El naufrago
"Me pregunto si un recuerdo es algo que conservamos o que hemos perdido."
-Benjamin Prado
Había pasado más de un año que Alessia se había ido, hubiera querido olvidarla pero la llevaba tan dentro de mi que cerrar mis ojos era mirarla, incluso todavía se podía percibir el aroma tan particular de ella en su almohada. Le conté mi pasado, mi presente y mi futuro, le susurré mis miedos y le grité mis sueños, le enseñé todos mis puntos débiles. Y se fue. Me había dejado como un naufrago recorriendo el mar sin una brújula, sin una pista, perdida en la eternidad, sin saber a dónde ir.
El abandono duele más cuando quién se va no te explica por qué lo hace. Quizás había conocido a alguien y se había enamorado, o tal vez estaba en alguna playa sola descansando de todo, no importa que estuviera haciendo, me partía el corazón que me había dejado sola sin importarle nada.
Día tras día sonreír me dolía, no era parte de mi, ser feliz no era lo mío; había decidido cerrar la puerta del cuarto de Alessia y entrar lo menos posible, porque de esta forma intentaba engañarme haciéndome creer que ella nunca había sido real y que todo este tiempo había estado yo sola en la casa de mi difunta abuela, tal cual como debió ser el plan inicial, sin Alessia. Sin embargo todas las noches me dormía imaginando que un día despertaría a mi lado y me explicaría por qué se fue, pero nunca era así.
Todos mis días eran exactamente iguales, en la mañana me ocupaba de la escuela. Y por las tardes hacía mis deberes y preparaba la comida para el día siguiente, los fines de semana normalmente lavaba ropa y limpiaba la casa a profundidad. Había dejado de hablar por completo con mis amigos, me aislaba yo misma de todos porque no tenía ningún interés por hablar con nadie ni mucho menos de conocer a alguien, entre más crecía más me daba cuenta y entendía que no debía confiar en las personas. Intente lo mejor que pude no volver a caer en el alcohol pero había sido imposible, no podía evitar tomar un par de tragos casi todas las noches antes de dormir para no pensar demasiado. Lo único bueno de todo esto era que en un mes sería mi graduación y al fin me desharía de la maldita prepa, al fin me despediría de la etapa mas difícil de mi vida.
Un día como cualquier otro saliendo de la escuela iba caminando hacia mi casa. Parecía que acababa de haber un accidente porque había mucho trafico. A lo lejos vi un coche gris Oxford que parecía estar desesperado por avanzar, no dejaba de hacer sonar el claxon y se cambiaba continuamente de un carril a otro, seguí caminando sin perder la vista del mismo. El sonido del tráfico me aturdía y comenzaba a dolerme la cabeza, solo quería llegar a la casa a dormir para olvidarme de todo. El conductor del coche gris que ya estaba casi a un lado de mi comenzó a hacer señas con las manos, estaba bastante desconcertada, miré alrededor tratando de buscar a la persona a quién se dirigía, pero yo era la única que caminaba por la calle en ese momento. Intenté ver quién era el conductor, pero no se alcanzaba a ver su rostro. Comencé a ponerme nerviosa y creí que lo mejor que podía hacer era regresar a la escuela y esperar a que se fuera.
Cuando estaba a punto de salir corriendo de ahí el coche aceleró bruscamente subiéndose a la banqueta y quedando a unos pocos centímetros de mi, tuve de inmediato el reflejo de retroceder para evitar ser atropellada. Sin darme mi cuenta mi corazón había comenzado a latir de sobremanera y mi cuerpo entero temblaba. Estaba claro que esa persona me buscaba a mi. El conductor salió del auto y en cuanto vi su cara me di la vuelta y salí corriendo de ahí.
-¡Zara! ¿A dónde vas?- Escuche que me gritaba. Yo seguí corriendo sin mirar atrás, sentía como las lagrimas empezaban a escaparse de mis ojos. - Se que estás enojada, pero tenemos que irnos, te voy a explicar en el camino- Dijo Alessia que me acababa de tomar de la muñeca, me di la vuelta para verla, me miraba con cierta pena y culpa que hacía que me hirviera la sangre, quizás iba a dejarme otra vez y no le importaba verme con esos ojos. De inmediato pude notar en su rostro algo distinto: sus facciones eran más duras, su cabello más oscuro, estaba muy seria, se veía mucho más delgada de lo normal, no era la misma Alessia que había conocido, parecía que algo importante pasaba así que accedí a ir con ella, además los demás conductores estaban bastante molestos haciendo sonar el claxon sin cesar por la forma en que mi tía se había quedado estorbando la avenida, entonces caminé hacia el coche sin decir una palabra.
Miraba por la ventana sin ver nada, por una parte estaba feliz de que Alessia estuviera otra vez a mi lado, quería abrazarla, quería besarla y poder soltar por fin ese dolor que llevaba dentro, quería sentir sus caricias, que me dijera que todo estaba bien. Pero no, porque sabía que no debía ilusionarme porque ella no me quería, porque por más complicado que fuera si de verdad me quisiera me hubiera llevado con ella.
Después de varios minutos salimos de la molesta avenida. Ninguna de las dos decíamos nada, yo continuaba mirando por la ventana y Alessia se dedicaba a manejar. Pude notar que en su mano tenía una cortada, era una línea horizontal perfectamente recta que abarcaba casi todo el dorso de la misma, como si la hubieran hecho a propósito.
-No sabes cómo me sentí cuando te fuiste- Pude decir al fin. Alessia no dijo una sola palabra, seguía viendo hacia al frente, seria, apretando la quijada como si se estuviera tragando sus propias palabras. La observé de arriba a abajo y noté que todo su cuerpo empezaba a temblar, incluso empezaba a notar una leve sudoración en su rostro. -¡Alessia! ¿Qué está pasando?, ¿Qué te pasa?- Ella exhaló y cerro los ojos. Durante unos segundos que parecieron eternos hubo un silencio.
-Hay muchas cosas que debes saber-
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