CAPÍTULO 45
'La Noche de Las Auras 1'
Jason.
Tiro el periódico sobre la mesita que hay al lado.
—Espero que hayáis leído lo que hay ahí. —murmuro. — <<La bofetada que todo el mundo ha sentido. Jason Diphron golpea a la ama de llaves, gran compinche de Lady Eb y hija del hermano fuera de la monarquía de Henry II.>> Monique Carrer, Guiena National News.
<<Odio a la maldita Monique.>> Un mero día ha pasado desde el incidente y ya ha sido una noticia bomba la discusión, aunque parece ser que esta descontextualizada, pues no se menciona nada sobre lo que era la discusión en sí.
El periódico tiene una foto del momento justo dónde golpeé a Gilda, su cara girándose hacia un lado y su pie resbalando antes de caer.
Me pongo enfrente de ellos en silencio; escudriño a todos y cada uno de ellos entrecerrando los ojos.
—Os voy a dar una oportunidad. —sonrío inocentemente. Quito la sonrisa segundos después y todos se tensan. Me muevo hasta la derecha, mirando al asiático que trabaja de cocinero. —¿Quién de vosotros es el periodista? No quisiera despediros a todos. —murmuro.
Ninguno contesta y poso mi mirada en la enana sudorosa que hay al lado; morena y de pelo rizado con gorro, cocinera también.
—Venga, va. —sonrío de nuevo. —No seré tan malo si os confesáis.
Unos tacones resuenan por las escaleras y aparece la persona más pesada que he tenido la desgracia de conocer: Dakota Hemsworth con un vestido largo y negro y unos tacones. No sé que opinar al respecto; tiene un claro atractivo y puede darme un heredero inteligente y sano.
Lo bueno que tiene es ese carácter de perro amargado, es un dictadora en toda regla y de reina consorte quedaría bien. Tuve que pedirle el favor de que me ayudase, pues sé que a esta si le tienen miedo.
—Buenos días, queridos. —baja sus gafas adelantando a los trabajdores y poniéndose a mi lado. —Parece ser que hay un periodista aquí infiltrado.
—¿Y qué harás? —murmura el asiático. —¿Liarte con el peor enemigo del periodista?
Todos ríen y sin disimulo ninguno.
El chino se arrepiente al instante en el que me muevo mínimamente, pero nada más para recolocarme, <<que se defienda sola.>>
Parece que me ha oído pues se acerca hasta el hombre, encarándolo a pesar de que le saca una cabeza. Baja sus gafas hasta el puente de su nariz.
—¿Te crees gracioso? —se cruza de brazos. —Pues seas o no seas el periodista, quiero que abandones tu puesto de trabajo ahora mismo...
—¡Pero...!
—¡Pero nada! —grita ella, interrumpiéndolo. —Venga, circulando.
Me mira, buscando mis ojos. Los encuentra y le señalo su vestidor bajo las escaleras.
—Circulando. —murmuro segundos después.
Gruñe molesto y se mete dentro.
—Uno menos. —susurra la hermana de Anders Hemsworth, volviendo a su posición inicial, junto a mí. —Bien, a la mínima falta de respeto, os iréis tal y cómo este hombre de aquí. —dice. —Soy vuestra jefa os guste o no, en algún momento seré vuestra reina y no voy a consentir ninguna falta de respeto ni ahora ni nunca.
—Esperamos un feedback. —contesta Gilda.
Dakota se remueve ligeramente pasando su peso al pie izquierdo. Ahora, sin acercarse, habla:
—Gilda, no se crea que tiene exclusividad por llevar aquí más tiempo, querida.
—Y usted no se crea más que nosotros por estar liada con el príncipe, señorita Hemsworth. —refuta la ama de llaves, todos hacen un sonido de sorpresa. —Ahora mismo el futuro de su noviecito está en mis manos, yo decido si pongo una denuncia o no así que bájese del escenario, señorita.
La anciana se da la vuelta, y sin decir nada más, pasa a mi lado mirando a Dakota de arriba abajo con desdén; no se llevan bien pues la única que no tolera las actitudes caprichosa de la pequeña de los Hemsworth.
—Bien. —bufa.
La sala se queda en silencio.
—Quiero sus delantales y uniformes de trabajo con bolsillos aquí encima, por favor.
Los jóvenes acatan mis órdenes, quitándose chaquetas, batas y delantales con su chapa de nombre enganchada y dejándolas sobre la mesa. Los pantalones del uniforme no tienen bolsillo, con lo cual no deben quitárselos ni nada.
Segundos después, cuando todos me han obedecido, comienzo a separarlos.
Los reviso uno por uno, revisando el nombre y analizando cada bolsillo, buscando algo. No encuentro nada en ninguno hasta que llego al de Sarah Mastfield, una de las sirvientas. Claro, ahora todo tiene sentido; sirvienta para poder moverse por la casa a sus anchas.
Saco del bolsillo delantero de la bata con la que trabajan una tapa dura, negra de la marca Canon.
<<Es decir, cámaras de fotos.>>
La tomo entre mis dedos y me muevo hasta la muchacha, que me mira impasible.
—¿Qué es esto, Sarah? —pregunto al cabo de unos segundos.
Lo mira disimuladamente para abrir la boca lentamente.
—No es mío, señor.
Bufo.
—¿No es tuyo? Por favor, Sarah, excusas las que quieras menos esa. —me río.
Dakota está de pie más atrás cuando la oigo reír con suavidad.
—Es una tapa de cámara, Sarah. —murmuro.
—Señor, eso no es mío, se lo estoy diciendo... —susurra ella.
—¿Ah, no? Entonces, ¿de quién es? —pregunto ladeando la cabeza. —¿Mío?
Ella suspira con una cara de total impasibilidad.
—Yo no tengo ninguna cámara y menos de tipo Canon, señor. Tampoco tengo el dinero para pagarme una y puede revisar mis pertenencias si así lo desea, señor.
Entrecierro los ojos observando todas y cada una de sus partes.
—Quiero que abandones tu puesto de trabajo ahora mismo, maldita periodista encubierta. —gruño. No se mueve, me mira dolida y desata mi enfado. —¡Fuera!
La muchacha se asusta un poco antes de girarse y meterse al mismo cuarto dónde lo hizo el asiático, que ahora sale con su bolsa a la espalda.
Decido no decir nada más y aprieto la tapa entre mis manos.
—A los que se atrevan a traicionar el nombre de esta familia siendo periodistas, les sucederá lo mismo o incluso peor. —anuncio para los demás. —Así que ya saben.
Se separan rompiendo las filas y paso a su lado, saliendo por la puerta. Dakota me sigue.
—Jason, ¿a dónde vas?
—¿Te soy sincero o te miento? —me doy la vuelta, mirándola. —Voy a una joyería a por una joya de Ebrah que mandé a hacer. —cuento, mintiendo.
—Oh. —murmura con una onomatopeya con la boca. —Espero que esa sea una tienda de alto calibre, querido.
La miro, sonrío ante su elitista ironía pero prefiero andar hasta el coche y conducir hacia la joyería más cercana que encuentro. Reviso que ningún amarillista de estos me haya perseguido, y no, no lo han hecho, el morbo de la muerte de la sirvienta me ha hecho de bomba de humo.
Bajo del coche con las gafas de sol puestas, entrando a una tienda en el norte de la ciudad con el logo en lo alto, brillando. <<Bvlgari>>
Entor al lugar que me recibe con calidez. Hay una persona antes de mi, la cual esta siendo atendida, y aprovecho el momento para mirar en las despensas de cristal. Anillos de oro, de oro rosa, de plata fina, de cobre, de todos los colores, tamaños, materiales y todo lo posible habido y por haber se encuentra en esta jodida tienda. Necesito su sí, será el golpe perfecto para Anders.
Algunos hasta con dibujos que los rebordean, otros, con espinas por toda su extensión, con rosas... pero este primero ha llamado más mi atención. Están divididos en secciones; material, tamaño, estilo y color. Me fijo en el estilo de espinas, en el color rosado oscuro, material de oro rosa y tamaño mediano, Dakota tampoco tiene unos dedos enormes.
Veo uno de ellos con espinas que se entrelazan entre ellas, formando una algarabía. Podría forjar nuestra inscripción en una de las ramas, ya que son finas pero nuestra inscripción cabría de sobra. Es de color rosado claro, típico del oro rosa, y veo una pequeña etiqueta de precio. Apenas se ven los números, me mentalizo <<Esto es Bvlgari. Es la tienda más cara de todo Guiena, así que no te asustes>> Creo que estoy empezando a querer a esa cría.
Me posiciono bien para mirar la etiqueta y siento que me caigo de culo, pero no porque sea mucho dinero, ya que tengo de sobra, sino porque es mucho para una pieza tan pequeña, aunque su belleza me halla embelesado hace escasos minutos. Cuatro millones de oro es el precio pintado en esa etiqueta, unos 790 euros, una moneda que se está poniendo muy de moda últimamente.
Observo más piezas; otro, con un rubí oscuro en medio, enganchado por una hebra gruesa de plata fina, que se entrelaza al final, detrás del rubí, con la otra hebra del mismo tamaño pero que es curva en dirección contraria a la otra. Es precioso, sin embargo, el anillo de espinas no sale de mi mente.
Sigo mirando, encontrando algunos con doble encaje, los cuales, son de armar y desarmar y son de oro. No sabía apreciar los quilates de cada uno, sin embargo, se ve que todos son de buena calidad y más los de sello de la marca.
El muchacho de en frente sale por fin, seguro que ha estado dos horas para no elegir absolutamente nada. Me coloco frente al mostrador, con el joven que atiende mirándome.
—Buenos días. —me acomodo las gafas de sol apesar de que es la joyería de confianza.
—Buenos días, señor. ¿Qué desea?
—Ofrezcame sus mejores anillos.
—¿Tiene algún modelo del anillo deseado? —pienso, pero parece ser que no. —¿Algún anillo en la tienda que le haya llamado la atención? ¿Original o imitación, que es más económico?
—Porfavor. —bufo, sarcástico. —Bueno, evidentemente. Hay uno de espinas de oro rosado que me ha cautivado, pero ofrezcame las mejores piezas, de todas formas.
—Como desee.
Nos movemos del mostrador a la zona derecha de la tienda, concretamente donde yo miraba anillos hace escasos minutos.
Me muestra las mejores piezas, señalandolas con su mano.
—Supongo que este es el que le interesó, señor. —me muestra exactamente el mismo anillo.
—Efectivamente.
—14 quilates, señor. 58,5% de oro rosado puro.
—¿58,5% únicamente y cuanto cobran?
—Son sólo cuatro millones quinientos cincuenta mil, señor. —hago los cálculos en mi mente; casi 900 euros al cambio. —Para un anillo de más de la mitad de oro, yo creo que es un precio aceptable.
—Muéstreme más. Vendáse, señor.
El hombre me sonríe con picardía y señala uno que es precioso también.
—24 quilates. Máximo esplendor para la monarquía. —sonríe de nuevo. —Oro puro, mi señor.
—Y un ojo de la cara.
—16 millones de oro.
Suspiro. Sigue sin ser mucho para mi cuenta bancaria, pero no pienso pagar... tres mil euros, que son al cambio, por un jodido anillo.
—No voy a pagar tres mil euros por un jodido anillo.
—Veo que es un buen conversor de dinero. —me sonríe. —Este. —saca uno de las profundidades de la tienda. Es de plata y reluce bajo la luz de la tienda. —Plata fina. Tres millones. —lo miro y aprieto los dientes. —¿Qué son tres milloncitos para el príncipe?
Resoplo, no soporto su tono de chulería y babosería.
—Dame el de espinas. —corto su discursito. —Pero a tres millones y medio.
—No. —niega. —Cuatro millones veinticinco.
—Tres millones setenta y cinco mil.
Alza una ceja.
—Cuatro millones.
—Trato hecho. —le doy la mano y sonríe victorioso. Comienza a empacarlo en una bolsita, sacándola de un cajón y es una bolsa preciosa con la marca Bvlgari tintada en oro, con retoques dorados. Lo detengo. —Espera, espera. Quiero que le hagas una inscirpción.
Me mira, alzando las cejas con ganas de chisme.
—¿Se va a casar usted, mi príncipe?
—Sí. Y como digas algo, me encargaré de ti yo mismo. Te mandaré a la horca por traición.
Suspira, negando con la cabeza. Saca un libretita y un bolígrafo para apuntar.
—¿Qué inscripción?
—En el lado derecho ponga Jason y en el izquierdo, Dakota. Y ponga de fecha el dos de junio.
—¿Tan rápido? ¿Acaso esta seguro de su afirmativa?
—Obviamente.
Sé que ella está muy enamorada de mi, así que sí, dirá que sí. Fue capaz de traicionar a su hermano, sangre de su sangre por mí y sé que me dirá que sí quiere casarse conmigo, y eso será el mayor golpe para Anders. Con lo cual, podré acabar con él y con el comunismo más fácilmente.
Todo esta girando en mi favor y eso me gusta, veo el futuro más claro y pinta muy bien para mí.
⟳
Anders.
—No... no puede ser, Dalina...
—Yo... os dejo solos. —dice Louise, saliendo del cuarto.
Me siento en la cama con el mareo inminente sobre mi.
—¿Y la pastilla?
La oigo tragar fuerte.
—Se... se me olvidó tomarla y con un sólo día... ya es suficiente para que deje de hacer efecto durante un tiempo.
—Dios mío, Dalina... —resoplo. —¡Ahora no podemos tener un hijo!
—¿Qué? ¡No es culpa mía!
—¿Cómo que no?
—¡Pues claro que no!
—Ah, vale. Entonces si te llegase a decir que se me olvidó ponerme el condón, ¿tampoco sería culpa mía?
La joven se queda callada y me paso las manos por la cabeza.
—No es lo mismo...
—¡No podemos tener un niño ahora, Dalina! —sigo. —No tenemos la estabilidad para tenerlo.
—Anders, son nueve meses de tiempo que tenemos. —murmura, tratando de calmarme. Mi respiración ha acelarado. —Cuando lo tenga, ya habremos conseguido una casa estable.
—¿Quién te asegura eso, Dalina? —rezongo. —Estamos en medio de una guerra y somos objetivo principal de una monarquía y un gobierno comunista por traición. ¿Eso te parece un panorama mínimamente aceptable para traer un niño al mundo?
—¡No, pero... en unos meses se habrá solucionado todo!
—¿Eso crees tú? ¿Que en unos meses Jason dejará de perseguirnos y West Plate nos perdonará?
—Te perdonaran a ti, que fuiste el que los traicionó.
Estoy flipando.
—¡Si lo hice fue para salvarte la vida!
La conversación se corta en ese instante, hasta que decido hablar de nuevo tras unos segundos llenos de tensión. Me mira, pero luego baja la cabeza y suspira. Ha sido un golpe duro y lo sabe
—¿Cuánto? ¿De cuanto estas embarazada?
—Cuatro semanas. —suspiro. —Tenía un retraso, debería haber bajado hace un mes y pico y no lo hizo, así que fui a la farmacia a comprar el predictor.
Me paso las manos por la cara.
—Vas a abortar, ¿no?
—No lo sé, Anders. Yo quiero tenerlo. Si he quedado embarazada en este momento es porque el destino era ese. Y tenemos mucho dinero, podemos criarlo aún sea de forma nómada.
—Pero vamos a ver, maldita inconsciente. —me estresan sus palabras. —¡Que es un niño, no un peluche! ¡No podemos llevarlo de lado a lado, como si no fuese nada, maldita sea! ¡Llegará un momento donde necesitará educación, ir a una escuela...!
—Podemos enseñarle en casa.
Las ganas de tirarme por el balcón son completamente reales cuando Dalina tiene el santo valor de pronunciar eso.
—Claro que sí. Llamamos un profesor y le decimos, <<Hola, buenas. ¿Podría darle clase a mi hijo mientras huimos de los reyes y del Partido Comunista? Juro que somos buena gente?>> —hago el gesto como si hablase por teléfono. —Dios mío, Dalina, seamos realistas. No es factible tener un hijo ahora, asúmelo, porfavor.
—Bueno. —murmura, poniéndose de pie. —En este país es posible abortar hasta los tres meses. Así que... tengo algo de tiempo.
La miro, fríamente.
—Ya sabes mi opinión sobre el tema. No tengo nada más que decir, el resto queda en tu mano.
Salgo del cuarto sin volver a abrir la boca.
⟳
26 de mayo, La Noche de Las Auras.
Milla remueve las ollas con fervor, saco los vasos desechables de la despensa.
—¿Hay que llevarlos fuera?
—Sí, pero espera a que los llene.
Según lo que me ha contado, la costumbre es de hacer unos mejurjes extraños que se beben de manera tradicional, mientras estamos sentados en un círculo en el centro del pueblo. Mara hará sus conjuros y analizará mis maldiciones; así podremos saber quién me las pusó.
Por otra parte, la tensión entre Dalina y yo se ha apaciguado, hace ya casi un mes que me contó de su embarazo, y aunque aún rondaba la posibilidad de tenerlo, pero decidimos que sí; apesar de que no estamos en situaciones de tenerlo y no es lo mejor y va a venir en medio de una guerra, pero en nueve meses podemos hacer muchas cosas; llevaremos a cabo nuestro plan para una nueva vida.
Y aunque me duela que le pasara algo, me gustaría tener un mini Anders, estoy seguro se que todo mejorará en esos nueve meses, le daremos amor y cariño y será nuestra prioridad, así que decidimos seguir adelante y aquí estamos, con casi dos meses de embarazo de nuestro bebé.
En cuanto a Veneno, la retomaremos para buscar alguna isla vacía pero con alguna población cercana, para poder abastecernos. Formaremos una aldea, cambiaremos nuestros nombres... y viviremos tranquilos, eso sí, después de terminar con la maldición que nos han impuesto porque el rencor que tenemos es mucho más fuerte que nuestro ansia de tranquilidad. Hay una isla al lado de esta, Pueblo Lobo, que ha sido de gran ayuda, es más grande que Cala Sawzky y eso es bastante bueno.
Vuelvo en sí, obedezco a Milla y observo el líquido dentro de la olla.
Es morado fluorescente y tiene pequeños petálos verdes pistacho, los cuales, se disuelven poco a poco. No quiero preguntar ni que lleva, prefiero no saberlo.
Cuando está listo, Milla los vierte en los vasos de plástico y voy llevándolos hacia afuera. Es de noche, hace bastante viento y en el centro de Cala Sawzky me encuentro con todos sentados, en forma de círculo. Todos los tripulantes y los miembros de la familia Sawzky están sentados.
—Tomad. —reparto los vasos cuando me acerco, dando uno a cada uno. Mara Sawzky está en el centro del círculo, sentada con los ojos cerrados. Recibe el vaso y toma un trago.
Segundos después, Milla sale de su casa y se sienta junto a nosotros. También hay una vela cada persona, es decir, hay una persona sentada, al lado otra vela, otra persona, otra vela... y así sucesivamente.
—Bueno. —murmura Ursule. —¿Empezamos?
—¿No va a pasarnos nada, cierto?
—La única a la que puede pasarle algo esta noche es a mí. Estaros tranquilos. —la voz firme de Mara resuena por el lugar, unido al sonido del viento.
—Mamá, no es necesario que hagas esto. —contesta Gerendaiah, la hermana más pequeña de todos.
—No es por mí, es por ellos. —replica Mara.
—Pero es que no puedes arriesgarte a dar tu vida por ayudar a los demás. —contesta, parece molesta.
—Geren, es ella la que quiere hacerlo. —la corta Milla.
—Se está arriesgando por forasteros que conoce de apenas hace meses. —dice, con la voz entrecortada. —Muy bien que les demos techo y todo eso, ¿pero hasta este punto?
—No digas nada más. La decisión es mía. —dice Mara desde el centro del círculo, recalcando la última palabra. —Comencemos y que no se hable más.
Ursule pasa encendiendo todas las velas que nos rodean, el viento corre más fuerte pero a las velas las rodea un aura verde; pues están hechizadas para que no se apaguen.
Un relámpago, muy lejano, es lo único que rompe el silencio hasta que Mara es la que habla. Todos cierran sus ojos, beben de sus vasos y bajan la cabeza, los imito al igual que mis tripulantes.
—Fuerzas y poderes eternos, concederme la verdad. —abre sus ojos y el flashback es inevitable; el día que Úrsula, la bruja de Wisteria, me atendió. Mara abre sus ojos y están completamente blancos, así lo veo cuando abro los ojos y miro de reojo. Ya está en fase de permancía, así me lo explicó la bruja de Wisteria de aquel día. Se gira a mirarme. —Hay unas cuantas maldiciones que lo rodean; dos, concretamente. Pero tienen una fuerte conexión. Aunque la primera es fácil de romper.
—¿D-dos?
—Sí. Una es de evitación de la verdad, puedo romperla fácilmente apesar de su lazo fuerte. —comienzan a darle pequeños espasmos, cuales calambrazos, me asusto bastante pero trago fuerte. —Señor Hemsworth, lamento contarle que su retoño perdido había tenido un maleficio por parte de su proveedor. Es decir, la madre de su hijo le impuso este maleficio para que jamás se enterará sino era mediante una bruja.
—¿M-madre...? —me tiembla la voz, miro a Dalina, que esta igual de sorprendida. Al igual que todos en el círculo. —¿Cual hijo, Mara? Yo no...
—Señor Hemsworth, acabo de romper el lazo de la maldición. —traga fuerte. —He de decirle que si, si tiene un hijo. Anders, Puntresh Diphron, el expríncipe de Guiena, era hijo de Ebrah Diphron... y hijo suyo, mi capitán. Él era su retoño perdido, señor. Y hay otra cosa que me patina aquí... y es que veo en su aura que murió en un accidente, pero fue orquestado. —¿Orquestado? —Jason Diphron planeó su muerte.
Siento que me mareo y que me caigo hacia atrás, pero alguien me sujeta mientras los sonidos de sorpresa no dejan de oirse. Ahora lo veo todo; era obvio, era muy obvio, sino que Ebrah fue lista y me impuso una maldición para no ver lo obvio, me puso una venda en los ojos y eso me duele. Ese maldito mató a mi hijo por la simple envidia de que él sería rey, pero Jason no. Le odio más que nunca. Las lágrimas han subido a mis ojos y los pinchazos en mi cabeza no cesan.
—Ya tengo el origen de la otra maldición, mi capitán.
Sé que estoy pálido, miro a Dalina, que también esta pálida. Sé cuales serán sus siguientes palabras. <<¿Acaso no quieres tener un hijo conmigo porque ya lo tenías con otra?>>
Ignoro eso y lo que no saco de mi mente es el saber que mi hijo, Puntresh, esta muerto. Porque sí, él era mi hijo. y jamás lo ví. El color de su pelo era exactamente el mismo que el mío, clavado. Sus rasgos también, y fui tan tonto de creer que no, que era hijo de otro.
Por mi mente pasa la fugaz idea de que, indirectamente, eso me convertiría en algo dentro de la monarquía, pero es lo que menos me interesa ahora.
Lo único que pienso ahora es que tuve un hijo y hace escaso un mes, murió en ese accidente que fue culpa de ese maldito de Jason. Juro que acabaré con él.
—Ya sé quién impuso la otra maldición, capitán.
****
Veo las cosas calentitas por aquí. Solo faltan seis partes y se termina el libro, voy a llorar. Nos vemos en el capítulo 46.
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