19

Y ahora allí, la imagen de ellos dos besándose, no se borraba de mi mente y la estaca tampoco de mi corazón; tenía que luchar contra ese recuerdo, ahogarlo en algún agujero de mi mente y así llevarlo al olvido; pero entre más luchaba más perdía y éstos se volvían más nítidos en mi cabeza.

Me dolía bastante y no entendía cómo es que tanto dolor podía caber en mi corazón; aun cuando éste ya no lo soportara, era algo que seguía acumulándose más y más cada vez hasta volver el corazón un órgano pesado y luego lo desplomaba hasta mis pies, dejando así sólo un espacio vacío en la cavidad de mi pecho.

Y dolía, dolía bastante.

Había amanecido rogándole a Dios no toparme con Hoseok, hasta ahora, casi medio día, él no había dado señal alguna de vida.

Decidí salir, así, si Hoseok me buscaba no me encontraría en el departamento. Apagué también mi celular, sólo por si acaso.

El aire fresco me pegó en la cara, mientras intentaba resguardar mis manos en los bolsillos de mi abrigo. Había empezado el mes de Diciembre y con él, el frío austral. Caminé por calles que ya conocía y llegué a lugares familiares en los que ya había estado antes degustando su comida. La tarde se pasó así, pero el dolor del día anterior aun estaba allí, en alguna parte de mi interior, esperando cualquier descuido mío para vencerme. La curiosidad me invadió de pronto al recordar a Sohyun, y en un intento de descifrar ese dilema, prendí mi móvil y marqué el número de Jungkook.

-¿Aló?

-Jungkook, hola-musité.

-Hola, Taehyung.

-¿Tienes tiempo para hablar?

-Claro, ¿qué pasa?

-Es lo que yo quiero saber, Kookie. Pasa algo con Sohyun, yo lo sé. La escuché el otro día hablando contigo en la madrugada-confesé.

-Oh...-hubo un silencio después de su exclamación. Los silencios así nunca son buenos.

-¿Jungkook? Sí sabes algo, dímelo, por favor-supliqué.

-Está preocupada-dijo, con voz ronca.

-¿Preocupada de qué?

-Taehyung, ella no es tonta. Los cambios en la actitud de Hoseok la lastiman.

-¿Qué quieres decir?-pregunté, estaba al borde de caer en la confusión.

-Que ella se da cuenta de que Hoseok ya no es el mismo. De que su cariño parece acabarse y pertenecerle a alguien más.

Abrí los ojos como platos.

-¿Alguien más?-tragué saliva.

-Hoseok te presta más atención que a su misma novia, Taehyung. Eso es muy obvio-dijo, con voz severa.

-Pero...-no daba crédito a lo que mis oídos escuchaban, aun cuando ya me lo imaginaba-. Yo no...-balbuceé

-Escucha, Taehyung. Sé que eres una buena persona, sé que serías incapaz de dañar a tu mejor amiga, y conozco también a Hoseok, el jamás dañaría intencionalmente a una persona. Pero juntos, parece que se les olvida eso-me reprendió.

-Pero yo no...

-Sólo te pido que no la dañes-me interrumpió-. Ella se fue porque le aseguré que no era nada malo, que Hoseok tenía momentos así y la convencí de que ese viaje le relajaría, le dije que no pensara en eso.

-¿No le dijiste que...?

-Por supuesto que no. Pero te suplico, que no le hagan daño, la última vez fueron muy obvios.

-¿La última vez?

-El domingo, Sohyun me dijo que los vio bailando y eso derramó las especulaciones que ella misma se estaba negando en formar. Ella asegura que Hoseok parecía más feliz bailando contigo que... con ella.

-¿Qué... qué le dijiste?-pregunté, con el corazón en pedazos.

-Que estaba loca. Pero ten en cuenta lo que te dije a ti, Tae. ¿Qué vale más? ¿Una amistad de casi toda la vida ó un amor prohibido?

Guardé silencio, la respuesta era muy obvia. Sohyun era como mi hermana.

-Tengo que colgar-me avisó-. Espero que no hagas nada malo o dejes que suceda algo así.

-Gracias. Jungkook.

-No sé supone que debía de habértelo dicho, pero Sohyun me...-se quedó en silencio.

-Lo entiendo, gracias-repetí, con el hilo de voz que apenas y me salía.

Trunqué la llamada y al instante, me percaté de que tenía una perdida. Era de Hoseok. El corazón me rogó adolorido que lo ayudara. Sufría, sufría bastante. Apagué el móvil antes de que una llamada volviera a entrar y lo escondí al final de mi pequeña mochila.

Esto estaba muy mal y era una carga que no podía soportar. Caminé queriendo perderme, deseaba tontamente que mis pies se despegaran del cemento y me llevaran volando hasta otro planeta, desaparecer.

La tarde pintó su crepúsculo y antes de que el sol se ocultara, su luz anaranjada iluminaba un lugar en el que había parado mis pies. Reconocí aquel sitio y el recuerdo me trajo a Hoseok a la cabeza.

Era el bar-café al que él me había llevado el día del cumpleaños de su amigo Gaspar.

Yo odiaba esos lugares, pero ahora, lo único que me pasaba por la cabeza, además de Hoseok y el dolor que todo esto me producía, era conseguir una manera de terminar con él. Me armé de un valor que no me conocía y arrastré mis pies hasta el interior.

Cuando me hube adentrado, caminé esquivando a todos los demás que bailaban al ritmo de la escandalosa música y llegué hasta la barra. El joven rubio detrás de ella, al mirarme me reconoció.

-¡Taehyung, el amigo de Hoseok!-elevó la voz para que pudiese oírlo y lo único en lo que encontré significado en esa frase fue en el nombre de él.

-Hola, Gaspar-farfullé, sentándome en una de las sillas al borde de la barra.

-¿Te sirvo algo?

-¿Qué tienes para perder la conciencia?-pregunté y el río.

-Creí que no tomabas alcohol.

-Sólo dame algo que me sirva para olvidar-ordené, frustrado.

-Subito-dijo, alzando las cejas y luego me dio la espalda para recopilar varias botellas del estante.

La música me atronaba en los oídos y el dolor cada vez más me inundaba el pecho. Había estado por tanto tiempo esforzándome por proteger a Sohyun de patanes, engaños y ese tipo de cosas desde lo que pasó con Namjoon; y ahora, yo era el causante de su dolor, de su desconfianza y eso me dolía mucho más de lo que podía llegar a imaginar.

Irme, insistía con eso porque era la mejor opción, pero... dejar de ver a Hoseok me costaría mucho.
Gaspar puso delante mí un pequeño vasito y luego me sonrió.

-Salud-dijo, con ese acento italiano inconfundible.
Sin contar los chocolates envinados, jamás había pasado por mi boca el sabor a licor, y aquel líquido transparente que reposaba en el pequeño vaso de vidrio me seguía pareciendo igual de repugnante que la primera vez que supe de su existencia. Pero en esta ocasión necesitaba de aquel embriagante líquido para que borrara parte de mi memoria, o al menos, para que el insoportable dolor disminuyera.

Tomé el vaso pequeño entre mis dedos y al alzarlo lo miré con repugnancia y asco, pero cerré los ojos y lo dirigí a mi boca dejando que el olor me hiciera cosquillas en la nariz y que el líquido bajara por mi garganta, raspándola enseguida de que hizo contacto. Derramé todo el licor dentro de mi boca y la garganta me ardió como si tuviera una flama viva dentro.

Abrí la boca e inhalé profundo, tratando de que el aire fresco entrara y aplacara el fuego. Una fuerte punzada de dolor acribilló el lado izquierdo de mi cráneo y una que otra neurona explotó.

Entonces sentí el licor tocar mi estómago y cómo éste se revolvió dos segundos después; una presión allí dentro hizo que casi devolviera lo que había tomado. Cerré los ojos con fuerza y me llevé las manos a la boca, sólo por si acaso.

-¿Estás bien?-preguntó Gaspar detrás de la barra.

Hice que el fuego en mi garganta se calmara un poco cuando volví a abrir la boca para inhalar aire y luego abrí los ojos y lo miré.

Me observaba preocupado mientras limpiaba un tarro de cerveza con un trapo.
Hoseok aun seguía presente en mi mente y el dolor era aun perceptible.

-Sí-contesté, con la voz repentinamente ronca-. Sírveme otro-ordené.

-¿Seguro?-preguntó, un poco receloso.

-Sírvemelo-dije, tajante.

Él se arremangó una de sus mangas blancas que se había bajado traviesa antes y alzó las cejas con expresión escandalizada, pero tomó el pequeño vasito y vacío en él el licor amarillento del cual yo desconocía el nombre. Con el vaso lleno me acercó su mano y lo deposito delante de mí sobre la barra.

Miré de nuevo el cristal y lo que contenía; me preguntaba cuántos más vasos de estos necesitaba para perder la conciencia o si era preferible pedir que me llenaran el tarro.

Lo tomé de nuevo y lo acerqué a mi boca, cerré los ojos y dejé caer parte del licor en mi garganta, que de nuevo estalló en llamas despiadadamente consumidoras; pero sin dejar que éstas se aplacaran me eché otro trago a la boca, sólo que este lo mantuve allí, repentinamente temeroso de hacerlo pasar.

El nombre de Hoseok golpeteó junto a la punzada de mi cabeza y me obligué a abrirle camino entre el fuego a aquel líquido. Las llamas tomaron una nueva fuerza pero ahora el ardor a pesar de ser doloroso, se volvió algo placentero. Y la última parte del trago pasó por mi garganta con menos dificultad. La punzada se expandió hacía el otro extremo de mi cabeza y se convirtió en un dolor agudo.Cuando abrí los ojos, el rubio detrás de la barra me miraba intrigado.

-Otro-ordené, con aquella voz ronca que salía de entre las llamas de mi garganta.Vaso tras vaso, y el licor seguía pasando por el incendio en mi garganta; hasta que comencé a marearme al ver a las personas a mí alrededor. Sentía menos neuronas en mi cabeza que hace unos minutos, pero el dolor había desparecido o al menos, era tan grande que ya no lo sentía.

-¿Estás tú bien?-inquirió de nuevo Gaspar.

-¿Yo? ¡Estoy bien...!-mi voz se arrastraba como si mi lengua se hubiese quedado pegada en el inferior de mi boca.

-Claro. Eemm... permíteme-se alejó hasta el otro extremo de la barra y tomó el teléfono.

Dejé de tomarle importancia y desvié la mirada; en realidad había dejado de tomarle importancia a todo. El alcohol había hecho que las pocas neuronas que me quedaban en la cabeza estallaran al unisón y desaparecieran.

Me llevé ambas manos a la cabeza, con los codos apoyados sobre la barra; sentía la música meterse en mis oídos y vagabundear por el vacío en mi cabeza; allí no había cerebro, neuronas o mente para formular pensamiento alguno; no había nada, excepto una cosa.

El nombre de Hoseok rebotaba de un lado a otro como pelota de ping-pong en un juego de tétris.

Estaba sudando, de repente el calor se agolpó en mi cuerpo y las gotas de sudor perlaban mi frente. Me sentí asfixiado de pronto. Me quise levantar para ir al baño y al poner los pies sobre el suelo me desequilibré totalmente, el suelo bailó bajo mis pies y me tambaleé antes de sostenerme de la barra.

No sólo el piso se movía, sino también las paredes bailaban y luego se volvían borrosas. Trastabillé hasta llegar al baño, y luego, cuando con paso torpe pude acercarme al lavamanos me miré al espejo.

Mi rostro estaba perlado por el sudor, tenía la nariz con un matiz rojizo y unos tantos cabellos despeinados. Abrí la llave del agua, estaba fría e hice una cuna con mis manos para sostenerla allí; luego, cuando logré acunar suficiente, me la eché en la cara. Cerré la llave con el rostro goteando sobre el blanco mármol del lavamanos, me miré de nuevo al espejo y después tomé una toallita desechable para secarme la cara.

El rostro me parecía desconocido pero era mío.
Deseaba que algo de la capacidad de mover mis pies aun estuviese en funcionamiento; pero me tambaleé igual que la primera vez; mis músculos seguían igual de torpes.

Apoyándome en la pared, logré salir de nuevo hacía el exterior donde la gente aun me mareaba. Pero luego, entre todas esas siluetas borrosas, había una que reconocería así estuviera debajo del agua o en una atmósfera llena de niebla. ¿Qué hacía Hoseok allí?

Lo fulminé con la mirada, frunciéndole el ceño; pero al parecer, él buscaba a alguien, sus ojos iban de aquí para allá examinando cada rostro y su cabeza se levantaba por encima de los demás queriendo encontrar a ese alguien. ¿A quién estaría buscando? ¿Justo aquí? ¿En el mismo lugar en el que yo estaba?

Me tambaleé de nuevo hasta la barra, en donde había dejado mi pequeña mochila y traté de ignorar todos los perturbantes sentimientos que me embargaron al ver a Hoseok allí.

-¡Hey! ¡Tú!-llamé a Gaspar y rebusqué entre mi mochila mi cartera para pagar la cuenta; el joven se acercó-. ¿Cuánto es?-la voz que salía de mi boca me era desconocida.

-Eemm...-murmuró.

-¿Me los vas a regalar?-pregunté y luego me reí.

-¡Taehyung! ¡¿Qué demonios...?!-la melodiosa voz de Hoseok llegó hasta mis oídos por encima de todo el ruido. Se acercó y me miró con los ojos abiertos de par en par.

-¿Tú?-le miré- ¿Tú qué haces aquí?-hice ademán de levantarme de la silla con un solo movimiento sobrio, pero fracasé de inmediato y tuve que sostenerme de la barra.

Hoseok me sujetó de la espalda, temeroso de que me cayera.

-Usted señor, no tiene por qué tocarme-retiré su mano de mi espalda y le fruncí el ceño en un gesto mal hecho.

-Será mejor que nos vayamos, Taehyung. Gaspar-sacó su billetera y luego de ella, un par de billetes que aventó sobre la barra-, quédate con el cambio. Gracias por llamarme.

-¿Por qué pagas mi cuenta? ¿Quién te dio el permiso?-le miré, aun ceñudo y con voz torpe.

-Vámonos, Taehyung.

-Pues yo no me quiero ir-rezongué y luego me crucé de brazos.

-No seas ridículo, Taehyung. Vámonos-me instó a seguir caminando pero me detuve y luego me tambaleé por el esfuerzo-. Si es necesario sacarte de aquí en brazos, lo haré-me advirtió y me miró serio.

Nos quedamos mirándonos por un buen rato, retándonos el uno al otro; pero fracasé por completo luego de perderme en esos bellos ojos color café, protagonista de mis sueños.

-De acuerdo-farfullé-. Tú ganas. Siempre ganas-hice un mohín y luego me dí la media vuelta para dirigirme a la salida; algo que hizo que me mareara.

Pude sentir una firme y fuerte mano sujetándome por la cintura, y al reconocer aquella dulzura en el tacto, la piel se me erizó y un montón de mariposas se desataron en mi estómago.
Maravilloso, incluso ebrio y torpe, Hoseok provocaba esas reacciones en mí. Fruncí el ceño mentalmente.

Cuando llegamos afuera, después de esquivar a toda la gente y que, el aire me movió los cabellos, quité de un tirón su mano en mi cintura y le miré ceñudo.

-¿Qué pretendes, Jung?-mi voz me parecía incluso más torpe.

-Sacarte de aquí sano y salvo, vámonos-me apuntó el auto negro del que era dueño, animándome a que subiera.

-No-me crucé de brazos-. Ya me sacaste de allá adentro, ya déjame aquí-le hice un gesto con la mano para que se fuera.

-Taehyung, por favor, sube-me rogó, serio.

Me giré y comencé a caminar con pasos torpes, sintiendo aun cómo el suelo bailaba bajo mis pies.

-¡Taehyung!-exclamó, ordenando que parara, pero lo ignoré- No seas terco.

Seguí caminando, o al menos lo intentaba. Y de pronto sentí que mis pies se despegaron del cemento y unos fuertes y dulces brazos me elevaron.

-¿Qué haces? ¡Suéltame!-intenté luchar- ¡Jung, déjame!-pero mis intentos fueron sólo fracasos.

Hoseok caminó los pocos metros hasta su auto y con cada uno de sus movimientos, su perfume varonil que me llevaba a flotar en un paraíso, se metía por mi nariz. Me depositó con cuidado media parte de mi cuerpo en el suelo, mis pies volvieron a tocar el piso; pero mi cintura aun estaba fuertemente ceñida por su mano.

Me tenía aprisionado. Abrió la puerta del copiloto del auto y luego volvió a cargarme como un bebé y me depositó con dulzura sobre el asiento. Se inclinó sobre mí y abrochó el cinturón de seguridad sobre mi cuerpo. Oí el chasquido del seguro al cerrar.

-No soy un bebé-mascullé.
Entonces me miró, su bello rostro estaba a sólo centímetros del mío y su respiración me golpeaba el rostro. Sus ojos brillaban con la tenue luz de las lámparas que entraba por las ventanillas del auto. El puñado de mariposas de mi estómago enloqueció.

-No seas tan terco, Taehyung, por favor-musitó y su aliento cálido se metió por mi nariz, mandando al demonio todas las barreras que quise construir contra él.

Miró mis labios, pude notarlo y luego pasó saliva escandalosamente; se retiró rápidamente y su perfume se revolvió entre las partículas de aire.

Cerró la puerta con cuidado y luego caminó hasta el otro asiento del auto y subió. Aquella noche había luna nueva, por lo tanto, sólo la luz amarillenta de las lámparas alumbraban la solitaria calle de Venecia.
Encendió el motor del auto, y el suave ronroneo interrumpió la tranquilidad y el silencio.

-Puedo acusarte de rapto-farfullé, aun con esa voz torpe y ronca que salía de mí dentro.
Él rió por lo bajo, pero siguió conduciendo sin hablar.
Crucé los brazos sobre el pecho y fruncí el ceño.

-Puedo cuidarme solo, no necesito una niñera-volví a soltar.

-¿Vas a decirme todo el camino lo que puedes hacer y no haces?-inquirió, con voz serena.

Lo fulminé con la mirada mientras la luz de las lámparas caminaba sobre nuestros rostros y luego se iba. Su vista aun estaba puesta hacía el frente.

-Normalmente no eres así conmigo-me dijo-, no cabe duda de que estás ebrio.

-Pues vete dando cuenta, Jung-mascullé-; no todo debe de ser como tú deseas.

-¿Eso qué quiere decir?

-Que te odio-dije, mi labio inferior sobresalía un poco.
Pensé que se iba a reír, tomándolo como un chiste debido a mi estado etílico; pero no. me miró con el ceño fruncido, intrigado.

-¿Qué? ¿Por qué me odias?-preguntó.

-Ahora te haces el inocente-la voz ronca se me quebró y él me miró aun más intrigado, preocupado también.

Estacionó el auto con un movimiento rápido del volante que hizo que se me revolviera el estómago. Luego me miró.

-¿Qué? ¿Por qué dices eso?-inquirió, escrutándome con la mirada, evidentemente sorprendido y preocupado.

-Por favor, Hoseok; no me digas que eres tan estúpido que no te das cuenta-la temblorosa voz se hizo un hilo y las lágrimas salieron finas y delicadas de mis ojos.

-¿Cuenta de qué?

Lo miré con los ojos empañados de lágrimas y la respuesta en los labios; pero no dije nada. Me crucé de brazos de nuevo y giré mi cara bruscamente.

-De nada, no importa-mascullé.

-Taehyung, dime qué te hice-esa no era una pregunta, sino una orden.

No contesté y seguí mirando hacía el frente, a través del parabrisas del auto, contemplando la inmensidad de la oscuridad y con los ojos empañados aun.

-¿No vas a decirme?-insistió y lo ignoré.

¿Qué sentido tenía decirle que lo amaba si su corazón estaba atado junto al de alguien más? Era estúpido, justo como esta misma situación.

Después de esperar algunos segundos y ver que mi silencio persistía, se recargó de nuevo en su asiento y luego suspiró. Encendió el auto de nuevo y lo puso en marcha.

Seguro me veía estúpido, porque así me sentía. Dejé que las lágrimas cayeran en silencio, porque ninguno de los dos dijo nada. Miré por la ventanilla del auto y a pesar de que estaba ebrio, podía recordar el camino de regreso al departamento de Sohyun; y este no era. Pero no le tomé importancia, porque a pesar de todo, me sentía seguro con Hoseok a mi lado.

Recargué la cabeza en el asiento y luego cerré los ojos, repentinamente cansado; quizá la rabieta de niño pequeño que había hecho minutos antes me había robado la suficiente energía como para hacerme caer en la inconciencia.

• • •

El golpe de la puerta al cerrar me despertó y aquel dulce perfume que me traía tanta inspiración volvió a juguetear por mi nariz. Mi cabeza descansaba sobre el duro pecho de él y mi cuerpo era cargado por sus fuertes brazos.

Luego sentí mi cuerpo descansar sobre algo blando y cálido, entonces mis ojos pudieron captar algo; aquella blanquecina luz no era alguna que me pareciera familiar y el aroma de su varonil perfume seguía jugueteando en mi nariz a pesar de que ya no sentía su cuerpo cerca. Dos segundos después de haberme percatado de ello me pregunté dónde estaba.

-Hoseok-musité y enseguida mis ojos se encontraron con su rostro.

Yacía parado, mirándome allí acostado donde sea que yo estuviera.

-Descansa-susurró y se acercó para besarme la frente y sentí sus cálidos labios a través de mi cabello desparpajado.

Pero entonces sujeté fuertemente su rostro con mis manos y conduje sus labios hasta los míos, guiado por el impulso de tenerlo así de cerca. Su cálido hálito recorrió desde mi frente hasta mis labios y luego nuestras bocas se unieron; ambas deseosas una de la otra.

Un remolino de emociones junto a un huracán de sensaciones explotó dentro de todo mi interior; y una carga eléctrica se envió desde mi corazón hasta cada extremidad de mi cuerpo, y até mis dedos a su cabello. Su boca se movió junto con la mía y su aliento se metía por mi garganta en donde ardía un nuevo fuego, esta vez creado de pasión.

Sus manos se apoyaron a cada lado de mi cuerpo, puesto que sentí una hendidura al mismo tiempo. Me llevó un minuto darme cuenta de que yo descansaba en una cama. Mi cuerpo ardió entre la pasión y el amor, mientras que nuestros labios aun permanecían unidos, bailando en una sincronización sin igual.

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