Capítulo 41

Whitby, jueves, 1:30 p.m.

Siete horas antes de sobrevivir a su secuestro, Sydonie recibió una llamada inesperada mientras preparaba su almuerzo. Era su hermano, Maxwell, y él exclamó su nombre de tal forma que Sydonie dio un respingo al otro lado de la línea.

—¿Qué sucede? ¿Por qué gritas? —dijo, con el corazón palpitante.

—¿Dónde estás ahora? —inquirió Maxwell con urgencia.

—En mi departamento, estoy cocinando.

—Quédate ahí. No salgas de casa, especialmente de noche —ordenó con firmeza.

—¿No vas a decirme qué está pasando?

—Si lo hago, actuarás impulsivamente. Como siempre.

—Pero necesito saber si estoy en peligro.

—Estás en peligro. Algo o... alguien te persigue.

—¿En serio? ¿La policía? ¿La mafia?

—¡Algo sobrenatural, Sydonie! —exclamó Maxwell, claramente frustrado—. ¿Por qué te sigue algo maligno?

Ella se mordisqueó una uña, debatiendo entre decir la verdad o evadir la pregunta.

—No lo sé. Tal vez sea algún alma errante —mintió—. Whitby es un pueblo muy antiguo; siempre hay fantasmas aquí y allá atormentados por su muerte.

—¿Y qué quieren contigo?

—No lo sé.

—¿Esperas que te crea eso?

—Claro, soy tu adorable hermana menor. Recuerda cómo me empujabas en el cochecito por las calles y me compartías tu leche con chocolate a escondidas de mamá. Tuvimos buenos momentos, Maxwell.

—Deja de distraerme, Sydonie. Sé lo que estás haciendo y sé que ocultas algo.

Ella frunció el ceño. Esa era la razón por la que Maxwell ya no era su hermano favorito; era demasiado astuto para su propio bien.

—Tú también ocultas algo, y es más serio porque afecta mi seguridad. Voy a quejarme con mamá.

—Ya te lo he dicho: quédate en casa.

—Pero ¿cuándo podré salir?

—Quizás en una semana sea seguro. No estoy seguro.

—¿Una semana? ¿Estás loco?

—Sydonie, si no me haces caso, iré y me aseguraré personalmente de que estés a salvo.

—¡No, no hace falta! —respondió rápidamente, pensando en todos los problemas que traería tener a Maxwell rondando, especialmente con la necesidad de explicar la presencia de Ronan y Harry y toda la complicación que aún no había resuelto—. Estaré bien, Max. Lo prometo. Gracias por llamar. Te quiero.

—¿Sydonie? —interrumpió él antes de que ella pudiera colgar—. Ten mucho cuidado.

Luego, la línea se cortó.

Sydonie se cruzó de brazos y se mordió el labio inferior con suavidad mientras analizaba la situación. «Maxwell sabe cosas», pensó. Cosas que ella no.

—Seguramente tuvo una visión —murmuró para sí misma—. Pero no me dirá qué vio. ¿Cuándo se volvió tan reservado? ¿Y cuándo me volví tan predecible?

Era evidente que, de haberle contado su visión, Sydonie habría reaccionado impulsivamente. Pero ahora se encontraba en una encrucijada, no sabía a qué peligro se enfrentaba. ¿Sería el cazador de almas? Claro, tenía que ser él. Ronan y Harry estaban en su búsqueda, y parecía que él vendría por ella... Interesante. Pero ¿por qué iría tras ella si su interés era Harry?

—Tal vez intente cambiarme por Harry —continuó, mordiéndose una uña—. Mi vida a cambio de su alma. Sería un movimiento astuto. Ronan no le entregaría a Harry a menos que yo estuviera en peligro.

Para que el cazador lograra su objetivo, ella tenía que estar en peligro y, aparentemente, tenía que salir de casa. Sabiendo esto, Sydonie podría frustrar sus planes solo siguiendo la advertencia y quedándose en casa.

—¿Planeaba salir hoy? —se preguntó, intentando prever dónde el cazador podría emboscarla—. No importa el lugar, solo quiere atraparme fuera porque no puede entrar en la tienda. Quizás debería ir a la pastelería.

Sydonie se distrajo por un momento imaginando el pan dulce relleno de crema que tanto amaba. ¡No! Necesitaba concentrarse. Si quería adelantarse al cazador de almas, debía obtener toda la información sobre la visión de Maxwell. Él, siendo el hermano fastidioso que era, no iba a colaborar, pero ella sabía quién podría ayudarla, aunque necesitara un poco de presión.

Buscó un contacto en su celular y esperó mientras la llamada sonaba. Una voz femenina respondió al otro lado y Sydonie sonrió.

—¡Hola, Rae!

—¿Sydonie? —respondió la mujer—. Hola, ¿cómo estás? Ha pasado un tiempo desde que hablamos.

—Lo sé, Rae. Lamento que mi llamada sea inesperada, pero necesito tu ayuda.

—Claro, si puedo ayudarte...

—¿Cuál fue la última visión que tuvo mi hermano?

—¿Qué? ¿De qué hablas? —preguntó Raelynn sorprendida—. No he hablado con Maxwell en varias semanas.

Sydonie resopló.

—Vamos, Raelynn, todos sabemos que Maxwell puede ser reservado, pero tiene una debilidad por ti y no hay una sola de sus visiones que no te comparta.

Desde pequeño, Maxwell había mostrado una especial confianza en Raelynn. Al ser vecinos y casi de la misma edad, habían forjado una buena amistad que se solidificó cuando él comenzó a manifestar su poder. Sydonie nunca lo entendió del todo, pero compartir sus visiones con Rae parecía ayudar a su hermano a lidiar mejor con ellas. Así, Rae se había convertido en su confidente.

Algo similar había sucedido con Cameron, quien con su habilidad para manipular el fuego, había creado un lazo con Gaia, una chica que podía generar fuego. Al ser los más jóvenes del vecindario, habían sido inseparables. De este modo, con la suerte de ser el hijo mayor y el menor, ambos habían encontrado confidentes fuera de casa, y Sydonie se quedaba sola, ya que no había nadie más que pudiera ser su confidente o que deseara que ella lo fuera.

—Por favor, Rae, necesito tu ayuda. Necesito saber la visión completa. Maxwell solo dijo que me quedara en casa, pero eso no es suficiente.

—Si tu hermano solo te dijo eso, es porque no necesitas saber más.

—Pero podría estar en peligro.

—O podrías estar planeando causar problemas.

Sydonie frunció el ceño y comprendió que no tenía más opción que ser honesta con Raelynn.

—Algo importante está sucediendo —dijo con seriedad—. No puedo explicarte ahora de qué se trata, pero involucra salvar la vida de alguien.

—Pero te pondrás en peligro.

—Ya estoy en peligro, lo quiera o no. Pero si me ayudas, si me dices la visión de Maxwell, tal vez encuentre una forma de detener esto y salvar no solo mi vida, sino también a alguien que nos necesita.

Hubo una larga pausa. Sydonie pensó que Rae seguiría resistiéndose, pero entonces la escuchó maldecir entre dientes.

—Sydonie Acheron, si tu hermano se entera de que te dije, acabará conmigo —sentenció—. Así que será mejor que no mueras.

Sydonie sonrió, aliviada por la complicidad de su amiga.

Dos horas después de recibir la visión de Maxwell, donde terminaba como rehén en el cementerio de Whitby, bajó las escaleras y llamó a la puerta de su vecino. El anciano la recibió en su clásica pijama escocesa y botas, y la dejó entrar con una sonrisa mientras comentaba que Elara estaba en la escuela. También le ofreció limonada, oferta que Sydonie declinó amablemente. La siguió hasta su mecedora de madera en el balcón, donde Iain encendió su pipa y comenzó a fumar tranquilamente. Sydonie contempló la calle serena desde arriba.

—¿A qué debo la visita, Sydonie?

Ella necesitaba ayuda para evitar que un cazador de almas la capturara, pero no mencionó eso.

—Oh, nada importante. Solo quería saber qué harías si, hipotéticamente, tuvieras que defenderte o atrapar una presencia maligna algo escurridiza.

Iain levantó una ceja, mirándola sobre su pipa.

—¿Por qué me preguntas a mí?

—Mi abuelo decía que siempre tenías la respuesta a todo. Eras historiador, ¿no?

—Owen pensaba lo mismo, pero olvidaba que soy historiador, no cazador de fantasmas.

—Entonces ¿no puedes ayudarme?

—No dije eso. A lo largo de la vida, uno escucha muchas historias.

—¿Entonces...?

—Esto es hipotético, ¿no, Sydonie? Porque tu madre nunca me lo perdonaría si te sucede algo.

Ella sonrió angelicalmente.

—Completamente hipotético. Como protectora de la tienda de antigüedades y guardiana de las almas, debo saber defenderme contra presencias malignas.

Iain fumó su pipa y exhaló varios círculos de humo que flotaron en el aire antes de disiparse.

—Es simple... Usa sal.

—¿Sal?

—Sí, sal. Es igual de poderosa que los frutos de Rowan en tu puerta. En muchas tradiciones, se considera un elemento purificador y protector que puede crear una barrera contra lo sobrenatural. Traza un círculo de sal en el suelo y añade otras hierbas como ajenjo, romero o artemisa, son conocidas por sus propiedades para repeler espíritus malignos o fortalecer barreras espirituales.

Sydonie asintió, memorizando las instrucciones.

—¿Crees que sea suficiente?

—¿Contra qué, Sydonie? No estás en peligro, estamos hablando hipotéticamente.

Ella se mordió el labio.

—Te agradezco. Es hora de irme.

—Sydonie —la llamó Iain antes de que ella partiera—. Si la entidad es muy fuerte, podrías necesitar debilitarla. Los sonidos sagrados son muy útiles. Lleva contigo la campanilla de la entrada.

—¿La campanilla de la tienda? —repitió, perpleja.

Él asintió.

—Es una campanilla consagrada que le regalé a tu abuelo hace muchos años. La encontré en uno de mis viajes mientras trabajaba y me dijeron que era una antigüedad bendecida por alguien muy poderoso —explicó, dejando a Sydonie sorprendida con cada palabra—. Si te encuentras en peligro, el sonido de la campanilla te ayudará.


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