CAPÍTULO 29

'Extraoficial'

Jason.

La mañana siguiente me recibe con la luz del día.

Miro por la ventana, encontrando la plaza principal de East Plate un poco nevada. Por mi mente pasa lo que descubrí ayer en Libro Monárquico de mi padre.

Ebrah tuvo otro hijo cuando yo apenas tenía cuatro y ella tenía quince. Es increíble pensar que 'mi sobrino' está por ahí perdido y es el actual heredero al trono de Bahía Blanca.

No me dio tiempo a mirar el resto del Libro Monárquico, así que, hoy necesito volver cuando mi padre se vaya. Pero no sé como organizarlo yo solo. Necesito ayuda.

Froto mis sienes tratando de encontrar una forma de como entrar al cuarto de mi padre y tener suficiente tiempo para leer todo lo que pone en el Libro Monárquico.

<<¿Y si le pido ayuda a Avik...?>>

No, es un defensor de Anders.

<<Aunque después de lo que leí ayer, no veo la versión de Johannes tan descabellada...>>

Agito la cabeza intentando borrar la idea que me ha rondado; no, la versión de Avik es una mentira que me ha dicho intentando hacerme daño, estoy seguro de que no tiene razón y las cosas no fueron así.

Estoy seguro de que Anders Hemsworth asesinó a Ebrah.

<<No, no estás seguro>>

La verdad es que no.

Busco prendas en mi armario, colocándome un jogger cualquiera y una sudadera sin nada debajo, salgo de mi cuarto colocándome unas chancletas sin calcetines.

No tengo que salir del castillo, así que no me preocupó lo más mínimo por mi aspecto. Bajo a la cocina donde está Hermenegilda, la cocinera que trabaja aquí.

—Hola, Jason. —saluda con confianza. Lleva aquí toda mi vida y es normal que tenga la confianza de llamarme por mi nombre.

—Buenos días, Gilda. —la llamo con su diminutivo solo de la mera pereza que me da pronunciar su nombre entero.

—¿Que quieres para desayunar?

—Cualquier cosa, me es indiferente.

—Bueno. —contesta. —Por cierto, hoy llegó una carta de West Plate.

Todas mis alertas se focalizan en lo que Hermenegilda acaba de decir.

—¿De West Plate?

—Sí. —dice, sacándola de un cajón que tenía en la encimera.

Me la da, está sin abrir y abro el sobre sacando la carta con el sello azul de West Plate.

Leo la carta en voz baja y para mí mismo.

Querida familia real,

Desde el consejo de West Plate, en símbolo de paz y de absoluto sosiego, enviamos una carta a cada Comunidad Autónoma e Independiente del Reino de Guiena, así sea la Comunidad Independiente, Autónoma y Monárquica de Bahía Blanca o la Comunidad Independiente, Autónoma y Anarquíca de Cala Verde, enviamos este sellado para informar de lo siguiente.

Se están organizando elecciones para este año, serán cerca de junio y tenemos a varios candidatos para la alcaldía de la comunidad. La Comunidad Independiente, Autónoma y Anárquica de Castilla del Bron, cambiará su nombre para pasar a ser La Comunidad Independiente y Autónoma República Regional de Castilla del Bron, o simplemente Comunidad de la República de Castilla, ya que el pueblo así lo ha decidido.

Es decir, desde junio, aún sin fecha determinada, West Plate ya no será la capital de una comunidad anárquica, sino, la capital de una comunidad de república municipal.

Un saludo, el consejo de West Plate.

<<Oh, mierda>>

Mierda, mierda, mierda.

Que la comunidad de Castilla se convierta en una república no me beneficia en nada, sería como enfrentar a Godzilla y Donkey Kong. El típico versus político, ¿monarquía o república?

Joder, joder. Noto las gotas de sudor empezar a caer por mi frente.

—¿Que pasa? —pregunta Gilda ante mi reacción.

—En resumidas cuentas, —la informo. —en Castilla del Bron tendrán elecciones ya que el pueblo así lo ha decidido. Elecciones municipales. Es decir, ya no será una anarquía, sino, una República Municipal. —cuento, la mujer ladea la cabeza. —Probablemente elegirán a Hemsworth y eso me complica aún más el proceso de recuperar Guiena entera y asesinar a Hemsworth.

Gilda chasquea la lengua al oír mis propósitos.

—No puedo creer lo que oigo, Jason. —dice, resoplando.

—¿Qué?

—No puedo creer que después de pelear contra Anders y perder siempre, no te cansas de seguir intentándolo. Deja a ese hombre en paz.

—¿Ahora vas a defenderlo tal y como lo hace Johannes?

—No es defenderlo, Jason. —me riñe, postrandose frente a mí y mirándome a los ojos. —Es la realidad. Deja ya a Anders, siempre te gana y terminas igual.

—No voy a dejarle hasta que acabe con él, Gilda. —escupo con ira. —Ahora Castilla va a ser una República Regional, cosa que me facilita las cosas. —si mato al presidente de Castilla, se me hará mucho más fácil recuperar Guiena. —Y ahora no me ganará. Planearé mi ataque, con mucho cuidado, atacaré desde dentro y terminaré con Anders Hemsworth cuando se haga presidente de la República de Castilla. —me levanto, poniéndome a su lado. —¿Está el rey de Bahía Blanca en casa?

—No, ha salido hace unos minutos.

Dejo mi taza en el fregadero con ira antes de salir de la cocina y dirigirme hacia el cuarto de Isaac Diphron, buscando el Libro Monárquico.

Vuelvo a entrar por la puerta dorada y blanca y vuelvo al lugar donde encontré el Libro Monárquico.

Golpeo la tabla hasta que sale, y la saco dejando al descubierto los dos libros pequeños. Agarro ambos y sin pensar más, recoloco la tabla y me llevo los libros a mi cuarto.

Allí, me siento sobre mi cama y observo los dos. El primero, que tiene pinta mucho más viejo, tiene las letras 'Libro Monárquico 1' grabado en dorado en la portada. El nombre de mi padre 'Isaac Diphron', esta justo debajo del nombre.

Lo abro y busco la fecha que necesito; año 1961. Necesito saber que pasó con ese niño cuando nació y luego buscaré las fechas de su asesinato.

Busco pasando mi nacimiento, su nacimiento, la muerte de mi madre, etcétera...

Hasta que llego al año 1961.

Allí, busco entre los meses del año, intentando encontrar algo sobre su nacimiento; enero, febrero, marzo, abril, mayo, junio... encuentro el escrito que vi el otro día, y apenas unos meses después, el 3 de septiembre, se registra el nacimiento del niño.

Ebrah ya ha tenido al niño. Mandé a Johannes a deshacerse de ese niño y lo llevó a un vertedero cualquiera. Mi hija está llorando en la cama, se siente culpable, pero es lo que toca.

Ahora es momento de que nadie se entere de que la hija del monarca de East Plate ha tenido un hijo. Solo hay que hacerlo desaparecer y ya.

No sé porque extraña razón pero leer eso me duele en el corazón, el niño puede haber incluso muerto siendo un recién nacido y la frialdad de mi padre al cometer tal acto es tan impune que me arde en el alma.

Pero intento entender su acción; si los medios llegasen a enterarse de que la hija de un monarca dió a luz con quince años, se montaría un escándalo en contra de la monarquía guiénesa.

Agito la cabeza sacando esos pensamientos de ella; debo pensar en positivo y pensar que el embarazo prematuro de Ebrah podría haberme influenciado hasta a mí, incluso.

Sigo pasando páginas, pasando por varios años; 1864, 1867, 1870...

Ojeo las hojas pero no hay nada interesante, hasta que llego al año 1873, exactamente al nacimiento de Puntresh, el segundo —cosa de la que me acabo de enterar— hijo de Ebrah, que nació el 20 de diciembre de ese mismo año.

Vuelvo a ojear las palabras del libro, pero ahora veo palabras clave que me desestabilizan.

20 de diciembre de 1873.

Hoy ha sido el nacimiento del futuro heredero al trono de Bahía Blanca.

¿Como que futuro heredero? ¿Y yo?

Cuando cumpla los quince, en unos años, le daré el título de Príncipe de Bahía Blanca, y a Jason le pondré el título de Príncipe de alguna región de la comunidad, pero él no será rey. Lo tengo clarísimo, no vale para esto, intenta ponerle dureza a las cosas, pero tiene corazón y eso es algo inaceptable en la monarquía.

Siento mi mundo caerse abajo al leer esto. ¿No seré rey? ¿No me ve capacitado para esto? ¿Cree que soy blando? ¿Se lo dará a mi sobrino?

Sigo leyendo tratando de responder estas preguntas y siento mis ojos inundarse, sin embargo, aleteo las pestañas tratando de calmarme.

Yo quiero a Jason, pero ya no puedo hacer nada, es demasiado bueno para la monarquía, estoy seguro de que si estuviese en mi posición, cuando nació el primer hijo de Ebrah, lo hubiese criado junto a su hermana.

Por eso aún estoy a tiempo, de que entre Drake y yo, criemos a Puntresh para que sea un hijo digno, digno de la corona guiénesa y que tenga mano firme a la hora de ejercer el poder.

Siento una lágrima solitaria rodar por mi mejilla y la limpio al instante. ¿Cree que soy blando? ¿Quiere darle el trono a ese niño sin padre?

Ya veremos quién es más débil. Paso las páginas con rabia dispuesto a encontrar más verdades. Llego al año 1876, hace cuatro años, el año de la muerte de Ebrah.

Busco entre las fechas.

Mayo de 1876.

Ahí me quedo y comienzo a leer.

3 de mayo de 1876.

Hace unos meses que Ebrah huyó con ese capitán, aún siendo los reyes del país no logramos encontrarla, así que trazo mi plan perfecto para rescatarla de las garras del marinero.

Ese marinero, que Jason conoció en la Escuela de Marinería, ha estado atormentando a toda nuestra familia con su espectro desde que apareció, debemos deshacernos de él. Hay que poner en marcha la operación rescate.

Siento mi corazón latir con fuerza y veo que el libro se está quedando sin páginas.

5 de mayo de 1876.

El plan está casi listo; entraremos a West Plate como barcos cargueros, allí, mis soldados bajarán del barco y se dirgirán hacia la casa del capitán, para rescatar a mi hija.

7 de mayo de 1876.

Mierda, mierda, mierda. Siento que mi corazón se va a salir de mi pecho, mis oídos pitan y no quiero seguir leyendo, pero algo me dice que lo haga.

No puede ser. Nada ha salido como pensaba. La Princesa de Wardrobe, título de Ebrah Diphron, ha muerto en la operación rescate.

Esto si que no puede llegar a los medios, al menos no la verdad.

Debemos dejar mal a la familia Hemsworth. Después del ataque, se está formando una guerra que está dividiendo Guiena.

¿Qué? ¿Porque no pone nada?

8 de mayo de 1876.

Esto no puede estar pasando. En el funeral de Ebrah, la Princesa de Wardrobe, llegaron soldados de la armada guiénesa que se habían posicionado a favor de West Plate, y nos atacaron matando algún que otro civil, pero nadie importante damnificado.

Así es como se ha desatado la ya nombrada por los medios, Guerra Civil de los Siete Mares; Guiena se ha dividido en tres, se ha formado un consejo de Castilla del Bron y otro de Cala Verde, han declarado la independencia de nuestro poder, aunque siguen siendo parte de Guiena, ahora tienen un estatus propio, ya no son parte de nuestra monarquía, ahora son una anarquía. Quieren quedarse Guiena entero para ellos.

La guerra se ha dado inicio y cada comunidad es un bando; nosotros los rojos, ellos los azules, y los neutrales son los verdes, de Cala Verde.

Hemos perdido todo el poder jurídico y político allí, ahora Hemsworth es un heróe del pueblo cuando ni siquiera estaba presente el día del ataque...

Dejo de leer, ya que la historia de La Guerra Civil de los Siete Mares ya me la sé, se inició todo por la muerte de mi hermana, ya que atacamos West Plate y se revelaron contra nosotros...

Me duele la cabeza, Anders ni siquiera estaba presente el día del ataque, y...

Me levanto de la cama, iracundo y con la rabia corriendo por mis venas con fulgor, agarro los libros para devolverlos a su sitio. Por mi cabeza pasa la idea de chantajear a mi padre con estos libros en mi poder, y apesar de mentiras, y traiciones, no puedo hacerlo.

Justo abro la puerta y me encuentro al susodicho.

—¡Jason! —grita, al verme con los libros en manos. —¿¡Que demonios haces con los Libros Monárquicos?!

—¿Con que no voy a ser rey, eh, papá? —me encaro contra él, con los libros aún en mano. Es un poco más alto que yo pero aún así me impongo. Anda hacia adelante y yo sigo hacia atrás. —¿Lo va a ser Puntresh? ¡No sé sabe ni quién es su padre, por Dios!

—Hijo, no...

—¡Ni hijo ni nada! —grito molesto, empujándolo suavemente. —¡Desde que nací no has hecho más que mentirme! ¡Ni siquiera la conocí, pero estoy seguro de que si mi madre estuviera aquí lo habría hecho mejor!

—Es demasiada presión para alguien como tú, Jason.

—¿Alguien como yo? —noto como se pone recto. —¿Como es alguien como yo?

—Con corazón. —responde sin pensarlo. —¡¿Acaso te crees que a mi me gustó tener que dejar un bebé recién nacido en el contenedor?! —grita ahora, tensando el ambiente. La puerta aún sigue abierta, no hay nadie cerca. —¡Pues claro que no, pero tuve que hacerlo! ¡Tú no serías capaz!

Nos quedamos en silencio y pasan unos segundos. Mis ojos se han inundado de nuevo al ver la desconfianza que tiene mi padre en mí, pero aleteo las pestañas intentando no mostrar debilidad.

—Estoy seguro de que si confías en mí por una vez en tu...

—¡No! —me encuella, llevándome contra una pared. Sus ojos inspiran desesperación. —No puedo dejarte ser rey, entiéndelo. O se nace para serlo o no se nace. El mundo de afuera es muy duro y más para ti, que nunca has tenido una vida díficil.

Yo no lo considero así. Es cierto que nunca he pasado dificultades, pero murió mi madre al tenerme y poco después mi hermana murió. Porque esa es otra parte.

—Vale, he tenido una vida muy simple. —aparto sus manos con violencia. —¿Y Ebrah también la pasó, aún cuando tus soldados la mataron en West Plate?

El color de su cara desaparece completamente al oírme.

—Jason, eso no...

—Jason eso sí. —lo contradigo. —¿Creeías que ibas a mentirme toda la vida? ¿Que se enteraría el país entero menos yo? ¡Ebrah no murió a manos de Anders! ¡La mataron tus soldados!

Se queda callado durante unos segundos.

—¿Quién demonios te ha dicho eso? —abro la boca, pero no me deja hablar. —¿Acaso no ves que son bulos en contra de nuestra monarquía? ¡Han existido toda la vida y siempre lo harán! Hay miles de ellos, Jason. —comienza a enumerar. —El bulo de que tu bisabuelo abusaba de monjas o el de que tu abuelo practica satanismo y budú. ¡Son eso, bulos! —se queja. —Y más si te lo ha dicho alguien de fuera. ¿Quien ha sido?

<<¿Monique Carreer? ¿La directora del periódico de Guiena, comprada por los azules? Oh, no, espera, no. ¿David Soldirer? ¿El chismoso ese? Que tiene el título de periodista por que se lo compró. —dice con desprecio, me exaspera por completo.

—¡Cállate, papá, por Dios! —le grito, haciendo que cierre la boca de una vez. —No me lo ha dicho nadie de fuera, ha sido de nuestro núcleo familiar.

—¿Quien? ¿Uno de los esclavos de la mina, que no saben ni donde viven? ¿O una de las cocineras chismosas?

—¡Dios, calláte, me lo dijo Johannes! —le chillo haciendo que se calle por fin.

Isaac.

Oír que su niñero ha sido quien le ha dicho eso, me exaspera aún más.

—¿Que te lo ha dicho Johannes? —digo, entre dientes.

—Sí.

—Pues será que el cerebro le falla ya. —contesto. —Voy a despedir a ese viejo cascarrabias...

—No vas a echar a nadie, papá. Es el único que ha tenido valor de decirme la verdad y el único que me ha querido. Tú nunca estabas. —comienza a escupir, iracundo. —Nunca. Y encima eres un falso. Conmigo, delante de los medios, todo. Vas de rey limpio... —oigo un movimiento detrás y alzo las cejas para que tenga cuidado y ahora susurra. —y bien que utilizas mis esclavos de ahí abajo.

—No te consiento que me hables así. —digo, agarrándolo del brazo. —Debería castigarte y meterte a tu cuarto para que dejes de hacer gilipolleces como a un niño pequeño. ¿Pero sabes que? —lo empujo contra su cama y agarro ambos libros, debo cambiar su escondite. No soy capaz de decir nada más. —Ya hablaremos.

Salgo del cuarto de mi hijo completamente impasible. Palabras de Mercy Diphron: 'Jamás dejes que vean dentro de tu corazón, es signo de debilidad. Mirada alta, mentón al cielo, jamás cabizbajo. Tú lo crees, tú lo vales, tú lo eres.'

Cierro la puerta, noto que alguna lágrima ha caído por sus mejillas y precisamente por eso lo digo; siendo monarca, no puedes permitirte llorar, tener sentimientos, ni expresividad. La gente de fuera del castillo juzgará absolutamente todos tus movimientos para criticarte, hasta el acto de tener sentimientos.

Voy hacia mi próxima parada: la habitación de nuestro consejero de toda la vida, Johannes Avik.

¡No tiene derecho a andar diciéndole cosas a mi hijo para lavarle la cabeza! Se está ganando un despido y no me gustaría, ha sido consejero creo que hasta de mi tatarabuelo, pero si toca, toca.

Cruzo por los pasillos del castillo, en menos de un minuto estoy plantado delante de la puerta del consejero. Toco la puerta y entro, encontrándolo haciendo budú.

—¿Que demonios haces? —digo al abrir, despertándolo de su trance cósmico.

—Estoy haciendo yoga. ¿Que quieres? —responde con ímpetu.

—Oye, oye, a mi no me hables así que soy tu rey.

—Sí, y casi como mi hijo, al igual que Jason. ¿Que pasa? —deshace su extraña postura, poniéndose de pie y guardando las cosas de yoga. —Me has despertado de mi fase de energía sensorial. Estaba en la postura de la grulla naranja.

—Y yo me llamo Isaac. —respondo, alzando una ceja. —Mira, me da igual que hagas en tu habitación de hippie. Quiero venir ha hablar contigo. —suelto. —No quiero que sigas metiéndole cosas en la cabeza a Jason. —me mira de reojo. —Sabes que es muy crédulo.

—¿Que cosas dices, Isaac?

Me acerco hasta él rápidamente, encarándolo.

—No quiero que le vuelvas a decir que a Ebrah la mataron los soldados.

—¿Porque no puedo decirle la verdad?

—Eso no está confirmado.

—Nadie más que tú sabe cual es la verdad o no, Isaac. —escupe las palabras. —Sólo quiero que quede en tu conciencia el hecho de que como le estás mintiendo a tu hijo sobre la muerte de su hermana menor. O no solo en ese tema. —sigue. Aprieto la mandíbula mientras sigue guardando las cosas como si nada. —¿Ya sabe que Ebrah tuvo otro hijo antes que Puntresh?

Lo encuello al instante pero su expresión sigue intacta.

—No vuelvas a decir eso en voz alta si quieres seguir trabajando en la familia real, Johannes.

—Oh. —pone un puchero. —Échame. A ver si no la cagas aún más con tu hijo. ¿Tanto te molesta que te diga la verdad?

Me pica la mano con ganas de darle un bofetón, pero me resisto al ser el hombre que básicamente me ha criado.

—Joder... —resoplo soltandolo con brusquedad. Voy hasta la puerta de la habitación, dispuesto a salir. Ya allí, me giro una vez más para advertir al consejero. —Johannes. —se gira hacia mí, se había dado la vuelta guardando cosas en su cajón. —Es tu primera y última advertencia. Deja de dar bola a los bulos contra la monarquía.

Sonríe picaramente para luego decir:

—Isaac, Isaac. —dice con tono burlón. —En tu conciencia queda cual fue la realidad, si a tu hija la mató Hemsworth... o fueron tus soldados. En tu conciencia está.

Salgo del cuarto apresurado.

Repaso el papel dándole más vueltas al asunto.

<<Ahora mismo Jason es el heredero al trono. Pero debo cambiar eso para que lo sea Puntresh>>

Suspiro al no saber que hacer y los Libros Monárquicos reposan sobre la mesa. Son como dos diarios donde se cuentan las cosas más importantes de la monarquía.

Si Jason los ha mirado, debe de haberse enterado de muchas cosas... menos mal que nunca concreté sobre...

—Papá. —el sonido de la puerta de mi cuarto me detiene, es Jason. Han pasado varias horas desde nuestro encontronazo.

—¿Q-qué pasa, hijo? —digo, siguiendo su rollo al llamarme papá.

Entra al cuarto y veo que lleva un periódico en la mano.

—Mira. —posa el periódico frente a la mesa. Es de la GNN, Guiena's National Newspaper.

—¿Que es...?

Me callo al leer lo que pone, un titular que llama mi atención al instante.

Problemas dentro de la familia real: Fuerte disusión entre el monarca y su futuro heredero.

Una acalorada discusión sobre bulos; parece ser que el joven heredero, Jason Diphron, ha creído en uno y se ha pasado de la raya, provocando la rabia del actual monarca de Bahía Blanca, que lleva 34 años siendo el rey.

Luego de este título y subtítulo, una foto nuestra dentro del cuarto de mi hijo, conmigo de espaldas y Jason delante mía reinan la portada del periódico.

<<Dios, voy a matar a Monique>>

Metiéndome al artículo, un pedazo de nuestra conversación es la parte jugosa del texto. Eso sí, no revela nada que no se deba relevar, por suerte.

—Organiza una reunión con todo el personal, Jason, vamos a echar a ese inflitrado de aquí. —ordeno.

—Vale, padre. Otra cosa. —me entrega una carta.

La leo y en resumidas cuentas, la comunidad del bando azul tendrá alcalde a partir de sus elecciones en junio y ya no será una anarquía. Eso es lo que ha votado el pueblo, cosa que me extraña.

—Bueno. —le devuelvo la carta a mi hijo, a la vez que el periódico. —Ya veremos que hacemos con eso, una república ahora no nos conviene y menos presidida por Anders, que es muy querido por el pueblo. Tienen el voto del bando verde, que aunque digan ser neutrales, están más de su parte, evidentemente. No podemos dejar que nos gane la república, hijo.

—Bien, padre. Vamos pensando que hacer. —agarra el periódico y se lo lleva, llega a la puerta y está apunto de cerrar...

—Jason. —me oigo decir.

Entra en menos de un segundo de nuevo y ahora cierra la puerta.

—Dime.

—Siento mucho todo lo que te he dicho, hijo. Es que me pongo nervioso al saber que crees más en bulos que nos dejan mal que en tu propio padre. —comienzo a decir, tratando de hacer que me brillen los ojos.

—Papá, ya no sé que creer... dejaste al hijo de Ebrah en un contenedor.

—¿Ves? —me quejo, posando mi palma sobre su hombro. —Por eso quiero que Puntresh sea el próximo rey, estoy cerca de criarlo como quiero y prepararlo para ser rey. Tú no entenderás el porqué lo hice, era por el bien de la monarquía guiénesa y el bien común.

—¿No había otra forma de...?

—No la había. —lo interrumpo, sé que va a decir. —Era eso o que los medios se enterarán de que la Princesa de Wardrobe había dado a luz a los quince. —niego con la cabeza. —Sé que parece desalmado, pero era la única opción.

—¿No podiaís dejarlo en un orfanato, al menos? —las lágrimas inundan sus orbes marrones de nuevo. Dios, este muchacho es tonto.

—Los papparazis nos persiguen a todas partes, Jas. —uso el diminituvo de su nombre, tratando de calmar la cosa. —No hubiese sido posible. —sobo sus hombros. —Mira, hijo. Aún estás a tiempo. Si demuestras que serías capaz de reinar con cabeza, podrás ser rey. —tampoco quiero pintarlo como un ángel, tiene esclavos en la parte baja de este castillo, pero es otro acto más tratando de parecer rudo y malo, pero a la hora de la verdad, no es así.

—Vale, padre.

—Entonces, ¿todo arreglado? ¿Hacemos como que nunca pasó lo del hijo de Ebrah?

—Mmmm, sí.

—¿Dejas de creer en bulos?

—Sí. —sonríe.

—¿Padre e hijo?

—Obviamente. —al oír esto, me fundo con él en un abrazo de amor paternofilial.

Evidentemente sé que seguirá siendo blando, yo dimitiré pronto, cuando Puntresh tenga los dieciocho ya que no quiero ser rey más tiempo, esto cansa mucho y Drake esta entrenando a su nieto para que sea un gran rey.

No será rey, sigue siendo igual aunque intente demostrar que no, teniendo esclavos, no 'enamorándose' e intentando no mostrar signos de debilidad, pero la realidad es esa; Jason reinaría con el corazón peleándose con la cabeza y eso traería problemas.

Así que, prefiero decirle que si logra cambiar podrá ser rey, para tenerlo entretenido durante un tiempo, al menos.

Aunque no vaya a pasar de Príncipe de algún municipio, que, por ahora, ya se me ocurrirá.

Los problemas de uno en uno, que sino, se me cae el pelo del estrés.

8 de enero.

Anders.

Observo el periódico nacional de Guiena, percatándome de las noticias que ocurren en el país.

La portada no es nada más y nada menos que Jason e Isaac en un acto real, juntos, dando imagen de padre e hijo perfectos aún cuando salieron de portada hace unos días, peleándose.

Hablaban sobre algo de un bulo... ¿acaso se habrá enterado Jason por fin que yo no maté a su hermana y fueron sus soldados imbéciles?

Cualquiera lo sabe.

Espero que sea así y me deje tranquilo, luego, el pueblo podremos montar un referéndum y que gane nuestra república que reunifique Guiena.

La verdad es que después de la muerte de Ebrah el dolor me cegó, no pensé y di inicio a la Guerra Civil de Los Siete Mares contra Bahía Blanca, cosa que ahora me gustaría parar, pero no puedo permitírmelo.

Doy otro sorbo a mi café soltando el humo del cigarro y la puerta me distrae del impreso.

—Capitán. —es Aldous. —Está todo listo.

Una pequeña punzada de dolor roe mi pecho cuando agarro mi maleta y salgo de la casa de Milla, que me espera en la orilla.

Ando con Alodus hasta llegar a la orilla, donde ya está el barco listo. Ibon se despide de su madre, Enerah de la suya y luego Julie despide a su suegra.

—Cuidaos mucho, porfavor. —dice la pobre Milla, llorando. —Y comed, porfavor.

—Llamáme cada día, Enerah, no importa la hora. —insiste Ursule a su hija.

—Sí, mamá, sí. —dice Ibon. —Capitán, lo esperamos dentro.

Los tres me sonríen y entran dentro del barco. Aldous entra seguido y Milla me mira. Sin pensarlo dos veces, se lanza a mis brazos.

—Mil gracias, capitán. —susurra en mis oídos. —Le agradezco demasiado el haber desecho las monotonías en las que estabamos atrapados. Y por darle trabajo a mi hijo, mi nuera y mi sobrina. —se separa de mí. —No lo defraudarán.

—Eso espero, Milla. Gracias a todo el pueblo por acogernos de esta manera durante estos días. Ha sido un descanso muy especial. Gracias por arreglar nuestro barco, darnos comida y donde dormir. —ahora soy yo quien abraza a la mujer, que deja caer lágrimas por sus mejillas. —Tenéis un espacio muy especial en mi corazón.

Me separo de ella y me despido de su hermana menor.

—Cuide mucho de Enerah, le aseguro que será de mucha ayuda. —dice una Cruella de Vil afligida.

—Eso espero, Ursule.

—Os deseamos mucha suerte. —habla de nuevo Milla, cuando ya nos hemos separado. —Esperemos que terminéis todas vuestras misiones sanos y salvos.

—Gracias, muchas gracias, Milla. —me despido de ellas mandándoles un beso y subo por la tabla donde esperan Darko y Faraday para elevarla y meterla al barco. —¡Adiós, familia Sawzky!

Las hermanas, abrazadas, lloran tristes.

—¡Anders! —me grita Milla. —Recuerda, 26 de mayo. —me recuerda refiriéndose a La Noche de Las Auras, su madre le habrá contado y me lo confirma cuando me guiña un ojo y asiento.

—¡Chao! —me despido. Me giro hacia dentro del barco. —¡Levad anclas! ¡Estirar la vela!

Mis tripulantes obedecen y Craber, el mejor navegando, maniobra para salir de la playa de Cala Sawzky, me asomo viendo a las hermanas y arrancamos dejando tierra firme, volviéndonos a meter al mar Pacífico.

La noche nos pilla, horas después, llegando a Horizone, ya que nuestra siguiente misión es una isla al lado de la ciudad.

—Te dejo, Dakota. —digo por la línea, listo para colgar. —Vamos a parar en una isla y mañana completaremos la misión.

—Bueno, hermanito. —me dice. —Espero que descanses. Adiós, Anders.

—Adiós.

Cuelgo el móvil y ando hasta la recámara. Ahora, timonea Aldous.

—Aldous. —lo llamo, asomándome por la recámara. —Para en la isla de Horizone, mañana haremos la misión.

—Oído, mi capitán.

No sé que tipo de bicho pico a este hombre, pero desde el fin de la primera época de mar, —que por cierto, ya hace un año que partimos a ella— ha cambiado bastante su actitud.

Miro los mapas, efectivamente, la isla está hacia el noroeste saliendo de Horizone. Taché la misión de Jack Smarrow la que aún me provoca dolores de cabeza, aún estando incompleta, pero sino, no nos dan la siguiente misión, ya que se van desemborronando según las completas.

Oigo a alguien andar detrás mía, y me giro viendo al rusito.

—Darko. —lo llamo, se gira para mirarme. —¿Hoy te toca guardia?

—Sí, korol'. Hasta las 02:00, luego le toca a Faraday.

—Bien. —contesto. —¿Alguien le ha explicado a los nuevos todo este tema de las guardias?

—Mmm, sí, alguien les ha explicado. —parece apunto de irse, voy a girarme pero habla de nuevo. —Korol —por alguna razón, me llama rey en ruso, aunque sea todo lo contrario, no me desagrada. —¿crees que los nuevos valdrán para esto?

La pregunta es mucho más interesante de lo que parece.

—Mmmm. Bueno. —pienso la respuesta adecuada. —Puede ser que si o puede ser que no. Lo que sí sé es que tienen un contrato firmado, y les guste o no, deben seguir con el hasta el fin de esta época, luego pueden dimitir. Pero bueno, yo creo que si que van a aprender rápido, tengo más fé en unos que en los otros...

—¿En quienes? —me interrumpe, curioso el ruso chismoso. Me hace cierta gracia.

—Pues mira. Ibon y su mujer yo creo que si serán capaces, pero la hija de Ursule... —pienso en su nombre, el cual ahora mismo se me ha ido. —Enerah. Es que a Enerah... la contraté por hacerle el favor a Milla, pero la veo demasiado... niña, no sé. Es que no la veo capaz de andar lanzando bolas de fuego y usando la telequinesis para mandar a volar brujas. —me sincero. —¿Tú que piensas, Darko?

—Sabe que yo no soy de muchas palabras, korol. Pero algo voy a decirle, —atención, cuando el ruso habla sabiamente que no son muchas veces, los demás nos callamos porque muchas veces de las que habla, acierta. —Nedda también parecía una niña. Y con una mano, mandaba a volar brujas y con la otra lanzaba bolas de fuego del tamaño de mi cabeza. —me guiña un ojo. —Buenas noches, mi capitán.

****

Repito por vez mil quinientos: este libro tiene MUCHAS faltas de ortografía.

Las arreglaré todas y también los fallos de concordancia. Cada vez me queda menos para terminar el libro y sigo sin creerlo, la verdad.

Ig: @miikell.fdeez_

Nos vemos en el capítulo 30.

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