Capítulo 48

Amani, llevando el cuerpo inconsciente de Harry, avanzaba cautelosa hacia la casa en Belgravia, movida por un presentimiento que le helaba la sangre. La noche, que por lo general era un manto de tranquilidad, en ese momento parecía susurrar advertencias con cada paso que daba.

Según las indicaciones de Sydonie, encontró la casa número 19, con una puerta negra de herrajes metálicos y una fachada de dos pisos de ladrillo amarillento. La calle estaba desierta, así que nadie observó cómo su figura se disolvía en las sombras mientras se infiltraba en la casa y quitaba los cerrojos. Luego regresó afuera y llevó el cuerpo de Harry. Había sido difícil llevarlo hasta allí; sin sus sombras, no habría podido cargarlo. Al menos, él aún dormía.

Amani recostó su cuerpo en una de las habitaciones y se aseguró de que aún respiraba.

—He pagado un pecado —susurró para sí misma, intentando aligerar la carga que sentía en su corazón.

Luego se marchó.

El mal presentimiento persistía. Su figura etérea se mezclaba con las sombras de la noche mientras hacía su trayecto de vuelta a Whitby. Era casi medianoche cuando llegó al pueblo, envuelto en brumas y secretos. La luna iluminaba las calles estrechas y adoquinadas, revelando la fachada de la tienda de antigüedades. Al ver las luces apagadas, su inquietud aumentó.

Entró en la tienda, encontrándola oscura, fría y vacía. El murmullo de las almas se agitaba en el viento, desenfrenado y desesperado.

«Ayuda».

«Sydonie».

«En peligro».

«La Muerte la tomó».

Amani se estremeció. Entonces lo supo.

Él había estado allí.

Al internarse más en la tienda, encontró varios objetos esparcidos en el suelo y las estanterías desordenadas. Entre el desorden, vio a Lumus tirado sobre unos cristales rotos. Se acercó rápidamente y se inclinó a su lado. Al verla, Lumus maulló débilmente. Amani notó que un cristal estaba enterrado en uno de sus muslos.

—Está bien —aseguró, acariciando su cabeza—. Quédate quieto.

Contó hasta tres y extrajo el cristal del felino, que siseó con fuerza, pero se mantuvo inmóvil. Luego utilizó su velo oscuro y vendó la pata con cuidado.

—Sanarás —prometió, mirando sus pequeños ojos—. ¿Dónde está Sydonie?

Lumus maulló varias veces y el murmullo de las voces se reanudó.

«Sydonie».

«Cementerio».

«Ayuda».

«Busca a Ronan».

Amani maldijo, sintiéndose frustrada, asustada e impotente, pero cerró los ojos con fuerza mientras su esencia se desvanecía. Cuando los volvió a abrir, ya no estaba en la tienda de antigüedades, sino en medio de un bosque oscuro, el mismo lugar que habían visitado horas atrás. Presurosa, Amani buscó la presencia de Ronan. Él debía estar cerca. Había quedado muy débil después de romper la barrera mágica y sabía que la forma de recuperar energía era estando en contacto con la naturaleza.

Entre las sombras de los árboles, Amani continuó su búsqueda. Primero exploró los alrededores de la propiedad y luego se alejó un poco más. Desde lejos, escuchó el sonido del agua corriendo y se dejó guiar por el murmullo hasta un claro iluminado por la luna. Allí encontró a Ronan, sentado, apoyado contra un árbol con la cabeza inclinada hacia adelante. Parecía dormido, pero abrió los ojos, alerta, como si la hubiera sentido.

—Es Sydonie —dijo con voz trémula—. El cazador se la llevó.

Ronan no dijo nada y su expresión permaneció inalterable, pero Amani pudo ver en sus ojos como la noticia rompía algo en su interior. El silencio se extendió entre ellos por segundos que parecieron eternos. Entonces Ronan se levantó y su mirada oscura ardio con una fuego de determinación.

—¿Sabes dónde está? —dijo Ronan, su voz grave y llena de urgencia.

—Podría estar en el cementerio de Whitby —respondió Amani, su tono cargado de preocupación.

Ronan frunció el ceño, claramente conflictuado. Miró hacia el bosque oscuro antes de hablar de nuevo.

—Tengo que ir a un lugar antes —dijo, su voz firme pero sus ojos delatando la duda—. Ve primero. Te encargo a Sydonie.

Amani sintió un nudo en el estómago al escuchar la responsabilidad que le encomendaba.

—No puedo vencerlo —dijo, su voz apenas un susurro lleno de miedo.

Ronan la miró con intensidad, su expresión endurecida.

—Lo sé, pero necesito tiempo —replicó, y Amani pudo ver el conflicto en sus ojos. Por supuesto que quería ir por Sydonie, pero sabía que debía hacer algo más primero—. Mantenla a salvo.

Amani apretó sus manos en puños, intentando infundirse fortaleza. El aire a su alrededor parecía más pesado, cargado de una tensión palpable.

—Lo haré —respondió, su voz temblando ligeramente, pero con determinación en sus ojos.

Ronan asintió, su mirada llena de gratitud y preocupación mientras ambos se preparaban para enfrentar aquel peligro inminente.

La última vez que Amani había estado en el Cementerio de St. Mary's, había sido prisionera de Sydonie, pero al conocerla se había sentido en paz. Sin embargo, esta vez sentía que un verdadero peligro aguardaba allí y no estaba segura de salir ilesa.

Mientras se desplazaba entre las tumbas y mausoleos, una presencia anómala en el aire le indicaba que el cazador estaba cerca. Se dirigió hacia la cima, donde se veía la iglesia y, detrás, el acantilado, con el corazón palpitando ante la posibilidad de llegar demasiado tarde para rescatar a Sydonie.

Cruzó las últimas tumbas como una sombra, su instinto de supervivencia agudizado por años de cazar y ser cazada. El silencio en el cementerio era ensordecedor, un claro presagio de que algo no iba bien. Lo primero que vio fue a Sydonie, yacía inerte junto a un mausoleo. Amani, con el corazón en vilo, se apresuró hacia ella, consumida por la ansiedad. Su intento de auxilio se interrumpió abruptamente cuando escuchó el sonido de una campanilla. El sonido sagrado la hizo caer al suelo, paralizada por un repentino dolor.

Desde una tumba cercana, la risa del cazador flotó hacia ella, impregnada de diversión y desdén, erizándole la piel.

—Entonces los sonidos sagrados si funcionan.

Cuando la campanilla se detuvo, Amani se agitó en el suelo hasta arrodillarse. Sus ojos se encontraron con los del cazador de almas, y el aire se cargó de una electricidad palpable. La sorpresa de Amani se mezcló con una determinación férrea, impactada no solo por la apariencia humana del cazador, sino también por la calma confiada que este desprendía. Era evidente que él la había estado esperando.

Debilitada por el sonido sagrado, Amani sintió cómo la frialdad calculadora del cazador la envolvía, paralizándola momentáneamente con su intensidad.

—Volviste a salvo, Amani. ¿Lograste tu objetivo? ¿Valió la pena traicionarme? —preguntó el cazador, su voz teñida de ironía y desafío.

Ella tragó saliva, asaltada por preguntas y dudas. ¿Se arrepentía de haberlo traicionado? No, la culpa no tenía cabida en su corazón, pero sí la confusión, la preocupación por Sydonie y la frustración de verse superada.

¿Cómo había dado con ella? ¿La había vigilado todo este tiempo? ¿Qué había ocurrido con Sydonie en su ausencia? ¿Por qué el sonido sagrado funcionaba contra ella y no contra él? ¿Quién era este ser que la había engañado?

Después de años de servicio, Amani se dio cuenta de que sabía muy poco sobre él y su verdadera naturaleza. Había sido seducida por promesas vacías, alejándose aún más de lo que realmente deseaba. Ahora, enfrentada a este ser oscuro, sabía que la batalla sería ardua.

—¿Vas a matarme? —Amani preguntó, su voz temblando ligeramente, no por miedo a la muerte, sino por la incertidumbre de su destino.

—Amani, por favor... —respondió él con una calma escalofriante—. Tú ya estás muerta, al menos en el sentido que más te preocupa. Pero no, no voy a destruirte —Se colocó deliberadamente frente a ella y sus miradas chocaron en un desafío mudo—. He decidido conservarte por un tiempo indefinido. A pesar de tu falta de lealtad, aún creo que tienes potencial para ser una forjadora del cambio como yo. Después de todo, nunca fuiste realmente una buena persona, ¿verdad?

Amani no encontró palabras para responder, pero su mirada se desvió al suelo mientras sus puños se apretaban, una señal de su frustración y rabia contenidas.

—¿Dónde está Ronan? —El cazador la sorprendió con su pregunta al mencionar al recolector de almas por su nombre.

—¿Lo conoces? —La curiosidad superó su cautela por un momento.

—¿Dónde está? —repitió él, insistiendo en obtener una respuesta concreta.

—No lo sé. Nos separamos —contestó ella, intentando mantener una fachada de indiferencia.

—¿Me estás mintiendo de nuevo?

—Lo dejé en el bosque de Epping. Si tanto quieres verlo, ve por él tú mismo. —Su desafío era evidente en la voz, incluso cuando su corazón latía con fuerza por la tensión del momento.

—¿Y dejar que te escapes otra vez? —El cazador negó con la cabeza y su sonrisa se amplió—. No, sé que Ronan vendrá. Vendrá por ella —dijo señalando hacia donde yacía Sydonie—. Él podrá encontrarme. Puedo esperar y mantener a Sydonie Acheron cerca, aunque no me resulte precisamente simpática.

—¿Por qué no te agrada? —preguntó ella, sorprendida por su propia curiosidad.

Lo despreciaba profundamente, pero la intriga podía más. Durante los raros encuentros que habían tenido, las conversaciones se habían limitado a lo esencial: su reclutamiento y sus fallidos intentos de rebelión. Ahora, en su situación actual, deseaba comprender mejor a este enigmático y peligroso ser. Quizás, si lograba entender sus motivaciones, podría encontrar una manera de liberarse y salvar a Sydonie.

Él solo la observó y Amani se preguntó si recibiría alguna respuesta.

—Porque ha demostrado ser una rival inesperadamente formidable. No solo tiene un carisma natural que atrae a las personas, sino que también posee una capacidad notable para influenciarlas y alterar sus comportamientos, lo cual puede interferir seriamente con mis propios objetivos —explicó él—. Además, sus habilidades únicas la hacen astuta, audaz y un riesgo no menor. Sin embargo, no puedo simplemente eliminarla. Parece que el destino ha decidido entrelazar su camino con el de Ronan, y él ha desarrollado un particular interés por ella.

La mención de Ronan como si fuera un viejo conocido la desconcertó. ¿Cómo era posible que tuvieran algún tipo de relación, dada la naturaleza de los grim reapers y su repudió hacia los cazadores de almas?

—¿Cómo conoces a Ronan? —Amani no pudo evitar insistir—. Él es un grim reaper y tú... un cazador de almas.

Él se alejó un par de pasos y apoyó su cuerpo contra una tumba.

—Hoy haces muchas preguntas —comentó con un tono que sugería sorpresa y, quizás, un atisbo de diversión.

—Si vas a atarme a ti por toda la eternidad, al menos deberías ofrecer alguna respuesta a cambio.

Su expresión se endureció ante la provocación de Amani.

—Soy mucho más que un simple cazador de almas. He estado aquí desde los albores de la oscuridad, incluso antes de la Muerte misma. Soy un revolucionario, un catalizador de cambio. Y conozco a Ronan desde esos tiempos antiguos porque ambos compartimos la misma esencia.

La implicación la dejó sin habla.

—Eres un grim reaper... —musitó, su voz apenas un susurro—. ¿Por qué hace esto?

—Mis motivos... son demasiado complejos para que los comprendas.

—¿Y Ronan sí los entenderá? —Amani lo retó con la mirada—. Si casi me ataca por menos, ¿qué hará contigo, un traidor a su propia esencia?

La sonrisa que él le devolvió era de una frialdad inquietante.

—Di lo que necesitas para calmarte, pero la realidad es que ambos estamos marcados, y tú nunca podrás liberarte de eso. Aunque ahora estés enfadada, sé que eventualmente forjaremos un vínculo especial mientras intentamos cambiar el mundo. Y sí, Ronan entenderá; ha sido mi compañero durante mucho tiempo. No tenía intención de involucrarlo tan pronto, pero el destino ha intervenido. Si trabajamos juntos, podríamos incluso ser vistos como héroes. Ahora que hemos experimentado la humanidad y nos hemos fortalecido por ella, nuestras perspectivas son diferentes. Estoy seguro de que él comprenderá.

Amani negó con determinación, yendo en su contra.

—Ronan no lo entenderá, te quedarás solo y él te detendrá.

La paciencia de Thane se agotó al escuchar las palabras de Amani. Sus ojos se oscurecieron, reflejando una furia contenida que ahora amenazaba con desbordarse.

—¡Estás equivocada! —rugió, su voz resonando en el cementerio de Whitby, sus ecos reverberando entre las tumbas y los monumentos antiguos.

En un movimiento rápido y decidido, Thane sacó la campanilla de plata y la agitó con fuerza. El sonido sagrado llenó el aire, una vibración aguda y penetrante que se extendió como una ola invisible.

Amani sintió un dolor punzante atravesar su cuerpo, como si cada fibra de su ser estuviera siendo desgarrada. Cayó de rodillas, incapaz de soportar la intensidad del sonido. Su visión se nubló, y cada respiración se convirtió en una lucha.

—¿Crees que puedes desafiarme y salir impune? —escupió Thane, acercándose a ella con pasos lentos y calculados—. No entiendes el poder que tengo.

Amani, jadeando y retorciéndose de dolor, trató de levantarse, pero el dolor era demasiado. Sus músculos se contrajeron involuntariamente, y su mente se sumió en un torbellino de agonía.

Con los ojos entrecerrados por el dolor, apenas pudo levantar la cabeza para mirarlo. La furia y el miedo se entremezclaban en su mirada, pero sabía que tenía que resistir. Con un último esfuerzo, cerró los ojos, intentando bloquear el dolor y concentrarse en encontrar una salida.

«Sydonie».

«Despierta».

«Ayúdanos».

Las voces hicieron que Sydonie recobrara la consciencia. Abrió los ojos, confundida y con el corazón acelerado. Estaba recostada de lado sobre la tierra y, frente a ella, había una tumba. Las voces eran familiares. Sydonie reconoció las voces en el ambiente: Amani y aquel grim reaper. Aun así, un rayo de esperanza se avivó en su pecho. Amani estaba a salvo y, si ella estaba allí, Ronan debía estar bien.

«Sydonie», resonó una voz en su mente, clara y reconfortante en medio del caos. «Ayúdanos»

Los murmullos regresaron, y Sydonie se dio cuenta de que no los había imaginado. Por un momento, había confundido las voces en su mente con la de Amani.

«¿Quién es? ¿Quién habló?», se preguntó.

Con los ojos entreabiertos y la mejilla pegada al césped, comenzó a evaluar su entorno. Permaneció quieta y observó las almas atrapadas en el reloj de arena que reposaba frente a ella. Visibles a través del cristal, se agitaban en un torbellino de colores. Sus lamentos, casi palpables, le recordaban su intento fallido de liberarlas.

«—Ayúdanos, Sydonie Acheron —afirmaron las voces, como si respondieran directamente a sus dudas».

«—Estamos aquí, contigo, en este momento» —aseguraron las voces.

«—Podemos escucharte. Y podemos hablarte —Y agregaron con sinceridad—: Gracias por intentar escucharnos y liberarnos».

Esto último tocó profundamente a Sydonie.

«—¿Cómo derrotó al cazador? ¿Cómo puedo ayudarlos a liberarse? —preguntó, llena de esperanza».

Las almas, uniendo sus voces, le ofrecieron un camino a seguir.

«—El sello debe romperse desde dentro. Nosotros podemos intentarlo, pero necesitamos más energía para hacerlo».

«—¿Cómo puedo hacer eso exactamente?».

«—Profundiza tu conexión con nosotros. Danos un poco de tu energía. Al intensificar nuestra voluntad colectiva, podríamos debilitar las barreras mágicas desde el interior —detallaron, marcando el inicio de un plan que podría funcionar».

Sydonie se preguntó si podría conseguirlo. En general, necesitaba tocar el objeto para tener una conexión más profunda, escuchar su voz y sentir sus emociones. Así que no estaba muy segura de qué hacer en ese momento. Contempló el reloj de arena, respirando pausada y profundamente. Luego cerró los ojos y se concentró en la intensa energía que emanaba del reloj.

Al principio, sus intentos de establecer un enlace con las almas parecían fallidos. Las vibraciones eran tenues y su conexión, casi inexistente. La frustración comenzó a apoderarse de ella, pero entonces recordó algo que su padre siempre le decía: «Las almas no solo responden al contacto físico, sino también a la sinceridad del corazón». Recordando esas palabras, Sydonie decidió enfocarse en su intención pura y en su deseo de ayudar. Abrió su mente y corazón, dejando que sus emociones más profundas fluyeran hacia las almas atrapadas.

Las palabras de su padre le dieron una nueva perspectiva. Empezó a respirar con más calma, permitiendo que su corazón se llenara de compasión y determinación. Imaginó que estaba hablando directamente con cada alma, susurrándoles promesas de libertad y consuelo. Poco a poco, sintió un cambio. Las vibraciones se hicieron más claras, como si las almas respondieran a su llamado sincero.

Aunque no podía tocar el reloj de arena, pudo establecer un débil vínculo. Empezó a percibir las vibraciones de las almas atrapadas como corrientes de agua, envolviéndola en un flujo constante. Cada alma vibraba a una frecuencia única, cantando una melodía de vida y libertad que solo ella podía discernir. Delicadamente, rozó estas esencias con su mente y corazón, forjando conexiones que resonaban con su propósito compartido. Sentía cómo sus propios latidos se alineaban con las melodías de las almas, creando una sinfonía de esperanza y liberación.

Este proceso meticuloso y emotivo le reveló las historias, temores y esperanzas de cada alma. Sydonie se maravilló ante la variedad de emociones y experiencias, sintiendo cómo su propia energía se convertía en un puente que fortalecía estos nuevos vínculos. A medida que profundizaba en esta comunión espiritual, comprendió que su poder trascendía la mera escucha; también podía inspirar y guiar a las almas hacia la liberación. Solo necesitaba construir una conexión estable y lo estaba consiguiendo, pero entonces los gritos comenzaron junto con los sonidos de una campanilla.

«Amani».

Sydonie se levantó tambaleante, apoyándose en una lápida cercana para mantenerse en pie. La visión de Amani retorciéndose de dolor bajo la influencia de la campanilla de Thane la llenó de una furia ardiente. Sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia el cazador de almas.

—¡Déjala en paz! —gritó, corriendo hacia Thane con una determinación feroz.

Thane giró justo a tiempo para ver a Sydonie abalanzarse sobre él. Trató de agitar la campanilla nuevamente, pero fue más rápida. Con un golpe bien dirigido, logró arrancarle la campanilla de la mano y lanzarla lejos. Thane gruñó de frustración, sus ojos brillando con una furia peligrosa.

—¡No sabes con quién te estás metiendo! —rugió Thane, avanzando hacia ella.

Sydonie no se dejó intimidar. Tomó una rama caída del suelo y la blandió como si fuera una espada, dispuesta a defender a Amani a toda costa. Thane intentó atacarla, pero Sydonie se movía con agilidad, esquivando sus golpes y respondiendo con fuerza.

—¡Nunca permitiré que lastimes a mis amigos! —gritó, golpeando a Thane en el hombro con la rama. El cazador de almas retrocedió, sorprendido por su resistencia.

A pesar del miedo que sentía, Sydonie continuó atacando, usando cada onza de su fuerza para mantener a Thane a raya. Sus movimientos eran rápidos y precisos, impulsados por el deseo de proteger a Amani. Sin embargo, el grim reaper era más fuerte. Con un movimiento brusco, Thane sostuvo la rama y la jaló, atrapando el brazo de Sydonie con una fuerza descomunal, haciéndola gritar.

Sydonie sintió un dolor agudo recorrer su brazo, pero no se rindió. Con su mano libre, intentó golpear a Thane, pero él la inmovilizó con facilidad, una sonrisa cruel curvando sus labios.

En ese momento, el ambiente cambió drásticamente y un silencio sepulcral se apoderó del cementerio. Sydonie percibió la nueva presencia, un alivio inesperado en medio de la oscuridad que el cazador emanaba. Al voltearse, vio a Ronan de pie a un par de metros. Su presencia imponente y su mirada, primero hacia ella y luego, fijamente hacia el cazador.

—No te atrevas a tocarla, Thane.


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