Capítulo treinta y nueve
No podemos pretender tener días claros siempre, en ocasiones la oscuridad se arrastra en la luz. Aunque lo tengas todo, no te hace inmune a ese sentimiento de tristeza. La tristeza es buena, te ayuda a pensar con calma, ilumina tus verdaderos amigos y te despierta de las ilusiones que nublan tu mente.
—Joe, déjame entrar —me habla luz desde el otro lado de la puerta sin dejar de tocarla.
Coloco los ojos en blanco mientras cambio mi ropa mojada por un par de ella. Sostengo un bóxer para mujer blanco antes cerrar los ojos avergonzado. Su pantalón azul de pijama es lo suficiente ancho, pero el único problema es que me queda corto, permitiendo que se vea parte de mis pantorrillas. Decido salir del baño cuando veo el suéter transparente de unicornio.
—Whao —me dice Luz al verme por primera vez sin camisa.
Ella solo arrebata mi ropa mojada de las manos y se pierde en la casa. Dejo escapar un suspiro mientras me dirijo a su habitación.
Esta igual que la última vez que la vi, a excepción de una fotografía enmarcada de nosotros encima de la cama. Su cara casi ocupa todo el espacio de la foto y ambos sonreímos ampliamente.
— ¿Lo recuerdas? —murmura detrás de mí, por lo que me sorprende un poco y me hace perder la concentración.
—Si —respondo también en un murmullo.
Su cama es doble, por lo que ambos nos sentamos en ella y comenzamos a hablar.
Le cuento acerca de la muerte de Zayda y Ellied después de que ella toma fuerte mi brazo y lo acaricia.
—Odio a esa mujer —dice cuando le cuento acerca de Carol.
—Su padre mató a mi madre y su otro hijo, Paul, hacía parte de la legión, él se llevó a Victoria —le confieso.
—Hiciste todo lo que pudiste, Joe —me dice obligándome a mirarla. Ella coloca una de sus manos sobre mis mejillas y lentamente me atrae hacia ella. Me acomodo hasta quedar acostado entre sus piernas y ella me acaricia el cabello mientras le sigo hablando acerca de todos en la legión, en especial de Kenya.
—Ella creía que, si nuestro gobernante es noble, entonces toda esa guerra acabaría para siempre —le comento.
—Joe desde que el mundo cree que moriste más países fueron derrotados por los rebeldes —me informa.
—Espera —me levanto para mirarla a los ojos.
— ¿Cómo sabes todo eso? ¿Cómo pudiste interferir en las noticias de hace un momento? —le pregunto de inmediato.
—Joe... —cierra los ojos y no dice nada.
—Luz, por favor, dímelo —mi voz se rompe, no quiero más secretos, no quiero más mentiras.— Confía en mí.
—Joe, eres un idiota —me responde molesta.— ¿Quién diría que el salvador de este mundo sería alguien tan débil?
—No puedo salvar a nadie —le respondo bajo de tono. Ella comienza a reír y solo la miro fijamente.
— ¿Joe no te das cuenta? Has liberado muchas almas encadenadas y las has motivado a luchar por su libertad —me dice maravillada.
—Me imagino que pensarían si supieran que eres virgen —comienza a reírse descontroladamente. Tomo la almohada y se la arrojo.
—Jesús contacto conmigo —dice luego de parar de reírse.
—Él sabia que no estabas muerto, por lo que, me me permitió subir ese video en las noticias con la esperanza de que volvieras a mí, y así poder hablar contigo directamente —responde.
—Parece justo —le digo.
— ¿No vas a molestarte? —me mira sorprendida.
—No —le respondo sin más. Ella me mira como si fuera un eclipse.
—No estoy molesto, porque me trajo hasta a ti y eso es lo mejor que he recibido —le contesto nervioso mientras mis mejillas se ponen caliente y mi corazón late rápido.
Boom, Boom...
—Eso fue muy dulce —me responde e intento no mirarla porque no quiero parecer tierno.
Ambos nos acostamos en la cama, ella mira hacia el techo mientras comienza a contarme sobre chicos y la universidad, yo me volteo para escucharla hablar de tonterías.
Mis ojos comienzan a sentirse pesados, pero antes de caer dormido siento los labios de Luz sobre mi frente murmurando algo que no entiendo.
No estoy seguro si era el lugar, o las cosas que ella hace, solo estaba seguro de la sensación que venía con ella, de que podía enfrentar cualquier cosa, que estaba seguro y podía estar tranquilo. Me pregunto si esta es la misma sensación que tienes cuando amas a alguien lo suficiente como para querer compartir el resto de tu vida con esa persona. Una persona que sea capaz de ver esa oscuridad en tu corazón y aun así quedarse a iluminar tu alma.
Cuando comienza a hacer frío muevo mentalmente la sabana para mí, al mismo tiempo que acerco a Luz hacia mí, su espalda golpea dulcemente mi pecho, seguido de eso mis manos rodean su delicado cuerpo.
— ¿Ese es tu pene Joe? —pregunta. Mi cuerpo se pone rígido mientras quiero lanzarla de la cama, pero en vez de eso hago un sonido de silencio y vuelvo a perderme en mis sueños con el rítmico sonido de su corazón.
Boom, Boom, Boom, Boom...
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La luz que entra por la ventana de la habitación hace que me despierte de golpe, pero ella no se encuentra en la cama y un rápido vistazo me hace dar cuenta que tampoco en la habitación. Me levanto rápidamente y comienzo a correr fuera de la habitación.
— ¡Luz! —grito desesperado.
—Aquí estoy Joe —la veo asomarse desde la cocina. No me había dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración hasta que veo sus ojos mirando los míos. Sé que las experiencias en la legión han marcado mi vida tanto como esa marca en mi brazo lo ha hecho, pero de verdad tenía mucho miedo de perderla. Al verla sonreír quisiera protegerla de todo peligro.
—Así que es cierto que los hombres se levantan con el miembro así —dice entre risas mientras apunta a mi entrepierna. Cierro mis ojos, mientras todos mis nervios quieren olvidar lo que dije hace un segundo y destruirla a ella.
—No, Joe, espera —me grita, pero es demasiado tarde, ella ya está flotando cerca del techo.
— ¿Crees que ganaste? ¿Qué me humillaste? ¿Qué me destrozaste? —le digo mirándolo con el ceño fruncido— con obligarme a usar esta ropa y utilizarme para tus perversiones.
—La verdad no esperaba que la usarás, pero ya que lo hiciste tengo que disfrutar de la vista —me dice entre risas, la bajo rápidamente y antes de que caiga al suelo la detengo y la vuelvo a subir.
Su grito es una perfecta melodía para mí.
—Ahora ¿Quién es el débil? —le pregunto lleno de placer.
Ella comienza a sonreír mientras se intenta mover en el aire.
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Luego de bajarla ella termina de hacer el desayuno y ambos nos sentamos en el suelo de madera a comer.
—Joe, ¿esta vez me iré contigo? —pregunta cuando ha terminado de comer y mira el plato con la cabeza agachada.
— ¿No te da miedo morir? —le pregunto. Después de lo que le dije ayer pensé que ella cambiaría de parecer. Yo sé que es mejor que se quede aquí, estará segura aquí, no puedo ser egoísta y pensar en llevarla.
—Joe, muero cada día que no estás aquí, a mi lado —responde.
No Luz por favor, no hagas esto más difícil.
—No me importa morir a tu lado, si con eso puedo estar contigo —continúa, quiero decirle que está equivocada, pero no puedo. Porque soy un ser egoísta y quiero estar con ella.
—Estoy cansada de vivir en la superficialidad, en la universidad ya no hablo con nadie, los detesto a todos, solo quiero irme lejos, pero no tengo a donde ir si no es contigo —es lo último que dice. No sé qué responder a eso, por lo que solo miro su rostro lleno de lágrimas.
—Si, regrese por ti —respondo dejando salir mis más profundos deseos. Ella sonríe entre lágrimas.
El sonido de la puerta me pone alerta y me obliga a dejar de mirarla.
—Es él, tranquilo —se levanta y comienza a caminar hacia la puerta.
Recuerdo la ropa que estoy usando y corro hacia el baño en busca de esa asquerosa camisa de unicornio.
Voy a ver al mesías con la apariencia más homosexual de este mundo.
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Su cabello es más largo del que se ve en la televisión y es ligeramente más alto.
—Joseph Dunkelheit en televisión te veías más... masculino —me dice.
Joder.
Escucho como Luz sonríe.
—Créame que es un placer conocer a nuestro salvador —me dice.
—Pensé que tú eras el salvador de este mundo —le contesto.
—No soy el salvador de nadie, solo soy una figura televisiva —contesta moviendo las manos.
Y el poco masculino soy yo
—Entonces ¿Qué haces aquí? —pregunto.
—Estoy recibiendo el pago de mis servicios —responde poniendo los ojos en blanco.
—Estamos en guerra, una guerra que la humanidad está perdiendo, pero justo hace unas horas la base de la legión fue atacada —mi sangre se pone helada mientras solo una persona se arrastra en mi mente.
—Salvamos a Edward, Camila, Daniela, Karen y Rubí —me contesta y de inmediato escuchar esos nombres me alivia.
—Mi rival en el amor —ambos miramos a Luz de inmediato.
Ella se sonroja mientras comienza a reírse y hacer que no lo dijo en serio.
— ¿Qué hay de Sam? —pregunto, pero ya conozco la respuesta, su silencio es tan claro como el agua.
Golpeo la pared cercana a mí.
—Maldición —pienso, mientras cierro los ojos.
—Lo importante ahora es que tenemos que volver al campo de batalla, ya tenemos a nuestra disposición varios estados de los Estados Unidos —me informa.
— ¿Desde cuándo tú participas en esta guerra? —pregunto.
—Desde que mi padre creó la legión —responde con una sonrisa.
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