6: Prólogo y prefacio


He visto muchísimas confusiones con estas dos cosas, así que hoy voy a comentarles un poco las diferencias entre uno y el otro. Partamos desde las definiciones de cada uno, luego veamos algunos ejemplos para que les quede un poco más claro.

Prólogo:

Cuando hablamos de prólogo, hacemos referencia a un texto que sirve para introducir al lector a la historia, pero de una forma más objetiva. Generalmente se escribe por una tercera persona que ya haya leído la historia (por lo cual se escribe al finalizar la misma). 

¿Qué información podemos encontrar en un prólogo? Una visión racional de la obra. En torno a qué gira la trama, qué mensaje transmite al lector, qué motivó al autor para escribir la obra, etc. También podemos encontrar algo de información sobre el propio autor, y los agradecimientos de las personas que participaron en la creación de la historia. El prólogo no es un texto de ficción, ni sirve como capítulo cero. Para simplificarles más el concepto: es como una reseña de la obra.

Prefacio:

Al igual que el prólogo, el prefacio también actúa como un texto informativo que introduce al lector en la historia. Brinda detalles específicos sobre la misma. La diferencia es que se escribe antes de la historia, y lo escribe el propio autor, desde su punto de vista. En el prefacio aparece casi la misma información que en el prólogo, pero el autor plantea lo que pretende transmitir él con la obra.

Cabe mencionar que ninguno de los dos son obligatorios en una obra. Esto es a criterio total del autor.

Ahora, veamos algunos ejemplos de prólogo y prefacio, para tener un panorama más claro:

Prólogo de "La conjura de los necios" De Jhon Kennedy Toole.

"Quizás el mejor modo de presentar esta novela (que en una tercera lectura me asombra aún más que en la primera) sea explicar mi primer contacto con ella. En 1976, yo daba clases en Loyola y, un buen día, empecé a recibir llamadas telefónicas de una señora desconocida. Lo que me proponía esta señora era absurdo. No se trataba de que ella hubiera escrito un par de capítulos de una novela y quisiera asistir a mis clases. Quería que yo leyera una novela que había escrito su hijo (ya muerto) a principios de la década de 1960. ¿Y por qué iba a querer yo hacer tal cosa?, le pregunté. Porque es una gran novela, me contestó ella.

Con los años, he llegado a ser muy hábil en lo de eludir hacer cosas que no deseo hacer. Y algo que evidentemente no deseaba era tratar con la madre de un novelista muerto; y menos aún leer aquel manuscrito, grande, según ella, y que resultó ser una copia a papel carbón, apenas legible.

Pero la señora fue tenaz; y, bueno, un buen día se presentó en mi despacho y me entregó el voluminoso manuscrito. Así, pues, no tenía salida; sólo quedaba una esperanza: leer unas cuantas páginas y comprobar que era lo bastante malo como para no tener que seguir leyendo. Normalmente, puedo hacer precisamente esto. En realidad, suele bastar con el primer párrafo. Mi único temor era que esta novela concreta no fuera lo suficientemente mala o fuera lo bastante buena y tuviera que seguir leyendo.

En este caso, seguí leyendo. Y seguí y seguí. Primero, con la lúgubre sensación de que no era tan mala como para dejarlo; luego, con un prurito de interés; después con una emoción creciente y, por último, con incredulidad: no era posible que fuera tan buena. Resistiré la tentación de explicar al lector cuál fue lo primero que me dejó boquiabierto, qué me hizo sonreír, reír a carcajadas, mover la cabeza asombrado. Es mejor que el lector lo descubra por sí mismo...".

Escrito por Miriam Barroeta.

Prefacio de "Andy"

Para muchos jóvenes, los días de estudiante suelen ser una eterna lucha de supervivencia.

«Andy» busca meterse en la piel de un estudiante de secundaria que trata encontrarse a sí mismo en medio de un caos de inseguridades y miedos. En el trayecto pretende mostrar la crueldad de los jóvenes, y hasta dónde es capaz de llegar el acoso estudiantil.

En algún momento de nuestras vidas, todos los que sufrimos bullying necesitamos de alguien que nos de la fuerza suficiente para superar esa dura etapa, que muchas veces nos marca para toda la vida. Por eso, más allá de los tintes románticos y los toques de ficción, esta novela pretende mostrar que todos deberíamos tener un impulso en nuestras vidas; algo o alguien que nos dé la fortaleza suficiente para enfrentar todos los problemas que se nos presenten; que nos ayude a salir adelante y nos enseñe que nosotros tenemos valor, que somos capaces de defendernos de cualquier bravucón que quiera derrumbarnos, tanto moral como físicamente. No necesariamente debemos buscarlo en otras personas, a veces somos nosotros mismos los que podemos hacer que las cosas sean diferentes.

Esta historia contiene recuerdos reales de mi adolescencia, situaciones difíciles que debí superar para poder avanzar y ser quien soy ahora. Así mismo, cabe aclarar que también hay detalles que son ficticios, como por ejemplo, nombres, sexo, y otros datos; esto con el fin de proteger la identidad de las personas que inspiraron a cada personaje. Es porque viví en carne propia el acoso estudiantil, que me atreví a escribir esta historia.

Hay un «Andy» dentro de nosotros, pero debemos explorar a fondo nuestro interior para descubrirlo.

Puse como ejemplo el prefacio de Andy porque no encontré ningún ejemplo claro en internet. 

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