Capítulo veintinueve
El sonido de la puerta me despierta de mis pensamientos. Me levanto con rapidez y abro la puerta. Es Victoria. Me inclino para estar a su altura.
—Mi mama dice que vayas al recibidor —me sonríe.
—Pronto iré —le contesto con una sonrisa. Ella se va dando saltitos mientras me quedo en la puerta.
—No puedes salvarte a ti mismo y ahora pretendes salvar al mundo, pero mírate, solo eres un niño jugando a ser un héroe —escucho la voz de Camila. Su puerta está cerrada.
—Solo quiero que podamos vivir sin más muertes —le respondo.
—Imposible, estamos malditos —dice.
No respondo. No hay nada que pueda decirle a alguien que no quiere escuchar. Ha perdido la esperanza, incluso de vivir. Miro un rato su puerta con melancolía antes de levantarte y cerrar mi puerta.
¿Qué hubieras hecho tú, Luz?
En la sala principal han puesto una mesa más pequeña de la que usamos en esa ocasión. Veo a los que estaban en la reunión de hace un rato.
—Esa noche te escapaste y no pude hacerte mi especialidad, pero ahora no tienes ningún lugar a donde ir —me dice Zayda al verme entrar. Rubí solo me da una mirada rápida antes de hacer un bufido.
—Si crees que he cambiado de parecer estas equivocado, dejaste morir a Kenya y por lo que escuche también dejaste que David muriera —dice Rubí. Su voz suena fuerte, aunque por su expresión me doy cuenta de que hizo un esfuerzo enorme para decirlo.
—No pude proteger a Kenya, no pude proteger a mi madre, no pude proteger a David, no pude proteger a nadie —dejo salir con las manos empuñadas. Tengo tanta rabia contenida conmigo mismo por ser tan débil, que las palabras solo salen— adelante, golpéame, me lo merezco, solo me quede como un imbécil de pie. quería ayudarlos y protegerlos, pero no podía Rubí, estaba asustado, mis poderes no funcionaban, no sabía qué hacer y yo solo...
Siento la mano de Karen sobre mi hombre. En ese momento me doy cuenta de que estoy llorando. Rubí solo mira para otro lado mientras Edward se acerca a ella para poner sus manos sobre sus hombros y hablarle en voz baja. Solo los miro un segundo antes de que Karen me rodee con sus brazos. El calor me hace desprenderme y que todo salga sin control.
—Sabes que no apoyo del todo lo que hiciste, pero no tienes que culparte por lo que sucedió, ellos también eran nuestros amigos, también era nuestro deber protegerlos —murmura en mi oído. Su voz se siente frágil.
—Pero estaban frente de mí, podía haber hecho algo —dejo salir. Me falta el aire y de repente mi cuerpo empieza a temblar como en cada una de esas ocasiones.
—Joe no seas tan duro contigo mismo, nadie hubiera podido hacer algo, ni siquiera ella —dice Karen en voz baja. Mi atención regresa Rubí, ella tiene la cabeza agachada
—Si solo fuera más fuerte Edward —alcanzo a escuchar la voz de Rubí.
—No lo necesitas, sabes que moriría por ti —le responde Edward tomándole de las manos. Jamás había visto eso.
—¡Cállate! —le responde Rubí. Una risa se me escapa al igual que a todos. Zayda abraza a Victoria mientras que Ellied está parada en silencio a su lado. Ella me da una mirada cálida. Siempre luce tan tranquila y pacífica, incluso cuando la conocí esa mañana, lucia igual que ahora. Me gustaría sentirme como ella o al menos demostrar que soy fuerte.
—Todos ustedes váyanse al diablo —dice Rubí molesta. Karen y yo nos separamos, ella se limpia las lágrimas antes de alejarse un poco más,— y en cuanto a ti, Joe, si pretendes ser nuestro liberador, o lo que sea que quieras, entonces deberás empezar a actuar como un hombre.
No tengo una respuesta. Solo sé que tiene razón.
—Si demuestras que eres débil, utilizaran esa debilidad en tu contra, en ocasiones por duro que parezca y por difícil que sea tomar una decisión, se debe tomar. No siempre la fuerza es buena, pero estamos enfrentándonos a personas que nos quieren ver muertos desde que nacemos, por lo que, solo hay una manera de hacerlo —dice Rubí con un tono de voz demasiado potente.
—Son personas de las que hablas —le responde Karen.
—Personas que harían cualquier cosa por erradicarnos de la faz de la tierra —dice Ellied.
—La crueldad no es buena. Si queremos construir un mundo mejor, debemos empezar a utilizar la misericordia en vez de la fuerza —responde Karen. Rubí la mira.
—¿De verdad crees que ellos piensan así de nosotros? Entonces, ¿Qué? ¿Qué nos permitan de nuevo vivir hasta una determinada edad por misericordia y peso moral? —para mi sorpresa nuevamente es Ellied.
—Ellos ya tienen miedo de nosotros y de lo que podemos hacer, solo tenemos que aprovechar esa brecha y utilizarlo a nuestro favor, cuando se haya terminado, podremos garantizar que los humanos que quieran vivir en nuestro mundo nos trataran por igual, y los que no, pueden morir con su asqueroso mundo —sentencia Rubí con una mirada gélida hacia nosotros.
—Si hacemos lo que dices solo estaremos creando un ciclo de odio, cuando estemos arriba los que están abajo nos odiaran y querrán quitarnos el poder, y cuando ellos estén arriba de nuevo, nosotros haremos lo mismo, así continuamente, destruyendo a seres inocente en el camino —le responde Karen con un tono serio.
—Nuestros enemigos no son inocentes, a ellos no son a los que destruiremos —digo con un poco de duda. Realmente no sé qué pensar al respecto, aunque ambas partes tienen un poco de sentido para mí, se me hace imposible pensar en que debamos tratar a los humanos con un corazón abierto cuando nos han tratado con mano dura. Una parte de mi le gustaría ser como Victoria y sentarme en la mesa sin entrar en discusión acerca de cómo se deben hacer las cosas.
—Masacre, destrucción, odio y violencia, hacen parte de ese mismo ciclo, si respondemos con lo mismo que ellos, entonces ¿Qué nos haría diferentes? —inquiere Karen, pero esta vez me mira a mi.— El mundo que Eny quiere no puede ser uno construido a partir de una masacre.
—¿Entonces como piensas ganar esta guerra? ¿Cómo haces que la humanidad descubra su error y decida ponernos en condiciones iguales? —le responde Rubí poniéndose de pie.
—No estamos en una guerra —interviene Zayda.
—No todavía, pero estamos a puertas de una, lo que haremos mañana solo marcara el comienzo de esta guerra, pero eso al final es lo que todos buscábamos ¿no es así? —deja salir Ellied.
—Basta —deja Sali Zayda antes de poner una mano en su cabeza.— Vinimos a comer y estar juntos antes de ir a esa misión de la cual no sabemos si vamos a regresar.
Victoria baja la cabeza, pero Ellied pone sus brazos alrededor de su cuello para acercarla hacia ella.
—Nuestro enemigo está allá afuera, no aquí entre nosotros —continua Zayda sirviendo la comida. Nos sentamos en la mesa sin decir una palabra.
Comemos en silencio. Todos parecen preocupados de una u otra forma. Es cierto que puede ser la última vez que tengamos un momento juntos o que incluso nos volvamos a ver. Nuestros ojos ruedan entre cada uno de nosotros cada cierto tiempo, supongo que eso es suficiente, saber que puedes contar con las persona, aunque no haya una sola palabra. Cuando la comida termina miramos los platos vacíos en silencio. Zayda carga a Victoria sobre sus piernas al haberse dormido. Rubí se ha dormido sobre el hombro de Edward quien también ha cerrado los ojos. Karen me da una sonrisa con sus labios que le devuelvo. Ellied se endereza sobre la silla y asiente hacia Zayda.
—Todo el amor que he tenido lo gaste todo en buena compañía —comienza a cantar Ellied despacio y con voz baja.
—Y todos los errores que alguna vez cometí —continua Daniela, pero mi mente piensa en Eny,— no perjudicaron a nadie más que a mí.
A veces pienso en todas las vidas que apague y no deje que su llama viviera, les quite la oportunidad de convertirse en algo mejor, al asegurar que ya eran lo peor.
—Y todo lo que hice sin pensar —se le une Zayda dándome una pequeña sonrisa— mi mente ya no puede recordarlo.
—Así que sirve una última copa —cantan al unisonó— buenas noches, y que la felicidad este con todos.
—Todos los buenos camaradas que tuve ahora sienten profundamente mi partida —continua Karen seguida de ellas dos, por el rabillo del ojo veo a Daniela acercarse a Ellied por la espalda. Daniela rodea a Ellied con sus brazos mientras siguen cantando.
—Y los seres queridos que siempre me acompañaron desearían que me dará un día más... —cantan las tres al mismo tiempo,— pero llegó la hora y hoy me toca a mí, y debo irme y ustedes aun no.
—Me iré lentamente y en voz baja los nombrare —canto con ellas la última parte de la canción de the parting glass.— Buenas noches y que la felicidad este con todos nosotros.
No hay aplausos, pero todos nos miramos con una sonrisa en nuestros labios de forma afectuosa antes de repetir la última estrofa una vez más.
—¿Terminaron? —protesta Rubí. Todos nos reímos, incluso Edward quien es silenciado por el codo de Rubí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top