CAPÍTULO 01
'Barco'
Anders Hemsworth, año 1880.
21 de agosto de 1880, West Plate, Reino Independiente de Guiena, Oceanía.
—¡Hey, Hemsworth! —Oigo la voz de mi amigo, el tabernero Cris Avors llamarme desde la entrada al puerto. —¡Por lo que veo, todo bien por alta mar!
—Mucho tiempo, Avors. Mucho. Pero por fin hemos llegado, sanos y salvos. —Contesto yo, bajando las pequeñas escaleras del puerto, bajando las pequeñas escaleras de la entrada del puerto y poniéndome al lado de Cris, esperando a qué mi tripulación salga del puerto para despedirme.
Acabamos de llegar de una época de mar. Guiena está dividida en dos: bando azul y bando rojo. Nosotros, los piratas, hacemos misiones qué nuestro superior ordena; recolectar cofres, recolectar una gallina de oro, etc, y lo debemos entregar a quién se nos indique en una cala. Allí, mandan el dinero a Saller Duponte, nuestro superior. Luego, él reparte todo lo conseguido. Nos merece la pena.
Empiezan a bajar por las escaleras, posicionándose en círculo para qué yo de el típico discurso de despedida de final de época de alta mar.
Cuando ya han salido todos, camino un poco subiendo un escalón del puerto dispuesto a dar el discurso.
—Muchas gracias a todos por vuestra colaboración, hemos logrado completar las misiones por las qué ahora se nos dará la recompensa, y hemos salido ilesos de un viaje de este calibre. Enhorabuena, a vosotros, y a mí, por dirigir una panda de insoportables cómo sois. —Nada más digo esto, todos reímos.
Fuera del barco, todos somos buenos amigos.
—Han sido ocho meses largos, mucho tiempo… —Trato de continuar pero la voz de una tripulante me interrumpe.
—Ocho meses aguantando su humor, no cualquiera hubiese podido, ¿eh, capitán? —Comenta la bella Dalina, apoyándose sobre el hombro de Craber.
Río ante su comentario.
—No ha sido fácil, Dalina. Para nada fácil. Pero estamos aquí, sanos, y es lo importante. Desde el 3 de enero de 1880, hasta hoy… —Paro de hablar al darme cuenta de qué no soy consciente de qué día es hoy.
—21 de agosto de 1880, señor Hemsworth. —Completa el tímido grumete Faraday en voz baja.
—Gracias, grumete. Y aquí fuera llamame Anders. —El joven enrojeció ante mi comentario, y asiente levemente.
—Hasta el día de hoy, 21 de agosto del año ya dicho, doy por terminada está larga época de alta mar. —termino el discurso.
Finalizo el discurso con este último apunte, dando también por terminada está larga época en las oscuras aguas oceánicas. Tampoco fue nada especial, simplemente misiones y algún otro abordaje. Lo mismo de siempre.
Mi rivalidad con Diphron sigue igual. Igual de mal, valga la redundancia. Desde qué sucedió aquel acontecimiento tan terrible, ese día 7 de mayo de 1876…
—¿Vamos a tomar algo, Anders? Hemos pasado por mucha presión por mucho tiempo. —Pregunta Craber, sacándome de mis pensamientos. Asiento la cabeza, observando a toda la tripulación salir del puerto e irse hacia sus casas. Pero, me fijo en alguien qué me devuelve la mirada. Odioso en mi tripulación, sí, pero bueno en lo suyo.
Aldous Minfrey.
Sí fuera por él, ahora mismo estaríamos en una asamblea donde votaría por echarme y postularse él cómo capitán, cómo superior, sí también pudiese. Solo qué, nadie lo apoya.
—Me trajeron un sabor nuevo de grog, de plátano, creo qué es. Vamos, y lo probais a ver qué tal. —Afirma Avors, detrás mía.
Observo la mirada que Aldous me aplica con desdén antes de subir las escaleras qué dan a la acera de West Plate y marcharse a su casa.
La devuelvo con el mismo o incluso más desdén.
Asiento a lo qué dice Avors, andamos hasta allí, subiendo la rampa de madera qué da una vuelta alrededor de la montaña, dejando a la vista el precioso mar de West Plate al anochecer.
Al llegar a la taberna, noto a la legua qué ha cambiado la entrada.
—¡La has cambiado! —Comento asombrado, dirigiendome a Cris, él entiende qué me refiero a la taberna y asiente feliz por su logro, llevaba mucho tiempo deseando reformarla.
—Efectivamente. —Asegura con una sonrisa. —¿Qué? ¿Qué tal ha quedado?
Es increíble, ha quedado con mucha potencia. No soy capaz de articular palabra, alucinado por el brillo de la entrada.
Antes, había unos cuántos huesos de mástil pintados de blanco, pero, ahora, hay una calavera entera con los mismos huesos pero colocados en diferentes posiciones. Además, ha cambiado las antiguas linternas por antorchas de fuego de alma.
El azul celeste resalta en la madera de color oscuro de la qué está hecha las paredes de la taberna. Le ha quedado realmente preciosa.
—Ha quedado alucinante… —Confirma Craber, articulando palabra por mí. —¿Cuánto costó el cambio, Cris? —Me quita la pregunta de la boca.
—Pues entre la calavera, posicionarlas, cambiar maderas… —Para unos segundos haciendo memoria. —17 millones de oro, con alguna ayuda de la familia qué mandó 1.850 euros desde Europa, osea, los 8,500 primeros millones de oro para la reforma.
—Joder. —Se sorprende Craber. —Y, ¿de dónde has sacado el resto del dinero?
—Algún ahorro…
Sigo admirando el brillo de la calavera, completamente impecable e impoluta. Después de unos segundos más de expectación, entro a la taberna, donde todo sigue igual.
Camino hasta la barra, donde me siento junto a Craber.
—Bueno, Avors. Traenos de ese grog, ¿no? —Digo al cabo de unos segundos haciendo que el tabernero entre a la cocina.
Al cabo de unos segundos, sale con dos jarras, —bastante grandes— de grog.
—Qué espléndido estás tú últimamente… —Murmuro refiriéndome a la abundante cantidad.
Él ríe, apoyándose en el mostrador.
Acerco mi boca hasta la jarra, probando con lentitud el sabor del refrescante grog.
Es refrescante, el sabor a dulce plátano invade mi boca, es suave, pero dulce, espumante pero no es sólo la espuma. Es la combinación perfecta, es delicioso.
—Es… está delicioso, Cris… —Murmura Craber saboreando en su boca.
—Sí, es… increíble… —Logro articular dando otro trago a la bebida.
—¿A que sí? Ayer me trajeron cuatro barriles llenos de este grog. —Informa con entusiasmo. —Bueno, ¿qué tal el viaje?
—Largo, Cris, muy largo. Pero bueno. No ha pasado nada interesante. Algún otro abordaje, mareas intensas, pero poco más.
—Exacto, nada importante. —Completa Craber.
Allí paso hora y media, entre grog, risas y charlas con un amigo qué extrañé bastante.
⟳
Camino hasta llegar a mi casa en lo alto de la pequeña montaña, desde donde se ve todo West Plate. Las pequeñas casas dan pequeños destellos de luz, dejando una preciosa vista.
Subo las escaleras qué preceden la entrada de mi casa en lo alto de la montaña.
—¡Anders! —Saluda mi madre contenta nada más abro la puerta, y me abraza.
—Hola, madre. ¿Subiste hasta aquí sola? —Cuestiono al verla aquí arriba, ya qué ella vive por ahí abajo.
—No, no, me ayudó Dakota. —Se aparta a un lado dejándome pasar, viendo detrás a mi hermana pequeña, Dakota.
Me acerco hasta ella, abrazándola con lentitud debido a qué no sé qué hacer, Dakota es muy rara.
—Hola… —la saludo. —¿Qué tal?
—Hola, Anders… bien, ahí vamos…—contesta ella.
Me saluda un tanto seca, siempre ha sido así.
Me separo de ella y voy hasta la cocina donde hay una tarta gigante.
—Es tu tarta de bienvenida, —comenta Dakota al ver qué me fijo en la tarta —mama queria comprarte una, te echaba de menos y no es lo mismo verte qué hablar contigo solo por la radio.
La información me hace sonreír. Observo a Dakota, es una adolescente de 17 años, de pelo castaño y largo, siempre viste de negro porque le gusta darse aires de gótica.
Siempre ha sido difícil de tratar, es decir, tiene pensamientos distintos, puede resultar… hum… un poco difícil de tratar. Es una buena chica, no digo qué no, pero puede resultar un tanto molesta.
Es complicada, si, pero tiene un muy buen corazón.
—Gracias, madre. No era necesario.
—Sí lo era, Anders. Llevas ocho meses fuera. Consiguiendo dinero, y trabajando a mucha honra. —Dice mientras nos sentamos, pero, de repente, para, y noto en ella una mirada de reojo hacia Dakota, la cual anda a la cocina por un cuchillo —Y cuéntame, hijo, ¿qué tal por alta mar?
—Bien, madre… aunque nada especial. —Respondo tratando de descifrar el secreto de las miradas entre Dakota y mi madre. —Mareas altas y poco más. Más bien, contadme vosotras. ¿Qué tal este tiempo aquí, en WestPlate? —pregunto intentando descifrar sus expresiones, ya qué las noto raras.
—Pues… nada… —murmura mi madre con cierta duda, pero decido no preguntar al ver el cambio de tema qué produce. —Bueno, y ¿cuánto te van a pagar?
La pregunta me sorprende, mi madre no suele preguntar sobre mi salario, y sé qué sólo ha sido un cambio de tema con lo primero qué se le ha venido a la cabeza, pero ya me enteraré. Decido responder sin preguntar nada más.
—Pues han sido 16 misiones, y nos van a pagar 10 millones de oro. (2400 euros)
—¿A cada uno? —pregunta mi hermana un tanto sorprendida.
—Sí.
—¿Y de dónde viene tanto dinero para vuestros salarios? —vuelve a preguntar Dakota.
—El negocio qué hace Saller con organizaciones cómo La Nueva Orden, Nueva Jurisdicción o Unión Oceánica. Nos mandan misiones complicadas, algunas más qué otras y varias incluso peligrosas. Recolectar cofres, gallinas de oro. Ellos lo venden al Mercado de Los Colores. La Nueva Orden y La Unión Oceánica son las qué más misiones complicadas mandan, con lo cual, son las qué más pagan. Entonces, al llegar de una época de alta mar, llevamos todo a las Islas Estacionales, y luego nos pagan, llevando un beneficio, ya qué pagan mucho dinero.
—¿Y vender una gallina de oro da para pagaros tanto dinero a todos?
—Es como una jerarquía. La gallina es hechizada para poner los huevos muy rápido, pone cerca de 50 huevos de oro, venden 25 y dejan otras para qué pongan huevos. O descuartizan las calaveras de esqueleto para luego reformarlas con otras y crear una más grande, y por lo tanto, mucho más costosa.
Me parece muy curioso el hecho de qué Dakota esté preguntando tanto, nunca se ha interesado por estos temas.
—¿Y…?
—¡Bueno, vamos a comer la tarta! —mi hermana menor intenta seguir preguntando, sin embargo, mi madre la calla, cómo intentando evitar qué se le escape algo.
Nos sentamos a la mesa acatando la orden de mamá. Llevo un trozo de la tarta a mi boca, es una tarta normal de vainilla, la cual finjo qué me encanta.
Pasa el rato mientras hablamos de todo, pero, mencionar el tema de saber qué demonios han hecho estas dos aquí las hace poner nerviosas.
⟳
Después de un rato, bajo de nuevo a la taberna, donde quedé de encontrarme con Craber. Al bajar, paso por Parque Sendero, un lugar que… un pinchazo en la cabeza cuando llegan los malos recuerdos me hace agitar la cabeza y seguir bajando.
Ando hasta la taberna de Avors, donde oigo mucha jerga antes de entrar. Me acerco y pego el oído en la puerta antes de entrar.
—¿Os imagináis la reacción de Hems al enterarse? —dice la voz de uno de los amigos de Avors, el cuál no reconozco.
—Es qué hay qué ser bobos… ¡con su peor enemigo! Eso sí qué es una traición. ¿Alguno de vosotros dos le ha dicho algo, o le ha enseñado el PCW*?
PCW: Periódico de la Ciudad de WestPlate.
Mi mente trata de atar cabos, están hablando de mí. No me gusta lo qué mi propia mente idea. Alguien cercano a mí ha hecho algo con James Diphron, es mi mayor enemigo. Desde 1876, culpándome de la muerte de Ebrah.
Me acerco hasta la puerta con cuidado, acercándome para oír mejor.
—A mí eso me parece lo peor qué te pueden hacer, encima, ¿con el peor enemigo? Increíble. —habla otro qué tampoco reconozco. —Encima, a saber si pasó algo más, y él le saca 7 años. Ella tiene 17, y él 24, ¿no? Muy fuerte, muy fuerte.
—Es jodido, es jodido. Cuando Hems se entere… se va a liar.
—Si, no es fácil enterarte qué tu hermana menor se ha liado con tu mayor enemigo, imagínate…
Sigue hablando, pero la ira me tapona los oídos. No puede ser. ¿Dakota? ¿Ha sido capaz de hacerme esto?
Entro enfurecido, dando un portazo.
—Enseñame el puto periodico. —grito iracundo, encuello al tipo de la barra, el cual, me mira aterrorizado. —¡Enséñamelo!
Con las manos temblorosas, me acerca un periódico qué había en la barra medio escondido, Avors me mira detrás de la barra aterrado por mi ira.
—Toma, míralo tú mismo.
Miro el periódico muerto de furia, arrugandolo entre mis manos. Es una foto hecha con cámara la qué resalta en la portada, qué es una foto de mi hermana pequeña, hablando con Jason Diphron. Muy cerca, muy acercados. ¡Joder! ¡Esta niñata no deja de cagarla!
Dejo el periodico impulsivamente cuando caigo en cuenta de qué el tabernero lo sabía y hoy a la mañana no me dijo nada.
Voy hasta él, lo encuello y se tapa la cara con las manos.
—¡Vamos, Hems! ¡Yo no sabía nada hace dos horas, me acabo de enterar…! —el sonido de la puerta de la taberna abrirse le interrumpe, dando paso a Craber.
—¡Hey, Hems! —su voz nos hace mirarle. —¿Qué le estás haciendo a Cris?
Se acerca hasta nosotros, tratando de separarnos.
—Dakota se esta viendo a escondidas con Jason. —digo sin ningún tipo de pretexto.
—¡¿Qué?! —la sorpresa en el tono de voz de Craber es evidente. —Pero sí Jason tiene 24, ¿no?
—No esta confirmado qué se hayan acostado o algo, Crab.
—Bueno, con los antecedentes de tu hermana… —pincha Avors desde atrás, ocasionando que le mire molesto.
Salgo a velocidad de la luz hasta la comisaría de Correos de Guiena. Voy a mandarle un ligero mensajito a Diphron.
Cruzo varias calles sin mirar hacia atrás, sé que Craber está detrás mía.
—Es Diphron, seguro lo ha hecho de venganza…
—Qué le den. Es imbécil. Cómo le pasé algo a Dakota, se acaba su puta vida.
Minutos después andando varias calles con las antorchas de luz de almas hasta llegar al edificio cuadrado y amarillo con el cartel grande qué indica Correos de Guiena. El edificio permite mandar cartas a todo tipo de lugares del mundo, para nosotros, la comunidad de Bahía Blanca es otro mundo. Es la guerra, es la Peste Negra, es asco.
Entro rápidamente acercándome hasta la secretaría.
—Buenos días.
—Buenas, capitán Hemsworth. —En este sitio me conoce todo el mundo. —¿En qué puedo servirle?
—Quisiera mandar una carta…
—¿A dónde?
—A la Comunidad de Bahía Blanca.
⟳
—Deja… en paz… a ...mi hermana. O cuando te pille…, te torceré el cuello cómo a una merluza recién pescada… —pronuncio palabra a palabra mientras escribo la carta. La meto en el sobre y la sello con saliva. Pongo el sello qué me han dado en secretaría, y, finalmente, la meto al buzón autónomo de Bahía Blanca.
Salgo del lugar, de nuevo seguido por Craber, el cual, no me ha abandonado. Hemos pasado casi una hora en Correos, ya casi es de noche, serán las 20.00 horas.
—Craber, voy para casa. —me acerco hasta él para pasarle un brazo por detrás. —Puedes irte, mañana te contaré qué más pasó.
—Vale, Hems. Adiós. —se despide de mí para dirigirse hacia su casa en el desvío de dos metros más adelante. Yo, sigo recto, andando a toda velocidad hasta llegar a casa.
Cuando llego, abro la puerta de casa con enfado, y doy un portazo.
—¡Hijo, cuidado con la puerta! —mi madre sale de la cocina con el sonido de la puerta.
—¿Tú lo sabías? —pregunto con evidente molestia, a lo qué empalidece.
Claro qué lo sabía.
—¿De q-qué… hablas, Anders? —titubea.
—¡Qué Dakota se ha estado viendo con Jason! —grito con enfado. —¿Lo sabías, no? Por eso te pusiste blanca cómo esta pared cuando pregunté sobre qué habéis hecho. Ella, liarse con mi mayor enemigo, y tú, cubrirla. Maravilloso, madre.
Ando subiendo las escaleras de caracol, llegando hasta la habitación de mi hermana.
—¡Dakota! —abro de un portazo, molesto.
Está en su cama con un libro en sus manos, leyéndolo tranquilamente.
—¿Qué haces entrando así a mi cuarto? ¡Estás loco…! —se queja pero antes de qué siga refutando, hablo.
—¿Me puedes explicar qué pinta una niña de 17 años viéndose a escondidas con el peor enemigo de su hermano mayor? —suelto sin ningún tipo de reparo. El silencio se hace en la habitación mientras espero su respuesta. —¿También te has acostado con él?
—Por ahí no vayas, Anders.
—Claro qué voy por ahí. ¡Claro qué voy por ahí! ¿¡O es qué acaso no puedo ir por ahí porque a la niña mimada de mamá le duele qué hablen de qué se quedó embarazada a los 15, eh?! —digo sin pensarlo.
—¡Eso es pasado, Anders! ¡¿Cuando lo vas a superar?!
—¡En el puto momento en el qué me demuestres qué ya casi eres mayor de edad y aprendas de lo qué te paso! ¿O qué crees? ¡Sí yo no te hubiese pagado el aborto, ahora mismo tendrias un bebé de un año! ¡Joder, Dakota, madura! ¡Encima con mi peor enemigo, con quién estamos en guerra!
—¡Deja de creer qué todas mis acciones en este puto mundo giran en torno a ti y a lo qué tu hagas! —grita, levantándose de la cama para encararse. —¡No me he acostado con Diphron! ¿¡Y sí lo hiciera, a ti qué te importa?!
—¡Me importa en qué es con quién estamos enfrentados, es alguien peligroso, te puede estar utilizando, Dios, Dakota, piensa! —contesto yo, bajando las manos qué había alzado.
—¡Me da igual! ¡Me trata bien y le quiero!
—¡Es peligroso!
Se da la vuelta, dispuesta a tirarse de nuevo en la cama, sin embargo, se gira de un momento a otro.
—¿Igual de peligroso a cómo eras tú para Ebrah?
El comentario acaba con mi paciencia, provocando qué alze la mano y le de una bofetada qué le cruza la cara, haciendo qué la gire. Es la primera vez qué le pongo la mano encima, ni de la vez qué quedó embarazada de Denni, sólo hablé con ella, pero el tema de Ebrah es algo qué jamás debió sacar.
Todos en está ciudad sabemos qué nunca tuve nada qué ver con lo qué le pasó a Ebrah, de seguro es Diphron lavándole la cabeza.
El sonido de sorpresa de mi madre y el sonido de mi respiración agitada la cual intento controlar es lo único qué se oye en el cuarto.
Rápidamente, mi madre corre a colocarse delante de Dakota, queriendo cubrirla, cómo sí yo fuese a hacerle algo más.
—Le has pegado, Anders. —informa cómo sí no fuera consciente de qué acabo de abofetear a mi hermana menor.
—Alguien tenía qué hacerlo, ¿no? —digo después de unos segundos de silencio tenso, para girarme y andar histérico hasta mi cuarto.
Cojo la maleta qué guardo debajo de mi cama y camino hasta la habitación de Dakota, donde ahora mi madre la abraza como sí no se hubiera equivocado.
Es la última opción qué me deja, necesito qué mi hermana reaccione, la avisé varias veces y decidió ignorarme, así qué es lo qué toca.
Abro su armario y empiezo a coger su ropa, a quitarle los ganchos, para meterla en la maleta.
—¿Qué mierda haces? —pregunta enfadada, la miro de reojo cuando dejo la maleta en su cama y empiezo a meter sus prendas en la maleta.
—Te avisé muchas veces y esta es la gota qué colma el vaso. Es la última ficha del dominó. Quiero qué te vayas de esta casa, Dakota.
***
Nos vemos en el siguiente :)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top