CAPÍTULO 10

'Dieciséis días para la época de mar: El rescate'

Anders.

—No, Louise. No seas tan negativa. No tiene porqué ser así. —responde Dalina. 

—¿Qué hacemos entonces? 

—No sé… podemos falsificarlo, ¿no? —ofrece el grumete.

—Se darían cuenta y nos quedaríamos igual. Además, cuando imprimes algo sale detrás con el sello de la marca de la impresora. Sería muy obvio. —dice Craber.

—Es verdad.

Nos callamos mientras cada uno piensa una idea para poder salvarnos, a nosotros, a mi familia, y el contrato. 

Los segundos pasan y algunas ideas pasan por mi cabeza, más ninguna es útil.

Finalmente, Craber habla.

—¡Lo tengo!

Se levanta rápidamente y se dirige hacia una encimera de la qué saca un papel de tamaño medio y un lápiz.

—¿Vas a expresarte mediante el arte, Picasso? —ríe Sohnya.

—No, lista. —comienzan a hacer trazos qué acaban siendo dos cuadrados, entrecierro los ojos y me doy cuenta de qué es la representación de dos pisos. —La entrada pública de la torre del reloj está en el tercer piso, ¿no? 

—Si, la de abajo está cerrada al público. —contesto.

—Bien. Tengo un arsenal de armas en el sótano, guardado desde qué la guerra con Bahía Blanca comenzó. Hay sobre todo armas blancas; pero hay dos revólveres. Tiene qué llevarlos una persona qué parezca buena, ya qué sí nos pillan, podemos decir qué es del barco pero aún así es ilegal, las armería naval no puede salir del mar. 

—¿Para qué quieres qué llevemos revólveres, Craber? —pregunta Faraday alzando la ceja. 

—Mirad. —señala el agujero qué hay en medio de cada dibujo cuadrilátero. —Los pisos de la torre del reloj tienen la escalera por el lado y en el medio un agujero. Eso quiere decir qué desde arriba se puede vigilar todo con cuidado, ¿no?

Nos miramos entre todos. 

—¿Qué estás queriendo decir, Monterrey? —pregunta Sohnya.

—Louise, Faraday. Cada uno tendréis un revólver. Será arriesgado, si. —rodea una zona en el dibujo, qué sí nos posicionamos en cómo están dibujadas las escaleras, permitiría ver lo qué sucede en el piso de abajo sin ser visto. —Fingiremos darles el contrato. Y cuando se vayan…

—¿Los vamos a matar? —pregunta Louise, un tanto preocupada. 

—Louise, es necesario…

—Si hay qué matar a uno o a dos se hace, Louise. Tampoco es una cosa del otro mundo. —me interrumpe Faraday.

—Yo no quiero matar a nadie.

—Por favor, Louise…

—No es la primera vez qué lo haces. No es para tanto.

Louise apreta los labios y Craber sigue.

—Bueno, cuando se estén yendo, debéis disparar al qué lleve el contrato, nada más. Evidentemente, debéis daros cuenta de algo; tenéis qué tener cuidado con qué no haya nadie alrededor.

—¿No sería más fácil darles mientras tienen a Dakota y Tennia? —pregunta el grumete.

—Claro qué no. Ahí no aseguramos su vida.

Nos quedamos en silencio y noto miradas tensas pasar de un lado al otro.

—Deberíamos haber llamado a Darko. Es un experto en guerra. —todos miramos sorprendidos a Sohnya ante su comentario, pero la ignoramos.

—¿Qué os parece? —pregunta Craber. —Hems, Dalina, Sohnya y yo estaremos negociando con ellos, vosotros dos seréis el comodín final.

Louise no dice nada, Sohnya me mira y yo de reojo, Faraday está tenso y Dalina mira hacia todos lados.

—Bien, hagámoslo así.

Acepto finalmente y Craber enrolla el papel metiéndolo a su bolsillo.

—Bien, bien. —se levanta y nos invita a hacer lo mismo. —¿Os llevo a mi sótano/arsenal, mi equipo?

Nos levantamos y seguimos a Craber el cual, sigue desde el salón y pasa por la cocina, llegando hasta una pared qué sostiene unas pequeñas escaleras, donde se mete por una puerta qué da a su sótano.

Bajamos las escaleras y en el sótano hay pocas cosas; entre ellas polvo, muebles y trastos inútiles. Pero, al fondo,  hay una estantería con un cuadro en medio.

Son cosas que, cuando me giro, veo qué los demás no se han fijado. Craber anda directo hasta allí y levanta el cuadro, pulsando un botón qué hay debajo.

Este botón hace qué la estantería se gire dejando ver un espectáculo de armas blancas; machetes, espadas, navajas, pistolas de bengalas, destornilladores, hoces, guadañas, y en lo alto del todo, los reyes de la pista: los dos revólveres qué están en forma de corazón invertido, cada uno mirando hacia un lado pero juntos.

Admiro el brillo de cada arma dándome cuenta de qué están cuidadas. Algunas tienen mangos especiales; otras cuchillas especiales creadas para sacar sangre, etcétera.

—Wow… —se sorprende Louise. —¿Cómo tienes todo esto, Craber?

—Anders y yo sacamos algún ahorro y lo compramos. Todo sea por la protección, ¿no? —me mira y chocamos nuestros puños. — Eso sí, los revólveres me los dió Steven.

—¿Quién es Steven? —pregunta Sohnya, admirando una hoz brillante y dorada.

—El dueño de Ammu-Nation, la tienda de armas, ¿no? —contesta Louise.

—Ese mismo. Me dijo qué los usara en un caso de necesidad. Cómo ahora.

Me acerco hasta las armas y descuelgo lo qué yo creo qué nos hará falta, por protección.

Agarro los revólveres aparte de alguna espada, llevándolos hasta Louise y Faraday.

—Esto es para vosotros dos. Por favor, tened cuidado.

Ambos asienten agarrando las armas.

—Nosotros cuatro cogemos espadas, ¿y nada más? —dice mi hermana menor frunciendo el ceño y yo agarro unas cuantas cosas para repartirlas.

—Mira. Dalina, tú llevarás la pistola de bengalas, por sí las cosas se ponen más violentas de lo normal, ya sabes.

—Bien, mi capitán. —recibe la pistola poniendo ese tono coqueto y me guiña un ojo cuando se la doy. Sonrio y agarro la linterna.

—Hermanita, tú llevarás la linterna aparte de tu espada. ¿Es de tu agrado?

—Desde pequeño siendo un mandón… —entrecierra los ojos y reímos.

Agarro dos hoces de cuchillas qué son letales: con un ligero corte en la zona buena pueden causarte la muerte.

—Está para ti y para mi. Ya sabes…

—...por sí las cosas se ponen violentas, amigo. —volvemos a chocar nuestros puños y juntamos los hombros antes de qué todos nos miren y nos riamos inevitablemente.

Después del reparto de armas, pasamos a la protección, guardada en una caja qué también cuelga del arsenal.

Abro está caja dejando ver varios chalecos antibalas.

Compramos veinte; por sí las moscas.

—Tomad.

Reparto seis entre nosotros, y de la caja de al lado con una cruz blanca en el centro saco unas pequeñas ampollas de color azul celeste.

—Esto son ampollas de sangre de hada. Sí os hieren, echarosla a la boca. En el momento, sólo quitará el dolor, pero un rato después secará la herida y ayudará con la hemorragia.

—¿Esto no entra dentro de la catalogalización de suicidio colectivo? —dice Louise.

—No, Doufier. Pero es mejor prevenir qué curar.

Entrego unas cajetillas de estampado militar con unas cuantas vendas, empacamos las ampollas de hada y las guardamos para engancharlas luego a la ropa.

23:06

Dalina sube al coche y arrancamos finalmente. Nos hemos puesto ropas oscuras, ya hemos enganchado nuestras cajas con sangre de hada a nuestros pantalones y nos dirigimos hacia Queensborough.

Las armas reposaban enganchadas a nuestras espaldas, con el mango de las espadas sobresaliendo para cuando hubiera qué agarrarlas. Llevo la hoz en un bolsillo oculto en el pantalón.

—Bien. Repaso del plan: Louise, Faraday, en vez de entrar por la entrada normal, debéis entrar por la zona de las obras y cruzar al piso de arriba. ¿Bien?
—Sí, capitán.

Cruzamos varias casas desde el hogar de Craber, minutos después, llegamos al puente qué une la ciudad, separada por un río.

Pero, la desgracia no tarda en hacerse ver cuando por el retrovisor veo un coche de policía detrás nuestro.

—¡No puede ser!

—¿Qué pasa? —pregunta Dalina al oírme.

—La policía.

—¿QUÉ? —dice Louise, perdiendo el color en la cara.

—Bueno, no llevamos nada ilegal, ¿no? —ríe Sohnya, nerviosa.

—Perdona, bonita, pero yo llevo un revólver en el bolsillo izquierdo del pantalón. —contesta Faraday indignado.

—¡Yo también! —se queja Louise.

—Pero vamos, qué sí me lo pillan, nos llevan a todos. ¡Sí cae uno caemos todos!

La algarabía de voces no se hace esperar y comienzan a hablar todos a la vez cuando vuelvo a mirar el retrovisor y veo qué están cada vez más cerca, incluso distingo la mano de uno indicando qué paremos.

—¡Silencio! —digo callando aquella cacofonía de voces. Todos me miran y aparco lentamente en la acera, en el primer sitio libre. —La policía está detrás. Nos están indicando qué paremos. Meteos los mangos de la espada más hacia adentro, para qué no sobresalga…

—¿¡Y YO QUÉ HAGO CON EL REVÓLVER QUÉ LLEVO EN EL BOLSILLO?! —me interrumpe una Louise desesperada y asustada dando un grito qué siento qué nos condena.

Todos nos giramos a mirarla, la cual se encoge un poco.

—Tranquila, Louise, dilo más alto qué no te han oído en Vietnam. —ríe Craber, aunque esto no tiene ni puta gracia.

—No ha sido tan fuerte…

Miro el retrovisor y veo al policía bajarse, miro también el reloj para saber sí sí llegaremos a tiempo: 23:23.

Devuelvo mi mirada hacia atrás, buscando una medida desesperada.

—Ya sé. —Faraday interrumpe mi pensamiento y saca su revólver, sacando las balas y metiéndolas en la cajetilla de las curaciones.  Acerca el revólver hasta el escote de Louise, pero antes la mira. —¿Puedo?

—¿Qué vas a hacer? —alza una ceja.

—Tranquila, no hay nada qué no haya visto antes.

Agarra el top de Louise separándolo un poco para, sin sutileza alguna, enterrar el revólver por dentro del sujetador. La cara de Louise al sentir el arma fría es un poema.

—¡FARADAY! —le regaña.

—Te aseguro qué aquí no los encuentran.

Miro de nuevo y el policía está cada vez más cerca.

—¡Haced lo qué sea, pero venga!

El grumete repite la acción, aprovechando qué son revólveres de pequeño tamaño.

—Vale, ahora, fingir normalidad. ¡Una sonrisita! —miro a cada uno de ellos; Craber parece el muñeco diabólico, Sohnya una caricatura de terror, Dalina es la única de sonrisa bonita y Louise y Faraday están ocupados guardando los revólveres en el escote de la joven. —Mejor no sonriáis.

—Llevo dos revólveres ilegales en el sujetador, capitán. No estaba entre mis planes sonreír. —dice Louise tapando un poco con el pelo la nombrada zona. Sonrio un poco y veo qué el policía ya ha llegado. —Yo hablo.

Toca mi ventana con los nudillos y con una sonrisa más falsa qué un billete de 300 de oro, la bajo.

—¿Sí, sargento? —pregunto y al ser alto, se agacha para responder.

—Buenas noches, señor.

—¿He hecho algo malo?

—No, simplemente paramos para revisar los papeles, etcétera, etcétera. Papeles, por favor.

Papers please. 

El comentario tan completamente aleatorio y fuera de lugar de Craber me hace girar la cabeza para mirarlo, al igual qué todos.

—Vale. —dice el sargento y abro la guantera para buscar los papeles.

—¿Qué papeles quiere?

—Todos. El carné de conducir, el informe de la ITV, y el permiso de la circulación.

Me trago la tanda de insultos sin piedad qué estoy a punto de soltar para maldecirlo internamente.

Rebusco entre la guantera, hallando el informe y el permiso, más el carné lo hallo en mi cartera.

Revisa todo con detenimiento, CON MUCHO DETENIMIENTO, cosa la cual me empieza a desesperar.

Minutos después, —qué parecen horas— me entrega todo antes de enseñarme el carné de conducir de cerca.

—Caduco hace dos días, señor Anders Hemsworth.

Mi cara pierde todo el color al darme cuenta de qué es verdad cómo su dedo en forma de salchicha señala, fecha de caducidad: 7 de septiembre.

—Sólo son dos días…

—Salga del coche, por favor.

Mi tensión arterial le hace una visita al diablo cuando siento mi mundo caerse abajo.

—Pero…

Miro a todos; Faraday se pone de todos los colores, Louise aprieta los labios, Sohnya está pálida, Dalina asombrada y Craber se frota la sien.

—Salga del coche, no lo repito más, por favor.

Resoplo aleteando las pestañas y agarrando el pomo para abrir, sin embargo, una voz qué conozco me detiene.

—Mi sargento, sólo son dos días, no se me ponga así… —murmura Dalina en un intento de tono seductor, acercándose a la ventana un poco, acomodando su escote. —¿Podemos arreglarlo?

El color rojo de mi cara se transforma en un sentimiento un tanto inexplicable.

Miro de nuevo a Dalina, qué cómo estaba delante, se apoya en  la silla gateando. Muerde ligeramente su labio y pasa su mano por sus senos.

—Es usted bella, pero lo siento mucho, señorita. Me gustan los hombres.

El comentario hace qué Louise deje escapar una risa por ahí atrás y yo trate de aguantarla. Dalina vuelve a su posición inicial.

—Y… ¿qué haces está noche? —una voz qué me deja aún más atónito se escucha, es Craber. —Yo estoy libre.

Intento aguantar la risa al ver la cara del policía.

—Bien. Después de esto burdo y chabacano intento de seducción a un policía de parte de ambos sexos, señor Hemsworth, baje del vehículo, por favor.

Miro a todos de nuevo y finalmente bajo del coche y quito las llaves, es la única opción.

—Date la vuelta.

Me coloca las esposas en un movimiento rápido y anda hasta el coche policial.

—¡¿Seguro qué no quieres una cita?! ¡Estoy completamente soltero! —oigo decir a Craber, pero el sargento lo ignora.

Cuando llegamos, hay otro policía dentro.

—Ya te ha costado, ¿eh?

El muchacho se para justo en frente de la ventanilla.

—Sí, es qué me han entretenido un poco ahí entre todos y…

—Callate. —le ordena el otro y noto su mirada inspeccionarme para qué luego se una la mirada de la otra. —¿Cómo se llama?

Levanto la cabeza con un atisbo de esperanza al recordar qué soy medianamente conocido en está ciudad.

—Anders Hemsworth.

—¿¡Te has atrevido a arrestar al capitán Anders Hemswprth, cretino?! —le chilla enfadado, saliendo del coche. —Este hombre es un señor. Es el orgullo de está ciudad.

—Pero tiene el carné caducado…

—¿De cuánto tiempo? —pregunta el señor policía.

—Dos días.

—¿¡Y quieres encerrar a una leyenda guienesa por eso?! —le regaña, hasta a mi me caen algunos perdigones de saliva. —Suéltale ahora mismo.

—Pero…

—He dicho qué le sueltes.

Con un resoplido, el muchacho me suelta quitándome las esposas.

—Puede irse, mi capitán. —me hace una reverencia.

—Muchas gracias, oficial.

Le sonrio antes de darme la vuelta, pero su voz me detiene de nuevo.

—Antes de irse… ¿me podría dar un autógrafo, mi capitán?

Evidentemente, me giro teniendo qué aguantar la mala cara del otro mientras me entrega un bolígrafo y firmo en una camiseta.

—Ahora sí, puede irse. ¡Muchas gracias, capitán! Y disculpe las molestias qué le pueda haber causado este zangolotino.

—No es nada. ¡Adiós!

Me giro y avanzo trotando hasta el coche.

Cuando llego, abro la puerta y entro de nuevo al coche para sorpresa de todos.

Miro el reloj. 23:38

—¿Te han soltado? —dice Dalina, sorprendida.

—Resulta qué el oficial era mi fan y me ha dejado ir. —arranco el coche para seguir con nuestro camino.

—Un fan tuyo, qué raro. —dice Louise y volteo los ojos. —Voy a sacarme los revólveres de las tetas.

A las 23:56 hemos llegado a la torre del reloj de Queensborough.

Es una torre muy alta, de unos siete pisos, pero cada piso tiene cómo 7 metros de altura.

Antes de entrar, hay unas escaleras qué dan a un puente, el cual es el qué permite la entrada al tercer piso, pero sí subes por unas vallas, hay un puente —inestable, para qué mentir— qué es el qué te deja en el cuarto piso.

—Bien. Ayudemos a subir a Louise y Faraday.

Con los revólveres en mano, Louise y Faraday suben la valla impulsados por nosotros, subiéndose al estrecho puente de manera.

—Siempre nos toca lo peor, Day.

Finalmente entramos por las escaleras, andando por el puente hasta llegar al tercer piso.

🫶

Tercera Persona, narrador omnisciente.

A la vez qué Anders, Dalina, Sohnya y Craber entraban al tercer piso de la torre de la ciudad, Louise y Faraday abrían el conducto de ventilación para entrar al cuarto.

Entran con mucho cuidado, revisando qué no hay nadie, cómo es el caso.

Dentro del tercer piso ya los espera una estirpe de soldados de Diphron.

—No me sorprende. Tienen qué defender quienes sí tienen cojones, Diphron. —dice el capitán al verlo con mínimo doce soldados, qué están en círculo.

Al mismo tiempo, Louise y Faraday se colocan en una posición perfecta para verlo todo: dentro de ese círculo de personas están Tennia y Dakota.

—Te dije qué vinieras solo.

—Cómo sí no supiera qué ibas a traer a tus mil ratas. Qué se vayan todos y solo se queden tres o no hay trato. y sería una pena haber venido hasta aquí para nada.

—No estás en posición de pedir nada, ¿no crees?

Jason Diphron ordena qué sus soldados se dispersen y dejen visibles a Dakota y Tennia Hemsworth, amordazadas en medio de todos.

Anders y Sohnya tragan fuerte al ver ahí a su madre y su hermana.

—Qué se vayan, Jason. Demuéstrale a Guiena qué de verdad eres inteligente y valiente y no un niño de papá.

La manipulación a la qué podía llegar el capitán estaba a niveles estratosféricos.

—Qué se queden sólo tres y las dos Hemsworth.

La orden de Jason se hace firme y ocho soldados abandonan para dejar sólo tres, los qué sujetan a Dakota y Tennia.

—Podemos hacer esto fácil. Tú me das el contrato, y yo a tu madre y a tu hermana, ¿no?

—Ese era el trato inicial, ¿no, Diphron?

El capitán observa cada movimiento de su enemigo, qué decide dedicarle una sonrisa persuasiva.

No hay qué mentirse: Jason Diphron era una persona suasoria, astuta; pero caía en picado por su falta de paciencia y la torpeza de sus movimientos.

El capitán Anders Hemsworth era lo contrario a su enemigo; una persona qué piensa bien sus movimientos, provisor en cuánto a los aspectos para qué todo salga como su plan estaba previsto.

Nuestro navegante también destacaba más en su manipulación y entrenamiento físico; aunque no lo pareciera, el capitán podía ser una máquina letal en cuánto a sanguinario y era capaz de meterse en tu mente con la manipulación perfecta, dejándote vulnerable ante él y haciéndote ver pequeño.

Así aprendió a hacerlo el año qué estuvo en la escuela de marinería de Guiena.

Diphron jamás destacó por ser un gran luchador, ni mucho menos.

Era torpe, muy torpe, sin embargo, la perfección y sutileza de sus acciones lo aventajaban en ese tema; ahora, su refugio es su ejército de más de 100 soldados, qué lo respalda mientras habita tranquilamente en su castillo en EastPlate.

Allí empezó su rivalidad: la escuela de marinería de Guiena. Allí, con 17 años, conoció a Ebrah Diphron, la hermana de Jason.

Tuvieron una aventura, Isaac Diphron, padre de ambos, se enteró, prohibiendo a Ebrah volver a acercarse. Pero el destino los juntó de nuevo dos años después, hasta ese 7 de mayo del 76.

Una historia muy larga para estos momentos.

—Dame a nuestra hermana y a mi madre y no habrá problemas, Jason. —habla Sohnya, sacando el papel de su bolsillo derecho. —Aquí tienes el contrato.

Era el contrato verdadero, completamente verdadero.

—Pasaselo a tu hermano mayor. —ordena Diphron, Anders se gira para agarrarlo.

Arriba, Louise y Faraday se dispersan, él quedándose abajo y ella en las escaleras al quinto piso.

Faraday quita el seguro del arma.
Anders se mueve lentamente, pero avanza un poco antes de pararse.

—Qué también se mueven ellos con Dakota y Tennia.

Diphron se gira y asiente con la cabeza así qué uno de sus soldados se mueve sosteniendo del brazo a las dos Hemsworth amordazadas.

—A la vez. Te doy el contrato y tú me las das.

Diphron asiente, Faraday prepara la bala.

Anders sigue acercándose lentamente.

Pero de un momento a otro, un soldado de Diphron se acerca por detrás a velocidad de la luz, le pone la zancadilla y este cae, y le quitan el papel.

El soldado que sostiene a Dakota y Tennia se echa hacia atrás.

—¡Hijo de puta! —grita Anders, levantando la cabeza.

Sus tres compañeros desenfundan sus espadas al igual que el capitán.

—¿No sabes que nunca debes fiarte de un Diphron, Hemsworth? —ríe Jason pasando el papel a uno de los soldados.

Faraday observa todo desde arriba, y apunto de disparar, siente una bota caer encima de un punto de su espalda dónde no puede moverse.

Al hacerlo, esconde el revolver disimuladamente.

—Estate quietecito, grumete. —con dificultad, Faraday se gira para distinguir uno de los soldados de Diphron.

Louise observa todo unos metros más a la derecha, y sabe lo que debe hacer.

En el piso de abajo, el capitán se levanta dispuesto a la guerra.

En una milésima de segundo, la mirada de Dakota hacia arriba descubre a Faraday. Él asiente y enseña el pico del revolver.

Louise debe tomar una decisión.

—¡Dale Faraday! —grita finalmente, el tiro atraviesa el pecho del soldado de EastPlate y este cae por el agujero.

La sorpresa es evidente cuando el cuerpo cae por el cuadrado central.

Faraday debe darse prisa, entierra un tiro con certeza exacta en la cabeza del soldado que sujeta el papel, haciendo que este caiga en el aire. Otro disparo cae exacto en la cabeza del soldado que sujeta a Tennia y Dakota.

Un rápido movimiento, barriendo al suelo a Jason es lo que permite a Dalina coger el papel.

—¡Capitán, lo tengo!

La muchacha junto con Sohnya agarra de la mano a las dos Hemsworth bajando las escaleras.

—¡Detendlas! ¡NESQUIK!

Anders se acerca hasta su enemigo y aunque la palabra parece ser una idiotez, es la señal que permite subir a todos los soldados de Diphron a la torre.

—¡Hay dos que han huido con las Hemsworth!

El capitan le calla asestandole un golpe que deja caer la sangre por su nariz, justo antes de que los soldados de Diphron lo quiten.

Craber corre para intentar que lo suelten pero es detenido también por más soldados.

Debajo, otros tres soldados persiguen a Dalina y Sohnya.

—¡Subid! —grita Sohnya a las Hemsworth que suben al carruaje de su hermano, justo cuando ella va a subir, un soldado llega por detrás agarrandola del tobillo y sacándola.

—Sabes que un Diphron siempre se sale con la suya. —sisea Jason en el piso de arriba limpiandose la sangre de la nariz, acercándose hasta Hemsworth, pegado a la pared y sujeto por varios guardias.

Otros sujetan a Craber, Diphron le golpea en el estómago sacandole el aire y obligándole a tirar la espada. Con la suya, pasa con fuerza su espada por el poco pecho descubierto de Anders, este grita.

—Esta cicatriz te recordará con quien no debes meterte.

—Hijo de... —finaliza el corte clavando la punta, haciendo que un grito desgarre la garganta del capitán.

Dalina sale del coche a toda velocidad mientras los guardias arremeten contra Sohnya, enganchandose por la espalda a uno, golpeando donde Dios permita.

Otro soldado intenta quitarla de encima de su compañero, pero Sohnya en un acto de adrenalina se levanta derribando a uno al suelo.

El tercer guardia le asesta un golpe que ella esquiva, agarrando su cabeza y golpeandolo contra su rodilla con fuerza.

Arriba, otra patada deja sin aire completamente a Anders, que cae al suelo cuando los soldados de EastPlate le sueltan.

—Diles que me traigan a tu hermana. Ahora.

Anders gira la cabeza desde el suelo y ve como los golpes a Craber no frenan.

A pocos metros, su espada reposa bajo el pie de Jason.

Aprieta los dientes y con una fina agilidad, recuerda aquellas clases de defensa en la EMG.

—Pie detrás de la pantorrilla, ejerce fuerza hacia adelante. —hace una demostración de sus palabras.

Pie detrás de la pantorrilla de Jason, este se sorprende pero antes de que reaccione, el capitán ejerce fuerza y lo barre al suelo hacia atrás.

Se levanta agarrando su espada y corriendo lejos de los cuatro soldados contra él. Saca una de las ampollas de sangre de hada, llevandoselas a la boca.

El líquido agridulce se esparce por su boca alivianando el ardor de su pecho por culpa del corte de la espada.

Uno se acerca y lanza un golpe que el capitán esquiva y contraataca soltando un gancho demoledor y clava su espada en su pecho con fuerza.

La sangre sale a borbotones manchando el gran alfiler. El capitán mueve el arma tirando el cuerpo inerte por el agujero.

—¡Cabrón! —grita Dalina mientras Sohnya termina con el otro golpeandolo contra el coche.

El que tiene encima a la señorita Fontes la agarra del cuello y la tira hacia adelante estampando su espalda al suelo.

Esta grita de dolor pero la mediana de los Hemsworth detiene el golpe que le va a dar dándole una patada en la parte de atrás de la cabeza que lo manda a dormir.

Mientras tanto, en la torre del reloj, otros dos guardias van hacia Hemsworth y con fina elegancia termina con ellos.

Los dos corren hacia nuestro capitán para mandarle un puño, pero este los esquiva a la vez quedando detrás de ellos.

Choca sus cabeza dejándolos desorientados, para pasar la cuchilla de la espada por el cuello de cada uno; dando un tajo mortal.

Asustado, el capitán Jason Diphron se pega contra la pared y observa como, con la hoz y movimientos de ejército corta la yugular de uno de ellos y a su vez termina con el otro, simplemente haciendo presión para tirarlo por el hueco de la torre.

En otro lado del piso, dos barren a Craber y otros dos van contra el capitán.

Patadas, puñetazos y puñaladas: el capitán termina con uno de ellos dejándolo inconsciente, agarra con la punta de la espalda a otro dejándolo caer por el hueco.

El otro se resiste, lo encuella pero se libera de un gancho y termina con él, el cual, se tira el mismo por el hueco al ir empecinado por el capitán, que lo esquiva y cae por el hueco.

Su grito haciéndose eco por la torre es música celestial para los tímpanos de Hemsworth.

Craber detiene una de las patadas y levanta al hombre hacia arriba, barriendolo y empujando al otro, que cae en brazos de Hemsworth, que da un tajo en su cuello gracias a la hoz que lo hace caer al suelo.

El otro simplemente es apaleado por los dos: y así, se acaba con unos cuantos soldados.

—Vete a ver cómo están esas dos, Craber. Yo me encargo de este. —ordena el capitán. Su amigo obedece y baja hasta donde están las señoritas con tres soldados a sus pies.

Anders camina con infulas de grandeza, andando hasta Jason, que yace asustado.

Se agacha agarrandolo de la barbilla, obligando a que le mire.

—Ay, Jason, Jason. ¿Se te ha olvidado quién soy? —el capitán nota el tembleque de su enemigo. —Qué sepas que esto para mí no es más que un aperitivo y tú lo sabes.

—Anders... no...

—Shh. —sus ojos oscurecen por la ira. —¿Creías que ibas a quedarte con mi hermana?

El silencio deja que el capitán Jason se asuste aún más. Hemsworth sabe que hacer.

—Contestame una cosa con total sinceridad, Jason. Y puede que te deje vivir. —le obliga a mirarle de nuevo, colocando su espada justo debajo de su cuello. —¿Quién es tu infiltrado en mi tripulación? —el hombre no da respuesta alguna, aumentando la ira de Hemsworth. —Responde, ¿quién es el infiltrado?

Jason maquina respuestas: no podía decirle la verdad, sin embargo, tampoco quería morir.

—Quiero que respondas...

Jason no da respuesta, no sé sabe si es que le da miedo cualquier cosa que pueda decir o cual es la causa del silencio que le acabará siendo mortal.

—Anders, no hay que hacer las cosas así...

—¡Responde! —la hoz fría es lo que siente Jason en el contramuslo, un grito desgarra su garganta y la sangre sale a chorro. Retuerce la hoz y el sonido de agonía de Diphron le encanta al capitán. —¿Vas a responder?

—E... es...

Parece responder más vuelve a callarse. La sangre comienza a manchar el pantalón del capitán Diphron.

—¿Es...? —dice de nuevo Anders, pero cómo no contesta, vuelve a preguntar. —Última vez o te juro que te despiezo como a una merluza, y no es un farol, Diphron. —el muchacho lo mira con el pánico en la mirada. —¿Quién es el infiltrado?

Los segundos de silencio que Jason le da a Hemsworth son suficientes para que acerque la hoz a su cuello, y con un chillido contesta:

—¡Jake! ¡Es Jake Crimfud! —chilla evitando que su yugular desplome sangre.

El capitán sonríe con satisfacción.

—Gracias. Era por confirmarlo.

La mirada de Jason cambia completamente al oírle. ¿Lo sabía?

Una bofetada suena la cual lleva al suelo al capitán Diphron.

Anders se sube encima de él y lo encuella, pasa la hoz por su cuello y aprieta dejando caer un hilillo de sangre.

—Última vez que te metes con mi familia, ¿me oyes? —el hilillo resbala por su cuello. —Ten miedo, Jason Diphron.

Lo suelta dejándolo caer al suelo antes de bajar por las escaleras de la torre llegando hasta su coche.

—¡Vámonos, capitán! —lo llama Dalina. 

Segundos después, Louise y Faraday aparecen.

—Nosotros iremos en taxi. —anuncia Louise.

—Bien. Gracias por la ayuda, grumetes.

Ambos asienten y se van a la carretera. Su conciencia está tranquila porque sí la policía encuentra los cuerpos, verán qué son soldados de Bahía Blanca y les dará igual.

🫶

Anders

Quito la mordaza de la boca de mi hermana y de la de mi madre, las cuales me miran apenadas. 

—Primero dejamos a Dalina, y luego a Craber, ¿vale? —pregunto y ambos asienten.

Dalina enciende el coche y comienza el trazo hasta su casa. 

—¿Cómo llegasteis a…? —intento preguntar.

—Preguntas en casa. —me interrumpe Dakota. —Por favor. 

Decido no decir nada más y hacemos la ruta pactada: primero dejamos a Dalina, luego a Craber y finalmente conduzco hasta mi casa.

Bajamos y entramos a casa. 

—Bueno, yo me voy a dormir…

—Tú no vas a ningún lado. —cierro la puerta con fuerza. —Hablamos en casa, ¿no? Vamos a la cocina. 

Mi hermana menor resopla, sin embargo, mi madre obedece y vamos a la cocina, sentándose en la mesa.

Parece qué no se van a dignar a decir nada así qué decido hablar yo.

—¿Cómo acabasteis en Bahía Blanca? 

Mi pregunta deja pensando a las dos.

—Un día vinieron a por nosotras y… —comienza a mentir mi madre.

—Mamá… —la calla Dakota.

El silencio vuelve a hacerse presente y decido usar mis armas de manipulación.

—Jason me dijo qué vosotras fuisteis a él.

Se miran entre ellas, asustadas.

—¡Es qué me echaste de casa, Anders! —dice confirmando lo qué ya sabía, bajo la cabeza cuando el dolor comienza. —¡No sabía donde ir, y él estaba para mí…!

—¡No hables más, Dakota! —digo yo, mi madre baja la cabeza y Dakota no sabe qué hacer. —¿Estaba para ti? ¡¿Se te olvidó qué es mi enemigo desde hace 6 años?!

—¡No teníamos dónde ir!

Resoplo.

—Dime toda la verdad. Ahora, Dakota. Qué te haya rescatado no significa qué puedas seguir haciendo lo qué te plazca.

—Vale. —mira a mi madre, qué no se atreve a verme a los ojos. —El día qué me echaste, por la noche le llamé. Le dije qué no teníamos dónde ir y… le conté. Y me dijo qué estaba recogiendo un cargamento de sus trabajadores al suroeste de la isla, en Playa Concha. Así qué, mamá y yo decidimos ir. Pero era una trampa. —relata. —Nada más llegamos, nos encarcelaron. Nos dejaron sin comer, sin beber durante días. Estábamos en un lugar putrefacto. —las lágrimas se derraman por sus mejillas, y mi alma se parte.

—¿Os golpearon? 

—No. Solo sí nos portabamos mal. 

—¿Te hizo algo en referencia a lo sexual, Dakota?

Niega con la cabeza y siento quitarme un peso del tamaño de la tierra de encima. 

—Lo siento, Anders.

—No pasa nada. —contesto, aleteando las pestañas para evitar qué las lágrimas caigan. —Pero por favor, obedéceme sí te pido qué te cuides, sí te pido qué tengas cuidado con las cosas qué haces, por favor. Eres mi mayor preocupación en este momento, Dakota.

Se levanta para abrazarme y observo a Tennia enfrente.

—Y tú, mamá… me parece increíble qué le dejaras hacer esto. —quiere hablar, pero la corto con un movimiento de mano. —No quiero oír tus excusas. Es menor, y tú debes hacer algo más qué cubrir sus caprichos de adolescente. La próxima qué le cubras algo, así sea lo más mínimo, no vuelvas a pisar está casa. —digo. —Y tú, Dakota… cuídate, por favor.

—Lo haré, hermano. Te juro qué lo haré. —indico a mi madre con un gesto qué venga también hacia nosotros. Se une a nuestro abrazo y así quedamos, como una familia feliz.

—¿Nos vamos a dormir? 

⟳⟳⟳

Un pitido incesante es lo qué me despierta a la mañana siguiente, miro el reloj qué indica las 11:28. 

Agarro mi móvil qué es el qué suena, contestando la llamada de la Sede de Correos de WestPlate. 

—¿Si?

—¿Es usted el capitán Anders Hemsworth? 

—Si, soy yo.

—Ha llegado una correspondencia para usted, más es de sello de recogida aquí. 

Me trago setenta insultos distintos, me da demasiada pereza ir por una jodida carta ahora.

—¿Tengo qué ir? ¿No me la pueden traer? 

—A ver, por poder, podemos. Pero le cobrarán un módico precio.

—¿De cuánto es ese módico precio?

—80000 de oro.

—¿¡80000 de oro para traer una carta?!

—Es qué está sellada para qué venga usted por ella.

Resoplo de nuevo, harto de la humanidad.

—En un rato voy por ella.

Abro la puerta entrando a la oficina, andando hasta la secretaría.

—Hola, buenos días. 

—Hola, buenas. ¿En qué podemos ayudarle? —contesta la mujer al otro lado del cristal. 

—Me han llamado antes, —saco mi DNI. —Soy Anders Hemsworth, tengo una correspondencia qué recoger. 

—Mmmm… —Revisa mi DNI y asiente finalmente con la cabeza, entregándome una carta. —Si, aquí tiene.

—Vale, venga. ¡Muchas gracias! 

Me despido saliendo del lugar, tenía pensado leerla en casa, pero ver el remanente no me deja.

Cabaña de Wisteria. 

La abro de inmediato.

Esta carta es un completo anónimo de la Cabaña de Wisteria, pero capitán, tengo qué decirle muchas cosas:

Primero, se la hemos mandado para qué tenga qué ir a buscarla porque no teníamos otro sello.

Y segundo: Úrsula está bien. Lo qué sucedió aquel día fue un colapso, intentó usar demasiada energía y sufrió un colapso energético pero poco a poco ha descansado y está mucho mejor.

Pero, despertó preocupada por usted, mi capitán. Su aura tiene dos maldiciones; qué a priori, son pocas, pero tienen demasiada fuerza y están muy encadenadas.

Por eso, Úrsula me obligó a escribir está carta para informarle. Lo único qué le puede ser útil a usted para saber quienes se las puso e incluso quitarlas, pueden ser dos tipos de seres:  hadas limpiadoras de aura, o séptimas brujas. 

Y lamento decirle qué de las dos quedan muy pocas en el mundo. En Wisteria sólo tenemos hasta quintas brujas, como Úrsula. Así qué, le deseo mucha suerte, porque Úrsula recuerda qué su tiempo tampoco era infinito: la maldición de muerte por muerte tenía un año de convalecencia, es decir, hasta el 24 de septiembre de 1881. 

Osea, me explico: para este día, usted morirá por cualquier causa sino se quita la maldición o la pasa a otra persona.

Espero qué encuentre a su salvador, le deseo mucha suerte, mi capitán.

Atentamente, 

La Cabaña De Wisteria.

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