Capítulo 46

Ronan y Amani avanzaban con cautela hacia una modesta casa de campo en el límite del bosque de Epping a las afueras de Londres. A primera vista, la residencia parecía una estructura ordinaria, cuya fachada ocultaba su verdadera naturaleza tras una aparente normalidad. Un viejo cercado de hierro, entrelazado con enredaderas silvestres, rodeaba la propiedad y culminaba en unas imponentes puertas de hierro que protegían la entrada al jardín frontal. Este, aunque descuidado, ofrecía una serenidad engañosa, como si quisiera disfrazar los secretos ocultos en el interior de la casa.

La tensión crecía conforme se acercaban, envolviéndolos en una atmósfera cargada de misterio y expectativa. Su misión era clara: rescatar el cuerpo de Harry, cuya ubicación había sido revelada por el cazador de almas después de que Amani lo engañara, afirmando que ya tenía el alma de Harry. Conscientes de la urgencia de la tarea, sentían el peso de la responsabilidad sobre sus hombros y sabían que cualquier demora podría complicar su regreso a Sydonie, quien se había quedado en Whitby.

El peligro de ser descubiertos añadía una capa adicional de riesgo. Cada sombra parecía ocultar una amenaza y cada ruido era un presagio de peligro. A pesar de la tranquilidad aparente, la sensación de estar siendo vigilados les erizaba la piel, como si el cazador ya estuviera presente, acechando desde algún rincón oscuro.

En sus formas no físicas, Ronan y Amani atravesaron las puertas de hierro y rodearon la casa. Con cautela, él inspeccionó el perímetro antes de dirigirse a la entrada trasera, que habían elegido como punto de acceso para evitar posibles trampas en la entrada principal.

Con un gesto, indicó a Amani que se detuviera, mientras comprobaba si la puerta estaba asegurada. Estaba sin llave. Frunció el ceño ante la posibilidad de que fuera una trampa. No obstante, consciente del poco tiempo que tenían, procedió con cautela, abriendo la puerta lo justo para entrar.

Una vez dentro, se detuvieron para que sus ojos se adaptaran a la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas cerradas. La casa estaba envuelta en un silencio casi sepulcral, solo interrumpido por el susurro lejano de la naturaleza. El aire frío y estancado del interior cargaba con el peso de la expectativa y el misterio.

A medida que avanzaban, se movían entre sombras, pasando junto a muebles cubiertos con telas que daban la impresión de que la residencia había sido abandonada precipitadamente o que se buscaba preservar su contenido. Cada habitación inspeccionada era como una cápsula del tiempo esperando a que sus ocupantes regresaran.

A pesar de su apariencia ordinaria desde fuera, el interior revelaba una dualidad desconcertante: por un lado, el encanto de una casa de campo, y por otro, una tensión casi palpable, como si la propia casa contuviera la respiración, anticipando los eventos que estaban por desencadenarse.

—No lo siento. ¿Y tú? —preguntó Ronan mirando a Amani, cuyos ojos dorados brillaban en la penumbra.

Ella negó con la cabeza, el velo negro que rodeaba su rostro se agitó suavemente.

—No está aquí... Aún —respondió ella con urgencia—. Debemos darnos prisa. En una hora se suponía que debíamos encontrarnos aquí. Podría adelantarse.

Ronan cambió a su forma humana y sacó el xilófono infantil del bolsillo de su abrigo. Unos segundos después, Harry se materializó frente a ellos, mirando a su alrededor con una mezcla de confusión y alivio. Ronan estaba a punto de sugerir que se separaran para buscar más rápido cuando Harry, con los ojos de repente agrandados, exclamó con certeza:

—Mi cuerpo está cerca. Tengo una corazonada.

—¡Harry! —exclamó Ronan, viéndolo alejarse con rapidez.

Sin perder un instante, Ronan se apresuró a seguirlo. Amani murmuró una maldición entre dientes, frustrada por la repentina carrera, pero igualmente ansiosa por descubrir el paradero del cuerpo de Harry.

La búsqueda los llevó a través de la casa hasta una puerta que, a primera vista, parecía conducir a una biblioteca. Sin embargo, una vez dentro, se dieron cuenta de que la habitación escondía otro secreto: un cuarto adjunto, apenas visible detrás de una estantería llena de libros que se deslizaba con un suave empujón, revelando su entrada.

Este espacio había sido meticulosamente acondicionado para un paciente. Una cama de hospital se encontraba en el centro, rodeada de monitores médicos que zumbaban constantemente, mostrando signos vitales estables aunque débiles. Al lado, colgaba un soporte para suero con bolsas; algunas, vacías, y otras, goteando lentamente su contenido a través de finas líneas intravenosas hacia el brazo del inerte Harry.

El aire en el cuarto era frío, para conservar el delicado estado de Harry. Luces tenues iluminaban el espacio, lo suficientemente brillantes para ver, pero no tan intensas como para perturbar. Libros y papeles estaban esparcidos por una mesa cercana, junto con notas y diagramas que indicaban un monitoreo constante y cuidados meticulosos.

Harry se detuvo en el umbral; su rostro reflejó una mezcla de alivio y desasosiego al ver su propio cuerpo tan vulnerable. Ronan y Amani, parados a su lado, compartían una mirada de entendimiento mutuo sobre la gravedad del descubrimiento.

—Está aquí... —susurró Harry, su voz cargada de emoción.

Ronan escudriñó el entorno, evaluando rápidamente la situación y alerta a cualquier indicio de trampa o peligro inminente. Amani se mantuvo cerca de la puerta, vigilante y lista para actuar si el cazador de almas apareciera de repente. Sin embargo, se sorprendieron cuando Harry soltó un grito inesperado, paralizado en el suelo, como si algo le impidiera moverse. Ronan lo sostuvo por el brazo y lo alejó varios metros.

—¿Qué sucedió?

—No pude seguir avanzando —respondió Harry, mirando con desesperación su cuerpo—. Además, sentí cómo algo me quemaba y consumía mi energía.

—Debe ser una barrera mágica.

Ronan recordó el intento fallido de utilizar las rosas doradas para reintegrar a Harry a su cuerpo. Desde entonces, el cazador de almas debía haber protegido el lugar con una barrera mágica, compuesta de magia oscura y antigua. Esto complicaba las cosas.

Amani soltó otra maldición y se acercó cautelosa a la barrera.

—No te acerques —advirtió Ronan—. Podría consumir cualquier alma que se acerque.

—Ya lo sé —gruñó ella—. Pero creo que puedo identificar la barrera o el tipo de artefactos mágicos que utilizó. He leído sobre esto en los últimos años.

Ronan la siguió, y percibieron la barrera. A simple vista, parecía invisible, pero desde otro ángulo, se podía ver un campo de energía azul translúcido que emanaba del cuerpo de Harry en la cama, extendiéndose como una burbuja a su alrededor.

—Es un amuleto de Ether —dijo Amani, captando su atención—. ¿Lo ves? ¿Sobre su pecho? —Ronan asintió—. Actúa como el corazón de la barrera mística, su fuente constante de poder, y también bloquea cualquier intento de magia curativa o acercamiento físico o espiritual al cuerpo.

Harry se acercó preocupado.

—¿No podré acercarme a mi cuerpo? —preguntó.

—Nadie podrá —respondió Amani—. Solo mediante la destrucción o neutralización del amuleto se podría deshacer la barrera.

Un silencio tenso cayó sobre ellos. Ronan apretó los dientes y cerró las manos en puños, frustrado al pensar que habían llegado tan lejos solo para encontrarse con un obstáculo insuperable. No podían permitirlo; no podía fallarle a Harry ni a Sydonie.

Ronan consideró la situación y se dio cuenta de que para destruir el amuleto, necesitarían un acto de poder y precisión, algo que tal vez podrían lograr con la ayuda de Morrigan, dada su naturaleza mágica y su conexión con el reino de lo sobrenatural. Sin embargo, sabía que no sería fácil.

—Morrigan... —llamó Ronan.

«—Sí, puedo romper el amuleto —contestó su compañera, anticipándose a su pregunta—. Pero aunque puedas atravesar la barrera y acercarte, igual consumirá tu energía».

—Lo sé.

—Es una locura —intervinó Amani—. Podría consumirte por completo.

Ronan se giró hacia Amani y Harry, con una expresión seria, mientras intercambiaban miradas.

—Cuando destruya el amuleto, regresa a tu cuerpo lo más rápido posible e intenta recuperar la consciencia —instruyó a Harry. Luego miró a Amani—. Si algo llega a ocurrirme, debes sacar a Harry a salvo de aquí y regresar con Sydonie. ¿Entendido?

Al principio Amani se mostró reacia, sus ojos reflejaban dudas, pero finalmente asintió. La preocupación y el miedo también eran visibles en los ojos de Harry, pero asintió con firmeza.

—Siempre estaré en deuda contigo —murmuró Harry a Ronan—. Y tal vez la vida no me alcance para recompensarte. Gracias, amigo.

Ronan sintió una calidez en el pecho, conmovido por las palabras del cantante. Nunca había tenido amigos, pero se alegraba de que Harry lo considerara uno de ellos, su primer amigo.

Aclarándose la garganta, Ronan les aconsejó retroceder mientras se colocaba frente a la barrera.

«—¿Estás lista? —preguntó a Morrigan en sus pensamientos».

«—¡Espera!».

«—¿Qué sucede?».

«—¿Recuerdas esa noche cuando estabas esperando fuera de la habitación mientras Sydonie y Harry conversaban?».

«—No...».

«—Te acusé de ser débil porque no te preocupabas por la posibilidad de que Harry fuera tu rival. Dije que eras solo oscuridad y herí tus sentimientos. Nunca me disculpé, pero quiero que sepas que lo siento. A veces no pienso antes de hablar».

Ronan permaneció en silencio mientras reflexionaba sobre la conversación.

«—¿Solo a veces?»,

Su tono juguetón rompió la tensión del momento.

«—¡Eres insufrible! —lo acusó Morrigan».

«—Y tú eres vanidosa y entrometida».

«—¿Vamos a hacer esto o vas a seguir molestándome?».

«—Vamos a hacerlo».

En ese momento, Ronan enfrentaba una prueba que cuestionaba la esencia misma de su ser. En un instante, su cuerpo se disolvió en un mar de sombras, transformándose en una forma etérea que emanaba una energía poderosa. A su lado, Morrigan se materializó, afirmándose en su agarre y despidiendo un brillo cegador que cortaba la penumbra como un faro en la noche más oscura.

Sosteniendo con firmeza su guadaña, tomó una profunda respiración. Al adentrarse en la barrera mágica, la energía maligna le asaltó, intentando devorar su esencia etérea. Cada segundo dentro de la barrera era una tortura, como si miles de espinas invisibles le arrancaran pedazos de su ser, un dolor que trascendía lo físico y se clavaba en el alma. Morrigan, vibrando con intensidad creciente, parecía emitir un canto de guerra silencioso, luchando contra la corriente oscura que buscaba consumirlos.

Con un esfuerzo que parecía sobrehumano incluso para su naturaleza etérea, Ronan alcanzó el amuleto sobre el pecho de Harry. Utilizando la hoja de la guadaña para no tocarlo directamente, lo extrajo con precisión y lo colocó en el suelo con delicadeza. La barrera, casi como si estuviera viva, ofrecía resistencia, intentando ralentizar sus movimientos y desgastar su voluntad, con cada segundo consumía más de su energía.

Finalmente, con el amuleto vulnerable en el suelo, levantó a Morrigan para asestar el golpe final. La punta de la guadaña descendió con una certeza mortal, impactando el amuleto con una fuerza que hizo temblar los cimientos de la habitación. Al instante, una onda de choque de energía oscura se liberó, y un remolino de magia corrompida buscó desesperadamente escapar. Morrigan, actuando como un escudo protector, absorbió la mayor parte del impacto, protegiendo a Ronan de las consecuencias más graves.

El amuleto se rompió y desprendió un torrente de energía que se disipó en el aire, liberando el cuerpo de Harry de su prisión mágica. Sin embargo, el esfuerzo había consumido a Ronan hasta el límite de sus fuerzas. Su forma etérea flaqueó y cayó al suelo. Su consciencia se aferraba por un hilo a la realidad. Desde su posición en el suelo, podía oír, como a través de un velo, los esfuerzos de Amani por revivir a Harry; su voz, un faro de esperanza en la oscuridad que lo envolvía.

En esos momentos finales de lucidez, Ronan escuchó el susurro débil pero inconfundible de la vida regresando al cuerpo de Harry. Un sonido que, a pesar del dolor y la fatiga, le ofreció un destello de alegría pura.

Con sus últimas fuerzas, dirigió su mirada hacia debajo de la cama, donde un objeto captó su atención. Allí yacía un amuleto que reconoció en el acto, uno que nunca esperó encontrar en tal lugar, y que había visto innumerable veces. La revelación lo golpeó con la fuerza de un mazo, y lo sumió en un torbellino de emociones y preguntas sin respuesta. Pero antes de que pudiera procesar el significado de su hallazgo, la oscuridad lo reclamó y Ronan se desmayó.


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