capítulo 21.
Hayley se fue muy temprano a la editorial, tenía unos asuntos importantes, yo preferí ir un poco más tarde, tengo que ir a ver una casa para ambos, ya la tengo en mente pero tengo que verla y cerrar el trato si es que me gusta.
Tiene que ser una casa espaciosa, con un lindo jardín, quiero que mi hijo tenga lugar para divertirse, y a la misma vez no quiero que esté lejos de la ciudad, por motivos obvios, ambos trabajamos en ella y cuando el pequeño comience la escuela va a necesitar estar cerca.
Aún no sabemos que es, fue una decisión mía, Hayley por supuesto quiso matarme, pero ya lo aceptó o eso dice ella, se que le pregunta a mi hermana muchas veces.
—¿Crees que va a gustarle la idea?—desvío mi mirada del camino y la dirijo a Marcus.
—Lo hemos hablado anteriormente, ambos queremos dejar el departamento y tener nuestra casa propia, por el bien de todos, así que creo que sí.—asiente.
—¿Y cómo sabes que la casa va a gustarle?—alzo los hombros.
—Por eso te traigo a ti. Eres el único además de mi que la conoce bien.—vuelvo la vista al camino.
(...)
Ya estamos en la casa, estamos viendo cada detalle, el jardín, las habitaciones, cocina y demás, la ubicación es perfecta, creo que sin duda alguna esta es la casa.
—¿Que opinas?—pregunto a Marcus.
—Sin duda alguna es una casa que a Hayley le gustaría, lo que si te digo vas a tener que hacerte cargo tú del jardín, siempre fue muy mala.—niego divertido.
—Lo sé, ese fue uno de sus miedos cuando hablamos de una casa.
Él iba a hablar pero el sonido de mi teléfono lo cortó, lo sacó del bolsillo y el nombre de Hayley ilumina la pantalla.
Muñeca.
—Hola preciosa.
—¿Dónde estás?—sonrío ante su tono.
—Estoy con tu hermano resolviendo algo.—Marcus niega.
—¿Qué están haciendo? No confío en ustedes juntos.
—Confía. Pero cuéntame tú, ¿como estás? ¿Mucho malestar?—oigo su suspiro.
—Un poco, creí que con el tiempo se iban, y si, pero aún están y molestan, tengo mucho sueño.
—Duerme mi amor.—Marcus hace cara de asco.
—Imposible, tengo al pesado de Alan molestando.—oigo el quejido de Alan atrás.
—Pásame con él.—puedo oír como el dice que no, pero jamás va a lograr ganar una discusión con una embarazada y menos si es Hayley.
—Alek, cuanto tiempo, siempre es un placer hablar con vos.—dice en cuánto toma el teléfono, ruedo los ojos.
—¿Puedes dejar de molestar a mi mujer?—este vuelve a quejarse con ella, oigo su risa e inmediato sonrío.
—Tú mujer es la molesta, quiere que vaya a no sé donde por un helado, ¿desde cuándo eso cubre un asistente?
—Desde que ella te contrató, si ella quiere helado, ve y cómprale, ten un poco de compasión por mi, luego tengo que soportar todo yo.—él es quien ríe.
—Va a salirte caro esto, pero está bien.
—¿Lo amenazaste?—pregunta Hayley enseguida que toma el teléfono.
¿Por quién me toma?
—No cariño, ahora intenta descansar, en una hora quizás estoy ahí.
—Está bien mi amor, te amo.
—Y yo a ti mucho más.—ella cuelga.
Guardo mi teléfono y veo a Marcus que me mira.
—¿Qué?—niega.
—Nada.
—Habla.
—Eres un pollerudo, sólo espero que Emma no te vea en acción, sino va a reclamarme por no ser como tú.—río.
—Te jodes.
—Al final, ¿vas a comprarla?—asiento.
—Si, yo creo que es la casa indicada.
Y así fue, en menos de unos minutos estaba el inmobiliario, un escribano y demás, firme los papeles, ellos también. Pagué y las llaves de la casa eran mías. Eso me llevó al rededor de una hora y un poco más.
—Tú hermana va a matarme.—le digo ya en el auto.
—¿Por qué es esta vez?
—Le dije que en una hora estaría en la editorial, ya ha pasado una hora y estoy aquí.—rueda los ojos.
—Dijiste quizás, te oí bien.
—Sí, pero ella no. La conozco, sé que se quedó solo con lo de una hora, y tengo que prepararme para su reclamo.
—Mucha suerte hermano, Emma fue la embarazada más buena que conocí, jamás me hizo nada del otro mundo, pero era obvio que Hayley iba a ser diferente, está loca.—lo miro con una ceja alzada.
—Estas hablando de mi mujer, más respeto y que no vaya a oírte ella.—lo último lo digo en advertencia y este ríe.
Juega con fuego.
(...)
Subo lo más rápido que puedo las escaleras, si, tradición de Hayley. Sigo hasta llegar a su oficina, entro sin tocar y puedo verla dormir sobre el sofá, sonrío.
Me acerco para después agacharme y quedarme a su altura, acaricio su mejilla y ella comienza a abrir sus ojos, regalandome una hermosa sonrisa.
—Hola mi amor.—dejo un beso en su frente.
—Hola.—dice somnolienta.
—¿Pudiste descansar un poco?—asiente y se sienta en el sofá.
—Algo, es un tanto incómodo este sofá.—se queja.
—¿Quieres ir a casa?—bosteza y asiente.
Tomo su mano y la levanto, tomo su abrigo que está sobre el sofá y la guió hacia la salida.
—No me dijiste que estuviste haciendo con mi hermano.—me mira curiosa.
—En unos días lo sabrás.—ella entrecierra los ojos en mi dirección.
—Desconfío mucho en este momento de ti, Volkóv.—emite para seguir caminando.
Por suerte no indagó mucho en lo que fue el camino a casa, sino no me hubiese aguantado y ya lo sabría. Al llegar estaban Rodolfo y Emily, ¿quién les dio la llave de casa?
—Rofito.—abrió los brazos Hayley para qué él la abrazara.
—Hola, capitana.—le sonrío este antes de abrazarla.
—Hola, Alek.—me saludó Emily, ya que al parecer solo ella me notó. Maleducado.
—Hola, ¿cómo entraron a mi casa?—ella señaló con la cabeza a Rodolfo.
—No sé cómo, pero él logró convencer al portero.—ruedo los ojos.
Voy a tener que hablar muy seriamente con él entonces.
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