, y te lo permití bajo la estricta medida de que no me lo restregaras en la cara, pero te fue indiferente. No me cuides, no necesito tu protección, puedo cuidarme solo...—Sentenció con las venas de su cuello salientes en furia, sujetando la funda de su Tokarev, guardándola puesto que esta había salido volando durante el forcejeo contra su sargento.
—¿No cuidarte? ¿Quién era el que quería retar a duelo al mismísimo Mariscal Zhúkov? Te dije que te calmaras. Acaso quieres morir; o peor ¿Qué te manden a un Gulag? —Borgóv se dejó de la pícara sonrisa que caracteriza su rostro duro, hablaba en serio, terminar en un gulag era mil veces peor que morir de un rápido disparo en la cabeza.
—¡Esto no habría pasado si el bigotes de cucaracha NO ME HUBIESE OBLIGADO A DEGRADAR MI RANGO! —Grito furioso, una frustración más específica.
—Espera ¿Qué? —Susurro Natasha confundida, Kozlova era un tanto nueva conociendo el pasado de su superior, Morozóv pesco del brazo a su camarada para irse de ahí. —Espera, Sasha... ¿a qué se refiere nuestro coronel a que lo degradaron?
—Luego te explico Natasha, esta conversación es entre ellos dos solamente...—Morozóv logró sacar a su compañera del fuego de palabras que se lanzan los viejos soldados. Si, Sasha está molesto, pero sabe que deben hacer oídos sordos a cualquier cosa que tenga que ver con el estado, Kozlova caminaba en dirección contraria para ver la fuente de los problemas, el sótano donde su camarada superior dio inicio a la pelea. Sin ser notada, una sombra ajena también oye la discusión.
—Tu tampoco sabes porque inicio la pelea... ¿verdad Sasha? —Comenta la sargento, el rubio acomoda su fusil bufando molesto. Puesto que se habían escondido detrás del edificio de su base, donde los muros rojos de ladrillo los cubren de la vista de los otros soldados.
—No, cuando llegué el coronel trataba de asesinarlo mientras lo estrangulaba...quiero meterme a ese sótano, Alexei debe estar herido, lo molió a golpes antes de que intentase ahorcarlo. —Morozóv comenzó a rodear la dirección donde estaban discutiendo para permitirse la entrada del sótano, sacudiendo su gorro de plato que tenía nieve encima, para colocarlo en su cabeza después. —¿Vienes conmigo?
Kozlova soltó un suspiro fastidiada. —Pues ya qué diablos, ya lo hicimos enojar, ahora quiero saber por qué.
Detrás de ellos, dos viejos conocidos revivían heridas tan antiguas como su amistad.
—Se suponía que mantendrías un perfil bajo, pero todo lo que me reportan mis camaradas es que no paras de pelear. ¿Qué pasó? ¡¿Dónde está el comisario que me salvo la vida en aquella tormenta de nieve?! ¡¿Dónde está el soldado que se enfrentó a siete japoneses con una katana rota en aquella colina de Manchuria?! ¡No eres más que el despojo del temible soldado que fuiste! —Borgóv nota por dónde van los tiros, a su amigo le estaba afectando demasiado su situación en tener tan pocas tropas y mucho menos control.
—¡CLARO QUE LO SOY! ¡Antes no necesitaba pedir miles de permisos para acatar una simple orden, una sencilla misión me toma semanas de realizar ahora! ¡Antes podía defender a mis soldados sin ver a quien le debo de chupar las bolas para lograrlo! ¡Ahora debo de pedirte permiso y que a ti te parezca adecuado hacerlo! ¡¿Tienes una idea de lo que se siente que todos tus años de carrera se hayan desperdiciado?! ¡Pase de ser un comisario, galardonado DOS VECES como héroe de la unión soviética a ser un don nadie que se dedica a llevar recaditos por todo Moscú mientras me revuelco en el lodo como una mísera cucaracha contra los alemanes! ¡Ya veo venir lo que será de este batallón el día que la guerra reinicie y será un puto milagro salir vivos de esta! —Tras eso dicho, Ilya agacho la mirada, porque Smirnov tenía razón, no tiene idea de lo que se siente volver a donde empezó.
—Entiendo que te moleste...—Al instante de decir eso Orrel se ríe con sorna, gritándole, interrumpiéndolo al hablar.
—¡No Borgóv, no tienes idea de lo que estoy sintiendo en estos momentos! ¡No tienes ni puta idea!
—Escúchame, escúchame...entiendo que estés hasta el culo con un pelotón tan estúpido y sin estar entrenado. Pero si tanto quieres irte... te doy la opción. —Ilya saca de su bolsillo una vieja identificación, aquella que le tuvo que quitar cuando se degrado de puesto. —Smolensk necesita un comisario, es donde se está librando combate en este instante con los alemanes, mismo puesto que cuando te fuiste, puedes mandar al carajo este batallón, a la mierda Sasha, Natasha y los Petrova. ¿Qué me dices? —
Un silencio momentáneo se armó en el aire, Orrel parecía no haber captado bien el enorme favor que le estaba otorgando Ilya, su mente máquina que es demasiado bueno para ser verdad. —No comprendo. ¿Estas bromeando? —No se creía lo oído.
—Era...se suponía que era una sorpresa para Novi god, pasé mucho tiempo pensando cuando dártelo, pensé en tu cumpleaños, pero para ese momento tampoco podía confirmarlo. Tienes razón, no puedes seguir con los dramas que se arman en este lugar, la purga de Stalin se detuvo de momento, puedes aprovechar para tomar el mando que tenías antes, a Zhúkov le caíste bien, dice que tienes huevos, y me dio la oportunidad. —Tras decir aquello, de su gabardina sacó la dirección donde le asignarían un nuevo regimiento de infantería, con su nueva identificación.
Orrel en automático extiende su brazo para tomarlo, pero sus dedos se contraen al rememorar a Rudolph, y no solo él, sino del destino que tendrían a quienes ahora tiene de subordinados, no puede tomar esa decisión a la ligera. —Borgóv, tengo un prisionero que estoy cuidando, pues tiene información valiosa. ¿Me lo podré llevar conmigo?
Ilya negó con la cabeza, la mano de Smirnov cayó, sin Rudolph no hay trato que valga la pena. —¿No querías irte? ¿Qué tiene ese prisionero? Lo que haría es pedirle a otro coronel que continúe el interrogatorio que estabas llevando. —
"¡Soy estúpido! ¡¿Por qué mierda dije todo esto?! ¡No vi venir esto de Borgóv! ¡Espabila Smirnov!" Se llamaba la atención mentalmente, bajo la guardia en un momento de debilidad, está dejando que sus sentimientos lo distraigan de su deber, el camino rápido es abandonar la promesa con Müller, recuperar su rango perdido, desventaja es que llevarse a Rudolph con él, solamente le traería ojos indeseados a sus acciones. No tendría tiempo de convivir ni cuidar al rubio, Smirnov, aunque no lo parezca, las promesas que hace de manera honesta y directa, son hasta saldar la deuda.
El camino difícil es volver a recuperar su puesto perdido, ascendiendo lentamente hasta llegar a comisario mientras sigue en ese pelotón inexperto, que es muy probable que terminen muriendo en manos de alguien tan poco capacitado. La enorme desventaja es que es un don nadie en esos momentos en el ejército rojo, él tiene la ventaja de poder darse un apretón de manos con la NKVD, nadie tiene una ventaja así, y Borgóv es consciente de ello, no puede proteger a nadie si sigue perdiendo los estribos, perdería las conexiones que tanto tiempo ha creado, Borgóv permanecía en silencio esperando la respuesta de su amigo.
—Si yo me voy. ¿A quién les asignaras a mi pelotón? —Cuestionó Sergéevich, en el fondo, aunque odiaba a sus poco capacitados camaradas, Orrel es la única vía de salir vivos de una futura batalla, en manos de otro inexperto terminaran muertos antes de que termine mil novecientos cuarenta y uno.
—A un cadete que apenas llegó de Stalingrado. —Borgóv sonrió con malicia, la mirada que le dedico Smirnov es del comisario que conocía, la mirada de un digno soldado que ve una injusticia. —Entiendes a donde quiero llegar con esto ¿no? Si te importa, aunque sea un poco el bienestar de ese batallón, entonces vas a tener que aguantar más en este lugar, en manos de otro coronel menos entrenado este pelotón morirá antes de llegar año nuevo. Todos puede que mueran sino están bajo tus órdenes. Eres su única oportunidad de sobrevivir.
Orrel paso sus manos por su cadera, pensándolo unos momentos y gruñendo al viento. —Volveré a mi puesto de vigilancia... me largo al sótano. —Se retira dándole la mano a Borgóv para después retirarse.
—¡Boris Timofeeva! —Grito Borgóv con una sonrisa, despidiéndose a pasos largos. —¡Es el cadete, tu nuevo cabo! ¡Trátalo bien!
Sasha y Natasha seguían oyendo la plática mientras rodeaban a sus superiores, un tanto chismosos personalmente detrás de unos árboles de abedul.
—Te dije que yo te explicaría. —Susurro Sasha apenado de espiar a su superior de ese modo tan descarado.
—Estabas tardando y yo soy muy impaciente Morozóv. —Comento Natasha, a la par que caminan hacía el sótano del coronel, deben ver la causa de esa discusión. —¿Quién diría que nuestro coronel nos quiere? Oww me derrite de ternura. —Dice con burla Natasha, en parte está un tanto conmovida por lo que decía Orrel, no quería dejarlos a su suerte contra los alemanes en manos de alguien menos capacitado, es comprensible, los rusos solo alistan soldados, no están capacitados para pelear, habían sido maestros y obreros, nunca soldados.
—Mi coronel es idiota a veces...pero siempre por motivos adecuados. —Explica Morozóv, a pesar de que tenía un moretón por un puñetazo en su ojo por Orrel. Lograron entrar al sótano a escondidas, debían apurarse a sacar a Alexei de ese lugar, pero en su lugar, encontraron a Alyoshka quitándose los guantes salpicados de sangre, quien se gira a verlos sorprendido.
—Espera, este tipo es el cirujano. —Señala la sargento Kozlova.
—Si fuera ustedes me escabulliría por las calderas antes de que el coronel los multe por entrar en tres...dos...
Grisha no necesito amenazarlos, ambos se van corriendo por la puerta de las calderas para fugarse del sótano, Smirnov entró al sótano momentos después bajando por las escaleras. Al ver la nieve en el piso apenas derritiéndose frunce el ceño, mirando a Grisha. —Intentaron entrar a llevarse a Alexei a escondidas de mí. ¿Verdad? —Comenta el coronel alzando una ceja.
—¿De quién habla coronel? Solo he sido yo todo este rato, el vodka barato le empieza a destruir el cerebro, le garantizo que nadie ha visto a su novia rubia. —La sonrisa picarona del cirujano es callada por un empujón con el hombro, para responder en carcajadas burlándose de Orrel.
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Petrova recobró el conocimiento, una terrible migraña lo atacó al abrir sus ojos, lo primero en notar es que tiene limitada su visión, se irgue con lentitud. Hasta que una gentil mano le guía a levantarse adecuadamente.
—Auch...—Gruñe Petrova, sujetándose a la mano que lo ayuda, tomando su cabeza con delicadeza, tenía un parche en un ojo, el cuello le dolía horrores y no puede hablar bien por su garganta.
—Petrova no hables, el doctor Grisha dijo que debes descansar, no hacer movimientos bruscos y descansar por los golpes. —Al escuchar esa voz, el joven francotirador se enfrenta a la silueta del rubio, cuya parte lateral de la cabeza estaba parchada por igual por el disparo, le sonreía con cariño. Petrov creía ver un fantasma, le toco el rostro delicado, Müller se sorprende con el contacto tan sorpresivo, pero en verdad Alexei pensaba que lo había asesinado.
—¡RU...! —Comienza a carraspear, al intentar llamarlo por su nombre, la mano le sujeta el hombro para evitar que se caiga de la cama por el esfuerzo en su voz.
—Te dije que tengas cuidado, no hables fuerte. ¿Entendido? Aloyshka se fue hace unos minutos, fue por más gasas y... ¡Orrel para ya! —Demando a la recia mano que lo aparto con fuerza y lo sentó en otra cama de prisionero. —Te dije que Grisha me encargo ver a Alexei en lo que conseguía alcohol.
Petrova se gira a enfrentar a su coronel, frunciendo el ceño, es una desventaja no poder hablar bien para mandarlo a comer mierda.
—Intento matarte, no voy a dejarte a solas con este bastardo. —Smirnov gruñe para juzgar a los ojos grises, quien ahora tiene muy centrado tener de enemigo al coronel. —Tócalo de nuevo y te rompo los dedos uno por uno, para dárselos de comer a mi perro...—Amenaza a Petrova mientras este le sostiene la mirada frunciendo el ceño.
—Tú también lo intentaste, no seas hipócrita cariño, ahora si me disculpas voy a seguir curando la herida... —Le comenta Rudolph, ante ese gesto de amabilidad, Orrel escucha el sonido de un teléfono, el cual debe contestar, se levanta de la silla donde estaba junto a Rudolph. Por un momento Alexei se siente confidente para tener la atención del rubio para sí mismo hasta que Sergéevich vuelve con paso duro, sujetando la nuca de Müller y plantándole un beso mordaz y hambriento, con total descaro atrae la cabeza del rubio, metiendo su lengua al acecho de aquella pequeña boca, saboreando el metálico deseo de la sangre por la fuerza con la que inyecta sus labios para separarse con la misma dominancia y prosiguiendo después a retirarse, marcando como un alfa su territorio.
La sangre le hierve a Alexei al ver eso. Más al ver las mejillas rojas del rubio.
—¡Hey! No seas grosero... —Comenta Müller sonrojado, para después ver la severidad con que lo observa Petrova. —Supongo que tienes muchas dudas de lo que está pasando ahora. —Müller tomó un papel y un lápiz para que Alexei escribiera, lo estaba haciendo con una rabia tal que destrozo parte de la hoja, remarcando la última frase.
"¡EL CORONEL TE QUIERE MATAR!" Señala la hoja subrayando las letras con fuerza.
—Oh tranquilo, me quería matar hace un mes, pero ahora solo me quiere coger. —Explica con tranquilidad, prosiguiendo a colocarle una venda envuelta en el vientre a Alexei, quien gruñe por el ardor y por furia. —Le entregue mi culito y ahora nos vamos a casar. Muy romántico todo...
Alexei niega con la cabeza, toma la libreta y continúa escribiendo, entregándole otro papel escrito. "¡NO TE ACUESTES CON ÉL RUDOLPH! ¡ESE HOMBRE NO TIENE SENTIMIENTOS! ¡TE LASTIMARÁ!"
—Cariño, tú me disparaste en la cabeza, es un milagro que siga vivo, pero comprendo que fue accidental. Todos cometemos errores. —Explica Müller mientras recibe una mirada de descontento del francotirador, este saca otro papel escribiendo con rapidez.
"HUYE" Decían las palabras, con sus manos temblorosas.
—¡Tranquilo! Nada malo me pasará. —Acto seguido toma el poco alcohol que le queda y moja un paño, lo coloca contra el pómulo de Petrova, este sisea por el ardor contra su piel herida. Alexei suspira, intentando calmar sus nervios. —Te preguntarás como terminé aquí, bueno Orrel me rastreó, porque piensa que yo maté a un cabo suyo.
Petrov alza su mirada, con total seriedad ahora, el único cabo que le conoció a su coronel es su primo. Lo mira incrédulo, no puede ser. ¿Acaso Rudolph mató a su primo? El chico saca su libreta y raya con cuidado.
"¿Fuiste tú quien lo mató?" Dice en la hoja amarillenta.
—Bueno Petrova, si de algo te sirve que te diga esto, es que yo...no mataría ni para salvar mi propia vida. Eso te lo puedo jurar, yo no hablo de ideales, no mataría por ellos. Nunca he cometido ningún asesinato. —Explica el rubio, para luego terminar de limpiarlo. —Oí que Konstantin era tu primo, lo lamento.
Alexei suspiro, le creía, confiaba en su palabra para después guardar la navaja que había sujetado cuando Müller le dijo aquello.
Si hubiera sido Rudolph quien mató a su primo sin dudar le habría rajado la garganta al rubio.
Smirnov había regresado de contestar el teléfono, y observo la navaja de Petrov ser guardada en su bolsillo trasero. Orrel se aproximó y apartó a Alexei de un fuerte puñetazo, desamarrando algunos vendajes de su hombro, Rudolph se asusta al verlo sostenerlo del cuello.
—¡LO SABÍA! ¡SE RECONOCER A UNA PUTA RATA TRAIDORA CUANDO LA VEO! —Grita Smirnov mientras le saca la navaja a Alexei y se la confisca, este gruñe para ser arrojado contra la cama de pacientes. Toma una soga y toma por los brazos a Alexei, lo ata a la cama y acto seguido sujeta del brazo al rubio, quien le da un último vistazo a Petrova, este aparta la mirada avergonzado.
Alexei debió suponer que intentar actuar contra el coronel era imposible, era el único hombre por el que apostaría tiene ojos en la espalda.
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Orrel toma la navaja confiscada y la arroja a la caldera, sacando otro cuchillo propio para comenzar a afilarlo mientras gruñía en voz baja.
Müller suspira intranquilo, intenta abrir la puerta de esa habitación para ver a Alexei, pero Orrel lo encerró, por primera vez está de acuerdo con la eterna paranoia de su compañero ruso. —No puedo culparlo, era su primo. —Rudolph excusa a Petrov, Smirnov lo mira con una sonrisa irónica.
—¡Intento matarte! ¡Si hubieras sido tú el que hubiese matado a Ivanov tendrías la garganta rajada! ¡¿Y lo defiendes?! —Grita furioso, con los dientes chirriantes de furia. —Pues espero que te lleves de maravilla con ese bastardo, dice que le gustas, adelante, bésalo y fornica con él. —Dice con despecho, el rubio alza una ceja con burla, no le molestan los insultos, porque nota los celos en el aire.
—¿Estas celoso, primor? —Susurra Rudolph en su oído, uniéndose en el mismo asiento que el coronel.
—No estoy celoso. —Le gruñe el coronel, guardando la cuchilla.
—¿Y que fue ese beso ahí atrás? No fue de deseo, ni de cariño...No, fue de dominancia. ¿Temes que Alexei me pueda conquistar? —No termino de hablar y Smirnov lo sujeto del brazo tan de sorpresa que alarmo a Rudolph, sometiéndolo contra la cama.
—¡NO ESTOY CELOSO! —Grito, sin quitar sus orbes negros de las esmeraldas de Müller, gruñendo como un lobo, este se encuentra bajo la envergadura del mayor, Rudolph se acerca a sus labios y le roba un beso en los dientes chirriantes de ira. Smirnov se quita avergonzado por ese gesto. —¡HEY!
—Es sencillo hacer que te apartes ahora, me pregunto que conseguiría si te la chupo. —Tras ese comentario el ruso se quita por completo, levantándose para colocarse la funda en la cintura de sus armas, la carga y cartucho. —Escucha coronel, sé que tú y yo intentamos picotearnos la cola. —Dicho eso Smirnov le dedica una mirada sonrojado. —Pero tú no me vas a negar que tengo que moderarme, no puedo hacerme enemigo de todo el mundo que conozca, tengo que llevarme bien con tu círculo cercano, serás mi protector por tiempo indefinido, debo adaptarme a vivir aquí en la URSS, eso incluye, perdonar las traiciones que van a llegar a venir.
—Intente matar a Alexei ¿Qué te hace pensar que es parte de mi círculo cercano? —El coronel se abrocha la cartuchera, se iba a retirar, hasta que la mano del menor lo sujeta por la cintura, atrayéndolo de frente. Aquel atrevido movimiento toma desconcertado a Smirnov, su atención se centra en esas esmeraldas que resplandecen como una llamarada en la oscuridad.
—Sé que, si verdaderamente lo quisieras muerto, lo estaría. —Tras esas palabras Smirnov hace una mueca emulando una sonrisa de sorna. —El doctor Grisha tiene razón y lo sabes coronel. No pueden verme... al menos no como hombre. Una mujer alemana tal vez tenga más oportunidad que un hombre en territorio ruso, por lo menos si tú me proteges, sino es más sencillo que me terminen haciendo su prostituta. —Müller era directo al hablar, tiene razón, si sus soldados lo ven tratarán de matarlo, ni siquiera lo dejarían hablar, a secas lo matarán. Como hombre fusilado, como mujer prostituta, sus esperanzas se destruyen día con día pensando en un plan.
—Antes pensaba que eras inconsciente del mundo a tu alrededor, pero ahora que te oigo diciendo esas cosas... veo que me está ensombreciendo la visión que tengo de ti. —Orrel tras decir eso toma su Tokarev y la guarda en su funda. Müller lo mira alzando una ceja.
—Tú piensas que solo soy homosexual y pienso en nada más que en reforzar los estereotipos que tienes sobre mi ¿No? —El comentario está cargado de sarcasmo, pero al ver la tranquilidad que rodea el rostro del coronel, le hace ver que equivocado no está.
—Si, en verdad es eso lo que pienso. —Smirnov le acaba de demostrar a Rudolph que a sus más de cuarenta años se puede ser bastante imbécil. —Pienso que si emm, ya sabes te vistes como mujer, cantas y hablas bonito, como una mujer, eres inofensivo.
—Tu eres maricón y eres soldado. ¿Qué te sorprende? —Esa platica se tornó una discusión otra vez. Era algo natural en ellos tener discusiones sobre roles asignados, tanto que se acostumbran a ello.
—No soy maricón Rudolph, solo me siento atraído hacía ti. —Explica Smirnov sonrojado, intentando encubrir su persona.
—Déjame te pregunto esto. ¿Alguna vez te has sentido atraído a una mujer? —Smirnov iba a contestar, pero el rubio interrumpe. —YO no cuento como mujer. —Orrel se quedó callado, pensándolo un largo minuto.
—No...
—Otra pregunta. ¿Te has sentido atraído a otros hombres? —Smirnov asintió en silencio. —Entonces eres homosexual, listo, asunto terminado.
—Escucha, eso no significa que yo...—
—Orrel le das más vueltas a este asunto que un carrusel. —Explica Müller a la par que se levanta para atender las gasas de Alexei. —No tiene nada de malo que te gusten los hombres.
—YO NO SOY HOMOSEXUAL. —Recalca el coronel furioso, porque está molesto en que Rudolph pueda ver lo que él se niega a comprender.
—Si ya vas a empezar ese discurso voy a curar a Petrova, en un rato vengo. —El brazo de Rudolph es atacado con la recia mano del coronel, quien lo obliga a verse de frente sin que se vaya.
—¿A que tienes tanta prisa de verlo? —Demanda saber el coronel, Müller suelta un suspiro incómodo.
—Muy bien coronel, ¿en serio quieres que saque el tema? —Pregunta soltándose. —Tú no eres oficialmente mi pareja, por tanto, no puedes andar poniéndome límites de con quien hablo, de hecho, ni siendo mi pareja debes hacer eso, solo un pendejo haría tal cosa. ¿Comprendes?
—Está bien, ya somos una pareja. ¿Feliz? Ahora NO le hables a ese bastardo, ese imbécil te hizo daño ¿No te molesta que siga respirando? —Exige encontrarse con la verdad escondida en su alma, la sola idea de que estén en la misma habitación le enferma y le hierve la sangre, le daba igual si fue accidental o no ese disparo en la cabeza, la amenaza de apuñalar a Rudolph si hubiera sido quien mató a Konstantin si fue una alarma que Orrel no se tomará a la ligera.
—¿Es en serio? ¿Solo porque quieres demostrar que eres más hombre que Alexei te haces mi pareja? Vete al diablo. —Esas palabras dejaron frío al coronel, no estaba siendo consciente que, en efecto, es para demostrarle a Alexei que Müller es suyo, no porque genuinamente exista amor. —Piensa porque haces eso, piensa porque te afecta tanto ser llamado homosexual, pero no te tiembla la voz para marcarme como si fuera algo tuyo, y tratarme como si YO no tuviera una voz. —
Smirnov se queda solo en el cuarto, observando a Rudolph platicar con Aloyshka, quien llegó a terminar de curar a Petrova. "¿Qué mierda me pasa? ¿Tengo celos de algo tan estúpido? ¡Rudolph tiene razón! ¿Por qué carajo quiero que me hable a mí y a nadie más?" Orrel ya era consciente de sus enfermizos celos, podía matar por ellos y demostrárselos a Müller solo lo está haciendo quedar como un auténtico bastardo. "Se supone que voy a tener una cita con él, se supone que estoy intentando conquistarlo, mierda..." Sergéevich toma su sombrero para retirarse, debe hablar con Borgóv acerca de su traslado a mediados de enero de mil novecientos cuarenta y dos, pase lo que pase entre ellos, debe proteger a Rudolph, mira su bolsillo unos momentos, un dulce se escondía en su abrigo, deseaba comérselo, pero el momento era muy amargo.
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El BMW R75 avanza a toda velocidad por la carretera, le rogaba al señor que esa puta no se atreviera a derrapar en todo el santo nombre del tercer Reich. Puesto que el hielo del camino es una razón más para temer, tenía que pedir porque las cercanías no tuvieran la mala fortuna de un vigilante, pues en teoría todos están en las trincheras de Smolensk, cuando alcanzo a vislumbrar unos cuantos edificios, el bosque le quedaban unos pocos árboles, frena de golpe la motocicleta, el frío le quema la respiración, la tormenta arreciara si se descuida, no puede dejarse ganar.
Estaciona detrás de unos árboles, debe esconderse lo mejor que puede, ahora queda esperar a su contacto. Mira su reloj unos momentos, suelta un suspiro sobre este para quitarle la ligera capa de hielo que amenaza con formarse sobre el cristal, tras limpiarlo una sombra se refleja en este, se gira y suelta un gruido tras recibir un empujón.
—Si fuera un puto ruso, ya te hubiera dado un tiro en la cabeza. ¿Esto es lo mejor que me mando el lameculos de Vermillion? —Tras insultarlo, Vasya extiende su mano contra el soldado que se levanta de la nieve, este manotea el saludo furioso.
—Gustav Fischer. —Le estrecho la mano de mala gana, de dos segundos de duración. —¿Eres Vasya no? El loquito bolchevique que me mando el heer, Zimmermann debe estar desesperado para recurrir a un enemigo para localizar a Müller.
Vasya embozó una sonrisa. —Todo empezó porque Alphonse me dio la espalda al ya no responderme la carta, muy probablemente se las está ingeniando para zafar el pellejo del teniente general. Pero yo soy más veloz, tenemos que aclarar un par de cosas.
Gustav suspira fastidiado, lo único que quiere ahora es un buen trago de licor para pasarse el frío y recuperar las fuerzas después de atravesar las líneas de defensa a las afueras de Moscú. —Habla de una buena vez, mis huevos se están congelando con este frío.
—Tenemos muchos problemas con llegar a Müller, no tengo ni puta idea de que hizo no COMO lo hizo. —Tras decir eso saca de su bolsillo un papel envuelto en plástico para que Gustav pudiera leerlo sin que se estropee. —¿Sabías que Rudolph es maricón? —Pregunto sin trabas en la lengua.
Gustav se nota incomodo con lo dicho, no muy convencido de oír por dónde van los hilos. —Era... un secreto a voces en el pelotón de Rudolph, agg es incómodo hablar sobre maricones para mí. ¿Por qué? ¿Es solo para saberlo? —Gustav tal vez a lo mucho pensara que seguro el rubio se anda cogiendo algún ruso, nada importante, pero le da asco esa idea.
—Ja, pues no, vamos a hablar hasta del pelo púbico de él, haz esa idea mental en tu cabeza de que hablaremos de su culo seguido. —Tras esa idea mental que Vasya formo en la mente de Gustav, este gruñe fastidiado.
—¿Qué mierda tiene que ver esto con sacarlo de Moscú? —Demanda saber Fischer.
—Aquí viene lo bueno, el tipo que se anda cogiendo se llama Orrel Sergéevich Smirnov, no tengo ni puta idea si ese es su verdadero nombre o es de incognito. —Tras decir eso le señala las credenciales de Orrel. —Fue comisario, teniente, coronel y parte de la NKVD, opera de manera tras las bambalinas bajo la fachada de coronel.
—Me cago en tu madre. —Comento Gustav viendo todo el historial de su enemigo, que se desdobla como revista porno, la parte mala es que claro que no le excita las curvas de dobles en papel que ve. —¿Este tipo es el novio de Müller? ¡¿Me estas jodiendo?! Por menos dime que es momentáneo.
—Se quiere casar con él, Müller desea aparentar ser una mujer alemana, le da nacionalidad rusa y el bastardo infeliz se lo llevara de Moscú, malditamente intocable. Supongo que se mueve muy bien en la cama si le valió una protección así de buena. —Vasya se quedó atorado en la caldera apropósito para escuchar esa conversación.
—Ni siquiera sé si quiero preguntar como mierda sabes todo eso. —Comenta Gustav, ahora no puede hacer la vista gorda a la sexualidad de Rudolph. Ahora es el puto núcleo de la operación, su pareja.
—Deja te cuento, Rudolph se estaba enjabonando su hermoso cuerpo en una bañera, el coronel tras la pared de ladrillo se dejaba seducir por esa hermosa visión, no lo soporto más y comenzó a agitar su verga masturbándose, lo comprobé porque cuando salí de la caldera donde ellos estaban dormidos, tal vez cogieron, y vi semen en una servilleta que escarbé de un cesto de basura.
—Agh ¡MIERDA VASYA! —Gustav adquirió el tono rojo de vergüenza ajena tras escuchar eso, mucha información intima incluida.
—Hey, no te lo niego, Rudolph tiene un buen culo, y además es divertido cuando hueles sus medias. —A parte de un lunático, era un pervertido que te incomoda hasta la saciedad.
—Muy bien, voy a ignorar tus claras tendencias homosexuales y me concentraré en MI misión para largarme de aquí cuanto antes. —Le da un choque en el hombro al pasar, siguiendo la guía de Vasya, quien le señala el jeep donde montan, Gustav se comienza desnudar en el interior, cagado de frío a morir, mientras se coloca el uniforme soviético, un mero cabo de infantería, pero algo era mejor que nada.
—Oh vamos, ¿nunca te ha entrado curiosidad coger con un hombre? Es hasta adictivo a veces, depende del muchachito. —Vasya está incomodando a Gustav, esa es su intención, porque ahora Fischer sabe que ese lunático no tiene límites.
—Eww, para algo son las mujeres. Sirven para servir al hombre. ¿Qué me puede dar un hombre que una mujer de senos bonitos y culo grande no pueda dar? —Gustav se sentó en el asiento de copiloto desde la parte trasera hacía adelante, acomodándose las botas de manera adecuada, se coloca el casco y carga un fusil.
—¿Sabías que los hombres tienen un punto de placer llegando por el culo? —Dichas esas palabras Gustav se quedó mudo, totalmente aterrado, como si le hubieran dicho algo íntimo de él que jamás había conocido ni remotamente reconocido. —¿Y que solo un pene o dildo puede dar hasta ahí?
—Me estas tomando el pelo...—Murmura Gustav, hasta cierto punto incómodo.
—¡Ja, ja, ja! Bien, pero si gustas comprobarlo avísame —Susurra Vasya de manera coqueta. Mientras acelera el paso. Tras aquel encuentro entre los árboles de abedul, Natasha solo pudo diferenciar con brevedad la silueta de dos hombres en actividades sospechosas, trota hasta donde estuvo el auto, cuidando no ser vista por aquellos dos.
—¿Qué diablos? —La sargento llega donde hubo aquel clandestino punto de encuentro, se inclina sobre la nieve, admirando las prendas que yacen en el lugar, se arrodilla y alza el uniforme de un soldado de la Wehrmacht, en tonos verdes, parecía pertenecer a los heer, ¿Se infiltro un espía entre sus soldados? Es obvio que sí, pero desconoce su rostro, ahora le toca pensar en quien de sus compañeros los ha traicionado con un maldito nazi, debe cazarlo y matarlo, No confía en nadie más que en ella misma y su intuición de momento. —Muy bien perritos fascistas, dos pueden jugar a los secretitos, a ver que mentira llega a la luz primero...
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Berlín, 1929-1931. La gran depresión.
Ataviado en el largo vestido de rojo, la hermosa rubia entre saltos con todo y taconazo atrae las miradas de los presentes en el Cabaret hasta descender por las escaleras, donde es recibida por los fuertes brazos de otra buena amiga, la pelirroja que la atrapa con un beso en los labios.
Caballeros en galas de esmoquin y frack, con una que otra mujer en los mismos trajes. Rudy toma una copa, cortesía del caballero en la mesa que la invita a cenar, Müller se sonroja, pero acepta de buena gana sentarse con el hombre de esmoquin. Vicky la incita a correr para ganarle lugar a alguna otra muchachita que desee acaparar a su pretendiente, Rudy suelta un suspiro nervioso, era la primera vez que estaba en ese lugar, vestido en esas prendas que hacen su figura más altiva y hermosa, pocos hombres pensaron que era en realidad un travesti.
Caminar en tacones es un desafío que no previo con suficiente tiempo, el escote lo hace sentir expuesto, su pecho es estudiado por los múltiples presentes en su recorrido con el caballero que lo invita a la mesa, su sombrero negro y con tocado le da un aire elegante, glamuroso, y tanto sí.
Marlene Dietrich se lo regalo como regalo de cumpleaños, no puede no lucirlo si la misma está presente en otra mesa cantando a coro con Vicky. La pequeña y eterna caminata se detiene cuando el caballero de sonrisa grande y labios suaves le deposita un beso en su muñeca. Era un hombre de bigote mostacho, de patillas negras, porte victoriano casi, acento inglés, claro que sí, era un turista que buscaba una aventura, las trompetas hacen resonar el lugar, el corazón de Rudolph se acelera conforme pasan los segundos, con aquel hombre acomodándolo en el asiento frente suyo.
—Please my lady, sit with me...—Tras ese coqueto acento cerca de si oído, Rudolph acepta sentarse con ese caballero de misteriosa sonrisa, cabello de corte germano, cuya boca destila el aroma del tabaco.
—Gracias...—Susurra Rudy, ahora más nervioso que antes, sabe inglés, pero no se considera lo suficiente hábil para sostener una conversación en otro idioma. —Muy bien amigo, voy a ser directo, lo que tengo entre las piernas es un pene. ¿Entendido? —La respuesta directa hace sonreír al hombre, su rostro adquiere un tono mamey, mirando ahora con más sensualidad a Rudolph.
—I know my lady, that's why I am in this place...—Acto seguido, saca una coqueta cajetilla de cigarros en forro de plata, ofreciéndole uno al rubio, este titubea en si aceptarlo o no, no le gusta fumar, es melindroso para dejarse llevar por la situación, Müller niega sonrojado. — Don't you like it, my lady? I get it, it's a nasty habit, but you can't blame me for turning one on, you make me nervous...—
Müller suelta una risita, sacando su abanico para ventilarse el rubor de su cara. —¿Yo te pongo nervioso? —Comenta apenado, mirando su bolso y sus manos, acariciando sus pulgares, buscando respuestas a ese coqueteo. —Rudy, soy Rudy...—
—Matthew MacTavish, to serve you, miss...—Acto seguido Matthew se había acercado desde su asiento para robarle un beso directo en los labios al rubio, este se sonrojo, apartando el beso. —You look so cute when you smile like that...
"Él no hablaba alemán, yo no hablaba muy bien el inglés. Pero aun así teníamos la necesidad de conocernos mutuamente, no estaba ahí para ser su pareja, Vicky tenía razón, estaba reservándome como una tonta e inútil estatuilla de porcelana que, al no arriesgarse a sentir, pensaba que no se rompería, pero lentamente mi interior se desgarraba a falta de amor, sexo y nada más, no quería una argolla de matrimonio, demonios"
Rudolph acepto los tragos, no estaba ahí para tener amigos, estaba para una aventura casual con Matthew, este lo sabía por igual. Müller termino con ese sensual extranjero besándolo con una pasión desenfrenada en la esquina de un cuarto de hotel lujoso, MacTavish era un amante mucho más corpulento y sensual de lo que esperaba Rudolph, cuadros en el abdomen, brazos fortachones, trasero grande, pero muy prejuicioso para su gusto.
"¡Vamos idiota! No seas grosero, solo es un acostón, no tiene por qué corresponder a tus fetiches"
Müller amaneció en la cama de aquel inglés, este dormía a su lado, entrelazando sus piernas a las suyas, el rubio se levantó tambaleante, tomó sus zapatos negros, acomodo su vestido, bolso a la mano y a salir disparado de ese hotel.
Cuando estaba por abrir la puerta, una voz golpeaba la puerta con insistencia.
—¡Matthew! ¡Abre la puta puerta! No me importa con quien te hayas acostado, te advierto que voy entrar...
Müller soltó un suspiro, para no saber decidirse en abrir la puerta o no. Su mejor estrategia es huir con valentía por la puerta trasera, hasta que Matthew se levantó, dando un largo bostezo con una clara resaca en su mirada.
—Agh, fuck ... Don't mess with me Wolfgang! I'm going...—Matthew se levantó medio desnudo para irse colocando la ropa interior, mirando a Ru y dándole un beso corto en los labios. —Honey, I have to work, some nonsense from this crazy bitch, but... don't lose the contact, okay?
Müller rodo los ojos, pero le pareció curioso el nombre mencionado del invitado. —Está bien me voy... Quiero preguntar. ¿Has dicho Wolfgang? —No pudo ser sacado de dudas pues fue contestado al abrirse la puerta, Johann estaba presente en el cuarto, al instante Rudolph se dio la vuelta para tomar su abrigo, intentando irse de ese lugar lo más rápido posible, pedía que no lo reconociera.
—¡Maldita sea! ¡Te dije que estuvieras listo antes de las nueve y media, se nos hará tarde para ir a la junta! —Tras esas palabras, Rudolph se giró a verlo unos momentos, es Johann, nada más nada menos, soltó un refunfuño, puesto que momentos después contemplo como de un armario su aventura de anoche sacó un traje de gala, en el cual descansaba un lindo parche al brazo del partido nacional socialista alemán.
"Tienes que estarme jodiendo..." Su cita de una noche no solo estaba ligada a Johann, sino que formaba parte del partido nazi. "Genial, parece que los nazis me persiguen", hizo la vista larga, se coloca el abrigo para retirarse lo más pronto posible de ahí sin ser detectado.
—¡EJEM! Señorita... o debería decir señorito Müller. ¿Esa es la manera de despedirse de un viejo amigo? —Comenta Wolfgang, sin ningún descaro en recalcar quien era Rudolph, en parte exhibiéndolo a Matthew.
—Did you know him? —Susurra Matthew colocándose su traje, Müller le saca el dedo medio a Johann para retirarse lo más pronto posible de ahí.
—Más de lo que puedes creer...—Tras esas palabras Wolfgang sale detrás de Rudolph, siguiéndolo cual cazador. Los solitarios pasos resuenan en aquel pasillo. —Rudolph, sé que tenemos un asunto sin zanjar con tu antigua amiga, Francesca, si...y su lindo hermano. ¿Cómo está Vicky?
Rudolph paró en seco, girándose a mirarlo, retándolo con la mirada. Tras esos momentos ambos se reúnen en el medio del pasillo, encontrándose en la mirada del otro. —¿A qué juegas Maximus? ¿Tan desesperado estás por encontrar "indignos" judíos? ¿Qué acaso te excita perseguirlos? —Insultando su orgullo, dio en el clavo cuando Wolfgang dejo de sonreír.
—Tú y ellos me deberían estar besando los zapatos en estos momentos, yo los salve de ser molidos a palos por los Sturmann. ¿Así me lo agradeces? —En tono amenazante el antiguo soldado, ahora presenta galeones de un rango mayor, con posibilidad está en un rango tan alto como el que tuvo Amus en su momento, un teniente.
—Metete tu ayuda por el culo, nunca te la pedimos. Y te juro que si le pones un solo dedo encima a Francesca o a Viktor te voy a...
Las manos de Johann se adentran en el cuello del vestido rojo, sujetando al rubio, alzándolo por los aires y estampándolo contra la pared. Teniéndolo arriba del nivel del suelo, enfrentándolo cara a cara.
—No, pequeña ramera. TU escúchame a mí, cuando pueda, iré tras ese bar de homosexuales, y a la primer puta que me voy a coger será a Viktor, así que dile que se vaya poniendo guapa para recibirme. Le voy a dar la noche de su vida... —Tras la amenaza, deja casi sin aire en el cuello al rubio, este intenta respirar, sus ojos se tornan llorosos, de impotencia al no poder contra la fuerza bruta del teniente, le pasa altura y peso, solo respira cuando lo deja caer contra el piso, solo porque Matthew salió chistándole a Wolfgang.
—Hey, what is your problem?— Rudolph agradeció que por menos no termino con un puñetazo en la cara gracias a su cita de anoche, eso era una ventaja, tomo su bolso del piso y salió corriendo directo a las escaleras escuchando tras suyo las carcajadas de Johann, estaba furioso, se sentía humillado, porque Wolfgang podía intimidarlo con facilidad todavía, y ahora Amus no estaba para ponerle un alto a ese asunto.
Debía aprender a vivir con ello.
"A medida que me hacía hombre, había una grieta en mi corazón que comenzó a manifestarse al entrar en mis veintes, y que culmino su máxima expresión al doblar mis veinticinco años.
¿Qué era esa bruma que asomaban mis manos, que me carcomían las entrañas? No estaba perdido, pero sentía la suave brisa del odio a mi alrededor, este se manifestaba en insultos por ser homosexual, en sentir como me degradaban solo por ser quien soy, era débil y consciente de ello, aquellos como Johann me veían como una simple cucaracha a la que pisotear, defenderme no existía en mi vocabulario, mi única respuesta por años había sido huir lejos del conflicto
Muy contrario mío, Viktor hizo algo distinto."
Dietrich lanzó un gancho derecho, mandando a volar a su contrincante, primero reboto en las cuerdas del cuadrilátero para luego caer inconsciente en el suelo, el entrenador grito de júbilo, Viktor se seca el sudor con su toalla para proseguir a colocársela en los hombros, cruza las cuerdas y baja en un salto.
—Ya te he sugerido unirte aquí, pero la señorita no se quiere romper las uñas. —Comenta burlón Dietrich para acercarse a Rudolph, a su lado, Müller se veía sumamente pequeño y enclenque, puesto que desde que entrenaba y boxeaba, el pelirrojo se había forrado los bolsillos no solo con dinero, sino con un cuerpo más macizo, de músculos no anchos, pero de contextura fortachona.
—No creo que boxear sea lo mío, sabes que soy penoso para eso. —Luego agacho la mirada, pues Viktor se posó sobre su vista, dejando ver la envergadura del pelirrojo, este ladea la cabeza al notar el sonrojo de su amigo.
—¿Te gusta lo que ves? ¿Te gustan los hombres rudos? —Tras decir eso le planta un beso en los labios al rubio, este se sonroja aún más y le mete un empujón, callado por las risas sonoras de Dietrich.
—Para...sabes que eso me parece demasiado promiscuo...—Susurra apenado, los besos y muestras de cariño como aquellas Viktor las hacía con todos los amigos y conocidos que tenía en ELDORADO.
—Oh, que ternura. ¿Te sigue pareciendo que los besos solo se dan a los novios? Debes madurar más Müller, los besos son algo natural... —
—¡Puedo aceptar besos de hombres extraños o desconocidos! Pero que tú me beses sin ser pareja me sigue pareciendo algo...extraño. —Aquella sinceridad hace aplacar la adrenalina que desborda de los brazos de Viktor.
—Mira, no sé qué quieres que te diga. Pero si deseas que las personas te respeten, vas a tener que defenderte a puñetazos, los hombres solo comprenden a dar respeto imponiéndolo, si lo sabré yo, que me he peleado con las SA, con los de la Freikorps, con papanatas que me quieren meter mano sin mi permiso. —Dichas aquellas palabras, Viktor nota esa mirada que le dedica su mejor amigo, antiguo amor y ahora colega de trabajo. —Escucha, sé que no te gusta la violencia, pero tú y yo sabemos que Wolfgang no te dejo en paz hasta que lo encaraste. ¡Debes hacerlo otra vez! Pero...si el bastardo lo hace frente a mí, sabes que te defenderé. Estamos hablando de los momentos en que te atrape solo, Amus habrá sido un imbécil nacionalsocialista, pero por menos podías contar con algo. CON SU FUERZA... —Saca de una pequeña mochila de cuero unos guantes. —Empezamos mañana, te voy a enseñar a defenderte...
"Yo no quería lastimar a otros, yo quería simplemente vivir, existir, ir de la mano con un hombre sin que intenten quitarme la paciencia, Viktor tenía razón debo aprender a ser un hijo de puta con quien intente serlo conmigo"
"Es a partir de este momento que debo aprender que yo tengo el deber de defenderme, porque nadie más lo hará por mí. Por aquel tiempo comencé a trabajar como cantante en el Cabaret donde laburaba Viktor, así que inesperadamente nos volvimos colegas de trabajo, no voy a mentir. Durante el tiempo que estuve ahí, tuve muchas aventuras, más de las que podría acordarme en contar, me di cuenta que el sexo era solo un escape, de los sentimientos que gobernaban un corazón roto.
"¿Quién era el hombre que me rompió mi pobre corazón? Digamos que se hacía llamar siervo de dios, pero a sus espaldas se acostaba con el diablo, un hombre que me embrujo, me uso y luego me desecho cuando ya no le entretuve, está perdida amorosa aunque me lastimo con creces, me mando a probar las mieles que otros tantos hombres tenían para ofrecerme, no me arrepiento de mi pasado, ni de mi presente, ni de ninguna de las aventuras que tuve, no le debo nada a nadie. Mi pasado es mío, y solo yo puedo dictar sentencia sobre mi propio ser, he concluido que soy un hombre homosexual, conflictivo romántico y me perdono por serlo, me acepto como soy, y me quiero, soy Rudy Müller y eso está perfecto para mí, soy excéntrico y eso me basta, amo mi cabello rubio, amo mis ojos verdes como una pradera, amo mi piel pálida, que asemeja la blancura de un albino, amo mis labios rojos, soy suficiente para mi"
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Era víspera de novi god, pero Rudolph no lo sabía, y ni siquiera conocía si esa tradición en Rusia existía, tenía entendido que ellos poseen navidad, pero es un tema un tanto peculiar, está seguro que debe ser vísperas o próximas a serlo. Soltó un suspiro, miro por el hueco de la rendija de los barrotes, la nieve es toda su compañía. El ruso regresó por la media noche, sólo como siempre, no tenía con quien pasar navidad y no quería estar cerca ni de su sargento o la familia de Alexei, menos con la delicada situación en que casi asesina a Petrova, los ánimos de sus soldados estaban en fastidiar la hombría de Alexei, también juzgar a su coronel por perder los estribos.
Simplemente sus pies lo llevaron con Rudolph, puesto que descansar sobre su pecho es el único lugar seguro para su alma.
Traía alcohol y esta vez traía más comida, se notaba que a su manera iba a festejar su año nuevo solo, comiendo su cena en silencio, topándose al instante con Rudolph.
Müller lo observa llegar, le había cambiado las vendas del cuello a Alexei, y mataba el tiempo leyendo un libro "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde", todo lo que se oye en el cuarto es la ventisca que azota cada noche, se hace presente hasta que Smirnov decide terminar con ese momento incómodo.
—La novi god es diferente a los otros países en los que he ido —balbucea, gastando todas sus neuronas en existir en el mismo espacio que aquella hermosa criatura que en secreto quería, nadie le puede decir que no es secreto y que se ve como un imbécil. —Aquí siempre hace frío en esta época, es como si siempre fuera navidad, atorados en una eterna tormenta de nieve. —viendo la comida y el vodka. Siempre la pasa solo, no le gusta festejar con la gente, lo altera y aterra. No cree que sea capaz de enfrentar a la cara todas las estupideces que ha hecho, debía arreglar lo cometido, pero para que eso pase, tardara su tiempo, él es huraño y solitario, ahora lo único diferente de su vida es que tiene que custodiar a Rudolph. —Asumo también festejas la novi god a tu manera...
—No la conozco como Novi god, sino como Navidad, en Alemania tenemos dos festividades, navidad el 25 de diciembre, año nuevo el 31 de diciembre. Ustedes juntan ambas festividades en año nuevo... —Luego apoya su mentón mirando a Orrel, siempre luce como un hombre solitario, sin compañía y lo nota, las pocas veces que lo mira comer, nota que usa sus manos, nunca los cubiertos. Rudolph se abrazó al abrigo de Orrel, era la única prenda que usa casi todos los días sin falta. —Yo usualmente pasaba navidad con mi familia, mi madre, tías, madrinas y hermanas. El año pasado la pasé en Francia con mi hermana, ella logró venir desde Polonia, es la primera vez que la vi pilotar un avión, a medias...tambaleo en la caída, pero llegó intacta je... me pregunto cómo estará. ¿Cómo se veía cuando la viste? ¿Estaba pálida? —El coronel apenas iba a contestar cuando el mismo rubio divaga por igual. —Esta sería la primera vez que voy a pasar ambas fiestas sin mi familia...la extraño—Luego miro a Orrel —¿Tu lo festejas con tu familia? —Pregunto y Orrel solo sonrió, ambos están dispersos a su manera, eso lo hacía sentir cómodo.
—Contestando a tu pregunta, tú y ella tienen la maldición de verse enfermos, pero no me sorprende que seguro pescara un catarro, sino estás acostumbrado a estas temperaturas, muy probable disfrutes esta Novi god con la garganta irritada. —Baja el vodka y se queda un rato viendo la comida. ¿Pasarla con la familia? Hablar de su familia es un tema clandestino que no terminará muy bien que digamos. —En su momento te lo grite más que decírtelo, pero la situación con mi familia es demasiado complicada, no tan armoniosa como la tuya, mi madre falleció cuando tenía 12 años... y mi padre era su secuestrador. Falleció hace dos años atrás y es lo mejor que me ha pasado hasta ahora. —Cuando hablaba de su padre se molestaba. —Para mí no había novi god, ni cumpleaños, no había nada...solo un día común. No he celebrado nada desde hace años hasta la fecha. —Suspira y le mira, puede notar su total confusión, puesto que recuerda el incómodo dato sobre sus padres —¿Porque sigues usando ese abrigo? ¿No te cansa? Es el mío... ¿No te da asco? —
—Lamento oír lo de tu familia. Y sé que tal vez no te importe lo que yo opine, pues has vivido la vida bajo tus propias reglas para sobrevivir, pero...no permitas que el miedo al "qué dirán" gobierne tus decisiones, o puedes terminar amargando tus días... —Orrel se sorprendió de la genuina empatía que mostró Rudolph lamentando esos años solitarios, una vez más le demostraba que si alguien conocía sobre el miedo a ser homosexual era él, mientras abraza el abrigo que le dio. —Me gusta el abrigo, no me queda para nada y eso lo hace perfecto como una cobija extra. —dijo y abrazo su almohada, sus piernas eran largas y delgadas, cubiertas por un pantalón que hace babear al coronel, no puede evitar imaginarlo sin ropa. —No me da asco. Me gusta este abrigo, es grande, como si fuera el de un oso. —Y volvió a sonreír, para proseguir a matar sus curiosidades, como el parlanchín que es. —¿Cómo luce Moscú en invierno? —Se oía melancólico, alguien que acarrea una larga pena, y Smirnov comenzaba a comprender por qué, leer su bitácora se vuelve algo cotidiano y a su manera a Müller ni siquiera le importa que lo haga, tal vez ansia ser comprendido. —Quitando qué estamos en guerra, quitando que tú y yo en teoría somos enemigos y en estos momentos deberíamos matarnos entre nosotros, solo por hoy... ¿Me puedes decir eso? ¿Solo eso? ¿Cómo es Rusia en estas fechas? ¿La ciudad es bonita?
Smirnov también quería eso, olvidar, olvidar que la guerra era un puto sin sentido tras las palabras que grito Artemus, no quería creerlo, y no lo acepta, la guerra está ahí, delante de sus ojos y no la podrá evitar vivir un tiempo más, ambos tienen ese sentimiento en su pecho, en el amargo sabor de la muerte, de todo el tiempo desperdiciado en una causa que ha nacido muerta, sentimiento presente en los soldados.
Al principio eran ideales, luego viven para proteger a sus compañeros, a su familia o amigos, porque ya nada más les quedaría entonces. Smirnov ahora sentía envidia de los estadounidenses que no participan en la guerra como tal, pensando en que Europa estaba en llamas, ellos dos estaban atrincherados rezando porque no los bombardearan esa madrugada, y en su privilegio algún suizo goza de la calma que ellos se les ha quitado, Smirnov sentía envidia de imaginar semejante escena. Por una noche, que eso se pause, que solo sean dos hombres hablando sobre el año nuevo que se aproxima, sobre deseos y un buen porvenir, solo eso.
—La vida nocturna aquí es bastante animada, anochece temprano en octubre, lo habrás visto de camino aquí ¿Verdad? —Pregunta, con una pequeña sonrisa en sus labios, algo que impresiona un poco al rubio de ver. —Las luces son lo que más me gusta, y no hablo de focos, hablo del brillante color de la nieve cuando no hay nevada se ve precioso por las noches, justo de noche adoro irme de casería con mis hombres, y por la mañana regreso listo para la fiesta de año nuevo, eso es mi única contribución para ellos en este día desde hace tres años, cuando yo... emm... —Le dio vergüenza platicar lo que él hace en año nuevo, no pensó platicarle algo así a nadie antes.
—¿Qué más? —Susurra Müller cruzando sus manos frente a sus rodillas, esperando a que Smirnov le platique sobre sí mismo, algo que esperaba desde hace tiempo. Conocer que más hay debajo de esa coraza que ha formado Orrel contra el mundo.
—Yo no soy mucho de celebrar Novi god, no soy el mayor referente a ello, lo único que yo hago cada vez que suceden estos días, es ir a cazar cinco o seis patos, voy a un almacén de repostería y compro dulces para mis soldados...me gusta mucho la mermelada, así que esa es solo para mí. —Comenta rascándose la nuca, nervioso de hablar de algo tan íntimo con Müller. —Los kara-kum también saben bien son como chocolates con nuez, los pastilá son dulces con fruta, saben cómo el alajú...
—Yo sé ese nombre...y lo probé. ¡Ya sé! De las mil...
—De las mil y una noches si... se podría decir que viene de origen antiguo, asentamiento de distintas partes de cuando éramos la Rus de Kiev. —Luego de su bolsillo saco un dulce kara-kum, prosiguiendo a tomar la mano de Müller este se sorprende de ese gentil contacto, para luego recibir entre sus manos el dulce de chocolate, Rudolph apenas iba a decir gracias por el dulce, cuando la mano del coronel lo deja mudo al acariciar su rostro, una gentil caricia contra la suave mejilla del rubio, ambos se encuentran, para comenzar a reconocer los ojos del otro en un eterno momento. —Mi regalo se suponía que sería diferente, pero... es todo lo que pude conseguir para esta noche.
—Orrel...
—Solo puedo darte un miserable dulce que ni siquiera esta tan bueno...—Comenta frunciendo el ceño, molesto consigo mismo, negando con la cabeza, no sabía si reírse de la situación o llorar. —Ni siquiera puedo darte un regalo decente, no puedo expresarte como me siento a tu lado, no puedo cortejarte, como se supone que debería hacerlo, cada que intento reparar los errores que he cometido solo termino creando otros, mírame, esta mañana quería matar al bastardo de Alexei, tienes razón, le pido demasiado a alguien que ha perdido a un familiar que en verdad quería...
—Coronel... —Rudolph puede sentir la frustración en su voz.
—No te conozco, ni tu a mí. No tengo ni mierda idea de cómo enfrentar a lo que yo siento, la última persona que intento quererme está muerta. La última vez que intente amar fue a un hijo de puta que...—Se calló, no quería decir lo que seguía. —¿Qué otra cosa puedo ofrecerte además de una buena vida? Es una mentira carajo, no puedo ofrecerte ¡NADA! Te hice daño, intento repararlo. Quiero conocerte, quiero que tú me conozcas, pero carajo, no es sencillo pensar cuando un pendejo te disparo en la cabeza, que por poco mueres, que yo... la cague aún más al golpear a Petrova. Mi pelotón no confía en mí ahora, no puedo hacerles frente al comportarme como un imbécil, no puedo decirles ni siquiera feliz año nuevo. Eso... ¡ESO ERA TODO LO QUE YO LES DECÍA ESTE DÍA! ¡FELIZ AÑO NUEVO Y NO PUEDO HACER NI ESO! —Se quedó en silencio, Rudolph se levantó de su lugar, sujetando la mano del coronel para proseguir a sentarse en el regazo de Smirnov, pero no había erotismo entre ellos en esos momentos. Solo un amargo inicio de año.
—Nadie nace conociendo cómo reaccionar a este tipo de cosas, ni yo lo sé. —Prosigue a abrazarse al cuello del coronel, este le contesta con una suave caricia en la espalda del rubio. Intentando pensar en otra cosa, sonríe para darle algo diferente en que pensar. —Si fuera turista. ¿Qué se puede hacer aquí en Moscú?
La mente del coronel necesita despejarse, solo unos minutos más, hasta llegar a la media noche.
—Si tu fueras turista, eso haría las cosas más fáciles. —Comenta recostando su espalda contra la pared, sujetando el cuerpo del alemán. —Podrías ver la plaza roja, el mausoleo, estarías como un niño haciendo ángeles de nieve... —Recordando su infancia, cuando eso hacia estando con su madre. —Te gusta la Ópera tengo entendido, deberíamos ir al Bolshói, apuesto que amarías ver "El lago de los cisnes" de donde nació. Eres retacado, amarías probar el té en un verdadero samovar. —Rudolph piensa en ello, le hubiera encantado que eso sucediera. Smirnov mira la comida que trajo y su rostro se sonroja. —¿No saldrás huyendo si te hago que comas y bebas vodka conmigo? —
—No, muero de hambre. ¿Esto cuenta como una cita? —Susurra burlón, segundos después le da un beso corto en los labios al coronel, este aferra un poco más el agarre a la cintura del rubio, para besarlo con más profundidad, mueve los belfos al instante, no puede evitar perderse en esa caricia, ambos permanecen un rato así, hasta que deciden separarse, Orrel carraspea sonrojado, ambos saben que si se toman unos minutos en ello van a terminar fornicando, toma las piernas del rubio y alzando su cuerpo procede a sentarlo en una silla frente suyo, se levanta sonrojado, y Müller ve la erección que se asoma a la par que Smirnov trae la mesa y jala otra silla. —Bien osito, primero la comida, luego el postre. —Smirnov se le cayó un plato cuando dijo postre de manera tan coqueta, más por el hecho de que Rudolph dijo esa palabra mientras simulaba una mamada con la boca, y la estabilidad mental del coronel no hace más que caerse a pedazos.
Orrel le paso un plato pequeño de caviar rojo, un plato de cheburek (que Rudolph asemeja con una empanada frita) —Vaya, ¿tienes caviar? ¿Cómo lo conseguiste? La guerra se está chupando todos los suministros de comida. Ni siquiera yo podía conseguir un caviar así en fechas importantes —El caviar ruso es el más cotizado de todos, y los de mejor calidad, más con un pan fermentado negro, se nota que Orrel sí que puede comer bien, pero no lo hace seguido en esos últimos días del año, mientras Rudolph prueba el vodka y escucha algo diferente...risas, un grito pequeño y leve de júbilo, de alegría.
Rudolph sonrió porque sabía porque eran esos gritos de alegría de los camaradas rusos.
—Feliz año nuevo Rudolph...—Susurra el coronel, el rubio emite una risita nerviosa.
—Feliz año nuevo Orrel...—le dijo y se colocó una cuchara en la nariz, estaba jugando, esta se suspende en el aire.
Orrel, ya con unos sorbos del vodka en su sistema, hace algo que deja mudo al rubio, deja salir una carcajada.
¿Acaso vio mal? ¡Orrel estaba riendo! ¡Estaba sonriendo!
—Coronel Smirnov, ¿es eso en sus labios una sonrisa? —Dice en burla, conocía hace poco al ruso, pero no pensó verlo esbozar una sonrisa tan ancha y campante bajo esa barba negra.
—¿La quieres ver más de cerca? —Acto seguido toma por la nuca al rubio y le roba un beso matador, el rubio pega un grito ahogado sobre aquellos labios, procesando la sorpresa de aquel momento y ambos sueltan la carcajada.
—¡Dios mío! No puedo creer lo que acabas de hacer. —Después sus mejillas se pusieron aún más coloradas, aparta la mirada, sí que se avergonzó, porque además de deseo en esa situación, había cariño, Rudolph siguió bebiendo del vodka y la situación se puso picante. —Orrel, ¿aquí en Rusia como follan? —Pregunto y Orrel se atraganto con la bebida, la escupió para reírse con esa prepotente y ruidosa risa ronca. —¡No te rías! Me refiero... me ha tocado tener más de un amante. ¿Coger con un ruso seria gratificante? —Dijo curioso, alzando sus piernas, comenzando a desabotonar su abrigo, estaba ebrio por igual.
—Oh, eso lo podemos averiguar ahora mismo...—Dos tragos más a la botella, se levanta tirándola por el piso, esta se estrella haciéndose añicos y Smirnov se tambalea, apenas si comieron algo sólido en sus estómagos, estaba un poco molesto por lo que dijo (celoso) es verdad que Rudolph con su porte y su belleza tendría un montón de amantes. Eso lo ponía iracundo, saber que otro hombre lo haya tocado. "Eso se acabó" Pensó para sí mismo, esa noche aquella Rusalka, esa sirena que vino en una tormenta de invierno a hechizarlo; a llevárselo consigo, será suya. "Vas a ser mío esta y muchas noches, voy a atarte a mi lado, no huiras de mi y si no puedo tenerte...no serás de nadie más" Aquel pensamiento se estancó en su cerebro, Müller estaba solo en esos momentos, sino fuera porque sus convicciones no están tan rotas, desde la noche en que regreso de verse con Annelise lo habría tomado contra las celdas. Ansiando como nunca enterrarse en su interior, sujetar sus caderas y recorrer con sus manos la hermosa piel blanca, meter su lengua en todos y cada uno de los agujeros de su cuerpo, amarrarlo con cadenas contra una cama. Tantas cosas cruzaron por su mente desde hace días, todas ideas una más perversa que la anterior, había tenido numerosos prisioneros y jamás se sintió con ese poder, su padre tenía razón, el poder que te otorga saber que alguien te pertenece te embriaga, toda su cabeza daba mil posibilidades, lo que quería acontecer en ese instante, no será el acostón de una noche para aquel hermoso rubio. "Ni bien termine yo en ti, jamás te irás de Rusia". —¿Quieres coger? Perfecto, vas a conocer lo que es cogerte un ruso... —Después de esas palabras el coronel hace algo que sorprende al rubio, nota las enguantadas palmas desabrocharse los botones de la larga gabardina, deja caer el abrigo en el suelo, guía sus manos y desabrocha el primer botón en su camisa del uniforme, Müller se sonroja pues no creyó ni por un momento que en verdad se daría el sexo con aquel temido coronel.
Rudolph jala con atrevidas ansias a Orrel de la camisa —la cual ya estaba suelta— para ver al fin el cuerpo del otro, nota el cinturón del uniforme soviético caer, junto con su Tokarev y cartuchos, al fin.
No se creía al hombre que tenía frente suyo, nunca había visto un cuerpo como el de Smirnov, rudo y masculino, expide esa virilidad candente, autoritario y con su altura desprende un aura de poder y fuerza, músculos que sobresalen de la camisa de tirantes blanca que queda después de quitarse el uniforme de coronel, la camiseta se va, dejando ver los pectorales anchos y entonados por el ejercicio, piernas y brazos cubiertos de vello corporal, lo cual le gusto a Rudolph, le hace ver más maduro y fortachón, más rudo y salvaje.
Acaricia el brazo del coronel mientras este intenta torpemente quitarse los pantalones con botas. Los pectorales son una cosa maravillosa, Müller aprovecha que unos instantes su amante se busca desvestir, y coloca su mejilla en uno de sus pectorales, es el musculoso más fuerte y tenso que ha tocado en su vida, apenado aparta su rostro, se acerca al cuello del coronel para besarlo, dejándole un chupetón. —Espérame un poco a que... quite estos pantalones...—Müller sigue besándolo en el cuello, el coronel se da cuenta que tienen más ganas de fornicar que de disfrutarlo, deciden relajarse un poco, quieren que este momento sea agradable, el ruso sujeta al alemán por su cadera, para comenzar a buscar que zona besar de tanta perfecta piel, al fin. Rudolph es quien toma el toro por los cuernos, sujeta los omoplatos de su amante, con delicadeza acercan sus labios.
Rudolph rodea con sus brazos el cuello de su amante para sentarse en su regazo, siente los entonados brazos del ruso, fornidos y remarcados por las venas atraparlo con fuerza, Müller era incapaz de ver que la malicia que oscurece el alma del coronel estaba más allá de simples deseos mundanos tan liberales como lo carnal, iban ligadas de poseer, no sabía qué clase de visión tenía del mundo la quimera moscovita, no le iba a hacer el amor a Orrel, sino a un hombre que ya está pensando cómo mantenerlo a raya para no permitirle ninguna salida en un futuro cercano.
"Eres basura Smirnov, justo como padre" Se culpaba en un amargo sabor de labios, formando un beso agridulce, hace años se juró no caer en la desesperación de la que era presa su padre por su propia madre, se prometió nunca obsesionarse por nadie, amar con libertad no era su fuerte, no en el bloque soviético. Pero por Müller, estaba muy dispuesto a cometer crímenes de guerra, más oscuros que simplemente matar, porque él sabía cómo destruir y quebrantar un alma, si lo sabrá después de tantos años torturando prisioneros en los gulags.
Sin saberlo, tras las paredes escondidas de la caldera, Galya se había infiltrado para ir por Alexei, ella había escuchado la disputa que tuvo Sergéevich con el mayor de brigada Borgóv, quería sacar a su hermano de ahí. Pero al oír el sonido de la ropa cayendo, el chocar de los labios detrás del muro, se mantuvo en silencio, escuchando a dos hombres fornicar.
—No jodas...es maricón...—Susurra para sí misma Galya, viendo por el rabillo de unos ladrillos lo que no se creía, lo comprobó al ver como Smirnov se andaba besando con un hombre rubio. —Es...alemán...—Comenta ella cubriendo su boca, para deslizar su espalda por la pared, guardando un silencio sepulcral, donde solo se escuchan los lascivos gemidos de ambos hombres. Ella adquiere la cara roja, tiene que salir de ahí, pero nada tonta, decide quedarse un poco más para ver que tanto parlotean. "Voy a hundirte maldito maricón" Piensa ella para sí, ahora tenía con que destruirlo.
—Permíteme...—Baja los tirantes del pantalón, exponiendo su ropa interior, comienza a masajear la entrepierna del coronel, este gruñe en sus labios, besándolo con más lentitud, a veces empujando con su mentón la lengua en su boca, la mano del coronel acaricia los muslos de su acompañante, ambos tomándose su tiempo para besarse, el ruso se apodera del control para sujetar la cintura del rubio, empujándolo contra la cama, quería sentirse el dueño de Müller, y al fin se iba a dar ese lujo. Si, por un lado, Smirnov se entregaba a la oscuridad de sus verdaderos sentimientos, Müller estaba viviendo un momento de lo más dulce y ansioso. Esas caricias le transmitían un mensaje diferente, que Smirnov tenía ganas de amar y ser amado, no podía evitarlo, tampoco iba a negarlo "Me estoy enamorando de este hombre", pensando en una vez que terminaran, debía serle sincero al coronel, debía decirle que se sentía atraído de manera romántica, ahora a sus treinta y siete años está seguro de ser sincero con lo que siente, no desea guardar jamás ninguna emoción. Rudolph se acerca para darle otro beso, apenas y podía besarlo, apreciando de adecuada manera lo enorme que es Orrel a comparación suya. —Tócame... —le suplicó y Orrel seguía babeando por ese cuerpo que ansía ser sometido, Rudolph acaricia con delicadeza la enorme erección con una sonrisa traviesa, tristones ojos y perlada boca que lo atrapa en un beso más húmedo que los otros.
Luego, una pervertida idea surca la mente del coronel. —Desnúdate...—Le ordena más que sugerirle, el tono ronco y demandante como lo pidió sorprende al rubio. —Y recuéstate en mi pecho, te aseguro que te gustará. —Müller lo observa en silencio con una ceja alzada, pero curioso de lo que pueda pasar accede, se termina de quitar el abrigo, la camiseta blanca y manda al carajo los pantalones. Nota la erección del coronel tomar dureza bajo la tela de la ropa interior, ya puede dibujar una idea mental de la apariencia de la polla que se esconde ahí. —Ven aquí, recuéstate. —Rudolph se acerca y obedece, se recuesta contra el pecho del coronel, este sin más hace algo que hace temblar el cuerpo entero del rubio, rodearlo con sus manos, atrapándolo y dejándolo sin escapatoria alguna a continuar, envolviéndolo en un simple abrazo a primera vista que luego se intensifica, al sentir la erección rozar sus muslos. Suelta un quejido, que es más fuerte al sentir la barba de aquel mastodonte sobre su cuello y oreja.
—Tus manos...—Vio que se había quitado los guantes verdes, toma entre sus palmas una de las manazas del coronel, y nota que esta quemada. Su mano estaba parcialmente de otro tono, con unas líneas que le marcan un rosa carnoso, abarca la totalidad de ambas, tanto las palmas como las uñas en diversas zonas. Por ello es que siempre usaba guantes. Puede sostenerla con delicadeza, pero aquellas marcas se notaba tenían años así. Müller al fin conocía un secreto de aquel callado y solitario ruso.
—No es muy atractivo, lo sé...—Concuerda en su mente Smirnov, se sentía despreciado, más que nadie por sí mismo, era consciente de su falta de magnetismo sexual, no era el hombre ideal para nadie, él no se creía merecedor de ser amado.
Pero era el hombre ideal para Rudolph. ¿Cuántas veces no fantaseo conocer un hombre como Smirnov? No había conocido en toda Europa a alguien como el hombre que le acaricia tras su espalda, tan severo, rudo y dominante y a su vez tan frágil como el cristal, un alma atormentada, un lobo solitario que entre la nieve se esconde de convivir con sus semejantes, puesto que no se consideraba humano.
—No, no es eso, es que es...enorme también. —Comenta y coloca la mano sobre su pecho, abierta, la mano del coronel le abarca pectoral y medio. Y después guía la otra mano a su vientre, esta le cubre la piel casi por completo en esa zona. —Vaya...se sienten callosas. ¿Haces mucho trabajo manual? —Se estaban explorando el cuerpo del otro con paciencia, eso es lo que les hacía falta, verse, conocerse, encontrarse.
Smirnov acerca sus labios al oído del rubio, ha notado que cuando se acerca a su oído, los nervios de Müller aumentan y su voz lo hace temblar.
—Cortar leña, el manejo de armas, el entrenamiento y claro las marcas de las quemaduras influyen. ¿Se siente muy tosco Rudolph? ¿Me pongo los guantes? —Susurra en su oído, Rudolph se estremece cuando le susurra al oído, le eriza los vellos y se ruboriza. —¿Qué pasa? Estas callado... oh, ¿te gusta que te susurren al oído? Eres sensible aquí... —le da un lametón en el cuello al rubio, este suelta un gemido, y otro cuando Orrel le sigue susurrando. —Eres tan pequeño, necesitare lubricante para prepararte bien. —Y luego una de sus manos se guía a los muslos del rubio, ese muslo desnudo como su entrepierna, notando varias cosas en particular, si bien aquel rubio es lampiño en muchas zonas, poseía muy poco vello en su pubis, al comienzo de su entrepierna, encima de aquella sonrosada y preciosa polla, que asemeja tanta virtud. —¿Te depilas? —Comenta curioso, nunca había visto a nadie depilarse por razones estéticas, de hecho, Müller es la primera persona que conoce que lo hace además de las mujeres, no puede negar que el aroma a jazmín, lavanda que posee el cabello y piel lo están embriagando. "Dios mío, que bien huele, todo en su cuerpo huele tan rico" No quería avergonzarse percibiendo que hay diversos aromas como un sabueso. —Puedo oler el jazmín en tu perfume, la crema de almendra en tu sexo, el tónico lavanda en tu barbilla al afeitarte esta mañana, todo en ti huele de maravilla. —No pudo evitar comentarlo, lo sabía, sabía que Müller se puso todo ello para que lo oliera. Lo supo por la sonrisa y orejas rojas del hombre que poseía entre sus brazos.
—Usualmente...me gusta cómo se siente mi piel exfoliada y...desde que me besaste suelo hacerlo cada tres días. —Tras ese susurro que emiten sus labios el coronel le sujeta del mentón enfrentándose en un duelo silencioso y erótico de miradas, ambos se contemplan un rato largo. —Tu hueles...
—A perro. Seamos sinceros, soy un asco. —Comenta con una sarcástica sonrisa, una traviesa lengua abre sus labios y este lo besa con más firmeza.
—No, bueno, si hueles a que alimentaste a Shenka. —Dice sin tapujos. —Pero huelo la pólvora, el aroma de la madera, obvio a vodka, pino también. —Susurra y siente como Orrel le besa la nuca. —Y...sangre... —Reconoce muy bien ese aroma metálico, la mirada que le dedico el ruso le dice que no ha hecho algo agradable antes de verse, nota los nudillos del ruso, había marcas de haberse arremetido a puñetazos con alguien. Era por haber peleado con Alexei, lo sabía, y acto seguido, la gruesa mano del coronel le aprieta el cuello. —Mmm... —Gimotea por el firme agarre, nota el ceño fruncido del coronel.
—Sí, es sangre, no me arrepiento de lo que he hecho. —Con somnolencia lame el cuello blanco que se expone a su merced. —¿Te estas arrepintiendo? ¿Tienes miedo? —Ahora el agarre es más severo, puede sentir el músculo del pulgar presionar su cuello, tratando de cortar su respiración. —No te dejaré ir... —Pose sus labios contra la piel del rubio, lo siente estremecerse. —Estas excitado...—Dijo Orrel para acariciar la erección del rubio, y coloca a Müller de mejor manera para que sienta contra sus glúteos desnudos su pelvis. —Bueno, estamos igual...
—¿Puedo verte desnudo antes? —Pregunta con un suspendido silencio, tratando de dejar salir más su débil voz, aquel modo suspirando sobre la boca del mayor que suplica; logra conmover el corazón del coronel, por ello decide no apretar su cuello. Así le hubiera dicho que pare, lo hubiera tomado en ese instante, el aliento de ambos esta presa del alcohol.
—Claro, ven siéntate aquí. —Lo toma y le da la vuelta al rubio, colocándolo sobre la cama, esta vez de frente. Decide dejarse los preámbulos, considera que ya se han explorado suficiente y se sonroja por lo que hará a continuación, se baja la ropa interior ante la vista del otro, deja salir el miembro largo y erguido, ancho y venoso.
—Oh mierda...—La cara del rubio abre los ojos con amplitud, su rostro se sonroja en un tono rojizo y carraspea emocionado. "¿Todo eso me voy a comer?" Piensa con alegría.
—Lamento que no sea lo que esperabas. —Dice avergonzado el coronel, malinterpreta la mirada de estupefacción que le brindo el otro, y Rudolph no parece escucharlo, puesto que Müller parecía hipnotizado con lo que veía.
—No recuerdo haber visto una verga tan grande... ¿Cuánto es? ¿10 pulgadas? —Sin vergüenza alguna aproxima su mano para tocar la entrepierna y Orrel gruñe sonrojado, detiene su mano. —¿No puedo tocarte?
—Te voy ser sincero Rudolph, estoy ardiendo por tomarte y no soy...—Acerca todavía más aquella nuca. —No soy un buen hombre, tú mismo lo has de suponer por las cosas que has visto, las que he hecho...—Y acaricia sus mejillas. —Habrá consecuencias por lo que voy a hacerte esta noche. —Dice con demanda, si en estos momentos Müller le dijera que no, entonces dejaría de insistir. —Te doy la oportunidad de irte, de decir que no, no...no creo detenerme una vez comience...
Müller sonríe, como suponía, es atrevido y osado incluso para cuestiones de la cama. —Entonces no te detengas. No me voy a escapar...—Dice con una sonrisita ladina, acariciando con su pierna el sexo del otro.
—Emm...no es un juguete ¿Sabes? —Dice más avergonzado y siente como Rudolph le indica recostarse contra la cama, puesto que prosigue a acariciarle el interior de los muslos, recorriendo hasta llegar a los gloriosos glúteos que tanto ansiaba tocar. —Tampoco soy lampiño como tú, tengo mucho vello...
Müller suelta otra risita vergonzosa, los nervios están gobernando sus sentidos. —Tranquilo coronel, me gustan los hombres que se lo dejan al natural. Déjame disfrutarte...—Dice alzando con picardía las cejas y acercando su rostro a este, masajeando con sus suaves manos la polla. —Es bastante ancha también...—Y luego el rubio hace algo impensable. —Hola amiguito, te llamaré el zar.
Smirnov se sonrojo para luego intentar cerrar sus piernas, aguantando la vergüenza ajena y la carcajada. —¡¿Le acabas de hablar a mi pene?! —Vaya modo de matar la tensión de ese momento, ahora adoraba aún más al alemán. Porque no era un nazi... solo era un nativo del idioma que termino enfrascado en aquella guerra como él, y lo adoraba por ser simplemente Müller.
—¡Oh! ¡Pero si estas todo rojo! te gusto, ¿eh? —Dice acariciando el miembro, tomando el falo por el medio y masajeándolo con un suave movimiento de muñeca —Te gustará más esto...—Acerca su boca y le da un lametón desde los testículos hasta la punta del falo, escucha como el coronel emite un gruñido de placer ante esa caricia. Luego prosigue a dejar ir su lengua sobre la cabeza, y lo engulle superficialmente hasta mitad, moviendo de arriba abajo sus labios, lo chupa y lo suelta, mientras sigue con las caricias de su mano sobre el erguido miembro. Mirando a los ojos del ruso, quien se estremece con esa segunda caricia y por el reto que le brindan aquellas esmeraldas que lo amenazan. —Espero no haberte lastimado con los dientes, tendré cuidado.
—CYKA! U tebya rot demona! —Le llamo demonio, porque para él era un incubo, que atrapa bajo su poder a cualquier hombre que desee. —¿Qué...? ¿Qué haces? ¿Cómo haces eso? —Pregunta avergonzado, acerca su mano para acariciar los cabellos dorados de Rudolph, sintiendo su sedoso cuero, jadeando al sentir como la lengua sigue acariciándolo, acelera el ritmo para hundir los labios, esta vez, hace la maniobra de hundir su boca por completo, topa con los testículos, logro meterse el miembro completo, mira como una arcada se produce en el hilo de voz del rubio, mientras ancha la boca, gimiendo en voz baja, a ratos el sonido ahogado de la lengua sorbiendo la saliva le eriza todos los vellos del cuerpo al coronel, suelta otro fuerte gruñido, la cara de Smirnov adquiere los tonos rosados y rojos, jadeando, suspirando. —Espera, espera Rudolph si sigues así me voy a...—La boca del rubio se separa del miembro con la intención de acatar la orden de su amante, si le pide que pare, para, respeta su decisión, pero Sergéevich se encuentra así mismo incapaz de contener un orgasmo que sin darse cuenta lleva esperando tener hace semanas. Deja salir un gemido profundo, Müller suelta un jadeo, pues no se quitó a tiempo, el fruto de su deseo yace en los labios del rubio, este lame los restos del orgasmo del coronel con total complicidad, sigue con esa matadora y segura sonrisa.
—¿Nunca te la han chupado cariño? —Dice el rubio, sin dejar de tocarle el miembro. Lo cual está estremeciendo al coronel, pues estaba sensible tras ese glorioso orgasmo. Con vergüenza Smirnov se descubrió apenas durando unos minutos en correrse.
—Sí, pero no así, no suelo acabar tan pronto...—Se avergüenza de decir aquello, nunca se había corrido tan rápido, ni siquiera al masturbarse, era como si Rudolph conociera mejor su cuerpo que él mismo. Siente la mano de Müller tocar su vientre, pero Orrel detiene la mano. —No, el vientre no.
Rudolph se detiene de masturbarlo, para enderezarse, el tono en que se lo dijo le erizo los vellos de miedo, esa misma voz gutural le había insultado, gritado y envuelto en terror, no quiso verse que perdió la compostura, así que decide calmar lo que cruza por su mente. —¿Qué ocurre? ¿Te lastime? —
Orrel agacha la mirada, arruino el momento entre los dos. —Voy...a ser directo, tengo una herida en esa parte de mi cuerpo y no me gusta que mis parejas la vean, y aquel que quiera verla conocerá mi furia. ¿Me comprendo? Solo, no quiero que la veas...—Se explica el coronel, porque está seguro de una cosa, nadie lo amará con aquella herida. Müller no está conforme con la negativa, pero termina asintiendo, hay cicatrices que ese hombre todavía no deja conocer de sí mismo.
—¿Tú quieres continuar? —Pregunta el rubio, Smirnov asiente con calma, muy seguro de que el rubio no quiere hacerlo, incluso con haber tocado superficialmente la piel, ya podía percibir la carne destruida. —Está bien, relaja ese ceño Orrel, no estoy enojado. —Le dice acariciando el rostro de Sergéevich, este se asusta por el contacto contra su rostro, lo tomo por sorpresa, le sujeta la mano y se la muerde, el rubio pega un grito y luego ve como Orrel se le abalanza encima, dejándolo contra la cama.
—Odile...—Gruñe en su oído, ese precioso nombre, asociado al fruto de sus bajas pasiones, el rubio lo enfrenta.
—Me has llamado así antes. ¿Puedo preguntar a qué se debe? ¿Debo estar celoso de que alguna zorra te arrebate de mí? —Dice alzando una ceja, pero luego medita unos segundos el nombre. —¿No así se llamaba el cisne negro de "El lago de los cisnes"?
Smirnov asiente. —Eres como un cisne negro, lleno de sensualidad y belleza, me llenas de lujuria al conocerte y también eres ese cisne blanco, tan puro e inocente...—Murmura en su oído, la barba del coronel acaricia la nuca de Müller, se le enchina la piel ante ese contacto, las cosquillas acompañadas de las manazas que lo mueven a su antojo, lo mueve como si fuera un muñeco de trapo, puede hacer lo que se le antoje. ¿Quién lo detendría? Sus manos se guían a las nalgas de Müller, este se estremece ante ese contacto tan atrevido, el rubio suelta un suspiro coqueto mientras le roba otro beso al coronel, para la fortuna de Rudolph, desea al ruso.
Si se hubiera negado, esa noche se hubiera sentido más fría y oscura de lo que ya era, porque Smirnov ya no admitiría un no por respuesta.
—¿Puro e inocente cuando te chupe el pene? Muy lindo llamarme así, pero soy una zorra. —Susurra en sus labios, ambos se devoran los belfos, se rozan y chocan sus anhelos en aquellos suaves contactos en la boca, ambos suspiran y Müller siente como sus piernas son elevadas, dejando sus glúteos a vista del coronel, este levanta sus caderas y mira sin descaro la entrada del rubio.
—Eres puro a mis ojos, Odile...—Murmura en tono ronco, fija su vista en el ano de Rudolph y sonríe. —Vamos a necesitar vaselina, la saliva no será suficiente para lograr que entre.
Rudolph tiene el pecho y hombros rojos de la vergüenza y el deseo. —Te reto, haz el intento de cogerme solo con saliva, estoy seguro que no dolerá. —Orrel niega con la cabeza —¿Qué?
—No, te voy a lastimar si lo hago. Pero eso no me va a detener. —Dice y hunde sus labios cerca de la entrada del rubio, para lamer su erección, Rudolph pega un gemido alto, escandaloso y sonoro, para luego cubrir su boca. —Eres sensible cuando te toco aquí, ven...—Dice y recuesta de manera más acomoda al rubio, y prosigue a besar sus testículos, pasando su lengua sobre su piel, llegando a su entrada.
—Tu parlería me derrite coronel... ¡Ay! Por dios...—Otro chillido y apoya su cabeza contra la cama, arqueando su espalda por la lamida, las manazas del coronel se sujetan a la delgada cintura del albino, quien abre sus belfos para dejar escapar suspiros.
—Es la primera vez que chupo un culo si te soy sincero, espero no te moleste. —Y prosigue a acercar sus manos al rostro del rubio. Colocándole de frente dos dedos. —Dices ser un experto en la cama, no te niego que sabes lo que haces, pero voy a tener que prepararte un poco más, queremos que el "Zar" entre por completo aquí... necesito que los lamas. —Sin miramientos coloca sus gruesos dedos en los labios del alemán.
Müller toma los dedos con su lengua, los lame con profundidad, y simula chuparlos como si fueran la polla del coronel. Emite un gemido y recibe la mirada lujuriosa de su galante pareja, pasa unos minutos ensalivarlos. Apropiadamente húmedos, Orrel retira sus dedos y besa en los labios al rubio, para luego abrir las piernas con delicadeza. —Bien, mételos, no tengo problema. —Comenta Rudolph con una dulce sonrisa, Orrel quiere quitarle esa sonrisa, sabe que lo conseguirá.
—Solo quiero que sepas una cosa, Rudolph...—Murmura cerca de su rostro, tomando las flexibles piernas hasta que las rodillas tocan hombro con la clavícula del rubio, sin miramientos, lo penetra y Rudolph se retuerce al sentir el grosor del primer dedo entrando en su estrecha entrada. Los dedos de la mano derecha llevan la tarea de halar los rizos del rubio, para que le mire directo a los ojos, sin que este se escape. —Sabrás mucho de homosexuales, no te lo niego, pero no me negaras...—Masajea en círculos su dedo índice, notando como las piernas del rubio comienzan a temblar por las embestidas simuladas que da el coronel sobre la entrada que se dilata más. — Que te gusta ser la mujer en la cama... ¿Verdad pequeña perra? —Tras ese vulgar insulto, nota las mejillas colocarse más por lo que susurra en el oído endulzado del hombre que somete.
—Sí, me gusta...—Le contesta con una sonrisa que a veces no se resiste a jadear. —Me gusta ser tu perra. —Comenta, haciendo avergonzar al coronel, este gruñe furioso, aunque él se consideré el hombre en la cama, Rudolph sigue llevando la batuta en los movimientos de caderas sobre los dedos que lo penetran, el modo circular y danza de pelvis que Müller está haciendo para prepararse le está indicando que no puede igualarlo en la cantidad de experiencia carnal que maneja para hacer excitar a los hombres con los que se acuesta, acto seguido Orrel jala los cabellos, para retarlo.
Adentra el segundo dedo corazón, y ve como Müller se retuerce avergonzado. —¿Qué pasa Odile? ¿Te estremece lo grande que son mis dedos? Que delicado, apenas si lo estoy moviendo. —Lo mete con ímpetu, haciendo movimientos circulares, se inclina sobre los labios de Rudolph y le corta la distancia lamiendo el belfo inferior, Rudolph le contesta con un movimiento similar, hasta que nota que su rostro se arruga en una mueca de dolor. —Te noto tenso. ¿Estás bien? —Pregunta a milímetros de sus labios para unirlos otra vez.
—Mi cabeza...me duele...—Dice Müller, Orrel nota que algo no anda bien, la mirada del rubio no indica nada bueno, Smirnov no quiere detenerse, le daba igual que se esté arrepintiendo, lo tomará ahora, esa preparación es suficiente para entrar en su interior, la idea sigue presente, hasta que el rubio pierde fuerza en su cabeza dejando más descubierto el cuello, no se veía ni con las energías de enderezarse. Smirnov deja lo que hace para limpiar sus dedos con la sábana, se había preocupado, tocando la frente de Rudolph.
—No sabría decirte, tu temperatura es normal. —Comenta confundido, se sube la ropa interior y toma entre sus brazos a su amante. Conforme pasan los segundos, la frente del alemán solo esta tibia. —Tranquilo, ¿Qué sientes con exactitud? —Cuestiona para tomar sus ropas para colocarle el abrigo, Rudolph se sostiene la cabeza.
—No lo sé, tal vez sea por el vodka. —Intenta averiguar qué le pasa, Orrel toma la botella en cuestión y huele la boquilla.
—Esto solo es vodka Rudolph, no comiste mucho la verdad. —Dice y recuesta a Rudolph contra la cama. —Si no me equivoco, se te subió el alcohol, vengo rápido, a este paso vas a vomitar. —Se levanta con rapidez y va por un balde, no sabe que tenga Rudolph. "¿Qué hago? ¿Por qué me detuve?" Se había dicho así mismo que lo tomaría esa noche sin importar que, ¿Ahora se ablando porque Müller no se sintió bien? Iba de regreso hasta que no lo encuentra en la cama. —¿Rudolph? ¿Dónde estás? —Se asusta al no verlo, hasta que unas manos lo toman por la desnuda cintura, Smirnov se gira y se encuentra a Rudolph. —¿Qué haces? ¿No te duele la cabeza? —Pregunta confundido y la sonrisa que tenía el rubio le dijo que lo engaño.
—Mentí. —Dice su amante y acto seguido le pega una nalgada al coronel, este se sonroja y le suelta un gemido furioso. —Amo tu enorme y fuerte culo. —Le dice masajeando las nalgas del coronel, este intenta zafarse del agarre, forcejea un poco.
—¡Eres un maldito! Te voy a...—Lo toma por los brazos y lo avienta contra el piso, el rubio se ríe y Orrel lo somete, abrazándose a la cintura contra su espalda, baja la ropa interior de su compañero menor, puesto que se había vestido a medias. — Voy a tomarte, eres mío... ¡MIO! —Gruñe sobre el oído del rubio, este se gira a mirarlo sorprendido por lo escuchado. Seguido deja salir su saliva sobre sus dedos, para ensalivar su miembro, no le importaba que fuera su primera vez juntos, al carajo el romance. —Los hombres somos animales Rudolph, soy un maldito animal, y como un animal te voy a joder. Verás que yo no juego cuando hago estas cosas...—Sin más empuja a Rudolph contra el piso, baja su miembro erecto y toma las caderas del rubio, prosiguiendo a penetrarlo sin miramientos. El rubio deja salir un bramido fuerte, mientras el coronel le sujeta su cuello. —Ah...estas estrecho, sabía que debía prepararte bien. —Murmura sonrojado, abrazándose con el brazo derecho al hombro del rubio y con la otra muñeca libre en su cadera, intenta mover su polla, pero no logra penetrar de manera adecuada, la cabeza entró, pero el interior del rubio no parecía haber dilatado de manera adecuada, se frustra y ahora mantiene un agarre cariñoso contra el más bajo. —Solo he podido meter la cabeza, no sé porque...—Susurra en un jadeo, sudando por todos los poros de su piel.
Müller está sollozando mientras intenta relajarse para que pueda embestirlo bien. —Diablos, estoy muy ebrio para poder razonar que necesito para soltarme. Orrel no creo que entre bien...—Le dice y se endereza, Smirnov lo toma con gentileza y lo aproxima a su cuerpo, puesto que, si no lo preparo bien, no tardará en sentir dolor. —Me está comenzando a doler la fricción.
Smirnov jadea, sonrojado porque ni siquiera puede moverse un poco. —¿Hace cuánto no fornicas? no puedo moverme nada, es como si...—Sin más acerca el cuello del rubio, para verlo directo a los ojos con dominancia. —No me dirás que eres virgen...—Dice acercándolo aún más, con más recelo.
Müller se avergüenza. —Estas ebrio, no, no soy virgen...—Comenta sonrojado, acariciando la barbilla del coronel, este no le quita la mirada de encima, buscando la mentira en sus labios. —Tenemos que hacerlo sobrios, es todo...—Dice con un gruñido. Orrel lo abraza con más firmeza, ahora con una lujuria peligrosa, al sentir los dedos tomar su piel más fuerte, se estremece entre las manazas del coronel. —¿Coronel?
—¿Tú crees que me puedes mentir, dulzura? —Le toma de la nuca, besándole la oreja. —Tal vez no sepa bien sobre los homosexuales, pero si se cómo se siente un cuerpo virgen. —Cuando sujeta el cuello del alemán este jadea. —Soy el primero entonces...
—Emm no coronel, le aseguro que muchas vergas han entrado por ahí. —Le dice el rubio, confundido por la insistencia del ruso por desvirgarlo. —No soy virgen, pero sí que tiene tiempo que no he estado con nadie...—Explica con calma, pero el modo en que lo tiene agarrado el coronel, validaría pegarle o arañarle la cara para que lo suelte.
—Me parece difícil creerte...—Comenta adentrando aún más su cuerpo, inclinando al rubio, este suspira, pues siente saliva recorrer su entrepierna y entrada, Orrel le había escupido. —Por si las dudas...—Y sin otro aviso, se adentra aún más en su interior, el rubio se tensa por completo, porque el grosor lo lastima.
—Ay...—Murmura el rubio, sonrojado, temblando y atrapado, sin posibilidad de escape.
—En caso de que lo eras, fui el primero. —Al fin, disminuye el agarre, sacando el miembro y la cabeza, al fin Müller se deja rendir sobre el suelo. —Bueno, eso no cambia los hechos, eres mío ahora...el sexo puede esperar, después de todo, te haré mío las veces que quiera. —Tras esas amenazantes palabras el rubio deja descansar su cadera, para luego ser cargado por los brazos de Orrel.
—No te hagas falsas ilusiones coronel, solo no he tenido sexo en un año. —Explica con calma, para abrazarse a su cuello. —Dices eso de que soy tuyo. ¿Eso te haría mío? —Dice robándole en beso. —Aún puedes chuparme el culo—Al instante nota el rostro del coronel cambiar de distintos colores, entre rosado y rojo fuerte. —¿Qué me dices?
—Yo digo que...—No pudo levantarse, dio un paso y se cayó al piso, lastimando a Rudolph en el proceso, el menor emitió un gemido de dolor, sentir como le cae la mole de carne humana que es el coronel lo dejo casi muerto. —¡Lo siento Rudolph! Agg, ahora me estoy cayendo. —Dice avergonzado, toma al rubio otra vez y se levanta, lo coloca en la cama y se recuesta encima suyo. —Me estoy por quedar dormido. ¿Qué hacemos? ¿Quieres intentarlo otra vez? —La situación paso de ser candente a hilarante, su amante emite carcajadas escandalosas, la escala de ebrios está subiendo con rapidez.
—Muy bien, no voy a dejar que me dejes así. —Rueda sobre Orrel y este queda boca arriba, han dado tantas vueltas que ahora si están mareados, ambos ríen. —Ahora si me permites. —Se va gateando hasta el rostro del ruso, prosigue a sentarse en los pectorales del mayor, Smirnov alza las cejas sorprendido por tal movimiento atrevido, aparta la mirada, colocando su brazo sobre su rostro, intentando enmascarar su bochorno.
—Espera que quieres que... agg...—Suelta un bramido ronco cuando Müller escabulle su entrepierna sobre su boca, apenas y toma una bocanada de aire para proseguir a chupar aquel miembro que se atraviesa en sus labios, sonrojado guía la cabeza de su amante sobre su pelvis. —Mm...—Decide seguirle la corriente, guiando su lengua para chupar de mejor manera el miembro del rubio, moviendo su cabeza, produciéndole una arcada, cosa que no se esperó, nunca había succionado un miembro antes, para su sorpresa, el alemán tenía un miembro de tamaño considerable entre las piernas.
—¿No esperabas que la tuviera tan grande primor? —Dice para en un arremeter de pelvis hace que el ruso trague su polla desde la cabeza hasta más de la mitad. —Anda, chúpamela bien...
Galya Petrova tenía la cara cubierta en tonos rojizos, se toca la frente sudando, y hasta ella misma debía admitir que oír a ambos susurrarse y hablarse de manera tan pervertida la estaba excitando. "Ay, qué vergüenza oír a dos maricones coger y que me guste" Se encoge aún más sobre sí misma.
El ardiente instante que ambos comparten con el otro se ve opacado por los golpes de una puerta, Orrel se gira a enfrentar al intruso, un joven había abierto la puerta de par en par, este estaba envuelto en la nieve, encontrándose con la figura de ambos hombres semidesnudos, y el otro haciendo una felación, acto seguido el chico adquiere la cara roja y su grito se ve opacado por el brazo del coronel. Quien se había alzado los calzones a medias, mientras de una fuerte patada cierra la puerta, soltando al joven cadete que se debate contra el piso aterrado.
—¡AHHHHHHHH! —Gritaba el muchacho sonrojado e intentando eliminar de su mente lo que vio. —¡¿Por qué SU PENE TIENE TANTO PELO?! ¡Parece que tiene una jungla ahí! —Grito el muchacho, Rudolph estalló en una carcajada inevitable, pues las mejillas del coronel se pusieron rojas al ser descubierto con el vello de su entrepierna.
—¡Así se ve el pene de un adulto amiguito! —Comenta Müller entre carcajadas.
Momentos después el coronel se termina de colocar los tirantes del pantalón, para empujar al joven muchacho contra una pared, intimidándolo, pero esto no dura, cuando ve la cara aniñada del muchacho, no lucía ni siquiera como un soldado, sino un torpe cadete menor de edad.
—¿Cuántos años tienes hijo? ¿De qué preescolar saliste? —Demanda saber Smirnov.
El joven cadete alza su mirada temblorosa, ya conocía la reputación del coronel que mataba a sus cabos si no le eran eficientes. —So...so...soy Boris Timo...Timo...
—¿BORIS QUÉ? —Endurece la voz el coronel, en manera de advertencia, intentando espabilar al joven soldado.
—¡Boris Timofeeva! Soy...de los últimos cadetes de Podolsk...—Cuando pronuncio el lugar Smirnov se arrepintió al instante de ser un imbécil con el muchacho, pues le había gritado a un niño que vio a muchos de sus amigos -sino es que a todos ellos- morir en la batalla que se libró en el frente previo de Moscú, antes de avistar a los dos millones de soldados a las afueras de la metrópolis, la primera pequeña línea de defensa que fue masacrada por los alemanes, y este chico ya era un héroe de la unión, por la medalla que trae puesta en el lado derecho de su pecho.
—Grandioso coronel, eres un maestro en caerle mal a la gente solo conocerla...—Comenta Müller furioso, amarrándose fuerte el abrigo para cubrirse, alejando de un ligero empujón al ruso. —Mucho gusto en conocerte, soy Rudy...—Alza su mano para estrecharla, este cadete duda en estirar su mano contra un homosexual, pero era la persona más amigable presente.
—No sabía que los superiores podían tener sin problema parejas hombres...—Explica el cadete para sí mismo, mirando a Rudolph a los ojos. —Pareces un alemán, con el perdón de la palabra. —Susurra para luego acomodar su casco en la cabeza, puesto que este era más grande que él.
—Me lo dicen seguido, comprendo. —Comenta el rubio para endulzar el momento, puede notar que los nervios ya no gobiernan al muchacho del todo. —Podolsk... ¿eres de los últimos de tu grupo?
—No podría decirlo con claridad, sé que algunos sobrevivimos a la masacre a las afueras de Moscú, pero no me he topado con ninguno de mis conocidos o camaradas... camarada emm... ¿Cuál es su cargo? —Pregunta el muchacho.
—Es un francotirador que fue herido en combate, es mi teniente. Se llama Rudy Morozóv. —Lo presenta con rapidez el coronel, dándole vida a una mentira en cuestión de segundos, era obvio que tiene experiencia armando identidades falsas para presentarse.
—¡¿Ese homosexual es un teniente?! Wow...—Comenta Boris sorprendido de que una persona como Rudolph pudiera ser tan importante.
—Mi nombre es Rudy mocoso, dilo. —Demanda Müller dándole un coscorrón amistoso al muchacho, este emite una sonrisa, se nota que es amigable, alguien que juega pesado con sus superiores, Boris dejo ver con rapidez lo confiado que es, bastante joven para predecir la verdad tras la máscara amistosa del rubio para notar que es un alemán en verdad. —Dime muchacho. ¿Cuántos años tienes?
—Cumpliré diecisiete a principios de enero —Dijo más animado, un poco más en confianza con Rudy que con Orrel, pues en efecto Müller está descubriendo que los rusos que saben su sexualidad no lo ven como amenaza, sino como un chiste de hombre, ofensivo, pero por ahora tolerable, espera no encontrarse con los homofóbicos asesinos.
—¿Te mandaron como mi nuevo cabo? —Cuestiona Smirnov, el muchacho asiente con seriedad, borrando su sonrisa, apretando sus labios en silencio. —Carajo, no tienes ni puta idea de nada. ¿Qué manejas?
—Fusil, Tokarev, T34, autos, motos y estrellé un avión I-16, caí en la nieve, pero el piloto recibió un balazo resultando herido, y tuve que aprender a pilotar en unos diez minutos...—Tras el currículo desastroso del muchacho Müller arruga la cara, era un mocoso que apenas y había dejado la escuela por la guerra.
—Bien, manejaras a Jimmy, ¿siquiera llegas a los pedales? —Tras decir eso le arroja sin ninguna duda las llaves de su auto, el muchacho asiente.
—Espera, espera, alto ustedes dos. ¿Es en serio Smirnov? —Dijo Müller señalando al muchacho. —¿Estas confiando en la voluntad de un adolescente?
—Si. ¿Por qué no? —Comenta Orrel aún más confundido por la lógica que maneja Müller. —Por si no lo sabes, la guerra te lanza medidas desesperadas, Boris se ve capaz de rendir frutos como cabo.
—Orrel vas a terminar de matar a este chico, no te puede seguir el paso. —Cruza los brazos y Boris se guarda las llaves, sonriendo a Rudolph.
—No te preocupes hombre homosexual, puedo cuidarme solo, y también de paso protegerte de que no termines en un gulag y no decir a nadie que el coronel es tu novio o algo así...—Tras decir eso, Boris le dedica la mirada de un chico busca problemas, Rudolph en su rostro tiene dibujado el humor y desesperación de arrancarse los cabellos, tal parece que esa actitud falta de lógica es colectiva.
—"Hombre homosexual" maldito mocoso... soy Rudy. —Comenta intentando mantener la compostura, hasta actúa como un adolescente el coronel cuando quiere.
—No es mi novio, es prometida, nos casaremos en una semana, trátala bien. —Demanda el coronel, Rudolph rueda los ojos, Boris se rasca la cabeza, confundido por esa nueva orden.
—¿Es mujer? ¿Entonces porque no tiene pechos? —Le señala sin discreción alguna el pecho a Rudolph, tocando su pectoral y Müller suelta una carcajada. Smirnov le pega un manazo al chico con celos.
—Son pequeñas Boris, pero estoy en desacuerdo que dejes que este niño haga deberes de un adulto. —Acto seguido cruza los brazos y Smirnov gruñe.
—Boris tu deber es vigilar a Rudy, no dejes que salga de aquí y si ves que le habla al herido de allá. —Señala al dormido Petrova, quien sigue amarrado. —Dale un puñetazo en la boca a ese tipo de mi parte.
—Entendido coronel. —Saca de su bolsillo una Tokarev y la carga para guardarla en su cartuchera más a mano.
—Muy bien, nadie aquí se va a cuestionar de donde carajos Boris saco un arma, entiendo. —Müller deja salir su sarcasmo para luego sentarse con fuerza sobre el asiento de la mesa, Smirnov toma su abrigo y gorra, lo cual hace poner triste a Rudolph. —¿Te vas?
Smirnov suelta un suspiro, no quería irse, no quería dejar a Müller, no después del intimo momento que han compartido. —Si Boris está aquí...tengo asuntos que atender —Tras esas palabras se apresura a irse, corriendo como siempre, está en su naturaleza alejarse de aquello que le produce un cambio drástico a su estilo de vida. Se coloca la camiseta, el uniforme, abrocha los tirantes y el abrigo, ya se iba a retirar, pero Müller le sujeta del brazo.
—Orrel por favor, tengo que hablar contigo. —Le pide con amabilidad. Boris consciente de la situación se aleja unos pasos a una esquina de la habitación.
—Rudy, ya te dije que, si Boris está aquí, entonces debo preparar a mis soldados para integrarlo, mañana debo ascender a Sasha y Natasha para ser mis tenientes, he postergado muchos días esto. Además, que yo no...
—Me gustas...—Le dice de manera directa, un silencio incomodo se hace presente en la atmosfera, Smirnov cree haber escuchado mal, luego una sonrisa de burla se dibuja en su rostro.
—No puedo creer que me mientas así, estas ebrio y nos dejamos llevar. —El coronel quiere mantener los pies en la tierra. —Escucha hablaremos después de esto, cuando te hayas bajado el alcohol en las venas y dejado de hablar estupideces.
Müller le cayó los labios robándole un beso, Boris se había ido a espiar a Petrov y solo por unos instantes se pudo dar el lujo de besarlo a profundidad, ambos abren los ojos. Orrel frunce el ceño.
—Me estoy enamorando de ti...—Dice de nuevo, mirándolo a los ojos, el coronel se lame los labios, nervioso.
—No me hagas esto Odile...—Pide, suplica que no le esté pasando lo que está considerando en su cabeza, porque se dio cuenta de lo que no pudo detener. —Mierda, mierda...—Se da la vuelta, ahora tenía otro problema con el que lidiar, con su corazón que por visto libraba su propia guerra.
—Lo leíste en mi bitácora. ¿No es así? —Comenta de manera directa el rubio, hace referencia al interés romántico que siempre despierta por sus parejas sexuales, Smirnov es consciente de ello, lo ha leído en más de cien páginas de la bitácora. —No puedo evitarlo, me sucede siempre... Lamento que esto te moleste.
—¡No! ¡No es que me moleste! ¡Pero no se suponía que iba a pasar! No te creo...—Dice aún más amenazante. Retando al alemán. —Estas mintiendo, es muy poco tiempo, tú no puedes enamorarte de mí. ¡No puedes enamorarte de alguien como yo! —Grita señalándose, Boris se abstiene de acercarse a esos gritos.
—¡Tú no sabes lo que siento! ¡Y yo no miento cuando se trata de esto! ¡Debiste preverlo! ¡¿Me dirás que no lo sabías?! —Rudolph cruza los brazos, para luego recibir una severa mirada de desaprobación.
—Muy bien...—Dice Smirnov para luego gruñir y acercarse contra la figura del rubio, quien da unos pasos hacia atrás intimidado por la mirada que le está dando el coronel. —Dices que estás enamorado de mi...—Acto seguido le sujeta de la cintura y lo jala al interior de un cuarto cerrado, en este había una silla con ataduras puesto que era su sala de interrogación. —Demuéstramelo...—Demanda el coronel, libra la cintura, el rubio lo mira sonrojado.
—¿Perdón? —Dice el rubio para luego ser sorprendido al ver como el coronel le arrebata el abrigo y lo vuelve a dejar desnudo, Rudolph se estremece con lo hecho, cubriéndose con sus brazos, ante el reto que le está dando el coronel. Recibiendo la retadora mirada de Smirnov, quien lo analiza de arriba abajo.
—Demuéstramelo...—Dice sujetando la cintura del rubio y prosigue a tenerlo entre sus brazos, buscaba intimidarlo, desenmascararlo por completo, porque sabe que decir esas palabras de frente sin titubear no cualquiera lo hace. El alemán se enrojece segundo a segundo. —¿Cómo sé que esto que dices no es mentira para salir ileso de aquí en Moscú? —Demanda saber, una prueba de fuego que le da al rubio. —Dime que estás enamorado de mí, frente a mi rostro. ¡DIMELO! —Brama chirriando los dientes, el rubio se siente débil por ese grito, sintiendo como lo toca con descaró, con el fin de sacar a flote la incomodidad y la mentira.
Con esa sola pregunta Müller tenía todo el derecho para mandar al diablo a su amante por pedir algo tan estúpido. Pero ya conoce mejor las acciones de Sergéevich, este buscaba encontrarle un porque y para que, a todo, descubrió que sabía comprobarle que no mentía.
Müller se acercó con ímpetu, acto seguido se arrodillo frente a Orrel para desabrochar sus ropas.
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Segundos después Sergéevich salió disparado fuera de la sala de interrogación, sollozando, gruñendo y corriendo lejos de ahí, exponiéndose al frío invernal, hondeando su abrigo a la ventisca. Müller salió de la sala, colocándose el abrigo por encima. Boris se le une a juzgarlo.
—Oiga. ¿Qué le hizo a mi coronel? —Pregunta confundido, ladeando la cabeza, Rudolph agacha la cabeza sonriendo, sabía que acertó en lo hecho, pero ahora debía esperar a que no le rompan su pequeñito y maltratado corazón otra vez.
—Nada y todo...
En el fondo, Müller sabía que interesarse en aquel ruso, era una sentencia para sufrir. No solo por su persona, sino por la guerra, porque está seguro; después de haberse enamorado de tantos hombres en sus treinta y siete años.
No está dispuesto a darle la espalda a la llamada del posible amor. ¿Quién sabe? Tal vez este si sea el indicado.
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Los labios de Müller recorren la entrepierna del coronel, se detienen para luego alzar la camisa del vientre, Orrel grita.
—¡No te atrevas! ¡Tú tampoco quieres ver eso! ¡Te juro que si me tocas ahí te voy a...! —No termino de hablar, puesto que los ojos de Müller se encontraron con la herida que deforma el cuerpo del coronel, Rudolph titubeo unos segundos, dos para ser precisos y luego acerco sus labios a esta, dándole un beso largo en esa zona. Smirnov le tira de los cabellos rubios, este jadea. —Te dio asco verla. ¿Verdad? ¡Te estas forzando a esto por una mentira! —Gruñe para que le diga la verdad de una vez a los ojos.
—Te deseo...—Susurra Rudolph, Orrel se queda estático. Sus manos se guían al vientre de Orrel, acariciando la zona donde Smirnov se siente tan inseguro sobre su persona, tenía deformado tres cuadros de su vientre por el ácido que le corrió la piel, que dejo por poco descubierto su musculo, este ya cicatrizado, marcas de que le desgarraron y reconstruyeron la piel al rojo vivo, partes donde su carne jamás volvió a tener su forma original. Rudolph se inclina y sigue besando la zona, dejándole chupetones. Smirnov comenzó a hiperventilarse, pero espabila al instante. Tirando otra vez los cabellos para apartarlo, aunque su agarre flaquea, pues las manos ahora le tiemblan.
—Esto te da asco, yo lo sé, te voy a matar cuando descubra tu mentira...—Gruñe, pero nota la erección del rubio, este se sonroja, para acariciar la entrepierna del coronel.
—Yo sé que sientes lo mismo por mi...no puedes ni siquiera disimularlo. —Otro lametón a su vientre y el jadeo que deja salir el coronel se hace amplio. Se levanta para quedar de frente, tira la envoltura del chocolate y acto seguido le roba un beso en los labios al coronel, prosigue a dejar endulzado aquellos momentos con aquel delicioso chocolate. —¿Por qué otra razón llamarías Odile a un hombre que no deseas? ¡Soy tu Odile y lo acepto con gusto! —Otro beso con una sonrisa, las lágrimas resbalan de las mejillas del ruso.
Smirnov cayó en la cuenta de que Müller decía la verdad, ve que lo desea, que el cariño con que lo toca no flaquea, sus manos le dan cosquilleo por donde sus tersos dedos recorren su piel, lo hace temblar, le mostro la parte más tensa de sí mismo y se atreve a llenarse la boca de amor. Y Orrel no tenía la fuerza para soportar tanto cariño. Aparto con amabilidad a Rudolph, temblando y cubriendo su cuerpo. Se vistió a prisas y salió corriendo fuera del lugar.
Su corazón estaba sufriendo otra vez con el amor, corre contra los montículos de nieve, los árboles de abedul se ciernen sobre el coronel, gritando en alto, haciendo que aves se vayan en un vuelo de pánico, para aproximarse y golpear la madera de un árbol. Con el deseo y el cariño que siente por su protegido, ya no lo podía evitar, ni negar.
Se había enamorado de Rudolph.
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Continuará...
(He vuelto, y volví con el drama, otra vez los dejo con respuestas y dudas bebés, el hilo se va desenredando para lo que viene entre el pequeño affair de amor entre el coronel y Rudolph, y no tiene pinta de que vaya a salir bien)
Ambos se han dado cuenta que están enamorados ¿Lograrán entrar en una relación en medio de toda esta guerra?
Alexei no dudo en matar a Rudolph si hubiera sido quien asesino a su primo. ¿Será que la paranoia de Orrel contra los Petrova este saliendo a la luz?
Borgov ya nos esta mostrando que es un tanto bruto como el coronel para resolver sus problemas ¿Que más secretos conocerá de nuestro coronel?
Natasha parece estar conociendo otro lado de Orrel que no había conocido antes ¿Su relación entre jefe y subordinado mejorará o empeorará?
¿Qué truco sucio planea Galya realizar contra Orrel ahora que sabe no sólo que es homosexual, sino también que sabe que se acuesta con un alemán?
¿Johann logrará su sucio objetivo contra Viktor en las memorias de Rudolph?
Rudolph parece ganar enemigos a cada capítulo que pasa ¿Que habrá hecho para ganarse el odio de los alemanes que lo quieren muerto?
¿Podrá Orrel en el capítulo que viene al fin meterle amor a Rudolph por detrás sin estar ebrio?
Todo esto y más lo veremos en la siguiente actualización, cuéntenme que les pareció, los leo, muchas gracias por seguir mi historia, sus comentarios son una joya de leer, recuerden pasar por garabatos para disfrutar de memes estúpidos que hago xD
Chau.
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