Capítulo 11: "Mujeres, amor y otras desventuras"

"Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis.

- "Redondillas" Sor Juana Inés de la Cruz".

Rudolph permaneció impasible, silencioso, distante, acomodando la mesa, cargando el libro, el plato roto lo coloco en un cesto de basura cercano. Levanto la silla de madera para proseguir a sentarse en este, con total calma, hasta se sorprendió de lo que acaba de acontecer, puede escuchar el sonido de la ventisca fuera de la ventana, aúlla un lobo a la distancia, susurran las ramas de los abetos chocando entre sí, percibe el olor del pino.

No fue hasta ese momento que Müller reparó en que ese aroma a pino no emanaba del viento que traía los perfumes de la naturaleza, sino que provenía del cuerpo del coronel, olor a pino, madera, cigarros, pólvora y el mejor vodka barato que haya olfateado en su vida.

Se sonrojo, para luego sonreír, no se creía que en verdad se iba a terminar acostando con aquel ruso, bromeaba, pero sus otras aventuras también empezaron siendo bromas, para culminar en ser amantes. Desconocía muchas cosas de aquel hombre, apenas sabe su nombre, el estallido de información personal que explotó del coronel le había dicho que la respuesta a su comportamiento no iba a ser sencilla de saber. Era un hombre inseguro, con miedos asqueroso a su propia sexualidad, ideales firmes de lo que hace para torturar a las personas y que no, acepta el asesinato, pero aborrece la violación. Estandarte peculiar, como lo menciono, nunca había estado interesado en un hombre tan sagaz, bruto y misántropo como Smirnov, cambiante como un niño, fiero como una bestia, apasionado y terco como una mula, justo como él.

Toma su libro, para ir rumbo a su celda, ahora que tenía más movilidad en ese lugar, aprovecho para ver por donde se fue el coronel, subió unas escaleras que pasan después de su celda, entra a su habitación, donde feliz encuentra que la gabardina que le dio el coronel sigue ahí, le estaba tomando un cariño particular a ese abrigo, aunque huele un poco sucio, con la conmoción apenas nota que ahora tiene tres espacios disponibles a su alrededor, su celda, la cocineta y por supuesto la bañera, encuentra un almacén que contiene jabón, ya tenía un poco de sueño, puesto que no tardaría en amanecer, pero opta en averiguar cómo lavar sus pocas prendas, dos calzoncillos, el abrigo, las dos camisetas y los dos pantalones con tirantes muy sucios que no quiere usar por lo mismo. Se pasa unos treinta minutos limpiando, de regreso de lavar la ropa se ve así mismo desnudo, con algo de frío, nota al fin la caldera que usa Orrel para que ese lugar se sienta acogedor, ve los troncos de madera, toma unos cuantos, arrojándolos a las cenizas, se encontraba envuelto con una manta delgada, en lo que esperaba a que su ropa se secara, toma sus prendas, colocándolas cerca de la caldera, lo suficiente para que se sequen y no se quemen.

Talla sus muñecas, el frío le seca la piel y eso es algo que odia, desde siempre el general ha gozado de tener a la mano sus cremas, esencia de jazmín, tónicos para su piel, haciendo mascarillas naturales para su rostro. Buscó entre sus maletas, decidiendo ponerse al fin algo que le viene a la medida, desde hace doce días que ha estado usando ropas enormes, era claro que Orrel le daba prendas de hombres altos, posiblemente suyas, incluso su cama era grande, se pone al fin sus pantalones y suspira aliviado, había pasado un tiempo desde que admiraba tener pertenencias suyas, aunque frunció el ceño al ver que no están sus otras dos bitácoras, el coronel seguro las tiene y las estará leyendo, pero le alivia tener sus otros tantos libros, suelta un suspiro de sorpresa, no reparo en la caja de suministros, menos su verdadero contenido, estaba su gramófono, tenía sus tocadiscos. Al fin podía tocar un poco de música, pero sabe que es imposible, eso requería pedirle permiso a Smirnov, hacer ruido puede levantar sospechas en tiempos donde el sigilo amerita toda la concentración.

Vuelve a sonrojarse al recordar ese beso, pocas veces un hombre lo besaba con tantas ansias, con tanto ímpetu, con tanto deseo, una pasión que grita fuerte hasta carcomerle los sentidos. No había razonado la apariencia del coronel hasta ese momento, mientras más lo pensaba, se daba cuenta de algunas cosas, aquel ruso envuelto en la larga gabardina de la noche, siempre tenía las luces bajas. No fue hasta que lo razono de manera adecuada que comprendió porque ese hombre de tosca apariencia manejaba las luces casi en la negrura de la noche. Porque no quería que Müller reparase en su verdadera apariencia, durante las noches pocas veces aquella oscura figura se dejaba ver en su panorama, para Rudolph, Smirnov era un sinónimo de la madrugada, porque ocultaba su rostro en cada oportunidad que tenía, jamás se quitaba el sombrero del copete negro, pocas veces se desvestía al quedar sin la gabardina, pero seguía ataviado en la envergadura de un imponente uniforme verde opaco, en esos momento, alargo su mano hacía el abrigo que dejo colgado antes de darse a la fuga. Percibe el toque de las medallas, la estrella roja con los martillos y guadañas, estaba embriagado, anhelante de conocer más de aquel imponente hombre, que ahora paso a ser su autodenominado "guardián". Medito esa palabra unos momentos, ese hombre que antes planeaba matarlo, ahora pasaba a protegerlo de toda una nación, con nada más que una promesa de palabras a su hermana, y una mano pedida en matrimonio hacía él.

"Para conservarme..." Disipo esa idea de su cabeza, era ridículo. Intentaba razonar lo que está pasando en su vida, lo secuestro, lo torturo, se asustó de sentirse atraído hacía un hombre, ahora resulta que ese hombre ha pactado a sus espaldas cuidarlo. ¡¿Y le pide matrimonio?! Orrel a pesar que se mostraba iracundo de aceptarse homosexual, no dudo dos veces en proponérsele, como se lo pediría un hombre a una mujer, claro, de una manera pésima y sin cuidado. Pero la intensión era visible, le dijo que no podía amarlo, pero era un hombre con principios, tal vez Rudolph se hace ideas erróneas, seguro le propuso matrimonio para no sentir que le está faltando al respecto con la idea de que está interesado en él. Ya se saben ese cuento, la típica bestia sin sentimientos que desea aferrarse al amor como una vía de escape. "El no siente nada por mi...pero me esta decepcionando darme cuenta que yo si me siento atraído a él"

Rudolph conocía muy bien sus sentimientos, conocía muy bien el amor y el odio yendo de la mano, sabía las dudas de su corazón, distinguía el deseo de lo que le demanda su mente. "Quiero que me tome" Se regañó con fuerza al comprenderse, se había interesado en un hombre vil, malévolo, un asesino cuya mano no tiembla bajo el filo de su cuchillo, pero que lo hace suspirar y jadear cuando yace encima de su cuerpo. Había profundos sentimientos que quiere ocultar Müller sobre su persona, y que no revela hasta que se encuentra en la cama con alguien, es que le excita que los hombres lo azoten y golpeen en el lecho. Claro, mientras todo sea bajo cuidado, pero estaba furioso, iracundo contra sí mismo, enamorándose sin saberlo de un ruso despiadado, sanguinario y cruel.

Cosa que ese bruto ruso ya había hecho sobre su cuerpo, la idea le volvió a ruborizar. Sentía una temible pasión por ese hombre, había tratado de ocultarlo lo suficiente, hasta lograr irse, pero su periodo de espera se ha extendido a un tiempo indefinido. Y, por tanto, el periodo de terminar en los brazos del coronel se hacía más cercano, las insinuaciones que antes manifestó como una broma, se volverían un tema; aunque divertido, con la finalidad de llegar a más, entre más rápido termine en la cama de Smirnov, más rápido le romperá el corazón. No era tan estúpido como lo fue con aquel asqueroso argentino, si se entregaba no habría amor, como el anhelaba en el fondo fueran todas las veces en las que echa una caricia con alguien, por tanto, es de su conocimiento a través de los años que se encariña rápido con los hombres que duermen con él.

"Te romperá el corazón Rudolph, compréndelo, una persona así no te va a querer" Y su nariz escurrió, por el comienzo del sollozo. "No eres digno de ser amado" El recuerdo de esas palabras inundo su mente con un amargo recuerdo, no referente a Orrel, sino a otro de sus amantes, uno que intento lastimarlo. Pero no quitaba que repitió esas palabras, ya le estaba lastimando, sin ser nada más que apenas conocidos, cubrió su rostro, a veces detestaba que su pecho arda en vergüenza por sentirse como un idiota soñador a veces, no había nada entre ellos, Rudolph debe ser consciente en que no lo habrá, aunque se juró así mismo entregar su corazón a cualquier hombre que desee intentarlo, tenía miedo de entregar ese mismo juramento a Orrel, dudaba de cumplirlo. Cosas como esas palabras atacaban con el filo de una daga, intento despejar su mente, dormir llorando se está haciendo una mala costumbre para su cara, su cutis lo reciente.

Terminado de trinchar la madera aquella que arde en las cenizas, lo hizo con una bayoneta que encontró en el piso, le sorprende ver la chimenea de ladrillos, en parte le asombra lo lujosa que es la celda, pero claro, en aquella celda muy probable habían estado disidentes poderosos del estado socialista ruso. Escarba entre sus pertenencias, encuentra su perfume de lavanda, se acerca a la gabardina recién lavada del coronel, la perfuma con cariño al igual que sus demás ropas, era algo muy suyo, hacer que la ropa le pertenezca a través del exquisito aroma, delicado y extravagante como su propietario. Al terminar de limpiar, lavar y comer, se acerca al espejo del baño que se encuentra fuera de su celda, se lava los dientes, bosteza. Talla sus ojos, limpiándose la cara con su jabón lleno de aroma y perfume. Ya para volver a su cama, toma su crema, procede a untarla en sus manos. Acomoda la sabana, el edredón caliente que encontró escudriñando sus prendas, prosiguió a taparse y dormir, o tratando más bien, tenía un conflicto constante con aquel ruso, las dudas asaltan su mente, pero luego apretó sus manos en las sabanas, furioso. Siempre el salía lastimado, odiaba terminar devastado casi a cada instante que cruzaba la mirada con algún hombre que le interesará, había tantas cosas inciertas en su vida de momento que no sabía por cual empezar, la primera de todas, era enfrentar cara a cara al coronel otra vez, lo hará cagarse con el interrogatorio que le hará, no sin antes rememorar la severidad con que esos negros ojos le escanearon el alma, soltó un suspiro diferente, uno de anhelo, cariño, sin haberlo esperado. Durmió con placidez, en parte, expectante por volver a ver al soviético.

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Alexei afilaba su cuchillo, ayudaba a Sasha amarrando bolsas que entregarían a diversos pelotones que se hayan a los alrededores, era cuestión de tiempo para que se fueran de Moscú, guarda su puñal debajo de su cinturón, para así ver que Morozóv se acerca a él.

—Alexei, entiendo que estás enojado por lo que paso con Orrel... —

—Voy a vengarme de ese maldito...—Le confiesa Alexei, al instante Sasha lo toma por los hombros.

—Escucha, el coronel a veces se comporta como un idiota, pero no lo haría si no hubiese una buena razón, solo trataba de ayudar a Mathias...—Recalca Morozóv. —¿Acaso no te arrepientes de lo que tú y tu hermana le hicieron a Vasíliev? —Sasha era directo, el joven cabo aparta la mirada, con las orejas rojas.

—Te juró que pensaba reponerle lo perdido a Mathias después de la guerra, mi hermana y yo fuimos despedidos, ella de ser maestra, yo de la fábrica, nos iban a mover de sección, pero no nos iban a pagar una mierda, sabes que el país es una porquería, sargento...—Sus ojos emanan vergüenza y deseo que nunca se supiera lo que intento hacer, buscando el suelo. —Pero...tienes razón, ella y yo cometimos un grave error, odio que nos hayan descubierto, odio que hayamos quedado como los villanos en este punto. Apenas salí por dos baldes de agua y un idiota me empujo y otro me robo mi fusil, la próxima vez le degollare la garganta al que lo intente. —En efecto, Alexei tenía un visible puñetazo en su rostro, más bien cerca de su mejilla, el sargento asiente para sonreír.

—Está bien, prometo cuidarte las espaldas, a cambio...no te pido nada más que intentes comprender a mi coronel. El solo intenta mantener vivos a los setenta soldados que estamos peleando en esta guerra, enemistarnos solo nos traerá desgracia... —Extiende con amabilidad una taza de café en una lata de metal improvisada

Al instante el joven de ojos grises negó con la cabeza. —Sargento, el coronel no lo hizo con el fin de darme una lección, sino para hacerme sufrir, el mismo me lo dijo...

Sasha ladea la cabeza confundido. —Eso es... extraño, el coronel no haría ese tipo de cosas a menos de que...hicieras algo externo —Morozóv comenzó a sospechar de Alexei y sus compañeros, le esta transmitiendo que hay algo que no le está contando algo más.

—Si le dijera la verdad sargento, ¿promete no enojarse? —Cuando dice eso Sasha apenas y puede asentir, porque Petrov suelta la verdad. —Yo no lo sabía en ese momento, la noche que tu llegaste a la finca de Mathias, fue la madrugada después de mi cumpleaños, me encontré a un hombre en la nieve, a punto de morir de hipotermia, le pedí ayuda a un médico cirujano para que me ayudara a curarlo, con el uniforme que traía pensé que formaba parte de la marina...no fue hasta tiempo después que me di cuenta que había salvado a un alemán —Al revelar aquello Sasha niega con la cabeza. —Lo sé, la cague, pero pensaba que una vez que se curara lo mandaría a que se fuera a la mierda, no quería que nos acusaran de traidores, saber que nos fusilarían por ello... —Petrov decía la verdad, no podía decirle a nadie, estaba entre la espada y la pared.

—La verdad yo tampoco hubiera dicho nada en tu caso...—Con esa pequeña frase le muestra un poco de empatía en su decisión de no decirle a nadie. —Seguro casi te cagas cuando me viste en la puerta. —Aligero el ambiente al decirle eso, puesto que Alexei sonrió y asintió.

—No sé en qué punto de la noche en que fuimos a velar a Konstantin... Orrel llegó por Rudolph, quemó la finca de Mathias y...luego me revelo algo que casi me hace desmayarme. Tú lo oíste...Konstantin era homosexual. —Morozóv asintió.

—Yo ya lo sabía...—Reveló el sargento, Alexei alza sus cejas sorprendido. —Lo mantuve en secreto, por el bien de Konstantin y el de mi coronel, no fue hasta la noche de antier que Orrel lo dijo abiertamente, pero por visto el mayor Borgóv ya sabía eso, no me sorprende, él y mi coronel son amigos desde hace mucho tiempo. —Le entrega la taza de café cargado, Petrova la toma entre sus manos y le da un largo sorbo, relajándose y aligerando la pesadez del sueño con ello.

—Orrel me enfrentó al mandar a Galya al frente con la sargento Natasha, y me dijo que me hará sufrir un poco, puesto que creo que no me quiere matar, no conozco el porqué, pero tal vez tenga que ver con que quería a Konstantin...—Tomó un nuevo fusil para cargarlo de manera más rápida, ahora quiere estar bien armado. —Pero me quiere hacer miserable en lo que cabe...pues me considera un traidor. —Toma el café y le da otros largos sorbos.

—Orrel siempre trata de hacernos esquivar las balas Alexei, estoy seguro que hay un porqué de esto que él está haciendo. —Petrov suelta un chistado.

—Tal vez solo quiere joderme, y ya...—

—Bueno, estás en tu derecho de enojarte con él, yo también lo estaría, solo quiero que tengas tu mente abierta a lo que venga. Smirnov es una caja de sorpresas, algunas desagradables, otras desagradables pero necesarias, el coronel me ha salvado innumerables veces la vida de destinos que me hubieran dejado muerto y perdido en la historia...yo lo conozco por unos años más que tu después de todo, tal vez sin que lo sepas estas esquivando una bala. —El sargento sujeto su fusil para guiarlo en los suburbios de nueva cuenta, puesto que debían retomar posiciones, y fueron llamados por Natasha de un silbatazo.

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"Combatís su resistencia

y luego, con gravedad,

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia"

Annelise trotaba en la nieve, llevando en su mano derecha su maleta y detrás de ella cubriendo sus espaldas estaba Alphonse, quien cargaba dos valijas de maletas, pero Alphonse le llama con un chiflido.

—Frau Müller, lamento molestarla, pero debe hacer algo al respecto. —Menciona el herr comandante para luego sacar un casco, en todo ese tiempo Annelise había llevado el cabello pelirrojo en dos trenzas de coletas, pero Alphonse no parecía conforme con ello. —Su cabello es demasiado escandaloso y visible, no me lo tome a mal, pero cualquier francotirador la verá como una diana, es demasiado visible, incluso aunque lo tenga sujeto. —Tras explicarle su motivo, Müller toma entre sus manos el casco y se lo coloca en su cabeza, el herr comandante asiente para sonreír. —Lamento decirlo Frau Müller, pero el verde no le favorece mucho. —Y luego Annelise suelta una carcajada.

—¿Hace cuánto tiempo conoce a mi hermano? —Pregunta la pelirroja mientras caminan con sigilo en la nieve, mientras se dirigen a la zona ocupada de Smolensk, un pelotón los guiaba a la delantera.

—Uff, creo que, desde hace unos diecisiete años, ambos formábamos parte de las SA en ese entonces, comencé a conocerlo a raíz de un favor que le pedí y luego vino George...—Cuando dijo ese nombre una sonrisa se formó en sus labios, una sonrisa cálida, llena de nostalgia.

—¿Era tu pareja? —Pregunta Annelise, la pregunta toma desprevenido al herr comandante, pero no deja de sonreír por ello.

—¿No soy bueno disimulándolo eh? —Gerlach se nota triste por ver que ese recuerdo forma parte del pasado y no del presente. —Era el criado de la mansión donde vivía Rudolph, un tiempo también fue su pareja, luego por azares del destino, terminamos siendo conocidos, amigos y luego amantes. —Alphonse soltó un suspiro para frotar sus guantes contra sus labios, para calentarlas con su aliento y fricción, el frío era impresionante.

—¿Y se separaron? —Cuestiona su compañera.

—No, nunca, pero la intolerancia, antisemitismo y racismo en Alemania como sabrás; eran brutales, tenía que esconderlo, salir a la calle era algo peligroso, le pedí el favor a Rudolph de esconderlo, pedí que no me dijera donde estaba tampoco, porque si me lo decía mi corazón me ganaría e iría inmediatamente a visitarlo, pero desde su secuestro tengo miedo, miedo de no volverlo a ver. Y con la mierda que pasó con ese tal Orrel, si nos haya mentido lo tengo en duda, pero es por ahora, el único medio ciego por el que sabemos algo de Rudolph. No nos queda otra cosa que confiar, eso me frustra...—Tras soltar su verdad, Annelise asiente, comprendía el miedo de Alphonse, si supieran que él era otro homosexual lo matarían en el acto y nunca podría reunirse con su pareja.

—¿Has hecho todo esto por amor? Ay, que maravilloso, que romántico. —Dice la pelirroja, en parte están sentimental como Rudolph, adora las historias de amor.

—Claro, aunque también está involucrada una sirvienta mía, es una mujer mayor, judía, su nombre es Elvira, un amor de madre, donde este George seguro esta ella, cuidándose mutuamente, ella no dejara que le pase nada malo a George. —Alphonse hablaba de ella como si fuera su propia madre, aunque se nota que es una amiga que conoció a lo largo de su vida. —No estoy muy orgulloso de cómo nos separamos, fui inmaduro, idiota por demás. Quería que ellos no llorasen mi partida, y tampoco quería llorar la de ellos, fui ingenuo...me arrepiento de no decirles adiós, decirle a George que le quería...—Su semblante se puso serio, melancólico, Annelise lagrimaba, cuando Gerlach la atrapa sentimental la mira sonriendo. —¿Está llorando señorita Müller? —

—Sí, amo las historias de amor...—Dice sacando un pañuelo, limpiando sus lágrimas y sonándose la nariz. —O puede que sea un síntoma de gripe. Je...—La pelirroja limpia sus sollozos, Alphonse sonreía.

—¿Y qué hay de usted Frau Müller? ¿Hay algún afortunado hombre en su corazón? —Con la tensión entre ambos rota, Annelise se siente en la confianza para seguir platicando. —¿O tal vez alguna mujer?

—Ni hombre, ni mujer herr Comandante, pero mayoritariamente ningún hombre...—Su semblante no mostraba tristeza, solo apatía. —He dedicado mi vida a lograr entrar en el ejército, siempre desee ser una piloto... siempre desee volar como las aves. Ahora me dedico a derribar aviones, ¿curioso no? —Comenta feliz, mientras llegan a su nueva base, sus compañeros les ayudan a desempacar, la diferencia es notoria, aquí Annelise tiene que asistir a una compañía de otras mujeres voluntarias, y Alphonse es atacado por un cabo con un gordo fajo de papeles administrativos, permisos y planes de búsqueda, rescate, ataque y similar, ambos se miran unos momentos, Alphonse le demanda a su cabo esperarlo, mientras Müller ve que le están asignando un nuevo escuadrón de mujeres para caza de aviones, puesto que ahora están en el frente de batalla y ahora su momentánea paz se verá envuelta en posible muerte.

—Frau Müller, no se vaya muy lejos, necesitamos permanecer juntos en esto...—Gerlach se notaba que no quería hacer las cosas solo, necesitaba apoyo, y por ahora Annelise es la única gran compañía que posee a su lado, y en la que tiene plena confianza.

—¿Y qué hará de provecho una mujer en el frente? ¿Cocinar? —Demando saber un SS-Obersturmführer, llamado Erick Fischer, quien no tardo en tirar veneno contra la figura de Annelise. Burlándose de tener a su lado como compañera a la pelirroja, no asemeja tenerla como compañera, ni tratarla como igual, eso era un firme discurso del führer, impregnado en toda la elite de las Waffen-SS. Alphonse era un rango mayor, y lo aprovecho con creces, puesto que Erick era un ario cuyo orgullo estaba por las nubes.

—Bueno, por lo menos tendremos comida, algo que tú, no nos has podido conseguir en casi dos semanas, lárguese teniente. —Le ordenó Gerlach, con el rabo entre las patas Erick le hecho un último vistazo a Annelise, mandando el, "¡Heil Hitler!", después de ese incomodo momento la mirada que tenía su compañera no era de mucha esperanza, muy seguro ha escuchado ese discurso antes. —Por favor, no me deje solo con estos idiotas...—Pide amablemente, era una odisea para Müller adaptarse al orgullo masculino que irradian casi todos los hombres que conforman las Waffen-SS. Pero aun lidiando con ello, no querría abandonar Gerlach.

—No, no me iré, lo prometo. —Sin más Annelise le da un abrazo a Alphonse que toma desprevenidos a los presentes, la mayoría de soldados y compañeras de reconocimiento pensaron que Alphonse y Annelise seguro están en una relación, claro, es una relación. ¡Pero amistosa!

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Berlín, 1927. República de Weimar.

Rudolph sopló las velas del pastel con una sonrisa, veintidós años, encendieron las luces y Viktor le dio un cálido abrazo, Nona aplaudía mientras procedía a partir el pastel en rebanadas, entregándole una al pelirrojo, otra a Rudolph y otra al criado que se la pasaba espiando desde el rincón de la cocina.

—¡George! ¡Ven a comer! —Le pidió Müller mientras se acercaba al joven, quien agacho su mirada con vergüenza.

George Douglas era unas dos cabezas más alto que el joven rubio, pero eso no quitaba que su apariencia era de lo más gentil y dócil. Era un mulato musculoso que había llegado a trabajar como criado de su padre a la mansión, el joven moreno sujeto la porción de pastel y sonrió con vergüenza. Ambos intentaron hablar, hasta que un chiflido de Nona los alerto.

—¡Joven Müller! ¡Le están llamando en la puerta! —Señaló Nona para luego sacar un paraguas y un abrigo para Rudolph, este apresuro el paso, para despedirse de George.

—¡Diablos, ya llegaron! ¡Hablaremos después George, que te vaya bien! —El joven rubio se apresuró a marcharse para salir corriendo junto a Viktor, quien carga entre sus brazos un portafolio con diversas canciones y colocándose una bufanda con un sombrero de golpe y jalando ambos de la percha tan rápido sus abrigos hasta casi tirarla, Nona los despide dejando al joven mulato con una sonrisa de oreja a oreja lamiendo el pastel.

—Goodbye my dear...—George agradecía que el rubor en sus mejillas no era tan notorio, Nona lo miro comprendiendo el significado, el joven sureño-norteamericano tomo su escoba para irse lejos de la vista de la mujer, quien sonríe para sí misma, ya sabía la secreta relación que tuvieron Viktor y el joven Müller, Rudolph sin saberlo tenía una habilidad increíble atrayendo futuros novios o amantes en un abrir y cerrar de ojos, Nona en parte no puede evitar pensar en lo mal que la pasaría su pequeño si se enteraran de su sexualidad, o de las cosas que hace a escondidas con Dietrich.

Viktor apretaba el paso, mientras Amus estacionaba el auto en la entrada de la mansión de Alfred Müller, este saludo con alegría a ambos muchachos. —Chicos, a que no adivinan a quien me encontré en el camino —Amus momentos después a su lado, una joven pelirroja llegó cargando un enorme maletero, y otra aún más alta que la misma. —Annelise me encontró preguntando por mi nombre y Francesca se digno a aparecer para saber los resultados de su examen. —Amus se notaba contento de encontrarse con las dos hermanas mayores de los respectivos hermanos, Francesca atrapó en un abrazo a Viktor, momentos después Annelise se unía con Rudolph en el abrazo grupal.

Weber les señalo el auto para que subieran. —Ya mucho amor, Viktor debe correr a ver los resultados, y todavía nos quedan varías horas de camino a Luxemburgo —Le explica mientras todos se apuran a subir al auto, en el trayecto de Berlín a Luxemburgo, donde Viktor vería los resultados de sus exámenes teatrales, y a su vez, la joven Francesca esperaba pacientemente haber aprobado otro tipo de examen, uno sorpresa que Rudolph y Annelise tenían pendiente de saber.

Tres horas de viaje se fueron volando mientras platicaban, porque se volvería un caos.

—Les tengo una noticia. —Anunció con una sonrisa Francesca, Amus conducía atentamente oyendo todo. —¡Conseguiré empleo! —Casi después de finalizar su frase Amus dio un volantazo de la impresión, no se esperó eso venir para nada.

—¡Eso hermana! —Annelise la abrazó con cariño, felicitándola, la noticia tomo desprevenidos a los hombres presentes.

—No jodas, ¿en dónde? Pensé que habían dejado de contratar mujeres...—Comento Dietrich a su hermana, esta andaba dando pequeños saltitos sobre su asiento.

—¡Lo sé! ¡Es grandioso! —Francesca sin más sacó una serie de papeles de su bolso. —Solicite trabajo en tres escuelas, donde todavía admiten mujeres, pues deseo ser maestra, pedí presentarme en una escuela en Múnich, aquí en Berlín y en Viena. Estoy segura que en alguna he de quedar, así que estoy dispuesta a mudarme.

Amus estaba perplejo de lo escuchado, no quería disipar los ánimos de las chicas, pero no quería que Francesca se llevara una desilusión tan fuerte. —Francesca, entiendo que estés emocionada, pero ¿no crees que eres muy joven para trabajar? Solo tienes veinticinco... —Le dice Amus, quien había asumido un papel del todo paternal por los menores presentes, Francesca negó con la cabeza.

—Pero quiero ser maestra, además así al fin lograría irme de casa de mis padres, vivir en otra ciudad y...—

—¡¿Vivir sola?! —Pregunto Amus aún más aterrado con la idea. —Pero eres una mujer Francesca, las únicas mujeres que viven solas son las prostitutas...

Un silencio sepulcral se apodero del ambiente, Annelise no se creía lo que acababa de escuchar, ni Rudolph tampoco, era la primera vez que escuchaban una grosería similar a una situación que no parecía ameritarlo, pero si a los ojos de Weber.

—¿Acabas de llamarme prostituta? —Demando Francesca, incitándolo a repetir las palabras que había dicho.

—Francesca, no me lo tomes a mal, las mujeres claro que pueden trabajar, pero a tu edad no debería importarte eso, solo deberías concentrarte en casarte, tener hijos...—Weber intentaba sonar amable, para relajar el humor que había dejado, pero no quitaba que había arruinado el viaje de ida.

—Tu eres maricón, en teoría tu deberías hasta tener hijos que vayan en primaria, imbécil, no estás casado, estás desperdiciando tus años sin una mujer. ¿No es así? —Con esos insultos dichos, se armó una batalla verbal de lo más animada.

—¡Eso es diferente! —Se defendió Weber, ahora mirando por el retrovisor a los ojos de Francesca.

—¡No es diferente! ¡Soy tan discriminada como tú! Me impresiona que viviendo en la degradación que muy seguro tienes por amar libremente, te dejes manipular para pensar que ello te da supremacía sobre mí, detén el auto, me bajo aquí...—Demandó Francesca, pero Weber apretó el paso por la carretera.

—No intentaba menospreciarte...—Le dijo Amus.

—¡Pues lo hiciste! Déjame bajar Amus —Vuelve a demandar Francesca, acomodándose detrás del asiento de Weber, Viktor le pide calma a su hermana.

—Franci, calma, solo hasta que podamos ver mis resultados...—Pide Viktor, pero su hermana es como él, una vez que se enoja, no dejará que su ira se aplaque.

—No Viktor, tu no lo has vivido todavía, pero a ti también te llegará a hartar que todos te digan qué diablos hacer todo el tiempo, no te dejarán manejar tu vida, una vez que conozcas el mundo real, verás lo cruel que puede llegar a ser, porque personas cercanas a ti, te tirarán mierda, por opiniones que nadie les pregunto... —Amus detuvo al fin el auto, Francesca tomo su bolso y salió disparada fuera.

Annelise tomó su bolso por igual y Rudolph la detuvo.

—Espera Anne, no tienes por qué seguir los dramas de Francesca...—Mencionó Rudolph, intentando ser racional.

—¿Eso piensas hermano? ¿Qué Francesca exagera? Veremos eso en un par de años...—Tras decir aquello, Annelise se bajó junto su amiga, Viktor y Rudolph se quedaron en el auto, incomodos con lo oído, Amus tenía una mirada de total tristeza, no quería retomar la marcha del auto.

—Amus, ¿Por qué dijiste eso? —Pidió saber Rudolph.

—Solo intentaba que ella comprenda que se ve mal que una mujer viva sola...los hombres pensarán que ella es una cualquiera que los ínsita a que la vean así... —Dicho aquello Viktor tomó su portafolio y también partía para irse.

—No voy a permitir que un pendejo como tú le diga a mi hermana que es una cualquiera, ni prostituta...

—No Viktor, es que eso ella está dando a entender...—No habló más porque un golpe a su cabeza descanso por el puñetazo de Dietrich, quien luego se marchó del auto, seguido por Rudolph, Annelise y Francesca vieron la escena a unos veinte metros del auto.

—¡Pues entonces vete mucho a la mierda! —Viktor partió de ahí, seguido de Rudolph, quien le da alcance momentos después.

—¡Viktor! —El rubio lo siguió momentos después, al lado de las pelirrojas, quienes les dieron alcance momentos después.

"Ah, sí, esta parte de la historia.

La desgracia de nacer mujer.

Nunca fui consciente de ella, pero mis hermanas, mi madre, tías y abuelas la conocían al dedillo, no la comprendía, hasta vivirla de primera mano, terminamos el trecho de ida a ver los resultados de Viktor a pie, aprobó, y eso me hizo feliz.

La hermana de mi amigo, por el contrario, no tuvo mucha suerte, todas las veces que aplicaba a trabajo, le cerraban la puerta en la cara. A Francesca le repitieron tanto el discurso de "consigue un marido y vete a la cocina" que era mareante, mi hermana, por fortuna, tuvo la suerte de trabajar en una maquinaría de aviones, puesto que el rearmamento de la Luftwaffe estuvo en su apogeo el tiempo suficiente para darle trabajo, pero es una oportunidad que consiguió muchos años después de este relato.

Nunca entendí porque mi tía soportaba los golpes de su esposo, nunca entendí porque mi abuela se había casado con mi difunto abuelo sino lo amaba, puesto que la ganó en una apuesta de naipes. Nunca entendí porque mi madre siendo la mujer hermosa, amable y gentil que era, era llamada zorra por casarse con un judío, no comprendía porque los hombres cuando les decían que no, inmediatamente las mujeres que amaban se volvían unas prostitutas a sus ojos.

Era, porque no tenían elección, y conforme pasó el tiempo, esta brecha en mi natalidad, no hizo más que crecer, crecer hasta puntos en que se rasgaba la línea de lo racional, fue en 1928, que aprendí a la mala, a odiarla"

"¿Qué humor puede ser más raro

que el que, falto de consejo,

él mismo empaña el espejo

y siente que no esté claro?"

—¡Rudolph! —Vociferó la voz de Amus, quien entró tirando la puerta donde ahora el rubio trabajaba, a mediados de 1927 Müller cortó toda comunicación con su antiguo mentor, renuncio a las SS solo poder permitirse partir de ahí, ejercía como profesor en una escuela de canto y danza, el profesor Müller se levantó del asiento, señalándole a un alumno que aspiraba ser soprano sentarse en su pupitre.

—Vuelvan a la página que les indique, memoricen la pieza, vuelvo en un minuto...—Müller se levantó de su asiento, para salir disparado a la salida, aunque había terminado contacto con Weber, verlo con el rostro pálido, le lleno de miedo, sabía que vino por algo urgente, y no eran buenas noticias.

Sin perder el tiempo Amus tomó a Müller por el brazo y salieron corriendo rumbo al auto de Amus, quien seguía agarrando firmemente a Rudolph, el rubio apenas iba a protestar sobre ese trato, hasta que Weber gritó.

—¡Es Francesca Rudolph! Una escuadrilla de asalto la encontró de la mano con un judío, molieron a golpes al judío, creo que lo mataron Rudolph... —Explicó Amus, pisando el acelerador, mientras buscaba por doquier donde una dirección, giró bruscamente el volante para luego dar otro rumbo. —Viktor no lo pude localizar, están cazando a cualquier judío que vean...no sé dónde está ella, pero sé que la tienen mis tropas, pero no a quien la está custodiando, te traje porque necesitamos cubrir terreno, te dejaré la dirección de varios lugares a donde la habrán podido llevar, en mi caso iré directamente a donde creo la pueden tener retenida, así que...

—Espera...—Lo llamó el rubio. —¿Qué tanto ha ascendido Wolfgang desde el tiempo que me fui? —Preguntó Rudolph.

Weber se giró a mirarlo incrédulo, mientras apretaba los dientes. —Mierda... ¡Mierda! —Dio otro volantazo, yendo a la zona donde ahora Johann ocupaba ser su superior.

.

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—¿No gusta agua, señorita Dietrich? —Cuestiono el hombre, quien ahora portaba galeones en sus hombreras, y una vestimenta más lujosa, que la que tuvo siendo un sturmann, Wolfgang recibió una negativa de parte de la chica, de cuyo cuello colgaban dos trenzas desarregladas, un golpe en la pierna, y lágrimas visibles en su mirada.

—No...—Susurra Francesca, mientras aprieta sus puños, sintiendo la sangre resbalar de sus manos, la cual le pertenecía al que había sido su novio por dos preciosos meses, hasta ese día. Temblaba, su cuerpo entero era errático, no podía razonar ni donde estaba, ni con quien hablaba apenas.

La sonrisa de malagüero que le dedico Johann fue la cereza sobre el pastel, mientras este le dejaba el vaso de agua frente a Francesca, y proseguía a recostarse sobre el escritorio que es de su propiedad, mientras sacaba un cigarro de su bolsillo, prosigue a encenderlo, todo en silencio, bajo un ambiente tenso. —Lamento que haya tenido que presenciar tan desagradable barbarie, matar ratas nunca es algo agradable de ver, pero es justo y necesario, para una Alemania limpia, libre de impurezas, encontrará un nuevo novio, es más, le propongo un esposo, no manche su linaje, contaminándose de una verga judía, señorita Dietrich...—Comenta, para luego entregarle un cigarro a la chica, quien lo recibe ansiosa, tomando dicho y encendiéndolo con el mechero, fuego entregado de Wolfgang. —Quiero preguntar, señorita, ¿de casualidad sabe dónde reside su hermano Dietrich Viktor? —Luego de esas palabras, Francesca lo miró confundida.

—No, Viktor no ha hecho nada...—susurra Francesca, ante dicha respuesta, Johann la mira demandante, un largo silencio se hace presente, analizando el porqué de aquella pregunta.

—¿Cómo dices? —Wolfgang dejo de fumar, apagó el cigarro en el cenicero con cierta rabia contenida, la noticia lo tomó por sorpresa. —No...estas diciendo... ¿Dietrich también es judío? ¿Ustedes son judíos? —Ante esas palabras, Francesca se levantó de su asiento.

—Tengo que irme, debo ver a los padres de...

—¡SIENTATE Y CALLATE MALDITA PERRA! —No espero a que obedeciera, la tomo del brazo y la sentó de golpe contra la silla, incluso moviéndola de la posición original. —Iba a dejarte ir, pero ahora, no te iras hasta que me digas donde esta ese maldito judío...—Sujeto los brazos de la pelirroja contra la silla, aplastándole su agarre, esta apretaba los dientes temerosa, para luego mirar de frente al teniente y proseguir a escupirle en la cara.

Francesca se levantó con la pequeña distracción que logró contra la figura del teniente, prosiguiendo a irse corriendo, empujando la puerta, pero fue atacada por la figura de otro sturmann, Alphonse la empujo de vuelta a la oficina, empujándola contra el suelo, cerrándole el paso de salida.

—¡Déjame ir! —Grito Francesca, viendo una chimenea cercana, se apresuró contra esta y tomó el trinche que pincha la madera ardiente, como su única defensa contra ambos hombres. Alphonse intentó calmarla.

—Solo dígale al teniente Wolfgang lo que desea saber, señorita Dietrich, y se ira marchando en paz...—Gerlach es alejado por un cenicero volando a su cabeza se quito apenas, mientras la chica apuntaba con el trinche.

—¡¿Paz?! ¡PAZ Y UNA MIERDA! Matan hombres, por una paz que no existe, ni nunca existirá, destruyen vidas, por una causa podrida, como sus almas, no me quedaré a recibir órdenes de hombres tan idiotas como ustedes, y sobre mi cadáver lastimarás a Vicky, como lo hiciste con David... —Momentos después Alphonse solo vio la silueta de Johann contra la de Francesca, y los gritos de la misma, tan agudos que le dieron escalofríos a Gerlach, Johann la sujeta fuertemente, pateando el trinche, toma los brazos de la pelirroja y la coloca contra la silla, donde saca una soga, amarrándole las manos a cada brazo de la silla.

—Su dirección, el nombre de tus padres, a que se dedica, y...si tiene pareja... no importa si es hombre. —Cuando dice eso, Francesca ya sabe que Johann conoce de la sexualidad de Viktor, Rudolph le advirtió hace años sobre aquel hombre, sobre las cosas que Maximus podría llegar a hacer si tuviera la oportunidad.

—Vete a la mierda...—Escupe la chica, iracunda. Porque la van a interrogar, quien sabe qué tipo de cosas es Wolfgang capaz de hacer con tal de sacarle la verdad.

—Teniente Wolfgang, creo que exagera, la señorita Dietrich cooperará...—Gerlach comenzó a ponerse nervioso, porque ya tenía inmovilizada a Francesca como si la fuera a golpear, lo cual ya lo está incomodando.

—¿Dónde esta Viktor? —La reta frente a frente Wolfgang, mientras esta intenta evitar su mirada, hasta que la mano de Johann la jala de los cabellos, para que lo mire de frente, Alphonse se aproxima y le aparta la mano.

—¡Teniente, pare ya! —Gritó Gerlach, pero la mirada de Johann no indica razones, sino opciones, todas enfocadas en cómo le sacará la información a la joven pelirroja.

—¡Suéltame Alphonse! —Le mete un empujón al sturmann, quien se endereza, contra la mesa donde lo arrojo el brazo airado del teniente. —No tienes idea de cuánto tiempo he esperado este momento, no es una opción Francesca, vas a decirme lo que sabes o te voy a...

La puerta es empujada, un griterío se armaba en el pasillo, Johann alza su cabeza, esperando ver a Amus, puesto que sabe que vendrá preguntando por Francesca, pero la figura del pelirrojo presente frente suyo los deja mudos a todos los presentes.

—¿Viktor? —Susurra Francesca asustada, mientras otro sturmann lo empuja al interior de la oficina, este chilla, mientras intenta liberar sus manos atadas tras su espalda. Habían capturado a su hermano.

—Tiempo sin verte...—Comenta Johann soltando a Francesca, sonriendo al tener frente suyo al pelirrojo, este es arrastrado contra otra silla, colocado encima de esta y sus manos atadas. Inmóvil, Dietrich se gira a ver a su hermana, sonriendo.

—Está bien, nena, nada malo pasará, no a ti...—Se gira a ver a Wolfgang. —Déjala ir, ella no ha hecho nada malo...—Ante sus palabras, Johann gruñe.

—No me digas que hacer maldita perra judía...—Acto seguido, le chasquea los dedos a Alphonse. —Llévate a Francesca, tenla custodiada, a partir de aquí, yo me encargo del pelirrojo.

Segundos después Gerlach sujeta del brazo a la pelirroja, arrastrándola contra la puerta de salida, hace unos segundos lo único que deseaba Francesca es irse de ahí, ahora quiere quedarse, la puerta se cierra, Holga se intenta soltar del agarre que tiene contra su persona el joven de ojos verdes, pero este suelta un refunfuño.

—Tranquila, el teniente no matará a Dietrich, se lo juro...—Explica Gerlach, conocía a Johann desde hace años, claro, es brutal con los judíos, pero a sus conocidos les da un trato especial. —Aunque no le niego que puede salir con uno que otro moretón de ahí, te trataremos con la delicadeza que se merece usted...

Francesca no caminaba, era arrastrada de los pies y elevada levemente por Gerlach, a veces intentaba zafarse del agarre, no saber que le está pasando a Viktor la tiene aterrada.

Pero ese temor se termina, cuando escucha un grito.

—¡Abran paso! ¡¿Dónde está la señorita Dietrich Francesca?! —Amus entra hecho una furia, viendo como Alphonse la arrastra, Gerlach aleja la figura de la chica contra otra habitación, delicadeza y una mierda, ella se levanta en debruces, intentando llegar hasta donde esta Rudolph, pero cambia el curso de su plan, toma un garrote en el piso y se va corriendo contra la oficina donde esta Viktor, la sigue a cuestas Alphonse, hasta que Amus le propina un empujón alejándolo lejos, Rudolph cerraba las puertas detrás suyo obstruyendo el paso de los demás sturmann en el edificio, para encerrar en el pasillo a Alphonse, enviándolo contra otra habitación, intentan hablar con Francesca, ahora libres de peligro, pero está sujeta el garrote y le mete severos golpes a la perilla de la puerta, termina con la ayuda de Amus y la de Rudolph, abriéndola de golpe con dos fuertes empujones.

Pero en su interior, no hay nada, Amus rebusca en el suelo, las huellas de las botas no están.

El sonido de un auto acelerando resuena, se asoman por la ventana, y Johann conduce dicho auto. Francesca suelta un bramido de frustración, mientras toma rumbo para irse, pero Amus la detiene.

—Espera, Francesca, debemos pensar en...

La pelirroja se suelta del agarre, para tomar dirección contra la salida.

—¿Esa es tu gratitud por haberte salvado? —Le demanda Amus, esta se gira frunciendo el ceño, no se creía la mierda que soltó Amus, ni tampoco Rudolph.

—Gracias por salvarme, ahora no se metan en mis asuntos, me largo, intentare robar un coche, debo salvar a mi hermano...—Francesca toma su bolso caído, mientras suelta un suspiro. Tomando rumbo para bajar por la misma salida que seguro tomó Wolfgang.

—Francesca, por favor, déjanos ayudarte...—Pidió Müller.

—¿Para qué? ¿Para qué a la menor oportunidad me restrieguen en la cara su ayuda? No gracias, tengo dignidad...—Ella misma se levanta el zapato roto que tenía en el piso, abatida.

—Ignora a este pendejo, el no habla por mi Francesca...—Müller no quería seguir perdiendo amigos que ama por Amus, aunque le dolía que su rompieran sus amistades.

—¿Es en serio Rudolph? Después de lo que hemos pasado, Francesca se metió en este problema muy seguro por andar de novia, cosa que no debió pasar...—

Dichas esas palabras, Francesca comienza a llorar, mientras sale por la puerta, Rudolph se giró a mirarlo furioso. —Entonces no te metas en mi camino Weber, nadie te lo pidió...—Y se marcha bajando las escaleras.

—¡¿Cuál es tu problema con Francesca?! ¡Ella no está haciendo nada malo! ¡Es la cosa más estúpida que has dicho Amus! ¡¿Qué mierda tiene que ver que hayan matado a una persona con ella?! —

—Eres demasiado joven para comprender Rudolph, Francesca debió quedarse lejos de la vista pública con un judío, era obvio que esto iba a pasar, y mira, no puede culpar a nadie más que a ella misma...—Cuando termino de hablar, Müller negaba con la cabeza. —Los judíos saben que deben mantenerse a raya, más con el crecimiento de las camisas pardas, si ella insiste en salir a exhibirse en público usando ese vestido ceñido, claro que se ganó que la molesten, una mujer decente no provoca que la hostiguen, ella debe darse a respetar. —Las palabras que expresaba Weber, no eran suyas del todo, sino aprendidas bajo los ojos de los hombres que formaban parte de las camisas pardas.

—¿Vas a seguir con ese estúpido discurso, no es así? ¿En serio te crees esa mierda Aria que tanto farfulle el pendejo de Adolf? ¿Qué cada quien tiene un papel asignado? ¿No ves como la estás haciendo sufrir dándole culpas que no son suyas? —El rubio intentaba razonar, pero tal parece que le habla a la pared. Porque se dio cuenta que Amus, en el fondo, también se creía los discursos que Hitler farfullaba, creía en una Alemania libre de impurezas.

—Estoy siendo caballeroso, Francesca debe comprender que no hay lugar para ella colocándose al tú por tú con un hombre, no debió exhibirse en la calle con un judío, y mira, le hizo las cosas más fáciles al imbécil de Johann. No le debe levantar la voz a un hombre, ni enfrentarse a uno, ella debe comprender que es una mujer y debe actuar como una...—Amus tras decir aquello se colocó su gorra de plato, dejando a Müller decepcionado, porque esos pensamientos conservadores nunca fueron suyos.

—Por mucho tiempo te creía un aliado, alguien más inteligente que mi propio padre, pero si ni siquiera eres capaz de abrir los ojos ante el veneno que ese intolerante suelta, no te tiembla la voz para juzgar a mis amigos, por ser ellos, pero sí que te haces atrás ante los asesinatos injustificados que hacen las SA. No puedo permitirme vivir con alguien tan poco tolerante en mi vida...—Rudolph se gira para irse de dicha habitación, Amus cruza los brazos.

—Cuando crezcas y veas el panorama completo de lo que le paso a Alemania, comprenderás mi punto de vista. —Le señaló Amus, creyéndose sabio.

—Y cuando seas juzgado de la misma forma en que ahora juzgas a Francesca, sabrás MI punto de vista. Adiós...—

"Amus fue durante mucho tiempo una figura paternal para mí, recurría a él cuando tenía problemas, no comprendía el odio que a mis ojos podría tener por Francesca, relegándole la culpa de las cosas nefastas que pasaban en su vida.

Ese pensamiento conservador era perteneciente al partido, predicado por el que sería el futuro canciller, anteriormente durante la gran guerra el número de mujeres que fueron a ocupar los puestos que antes eran solamente usados por hombres se vieron reforzados por mujeres, era un cambio radical y brutal para la hombría de los hombres, lo dicho, para mí, era algo normal, cotidiano y general ver a mujeres en este tipo de lugares de trabajo pues crecí en ese cambio en mi natal Baviera, tras la muerte de mi padrastro mi madre y tías fueron las que dieron este salto para mantenerme a mí y a mis hermanas. Pero después de la derrota de Alemania, vino un periodo de reducción masiva de este salto revolucionario, me volví el cabecilla de mi familia, le mandaba la gran mayoría de mis ganancias a mi familia, porque mis hermanas se volvieron con el paso del tiempo, mujeres que tampoco les iban a permitir trabajar, a menos que fuera en rubros conservadores, destinados solo "para mujeres".

La respuesta de esta sección conservadora era tan sencilla y tenebrosa, que me costó procesarla durante mucho tiempo.

Porque es mujer, y punto.

-Las mujeres no son lo suficientemente listas para ocupar cargos de hombre y su lugar en criar hijos y cocinar. - Menuda estupidez a mi parecer, y la propaganda después de la noche de los cuchillos largos solo se agravó de sobremanera, para 1936, ya estaba prohibido que las mujeres fueran a la universidad."

Viktor fue dejado en una esquina, mientras Johann sujetaba una lista de personas.

—¿Entonces David se afano toda esa parte, no es así? —Dicha pregunta, Dietrich asintió, bajando la mirada en silencio. —Gracias por tu cooperación, nos veremos luego...—Tras ese intercambio de palabras, Wolfgang alzó la ventanilla del auto, para irse de la vista del pelirrojo, Francesca le dio alcance unos cuantos minutos trotando para ir corriendo a abrazarlo, había seguido el auto durante cinco cuadras, y el esfuerzo dio los frutos necesarios.

—¡VICKY! —La pelirroja se aferró a los brazos de su hermano menor, quien ahora le doblaba la altura por mucho. —¡¿Qué ocurrió?! ¿Por qué te dejaron ir? —Pero la mirada que le dio no fue muy alentadora.

—No podemos hablar en la calle...—Habla en voz baja Viktor, a su lado llegó trotando Rudolph, quien suspiraba pesadamente en el traje.

—Ah, esperen... ¿Francesca cómo pudiste correr siguiendo el auto? Uff... Casi dejo el hígado en el tremo que corrí...—Müller escupió en el suelo para abrazar a ambos. —Pensé...que Johann te mataría...

—Aquí no... debemos irnos...—Les señalo ir al departamento que rentaba, Francesca se limpiaba la tierra de sus brazos y arreglándose un poco el pelo enmarañado por los forcejeos.

El departamento de Viktor era perteneciente a una zona no del todo acaudala de Berlín, cerro las cortinas y los invito a sentarse en su sofá, en privacidad, los tres estaban nerviosos por lo dicho, puesto que tener secretos con las camisas pardas, era tener secretos con Hitler.

Viktor tomó una silla, para sentarse con cautela, como si temiera hacer un solo ruido.

—Me dijo porque mató a David...—El menor de los hermanos cruzó los brazos, una oscura verdad que parece escudriñarse en sus entrañas. —No quería decirte esto Francesca, porque no creía que fuera tan grave. —Otra pausa, y continua. —David se robó cuarenta mil marcos, pertenecientes a las tropas de asalto de los sturmann, puesto que participa con los comunistas, lo supe hace poco, puesto que no quería que tu relación se viniera abajo hermana. Yo tenía entendido que era un estafador, no un ladrón que se metió justamente con las personas equivocadas. —Dietrich continuo. —El teniente Wolfgang dice que creía que lo estabas encubriendo porque sabías sus negocios ilícitos, le aclare que no es así, por tanto, manda sus "disculpas" con esto. —Dice sacando de su bolsillo una caja negra, la chica lo toma, quita la tapa y dentro hay un collar de plata, con una nota escrita a la carrera que dice.

"Menos mal eres buena, pido perdón, que tengas buen día". Ella alzó la mirada con una risa sarcástica.

—Hubiera preferido saber la verdad, que vivir creyendo que amaba a un buen hombre. Veo que me equivoque, siempre me equivoco en todo...—Comenta furiosa, mientras aprieta el puño y los dientes.

—Manda al carajo a Amus y sus estúpidas ideas arcaicas, Francesca, ni tú ni nadie merecen ser tratados como si no fueran importantes...—Rudolph se acercó y le robo un abrazo cálido a la chica, esta arrugó su rostro y le correspondió el abrazo, para comenzar a sollozar, pocos momentos después se suma el pelirrojo. —No debemos separarnos, recuérdenlo, por muy oscuras que se pongan las cosas...

—A veces creo que estoy sola, y que no cuento con nadie más...—Susurra Francesca. Luego niega con la cabeza, sus rizos rojos se sacuden junto a su fina piel, cuyas lagrimas hinchan sus mofletes.

—Te pedí, Franci, no separarnos, hoy te vuelvo a pedir lo mismo, debemos estar juntos...—Dijo con gentileza el rubio, desde que vivía solo se la vive en la escuela donde enseña canto y danza, Viktor les sonríe por igual.

—¿Cuándo fue la última vez que nos vimos? —Pregunta Vicky, quien se levanta de un brinco. —Las penas se pasan mejor bebiendo...—De un estante voluptuoso decide sacar una botella de vino. —Tengo un Borgoña listo para destapar, además, ayuda a pasar el susto, hermanita.

Francesca parecía un poco disgustada con la idea de beber, pero momentos después le chasqueo los dedos. —Qué diablos, sírveme, llena la copa, si tienes algún jamón serrano o aceitunas sería perfecto. —Rudolph le acaricio los cabellos a la chica, para desamarrar sus trenzas, y dejarla con los cabellos sueltos, luego la peinaría.

Viktor trajo una bandeja, con diversas frutas. Corto a la mitad una granada, prosiguiendo a partirla, incluido un queso curado de cabra, la chica mira dicha propuesta frente a ella.

—¿Cuál es la ocasión especial para sacar un queso curado? —La chica toma la copa de vino, toma un jamón serrano y le da un mordisco sin pena, seguido de un sorbo ruidoso de la copa, deja caer sus zapatos al piso, alza las piernas y se recuesta en el sillón, abatida, cansada y soltando un escupitajo. —Ah...mejor, los pies me mataban con esos zapatos, no están diseñados para correr detrás de un auto. —Los tres se carcajean, el rubio termino de cortar las fresas, toma las uvas en la cesta de su amigo.

—Prepare una mini tabla de fruta, ¿está bien así? —Comenta temeroso de molestar a Viktor hurgando en sus pertenencias.

—Perra, mi casa es tu casa, mi ropa tu ropa, mi comida la tuya. Tu siempre serás bienvenido en mi techo, ahora aviéntame una uva. —Con esas mágicas palabras, la actitud del rubio se renueva, toma una verde y la lanza desde la cocina, Viktor se levanta y la atrapa en un mordisco. Francesca chifla, corroborando la anotación de la uva.

—¿Qué has estado haciendo en este tiempo sin vernos Rudolph? Tengo meses sin saber de ti...—Dietrich hermano deja las sutilezas de lado, la brecha se rompe, vuelven a estar en calma, comiendo y bebiendo para pasar el rato.

—Doy clases en una escuela de arte y danza. Parcialmente actúo en obras de teatro y algunas cintas cinematográficas cuanto me aprieta la renta. —Cuando dice eso, ambos hermanos lo miran incrédulos.

—Bromeas... —Susurra Francesca, enderezándose del sillón, sonriendo ya con las mejillas coloradas por el vino.

—No te miento, me he vuelto algo popular, desde que salí con Antonino Grassi. Pero, ese pendejo me uso, me desecho luego de tirar conmigo —Dicho eso, ambos hermanos borran un poco su sonrisa. —Me dijo que nunca seré digno de que nadie me ame...luego de aprovecharse de mí, me mando al diablo. El tipo ya se iba de regreso a Roma...hasta que Amus lo mató en mi nombre. —Francesca arrugo la frente.

—Es difícil seguirle el paso a Amus, un día te ayuda como hoy, te vuelves a hacer su amigo, y al siguiente, tira más veneno que una víbora de cascabel. —La pelirroja suelta otro bufido. —¿Alguien sabe porque Weber comenzó a comportarse así? No me dirás que en verdad se cree las pendejadas que dice el bigotudo clon de Chaplin...—Pregunta a la par que come otra uva.

—Si lo cree, es lo peor de todo, en verdad lo he oído decir que Alemania estará mejor cuando el partido nacional socialista ascienda al poder, pero por ahora, anda repudiando a todo judío que ven, los vi apalear a un gitano una vez. ¿Cuánto tardarán en golpearme a mí por homosexual? —Müller sabía muy bien lo que había en el podrido interior de aquel grupo extremista, no había más que un odio profundo, que crece cada día en que más gente se une a él.

—Alemania se vuelve más intolerante cada día, no tienes idea en donde trabajo para vivir. —Comenta Viktor, ambos invitados lo observan. —En la Kantstraße 24, ​ esquina con Leibnizstraße...

Ambos lo miran intentando comprender lo oído. —Espera, espera, espera...pero ese es un cabaret de...

—De travestis. —Comenta sonriente Viktor, Rudolph suelta una risita.

—¿Vestirse como mujer? ¿Tú lo haces Viktor? ¿Cómo es, que se siente? —Rudolph brinco sobre su asiento, acomodándose sobre sí mismo, sonriente y listo para escuchar la anécdota.

—Bueno, es divertido, me encanta verme preciosa. —Dice con alegría. Rudolph solo sonríe, como si le platicara algo sorprendente, pero Dietrich conoce a su amigo, sabe que hay más que solo curiosidad en su mirada. —¿Quieres intentarlo? —Sugiere.

"Recuerdo muy bien la primera vez que use un vestido, era un vestido rojo, sacado directamente de una obra de teatro, de telas suaves, mañanita mate, un sombrero de chifón, zapatos negros, labial rojo, sin rímel, aretes carmín. Extensiones doradas.

Ahí la conocí, a la mujer frente al espejo que no sabía que necesitaba ver.

Rudy.

Ella es una extensión de mí, una mitad de mi alma que no sabía que necesitaba, que anhelaba conocer, ella me necesita, como yo a su carisma. Rudy, es la dama que baila, canta y llora en los teatros, cuando uso un vestido, ella está presente, dejando salir luz de vida a donde voy, ella es libre, linda, inteligente, perceptiva y sobretodo. Mia, como soy suyo.

Desde que Rudy se plantó de frente a mi vida, señalándome que es mi deber ser consciente de su existencia, por tanto, al ser una parte de mí, es también, mi alma y corazón, mi talento y pasión. Sin ella, estoy incompleta, y si no la aman a ella junto conmigo, estaré incompleto. Nos necesitamos, porque es un refugio de mi crueldad, no quiero reprimirla, ni dejarla ir solo por el simple hecho de una guerra, y aquel que se atreva a odiarla, conocerá mi desprecio por igual.

Comprendí a Francesca, amo a esta mujer, tanto como a mí mismo, una parte de mí se siente como una dama, y la otra se siente como un hombre, pero nunca renunciaría a ninguno de ellos por perpetuar al otro, no podría, ella es la persona más importante que tengo en mi vida, mataría por ella, la quiero, respeto y estimo. Me hace feliz que me deje vivir ante sus ojos, percibo la otra cara de la moneda, la desdicha y la maravilla de ser una mujer.

Y al hombre que no le guste esa parte de mí, que se vaya a la mierda. Bien lo dijo Juana en esas sabias palabras, sobre aquellos hermosos poemas:

"Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana;

pues la que más se recata,

si no os admite, es ingrata,

y si os admite, es liviana"

.

.

Smirnov cerró la bitácora de un manazo, para luego relajarse sobre su asiento, para ser más preciso, sobre el respaldo de su silla, en frente suyo estaba su pelotón, quienes tenían que soportar largas horas, a veces jugaban cartas, o ajedrez, depende de la hora, pero lo nota en la moral de sus compañeros de guerra, a las mujeres y hombres que comanda, necesitan distraerse, no van a tardar en mandarlos al frente cuando termine diciembre, hasta ahora Borgóv se ha arriesgado en cubrirle las espaldas a sus batallones, pero ello no será eterno, debe apurarse, aprovechar el poco tiempo de descanso que el invierno brinda para intentar ver como subir los ánimos de sus compañeros, mira la foto robada de Rudy, le parecía ver fotos de ella bailando y cantando...

No sería mala idea...darles algo de entretenimiento.

Smirnov ha vivido unos buenos treinta años, desde que ve a las mujeres como iguales, por lo menos no había tenido la oportunidad de comandar a una en el ejército hasta que comenzó la guerra, y luego, el resto es historia, recuerda muy bien ese cambio, las madres fueron las primeras en marchar contra el Zar porque una hambruna brutal azoto el Imperio Ruso, luego se sumaron otros movimientos que culmino en la revolución en Octubre, ha luchado con las mujeres codo a codo, pero no puede olvidar que eso es una realidad innegable en otras partes del mundo, fuera de los muros rojos.

Rudolph no ve con buenos ojos a donde se iría su vida si aceptase el rol definitivo de ser mujer, de ser esposa, descartado el ser madre.

¿Por eso le tiene miedo Rudolph? ¿Tiene miedo de quedar indefenso a su merced, cuando asuma el papel de mujer?

Cuando leyó esas mismas palabras que soltó como veneno, sintió amargura "No eres digno de ser amado" se maldijo por decir esas palabras, ¿Cuál es la probabilidad de que dos personas sin conocerse le hayan dado el mismo insulto, con la misma intención de herir?

No solo eso, ha caído en el prejuicio de tachar y degradar la persona de su protegido al menospreciarlo por su sexualidad y por su libertad, pero Smirnov debía ser sincero consigo mismo, soltaba esos insultos sobre el cuerpo de Müller porque no solo siente celos, siente envidia, envidia de su libertad para fornicar sin miedo alguno, un lujo que no se puede dar así mismo.

"Soy un puto imbécil" Orrel no solo se insulta por lo dicho, aunque no niega merecerlo, sino por volver a violar la intimidad de Rudy, cada vez que ve la bitácora, lo hace porque es un cobarde que se refugia en palabras sin sonido, una tonada silenciosa de tinieblas, que vienen directo del alma de un hombre inocente, con una mujer en su interior, debe volver, debe hablar con él. Huir no es una opción.

.

.

Tuvo el coraje de volver, al fin pudo volver a bajar las escaleras, había bebido hasta poder armarse de valor, tenía que ser muy claro en lo que iba a decir.

—Rudolph, te diré toda la verdad, lamento haberte besado... —Permanecía en silencio frente a la puerta para fruncir el ceño, ensayando que iba a decirle al rubio cuando lo vea, pensar en mentir le dio miedo. —Lo siento, te mentí, la verdad no lo lamento Rudolph, fue el mejor beso de mi vida, es más quiero acostarme contigo y quiero que nunca te vayas de mi lado, quiero amarrarte a mi lado. Voy a amarrarte a mi lado y vas a casarte conmigo quieras o no... ¡¿Qué mierda estoy diciendo?! —Nunca pensó seguir diciendo estupideces pensando en Rudolph, no era consciente del poder que ese hermoso rubio ejercía sobre él, con un solo beso tiró sus murallas... lo dejo débil y desnudo. Nunca supo de romances, salvo como lo describió su madre, un romance que nunca tuvo, lo había visto en películas mudas hasta antes de que tuvieran sonido, había asistido a bodas, y comprendía que había una mirada especial que estaba por encima de las reglas de los hombres. Una sensación invisible que se extiende ajeno a los otros, aun así, es perceptible en los ojos, en las miradas, ¿sentía semejante deseo y amor por Rudolph? ¿Era eso lo que su Rudy adoraba conocer en esas infinitas palabras que predominaban en explicar cuanto amor sienten por una persona?

¿Sentía amor por Rudolph? El deseo lo invade cuando está cerca suyo, es como si le quemara la piel, pero a su vez, le transmitía tanta paz y conflicto a su mente, deseaba estrujar esas mejillas hasta matarlo, y también quería abrazarlo. Quiere volver a besarlo, quiere pensar que la idea del matrimonio era un ancla, un ancla de su corazón en representación a la única persona que lo ha hecho sentirse tan abrumado, hostigado y comprendido, nunca había tenido eso con nadie, porque tenía encajado su corazón contra el odio de ser sí mismo.

Hasta ese momento, su alma, sus sentidos, sus deseos, no le pertenecían a nadie, alguna vez fueron de Konstantin, porque creía que había cariño en sus sentimientos...hasta lo que le hizo la noche antes de mandarlo al frente de batalla. Esa misma noche quiso morir, quería morir por lo que Konstantin le hizo, daba las gracias a Borgóv de llegar a tiempo...

Quería negarse a sentir, quería no tener que lidiar con saber que parte de su alma ya no le pertenece, la otra parte de su alma la tenía en custodia ese rubio al otro lado de la puerta, en un solo beso, le arrancó su alma, se quedó parte de ella, y su cuerpo y espíritu no estarán completos sin que Rudolph acepte devolvérsela.

Estaba atrapado, en un vasto mar de dudas, ignorancia y anhelo por descubrir la verdad, su verdad y con ello, un invisible camino que lo proyecte a los brazos de Odile. Se sonrojo con la idea, la idea de otro beso lo tenía un poco ansioso, que esas manos recorran su mentón y cuello como lo hicieron anoche, que pueda pegar su cuerpo contra el suyo, oír ese suave sonido de los labios besándose, quiere besar los sollozos que Müller emane de sus preciosos ojos, se perdió tanto en sus pensamientos que no se dio cuenta hasta que el pantalón le apretó que tenía una erección entre sus piernas, Smirnov bufó sonrojado y amarro su gabardina con más fuerza, los pliegues de esta le ayudan a esconder dicha, intentará ignorar su largo falo estorbándole, y aprovecha unos minutos de soledad para meter su mano entre los pantalones y acomodarlo. Lo hizo lo más rápido que pudo, con una profunda vergüenza y miedo, entro en la celda.

Müller estaba buscando entre sus maletas sus fotos personales, encontrando variadas desde su infancia hasta su adultez, entre ellas las más coquetas donde aparece desnudo, analiza estas mismas unos minutos y luego bufa molesto. —Dios mío, que culo tan flácido y sin chiste tenía aquí... —Dice con ironía para guardar esa foto, cuando de repente escucha un suspiro de sorpresa, se gira para encontrar al coronel mirándolo, recién abriendo y cerrando la puerta.

Orrel miró la figura de Rudolph unos momentos, no sabía que decir, era como si un extenso tremo se interpusiera entre ambos por muy cerca que él estuviera, quería decirle tantas cosas y preguntarle otras tantas. Decirle que lo protegerá...

Pero no puede, apenas intenta abrir su boca la garganta le arde y de sus lagrimales salen gotillas de miedo. No puede hablar sin titubear, quería hacerle el amor y también quería que Rudolph le tomará del rostro como lo hizo ayer, quiere sentir su piel entre sus dedos, sentir que ese cuerpo le pertenece, que siente el calor de alguien que también lo desea, sentirse necesitado por igual.

Porque estaba loco, desesperado por el contacto físico de otro humano sobre su piel, por mucho que trata de no verse ansioso por ello, no puede disimularlo, no recuerda la cantidad de veces que le pago a una prostituta solo para que lo abrazara, eran sus momentos más desdichados y llenos de bruma oscura que surcan por su mente, ya habían pasado cinco minutos y seguía sin decir una palabra, estaba temblando, se sentía miserable, era miserable. "Mírenme, mendigando amor como un estúpido niño. Doy asco..." pensó para sí mismo, mientras se aleja de la figura de Rudolph, con este contestando su silencio al inclinar su cabeza con tranquilidad, ya ni siquiera se molesta en cerrar la celda, ni en volver a colocarle la cadena en su pie. Estaba ansioso de hablar, se gira para pasar de largo de la silueta del rubio en el piso, cuando supo que no lo veía a la cara, lágrimas escurren por sus mejillas, y no comprende porque, no comprende porque su respiración es agitada, porque sus manos tiemblan y porque le cuesta caminar, abrió la puerta directo a las escaleras de la caldera y cerro de un portazo, no había intercambiado palabras con Rudolph. Sacando con sus manos temblorosas su cajetilla de cigarros, encendiendo uno, calando con profundidad y suspirando.

.

"Siempre tan necios andáis

que, con desigual nivel,

a una culpáis por cruel

y otra por fácil culpáis.

Rudolph se levantó unos minutos después del piso, intentando procesar lo ocurrido, bostezando y saliendo de la celda en cuestión, guardando sus pertenencias en la maleta y dando pasos hasta llegar a la puerta de la caldera, la sombra del coronel tras la puerta es notoria, puede oír sus botas contra el piso, ambos saben que se encuentran al lado del otro. —Coronel...—Lo llama con paciencia, la figura de Smirnov tras la puerta intenta mantenerse quieta, pero la sombra se mueve con impaciencia. —¿Podemos hablar de frente? —Pasan unos momentos y la puerta se abre, la figura del coronel se encoge un poco al pasar por la puerta, pero recobra su totalidad al quedar de frente contra Müller, a centímetros de rozar el cuerpo del otro.

Orrel mira en menor medida la pequeñez de su protegido, para luego inclinar la cabeza a modo de un extraño saludo improvisado, Rudolph sólo alzó su palma, queriendo tocar el rostro del coronel, Smirnov no se esperó eso venir, no está acostumbrado ni a que lo toquen ni a las muestras de afecto, como un perro callejero en gesto amenazante se aparta, creyendo que lo atacaría, sucedió en una cuestión de segundos, Orrel se sintió como un imbécil al comprender que perdió una oportunidad de que se tocaran aunque sea un poco, recupero la compostura y el rubio soltó una pequeña sonrisa. —Buenas noches coronel... —saludo el rubio para luego intentar volver a aproximarse a la figura del ruso, de manera mecánica Orrel rodeo la mesa en dirección contraria a la que venía Rudolph, entre pasos terminaron en el comedor, huyendo de su presencia. —¿Que te traes? —comenta Rudolph sentándose en la mesa con un bostezo. Müller le pregunto el porqué de su comportamiento, pero Smirnov entendió algo un tanto diferente. El coronel había entrado con un enorme saco a sus espaldas que traía arrastrando.

—Traigo esto —Luego de un fuerte golpe contra el piso, dejo caer el saco contra el piso. Se deja de la presencia de su protegido y Rudolph se acerca a abrirla, cuando la abre se da cuenta que Orrel le trajo varias cosas, vegetales más que nada, y una que otra prenda nueva. —Me... ayudaría mucho que seas más independiente, estos días no he dormido bien para mantenerte a salvo, así que si tu pudieras darme una mano con eso lo agradecería. —Le explica con mucha pena, como si se estuviera disculpando de no dedicar todas las horas del día a su persona, excusándose de no ponerle la suficiente atención a la presencia del general, Rudolph lo mira muy extrañado, porque puede notar la segunda intención, a pesar de que el coronel se esconde en una coraza de violencia, temores y represión así mismo, era tan sencillo de leer como un libro, con unas intenciones tan claras como una gota de lluvia.

—Emm me pregunto qué concepto tienes de mí, me tratas como un niño al que cuidar, aunque no te niego que me gusta sentirme mimado... —Murmura de manera coqueta, mientras acomoda lo que le dio en unas rejillas por la cocina, Orrel asiente avergonzado, y fascinado porque Rudolph podía comprenderlo, sin batallar para hacerlo en el proceso del modo en que las demás personas a su alrededor lo hacen, por visto no podía comprender que Müller le estaba tirando no solo los calzones, sino también su amabilidad, una amabilidad que duda de merecer. Viendo que Smirnov esperaba una respuesta más franca, suspira con una sonrisa, tal vez para Orrel sea sencillo percibir la malicia de las personas, pero no sabe nada sobre los sentimientos humanos. —Si Orrel, no tengo problema en eso —Luego toma el pantalón de tirantes que había traído el coronel, pero era mucho más grande que su cintura, Rudolph gruñe con frustración. —¿No tienes una talla más pequeña? —Dijo para luego tomar los tirantes, la camiseta se sale de sus pantalones, se lo puso como pudo, le quedaba enorme la ropa, era obvio que Smirnov le trajo ropas suyas o de alguien de su misma complexión. Y unos momentos después los tirantes estaban tan flojos que se deslizaron de sus hombros y dieron a parar al suelo, junto con sus pantalones y con las piernas descubiertas, Orrel giro la cabeza para no verlo a los ojos, e intentando evitar encajar su mirada es ese cuerpo que grita porque se acaricien. —No sé qué te avergüenza, ya me has visto desnudo... y haz hecho más que solo mirarme —Susurra tomando los pantalones, la tensión entre ambos había pasado a tomar de tintes incomodos a tintes eróticos con solo dos palabras que le brindara el general.

—Intentaré conseguirte una talla más pequeña, pero por el momento intenta usar esos... —La sola idea de ver los labios de Rudolph le excita demasiado. Su enorme erección se quiere levantar entre sus piernas otra vez, mientras lo ve que se amarra con más fuerza los tirantes y los entrelaza en su espalda para más agarre, Orrel desvío su mirada a los glúteos de Rudolph, tan adorables, grandes, rojizos y suaves...

—¿Quieres tocarlos? —Pregunta Rudolph con picardía, Orrel aleja su mirada de nueva cuenta, intentando su tener ilusiones con aquel rubio, estaba avergonzado por ser descubierto por lo que había hecho, Rudolph, confidente y seguro se acerca al coronel, como dos polos diferentes se atraen, Rudolph acerca su mano y toma la enorme manaza de Orrel, su suave contacto despierta al coronel, quien está temblando, intimidado por ese ligero roce entre ellos, Müller acaricia el vello que sobre sale de la manga del mastodonte frente suyo, el coronel siempre tiene las manos enguantadas y cubiertas, nunca revelando una sola franja de su piel, Rudolph acerca la manaza que necesita de apoyo sus dos manos para moverla y la coloca sobre su pecho, el toque suave y cálido del cuerpo de Rudolph eriza los vellos del ruso. Smirnov se está desesperando, muere por estrechar entre sus brazos el cuerpecito de Rudolph, tocarlo y fornicar con él. —¿Quieres tocar? —Vuelve a preguntar el rubio, Orrel negó con la cabeza, al instante Rudolph opta por dejar de insistir con el coqueteo, suelta la mano de su "protector". —Creo, que estoy subestimando tus sentimientos por mí, en verdad luces enamorado de mí o tal vez eso es lo que me dejas ver. Pero eso es imposible, tú mismo lo has dicho, no te intereso, ni nunca me amarías... — le comenta Rudolph cruzándose de brazos, Orrel no quiere decir la verdad, si le dijera que le gusta, que lo quiere y lo desea, no le creería.

—Yo no, no... —Orrel se aleja de la pequeña y tenebrosa figura del otro, huyendo de él, Müller sin más decide corretear a Orrel, arrojándose a su persona, Smirnov pega un gruñido de miedo, mientras el rubio lo acorrala en la pared.

—Actúas cómo un cachorrito asustado, no hay nada del primer día que te conocí ahora, o bueno, de lo que pueda percibir, ¿Dónde quedó esa máquina de matar que me torturo y me golpeo? —Le demanda saber, exige respuestas, sigue con los brazos cruzados, Orrel mira al piso, no dice nada, puesto que sabe que hablar lo condenaría a decir la verdad. —Venga Orrel... —Lo llama, como una súplica, para no condenarse a ser el único enamorado ahí. —Es difícil entenderte y aún más si no hablas.... —el coronel se sonrojo.

—¿Te casarías conmigo? —Pregunta mirándolo de frente, una indirecta demasiado directa, Rudolph vuelve a asombrarse de lo dicho.

—¿Otra vez con eso coronel Smirnov? —Comenta confundido, ofendido, ¿tan desesperado lo creía?

—¿Te casarías conmigo? —Esta pregunta va más directa, más dura, franca y con anhelo de una respuesta, mirándolo con vergüenza. —Te prometo que, si es por la cuestión del amor, yo... —Se quedó callado, titubeando para pensar seriamente lo que quiere decir. —Yo... puedo protegerte, y podría tener una familia contigo, sé que son muchas cosas que te he hecho... que apenas nos conocemos y sé que eres una persona sensible que reciente mucho las cosas que te pasan —Seguía intentando hablar, Rudolph se quedó en silencio esperando que siguiera su explicación, pero desde que menciono el dato de saber sobre su vida personal ya le tenía manía para mandarlo al diablo. —Me gustaría que, que, que, que tu...que tú seas... — Orrel comenzó a olvidar como hablar en ese punto, desgasto el combustible social, ya no podía más, dejando a Rudolph otra vez con una respuesta insatisfactoria, y por tanto la misma respuesta recibirá.

—¿Qué? ¿Quieres que te espere con un mandil y con la cena hecha? —Pregunta Rudolph sonriente con sarcasmo, Orrel asintió, sin comprender que Rudolph estaba bromeando y siendo irónico, pero Müller decidió hacerle caso, seguir la corriente y soltarle lo que tanto quiere, verá que el mundo es más complicado que una declaración sin fundamento. —Ya te dije. No soy una mujer.

—Está bien, no eres una mujer. ¿Pero serias mi esposa? —Pregunta otra vez, Rudolph lo miró alzando una ceja, esperando con paciencia apuñalar las ilusiones del coronel.

—¿Entonces admite que es usted homosexual coronel, y que le gustó? —Y con ello dicho, va preparando el terreno.

—No me gustan ni las mujeres ni los hombres. Pero creo que me gustas tú.... —Dice sonrojado.

—¿Así? Entonces puedo preguntar, si me casara contigo. ¿Exactamente qué pasaría después conmigo? ¿Cómo sé que después de entregarte mi "agujerito" no me vas a desechar y librarte de mí?

—Emm, te mandaría a vivir a mi departamento aquí en Moscú. Oh bueno, a un departamento nuevo, mi departamento de soltero es.... no es bueno que lo veas... —Se explica Orrel. —E iría contigo a verte... cada noche... —Con lo explicado, se la pasa mirando sus manos, Rudolph se acercó a él y el coronel lo miró fijamente, mientras el rubio toma asiento en la mesa de la cocineta.

—¿Incluiría la Luna de miel? —Pregunta alzando una ceja burlona, Orrel asintió enérgicamente. —Entonces.... ¿Qué debo de hacer para casarme?

—Tu, tu, tu, tu...—Intentó juntar las palabras —¿Tu aceptas? —Pregunta un poco más emocionado, mirándolo y sujetándolo de los hombros. Ansioso de saber que la respuesta era afirmativa, Smirnov dejo de pensar un momento en la guerra otra vez, la idea le pareció maravillosa, no imposible, con felicidad podía aceptar a Rudolph en su vida sabiendo que no se iría de su lado con aquella promesa de matrimonio, pero era ingenuo, ciego de lo que en realidad había propuesto.

—Si, como dices, no soy digno de que nadie más esté conmigo... —

La sonrisa de Orrel se esfumó lentamente al oír eso de los labios de Rudolph, la imagen del hombre que le dijo esas palabras surco su mente, y al instante, la idea le produjo asco. Ahora el peso de lo que realmente le dijo a Müller la noche de ayer cayó sobre sus hombros de manera densa, recordándole que no puede destruir en una noche las cosas que había hecho en contra de Rudolph, y como lo leyó en su bitácora, el perdón no existe a menudo en el corazón del alemán.

—No, Rudolph, yo no quise decir eso... —Como una cubetada de agua fría, azotó sus pesares, se dio cuenta de la gravedad de lo que había propuesto y la gravedad de sus palabras en la mente de Rudolph, comprendió porque lloraba Rudolph cada que le hacía la pregunta y porque le trajo amargura al pronunciar las mismas palabras que aquel desgraciado bastardo que acabo con su dulce juventud de un jalón.

—¿Lo dijiste anoche, no es así? —Pregunta levantándose, para quedar a su altura. —Supongo que puedo vivir en una mentira para sobrevivir, pues tienes muchas ganas de hacerme vivir en un infierno con tal de sentirte un hombre, te importa un coño mi seguridad, quien soy y que quiero, me has insultado, en todas las maneras en las que otros tantos idiotas como tú me han insultado, y me pides matrimonio como algo tan sencillo como respirar, burlándote de Rudy, solo porque trae una falda, ¡TU NO ME QUIERES Y NUNCA ME QUERRÁS, TU MISMO ME LO DEJASTE CLARO! —Gritó mirándolo, para acercarse a su rostro, Orrel arrugó el rostro de manera abrumada, no quería eso, ahora entendió a qué se refería Rudolph, está insultando a Rudy con ese ofrecimiento desinteresado, casarse solo porque lo estaba empujando a hacerlo, Smirnov vio los propios cables que estaba armando para obligar a Rudolph a que se quede con él, bajo la excusa de su protección, al fin entendió su propia crueldad.

—No, no, yo no quería decir eso, estaba enojado, no pensé en lo que decía Rudolph, perdóname.... Perdóname si te ofendí, no quería insultarte de ese modo.... —Quería remediar lo que había hecho, pero no sabía cómo, es tan sencillo ocasionar un problema, pero tan complicado repararlo, y luego Rudolph se quitó de su lado. —Está bien, lo comprendo, ahora lo comprendo, yo odiaría que te quedes conmigo por lástima, y.... —Luego Orrel agachó la mirada —Creo que yo también esperaba lo mismo que tú, un amor salido de una película muda que se forma solo...—Dicho eso, agacha la mirada, decepcionado de sí mismo, avergonzado.

—De todas maneras, no quita mi situación, estoy entre acostarme contigo, o terminar siendo la puta de alguien más, tu dijiste que solo soy una zorra que no merece ser amada, ¿verdad? —Otra daga al remordimiento del coronel.

—Rudolph, comprendo. Fui un hijo de perra al decirte eso, no lo entendía. ¡Ni siquiera pensaba que estaría proponiéndome a ti, no tengo idea de que hacer! —.

—¡ENTONCES NO HAGAS NADA! ¡NO NECESITO QUE ME CONSUELES, ¡NO NECESITO PERDONARTE, NO NECESITO QUE ME CUIDES Y NO NECESITO TU PUTA LASTIMA! —Y luego sujeto sus ropas para amarrarse los tirantes con firmeza, pero la mano de Orrel lo sujeta de la muñeca cuando quiere apartarse.

—¡No! ¡No hemos terminado de hablar! ¡Quiero que comprendas que lo entiendo, entiendo haberte hecho daño, estoy tratando de remediarlo! —

—¿En un segundo entendiste que lo que me dijiste me hizo daño? Ni yo me lo creo.... —Dice molesto, pero la manaza de Orrel lo sujeta para no soltarlo —Mira Coronel, ya entendí, debo de comprender que aquí en la Unión soviética todos son una mierda y debo adaptarme para sobrevivir, ¿eso es lo que dijiste no? —Pero Orrel lo toma con fuerza, tan apretado del brazo que solo lo veía desafiarlo con determinación. —Suelta mi brazo, ¿no te basta con lo que me has hecho y tener el descaro de exigirme esta mierda después? —Dicho eso, Orrel lo soltó, pero seguían retándose.

—¡No! ¡Yo no quería decir eso! ¡Yo no quería que te enojaras, yo no quería que me despreciaras! ¡Yo no quería que pensaras que no vales la pena! Yo no quería cagarla tan rápido contigo.... Yo... —

Un largo silencio se extendió, Müller quería seguir molesto, pero la mirada de cachorro regañado en ese rostro que le dedicaba Smirnov no lo dejaba, Rudolph dejo de fruncir el ceño, decidió calmarse. —Agh, Quiero preguntar... ¿en verdad tu no sabías nada de lo que te estoy diciendo? Eso ni siquiera tiene que ver con tu frustrada sexualidad, solo es lo común en las personas ¿Tú no has sentido amor acaso?... —Esa pregunta era de lo más embarazosa de responder.

—¿Te parece que sea un hombre que sepa algo básico de la coexistencia humana? ¿O algo relacionado al amor? —Alzo una ceja con ironía, puesto que Smirnov estaba de mal humor, Rudolph bufa, intenta solucionar una discusión y Smirnov no parece captar dicha intención. O eso aparenta.

Y sin más tomo por los brazos a Rudolph y para sorpresa del rubio le dio un fuerte abrazo, tan fuerte que Rudolph fue escondido entre los brazos del coronel, tapando su rostro y cuerpo, la ira de ambos se aplaca con la frialdad de la tormenta que azota fuera del refugio, mantuvieron este abrazo unos tres minutos en silencio.

Müller puede oír el latido de su corazón, se siente débil entre sus fortachones brazos de leñador, nunca había abrazado a un hombre que le saque dos cabezas de alto, se sentía acogedor, olfatea el tenue aroma de pino, leña y cigarros, odiaba el cigarro, pero el aroma le quedaba tan bien al coronel en esos instantes que no podía más que sentir que se derretía entre sus manazas. —Yo no quería hacerte daño, no vi venir esto, se suponía que debía asesinarte y no pude, no podría... —Siguió abrazándolo, Rudolph se había sorprendido del repentino abrazo, se sentía tan irreal estar en la intimidad de semejante caricia, de ese grito que presentaba ser esa intimidad. —Yo también quiero sentirme amado...—Susurra Orrel, Rudolph se sorprende de sí mismo, lo abrazo de vuelta, ambos guardaron silencio, donde solo la caricia de las manos y los dedos eran todo el lenguaje que estaban compartiendo, Orrel lo estrecha entre sus brazos, Rudolph le corresponde. —Tienes razón, no puedo hacerte vivir una mentira, tu eres hombre y siempre será así... —Comenta mientras se siente embriagado de las delicadas manos que le recorren la espalda y que surcan su cintura, que acarician sus bíceps y Orrel se sonroja cuando la idea de fornicar viene a su mente, el coronel también comienza a surcar con sus manos enguantadas la delicada cintura del rubio, quería que Rudolph se termine de desnudar y proclamaron suyo, las manos de Rudolph pasaron de la cintura, la izquierda apartó esta del cuerpo, para luego acariciar el vientre de Orrel. Al instante este lo soltó y se separó. Con rapidez, pero sin dejar de ser cuidadoso. —No, no.... el vientre no. El vientre no, por favor —Le pide, había otras heridas que sanar antes de poder seguir discutiendo.

Rudolph suelta un suave suspiro, sonrojado, porque a pesar de estar enojado, le parece un tanto sensual la dominancia del coronel, pero aterriza su cabeza a tierra para pensar con claridad. "¡Deja de pensar con las nalgas Rudolph! ¡Primero conócelo! ¡Y no te termines enamorando de él, por dios! Aunque...tiene una muy linda barba de oso..."

—¿Oye, que quieres conmigo? ¿Porque quieres que me case contigo? ¿Pará protegerme, para dormir conmigo, para vengarte de mí? ¿Siquiera tú sabes por qué? —Le pregunto, no en gesto amenazante, o arisco, sino sincero y directo, para a su vez saber si insistir en el coqueteo o intentar cerrar su corazón, no le está funcionando, en el fondo, la idea del matrimonio a Rudolph le ENCANTA, justo por eso tiene miedo.

Orrel era para la fortuna o desgracia de Rudolph, es el primer hombre que le pide matrimonio. Y eso en parte lo hizo feliz, la verdad es que intentaba no aparentar lucir emocionado, pero a veces se le escapaba una sonrisita.

—No lo sé.... —Dice el ruso, mintiendo otra vez, porque decir la verdad equivale a hacer esto más incómodo. —Porque.... —Smirnov ahogo su respuesta, titubeando —Poca gente se queda en mi vida el suficiente tiempo para que la pueda comprender, como tú lo dices nadie está obligado a ello, te necesito aquí, porque necesito saber quién soy.... —Susurra, ahora está soltando un poco la tira de la verdad. —Necesito saberlo, ¿estoy loco? ¿estoy enamorado? ¿estoy enfermo por ser homosexual? Y la respuesta me da miedo, porque significa que he desperdiciado mi vida...—Dijo con sinceridad.

—Nunca se es tarde para aprender a ser uno mismo. —Rudolph sonrió, contemplando la nieve entrar en una ventila, recordó entonces, que esa fase de miedos y dudas, eran un territorio inexplorado para el coronel, Orrel era un hombre frustrado, que buscaba la respuesta a una duda que ha acarreado toda su vida, recordó lo que le dijo Amus hace tantos años, los hombres que eran osados y valientes como él en descubrirse a sí mismos, verían un amanecer diferente cada día sin odiarse, pero los hombres que se mantuvieron en las tinieblas de su alma, habitan en la oscuridad de sus corazones. —Supongo que puedo comprender eso, a veces yo también tengo miedo de enamorarme y de no saber si seré correspondido, siempre tengo miedo de terminar con el corazón roto. Pero una vida sin riesgos no sería vida, ¿verdad? —Dijo al aire Müller, contemplando la figura del coronel, esperaba una mirada compasiva o reciproca en su célebre frase, pero se encontró con la mirada más severa que le estuviera dedicando aquel ruso, eran justo las palabras que no sabía que necesitaba oír, Rudolph lo comprendía, comprendía que tenía miedo de sentir, que temía salir lastimado. El coronel nunca pensó sentirse tan acompañado como en ese momento de su vida, no podía creerse lo mucho que de manera inconsciente acertaba Rudolph para entenderlo, sabía su dolor, sabía sobre el rechazo, sabía cómo se sentía y tenía experiencia en ello.

Rudolph se sonrojo, carraspeando y sonriendo con torpeza, los hombres que lo miran con la severidad que lo hace el coronel lo ponen nervioso y lo excitan demasiado, iba a decidir ir a comer, pero en el siguiente segundo Orrel se le abalanzó a Rudolph, tomándolo de la nuca y robándole un beso arrebatador, iracundo y lleno de ansias contenidas.

Al robarle ese beso Rudolph intentó apartar su rostro, pero Orrel lo sujeta de la cintura con fuerza, apresándolo a su cuerpo, la pelvis del rubio se pega al cuerpo del coronel, muerde el labio inferior de Rudolph y este jadea apartando el rostro. —Rudolph... —Susurra sonrojado para besar con voracidad el cuello del rubio, ahora sus labios quieren saborear cada centímetro de esa piel, quiere ver ese cuerpo otra vez, fornicar como un animal sobre esta hermosa Odile que ansía tanto como él ese momento, podía percibir el deseo en ese rubio cuando le besa de vuelta, incluso llegando a morderle el labio por igual. —Odile...—Müller reconoce ese apodo otra vez, (lo había oído una vez de incógnito) Orrel lo llamaba Odile porque lo consideraba algo secreto, íntimo, suyo, Rudolph apenas e intentaba comprender el mote cariñoso que le ha otorgado el ruso, pero Orrel vuelve a robarle otro beso, metiendo su lengua y sin más toma los tirantes de la ropa, en el trayecto jala la camisa blanca y con las fuertes manazas la parte en dos, los botones saltan al piso y Rudolph sujeta del rostro a Orrel para seguirlo besando con la misma energía, dejando el pecho lampiño y carnoso al descubierto. El coronel guía sus manazas por las caderas de su acompañante, para descansar en sus glúteos y sin más apoyar estos y cargar al rubio entre sus brazos, mientras este sigue besándolo, para terminar colocándolo encima de la mesa, donde el coronel sujeta las muñecas de Rudolph por encima de su melena rubia, tenía miedo de que se le escape, tenerlo así ante su envergadura, expuesto, sonrojado, con los ojos brillantes y que parecían al borde de las lágrimas, termino de dudar si de fornicar con el alemán, y lo besa con hambre, deseo. El deseo de poseer ese pequeño cuerpo entre sus brazos. —Rudolph.... Ah... —Jadea al sentir los besos de Rudolph en su cuello, este se extiende a unos segundos más tras dejarle plantado un chupetón en el cuello que lo hizo gemir, Rudolph recorre esa fuerte manzana de Adán con voracidad, pasa su lengua con descaro, se contemplan unos segundos para luego fundirse en otro volcánico beso lleno de lujuria ciega, podía sentir la pierna de Rudolph acariciarse en su ingle. Du bringst mein Herz zum Brennen... —Vuelve a gemir al sentir otro chupetón, puesto que los besos que le regala aquel alemán le hacen vibrar, decide hablar en su idioma, para que comprenda lo que siente por él, Rudolph al oír aquello lo besa, esta vez más enfocado a la clavícula de Orrel por encima de la ropa, jadea otra vez al sentir la mano de Rudolph acariciando su entrepierna, ahora ambos estaban traspasando el límite de lo obsceno y vulgar.

Rudolph se desabrocha los pantalones, quita el tirante que le queda, para luego robarle otro beso al coronel, este gruñe con ese beso, jadeando a lo grande cuando siente la mano de Orrel dejarse de sutilezas y comenzar a tomarlo como debería —¡Ah! Mi... no me las aprietes tan fuerte... —Susurra con melosidad el rubio en la oreja del coronel, puesto que las manazas del coronel no aguantaban más para tener a su merced ese rechoncho y adorable trasero a su merced. —¿Puedo desvestirte? —Vio como ante aquella pregunta, nota más tensó y rígido el cuerpo de Smirnov, le había desabotonado solo dos botones del uniforme a su futuro amante, pero Sergéevich se veía no solo conflictuado de seguir, sino con un notorio miedo a lo que puede ocurrir después. Rudolph leyó el lenguaje corporal de una manera tan clara que supo que no podía seguir.

—Yo te deseo.... —le dice el rubio, en un gentil susurro, pero el cuerpo de Smirnov seguía temblando, como si lo que le dijera sonara extraño para su persona. —Pero.... Tal vez tu no me desees como yo esperaba, no quiero apurarte... —Luego deja de intentar desnudarlo, Orrel no comprendía que pasó, desea a Rudolph, porque no puede dormir con él sin sufrir el quedarse congelado o alejarse.

—No, perdona, si quiero, no comprendo porque estoy —Mira sus manos, las cuales estaban erráticas, descontroladas y temblando, se sentía abrumado, sentía que el aire le faltaba, pero eso termino cuando las manos del rubio tomaron las manazas enguantadas del coronel, calmándolo de una sobremanera abismal, Smirnov no tenía miedo, es más, se sentía relajado.

—Tranquilo, está bien, no estás obligado a nada que no quieras.... —Murmura en tono amable Rudolph, el coronel agachó la mirada, avergonzado de sí mismo.

—Es que yo fui quien empezó, yo... quiero, no comprendo porque estoy.... —Se seguiría culpando, hasta que Rudolph lo tomo por la nuca y deposito la cabeza del coronel en su gentil pecho desnudo, Orrel se quedó mudo ante esa acción, no lo apartó, no se resistió. Simplemente se recostó encima del pecho del rubio, temblando, sudando, jadeando, pero eso termino unos momentos después, dejo escapar un suspiro de alivio sobre ese pecho albino.

—¿Quieres acurrucarte en la cama? —Sugerido aquello, Smirnov pensó que seguirían, y que debía reponerse para lograr fornicar, forzarse a ello, pero el bávaro le niega con la cabeza. —Solo acurrucarnos, es más cómodo ahí que en esta mesa de madera. —Con esa sencilla petición, Smirnov acata lo sugerido, toma entre sus brazos al rubio, llevándolo entre sus brazos y terminando en la cama, acuesta a Rudolph sobre esta y sin titubear esconde su rostro en el pecho del rubio, se sentía seguro, a salvo, habían pasado años de no sentirse con la daga al cuello con alguien, aunque seguía un poco dudoso de bajar la guardia. Müller mueve sus manos para luego enrollar entre sus brazos torneados el cuello y nuca del coronel sobre su cuerpo, en un simple abrazo, y los tersos dedos del rubio acarician su rostro y cabello con total calma. Se estaba arrullando con esa gentileza sobre su persona. —¿Estas mejor? —Pregunta con tranquilidad, Orrel se sentía cómodo sobre ese pecho, libre de culpas, libre de miedos, se sentía en paz, como no la había sentido hace décadas, cuando descansaba la cabeza en el regazo de su madre.

—Mucho mejor.... —Susurra Orrel, cerrando sus ojos por unos momentos, quería que el tiempo se congelara en esos momentos, para toda la eternidad.

.

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Grisha cayó al piso soltando un fuerte alarido, escupiendo sangre por morderse el labio al recibir el golpe tan de sorpresa, al lado suyo cayó su gorra de plato, la volvió a tomar, pero antes de que pudiera ponérsela la culata del arma se la tiro de nueva cuenta.

—Escucha, imbécil...—Lo llama un sargento de otro pelotón, un hombre de aproximadamente unos treinta años, pero altamente irascible. —Dame la puta morfina, sé que tu coronel trajo más, la necesitamos más que ustedes. Ahora dame la maldita morfina...—Aloyshka se irgue, limpiando su nariz, llena de sangre.

—Otro regimiento me robo la que tenía antes de que llegaras. —Su respuesta es agradecida con un golpe en el estómago, mientras vuelve al piso, el sargento le jala de los cabellos negros. Para que le mire.

—¡Estás mintiendo hijo de puta! ¿Y te haces llamar doctor? —Otro golpe a la cara manda a Grisha contra el suelo, no se defiende, aunque podría. —¡Pues no me importa si alguien más te la quito, me conseguirás esa morfina!

—El coronel Smirnov me ha repuesto tres veces tu pedido, todas esas veces te las he dado, a ti y todos los batallones o escuadrones que me lo pidan. ¿Por qué me negaría? —Pero usando su lógica solo consigue otro golpe en la cara, una bofetada, el sargento que le hablaba se tambalea, notoriamente esta ebrio, y muy probable es adicto a la morfina.

—Escucha, doctorcito, me estas colmando la paciencia, harás lo que te digo, sino quieres una bala en la cabeza. —Tras decir eso, jala los cabellos de Grisha y este gimotea de dolor, pero antes de lanzarle el próximo golpe, el sonido de un arma cortando cartucho se escuchó detrás de la cabeza del sargento.

—Suelta a Grisha...—Le demanda Smirnov tras la espalda, el individuo se gira exaltado, no se esperó que Smirnov lo tomara por sorpresa, puesto que sabía que en ese horario el coronel no se encontraba disponible.

—¡¿Qué carajos?! ¿No se suponía que estabas durmiendo? —Es callado con un fuerte gancho derecho, golpeado con la culata del fusil del coronel.

—Yo nunca duermo. —Orrel se inclina contra el suelo, ayudando a cargar al doctor, quien sigue sangrando de la nariz, en su rostro tiene visibles puñetazos. El sargento se va cubriéndose el golpe, maldiciendo a Orrel para darse a la fuga con la cola entre las patas. —¿Estas bien, Grisha? —El cirujano se sujeta al brazo de su superior, se levanta tambaleante, recupera la compostura, quita las manchas de nieve y lodo, su bata blanca se vio comprometida, inclina su cabeza en señal de agradecimiento.

—Si coronel Smirnov, sin problemas...—Alyoshka recibió un refunfuño de Smirnov.

—¿Otro pedido de morfina, no es así? ¿Para dársela a los adictos? —Orrel guardo su arma en la cartuchera, el doctor tomó el botiquín que se encontraba tirado en la nieve, junto a su estetoscopio y baumanómetro, y un pequeño estuche que Orrel no identifico, pero se lo arrebato del botiquín. —No recuerdo haberte dado sulfamina...—Señala el coronel mientras le regresa dicho, conocía algunas cosas del rubro de Aloyshka. —Son los alemanes los que más la usan...

—Aunque tenga muchos efectos adversos, es lo más cercano que tengo para poder desparasitar heridas de mis pacientes. Coronel, estoy dispuesto a robar con tal de tenerla...—Grisha la guarda en su botiquín.

Sergéevich sonrió. —¿Así que saqueas la medicina alemana? ¿Sabías que eso es considerado traición a la patria por el estado? —La socarrona risa del coronel no sorprende al cirujano.

—Claro, pero a usted y a mí no nos importa traicionar, con tal de sobrevivir, yo prometo curar a sus soldados, no importa que tenga que tomar ni de donde deba tomarlo para lograrlo. ¿No es así? —Alyoshka cerró su botiquín, pero el coronel lo detiene, tomándolo por el brazo.

—Espera, necesito pedirte un favor, quiero que veas el pie de Rudolph, dice que no lo ha sentido bien...—Hace un manotazo para que lo siga a su refugio personal, Grisha sin rechistar se gira para tratar a Müller.

Al entrar en dicho lugar, Aloyshka talla sus muñecas, el frío es abrumador, sentir el calor de una posible chimenea le vendría bien, al entrar contempla a Rudolph solo en ropa interior, Grisha lo saluda.

—Veo que su costilla ha sanado muy bien...—Comenta el cirujano, mientras el rubio sonríe con timidez y lo saluda.

—Hola doctor...—Tuvieron unos dos segundos de interacción, antes de que el coronel gruñera.

—Deja de coquetear con Rudolph, te traje a verle su pie, no sus nalgas...—Rudolph rodo los ojos, le sorprendió ver lo celoso que es el coronel con su persona. —Y a ti te voy a poner un candado en los calzones. —Dijo el coronel, el rubio le lanza un beso, cruzado de brazos y sentándose en la cama con burla.

—Ya cariño, solo tengo ojos para ti...—Bromea el rubio, mientras Grisha alza una ceja confundido. —Sí, soy homosexual, descuide, su pene está a salvo. —Explica Müller, Aloyshka solo se encogió de hombros.

—Me sorprende que el coronel pueda tolerar la presencia de un hombre homosexual a varios kilómetros de distancia, pero no me entra que lo tenga a centímetros de él. —Hace la seña de que el general alemán se concentre en el análisis a su pie, este le obedece y alza el señalado, el tobillo se ve magullado por la trampa de oso, pero la costra se ve en perfecto estado, Grisha lo palpa unos momentos, notando solo un pequeño moretón unos momentos. —¿Consumes alcohol regularmente? —Pregunta, el rubio niega con la cabeza. —¿Cruzas las piernas a menudo?

—Todo el tiempo. No hago mucho por aquí—

—Bien, es eso, si cruzas las piernas seguido, ello podría causar se te entumiera el pie seguido, intenta no hacerlo, sal a caminar un rato, estar en ambientes muy húmedos como sótanos así te podría hacer enfermar, desde un catarro hasta una neumonía, estamos hablando de temperaturas bajo cero, aunque veo golpes, sanan bien. —Los golpes han cambiado de color, ahora el del estómago se dispersa sobre la piel, la nariz sana con cautela, la espalda con laceraciones ha cicatrizado por completo, Grisha sujeta la pierna de Rudolph, alzándola un poco, para ayudarlo a recobrar movilidad. Tomando su pierna y bajándola con gentileza, y volviendo a subirla. —Eres un hombre muy delgado, ¿comes bien? Entiendo que las tropas luego sufren mucho tiempo sin comer, ¿te mata de hambre el coronel?

—No, Orrel me alimenta bien, soy como su perra...—Comenta sonriente y Grisha suelta una carcajada nerviosa, intentando contenerse, pero no lo logra, Smirnov se sonrojo.

—Veo que su sentido del humor está muy bien, me alegra saberlo, al mal tiempo buena cara. —Pero su parloteo termina cuando la envergadura de Orrel se une a su plática, le entrega de una recia mano una taza caliente de café negro, Aloyshka apenas y la toma sin quemarse mucho.

—Te dije que no le coquetees a Rudolph, es mío. —Demanda Smirnov, sentándose en medio de los dos, justo en una silla que corta su cercanía. —Yo lo aparte primero, nos casaremos en una semana.

Aloyshka intenta no reírse de su coronel. —Ay coronel, para algunas cosas usted es más diabólico que Stalin, y para otras está más perdido que ciego conduciendo, pues mis más felicitaciones por la boda, y díganme donde estará la mesa de regalos para dejarles el mío. —Grisha suelta la pierna de Müller, dándole golpecitos a su rodilla y levantándose. —Está claro, coronel, que debe dejar salir un poco más a menudo al rubio a caminar, a traer cosas, etcétera, nada difícil.

—No puede salir, no con su apariencia, le causaría más desgracias que virtudes...—Smirnov no es idiota, si algo conoce bien, es lo perceptivos que son los soldados en clasificar la apariencia de los alemanes, y Rudolph cumple con muchos de esos estereotipos, los ojos y cabellos claros, piel sonrosada y carnosa, mejillas delgadas y pedigrí delicado.

—¿Eres homosexual no? ¿No te puedes vestir de mujer? Hay un travesti ruso llamado Mijaíl Ivánovich Kuznetsov, pero se hace llamar Masha, es muy famosa, pocos saben su secreto. —Luego tanto Orrel como Rudolph lo miraron fascinados. —Bueno, cuando eres medico te enteras de muchas cosas curiosas, te sabes todos los chismes de todas partes si tiene que ver con un caso popular, escuche de un amigo urólogo que atendió a Mijaíl. —Tanto el rubio como el coronel alzaron las cejas.

—¿Hacerme pasar por mujer? ¿Con lo conservador que pueden llegar a ser los hombres? —Cuestiona Müller. —No gracias, preferiría pegarme un tiro.

Grisha sonrió con ironía. —Bueno, eso aplica para el Reich, ¿no es así? —Sugiere el cirujano. —Pero, en la unión, hacemos las cosas un poco diferentes, puedes escoger un tanto más, ser ama de casa...o ser obrera. —Rudolph lo mira totalmente confundido.

—¿Admiten mujeres en ramas laborales, además de ser secretaria o ama de casa? —Esa pregunta fue demandada hacía el coronel, quien asintió. —¿Y se puede saber porque quieres que aparente ser ama de casa exactamente?

—Porque quiero verte con un mandil. —Comenta entre dientes el coronel para levantarse, huyendo de la plática.

—Emm Orrel, ¿ustedes son pareja? —Grisha los mira dudoso, la vibra que emanaba de la mirada de sus dos acompañantes lo ponía incómodo, se acercó a su lado para entender la dinámica entre esos dos.

—¿De qué hablas? Claro que no, esto se trata de protección. Además... yo no podría interesarle, no me da señales de que sea así. —Murmura el coronel para sacar un cuchillo y afilar un lápiz que se quedó sin punta, mientras anota una serie de pedidos en papel que tiene de sus tropas.

—¡Ay! Se me cayó vaselina en el cuerpo...—Comenta Müller en voz alta, intentando llamar la atención de manera directa, pero este simplemente le pasa un trapo para que se limpie, Rudolph se retira frustrado, dejando a Grisha en pánico.

—Eh, siento tanta tensión sexual entre ustedes que se está haciendo incómodo, así que yo me retiro. —De un trago se termina el café, suelta un suspiro y deja la taza sobre la mesa de la cocineta. —Si necesitan seguir una mentira de identidad, yo puedo falsificar los documentos, ya saben, le hacen caso a los documentos que te avala un médico. —Les guiña el ojo a ambos para sujetar su maletín y retirarse. —Emm, no sé si deba decirlo o no, pero...—Orrel se gira a encontrarlo cuando le dirige la palabra. —Hay rumores, entre los batallones, que se infiltro un traidor entre nosotros, porque alguien saquea nuestros canales de comunicación, destruye las líneas eléctricas y cosas similares. A veces llegan mensajes falsos de otros pelotones o batallones... —Con lo dicho, Grisha se ve nervioso. —No quiero pensar que uno de mis amigos intentaría matarme... así que si me vez nervioso, es por eso...—Tras decir aquellas palabras, se retira por la entrada, dejando a los "enamorados", a solas.

—Ahora que estamos solos quisiera preguntar... ¿Podré ir arriba coronel? —Dice Müller con picardía, admirando la figura del otro, este lo miró ladeando la cabeza en confusión.

—¿Arriba de qué? —Pregunto el ruso y Rudolph abrió los ojos con amplitud, se sonrojo con una carcajada, una larga carcajada.

—Oh, Dios mío...—Rudolph puede notar fácilmente la inocencia de Orrel incluso a través de aquella envergadura que aparenta malicia. —Quiero ser el primero entonces —Le susurra para darle un golpe con sus caderas, pasando a la cocineta. —No te preocupes cariño, yo te comprendo, te prometo que seré gentil —Grita sonriente para luego irse de la habitación, Orrel seguía sin comprender porque el rubio se reía.

.

Rudolph pasó un cuarto de hora desempacando su ropa, notando la falta de sus bitácoras, busco al coronel ruso y le silbo.

—Primor, ¿tú tienes mis bitácoras no? —El coronel asiente. —Bueno, mejor tenerlos tu que otro rarito, por lo menos no te masturbas con lo que escribo, ¿no? —

El ruso no contesto ni negó hacerlo, se notaba nervioso.

El rubio chisto para sí mismo, encontrando uno de sus vestidos favoritos, uno de tono mate, a cuadros de rombo y con sus zapatos negros. Pero mientras hacía eso, discretamente espiaba a su acompañante, esperando que Smirnov no lo atrape espiando, inclino su vista contra el cuerpo del coronel, pocas veces puede gratificarse en admirarlo de cerca como en ese momento, contemplar su espalda es casi un privilegio, el coronel vive en un estado de alerta constante y cual soldado no le da la espalda a su enemigo como hasta ese momento. Müller admira la ancha espalda, los músculos que sobresalen del traje verde opaco, las torneadas piernas, el chamorro prominente de ellas, y el tremendo y fortachón trasero.

Rudolph sonríe para sí mismo, intentando que su mente no divague pensando en el atractivo del coronel en lugar de considerar lo peligroso que es, pero no puede evitarlo, se está dejando llevar por el atractivo salvaje y animal que posee por aquel hombre, odiaba encapricharse rápido de los hombres que le gustaban, incluso con lo malos y crueles que pudieran ser con él, un ejemplo de ellos fue el desgraciado argentino que le tomó el pelo, sacude sus pensamientos lejos de esa memoria, se concentra en su acompañante. Ve la estrecha cintura, la correa que marca la espalda, el cinturón con las armas y por supuesto esos tremendos brazos que cargan sin problemas cualquier cosa, entre ellas Rudolph, la altura de Orrel es mucho mayor a la suya, un simple paso y Rudolph muy forzadamente le llegaría al pecho, se sonroja al ver los pectorales del coronel, nunca en su vida había visto a un hombre tan musculoso, exceptuando los atletas olímpicos de Múnich. —Quiero enterrar mi cara en esas pechugas —Murmura Rudolph para su mismo, el coronel se gira a mirarlo y Rudolph le sonríe con inocencia.

—No te escuche, ¿qué dijiste? —Demanda saber, Rudolph sigue haciéndose el tonto.

—Que quiero una pechuga de pollo —Comenta de vuelta. El coronel arroja la llave de presión que estaba usando para ver la caldera y se dirige a retar de frente a su protegido, el rubio se vio obligado a dar unos pasos atrás hasta quedar acorralado contra la pared y los pectorales del coronel a punto de chocar con su rostro, a centímetros de rozarse y la penetrante mirada nocturna del ruso sobre su cuerpo, Müller era un malpensado que solo se preguntaba si con sus manos podría pellizcar los pezones del otro, y se reía en burla interna.

—No finjas maldito nazi, ¿qué escondes de mí? —Ordena, evitando que se escabullera el ratoncito escurridizo rubio, colocando los brazos a los lados de Rudolph, Rudolph se comienza a poner nervioso, ver a Orrel con miedo se estaba quedando atrás y verlo con deseo comienza a ser una realidad, se enoja de saber que desea fornicar con él.

Mientras el coronel espera respuesta, un debate muy caliente se asola en la mente del alemán. "Muy bien, supongamos que él acepta fornicar conmigo, ¿Qué pasará después? Este tipo confunde una caricia con una muestra de matrimonio...O sea, si me quiero casar, con un hombre que también me desee, y él me desea."

Su parte racional le grita. "¡Imbécil! Este tipo es un asesino, ¿vale la pena una hora de sexo salvaje con ese bruto, que a darte a respetar?"

Müller se recostó con la cabeza contra la pared, está reñido el debate. "No he visto lo que tiene entre las piernas, ¿y si tiene una vergota entre los pantalones? ¿me lo voy a perder solo porque es un poco brusco? De todas maneras, me gusta jugar rudo...mmm. Está bien, y si primero lo veo desnudo, y pienso en si me conviene o no."

Su parte racional está muy enojada. "¡No estamos en una cita nalgas prontas! ¡Es la guerra! ¡Y nos golpeó, de no ser porque nos desea nos habría asesinado! ¡Es un maldito animal que se gobierna por sus impulsos! ¡Este tipo es un mastodonte, un torpe cavernícola, bruto en su mano, será bruto en sus caricias! ¡¿Te imaginas acaso lo que te haría en la cama?!"

Su parte candente gano, la parte racional le brindo una fantasía demasiado fuerte. "Bueno, primero, unos besitos, una cogida y luego vemos si esto se puede repetir ¿No? Mejor probar a lamentar."

Su parte racional lo abandona aquí. "Por eso es que te sigues acostando con tipos idiotas, maldita perra fácil"

El rubio suspira nervioso, los segundos en silencio que han pasado tienen ardiente la pasión contenida entre ambos, verá si sus acciones son buenas o malas intentándolo, sin más alza sus manos y entierra su rostro contra el pectoral del coronel, para asustarlo, este se sobresalta con el movimiento, pega un jadeo ronco contra el ataque a su persona, Rudolph simplemente lo estaba abrazando, lo cual se está volviendo algo más íntimo entre ellos, otro silencio, no lo apartó por menos, coqueto alza su mentón para retar a Sergéevich.

—Podría morir ahogado entre estas pechugas tan gordas y sensuales, iría directo a paraíso... —Susurra, Orrel con delicadeza lo aparta y lo deja de lado, con la cara roja, no se ve acostumbrado a los halagos, menos a los piropos subidos de tono.

—Ni siquiera me sorprende tu perversión —Bueno, se está acostumbrando a recibir los piropos, en parte no le molesta que Rudolph haga esas insinuaciones sobre su cuerpo, curioso su acompañante alza una ceja cómplice.

—Ni a mí la tuya al masturbarte con mi tanga y fotos —Discute con picardía, el coronel guarda mejor la foto en su billetera, Rudolph suelta una carcajada. —¿Eres de Moscú? —Intenta averiguar, Orrel le negó con la cabeza. —¿No? ¿A pesar de que te apodan la Quimera Moscovita? —Cuestiona, prosiguiendo a sentarse en su cama, mientras ve como el coronel se pone a limpiar su Tokarev, acto seguido sigue a recostar su cabeza en la almohada, espiando al ruso, este evita tener contacto visual, es débil ante esos ojos verdes, y terminaría intentando besarlo otra vez.

—Quimera Moscovita es el apodo que los alemanes crearon en las trincheras al conocer mis métodos en la batalla previa a tu llegada... —Luego prosigue a desarmar su Tokarev en cuestión de segundos, vuelve a armarla a la misma velocidad, Rudolph mentalmente cronometró su tiempo, muy posible al terminar, Orrel se habrá hecho 12 segundos en ensamblaje, el rubio asienten complacido al ver la destreza, alzando el pulgar en aprobación, Smirnov roda los ojos con una mueca que emula una sonrisa, ambos se analizan en silencio, para luego apartar su mirada con vergüenza. —Soy de Georgia, viví durante casi toda mi infancia en la tundra, siempre invierno, pocas veces veía el sol. —Hay cierto aire nostálgico en su habla, a la par que guarda sus cartuchos en sus bolsillos, se nota que no está muy acostumbrado a hablar de su mismo, o más bien a hablar en conversaciones casuales. —Aunque luego viví un tiempo en Batumi... —

—La costa cerca del Mar Negro, ¿no? —Confirma el general, colocando sus muñecas en su rostro, mientras lo escucha conversar, Orrel se sorprende un poco de que supiera donde se encuentra ese pueblo, lo miraba un poco intranquilo. —Lo aprendí en una clase de geografía sobre el Mar Negro y los puertos cercanos, si te interesa saber —Una vez que le agarra las mañas al coronel, es bastante fácil interpretar que piensa.

—Bueno, cuando viví en el puerto esa temporada fue que decidí irme de Georgia, y.... creo que no he vuelto a pisar ese lugar desde hace 7 años. —Prosigue a guardar una navaja en su bolsillo, Orrel siempre anda ocupado haciendo de todo, pocas veces se da el lujo de descansar, se nota inquieto con hablar con las personas. —Nunca tuve muchos buenos recuerdos de ese lugar.

—Leí en....—se sonrojo —Leí en el acta de matrimonio que me disté algunas de tus propiedades, ¿sigues teniendo raíces ahí no? —Al acto, busca entre sus cosas el acta que Smirnov le dejo para "considerarlo", el coronel presume muy bien sus diversas propiedades en varias partes de la URSS.

—Se podría decir que sí, tengo el derecho de dos mansiones abandonadas propiedad de mi padre, Yurik, aunque claro, tengo esas propiedades porque son a veces un soborno de parte de otros colegas del estado, favores que les hice me los pagan en diversas especias, entre ellas no quitarme mi derecho a ellas, pero esos lujos como van se pueden ir, todo depende del gabinete de Stalin, por ahora, esas dos propiedades, una finca y un departamento de Moscú son míos. —Termina de hablar, para fijarse en sus expresiones. —¿A qué debo tu interés en mí?

—Si voy a ser tu esposa creo que merezco saber más de ti, ¿no crees? —Luego cruza sus piernas en el aire, leyendo el documento, traducir el ruso de manera legible es un tanto complicado, a diferencia de hablarlo, para el general es más fluido el habla.

—Te he dicho que lamento haberte hecho esa sugerencia... y no considerar tus sentimientos.

Orrel agacha la mirada, aún con vergüenza de su estupidez.

—Lo sé.... —dijo Müller. —Puedo verlo en tus ojitos de cachorrito regañado.

—Espera... ¿En verdad, lo estas considerando? —Pregunta sorprendido, conoce la lengua afilada del rubio, pero carece de encontrar indirectas hacia su persona.

—Sí, ¿porque no lo consideraría? —Ahora sonríe, tomó desprevenido a su guardián. —¿Qué? ¿Ahora la oferta ya no está disponible? ¿Ya no soy lo suficientemente bonita para ti, primor? —Ahora le toma el pelo, Orrel niega furtivamente.

—¡No! ¡Claro que no! Digo, claro que no, a no estar interesado en ti, digo, si quiero, si quiero casarme contigo...—Otra pequeña tensión, que Müller rompe colocando su cabeza en el hombro del coronel, este siente como un escalofrío recorre su cuerpo, mira la figura del rubio, perdiéndose en la curva de sus caderas, espalda y glúteos. —Porque tienes tanta carne en tus... emm... —le señala sus glúteos y Rudolph suelta una carcajada.

—Hago ejercicio, estoy muy orgulloso de lo lindo que es mi culo —Luego alzó su palma y se dio una nalgada, el simple ruido de aquella cachetada a las posaderas del rubio lo hizo sonrojar. —¿Porque? ¿Quieres tocarlas? —cuestiona, aunque está seguro que Smirnov huirá a su contacto, Sergéevich asiente cómo un cachorro a su merced, Rudy alza una ceja, pero se compromete a permitir la caricia. —Entonces ven... —Ronronea con coquetería, al instante Smirnov jala con su muñeca su gabardina, sacando de su interior un objeto, Müller por un instante piensa que es un cuchillo, pero su miedo se disipa al encontrar que saca una estilográfica, un tintero y lo deposita ante el escritorio de Rudolph, este alzó su mirada, decepcionado, pero no sorprendido. —Muy bien, voy a preguntar. ¿Qué tiene que ver esta pluma con agarrarme una nalga?

—Necesito que pongas tus iniciales aquí, aceptando que serás mi esposa, por tanto, me dará consentimiento de tocarte debidamente sin verme como un depravado sexual. —De la maldita nada sacó otro documento en limpio del acta de matrimonio rusa.

—Coronel, ya tuvimos esta platica, ya le dije que no me casaré a menos que sea por amor. —Müller se puso de pie, Smirnov tenía una habilidad mística para lograr que su erección disminuyera en segundos.

—Muy bien, no me estás diciendo que no, así que eso es el inicio de las negociaciones, siéntate por favor. —Tal cual, Sergéevich tomó las piernas del rubio y lo sentó en el borde de la cama, sujeto la pesada mesa de veinte kilos, para colocarla entre ellos, toma su silla para el extremo frente a su protegido, para quitarse la gorra de plato, y cruzar las manos frente a él. —Supongamos que las circunstancias nos orillan a casarnos, no hay ninguna garantía de que sea un mal matrimonio, muchas parejas comienzan conociéndose en la misma boda, y eso da vida a una larga y prospera familia, llena de confianza, abundancia y consentimiento para deberes conyugales. Así que podemos decir no solo que tenemos a favor el conocernos un poco antes de eso, muchas parejas ni siquiera tienen este primer paso. —Smirnov saca el tintero, llenando la pluma para colocar la hoja y ponerlo frente al rubio.

Rudolph se quería reír del absurdo de esa situación. —Coronel, no voy a caer en el estándar de parejas que se casan apenas se conocen...

—¡Y si por casualidad tu vida peligrara sabes que te protegeré, y con el papel no solo sería legal! —Buen revés lanza el coronel.

—¿Entonces sino me caso contigo no me protegerás? —Intenta comprender.

—No, te protegería igual, pero el acta es MI consentimiento para fornicar contigo...—Orrel fue bueno escogiendo sus palabras. Rudolph cruza sus brazos.

—Muy bien, supongamos que me caso contigo ¿y si no nos gusta el sexo que tenemos? Nos divorciamos, no estaré estancado en un matrimonio en el que no pueda fornicar de manera adecuada por ello, necesito corroborar si me amoldo a ti. —Müller puede ser más directo que nunca.

—¿Para algo existe la vaselina, no es así? —Comenta con una ligera y en parte coqueta sonrisa, Rudolph se sonrojo.

—¡¿EH?! ¡No coronel! —Dijo sonriendo con vergüenza. —No me puede presumir un pito grande, el único modo de comprobarlo, es teniéndolo ANTES del matrimonio...—Explica con tranquilidad, no esperaba que fuera tan sensual al decir aquella frase.

—Entre más rápido sea la boda...más rápido podrías comprobarlo...—El modo tan ronco y tranquilo en que Sergéevich hizo esa sugerencia hizo gritar en su mente a Müller.

La mente de Rudolph se debate. "Un matrimonio no suena tan mal, siempre quise saber cómo se siente..."

"¡NO!" Grita su sanidad "¡NO VAS A CASARTE CON UN RUSO LOCO QUE APENAS Y CONOCES SOLO PORQUE TE DIJO QUE PUEDE TENER UN PITO LINDO! ¡NO PUEDES CAER TAN BAJO MULLER!"

Ante ese argumento intenta encontrar una manera de decirse así mismo que está bien. "Pero quiero coger..." Y se puso un poco triste.

Su mente ganó esta vez. "Entonces si genuinamente desea algo serio contigo, sugiérele esto..."

Al instante, Rudolph sabe muy bien lo que dirá. —¿Entonces no te casarías conmigo por amor? —La sonrisa triunfal que tendría Smirnov con ligereza en la comisura de sus labios se esfuma. —Pensaba que querías algo serio conmigo porque me quieres, ni siquiera hemos tenido una cita...—Sus ojos se tornan cristalinos y comienza a lagrimear, el coronel negó con la cabeza.

—¡No! ¡Es que no es tiempo suficiente para decir que podríamos ser una pareja, es que...! —El mismo se tropezó en sus palabras. Comprendiendo lo que debe hacer. —¡Muy bien! Tendremos una cita, y verás que soy una buena opción.

Müller se dio una palmadita con orgullo. A la par que se acerca sonriente al coronel, a centímetros de su boca, dejándolo atolondrado. —Espero mi cita con ansias, coronel...—Se inclina sobre sus labios, Smirnov abre estos para besarlo, pero Müller se quita antes de permitirle siquiera rozarlos, al oír ese suspiro de asombro.

.

.

Alexei necesitaba los pedidos que Smirnov conseguía, puesto que Morozóv le pidió conseguir una caja de granadas.

—Petrova, hazme el favor y baja al sótano del coronel por una caja de granadas, al costado lo dice, pasas directo de las escaleras, usualmente coloca prisioneros en esa zona, solo di que eres parte del pelotón del sargento Sasha y te dejarán pasar. —Prosigue a sacar una libreta pequeña, anotando una hoja y la arranca. —Déjale la nota en la mesa de la cocineta, toma la caja y ven corriendo, a mi coronel no le gusta que se metan en sus pertenencias.

Alexei tomó la nota y sintió, para luego decidir a sujetar su fusil, colocarlo en su hombro, el frío le congelaba las manos, la espalda y los huevos, tomo su ushanka y se lo amarró mejor, se pone los guantes y va trotando por la nieve, salir del agradable calor de la base donde duermen es un infierno, avanza un kilómetro trotando, tiritando de frío, adelante se divisa el enorme complejo de la otra base que maneja Smirnov, con unas cuarenta personas dentro, un oficial le cierra el paso.

—Alto, el camarada coronel se encuentra indispuesto. —Comento Vasya cargando su fusil.

—Me imagino, pero el sargento Morozóv me mandó por una caja de granadas, pedido directo del frente en estos momentos, de manera urgente. —Saca el papel, Vasya lo toma para leerlo detenidamente, maquinando un plan.

"En estos momentos el coronel se anda revolcando con la puta de Müller, este tipo es quien lo ayudo en primer lugar...sería interesante ver si puedo ponerlo en contra o favor de él" Vasya sonriente emite una carcajada de lo más gentil y amigable. —Está bien, puedes pasar camarada, pero intenta no hacer ruido al pasar, a estas horas el coronel anda cogiendo, no le gusta ser interrumpido...

Se despide de una sonrisa con Alexei dejándolo pasar, sabía muy bien lo que iba a suceder a continuación.

Alexei descendió las escaleras, para luego abrir la puerta que da al sótano, abre la puerta, intentando no hacer ruido, intentando ignorar a cualquier prostituta que seguro este abajo, hasta escuchar una risita.

—Espero mi cita con ansias, coronel...—Susurra Rudolph para intentar depositar un beso sobre los labios de Orrel, pero Alexei pegó un grito de asombro, que escalo a grito, Orrel se giró en cuestión de segundos a enfrentarlo tomando la muñeca de Müller para colocarlo detrás suyo.

—¡¿RUDOLPH?! —Grito Petrova consternado, no espero ver al efecto de sus bajas pasiones a punto de besarse con el hombre que odiaba, la sangre le hierve, de ira, desdén y un amargo sabor que posee la discordia de los celos, saca su fusil apuntándole al coronel, este alza las manos en gesto sumiso, rindiéndose para no recibir el disparo, con una mirada de muerte, interponiéndose con su envergadura para que no se le ocurra disparar contra la figura del rubio, la mente de Petrova no comprende razones en este instante, ni comprende lo que sus labios gritan. —¡Estoy harto de ti, maldito desgraciado! ¡Primero me haces miserable y luego vuelves prostituta al hombre QUE YO DESEO! ¡Maldito enfermo de mierda! ¡NO TE VOY A PERMITIR DESGRACIARLE LA VIDA A ÉL TAMBIEN! —Acto seguido Smirnov se abalanzó contra la figura de Petrova.

Rudolph suelta un jadeo, pues Alexei confeso algo en el calor de las emociones que dejo iracundo al coronel, que alguien más desee algo que le debe pertenecer solo a él, no buscan calmarse, solo pelear.

—¡Para Coronel! —Suplica Müller aterrado, no quiere meter las manos, pero sabe que algo muy malo sucederá, ya sabe de lo que es capaz su guardián.

Alexei se quita del golpe, pero fue tacleado por las piernas de Orrel, le gana en experiencia de combate cuerpo a cuerpo, en el forcejeo del fusil, este se acciona, Smirnov trata de arrebatarle el arma, impidiendo que accione el disparo, puede salir herido el rubio, pero Alexei lo activa, a la par que empuja el arma contra el suelo.

El cartucho se acciona, una ráfaga de disparos incontrolables se hace del ambiente, rompiendo tazas, agujereando una saliente de la mesa, un barrote y entre todas una letal que ataca un objetivo.

El disparo sale directo, sangre salpica el suelo acompañado de un grito desgarrador, y la ventisca ataca la ventana, Vasya a lo lejos se hace de la vista gorda, la última llamarada se apaga en la chimenea, el cuerpo pierde el conocimiento, miedo y deseo de venganza se deja en el reflejo del victimario, junto a sus lágrimas.

Oscuridad.

"Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo" .

.

.

Continuará.  

TAN TAN TAAAAAN

Lamento la demora, pero volvemos con nuestra programación habitual, esta vez tendremos un especial de fin de año (Novi God se acerca) Nos quedamos con algunas respuestas y una que otra duda mis amores.

¿Acaso Rudolph considera casarse con Orrel?

¿A que juega Vasya?

¿Qué tan grandes serán las "pechugas" de Orrel?

¿Masha la bailarían es un hombre?

¿Annelise se las verá difícil durante su estadía en Moscú?

¿A quien le dispararon? ¿ Alexei, Orrel o Rudolph?

¿Qué mañas tendrá Johann contra Rudolph y su circulo cercano?

¿Amus seguirá pendejo o habrá cambiado?

Momento, Alexei dijo QUE LE GUSTA QUIEN.

Nos vemos en fin de año mis amores, no olviden echarse un taco de ojo en Garabatos para ver memes y saber un poco del porque de mi ausencia, ya saben pal chisme.

Los leo mis amores, nos vemos en una próxima actualización, quien sabe...tal vez estemos celebrando una boda o un funeral...¡Muajajaja!

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