CAPÍTULO 23
'Luto'
Asia.
Una semana después: 3 de diciembre.
Faltan sólo dos semanas para que haga un mes de la muerte de Shiver. Y aún no lo asimilo.
Aseguro los botones de mis muñecas mientras mi cabeza no deja de rememorar a mi esposo. Su foto, colgada delante encima del cabecero de la cama, deja ver su tierna sonrisa con su pelo rubio y sus ojos marrones; las flores, enganchadas a los dos lados del cuadro, resplandecen dejándome entender que siempre estará vivo para mi.
Para mi, y para el hijo que llevo dentro.
Toco mi estómago y sin darme cuenta las lágrimas ruedan por mis mejillas, no puedo despegar la vista del cuadro.
La mañana me inspira buenas vibras, son cerca de las doce y la luz entra por mi ventana. Las ventanas de este barco pueden abrirse y además, son de un material muy resistente. Me dispongo a salir de mi cuarto, pero...
De repente, un latigazo de dolor recorre mi estómago. Estoy embaraza de dos meses y esto no debería pasar.
El latigazo es tan fuerte que me tira a la cama, no puedo evitar llevar ambas manos a mi estómago intentando frenar el dolor; más no sirve de nada.
El dolor se pasea por todo mi cuerpo a base de descargas: siento correr latigazos de electricidad por todo mi cuerpo y me siento desfallecer. La cabeza me va a explotar y no puedo detener el dolor.
Sin embargo, un destello de luz en el cuarto me hace levantar la cabeza e ignorar el dolor.
Lo que veo, sin embargo, debería alterarme y asustarme; pero no es así.
¿Y si digo que ahora mismo, de pie, en frente mía, veo la figura de mi esposo con su característica sonrisa y su pelo rubio lacio?
Me tildarían de loca maniática, eso es evidente. Pero es así.
Como si de un holograma se tratase, la figura, espirítu, alucinación por el dolor, o producto de mi esquizofrenia venidera, mi esposo se acerca hasta mí, posando su mano en mi muñeca; eso es suficiente para elimianr cualquier atisbo de ese dolor tan horrible que hace dos minutos me atormentaba.
Siento que si quisiera, podria hablar con él.
—¿Shi... Shiver? —titubeo, tratando de levantarme de la cama.
El espectro, o más bien alucinación del dolor me sonríe.
—¿Eres... de verdad?
—No puede ser de verdad, por mucho que lo desees.
—No me dejes sola, Shiver... te necesito. Tanto yo como tu hijo... —las lágrimas ya se deslizan por mis mejillas.
—No llores, Asia. Debes salir adelante, con o sin mí. Y toca sin mí. —se acerca hasta mí, alzo la cabeza e intento tocarle, más no puedo, pues mi mano sólo toca aire. —Prometéme algo.
Me enderezo por completo, sosteniendo mi abdomen con la mano.
—No, Shiver...
—Por favor. Hazlo por el amor que nos tuvimos. Por lo felices que éramos. —su voz es cómo un eco más, se pierde en la inmensidad y vacío del cuarto, que en realidad, es el mismo que siento dentro de mi alma.
Sorbo con la nariz. Quisiera abrazarlo, besarlo, pero no puedo. Es algo que sólo veo yo.
—V..vale. —titubeo, finalmente.
—Prométeme que vas a sacar al niño o niña adelante. Porfavor, Asia. Y que, aunque te lleve tiempo, me superarás. Y serás feliz. Aunque no sea conmigo. Porfavor.
—No puedo, Shiver... —lloro, ya sin ningún control. El fantasma de Shiver posa su mano en mi mejilla para limpiar las lágrimas, pero no puede evidentemente, sin embargo, siento un frío en la zona mencionada. —No quiero tener nada con nadie que no seas tú...
Me trabo al hablar por el descontrol desmesurado de mi llanto.
—Sí, Asia... —murmura él, sonriendo. Noto como poco a poco, el espectro del amor de mi vida pierde color, quedando blanquecino y grisáceo a su vez. —Son los primeros días de tu nueva vida. Tienes que vivir muchas vidas, mi amor. —siento mi corazón latir, desbocado y roto a partes iguales. —Por mi. Por los dos. Tienes que ser feliz. Y si alguien más te provoca esa felicidad... a por todas. Súperame, vive, sé feliz. No te estanques. No dejes que tu luz sea apagada por mi muerte. Ni por ello ni por nada, nunca, Asia.
La figura cada vez es más decolorida y oigo una pequeña vibración en mis oídos. Miro hacia abajo y veo como se empieza a desintegrar, tal cual como lo digo.
Pequeñas motas azules se van deshaciendo con la desaparición de la figura, que va deshaciéndose en el espacio, sus piernas ya no están, poco a poco recorre su abdomen, desapareciendo poco a poco.
—Shiver... —me levanto de inmediato. —No, no, no. Shiver, no te vayas. —me arrofillo, pidiendo por dentro y por fuera, suplicadno que mi amado no vuelva a irse, no quiero que lo haga, ni ahora, ni nunca. No sé si podré volver a verle. En la vida ya no podré hacerlo. —¡Por favor, Shiver, no me dejes sola!
—Asia, debo irme... El cielo me reclama.
Siempre he sabido que sus besos matan. Que es experto en robarle latidos a mi corazón. Me duele. Su deceso ha sido uno de los peores eventos que he vivido en mi vida. Desde que lo vi, mi corazón intentó salir de mi pecho para unirse en el suyo.
—No, no me abandones, por favor. Esto esta doliendo demasiado...
—Nunca juré que saldrías ilesa, Asia. Lo siento... —su figura me sonríe y su desaparición ya está llegando a su cuello. —Júrame que me superarás, serás feliz con Dalina y con el niño. —su sonrisa aún brilla estando descolorida.
—Yo te juro que intentaré ser feliz sin ti. Pero eras mi luz, Shiver...
—Debes encontrar otra luz. Nuestro hijo.
—¿Por qué has venido? —me levanto del suelo, donde aún seguía arrodillada.
—Se me ha permitido desde ahí arriba. —ríe suavemente, ni después de muerto se le quita su humor idiota. —Te amo, Asia. Y al niño. Hablale de su padre. —oírlo pedir que su hijo sepa de él me parte el alma. Obviamente que lo haré. —Cuéntale que morí en una épica batalla, donde me batí a espadazos con los malos, dándoles para el pelo...
—Shiver, no, no. —la desaparición ya comienza a afectar a su cara, llevándose hasta su boca.
—Adiós, Asia. Siempre tuyo. Siempre serás el amor de mi vida... Te amo.
—¡No, por favor, no!
Es inevitable, aún cuando me abalanzo intentando que no se vaya, intentando abrazar el lugar donde descansaba su cuerpo, pero no siento nada y no oigo más que una fuerte vibración que me marea y caigo contra la punta de la mesa del tocador, donde pierdo el conocimiento.
⟳
Me despierto completamente desorientada, no sé ni donde vivo, no sé ni quién soy, pero sí recuerdo lo que ha sucedido...
Vi a Shiver, habló conmigo...
No voy a mentir. Que Jake muriera me entregó una parte de la paz que la muerte de mi esposo me arrebató.
Estoy tumbada en la cama y me muevo, provocando que un ñatigazo de dolor punce en mi cabeza. Mierda, siento que va a explotar.
He visto a Shiver...
El pensamiento ronda en mi cabeza, quemando cada neurona con el dolor que produce la pérdida de mi amor. Noto mi corazón latir desbocado, quiere salir de mi pecho.
Intento calmarme, trato de acompasar mi respiración y no llorar más.
Miro hacia todos lados, hasta que noto que...
No puede ser. Las lágrimas invaden mis ojos y caigo de rodillas frente a la mesita de noche, que resguarda algo que, guardaré como el tesoro más preciado del mundo; el anillo de Shiver.
Cuando nos casamos, hace cuatro años, yo tenía dieciocho y él veinticuatro.
Me pidió matrimonio en un restaurante de la ciudad, que, guarda un cariño muy especial de lo nuestro. Se me hará inevitable llorar al pasar por él; al igual que ahora se me hace inevitable llorar al ver la joyita.
Su anillo, una fina tira de diamantes y piedras preciosas unidas, con una piedra de color rosa pastel, pequeña y liviana enganchada, la inscripción 'Shiver Fontes, 08-09-76' grabada por dentro del fino anillo. Aún recuerdo la celebración de nuestro aniversario este año, en Australia...
Sin embargo, el suyo, a pesar de ser completamente igual que el mío, su cristal es de un azul celeste. No puedo dejar de mirarlo fijamente. Cuando lo enterramos, él lo tenía puesto. No quise quitárselo, pero él me lo ha devuelto.
Lo agarro con la respiración descompasada por completo, así que, armándome de valor, me levanto suavemente del suelo y me cojo el abdomen, por mera inercia.
Un atisbo de recuerdo donde intento aferrarme a mi difunto esposo, me golpee la cabeza con la mesa. Reviso mi cabeza en la mesa del tocador donde resbale; miro por la frente buscando alguna herida, pero no. Estoy perfecta.
Salgo finalmente del cuarto, agarro mi móvil y la noche ya ha caído sobre el barco, cómo pude observar por la ventana, ¿que ha pasado? ¿Que hora es?
Saco mi móvil del bolsillo y resuelvo mi duda. Son las... ¿dos de la mañana del 4 de diciembre? ¿Cómo es posible?
Cuando tuve esa... 'visita' por parte de Shiver, apenas iban a ser las doce. Cuando me golpee, ¿he dormido durante catorce horas? ¿Y nadie ha entrado a mirar que me pasaba?
Limpio mis lágrimas ignorando el hecho de que he dormido como un sirirí y me dirijo hacia la habitación del capitán y Dalina.
Pego la oreja con la mano aún dentro del bolsillo, aferrada al anillo de Shiver, oyendo que no hagan nada obsceno.
Al comprobarlo, toco la puerta repetidas veces.
Oigo como se despiertan y andan hasta aquí, el capitán abre la puerta en pijama, una camiseta negra con un bóxer largo del mismo color, está descalzo.
—Hombre, la bella durmiente... —murmura el capitán con voz somnolienta. Se mira de arriba abajo, dándose cuenta de que esta en ropa interior. —Joder... mmm... Perdón por abrir así...
—Tranquilo, capitán, no pasa nada. Ahora mismo soy como las Barbies, no tengo referentes.
—Me alegro de ello. —alza una ceja, conteniendo la risa ante tal situación. —¿Que te trae por aquí a los dos de la madrugada, Asia?
—Tengo que hablar con Dalina, capitán.
—Pues bueno. —se echa a un lado, dejándome ver a quién busco regada en la cama matrimonial, usando todo el espacio como si sólo estuviera ella. —Intenta despertar tú a la fiera porque yo no.
Lo miro de reojo y paso al cuarto. Me arrodillo al lado de la cama, sacando la mano del bolsillo por fin, dejando sólo el anillo.
—Dalina... —susurro mientras la mezo con suavidad durante unos segundos. Ni caso. —Dalina...
Sigo intentándolo con un poco más de fuerza, pero nada. Repito el ensayo moviéndola ya con más fuerza, pero nada, ni se inmuta. Sigue con la cara pegada a la almohada y las piernas desplazadas por todo el espacio de la cama.
Me giro hacia el capitán, sorprendido por el sueño profundo que tiene.
—Inténtalo más, es como si se hubiera muerto. De su quinto sueño no la saca nadie. —me giro de nuevo para seguir intentandolo.
—Da...li...na... —separo su nombre por sílabas tratando de darle más enfásis, agitándola ya con fuerza, pero la muchacha no se entera. Oigo la risa entre dientes del capitán. —¿Tienes un megáfono?
—El caso es despertarla, no matarla de un paro cardíaco.
—Mmm, sí, buen punto.
Mi paciencia se agota poco a poco y no me queda más alternativa. Me acerco hasta la oreja de Dalina, colo ambas manos en su espalda.
—¡Despierta ya, es urgente, coño! —grito con fuerza mientras la zarandeo como si estuviera convulsionando.
No parece dar respuesta alguna, mi paciencia se ha terminado y estoy a punto de desistir, cuando de repente, gira la cabeza, abre un ojo y poco a poco la levanta de la almohada.
—¿Que pasa?
—Ya era hora. —contesta el capitán, detrás mía.
—Asia... ¿que haces aquí? —murmura al verme, frente a su cama. —Y tan tarde...
—Necesito hablar contigo.
—¿Ahora?
—Sí, ahora.
—Vale, vale, pero déjame unos segundos para asimilar que estoy despierta, porque este panorama... —mira hacia todas partes: yo, de repente en su cuarto, su novio en boxers y todo el barco a oscuras puede resultar chocante. Unos segundos después, se levanta, se pone chancletas y... —¿Vamos?
Salimos de la habitación después de que se despida de su novio, el cual, se queda durmiendo en el cuarto. Nos dirigimos hacia el pequeño área de estar que tenemos al lado de la cocina, frente a una ventana de cristal antibalas que deja ver la noche sobre el mar.
—¿Qué ha pasado, Asia? —pregunta una vez nos sentamos en las sillas con forma de barril que están frente a la gran ventana.
—Mmm... a ver, es que... es raro, pero es lo que ha pasado. ¿Tú recuerdas que cuando enterramos a Shiver... —noto la punzada de dolor en el pecho, Dalina hace una mueca disimulada también de dolor pero sigo. —él llevaba nuestro anillo de matrimonio, no?
—Sí, el anillo de la piedrita azul. Aún recuerdo cuando me pidió que fuesémos a comprar el tuyo, de zafiro rosa. ¿Que pasa con eso?
Saco el anillo de Shiver de zafiro azul de mi bolsillo, colocandolo frente los ojos de su hermana pequeña, que se sorprende.
—¿C-como...? ¿Lo cogiste de su ataúd, Asia...?
Antes de que siga, la corto.
—Me lo ha dado él, Dalina.
Su hermana pierde el color en la cara al oír lo que acabo de decir.
—¿Qué dices, Asia...?
—Shiver ha venido a visitarme. Y suena loco, pero es la realidad. Me ha dado el anillo.
Dalina me mira fijamente, antes de hablar.
—¿Como...?
—Por alguna razón que desconozco, me empezó a doler el vientre. Mucho. Tanto que caí en la cama. Pero, me levanté y lo vi... pensé que era una alucinación, por el dolor del cólico o la falta que me hace, pero incluso hablé con él.
Miro a los ojos de mi cuñada, que están cristalizados.
—Asia...
—Sé que puedes pensar que estoy loca, pero, Dalina, tienes que creerme.
—No, sí yo...
—En serio, hable con él, me dijo que debía superarle y seguir adelante, ser feliz aún si no fuera con él... y... —comienzo a hablar de manera atropellada, mi vista se nubla y alguna lágrima ya se desliza por mi cara. Dalina me frena, acunando mi cara en sus manos.
—Asia, cálmate. A mi también me ha visitado Shiver, tranquila, te creo.
La miro, sorprendida cuanto menos y con las cejas alzadas.
—¿Como que a ti también te ha visitado Shiver?
—Sí, hace unos días. —mira hacia abajo, soltando mi cara y sorbe la nariz. —Me dijo que me adoraba. Que siempre iba a recordarme, que jamás me olvidará de él... —la joven ya está llorando, al igual que yo, que no me resisto al ver esos ojitos cristalizados. —Que fuera muy feliz con el capitán, que me quiere... —su forma de hablar cada vez es más atropellada. —Que le hablará a sus sobrinos de su tío, que les cuente quién fue...
Ambas juntamos las frentes bajo la lluvia de lágrimas y una oleada de recuerdos me invaden.
—¡Shiver, estate quieto! —grito cuando lo veo venir corriendo hacia mi. —¡Quieto! ¡No!
—¡Ahí voy!
Se zambulle en el agua llevándome contra él, tirándome contra el fría agua de las playas de WestPlate.
Mi pelo se moja por completo, el frío me invade y mi marido se pega contra mí.
Logro salir a base de moverme con fuerza, libre.
¡Shiver, está muy fría! —me quejo cuando mi cabeza sale a la superficie de nuevo. Veo su melena rubia resurgir del agua segundos después y se acerca hasta mi.
—Tranquila, mi vida. —se abraza contra mí, dejándome sentir un poco de su calor corporal. —Yo te doy calor.
—Eres bobo. Peor que un niño pequeño, oye.
—Sí, pero así me quieres. Por ahora...
—Y por el fin de los tiempos... —termino la frase antes de que se lance contra mis labios.
<<Por ahora y por el fin de los tiempos...>> Las palabras atormentan mi cabeza, provocándome una punzada. Dalina sigue llorando sin control delante mía, las lágrimas también caen por mi cara... pero es otro el recuerdo que me invade.
—Creo que estoy embarazada, Anne.
—¿Como?
Miro alrededor, comprobando que no haya nadie cerca.
—Debería de bajarme el período hace ya casi tres semanas...
—No jodas... ¿que vas ha hacer? ¿Shiver lo sabe?
—No, no... aún no sabe nada. En unos días el capitán ha planeado ir a Horizone, la ciudad al norte y allí compraré un test de embarazo. Le contaré y... veremos que sale.
Otro atisbo de recuerdo me invade de inmediato, encadenado con el otro.
Ambos estamos muy tensos, mirando fijamente al pequeño 'predictor' que reposa sobre la mesa.
La respiración de Shiver está desacompasada por completo, la mía, va por el mismo camino.
—¿Puede salir algo ya? Se me va a salir el corazón del pecho.
—Ya, cariño, ya, tranquilo. Ya va. Ya va a salir, calma.
Minutos después, se pintan las tres rayas rositas que indican que es positivo.
—¡Shiver!
—¿Que quiere decir...?
—¡Positivo, estoy embarazada!
Me abalanzo contra mi esposo ante la inminente felicidad de mi embarazo, él contesta igual envolviéndome en su abrazo. Me separo de él y me abalanzo contra su boca.
—Te amo, Shiver.
—Y yo, Asia.
Vuelvo en mí oyendo los desolados llantos de mi cuñada. La miro, su cara esta roja y yo tampoco aguanto, me derrumbo por completo.
Pego de nuevo mi frente con la suya, intentando que se calme.
—Dalina, Dalina... —intento tranquilizarla, pero no puedo.
Opto por abrazarla, pasando mi brazo por detrás de su nuca y estrechandola contra mí.
Lloro en silencio, tratando de mantener la compostura mientras Dalina, por primera vez en mucho tiempo, se derrumba con alguien más que no sea ella misma, cosa la cual, a todos nos hace falta de vez en cuando.
Pero, sin embargo, mientras abrazo a Dalina, siento un calor familiar, unas manos tocandome en el hombro que rodea a Dalina por la izquierda, una cabecita apoyada en la mía...
—Yo también os amo.
El ligero susurro, casi inaudible, detiene un poco los llantos de Dalina.
—¿Lo has oído?
—Sí, Dalina. Lo he oído.
—¿Sientes su calor?
Su voz hace eco en la sala.
—Lo siento. Mucho más cerca que nunca, Dalina. Te lo aseguro. Vámonos a dormir, Anders estará esperándote.
⟳
Jason.
Observo por el catalejo el barco de Anders en la inmensidad de la noche.
Algunas luces siguen encendidas, mientras que otras, no hay señales de vida.
—¿Que observa tanto, mi capitán?
—Nada, sólo observo a mi próxima presa.
—¿Su próxima presa?
Dejo el catalejo cerca del palo del mástil, bajando a la cámara.
—Sí, Jacqeline. Nuestra próxima presa. La tripulación del capitán Hemsworth.
—Ah, sí. Aquel ataque. —recuerda. —¿Que ha planeado?
—Siempre recordarán su misión de la calavera del capitán Jack Smarrow. Los atacaré ese día con todos vosotros a mis espaldas. Mataremos uno a uno a toda su tripulación... acabará la guerra entre bando rojo y azul, y el rojo dominará en Guiena...
—¿Crees que funcionará?
—Obviamente. Mataré personalmente al capitán. Y la monarquía Diphron reinará en Guiena. Se acabará esa democracia que tanto les gusta a esos del bando azul.
—¿Como quiere conseguir eso, capitán?
—Ander es una especie de 'líder' en el bando azul, si no está será fácil dominarlos.
Cuando empezó la guerra hace cuatro años entre el bando rojo y el bando azul, se dividido todo, incluso el poder político, cada pueblo hizo lo que consideró; en el bando azul y verde cunden la anarquía, mientras que en el bando rojo, reina la monarquía que siempre había reinado en Guiena; la de mi familia, los Diphron.
Esa monarquía es la que reina ahora en Bahía Blanca, la comunidad del bando rojo. Mi familia quiere recuperar el poder en todo Guiena; así que yo me encargaré personalmente de ello.
El referéndum en 1876 para que cada bando eligiese su forma de gobierno salió al 71% que sí, así que tocó hacerlo así.
Cuando herede el trono, lo haré teniendo ya el poder completo sobre Guiena.
¿Cómo hacerlo?
Fácil, ejerciendo mi plan para matar al 'líder' principal de la anarquía que cunde en Castilla del Bron y Cala Verde.
Anders Hemsworth.
****
Bueno, bueno... se vienen muchas muchas cosas, gente.
Por si no lo habéis entendido: en Guiena siempre ha habido rey, es decir, monarquía.
Esa era la familia Diphron.
Cuando se inició la guerra en 1876, bajo el poder de Isaac Diphron, padre de Jason, se hizo un referéndum para saber si cada bando en los que se dividió Guiena querían tener una forma de gobierno distinto.
El 71% voto que si; en Bahía Blanca (bando rojo) ganó la monarquía Diphron, en Castilla del Bron (bando azul, donde se encuentra WestPlate) y Cala Verde (bando verde, neutral) ganó la anarquía; que no presidiera nadie, pero haya las leyes que siempre ha habido en Guiena, si se quieren nuevas leyes, se votaran.
¿Lo habéis entendido?
Bien, nos vemos en el capítulo 24 :)
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