Capítulo tres
Cada día nuestras vidas se entrelazan con la vida de otras personas, de esta forma, fortificamos los lazos que nos unen a esas personas o creamos nuevos lazos. Lo importante se encuentra en esa relación, una relación que solo se fortifica a través de los sentimientos, pero si es así, ¿Por qué una persona llega a sentirse sola, aunque tenga lazos muy fuertes? Posiblemente esa pregunta tenga una respuesta simple, en ocasiones no podemos apreciar esos lazos, por anhelar otros que son más asfixiantes. Por mucho que creas tener a una persona, realmente no la tienes, porque a veces una persona puede desprenderse de ti, como un hilo que se corta de tu mano.
—¿Dónde estabas? —me pregunta Luz en un murmullo al sentarme.
—El baño —le respondo cortante mientras trato de tomar el hilo de la clase nuevamente.
—Parece que has visto un fantasma —me insinúa en broma. No tengo tiempo para hablar de esto, por lo que paso de ella.
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—Tendremos examen la próxima semana —nos informa el profesor antes de acabar la clase.
—Seguro le informaron de la fiesta de este fin de semana —dice Luz en un gruñido al guardar todo en su bolso. Siempre me he preguntado porque su bolso es tan colorido, pareciera que un unicornio lo hubiera escupido.
—De esa forma tendrás que quedarte a estudiar —le afirmo con una sonrisa. Coloco mi mochila sobre mi espalda.
—Cómo digas, genio —me dice con sarcasmo y me quita la capota de la cabeza.
—Andando, perrito —me vuelve a hablar cuando se adelanta. Levanto la mirada hacia ella mientras la sigo fuera del salón.
Sofía pasa por mi lado cuando llego a la puerta. Solo unos centímetros, unos cuantos centímetros y nuestros brazos se tocarían, pero no lo hacen. Una vez que el hilo rojo del destino se ha roto, no puede volver a unirse.
—Sé que vas a decir que no Joe... —me despierta Luz de mis pensamientos— pero deberías ir a la fiesta de Carl.
¡Así se llamaba el muchacho del baño! me respondo para mí mismo, como si hubiera hecho una gran revelación.
—Lo pensaré —le respondo para pasar de la conversación.
—Esa es la actitud —me anima— es momento que dejes de ser virgen.
La miro con una mirada asesina mientras la obligo a caminar más rápido. No quiero ser la portada del tablón de la facultad.
"Virgen a los 20 años", "Es hallada persona que se creía en peligro de extinción".
Solo de imaginarme esos encabezados me dan ganas de destruir la cabeza a la persona que los escribió.
—Mi virginidad no es un problema —le aseguro.
—Claro que sí —me dice al acercarse a mí— ¿Sabes lo triste que sería morir virgen?
—No lo sé, porque sigo con vida —le respondo.
—Lo que más me tiene intrigada es que, solo mírate —lo dice como si fuera un trofeo.
—No puedo hacerlo —le vuelvo a responder poniendo los ojos en blanco.
— ¿Podrías dejar de ser antipático por un momento? —me contesta al imitar mi movimiento con los ojos.
—A lo que quiero llegar es que, solo estás molesta por no tener esa oportunidad —le digo burlándome de ella lo suficiente fuerte para molestarle.
—Mira pedazo de porquería del más divino aspecto —dice un poco poética— admito que sí, de verdad me gustaría.
—Pero es que joder, muchas chicas han querido eso —continúa recordando a cada una de ellas, la mayoría eran del instituto. Adolescentes que añoraban que les cortaran su rosa sangrienta.
—Paso de ellas —le digo con un tono muy aburrido.
—Es que, si no fuera por Sofía, pensaría que eres homosexual —me contesta riéndose de mí.
—No me confundas contigo —le guiño mi ojo derecho, para que pueda verlo.
—Eso fue un accidente —protesta.
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Hace dos años, Luz y yo habíamos salido a una discoteca, ella había bebido muchas copas de más por lo que hubo un momento en que la perdí de vista y no la pude encontrar hasta el otro día apunta de llamadas. Resulta que se había ligado con una chica la noche anterior y había quedado en su apartamento, ella se levantó al otro día muy confundida.
—En serio Joe, creí que eras tu —me dijo frustrada a través del teléfono.
—Luz, cálmate, ¿Qué sucedió? —le pregunté.
—No lo sé, estuve con alguien anoche —me respondió preocupada.
—Eso no es ninguna novedad —le dije cansado y respirando tranquilo, casi se podría sentir mis ganas de reírme.
—Joe, es serio —me dijo más bajito casi en murmuro, por lo que tuve que pegarme más el celular— fue con una niña.
Recuerdo que no pude contener la risa esa mañana y mi madre tuvo que subir al cuarto para comprobar que estaba bien por lo fuerte que me reía.
—Te odio —fue lo último que dijo antes de colgarme.
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—El caso es que no volverá a suceder —me vuelve a despertar de mis recuerdos.
—Pensé que te había gustado —me burlo, ella me golpea en el hombro mientras llegamos a la siguiente clase.
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Son las 5:40 de la tarde cuando bloqueo la pantalla de mi celular.
—Por fin termino este día —dice Luz satisfecha.
—Y tú aún sigues pura —le digo en broma.
—Lo dice el virgen —me responde en el mismo tono sacando el tema nuevamente.
—Al menos yo puedo presumir de eso —contesto con un tono de orgullo.
—Hola, soy Joseph, tengo 19 años, estudio psicología, tengo una vida social medianamente decente, soy nerd, antipático, vulgar y virgen —hace una descripción con sus manos de presentación.
—No soy vulgar —le corrijo.
—Te estoy ayudando a sonar interesante —se molesta mientras sube a su auto.
—Te veo mañana, vómito de unicornio —me despido.
—Hasta la vista, baby —me responde el encender el vehículo.
Coloco la capota de nuevo sobre mi cabeza y camino lentamente hacia la estación del metro.
Los orientales tienen una creencia peculiar en los astros, para ellos su vida esta rígida por la fecha de su nacimiento. Lo curioso es que en el mundo nacen 367.000 personas aproximadamente, entonces al igual que las 366.999 personas que nacen ese mismo día, su destino está marcado por la misma constelación. No obstante, eso no se queda ahí, puesto que los signos zodiacales rigen todo un mes, por lo que 11.010.000 de personas están relacionadas con una misma predicción. No importa como lo quieras ver, todos estamos relacionados de alguna manera y es por ese motivo que, sin importar cuál es tu origen, siempre tienes algo rigiendo tu vida.
Mi trayecto al metro no es ni cerca de ser tranquilo, aunque me concentro en mis pensamientos no puedo evitar sentirme tan inquieto. Solo fue una coincidencia haberme encontrado con esa mujer esta mañana, seguro ella estaba lo suficiente loca y acaba de escapar de un manicomio, no me sorprendería si la viera en las noticias esta noche, ya sea por ser fugitiva o asesinada.
Espero que anochezca pronto. La noche es más tranquila y melancólica.
Dejo que mis pensamientos divaguen mientras tomo el metro que me lleva de nuevo a Brooklyn.
Un cálido atardecer me espera cuando salgo del túnel de la estación junto con las personas que caminan tranquilamente. Luego de bajar algunas calles me encuentro con el parque que está cerca de mí casa, algunos padres juegan con sus hijos en el césped, en los árboles o en algunas atracciones. Se respira un ambiente familiar que me produce melancolía.
Desearía haber compartido momentos así cuando estaba pequeño.
Cuando era un niño envidiaba a los otros por divertirse con sus papas, mi madre tuvo que hacer el papel de ambos, pero en ese momento para mí no era suficiente.
Pero esa felicidad no puede ocultar a los Hollows que duermen en las calles o incluso que juegan solos en partes aisladas del parque. Evito mirarlos, no quiero sentirme culpable de alguna forma, aunque probablemente habrán cambiado de ciudad en cuestión de horas, si alguien los denuncia o descubren su presencia, no duraran mucho tiempo con vida.
Sin haberme dado cuenta estoy caminando por el andén de mi casa, las sombras de los árboles se mezclan con la mía a medida que paso sobre ellas. Me parece poco creíble que hace unas dos semanas haya sido invierno, pero eso es lo más interesante de las estaciones, llegan de repente y se van sin dejar rastro. Las personas son así a veces.
—Ya llegué —aviso al cerrar la puerta y subir las escaleras.
—¿Cómo estuvo tu día cariño? —me pregunta mi madre al recibirme en el comedor, ella se limpia las manos con el delantal azul que lleva puesto.
—Quería hablarte de eso —le digo y enseguida me arrepiento, su cara muestra una profunda preocupación.
Nos sentamos en las sillas de la mesa del comedor y nos miramos las caras.
—Una chica en el tren se me acercó —comienzo a decir— tenía los ojos color escarlata.
—Dios mío... —se coloca una mano en la boca.
—Dijo que sabía lo que era —dejo salir, oculto el hecho que lo mencionó en plural al ver que ella me mira horrorizada antes de levantarse.
—Nos iremos de aquí —responde alterada.
—Espera, mamá —le digo falto de tono.
—¡Joseph Dunkelheit! —me habla fuerte— estas en peligro en este lugar.
—No quiero seguir cambiando de sitio —me quejo— estamos bien aquí, llevamos años en este lugar y todo puede ser solo una simple coincidencia, aún no sé si en verdad lo escuche o... lo imagine.
—No me importa la razón —dice más calmada.
—Pero madre, no podemos mudarnos ahora —intento buscar razones, pero mi lengua me traiciona y termino balbuceando.
—Solo quiero protegerte, cariño —me dice tomándome el hombro.
—Lo sé, mamá, pero es muy pronto para tomar una decisión tan a la ligera —intento convencerla, ella me mira a los ojos un largo tiempo y luego suspira dirigiéndose a la cocina.
—Si pasa algo más nos iremos —se detiene a medio camino para decirme eso y luego sigue su recorrido.
Subo hasta mi habitación y cierro la puerta detrás de mí, coloco el bolso en el suelo un poco separado de la puerta y saco el buzo por encima de mi cabeza.
El espejo delante de mí me regala la imagen de un chico alto y fornido. El trabajo en el gimnasio tuvo sus frutos. Quito los horribles lentes de contacto. Un último vistazo a mi cuerpo me hace concentrarme en la venda sobre mi brazo.
Dejo escapar un suspiro al tiempo que me tiro sobre la cama y me concentro en el techo. Hace alrededor de unos cuatro años pinte el techo y coloque estrellas falsas sobre este. Con un tutorial de YouTube pude hacer que el techo casi se viera real. Me gustaría ser una estrella, ellas son libres y brillantes, lo magnífico es su final. Cuando una estrella completa su ciclo de vida, ella genera la explosión más grande del universo, un magnífico espectáculo.
La vida de una estrella se encuentra determinada por la cantidad de masa que está posee, aunque se creería que entre mayor es su masa su tiempo de vida seria igual de proporcional, pero la verdad es que es todo lo contrario. Las estrellas con masa más pequeña tienen la oportunidad de vivir mucho más tiempo que las que tienen masa más grande. La vida de una persona para algunas regiones esta rígida inversamente por la misma ley, aquellos que tienen un espíritu más grande y puro tienden a vivir una vida más larga a diferencia de lo que no lo poseen.
Una abertura en el bolso me hace levantarme de la cama antes de arrodillarme sobre el suelo y terminar de abrir la corredera. Sobre los cuadernos se encuentra un pedazo de papel, al voltearlo una terrible sensación recorre mi cuerpo.
En un color igual que el de mis ojos y tiene escrito.
"Sabemos lo que eres".
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