Capítulo 35

Con una mezcla de curiosidad y un brillo travieso en los ojos, Sydonie esperaba la respuesta de Harry sobre un posible novio secreto. Se preguntaba si estaba a punto de descubrir algo que ni los medios más astutos habían logrado desentrañar, y se sentía de algún modo privilegiada.

—Ya sabes, seguiré siendo tu fan número uno, sin importar a quién ames. —Guiñó un ojo.

—¿Qué? No, no soy gay. Y no, no tengo ni novio ni novia —respondió Harry, visiblemente sorprendido.

—Entonces, ¿quién era esa persona? —insistió Sydonie con una sonrisa juguetona.

—No lo sé —admitió confundido.

—Rodric mencionó que tenía el cabello blanquecino. ¿Conoces a alguien así? Tal vez algún amigo distante o... ¿un enemigo, quizás?

—No tengo enemigos.

Sydonie se rió ligeramente.

—Bueno, al menos ninguno que conocieras, porque claramente tienes uno ahora. Quienquiera que haya hecho esto, definitivamente no está en tu lista de amigos y es responsable de...

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando tropezó con una figura que se destacaba en el mar de bailarines. Se encontraron mirándose fijamente, separados por unos metros en medio de la pista.

La figura, alta y delgada, vestía un traje negro que se mezclaba con la oscuridad del entorno. Un velo negro le cubría la cabeza y la boca, dejando su género y rasgos faciales indeterminados. Sin embargo, los ojos de la figura, de un peculiar color ámbar dorado, brillaban con intensidad en la penumbra del club, transmitiendo una profundidad de emociones y secretos ocultos.

Sydonie no podía apartar sus ojos. Sentía una curiosidad intensa, mezclada con un reconocimiento inexplicable. La figura también parecía interesada en ella, la miraba con un interés que iba más allá de un encuentro casual. Además, una sutil aura de magia rodeaba a la figura, añadiendo un capa de misterio a su intrigante apariencia.

Justo cuando la joven estaba a punto de acercarse, alguien la chocó por accidente en la pista. La distracción fue suficiente para que, al volver la vista, la figura enigmática ya no estuviera entre la multitud. Sydonie se quedó quieta, preguntándose si el encuentro había sido fortuito o si esa figura misteriosa estaba relacionada con el enigma que intentaba resolver.

Un escalofrío le recorrió la columna. No por el encuentro reciente, sino por una sensación persistente de estar siendo observada. Miró con lentitud sobre su hombro, pero no parecía que nadie prestara atención especial. Sin embargo, no podía sacudirse esa inquietante sensación.

De repente, sintió una presencia más amenazante. Paralizada por un miedo intenso, se aferró con fuerza al xilófono. Oía a Harry llamándola, pero no pudo reaccionar; estaba inmóvil, con la mirada alerta y escudriñando las sombras alrededor, buscando cualquier señal de la fuente de su alarma.

Sus ojos se fijaron en una esquina sumergida en sombras, convencida de que el peligro emanaba de allí. Sintió una mirada intensa clavándose en ella desde la oscuridad, instándola a huir. A pesar del miedo, Sydonie se dispuso a avanzar hacia esa esquina oscura.

Pero antes de que pudiera dar un paso más, sintió una mano sujetándola con firmeza y urgencia. Al girarse, se encontró con la mirada preocupada de Ronan.

—Salgamos de aquí —dijo Ronan.

Él tenía una expresión oscura e inescrutable, estaba visiblemente tenso. Por eso Sydonie lo siguió mientras salían del club y él inspeccionaba con cautela la calle.

—También lo sentiste, ¿verdad? —preguntó ella mientras se alejaban del bullicio del club—. Había una presencia escalofriante. ¿Qué crees que era?

Ronan no respondió de inmediato. Entraron en un supermercado iluminado con luces brillantes y se internaron en uno de los pasillos.

—Espera aquí —dijo Ronan con seriedad, y se alejó hacia la entrada para observar de nuevo la calle.

—¿Qué sucedió? —preguntó Harry, apareciendo a su lado.

—No estoy segura —respondió Sydonie, intranquila—. Algo en el club alteró a Ronan. ¿Lo sentiste tú?

—Fue extraño. Mis recuerdos son confusos y regresan de forma inesperada. Sigo pensando en el hombre del cabello blanquecino, pero no puedo descifrar quién es.

—Ha sido una noche extraña —admitió Sydonie.

Harry asintió y comenzó a deambular por el pasillo, sumido en sus pensamientos. Pronto, Sydonie lo perdió de vista cuando se escabulló entre dos pasillos. Iba a seguirlo cuando Ronan regresó. Aunque su cuerpo seguía en alerta, su expresión había vuelto a su habitual templanza.

—¿Qué sucede? —preguntó Sydonie, tocándose el pecho—. ¿Fue por esa presencia en el club?

—Un cazador de almas —contestó Ronan con una mirada sombría—. Estoy seguro, era una presencia poderosa.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Porque casi pude sentir el lamento de las almas atrapadas. Eso lo hace tan aterrador.

Sydonie se estremeció ante la respuesta.

—¿Crees que ese cazador de almas está relacionado con lo que le sucedió a Harry?

—No lo sé, pero es posible que sea el mismo cazador de almas que el Concilio Superior advirtió. Debe ser el mismo.

Si ese cazador de almas era responsable de lo sucedido a Harry, enfrentaban un desafío mucho mayor de lo anticipado, lo que abría un abismo de preguntas y preocupaciones en la mente de Sydonie. «¿Qué significa esto para nosotros? ¿Cómo enfrentar a alguien tan poderoso y escurridizo?», reflexionó.

—Tienes que volver a Whitby, será más seguro para ti —dijo Ronan.

—¿Por qué? —Sydonie lo miró, inquieta.

—Si ese cazador es responsable y te ha visto, sabe que estás involucrada. Es peligroso.

—¿Y qué pasará con Harry?

—Podrá venir con nosotros. Es más seguro para él también.

—Tienes razón. Debemos decirle —dijo Sydonie, pero al girarse para buscarlo, Harry no estaba—. ¿Harry?

Lo encontró en otro pasillo, mirando una lata de cola.

—Tenemos que irnos —instó, acercándose. Harry no reaccionó.

—Recuerdo que alguien me golpeó en la cabeza esa noche y me desmayé —dijo con voz grave, su mirada buscándola—. Creo que estoy muerto.

—No, claro que no —respondió Sydonie rápidamente—. Ronan lo sabría si...

Harry intentó tomar la lata, pero su mano no logró agarrarla.

—No puedo tocar nada —dijo mirándola con una expresión desolada.

—Harry, te ayudaremos a encontrar tu cuerpo. Todo se solucionará —trató de consolarlo Sydonie.

Pero Harry ya no parecía escuchar. Intentó tocar la mano de la chica y su mano la atravesó.

—Debo estar muerto —murmuró.

—¡No, espera! —exclamó Sydonie, pero ya era tarde.

Harry había desaparecido, y Sydonie ya no lo sentía en el xilófono.


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