CAPÍTULO 38

'Atacante'

Louise.

El juicio da comienzo con el sonido del mazo de su señoría contra la madera de la mesa ordena el silencio y la sala lo ejecuta.

—Hoy, día 25 de marzo del año entrante, damos comienzo la demanda de Louise Doufier, por infracción de bienestar familiar y por robo, con pruebas incidentes como fotos.

—Protesto, señoría. —comienza el abogado de la parte acusada. —Esas fotos pueden estar claramente manipuladas con apps de alto calibre.

—No es aceptada su protesta. —contesta el juez, con voz firme. —No me ha dejado ni acabar de hablar, deje de saltar a la defensiva. —lo corta. —La parte demandada se defiende con que 'ese cuento del derecho de bienestar familiar está exagerado'. Palabras textuales. —Ordena los papeles. —Los hechos defienden un maltrato emocional remunerado por pleno machismo.

—Protesto, señoría. —espeta el abogado, callando al juez de nuevo, que resopla. —Es...

—Como vuelva a protestar sin dejarme acabar sale del juicio, letrado. —relincha el hombre. Miro a mi abogado, que aprieta los dientes para no reír.

—Esto va a estar fácil, señorita Doufier. —me dice, guiñandome un ojo.

El juez sigue con el prefacio del juicio, hasta que unos minutos después de decir todo el temario, habla.

—Letrado acusado. —indica. —Puede dar su versión de los hechos.

El público que decide el final de la demanda observa expectante.

—Con la venia, señoría. —se levanta. Miro de reojo a mi padre y esa mirada fría deja caer una gota de sudor por mi frente. —La joven, aquí presente, acusa a mi defendido de un supuesta infracción de sus derechos como hija y por robo. Cosa que es grave en su mentira. —me mira. —¿Acaso tiene alguna prueba más que su palabra y sus llantos, Louise?

Un nudo me atraganta y trato de hablar pero mi voz no sale.

—Sí. —logro decir en un hilo de voz. —Tengo pruebas.

Y no es mentira. Tengo la prueba del banco, donde se ve el dinero pasado de mi cuenta bancaria a la de mi padre, y con su mismo nombre. El hombre es tan tonto que se creyó que no me daría cuenta.

—Ya. Yo tengo más de las que usted asegura. Y una prueba mucho más valiosa. —mira al juez.

—¿Cual, letrado?

Sonríe de forma peligrosa, cosa que me hace sudar aún más y más cuando pronuncia su as bajo la manga.

—La defensa llama a testificar a Samara Daven, la actual pareja de Edward Doufier y madre de Louise. —mi madre se levanta de la mesa y se mueve hasta la mesa interrogatoria, sin mirarme a la cara.

Las lágrimas atacan mis ojos por el hecho de que mi madre está testificando a su favor; aún habiendo sido claramente testigo de todo lo que me ha hecho Edward.

—Buenos días, señoría. —oigo al abogado de mi padre y mi hermano decir 'están jodidos.'

—Buenas. —dice. —Presentese.

—Soy Samara Daven, la mujer de Edward y la madre de Louise.

El juez mira con lupa sus expresiones y mira al letrado defensor.

—Puede empezar, letrado.

—Tranquila. —dice mi abogado, acercándose a mi. —Sus defensas no tienen ni pies ni cabeza, ya lo verá.

El letrado comienza con sus preguntas hacia mi madre.

—¿Usted ha tenido consciencia de algún maltrato por parte del acusado hacia la demandante?

Pensaba que esto se trataba de responder rápido; mi madre demuestra que no y titubea al hablar.

—Mmm... no, nada más allá de algún regaño. Siempre le hemos dejado hacer lo que quiera.

—¿La ha maltratado a usted alguna vez? ¿Y su hijo Pietro ha sido cómplice?

Samara comienza a mirar hacia todos lados como si tratase de buscar ayuda, oigo a mi padre gruñir y mi hermano suspira.

—No, no, jamás... Edward nunca me ha puesto un dedo encima. Y Pietro menos. Pietro siempre me ha querido mucho. —y en eso tiene razón. Mi padre tiene una dependencia emocional de mi madre muy fuerte.

—Entiendo. ¿Y por qué a su hija si? —lo interrumpe mi abogado.

—Protesto, señoría. —se queja el abogado contrario. —Ha interrumpido mi interrogatorio con acusaciones que no entran en este juicio.

—No se acepta la protesta. La infracción de bienestar familiar puede incluir eso. —me mira. —Siga, letrado.

Ahora, por primera vez desde que entró al juzgado, me mira a la cara y más concretamente a los ojos.

—Él jamás...

—¿Jamás qué? —la interrumpe John de nuevo. Hace una pausa cuando mi madre no contesta. —¿Cómo se conocieron, señora Daven?

La pregunta pilla de sorpresa a mi madre, que mira hacia todos lados de nuevo.

—En... en un bar. —completa.

—¿Un bar de qué?

—Un bar de... —carraspea. —un bar de noche.

—De noche... —suspira John. —Waow. —prosigue. Veo una gota de sudor caer por la frente de mi madre. —¿Y qué le parece a usted la relación de Edward con su exmujer?

Edward se levanta al instante al oír la mención de la madre de Pietro, el cual, abre muchísimo los ojos.

—Por ahí no, abogadito...

—Acusado siéntese ahora mismo o pasa la noche en el calabozo, se lo aseguro. —indica el juez y curiosamente mi padre obedece, aunque no aparta su mirada.

El silencio se hace en toda la sala y de nuevo volvemos al interrogatorio.

—Respóndame, señora Daven. —empieza de nuevo mi letrado. —¿Qué opina de la relación de Edward con su mujer, a la cual, no es secreto que todo el mundo sabía de sus malos tratos contra ella?

—Protesto, seño....

—¡No se acepta la protesta! —el grito del juez reverbera por la sala y indica a John que siga.

—¿Qué opina, Samara?

Mi madre se queda callada durante un momento.

—Yo no la conocí. —dice. —No sabía quién era y eso eran banos rumores, letrado.

—¿Banos rumores? —contesta. —Yo creo que no fueron banos rumores, su señoría. —mira al juez, preparándose para soltar la bomba. —Estoy seguro de que es cierto.

—¿Ah, sí? —dice el defensor.

—Sí.

—¿Tiene pruebas, letrado? —pregunta el juez.

—Tengo el testimonio de la víctima, su señoría. —contesta John, creando el barullo entre la sala. —La defensa llama a testificar a María Montague.

La mujer se levanta andando hacia aquí y la sala se desmorona; mi padre refuña y se queja al abogado, mi hermano la mira expectante, la gente murmura, el abogado defensor se pone de todos los colores...

María se sienta en la mesa acusatoria sin decir absolutamente nada, pero me mira y me guiña un ojo.

El barullo se calma a los pocos segundos dando paso.

—Buenos días. —saluda ella con la voz totalmente cordial, mira a mi padre y le manda un beso a lo que el gruñe.

—Buenos días, señora. Présentese.

—Soy María Montague, señoría. Madre de ese nefasto ser humano llamado Pietro, que salió igual de mala persona que su padre.

—Protest...

—Vuelva a protestar y sale de esta sala y no vuelve. —el juez corta las palabras del abogado defensor. —Cuéntenos los hechos, María.

Ver a mi madre y a la madre de mi hermano, a cada lado de la mesa judicial es una representación realmente graciosa.

—Bien. Todo empezó cuando la mujer que me dió a luz... me vendió a este ser. —noto su voz quebrarse llevandose abajo el imperio de mujer fuerte que había construido para refugiarse. —Fue lo peor que pudo hacerme. Hubiese preferido que me hubiese matado, si soy sincera. Este señor me controló, me maltrató psicologicamente desde el primer día.

<<Entre insultos diarios, vejaciones... me quedé embarazada. Desde ahí comencé a tramar un plan con mi ángel salvador para salir de ahí. Tuve al niño y... unos meses después, logré huir de esa casa donde no tenía ni voz ni voto. Todo el barrio de Peaky Oaks, donde me secuestró, sabía de la situación pero por el dinero que les daba se callaba.

—Protesto, señoría. —el juez resopla tratando de calmarse cuando el abogado de Edward y Pietro interrumpe a Maria. —No hay pruebas contundentes.

El juez lo mira curioso.

—Este juzgado llama a declarar a Louise Doufier. Queremos oír la versión de ella por última vez.

Me atraganto con mi propia saliva cuando oigo que me llaman a testificar. Me levanto con cuidado y siento la mano de John sostenerme; pues me mareo y me tambaleo.

Ando hasta la mesa para testificar bajo la atenta mirada de Edward, Pietro, Maria, Samara, Faraday, los abogados y todo el público. Trato de sentarme como puedo tratando de estar cómoda.

—Buenos días, señorita Doufier. —comienza el juez, que me mira a la cara.

—Ho-hola. —titubeo, tratando de calmar mi respiración. Veo a Faraday al fondo asentir con la cabeza.

—¿Cómo te encuentras?

La pregunta, que parece tan simple, reverbera en mi mente.

—Mmm... bien. —respondo, sin más. Veo a María sonreírme mientras limpia una de sus lágrimas.

—Me alegro de ello. —dice, cordialmente causándome una sonrisa. —Cuéntenos su versión de los hechos, Louise.

Siento que no puedo hablar, de nuevo me falta el aire y me mareo aún estando sentada. Siento que voy a desfallecer pero me armo de valor y cuento todo, absolutamente uno y cada uno de los maltratos a los que me ha sometido mi padre y mi hermano.

Lanzarme cosas, insultarme, encerrarme en casa, en mi cuarto, quitarme la comida, romper mi ropa, romper la puerta de mi habitación, incluso expongo las pruebas donde se ve el robo de dinero de mi cuenta a la de Edward... relato todo de principio a fin, desde que tengo uso de memoria hasta el día de hoy con todo tipo de detalles y siento que es poco, cuando miro el reloj, ha pasado más de un cuarto de hora desde que me senté aquí.

—...y hoy estoy aquí gracias a... un amigo. —siento la daga clavarse en mi corazón al decir esto. —Que me animo a... denunciarlo todo.

El silencio se hace en la sala y limpio la lágrima solitaria que bajaba por mi mejilla. La sala queda en silencio otro rato y miro a mi padre, frotándose las sienes y a mi hermano.

Su cara, es una expresión de puro y duro lamento, de arrepentimiento, de dolor, las lágrimas abundan en sus ojos pero para mí ya es demasiado tarde el 'perdón'.

—Eres muy fuerte, preciosa. —me dice Maria a mi lado, en bajito.

El juez habla de neuvo rompiendo ese silencio que atesoraba la sala.

—Letrados. —mira a los abogados de forma alternativa. —¿Quieren interrogar a la víctima?

Ambos niegan con la cabeza y mira al hombre a su lado.

—Declare veredicto, su señoría. —comenta el hombre de al lado.

—Declaro veredicto. —dice golpeando el mazo. Siento la tensión atacarme de nuevo y me siento al lado de John, que agarra mi mano con fuerza. Siento mis sienes palpitar. —Pero no sin antes saber la opinión del jurado.

Mira al grupo de personas sentadas en la banca de al lado, los cuales, se miran entre ellos. Todos, absolutamente todos, sacan unos carteles que son la ruina de mi padre que deja caer su cabeza contra la mesa al ver el cartel con el tic verde que los declara culpables.

Respiro agitadamente y ejerzo más fuerza en la mano de John.

El juez da un golpe seco a la madera.

—Con una defensa malísima y mal preparada, este tribunal... —suspira. —declara la culpabilidad de Edward y Pietro Doufier al cien por cien de la demanda impuesta por Louise Doufier por maltrato, con pena de 6 años en la cárcel entre trabajos comunitarios intermediarios por infracción de los derechos domésticos y robo. —golpea la mesa de nuevo. —Y con esto, doy por terminado este juicio. Llevénselos, ingresan hoy mismo.

Varios policías aparecen y John me abraza. Faraday aparece y entre los dos, me hacen el sándwich humano del abrazo.

—¡Lo hemos logrado, Louise! —celebramos los tres y veo al abogado irse, cabizbajo, veo a mi madre acercarse hasta mí.

—¡Maldita desagradecida! —me grita. —¡Tu padre ha hecho lo mejor que ha podido por ti! ¡Maldita cría! —salta la valla que separa la mesa judicial y las mesas de los involucrados y trata de correr hacia mi con las manos en alto, pero Faraday se coloca delante mía, inmovilizandola.

—¡Silencio en la sala! —grita el juez, aún subido a la mesa. —¡Samara Daven! —grita, haciendo que se quede quieta. —¿Quiere pasar la noche en el calabozo?

—¡Usted es un comprado! —le grita mi madre, trato de decir algo y acercarme pero John me aleja de ellos. —¡Seguro que le ha hecho algo para que le diese el juicio!

—Se equivoca, señora. —dice el juez, completamente tranquilo. —Sé reconocer el maltrato psicologico verdadero y la mentira al instante, para eso conozco la mente humana.

—¡Jamás le puso una mano encima!

—Los malos tratos no son solo físicos, señora Daven. —le da al mazo de nuevo, listo para dictar otra sentencia. Ya se han llevado a mi padre y a mi hermano, que no me han ni dirigido la palabra. María pasa al lado de Samara sin ni siquiera mirarla. —Cuatro meses de trabajo comunitario y una semana en prisión.

—¡¿Qué?! —grita mi madre.

—¡Mamá, déjalo ya! —contesto pero no logro nada.

—Por desacato a la autoridad. ¡Llevensela!

Con esto, entre varios gritos, me quedo en la entrada del juzgado con las lágrimas derramándose por mis ojos y mi madre es llevada por varios guardias al mismo lugar que mi padre y mi hermano.

—Louise. —me llama Faraday cuando por fin suelta a mi madre. —¡Lo hemos logrado, cariño! ¡Ya estás libre de esa maldición de familia!

Sin previo aviso, se lanza a mis labios y sin tiempo a respuesta, sigo el beso quedándome entre sus brazos a la puerta del juzgado.

Anders.

26 de marzo, un día después.

La semana ha transcurrido con completa normalidad, no ha habido dramas, molestias, enfados, ni ninguna otra cosa que pueda atrofiar la tranquilidad que siento estos días.

Bueno, sí, sí la hay. Que hoy son las elecciones del alcalde de West Plate. No sé en que momento hemos decidido que nos presida alguien concreto pero yo no soy nadie para revertirlo.

Escribo el nombre de quién me interesa encima de una de las mesas del polideportivo de la ciudad, Tennia a mi lado hace lo mismo y una Dakota ilusionada por su primera votación nos imita.

—¡Es que por fin tengo 18! —dice, dando vueltas sobre su propio eje. —¡Eso es alucinante, por fin voto, por fin...!

—No digas que por fin puedes beber alcohol porque lo hacías igual antes.

—Ay, Anders, por Dios. —murmura, ofendida.

Termino de escribir el nombre de quién voto y ha quedado precioso; completamente en blanco. Solo está mi nombre abajo, para contabilizar mi voto, ya que sino lo hago afecta a las votaciones. No sé quién votar, no me interesan ni los comunistas ni los monárquicos así que la mejor decisión es dejarlo completamente vacío.

Meto el papel disimuladamente a la urna y segundos después, mi madre hace lo mismo al igual que mi hermana. Los papelitos son succionados por un tubo que los lleva de paseo por todo el Polideportivo hasta las oficinas que hay al lado, donde contabilizan los votos hasta las 00.

Salimos del Polideportivo y en el coche, miro el móvil, concretamente, una nueva app de un rollo de Iternet, que es algo así como una ¿red? Que permite buscar cosas y saberlas al instante...

Busco en la lupita; 'elecciones de West Plate' y en cuestión de segundos, puedo ver como van la contabilización de los votos.

4789 votos contados de 12938.

Este último número va subiendo a la vez que lo hace el de votos ahora mismo.

Un rato después, llegamos a mi casa donde esperaba Dalina en la puerta.

—¿Qué tal? ¿A quién has votado? —me pregunta en bajito cuando abro la puerta y pasamos los tres. Dakota sube a su habitación mientras nosotros nos dirigimos a la cocina.

Suspiro.

—He votado en blanco.

—¿No has votado a Saller?

—No. No soy fan del comunismo, precisamente.

—Pero es Saller...

Entramos a la cocina donde saco una jarra de grog de plátano.

—Precisamente por eso, Dalina. Solo quiere dinero y le dará igual el bien común si puede sacarse unos billetes.

Entramos al salón y me siento en el sofá con ella al lado.

—Cambiando de tema, —sigo. —¿qué tal todo con Iriel?

—Perfectamente, Anders. No te voy a mentir. —suspira, desde que volvió a ver a su hermano tiene una luz distinta en sus ojos y la entiendo perfectamente. —Nuestra relación sigue igual... y ahora ya no me siento sola, siento que tengo a alguien y eso me alegra.

Asiento mientras sonrío.

Pasamos toda la tarde hablando y viendo televisión, entre otras cosas.

Cuando miro el reloj de pared, son las 23:57.

—¿Las 00? ¿Ya? —murmuro, pero la voz del canal de GNN me detiene.

En exactamente tres minutos, terminará el plazo para votar y se cerrarán las puertas del Polideportivo. Se llevan 13786 votos contabilizados de los 15050 que se tienen confirmados. Apenas son 120 las personas que no han votado, lo que perpetúa que estas elecciones son las más votadas de toda la historia de Guiena con un 99.3% de efectividad. ¡Muchas gracias, población de West Plate! Antes de las 00:30, estarán contabilizados todos los votos, me confirman. Aquí Sara Vega, periodista de la GNN.

Quedan solo mil votos y entre casi cien personas que los contabilizan, en apenas un rato estarán contados.

—Dios mío. Como gane Saller... Castilla se va a arruinar. —dice Dalina.

—Y eso no es lo peor. —contesto yo, apoyando la cabeza en su regazo. —La corona de Bahía Blanca irá a matarlo, Saller es bobo y lo conseguirán, lograrán tomar Castilla. —me paso las manos por la cabeza.

—¿Por qué no te presentaste tú?

Cuando la pregunta llega a mis oídos, miro a Dalina, incrédulo.

—¿Yo?

—Sí.

—¿Acaso me ves capaz para presentarme a... eso?

—¿Por qué no?

—Porque no he estudiado ciencias políticas, tampoco tengo una ideología clara y...

—El pueblo te adora. —me corta. —Fuiste su liberación en su momento y te están eternamente agradecidos. Tendrías el Ejército de Guiena a tu disposición, al igual que al Consejo e incluso al Congreso de West Plate.

Las palabras reverberan en mi oídos causandome conmoción, no hubiese sido mala idea pero parándome a pensar bien, me habría puesto en bandeja de plata para la monarquía Diphron.

Pasamos otro rato entre besos y banalidades y cuando volteo a ver el reloj la hora me sorprende; son las 00:19.

—Dalina, Dalina. —la llamo. —Pon el GNN.

La mujer se apresura y pone el canal, donde la emisión son una pantalla de fondo azul, donde pone 'Elecciones'.

Los nombres de los cuatro candidatos y su partido correspondiente reposan a la espera de sus votos.

¡Y con casi el 100% de la población de Castilla que ha votado, ahora sí, los votos!

Las barras al lado del nombre de cada candidato comienzan a acelerar, mostrando un porcentaje al lado que sube.

Pero segundos después, hay dos que comienzan a detenerse.

Una de las barras se detiene del todo con el 18% de los votos y la voz de la presentadora suena de fondo.

¡Rita Owens, partido socialista! ¡18,1% de los votos!

Otra barra se detiene al poco rato y la de Saller sigue avanzando junto a la del monarquista.

<<Si gana el monarquista, volveremos a ser parte de la monarquía de los Diphron>>

¡Marlane Lakami, partido centroderechista! ¡22% de los votos!

Siento el corazón en la garganta cuando noto la barra de Iván Otélèr, el candidato monarquista, frenarse mientras la de Saller continua.

Segundos después, una de las dos barras se frenan en seco.

¡Iván Otélèr, partido monárquico! ¡26,9% de los votos!

¡Tenemos nuevo alcalde de West Plate, Saller Duponte, partido comunista con el 33% de los votos!

El silencio se hace por completo en la sala y los pensamientos pasan por mi mente mientras las sienes me palpitan.

<<Van a ir a por Saller. Ser el nuevo alcalde de West Plate era un regalo envenenado. Y Saller acaba de ganarlo.>>

*******

Solo un capítulo más y entramos en la recta final del libro, voy a LLORAR.

Nos vemos en el capitulo 39 :).

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