La danza de las olas

El sol despuntaba en el horizonte cuando Eric abandonó mi departamento para dirigirse a Manarola. A pesar de haber pasado momentos incómodos a su lado también había disfrutado su compañía. El tiempo se desvanecía como las olas en la playa, pero la culpa me acompañaba cual sombra fiel. La tarde llegaba con pensamientos obsesivos sobre Rebeca, no era mi intención pensar en ella, pero de repente invadía mi mente sin previo aviso, causándome un escalofrío que recorría mi cuerpo. La idea de que realmente pudiera sentir atracción por ella me aterrorizaba, pero a pesar de mis esfuerzos, no podía sacudirme esos pensamientos de la cabeza.

Llegué tarde a mi primer clase, con el cabello todavía húmedo y sin la más mínima vestimenta de belleza en mi rostro. Un miedo reprimido se adueñaba de mi pecho y mis manos temblaban incansablemente.

Sabina, sentada a mi lado, percibió mi estado y me preguntó con preocupación -¿Qué te pasa? ¿Estás bien? Te veo un poco mal, no respondiste a ninguno de mis mensajes. ¿Todo está bien con Eric?-

-Shhh- interrumpió el profesor con una voz grave y con un tono autoritario- Llegas tarde- dijo, dirigiéndose a mi.

-Después les cuento- les susurré a mis amigas con el corazón en un puño.

A pesar de mi apariencia frágil, me esforcé por concentrarme en la clase de procesos biológicos, temiendo ser invadida por los pensamientos que me atormentaban. Pero al final, sentadas en el pasto, les compartí mis pensamientos.

-Me encantó estar con Eric- les dije con dulzura -Lo extrañaba demasiado, y nos la pasamos increíble. Me siento triste de que se haya ido, pero prefiero guardar mis pensamientos para mí, por el momento.

Sabina, con una sonrisa comprensiva en su rostro, me preguntó sobre el regreso de Eric. Pero yo no tenía respuestas, solo la incertidumbre y la confusión.

-No me dijo cuando volverá- le respondí -Pero tengo planeado ir a Manarola después de los exámenes finales.

-Yo me quedaré en Florencia- intervino Ania -Me cambio de departamento.

-¿Te quieres venir conmigo a Manarola? Me voy el próximo lunes por la mañana.- Me propuso Sabina.

-¡Sí! ¿Puedo?- Respondí sin pensarlo dos veces.

A pesar de que quería a mis amigas por igual, en mi corazón había un lugar reservado para Sabina. Pero algo en su mirada me hacía sentir que ella no me quería con la misma intensidad que yo a ella, incluso había llegado a creer que guardaba algún rencor hacia mí por razones que no conocía.

Me sentía dividida, como si fuera dos personas distintas. Durante las horas en la Universidad, el tiempo volaba y yo flotaba en un mar de felicidad, con sonrisas que mis amigas no dudaban en elogiar. Pero al llegar a mi departamento el vacío comenzaba a invadir mi ser como una niebla oscura que se adueñaba de mi. Intentaba combatirlo con ejercicio o correr hasta agotarme, pero nada parecía aliviar mi soledad, un sentimiento desconocido que nunca antes había experimentado en mis cuatro años viviendo en la ciudad. Hablaba con Eric todos los días, pero sus palabras eran como un eco en el viento incapaces de llenar el vacío emocional que se abría en mi pecho como un abismo insondable.

Mientras yacía en mi cama, sumida en la oscuridad de la noche del miércoles, me había desvanecido en un abismo de pensamientos. La fatiga había consumido mi cuerpo, pero mi mente no podía descansar. Entre sueños y fantasías el recuerdo de Rebeca surgía, su cabello alborotado, sus ojos risueños y su sonrisa pura. A la orilla del mar el viento acariciaba su rostro y yo la miraba hipnotizada, un cosquilleo recorría todo mi ser. Después se transformó en un camino sinuoso, una ruta que no conocía mi mano, como movida por una fuerza extraña, recorrió mi cuerpo mi mente había creado una escena platónica que se deslizó hacia una fantasía sexual que nunca había experimentado. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Me pregunté, con una sensación de confusión y culpa. No había vuelta atrás, sabía que era lo que estaba sintiendo y era irremediable, me mordí los labios al sentir un nudo de éxtasis y solté un gemido ahogado. Me quedé un par de minutos acostada en la cama tratando de encontrar una explicación a lo que acababa de hacer, pero no había nada que explicarme ni nada que entender, tomé mi celular y busqué el número de Rebeca, me detuve un instante, viendo su nombre en la pantalla, y sentí un latido fuerte en mi corazón. No sabía si correr ese riesgo, sabía que si le escribía iba a contestarme y podría meterme en un lío del que no sabría como salir, la pantalla se bloqueo frente a mis desorientados ojos, desbloqueé mi celular tomé valor y me decidí a escribirle.

"Hola Rebeca soy Alessia cómo estás?, te gustaría que nos viéramos esta semana antes de salir de vacaciones?"

Sentía un cosquilleo en mi pelvis que se combinaba con un miedo irracional, estaba más nerviosa que nunca, pasaron los minutos y las cosquillas fueron cambiando, se empezaban a convertir en miedo. "Creo que ella estaba interesada en mi y yo la rechacé al decirle que tenía novio, fui una tonta" Pensé para mi, "creo que es una señal de que no debo cruzar esta línea"

Me acurruqué en mi cama y me fui quedando dormida.

A mediana noche me desperté con la esperanza de encontrar un mensaje de Rebeca en mi teléfono, pero no había nada. Tras dar vueltas en la cama me rendí al sueño otra vez, solo para despertarme dos veces más. Veinte minutos antes de que sonara la alarma ya estaba despierta, sintiéndome más cansada que antes de acostarme. Me hice un café, desayuné y mientras me vestía para salir mi celular vibró. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver que había recibido un mensaje, pero al ver que era de Eric la emoción desapareció y fue reemplazada por un malestar en mi corazón.

Durante el día sentí una angustia y tristeza que intenté ocultar en vano. Mientras paseaba por los pasillos buscando a Rebeca las personas me notaban distraída, sin embargo, para no descuidar mi relación con Eric, hice un esfuerzo consciente por hablar con él a lo largo del día.

En la noche me fui al gimnasio y mientras hacía mi rutina, sentí que mi teléfono vibró de nuevo. Con los dedos temblorosos abrí el mensaje, era Rebeca pidiéndome disculpas por tardar en contestar y preguntándome si todavía quería salir con ella. La emoción me invadió al ver que todavía quería salir conmigo. En ese momento dejé de hacer lo que estaba haciendo, no pude resistir la tentación y le respondí de inmediato. Rebeca propuso salir y tras intercambiar direcciones quedamos en vernos al día siguiente.

Salí del gimnasio con una sonrisa en el rostro, sintiéndome como hacía mucho tiempo que no me sentía. Mi corazón latía al ritmo de la música que escuchaba mientras caminaba hacia mi casa. La noche era cálida y la brisa me acariciaba la piel, tenía una sensación de un cosquilleo en el vientre al pensar en lo que estaba por venir. Luego de unos minutos, Rebeca me respondió que ella elegiría el lugar para nuestra cita. Con un mensaje lleno de emoción, le despedí diciéndole que la vería al día siguiente. La felicidad me invadía por completo, era como si el mundo entero estuviera iluminado solo para mí. La espera sería interminable, pero el momento de nuestra cita llegaría pronto.

El día que saldría con Rebeca había llegado y yo me encontraba en el apogeo de mi felicidad, no podía esperar más a que llegara la noche. La alegría me hacía sentir casi desconectada de la realidad, mis sonrisa era constante y buscaba a i morena por todas partes, incluso en las clases me senté junto a la ventana para poder tener un vistazo de ella en cualquier momento. Y así fue, en la mitad de mi última clase pude ver con claridad su cabello rizado acercándose hasta que sus ojos se encontraron con los míos y su sonrisa iluminó mi día. La seguí con la mirada hasta que se volvió invisible a mi vista, pero en ese momento noté que Rabina me miraba con desconfianza, traté de mantenerme seria y contentar la emoción que quería salir, sabía que lo que estaba sintiendo no sería bueno para mi. El miedo a ser descubierta por Sabina me hizo ser cautelosa, pero eso no impidió que mi mente estuviera en constante pensamiento acerca de Rebeca.

Llegando a mi casa, me esforcé en encontrar el outfit perfecto, me maquillé y peiné con la idea de tener una cita perfecta con ella. Imaginé los temas de conversación, lo que me diría y cómo abordaría el tema de Eric. Ese era el día más feliz que había tenido hasta ahora.

Faltaba poco para que Rebeca llegara y ya estaba más que lista para salir. Para evitar un momento incómodo con Eric, le marqué para avisarle que saldría con una nueva amiga con la intención de que no me hablara en mitad de la cita. A las 7 en punto sonó el timbre, antes de abrir la puerta me miré por última vez en el espejo, me acomodé mi vestido y accesorios, y con una sonrisa nerviosa tomé mi bolso y respiré profundamente.

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