La cresta de la ola
Seguí a Abraham por el corredor agitada, sentía mi piel fría y pegajosa y todo a mi alrededor parecía dar vueltas, lo único que tenía en mi mente ese momento era una cosa: Alessia.
No podía entender qué era lo que había pasado hace unos minutos, todo había sido muy rápido, solo veía a Abraham caminando con Alessia inconsciente en sus brazos.
-Abraham ¿qué pasa con ella?- pregunté alterada, pero él continuó haciendo lo suyo sin siquiera voltearme a ver. Se detuvo frente a mi habitación, abrió la puerta con algo de trabajo y cuando estaba a punto de entrar la cerró tras él. -¡¿Qué pasa contigo!?- grité a llantos. No sé cuanto tiempo estuve golpeando la puerta e intentando forzar la manija, quizás fueron horas, pero al final me di por vencida y me tiré en el piso derrotada. No pensaba en nada y al mismo tiempo pensaba en todo, me sentía decepcionada de mi misma, ¿cómo permití que pasara esto? no sabía en qué estado se encontraba mi tía en aquel momento y tenía una desesperada necesidad por estar con ella.
Había un silencio profundo en la casa, solo escuchaba el ruido de mi mente, las cosas a mi alrededor parecían observarme, como si todo tuviera vida en ese lugar. Miraba el bosque a través del cristal, la nieve seguía cayendo tamizada y el viento hacía estremecer los árboles provocando un sonido muy peculiar que me erizaba la piel.
Escuchaba que Abraham hablaba del otro lado de la puerta, me acerqué para tratar de distinguir lo que decía, golpeé la puerta una última vez y esta vez escuché pasos. Podía sentir mi corazón latiendo con rapidez, parecía que trataba de salir por mi boca.
-¿Qué es lo que quieres?- Me preguntó Abraham que asomaba su cara por el marco de la puerta.
-Quiero... estar con ella- Contesté temerosamente. El me miró con ira, parecía como si en cualquier momento fuera a golpearme, pero algo lo detenía.
-Ella no quiere estar contigo, vete- Me quedé inmóvil viéndolo, sentía que mi cuerpo se había congelado y era imposible moverme. -¿Qué no me escuchaste? ¡Vete!-
-Abraham no lo hables así- Dijo Alessia con una voz débil que a penas se distinguía.
En ese momento salió Abraham y sin dirigirme la mirada bajo las escaleras con agresividad. Inmediatamente me metí al cuarto, Alessia estaba acostada en la cama boca abajo con los ojos cerrados, tenía una blusa de manga larga y un pantalón holgado, me acosté en la cama junto a ella y sin tocarla comencé a admirar su belleza. Sabía que estaba despierta y esperaba que me dijera algo, pero no lo hacía. Miré el reloj sobre la pared, a penas era la 1:00 de la tarde. Recorría todo el cuarto con la mirada, el armario, la mesa de noche, el paisaje nevado a través de la ventana, el cabello ahora teñido de Alessia, y el tiempo no pasaba, 1:12...1:20... Comenzaba a hartarme de esto, quería volver a mi rutina, pero a juzgar por lo que pasaba eso no sería pronto. Rodeé a Alessia con mi brazo, la acerqué a mí y ella siguió inmóvil.
-Alessia, no confío en Abraham.-
-Zara, no podemos hablar ahora- Susurró. -Si quieres saber qué pasa tienes que esperar- Fruncí el ceño y busqué a nuestro alrededor una cámara, un micrófono o cualquier cosa que evidenciara la presencia de Abraham. De pronto vi una sombra justo debajo de la puerta. Me senté en la cama y la sombra desapareció de un instante a otro. Era evidente que era él, pero aún así quería asegurarme, me asomé cuidadosamente y pude notar que la puerta al fondo del corredor se acababa de cerrar.
Parecía que Abraham intentaba controlar a Alessia, y ahora lo tenía muy claro. Le cerré a la puerta con seguro y me tumbé en la cama, ella seguía acostada en la misma posición, me acerqué y la abracé con fuerza, de pronto soltó un grito que de inmediato ahogó con una almohada, me asusté y la solté rápidamente. Alessia se sentó en la cama con la boca abierta y los hombros encogidos de dolor, tenía ambas manos sobre su estómago y se inclinaba hacia adelante.
-¡Alessia!- Exclamé atónita. Ella se volvió a acostar con una expresión de sufrimiento en el rostro y al cerrar los ojos una lagrima recorrió su mejilla. Me hinqué a su lado y la observé por un segundo, no estaba dispuesta a seguir ignorando lo que estaba pasando, así que levanté su blusa y me quedé sorprendida al instante. Tenía un hematoma que abarcaba la mitad de su estómago, no había manera de qué hubiera pasado accidentalmente, este se veía de un color rojo vivo el cual evidenciaba que no tenía mucho tiempo que se había formado, quizás unos días. -Vámonos de aquí por favor- Dije preocupada. Ella puso un dedo sobre sus labios. -Tengo miedo Alessia- Le dije al oído.
-Yo también Güerita- Dijo con un hilo de voz.
-Sólo hay que irnos por favor-
-No podemos irnos-
-¿Por qué no?-
-Zara...- susurró con paciencia -¿A caso sabes dónde estamos?- Me quedé inmóvil observándola en silencio. -No podemos irnos,- dijo después de un prolongado silencio- el está al pendiente de todo.- Me sentía atormentada, comencé a recapitular todo lo que había pasado, pensé en Abraham, en su comportamiento, en las voces que había escuchado en mi sueño, su cabello rubio, su postura, sus movimientos y pude identificarlo. Alessia había desaparecido por mucho tiempo y todo este tiempo había sido presa de él.
-¡Es él!- Ella asintió con la cabeza. -Es el acosador de Lerici, el que habías dicho que te seguía a todos lados... ¿cómo no me di cuenta antes?-
-Si, es el- Contestó con un hilo de voz.
-¿Estuviste aquí todo este tiempo?- Ella asintió una vez más -Cuéntame qué fue lo que pasó por favor.
-No, no puedo hacerlo, si te dijera... todo se saldría de control y me da miedo que te haga algo por mi culpa.
-Pero necesito saberlo- Alessia me miró con preocupación y suspiró.
-Te lo voy a decir esta noche, pero necesito que actúes como si no lo supieras, quiero que te comportes y te mantengas lejos de el- susurró.
-Tenemos que hacer algo con eso- dije y señalé su estómago preocupada -No quiero que te pase nada por favor- Alessia me miró con ternura y enseguida me acomodé junto a ella en la cama.
Nuestros cuerpos encajaban a la perfección, sentir la piel de Alessia me reconfortaba, quería cuidar de ella, quería que se sintiera a salvo conmigo y no sabía cómo, lo mejor que podía hacer en ese momento era estar a su lado y hacerla sentir mejor. Comencé a acariciar su brazo con delicadeza, mi corazón latía con rapidez al saber que lo que estaba haciendo no era lo más apropiado y que quizás ella no lo tomaría bien, pero ya no me importaba, solo quería dejarme llevar por lo que sentía en ese momento. Continué acariciando esta vez el rostro y cabello hasta que se quedó dormida.
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