Extra 2.3

Sydonie se despertó con un golpe lejano que resonó en la casa. Se sentó en la cama, confundida y somnolienta, mientras sus pensamientos tardaban en aclararse. Miró al otro lado de la cama y se dio cuenta de que Ronan aún no había regresado. Giró la cabeza hacia el reloj en su mesita de noche; ya había pasado la medianoche. Fuera de la ventana de su alcoba, ubicada en el ático del caserón familiar, una suave llovizna caía contra los cristales, creando un eco tenue que llenaba el silencio.

De forma distraída, buscó con la mirada el portabebés de Amani, pero recordó que la bebé estaba durmiendo en la habitación de su madre. Erin había insistido en que pasara la noche con ella, asegurándole que se haría cargo para que Sydonie pudiera descansar.

Con un ligero suspiro, Sydonie alcanzó su celular y revisó las llamadas o mensajes. Nada. Ni rastro de Ronan ni de sus hermanos.

—¿Dónde están? —murmuró, ahogando un bostezo con la mano.

Entonces, como si el universo respondiera, escuchó unos golpes en la puerta. Dio un respingo y, entre dientes, soltó una maldición mientras se apresuraba hacia la puerta, temerosa de que el ruido pudiera despertar a Amani. Al abrirla, se encontró con Maxwell, con el cabello pegado al rostro por la humedad y una expresión que oscilaba entre la resignación y el fastidio.

—¿Qué haces, idiota? —espetó Sydonie, fulminándolo con la mirada—. Despertarás a mi bebé.

—El idiota es Cameron, que decidió emborracharse... y a tu novio con él —replicó Maxwell, cruzándose de brazos.

—¿Qu... qué?

Maxwell señaló con la cabeza hacia el pasillo, y Sydonie asomó la cabeza para mirar en la penumbra. Sentado en el suelo, junto a la puerta de su habitación, estaba Ronan, con la espalda apoyada contra la pared y la cabeza caída hacia un lado. Al final de las escaleras que llevaban al ático, Cameron yacía desmayado sobre las tablas de madera, completamente inmóvil.

La escena no le sorprendió en absoluto. Cameron nunca había tenido buena tolerancia al alcohol, a diferencia de Maxwell, que siempre parecía conservar su compostura. Pero Ronan... bueno, él aún era un humano inexperto.

—No lo envié con ustedes para que lo emborracharan —se quejó Sydonie, inclinándose hacia Ronan para examinarlo. Su rostro parecía adormilado y relajado, como si no tuviera idea de lo que sucedía a su alrededor.

—Yo no lo emborraché. Solo lo traje de vuelta —aclaró Maxwell, dando un paso hacia las escaleras—. Ahora llévalo adentro. Me encargaré de llevar a Cameron a su habitación antes de que mamá se dé cuenta.

Sydonie suspiró, suavizando su expresión.

—Gracias por traerlo de vuelta —murmuró.

Maxwell no respondió, pero murmuró algo inaudible sobre "hartarse de idiotas" mientras comenzaba a bajar las escaleras con pasos decididos. Sydonie esbozó una leve sonrisa, sacudiendo la cabeza, antes de volverse hacia Ronan, quien seguía en el suelo. Parecía tan indefenso que no pudo evitar reír entre dientes.

Se inclinó y agitó su hombro con suavidad hasta que él abrió los ojos, parpadeando varias veces antes de enfocarla. Por un momento, Ronan simplemente la miró con una expresión aturdida. Luego, sus labios se curvaron en una sonrisa boba, como si la reconociera.

—¿Quién te dio permiso para beber sin mi supervisión? —dijo Sydonie con tono serio, aunque había un matiz divertido en su voz.

Ronan la observó como si estuviera viendo algo fascinante por primera vez.

—Eres la mujer más hermosa, cariño —murmuró, con una sinceridad que la tomó por sorpresa.

Sydonie sintió que su pecho se llenaba de calidez. Dudaba mucho de esa afirmación, considerando que su cabello estaba completamente alborotado por la siesta y que vestía una camiseta extra grande como pijama. Aun así, las palabras de Ronan la desarmaron.

—No intentes suavizarme con cumplidos. Estoy enojada —dijo, cruzándose de brazos para mantener una apariencia de severidad, aunque la sonrisa amenazaba con traicionarla—. Vamos, te llevaré adentro.

Con un esfuerzo, Sydonie ayudó a Ronan a levantarse. Él se tambaleó ligeramente, pero ella lo sostuvo con firmeza, sintiendo el peso de su cuerpo y notando que, incluso en su estado, la miraba como si fuera lo único que importara en el mundo. Rodeó su cintura con un brazo y lo condujo lentamente hacia la habitación, avanzando con pasos cautelosos a través de la penumbra. Cerró la puerta con el pie mientras lo guiaba hacia la cama. Sin embargo, Ronan perdió el equilibrio en el último momento, y ambos cayeron; Sydonie quedó tumbada sobre el colchón mientras él se deslizaba al suelo con un golpe sordo.

—¿Estás bien? —preguntó Sydonie, incorporándose rápidamente al borde de la cama—. ¿Ronan?

Él no respondió de inmediato, pero se movió con torpeza, acercándose hasta quedar arrodillado entre sus piernas. Sydonie lo miró con una mezcla de confusión y preocupación mientras él se inclinaba hacia adelante, apoyando su rostro contra su pecho sin previo aviso.

—¿Qué haces? —preguntó, su voz teñida de confusión.

—Te siento —murmuró Ronan, su respiración cálida filtrándose a través de la delgada tela de su camiseta.

—Más bien sientes mis pechos —respondió ella, arqueando una ceja.

Ronan levantó ligeramente la cabeza, con una sonrisa boba que contrastaba con la intensidad de su mirada.

—Me gustan tus pechos.

Sydonie bufó, intentando contener una sonrisa que, inevitablemente, se amplió.

—Siempre lo sospeché —respondió con ironía, pero con un toque de ternura.

De manera instintiva, deslizó su mano detrás de la cabeza de Ronan, encontrando los mechones de cabello húmedos por la llovizna. Sus dedos se movieron suavemente entre ellos, acariciándolo de forma distraída, como si estuviera cuidándolo. Ronan suspiró contra su piel, su cuerpo relajándose bajo su toque. Por un momento, todo pareció calmarse.

Sin embargo, él rompió esa quietud cuando movió el rostro, dejando que sus labios rozaran su cuello. Al principio, los besos fueron suaves, casi tímidos, pero pronto se volvieron más intensos, más firmes. Sydonie sonrió, pero al notar el cambio en sus caricias, comprendió que Ronan no buscaba consuelo; sus intenciones eran muy diferentes.

—¿Acaso no estás borracho? —preguntó, tan divertida como sorprendida—. Deberías estar noqueado como Cameron.

Ronan no respondió. Sus labios ascendieron hasta su oreja, dejándole un beso lento y deliberado que envió una corriente eléctrica por su columna. Sus manos, grandes y cálidas, comenzaron a acariciar los costados de sus muslos con movimientos lentos pero firmes, apretándola contra él. No había duda de lo que quería; Sydonie lo sintió claramente cuando su cuerpo se presionó contra el suyo, mostrando su deseo sin reservas.

—Di... —susurró Ronan con voz profunda, mientras besaba la curva de su cuello—... que también... —otro beso, esta vez en su barbilla—... me deseas.

Sydonie titubeó, estremeciéndose ante sus palabras, mientras su lengua rozaba instintivamente sus labios resecos. Su respiración se aceleró, atrapada entre la sorpresa y la tentación.

—¿Así que... así eres cuando estás ebrio? —bromeó, intentando mantener el control.

Sus alientos se mezclaron cuando él alzó el rostro, sus ojos azules, oscurecidos por la intensidad, encontrándose con los de ella. Había algo hipnótico en su mirada; era hermosa y peligrosa a la vez.

—Dímelo —insistió Ronan, su voz ronca, casi un ruego.

Sydonie no respondió con palabras. En lugar de eso, lo besó. Sus labios se encontraron con una suavidad inicial que pronto se transformó en una caricia lenta y profunda. Ronan sabía a whisky, un sabor fuerte, intoxicante, que ardía en cada rincón de su boca. Sydonie intentó mantener el control, como siempre hacía, pero Ronan pronto profundizó el beso, su lengua recorriendo la línea de sus labios hasta que ella cedió, separándolos para dejarlo entrar.

El beso se volvió intenso, una lucha sensual por el control. Cuando Ronan aferró su cabello, inclinando su cabeza hacia atrás con firmeza, Sydonie dejó escapar un pequeño gemido de rendición. Su cuerpo reaccionó de inmediato, el calor extendiéndose por cada fibra de su ser mientras él tomaba el control.

Cuando Ronan se apartó, Sydonie estaba sin aliento. Su pecho subía y bajaba descontrolado, y sentía su piel ardiendo. Apenas tuvo tiempo de recuperarse antes de que él comenzara a besar su cuello nuevamente, mordiendo su piel. Cada caricia era más intensa que la anterior, cada movimiento más determinado. Había una urgencia en sus acciones, una intensidad que hacía que cada caricia fuera más dominante, más demandante. Y en lugar de resistirse, Sydonie sintió cómo su cuerpo se rendía a él, su deseo creciendo como una ola que la envolvía por completo.

Ronan solo se apartó para deslizar su camiseta hacia arriba, revelando sus pechos. Sus ojos, llenos de hambre, recorrieron su cuerpo antes de empujar la camiseta fuera de sus brazos y lanzarla al suelo. No esperó. Su boca encontró uno de sus pezones, y su lengua lo rozó con una mezcla de suavidad y firmeza que hizo que Sydonie arqueara la espalda, un nudo de placer formándose en su vientre.

Mientras su boca exploraba sus pechos, Ronan la empujó suavemente hacia la cama, acostándola sobre el colchón. Su boca dejó sus pezones sensibles y enrojecidos para continuar su descenso por su vientre, marcando un camino de besos y mordiscos hasta llegar al borde de su ropa interior. Sydonie tembló, su respiración entrecortada, mientras buscaba su mirada. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, no hubo palabras. Solo una conexión ardiente y visceral que hablaba más que cualquier declaración de deseo.

—¿Qué pretendes, cariño? —preguntó Sydonie, su voz temblando ligeramente mientras acariciaba la mejilla de Ronan con ternura.

Ronan alzó la mirada hacia ella, su expresión era de pura devoción, combinada con algo más oscuro y ardiente que hizo que el aliento de Sydonie se acelerara.

—Quiero complacerte —dijo, lamiéndose los labios.

El ritmo del corazón de Sydonie se aceleró, resonando en sus oídos como un tambor. Habían explorado esa intimidad una sola vez, en una noche que recordaba con claridad. Ronan, intrigado por un programa de televisión donde una pareja compartía un encuentro apasionado, había confesado su curiosidad con esa mezcla de inocencia y determinación que lo hacía único. Esa noche, Sydonie había tomado las riendas, mostrándole lo que le gustaba, tocándose frente a él como una guía viva. Ronan, siendo un aprendiz atento, había hecho su mejor esfuerzo, y aunque había sido torpe al principio, su entrega y deseo de complacerla habían convertido el momento en algo profundamente placentero y especial.

Desde entonces, le había prometido a Ronan que lo intentarían de nuevo, pero las últimas semanas, entre las fiestas navideñas y la crianza de Amani, habían hecho que encontrar tiempo para ellos fuera casi imposible.

Sydonie regresó al presente cuando sintió un mordisco en el interior de su muslo. Miró a Ronan, arrodillado frente a ella, con su boca dejando marcas en su piel. Aunque no lo supiera, había algo peligroso en su sensualidad natural, algo que hacía que cada uno de sus movimientos pareciera cargado de intención. Aunque tal vez no fuera consciente de ello, Ronan era peligrosamente atractivo en ese momento. Entonces, él se inclinó más, acercándose a la unión entre sus piernas. Su aliento cálido rozó la tela húmeda que cubría su sexo, y Sydonie se estremeció, sintiendo cómo su vientre se apretaba con un dolor sordo, lleno de expectación.

—Mi aliento acaba de hacerte estremecer —murmuró Ronan, su voz baja y seductora, con una seguridad que Sydonie nunca había escuchado antes—. ¿Puedes imaginar lo que hará mi lengua?

Un calor abrasador se disparó por sus venas, y Sydonie supo que no podía resistirse. No quería resistirse. Sus labios se entreabrieron en un suspiro entrecortado mientras su pecho subía y bajaba de manera irregular.

Ronan, con movimientos lentos pero decididos, deslizó la pequeña prenda que cubría su intimidad, dejándola completamente expuesta. Sin apartar la mirada de la suya, Ronan la instó a abrir las piernas, y sus dedos comenzaron a explorarla con una confianza que antes no había tenido. Sydonie sintió cómo sus mejillas ardían, pero cualquier rastro de timidez se desvaneció cuando los dedos de Ronan comenzaron a tocarla. Su toque era firme, decidido, casi reverencial.

El primer contacto fue como una chispa, una conexión que encendió cada fibra de su ser. Sydonie gimió al sentir cómo los dedos de Ronan trazaban líneas lentas y circulares por su humedad, encontrando su clítoris con precisión y estimulándolo con movimientos firmes y calculados. Todo ese tiempo, sus ojos permanecieron fijos en los de ella, oscuros y cargados de deseo, como si intentara grabar cada una de sus reacciones en su memoria. Su toque era posesivo, seguro, y Sydonie sintió como si él reclamara cada parte de ella, como si supiera exactamente lo que necesitaba.

Cuando los gemidos entrecortados de Sydonie se convirtieron en súplicas, Ronan reemplazó sus dedos por su boca. El primer roce de su lengua contra su clítoris la hizo temblar violentamente, su cuerpo arqueándose como si hubiera sido alcanzada por una corriente eléctrica. Ronan no vaciló; sus movimientos eran precisos, alternando caricias lentas y rápidas, lamiendo, succionando, incluso mordiendo suavemente, encendiendo cada nervio de su cuerpo. Esta vez, a diferencia de la primera, no había vacilación en él. Estaba en completo control, devorándola con una urgencia que la hizo sentir deseada de una manera completamente nueva.

Sydonie apretó una mano contra sus labios, intentando contener los gemidos que se volvían cada vez más intensos. Su cuerpo se arqueó, sus caderas buscando instintivamente a Ronan, rogando por más. Ronan respondió a su necesidad, aferrando sus caderas con fuerza mientras su lengua y labios trabajaban con una intensidad que la llevó al límite. Y entonces, el placer explotó en ella como una ola imparable, dejando su cuerpo temblando mientras el orgasmo la atravesaba en espasmos incontrolables.

Sydonie quedó tumbada sobre la cama, jadeando mientras su pecho subía y bajaba con violencia. Su cuerpo todavía temblaba con los ecos del placer cuando Ronan subió por su vientre, dejando un rastro de besos húmedos. Se detuvo entre sus pechos y la miró, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de deseo y algo más profundo. Ella tomó su rostro entre las manos y lo besó, un beso cargado de pasión y gratitud, hasta que ambos estuvieron sin aliento. Ronan dejó sus labios apenas un momento, lo suficiente para susurrar:

—Quería verte —murmuró Ronan contra sus labios, su voz ronca y cargada de sinceridad.

—Estoy aquí, cariño —respondió ella, su tono lleno de ternura y deseo.

Ronan la miró con una intensidad que la dejó expuesta, vulnerable, pero también profundamente conectada a él.

—Te necesito.

Sydonie sabía que el alcohol probablemente estaba ayudándolo a hablar con tanta franqueza. Desde que se había vuelto humano, Ronan había desarrollado una reserva que a veces la frustraba. En ese momento, sin embargo, él era todo lo que Sydonie había extrañado: directo, audaz, y completamente entregado a lo que sentía. Aquello la intrigaba y la excitaba.

—Yo también te necesito.

Sydonie empujó suavemente el hombro de Ronan, guiándolo fuera de la cama. Él obedeció, tambaleándose ligeramente mientras se mantenía de pie frente a ella. Sin embargo, no tenía intención de apartarlo por mucho tiempo. Arrodillándose sobre el colchón, se inclinó hacia él, sus movimientos fluidos y llenos de intención.

Cuando sus manos encontraron su camisa, comenzó a deslizar los dedos por el tejido con una suavidad calculada, disfrutando de cómo Ronan respondía a su toque. Sus miradas se encontraron, sus rostros tan cerca que sus respiraciones se mezclaban. Ella sonrió con travesura antes de comenzar a desabotonar su camisa lentamente, como si quisiera alargar la anticipación.

—Sydonie... —murmuró él, pero no terminó la frase, su voz teñida de deseo.

Ella no respondió, concentrándose en su tarea. Sus dedos descendieron con firmeza, liberando los botones uno a uno, y luego continuaron hacia la cremallera de sus jeans. Ronan se tensó bajo su toque, su respiración deteniéndose por un momento, como si el simple contacto de sus manos fuera suficiente para encender cada nervio de su cuerpo.

Cuando Sydonie se inclinó y dejó que su lengua rozara la punta de su miembro a través de la tela, Ronan dejó escapar una respiración ahogada. Su mano se deslizó hacia su cabello, sosteniéndola con un gesto involuntario que hablaba de la intensidad del momento.

—Dios, Sydonie... —susurró, su voz ronca y rota mientras ella liberaba su erección y sus labios se cerraban alrededor de él, tomándolo con una mezcla de firmeza y devoción.

Sydonie movió su boca con lentitud deliberada, disfrutando no solo de las sensaciones, sino también de la forma en que Ronan la miraba, con esos ojos oscuros llenos de deseo y vulnerabilidad. Había algo profundamente poderoso en verlo así, completamente perdido en el placer que ella le proporcionaba. Sus gemidos, bajos y profundos, resonaban en el espacio, y el sonido solo avivaba su propia excitación. Sus ojos se encontraron nuevamente, y la intensidad de su mirada, oscura y hambrienta, envió un escalofrío placentero por la columna de Sydonie.

—Sydonie... —suspiró Ronan, su tono casi una súplica.

Ella lo dejó ir lentamente, lamiendo sus labios mientras lo miraba desde su posición, sus ojos chispeantes con un desafío juguetón.

—¿Qué ocurre, bebé? —preguntó, su tono dulce pero provocador.

Ronan tragó con fuerza, sus mejillas ligeramente sonrojadas.

—Te necesito —repitió, esta vez con una intensidad que hizo que la piel de Sydonie se erizara—. Necesito estar dentro de ti. Ahora mismo.

El calor ascendió por su cuerpo como una ola abrasadora. Sydonie sonrió mientras sus dedos acariciaban su pecho desnudo.

—Entonces demuéstrame cuánto me necesitas —lo desafió, su voz temblorosa pero cargada de expectativa.

Los ojos de Ronan brillaron con un desafío claro, y antes de que Sydonie pudiera recostarse nuevamente, él la tomó de la mano y la hizo girar, posicionándola de espaldas a él. Su movimiento fue rápido pero calculado, y ella sintió el peso de su cuerpo detrás de ella. Ronan apartó su cabello con cuidado, dejando su cuello expuesto, y comenzó a besarlo con una mezcla de ternura y pasión. Sus labios dejaron un rastro de calor que hizo que Sydonie cerrara los ojos, disfrutando de cada caricia. Las manos de Ronan ascendieron desde su cintura hasta sus pechos, moldeándolos con una mezcla de adoración y hambre. Su erección presionaba contra la curva de su trasero, enviando oleadas de electricidad por su cuerpo.

—Quiero tenerte así... —susurró Ronan contra su oreja, su tono bajo y lleno de pasión—. He soñado con esto.

Sydonie sintió que sus mejillas se encendían, su cuerpo respondiendo instintivamente a sus palabras.

—¿Has soñado conmigo así? —susurró, sus labios curvándose en una sonrisa mientras sus caderas se movían ligeramente hacia atrás, rozando contra él—. Te has vuelto un chico malo.

Ronan soltó una risa suave, casi oscura.

—Tú eres una mala influencia.

—¿Lo soy? —lo provocó ella, su voz dulce y llena de insinuación—. Debo verme muy seductora sobre mi espalda... o sobre mis rodillas. Expuesta y húmeda solo para ti.

El agarre de Ronan se apretó, y ella sintió su respiración temblar contra su cuello.

—Sydonie... —dijo, como una advertencia, pero su tono bajo y profundo solo la incitó más.

—Lo imaginaste, ¿no? —susurró, girando ligeramente su rostro para rozar sus labios contra los de él.

El agarre de Ronan se intensificó, sus dedos firmes pero cuidadosos, como si exploraran cada centímetro de ella con devoción. Una de sus manos permaneció en su pecho, masajeándolo con precisión que enviaba ondas de placer a través de su cuerpo, mientras la otra descendía lentamente por su costado, rozando su piel con un toque ardiente. Cuando sus dedos encontraron su clítoris, Sydonie dejó escapar un gemido profundo, su espalda arqueándose involuntariamente, buscando más. El contacto era eléctrico, y cada movimiento de Ronan parecía avivar el fuego que crecía dentro de ella.

Ronan no dudó. Con movimientos seguros, la inclinó ligeramente hacia adelante sobre la cama, dejando que su cuerpo se acomodara con naturalidad bajo el suyo. Sus labios rozaron la espalda de Sydonie, un beso lento que envió un temblor por su cuerpo, antes de que, con un solo movimiento, él se deslizara dentro de ella.

El jadeo que escapó de los labios de Sydonie fue casi un grito, una mezcla de sorpresa y puro placer. La sensación de llenura era abrumadora, cada centímetro de su ser parecía responder al ritmo que Ronan marcaba, uno firme, duro, implacable, que no dejaba lugar para dudas. Sus cuerpos se movían al unísono, como si hubieran nacido para encontrarse en ese instante. Las manos de Sydonie se aferraron a las sábanas, sus caderas alzándose para seguirlo.

El cuarto se llenó de sonidos; el eco de sus cuerpos chocando, los gemidos de ambos, y el ritmo de su respiración acelerada, mezclándose con la débil lluvia que caía fuera de la ventana. Cada movimiento era más profundo, más intenso. Sydonie sentía cómo su cuerpo se rendía por completo al placer, perdiendo el control, mientras su mente se nublaba con la intensidad del momento.

Cuando los movimientos de Sydonie se volvieron erráticos, Ronan la sostuvo con fuerza, sus manos firmes pero gentiles. Con un movimiento fluido, pegó su espalda contra su torso, envolviendo un brazo alrededor de su cintura y otro bajo sus pechos, sujetándola como si temiera que pudiera desvanecerse. Continuó embistiéndola, cada movimiento más profundo y lleno de una pasión que parecía consumirlos a ambos.

—Ronan... —jadeó Sydonie, su voz cargada de deseo y rendición. Sentía cada terminación nerviosa de su cuerpo encenderse, como si todo lo que era estuviera conectado a él en ese instante.

Él respondió besándola nuevamente, esta vez con una desesperación palpable, un beso torpe pero cargado de emoción cruda. Sus labios se encontraron con urgencia, mordiendo y explorando, mientras sus manos buscaban mantenerla cerca, como si nunca quisiera soltarla. Cuando se separaron, sus alientos calientes se mezclaron en el aire, y sus miradas, intensas y oscuras, se encontraron en una conexión que iba más allá de las palabras.

Ronan no dejó de moverse, aumentando el ritmo, llevando a Sydonie al límite. Sus dedos encontraron nuevamente su clítoris, rozándolo con precisión mientras continuaba dentro de ella. Era demasiado, una cascada de sensaciones que la envolvieron completamente. Sydonie gritó su nombre, su cuerpo sacudido por espasmos incontrolables mientras el clímax la alcanzaba con una fuerza devastadora. Ronan la siguió poco después, su cuerpo temblando contra el de ella, sus gemidos profundos mezclándose con los suyos mientras ambos se dejaban llevar por el éxtasis.

Cuando finalmente el mundo pareció volver a la calma, Sydonie se derrumbó contra el colchón, sus músculos aún temblorosos. Ronan permaneció a su lado, sus dedos trazando líneas suaves sobre su piel, como si buscara memorizar cada curva. Sus respiraciones se acompasaron lentamente, y aunque no dijeron nada, sus cuerpos seguían entrelazados, transmitiendo todo lo que no necesitaba ser expresado con palabras.

—¿Estás bien? —preguntó Ronan, su voz baja, mientras sus dedos acariciaban suavemente el vientre de ella.

Sydonie giró hacia él, dejando un beso en su cuello.

—Recuérdame que te dé de beber más seguido —bromeó, ocultando una sonrisa—. Me gusta que seas un chico malo.

Ronan se sonrojó ligeramente, y sus ojos recuperaron su usual tono azul, llenos de un calor adorable.

—Solo para ti —susurró, con un leve tono de timidez.

—¿Qué dijiste? —preguntó ella, arqueando una ceja.

Ronan aclaró su garganta, desviando la mirada antes de repetir:

—Solo soy un chico malo para ti.

Sydonie rio suavemente, encontrándolo adorable incluso después de lo que acababan de compartir. Se inclinó hacia él, rozando sus labios.

—Entonces soy una mujer afortunada —dijo, inclinándose hacia él para sellar la declaración con un beso lleno de ternura.


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