Viernes
Una línea borrosa de luz me hizo abrir los ojos, cuando me di cuenta de que me dolía la coronilla, sentía mi piel desnuda entre suaves y verdes sábanas. No estaba en mi departamento, nunca compraría sábanas de ese color. La idea me aterró. ¿Qué había sucedido la noche anterior? ¿Cómo había terminado en esa cama? Mientras me sentaba mis ojos se posaron sobre Rebeca que aún dormía profundamente a mi lado, al mirarla su belleza me dejó una vez más sin aliento y en ese momento, una extraña sensación de pertenencia.
Todo había sido real, pero no me sentía feliz, me sentía aterrorizada, preocupada y arrepentida. No por lo que había sentido, sino por lo que había hecho. El mayor problema era que no podía permitir que nadie se enterara de que había estado con una mujer. En mi pueblo, eso era inaceptable y mi familia lo tomaría muy mal, me cerrarían las puertas de su casa, me vetarían de mi comunidad y las personas me acosarían. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Qué le diría a ella? ¿Qué pasaría con Eric? De repente, sentí un vuelco en el corazón. "Mierda, Eric. Le prometí que le avisaría cuando llegara". ¿Dónde está mi celular? Tenía que hablar con él de inmediato.
Me levanté de la cama y busqué mi ropa que estaba regada por toda la habitación. Me sentía como una absoluta tonta, como una adolescente que no puede controlar lo que siente. La idea de que Eric pudiera enterarse me sobrepasaba, mi relación "perfecta" y mi éxito social se desmoronarían, pues muchos esperaban que todo funcionara entre nosotros. Las lágrimas comenzaban a asomarse en mis ojos, pero rápidamente logré contenerme y repetí una y otra vez "Todo estará bien".
Vi mi teléfono sobre la mesa del comedor y corrí a agarrarlo con desesperación. Eran las diez de la mañana, mi corazón comenzó a latir con fuerza al ver la avalancha de notificaciones que tenía. Inspiré hondo, tratando de calmar mi ansiedad, y sequé las lágrimas que se habían escapado de mis ojos. Una innumerable cantidad de mensajes inundó mi pantalla: cientos de mensajes de WhatsApp de Eric y otros contactos, correos electrónicos, notificaciones de redes sociales. Era como si el mundo entero hubiera intentado contactarme durante la noche. Sabía que debía enfocarme, así que busqué específicamente los mensajes de Eric. Había recibido cinco llamadas perdidas, un mensaje a la 1:00 a.m. que decía "¿Cómo te va, preciosa?" y otro a la 1:40 a.m. "¿Amor, dónde estás? ¿Ya estás en casa? Por favor, responde mis llamadas". La última llamada registrada era a las 2:10 a.m.
Cuando me disponía a abrir los mensajes de Ania me entró una llamada suya y contesté.
–¿Alessia, dónde estás? ¿Qué te pasa? Eric nos está preguntando por ti... En fin, tenemos el examen final a las once de la mañana. ¿Estás lista?
– Yo... me quedé dormida.
– ¿Qué ha pasado?
– Ayer me enfermé del estómago. Me siento mal y creo que tengo una infección.
– Eric dijo que habías salido con una amiga. ¿Es verdad? -Me quedé en silencio por un momento. No debería haberle contado nada. ¿Y ahora qué voy a decir?
– No es verdad.
– Sabina dice que Eric le dijo que saliste con una amiga... -Hubo unos segundos de silencio que me permitieron sentir un arrebato de ira hacia Sabina. No entiendo por qué tiene que estar hablando con Eric a mis espaldas. Estaba empezando a perder la paciencia- De todos modos, nosotras estamos aquí en la escuela desde hace una hora estudiando. Deberías venirte ya. Aquí te esperamos.
Ania colgó el teléfono y me detuve un momento a respirar, pero el aire se me hizo denso en la garganta. El dolor en mi estómago se intensificó, convirtiéndose en un agujero negro que amenazaba con tragarme y un mareo se adueñaba de mí. Me apoyé en la pared, sintiendo cómo el mundo giraba a mi alrededor. Me dirigí rápidamente al baño, al encontrarme con mi reflejo en el espejo miré mis ojos verdes acompañados por unas ojeras que se confundían con rímel y delineador corrido dejando una estela oscura en mi piel. Era como si mi aspecto reflejara el caos que estaba sintiendo por dentro.
Necesitaba salir en veinte minutos para llegar a la universidad a tiempo. No había forma de ir a mi casa, no había tiempo. Miré en el closet de Rebeca, quien todavía dormía profundamente, busqué una toalla y algo de ropa. Dejé que el agua fría me bañara, me desmaquillé lo mejor que pude, tomé una pluma que encontré en el bolso de Rebeca y la guardé para el examen que tendría más tarde. Agarré una manzana de la cocina y salí apresurada de la casa, esperando encontrar un taxi que me llevara a la universidad.
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