Capítulo 53

Dos días después de su reencuentro con Ronan, Sydonie tuvo una revelación: su firme determinación para criar a una bebé resultaba ser bastante inútil cuando se enfrentaba a la realidad de que no tenía ni la más remota idea de cómo hacerlo.

Allí estaba ella, experta en objetos antiguos y artefactos mágicos, pero novata en todo lo relacionado con bebés. La situación era cómica, si no fuera porque el bienestar de la pequeña Amani estaba en juego. Con cada llanto y mirada confusa de la bebé, Sydonie se sentía una aprendiz en un terreno completamente desconocido. La idea de que cuidar a un ser humano pudiera ser más desafiante que resolver el enigma de un objeto místico la hacía sonreír, incluso en medio de la confusión.

Con humor y algo de desesperación, se embarcó en la aventura más desordenada de su vida.

Ronan, recién adaptado a su humanidad, era igual de inexperto en crianza que Sydonie. La situación se volvía irónicamente cómica, considerando que él había vivido siglos sin prepararse para el desafío de cambiar pañales o hacer biberones.

Ambos a menudo intercambiaban miradas perplejas sobre la cabeza de Amani, como si esperaran que la pequeña les diera instrucciones claras sobre sus necesidades. Sydonie no podía evitar reír ante la torpeza de Ronan con un biberón, tan alejada de su usual compostura.

Juntos, navegaban este nuevo terreno con más entusiasmo que habilidad y aprendían que no había hechizo que sustituyera el reconfortante toque de una canción de cuna cantada con amor o el valor de un abrazo oportuno. En su torpeza compartida, encontraban alegría y creaban recuerdos valiosos, descubriendo que el verdadero encanto residía en las imperfecciones cotidianas.

—¡Al fin se durmió! —exclamó Sydonie al entrar en la cocina.

Ronan, que había estado leyendo un libro para padres principiantes, cerró el volumen y lo dejó sobre el mesón.

—¿Crees que estará bien? —preguntó, inseguro.

La noche anterior habían decidido que Amani durmiera en su cuarto para mantenerla cerca, pero esa mañana, después de algunos intentos y algo de creatividad, habían ensamblado una cuna y transformado el estudio en un acogedor cuarto de bebé. Amani estaba pasando su primera noche sola, un paso significativo hacia su independencia.

—Sí, dejé el monitor para bebés encendido y podemos verla desde mi celular. Además, Lumus está con ella —aseguró Sydonie.

Ronan pareció calmarse con sus palabras, y ambos sonrieron aliviados.

—Prepararé té —dijo Sydonie, buscando la tetera.

Él negó con la cabeza y se puso de pie.

—Creo que tendremos un par de horas de calma. ¿Qué quieres hacer? ¿Vemos una película? Hay una nueva sobre...

Se situó detrás de ella, levantó suavemente su barbilla e inclinó su rostro hacia el de Sydonie, buscando sus labios. El primer contacto fue sorpresivo, pero también el inicio de una sinfonía largamente esperada que despertó en Sydonie un torrente de emociones.

Ella cerró los ojos, entregándose al momento. A medida que sus labios se encontraban, una corriente eléctrica, cálida y embriagadora recorrió su cuerpo, encendiendo cada fibra de su ser con una pasión renovada. La altura de Ronan permitía que sus bocas se acoplaran en un beso que era a la vez una exploración delicada y una profunda afirmación de su conexión. En esa lenta y profunda caricia, no solo se unían sus labios, sino también los días, meses y años de separación, cada momento sin el otro se llenaba de nuevo con ese contacto.

Era el primer beso desde su inesperado reencuentro, y estaba cargado con la intensidad de todos los besos no dados y las palabras no dichas. Para Sydonie, marcaba el renacimiento de su mundo, un recordatorio tangible de lo que significaba sentirse completa, viva. En el abrazo de Ronan, encontró una verdad ineludible: había estado incompleta sin él, había vagado por la vida sin darse cuenta del vacío en su corazón. Ahora, con sus labios unidos en un beso que parecía desafiar el tiempo mismo, sintió que finalmente había regresado a casa.

Cuando se separaron, abrió los ojos y se lamió los labios, apoyando su cabeza en el hombro de Ronan.

—Me queda claro que no quieres ver una película —dijo, recuperando el aliento.

Ronan la abrazó por la cintura y la atrajo hacia él, presionando su rostro contra el cuello de ella. Sydonie sonrió y levantó una mano para enredarla en su cabello.

—¿Acaso me estás seduciendo? —preguntó juguetonamente—. ¿Habías esperado por este momento, no? ¿Qué es lo que quieres de mí?

Hubo una pausa mientras ella escuchaba el latido fuerte de su corazón. Luego Ronan se movió, susurrando detrás del lóbulo sensible de su oreja.

—Quiero todo de ti.

Sydonie se quedó sin palabras, sorprendida. Ronan rara vez iniciaba la intimidad, pero ahí estaba, expresando su deseo con esa voz grave y profunda que hacía temblar sus rodillas.

Ella tragó saliva y se aclaró la garganta. Aún entre los brazos de Ronan, giró para enfrentarlo.

—Está bien —contestó, su estómago revoloteaba nervioso—, pero primero necesito ducharme. Huelo a leche en polvo y puré de manzana.

—Hueles dulce. —Ronan buscó el hueco de su cuello y rozó su nariz contra su piel, provocándole un suave escalofrío.

—No tardaré —prometió.

Tomó la mano de Ronan y caminaron hacia su habitación. En su vientre se mezclaban los nervios y la anticipación. Era raro sentirse nerviosa ante la posibilidad de intimar con alguien, sobre todo con Ronan, pero esa noche era diferente. Quizá era la separación o solo una sensibilidad pasajera, pero deseaba estar con él tanto como él con ella. Sabía que aún tenían mucho de qué hablar, pero no había prisa. Tenían tiempo. Podía esperar, pero esa conexión que ambos deseaban, no.

Su habitación estaba silenciosa y en penumbra, iluminada por la luz lunar que se filtraba a través del tragaluz. También olía a lavanda y limón, por el ambientador y el detergente de las sábanas. Sydonie dejó a Ronan sentado al filo de la cama y le besó la mejilla antes de alejarse. Sin embargo, su mirada la seguía, como un cachorro.

—Si estás aburrido, ¿por qué no me miras mientras me ducho? —dijo con una sonrisa ligera, retándolo de manera juguetona.

Era un claro desafío que, para Sydonie, servía para aliviar sus nervios. Ronan, sorprendido al principio, pronto recuperó su compostura habitual. Ella esperaba que él se negara, pero en cambio, se puso de pie. Sus miradas se sostuvieron en el silencio cargado de tensión, mientras la respiración de ambos se hacía más profunda. El corazón de Sydonie latía acelerado, pero su sonrisa se amplió.

Sin más palabras, se dio la vuelta y caminó hacia el baño. Primero se desvistió despacio, dejando caer cada prenda al suelo, y luego recogió su cabello en un moño alto para evitar mojarlo. Era muy consciente de la mirada de Ronan sobre ella, pero lejos de sentirse cohibida, los últimos vestigios de nerviosismo desaparecieron cuando quedó desnuda frente a él.

Abrió la ducha y dejó que el agua tibia cayera sobre su cuerpo. Desde el rabillo del ojo, notó que Ronan estaba apoyado contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada fija en ella. A través del vidrio translúcido del baño, no había nada que ocultar. Los latidos de su corazón se intensificaron, resonando en sus oídos, en su pecho, en su vientre, y en partes más íntimas.

El agua caía en cascada, creando un velo de vapor y sonido. Sydonie sentía la presencia de Ronan más allá de la puerta, una constante silenciosa y atenta que resultaba electrizante. Decidió entonces darle un pequeño espectáculo privado enjabonando delicadamente sus hombros, sus pechos, su vientre y sus caderas, con movimientos sugerentes.

Cuando su respiración se volvió pesada y su piel comenzó a hormiguear de calor, se detuvo. Al salir de la ducha, su mirada se encontró con la de Ronan, profunda y oscura, cargada de un deseo tan palpable que el aire entre ellos vibraba. A pesar de la intensidad en su mirada, el rostro de Ronan era una máscara de enigma, como si una sombra de inquietud se escondiera detrás de su apariencia tranquila.

Sydonie sintió una mezcla de satisfacción y preocupación ante esto. La manera en que él la miraba confirmaba que el deseo era mutuo, y prometía encender una pasión ardiente entre ellos. Sin embargo, era claro que algo lo perturbaba, algo que tal vez ni él mismo podía o quería expresar. Aunque su relación había evolucionado hacia algo más profundo, todavía habían palabras no dichas entre ellos.

Ella se secó y se envolvió en una toalla mientras cruzaba lentamente la distancia que los separaba.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Sydonie con suavidad.

La situación, íntima y delicada, estaba cargada de una tensión que trascendía la simple espera mientras ella se duchaba. Había una vulnerabilidad palpable entre ambos.

—Eres tan hermosa que a veces pienso que no eres real —respondió él—. Cuando cierro los ojos o no estás a mi lado, me parece que nada de esto está sucediendo y que aún estoy atrapado en la oscuridad del vacío.

Sydonie sintió un nudo en el estómago ante sus palabras. Sabía que para ambos había sido duro estar separados tanto tiempo, pero también entendía que nunca comprendería del todo lo que Ronan había experimentado durante su ausencia. Aunque habían hablado poco sobre lo ocurrido, ella estaba decidida a sanar cualquier cicatriz y calmar sus pesadillas. No permitiría que nada lo alejara de nuevo.

Con ternura, sostuvo el rostro de Ronan entre sus manos y lo acercó al suyo.

—Ahora estás aquí, conmigo. Esto está sucediendo. Es un momento especial y solo nuestro —dijo mientras sus miradas se entrelazaban—. Puedes tocarme, sentir con tus manos cuán real soy.

Tomó sus manos y las deslizó sobre su cuerpo.

—Bésame —susurró, acercándose hasta que sus labios apenas se rozaron—. Saborea con tus labios cuán dulce soy.

Sus labios se encontraron primero suavemente, pero pronto la caricia se intensificó, convirtiéndose en un deseo más profundo. Las manos de Ronan se posaron en la curva de su cintura, atrayéndola más cerca y eliminando cualquier espacio entre ellos. El mundo exterior desapareció, dejándolos en una burbuja donde solo existían ellos dos.

Sydonie se perdió en el sabor de los labios de Ronan, en cómo su cuerpo respondía al suyo con urgencia. Se sintió consumida por una ola de emociones tan intensas que rozaban el dolor, un dolor dulce que confirmaba la realidad y la profundidad de lo que compartían.

Sin dejar de besarse, se movieron hasta que la espalda de Sydonie chocó con una pared de su habitación. Se aferró a los hombros de Ronan con desesperación para mantenerlo cerca. Él respondió con igual urgencia, presionándola contra la pared mientras sus manos exploraban su cuerpo y su boca comenzaba a descender por su cuello. Sydonie se estremeció al sentir el contraste entre la calidez de la boca de Ronan y la frialdad de su piel.

Sus dedos inquietos buscaron el dobladillo de la camiseta de Ronan y la levantaron por encima de su cabeza. Luego, dejó caer la toalla en una pila a sus pies. Él se separó unos centímetros y sus ojos recorrieron su figura, llenos de admiración. Sydonie sintió cómo el corazón le latía acelerado en la garganta, pero aun así lo atrajo de nuevo cuando él pareció vacilar.

—Está bien —susurró contra sus labios—. Quiero esto tanto como tú.

La mirada azul de Ronan se oscureció, aumentando la tensión en el estómago de Sydonie. Ella guio las manos de él por su cuerpo mientras sus labios se unían en un beso apasionado y sin aliento. Sus lenguas danzaban en un encuentro ferviente y provocador.

Con determinación renovada, Ronan exploró su piel. Sus manos grandes y cálidas encendían fuego por donde pasaban. Sus dedos, ligeramente ásperos, acariciaban sus pechos con una mezcla de suavidad y firmeza que hacía que perdiera poco a poco el control.

Cuando Ronan deslizó una pierna entre las de ella, un gemido se escapó de sus labios mientras buscaba alivio frotándose contra su muslo. Él la alentó sin detenerse, y el ritmo de su respiración se intensificó. Separaron sus bocas por un momento para respirar. El brazo de Ronan rodeó su cintura mientras un dedo emprendía un camino ardiente entre sus piernas, presionando con suavidad un punto sensible que la hizo jadear.

Su pulgar trazó un lento y tortuoso círculo, y su abdomen se contrajo. Levantó las caderas, girando hacia él, buscando su boca, pero él movió sus labios hacia su cuello. Sus pechos se apretaron contra su torso al tiempo que los fuertes dedos de Ronan se movieron lentamente contra su sexo, adentrándose en su humedad.

Sydonie se estremeció y su cuerpo se arqueó cuando Ronan empujó un dedo en su interior. Cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás al sentir cómo la llevaba hacia el clímax con movimientos rápidos y precisos. Sus caderas se movían al compás de sus impulsos, y sus gemidos se intensificaron hasta que su mundo se estremeció en una explosión de placer y se aferró a él para no caer. Ronan la abrazó y le besó la mejilla.

—Te has vuelto muy bueno en esto —dijo él, recuperando el aliento.

—Es porque eres tú —respondió él, con una mirada intensa.

Sydonie lo observó, apreciando la calma en su expresión a pesar de la tormenta que acababan de atravesar. No le parecía justo que él tuviera el control mientras ella se sumergía en un torbellino de emociones. Con una ceja arqueada, indicó la cama.

—Es mi turno ahora, siéntate en la cama.

Aunque Ronan parecía reticente a soltarla, finalmente accedió. Sydonie recogió la camisa de Ronan del suelo y se la puso antes de acercarse a él y sentarse a su lado.

—Voy a enseñarte una nueva lección —dijo con una sonrisa juguetona—. Bienvenido a Juego Previo 102.


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