CAPÍTULO 44

'Efecto mariposa'

Jason.

Un mes después, 2 de mayo.

Saltando como un niño pequeño, miro el sobre que me acaba de entregar mi padre. Puedo expresar mi felicidad ahora que se ha ido.

Me siento en la cama y abro el sobre, que es bastante grande. Saco el papel en forma de diploma, observando los retoques dorados que tiene en cada esquina. 

Mediante este papel oficial, yo, Isaac Diphron, declaro a mi hijo, Jason Diphron, como heredero del trono, dándole todos los beneficios perdidos. 

Firma del rey:

Firma del heredero:

Simple, pero efectivo. Ahora solo tengo que esperar a que se muera o abdique y ya reinaré en Bahia Blanca, mas luego haré las cosas bien y recuperaré el país entero. Tal y como no ha podido él.

—¡Dakota! —la llamo.

—Dime. —aparece asomándose por la puerta del baño. Sonriente, le enseño el diploma. Entrecierra los ojos, abriéndolos como platos acto seguido. —¿Te ha nombrado rey?

—¡Sí! —digo, rezumando felicidad. —Cuando se muera o abdique, pasaré a reinar.

—Pues que bien, ¿no? —dice. —Claro, como Puntresh ha muerto... —suspira. —el único que quedaba eras tú. 

No se porque, pero la idea de contarle sobre que Puntresh era su sobrino pasa por mi mente. No sé como se lo tomará, esta mujer es muy rara y eso me inquieta. Pero como alguien que no recuerdo dijo, <<Quién tenga miedo a morir que no nazca.>>

—Oye... —titubeo. —mmm... ¿sabías quién es el padre de Puntresh?

—Todo el mundo ha dicho que es un hijo de un padre desconocido, ¿no? —resopla. —Sí, me sé el cuento de que mi hermano se las dio de rompecorazones y la pobre princesa se fue de...

—Tu hermano es el padre. —suelto de golpe. Dakota, que estaba dada la vuelta hacia el tocador, se gira violentamente mirándome con los ojos muy abiertos. —Es decir, Puntresh era tu sobrino. Lo confirmé el otro día, con unas pruebas de ADN. 

Sonrío tratando de amenizar el impacto de la bomba que acabo de soltar sin demasiado preámbulos. Debería hacer un curso de maneras de decir las cosas, no soy cuidadoso y eso me trae problemas muchas veces.

—¿Q-qué...? —murmura, tratando de juntar las palabras.

—Sí. —contesto firme, sin mirarla. —Dakota, Puntresh era tu sobrino y el hijo de tu hermano.

—P-pero... —titubea. Noto su peso hundir el colchón de la cama y la miro por fin, mientras guardo el diploma dentro del enorme sobre que me han dado. —¿Cómo? 

—¿Tengo que explicarte como se hacen los bebés, en serio? —me mira, escudriñandome con la mirada. —Ay, chica, era por darle algo de humor. 

—No, es que... —suspira, pasando las manos por la cabeza. —Dios mío.

—¿Has hablado algo con Anders?

Mi pregunta la toma por completa sorpresa. Normal, pero tampoco quiero preguntarle directamente si le va a contar que tiene un hijo. Me mira, extrañada.

—¿Cómo voy a hablar con él? —frunce el ceño. —Me odia. Y es normal. Le traicioné de nuevo... entiendo que me odie.

—Sí, pero es por una buena causa. —digo cuando siento que se desestabiliza. No quiero lamentos, ni que recule en sus acciones y menos ahora. Me acerco hasta ella, dándole un beso casto en los labios. —Ahora solo falta que mi padre ya no esté, y podremos ser los reyes de Guiena.

Veo como se le iluminan los ojos, y algo en mí me dice que no es por el poder; sino por el hecho de que eso incluye nuestro matrimonio.

—¿Cómo coño va a ser sobrino mío?

—Parece que el hecho de tener un familiar nuevo no te ilusiona, cielo.

—Pues claro que no. Y aún menos si está muerto. ¡Es que, Dios! —refunfuña. —¡Anders me dice a mi, pero él haciendo hijos por ahí con una cualquiera!

Mis alertas se encienden al máximo en ese momento, una rabia rápida me toma ya que el término <<una cualquiera>> contra Ebrah, que en paz descanse, es algo que hace que la ira corra por mis venas instantáneamente.

Me giro violentamente y ando hasta Dakota dando pasos largos, la cual se achicopala.

Me quedo casi encima de ella y la mujer se encoge ante mi grandeza.

—¿Qué acabas de decir?

La joven ha empalidecido. Lo más probable es que piense que la golpeare, pero yo jamás haría eso. Ni ahora ni en ninguna ocasión, por mucho que me enfade.

—Jason, yo...

—Es la última vez que hablas así de mi hermana sino quieres que te ponga de patitas en la puta calle. A ti y a la tanqueta que tienes de madre.

Siento que me atraganto ante la rabia de sus palabras y salgo de la habitación sin decir nada más.

Me tranquiliza que crea que Anders la odia, ya que eso en cierta parte me da certeza de que no le contará sobre su hijo perdido. El capitán no es tonto y sabrá que puede ser parte de la familia, —mas ya no puede ser rey regente, ya que Puntresh ha muerto— y eso le dará bienes que solo debería tener la monarquía oficial.

Pero si cree que la odia, no le contará nada, no hablará con él, directamente.

—Buenos días, Jason. —me saluda Tennia cuando me la encuentro subiendo las escaleras mientras yo bajo.

Contesto con un bufido mezclado con repudia. Que mal me cae esta señora.

La ignoro por completo, bajando las escaleras y andando hasta la cocina, donde me encuentro con mis dos respaldos, Gilda y Johannes.

—Anders es el padre de Puntresh. —suelto cuando Johannes abre la boca, interrumpiendolo. Se miran entre ellos y veo la sorpresa en los ojos de Johannes, más en los de Gilda no. —Eso no puede ser... Tiene que haber algún error, Ebrah no puede habernos hecho esto.

Me siento en una silla, pasándome las manos por la cabeza.

—A ver, a ver, ¿cómo lo sabes? —pregunta Gilda. 

—El día del ataque a West Plate le quité un pelo a Anders y al niño el otro día, les hice un test de ADN.

—¿Qué? —dice Johannes. —Osea, ¿estuviste frente a Anders, con él sublevado ya que no esperaba tu ataque, y me estás diciendo que no lo mataste? —bufa. —¿Acaso eres bobo?

—¡El objetivo principal de ese ataque era matar al alcalde comunista, no al capitán! ¡Isaac no me dejaba!

—Cosa que tampoco lograsteis, Saller Duponte sigue vivo. —murmura Gilda.

Me froto las sienes. Si es que soy un inútil, Dios mío.

—Bueno, ya. No te machaques más y volvamos al tema. —trata de calmar la situación el consejero.—¿Está confirmado?

—99.999999999993% de fiabilidad. —maldigo hacia mis adentros. —Ese sotonto sería rey regente si Puntresh estuviese vivo.

—Y hubiese sido príncipe consorte de Wardrobe si Ebrah siguiese viva.

—De verdad que yo la adoraba pero me está empezando a caer hasta mal. —murmuro, llevándome un golpe de trapo en la cara por parte de la cocinera.

—¡No blasfemes! —me riñe. —Yo también le dije que era arriesgado tener un hijo de Anders, pero...

Me pitan los oídos, dejo de oír y siento que ardo por dentro al oírla. Los engranajes de mi cabeza comienzan a chocar entre sí y se ponen en mero funcionamiento. 

—Espera, ¿qué? —miro a Johannes, que se coloca la mano sobre la frente. <<Él también se ha dado cuenta.>> —¿Tú sabías que Puntresh era hijo de Anders, Gilda?

La cocinera palidece ante mis palabras, no dice nada y baja la cabeza. El consejero suspira, dándose cuenta de la cagada monumental que acaba de cometer Hermenegilda.

—Yo...

—Yo nada, Gilda. ¿Lo sabías, no? —rezongo transpirando enfado, la mujer enmudece de nuevo y la rabia me toma. Agarro el primer plato que veo, estampándolo contra el suelo. —¡Maldita sea, claro que lo sabías! ¡Si eras el perrito faldero de Ebrah, joder!

—Jason, yo... —trata de decir pero rompo otro plato de cristal contra el suelo, Johannes no muestra ningún tipo de emoción y Gilda está asustada.

—¡Eres una traicionera!

—¡Antes estaba siendo leal a tu hermana! ¡Ella me dijo que no te contara nada, y así lo hice! ¿¡Porque tengo que contarte yo las cosas?!

—¡Maldita sea, Gilda, es lealtad a la familia que te ha dado de comer tanto tiempo!

—¡Ebrah también era una alteza real! ¡Y la quería muchísimo, jamás habría traicionado su confianza! ¡Ni después de muerta!

—¿¡Entonces ibas a ocultarlo siempre?! —me acerco hasta ella, la mujer, que ya es bastante pequeña, parece empequeñecerse aún más pero se engrandece contra mí, encarándome. —¿Ibas a dejar que el veneno de tus mentiras te consumiese?

—Ese veneno está disuelto desde que respeto la memoria de Ebrah, la cual, me pedía que no os contase nada. —escupe, ahora parece iracunda y esto me parece alucinante. —Sí, lo supe desde el jodido principio, desde el primer momento... —dice, saboreando sus palabras con veneno. —Estuve desde el momento en el que se hizo la prueba y salió positivo, estuve con ella siempre... y sí. —parece haber terminado con su discurso, mas no es así. —Puntresh era un Hemsworth antes que un Diphron y sí, por esas venas corría sangre de Anders, ¡Sí, Anders debería haber sido el rey regente...!

—¡Jason! 

No regulo la fuerza y la mujer cae al suelo cuando la abofeteo, Respiro acelerado, Johannes corre hasta mi, tratando de socorrer a Gilda.

—Estás completamente loco, Jason. —murmura ella cuando el consejero la ayuda a ponerse de pie. —Deberías ir a terapia, mierda.

Sus palabras son pequeños puñales que se clavan en mi corazón. ¿Acaso la he golpeado tan fuerte? ¿Acaso he sido tan brusco?

—Maldita sea... —murmuro. 

Ella, seguida de Johannes, sale de la cocina y siento una ira desmesurada. Intento contener mis lágrimas fallando el intento; agarro toda la vajilla, todo lo que encuentro derribándolo contra el suelo. ¡Maldición! Odio que todo dentro de mi vida esté yendo del revés y no entiendo porque.

Johannes vuelve al cabo de unos segundos.

—Sí vienes a reclamarme, puedes irte por donde viniste. —repongo. —No me jodas. 

—Tío, te he criado, Jason. —me mira a los ojos. Sus orbes grisáceos penetran los míos. —¿Qué te está pasando?

Me siento en una silla, esquivando los cristales que reposan en el suelo. 

—No… no lo sé, Johannes. Estoy estresado, estoy…

—Cómo Gilda nos denuncie te puede joder vivo. —bufa. —Ya veo los titulares. <<El heredero al trono guiénes maltrata a sus empleados.>> 

—No dirá nada.

—¿Y eso cómo lo sabes? Ella si puede hablar, no cómo Puntresh o Lander, que están muertos.

Ladeo la cabeza y frunzo el ceño, haciéndome el que no sabe nada.

—¿Que….?

—Deja de mentir de una jodida vez. —contesta el consejero, con rabia. —Sabes tan bien como yo que eso no fue un accidente casual. 

—¿Q-qu...?

—Sí. Toda la Casa Real sabe que fuiste tú el que mató al Príncipe de Guiena, al ex monarca y al chófer, Jason.

Dakota.

Acerco la oreja a la oquedad que separa el salón y la cocina, oyendo la conversación entre el consejero y mi novio.

—Cómo Gilda nos denuncie te puede joder vivo. —le dice Avik. —Ya veo los titulares, <<El heredero al trono guiénes maltrata a sus empleados.>>

—No dirá nada. —refuta Jason. 

Pongo los ojos, viendo a Jason sentado en una silla y a Johannes enfrente, regañándolo cómo a un niño chico.

—¿Y eso cómo lo sabes? —sigue el consejero. —Ella si puede hablar, no cómo Puntresh o Lander, que están muertos.

Me yergo cuando lo oigo, <<¿que tienen que ver Puntresh y Lander?>>

—¿Q-qu...?

—Sí. Toda la Casa Real sabe que fuiste tú el que mató al Príncipe de Guiena, al exmonarca y al chófer, Jason.

Me hielo del todo, mi cuerpo se congela con rapidez y siento que no puedo moverme. ¿Qué? ¿Jason mató a Puntresh?

El dolor de cabeza que palpita en mis sienes comienza a atacarme con toda la fuerza, como si un mar de descargas eléctricas me atacase.

Me recompongo y salgo de detrás de la puerta.

—Jason. —lo llamo, me mira y empalidece. —¿Estoy saliendo con un asesino?

¡Maldita sea, somos la pareja perfecta! Tengo un plan que se me ocurrió hoy mismo, cuando me dijo que le habían dado el título de príncipe y futuro rey, que solo había forma de que fuese rey si su padre moría o abdicaba, así que se me ocurrió el plan perfecto.

—Dakota… ¡fue porque me había quitado el puesto al trono, maldición! ¿Por qué nadie entiende eso?

—Tranquilo. —suelto una risotada que hace que frunza el ceño. —No voy a juzgarte. En situaciones extremas medidas desesperadas, decían.

—Yo es que estoy flipando... —murmura el consejero por detrás.

—¿Qué dices, Dakota?

—Estoy diciéndote que entiendo tu situación, Jason. —digo, acercándome a él y tomándolo de las manos. —Habían nombrado a ese niño próximo rey. Olvidándose de ti y de todo lo que has hecho por compensar las malas acciones que había hecho tu padre. Yo te comprendo, Jason.

—¡Eso no tiene nada que ver, no justifica el asesinato de un niño de 7 años!

Me giro, mirando a Johannes Avik con todo el veneno, desprecio y letalidad que me caracteriza. He decidido empezar a ser una víbora y tomar el puesto de reina consorte del mal. Hay que tener la cabeza fría y en eso Isaac tiene razón, cómo decía su padre, <<Mentón alto, recto y mirada gélida.>>

—Si tan mal y tan grave te parece, denuncia a Jason y que lo metan a la cárcel, ¿no?

Sé que Johannes no es capaz. Quiere a Jason como su hijo, y sería capaz de perdonar todos los males que Jason hiciese con tal de no perder el aprecio que le tiene.

El hombre anciano no contesta.

—Los accidentes de tráfico suceden, Johannes. —sonrío.

Anders.

—La Noche de Las Auras es un evento en el que hay que tener cuidado, Anders. Se pueden invocar auras equivocadas. —comienza a hablar Mara, trayendo la taza de té, lentamente, a su paso. —Se formó y se hizo famosa por las brujas de Lennon.

—¿Brujas? ¿En Lennon? —Lennon es una ciudad cerca de la costa austera de la comunidad del Eje Hippie en Cala Verde.

—Sí. En 1010, es decir, hace 871 años, las Brujas de Lennon, que eran un famoso grupo de brujas, —Mara logra llegar al sofá con las tazas de té humeante. —hicieron un ritual con fines desconocidos, pero eso provocó una explosión áurica.

—¿Qué es eso?

—Sobrecargaron las auras de la zona, y estas explotaron, matando gente.

—¿Matar... gente?

—Un aura es como el corazón solo que es espiritual. Si este aura se destruye, es como si les diese un infarto. Al poco tiempo mueren porque su corazón se para lentamente.

—Joder...

—Desde ese día, 26 de mayo de 1010, la energía áurica durante esas 24 horas es mucho más mayor. —relata, agarrando una taza y dándole un sorbo. La imito. —Las Brujas de Lennon murieron fusiladas como asesinas por la monarquía Diphron, que estaba comenzando.

<<A partir de ahí, su historia como vengadoras de las brujas fue haciéndose famosa, más y más famosa... impartiendose como historia de la magia. Son muy conocidas, ya que desde ese día, la energía cósmica de las auras es muy fuerte... así que si, se pueden hacer todo tipo de rituales con mayor facilidad.

<<Y aunque consumen demasiada energía para la bruja que las impones, se pueden hacer lecturas de aura en profundidad, descubierto de maldiciones de todo tipo y de informar; pues esta noche permite saber quién, cuándo y cómo se impuso una maldición. Sólo las brujas quintas en adelante podemos hacer esto último, somos las únicas que tenemos ese poder.

—Eso es lo que me interesa a mi. —la detengo.

—Pues es de lo más simple, en realidad... aunque consume mucha energía.

—¿Eso qué quiere decir?

—Me cansaré mucho. Pero ya estoy vieja, estoy acostumbrada. —ambos reímos. —Tranquilo, hijo. Te juro que descubriremos el origen de vuestra maldición... y acabaremos con ella, te lo juro mi capitán.

La charla con Mara sobre La Noche de las Auras me ha ayudado bastante. Sé de qué trata, cómo se formó, y tengo la certeza de que podré quitar mi maldición sin que muera nadie más. Porque ya van unos cuantos. Nedda, Asia, Shiver, Denni... Jake no cuenta, se lo merecía, eso y más.

Ya ha pasado casi un mes desde la muerte de Asia y su bebé. Dalina se ha estabilizado como se lo ha permitido su cerebro, el dolor ha sido bastante y el duelo que ha tenido que llevar ha sido complicado.

Incluso escribió una carta, la cual, cuando me la enseñó, sentí mi corazón partirse en pedazos.

Querida Asia, Shiver, y su hijo, del cual, ansié saber su nombre.

Ya ha pasado un mes de la muerte de Asia y el niño, casi seis de la muerte de Shiver...

Y sigo sin entender como la vida puede ser tan mala con una persona, que yo creo que soy, de noble corazón.

La única persona relativa en el mundo que me queda es Iriel, y bueno, el capitán, que es la persona más querida de la que me pude rodear.

Os echo de menos diariamente. La luz de la luna rezumba cada vez más y estoy seguro de que es gracias a vosotros. Hay tres estrellitas en el cielo, brillan con un brillo que jamás había visto. Sé que sois vosotros.

En cuanto a mi vida y la tripulación...

Asia estaba presente, seguro que te ha contado, pero yo te lo quiero contar igual, Shiver.

Tuvimos que huir de West Plate, Saller ganó las elecciones con la coalición del Partido Comunista al que se unió, y eso provocó malas sensaciones frente a la Monarquía, que decidieron atacar la ciudad para intentar matar a Saller y recuperar Guiena.

Pero no salió bien, logro agarrar a Anders y quería matarme, si Anders no decía la ubicación de Saller, me matarían. Anders... lo hizo, traicionó al pueblo por mí. Por eso sé que es él.

Tampoco tengo nada más para contarte, Shiver.

A ti tampoco, Asia, nada más que os hecho de menos, al igual que al sobrino, que ansié conocer, pero jamás pude y jamás podré hacerlo.

Os quiero mucho, muchísimo, y espero que estéis mejor en el más allá.

Desde el más acá, Dalina.

Esa carta, que quedó en el cementerio donde esta Asia, me tocó el corazón a pesar de no ser tan dolorosa.

Entro a mi cuarto en la casa de Milla, encontrándome con una imagen que no sé como tomarme.

—¿Qué hacéis?

Louise y Dalina, la primera con las manos sobre la boca, y la segunda, frotándose la frente, están sentadas en silencio en el cuarto.

Miro hacia mi cama, encontrándome con algo que me da la maldita pista.

<<Una caja de la marca Predictive System, de test de embarazos>>

Empalidezco al instante.

—Anders...

—¿Q-qué...? —trato de juntar palabras, pero no puedo.

—Anders, respira.

—¿Qué significa esto?

—¿Tú qué crees? —dice Louise, irónica.

—Louise... —la riñe Dalina.

—¿Podéis decirme que significa esto de una puta vez? —tomo la caja del predictor a la misma vez que Dalina toma algo de la mesa.

Se acerca hasta mí pasando por encima de la cama, enseñándome el predictor que me provoca un mareo inminente.

<<Dos rayas, positivo.>>

—Yo... —trato de murmurar.

—Anders. —oigo la voz firme de Dalina llamándome, sacándome de mi trance momentáneo. —Estoy embarazada.

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