Capítulo 31
Sydonie estaba a punto de hacer algo de lo que estaba segura de que se arrepentiría: pedir ayuda a su madre.
El teléfono sonó y, nerviosa, se mordió el labio inferior mientras esperaba. Tres latidos después, alguien respondió.
—¿Mamá?
Hubo una breve pausa que aumentó su inquietud.
—Sydonie Acheron —dijo su madre con la voz que reservaba para cuando estaba enojada o parecía que invocaría a un demonio—. Estás en serios problemas, jovencita.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Sydonie.
—¿Puedo decir algo antes de que me regañes?
—¡No! —exclamó Erin con firmeza—. Te advertí que no te acercaras a La Muerte, pero hiciste un trato sin dudarlo. ¿No te das cuenta de lo que has hecho? ¡Estás trabajando con La Muerte!
Sydonie suspiró. No estaba segura de cómo su madre se había enterado del trato con Ronan, pero no le sorprendía. Quizás fuera por las tazas de té doradas que mostraban el pasado o futuro, o su agudo instinto maternal, pero siempre se enteraba de todo.
—Pero, mamá, no es tan dramático como suena —replicó Sydonie—. Ronan no se llevará mi alma ni nada por el estilo. Estaré bien.
—¿Ronan? ¿Quién es Ronan?
—Mi grim reaper.
—¿Tu grim reaper?
—Sí.
—¡Sydonie! ¿Has enloquecido? —espetó su madre—. Ese grim reaper es una manifestación de La Muerte, no una persona. No puedes encariñarte con él.
—Pero te equivocas. Ronan es una persona cuando tiene forma humana. Tiene un nombre, siente emociones y le estoy enseñando sobre la vida.
—¿Tú qué?
—Le doy lecciones de humanidad. Ese es el trato. Él tiene que aprender a ser más humano, para ser más empático con las almas que guía. Decidimos ayudar a las almas de la tienda a cumplir sus últimos deseos. Y así ya hemos ayudado a tres que han podido abandonar la tienda. Es un plan perfecto.
—No me gusta esto, Sydonie. Es peligroso. No deberías relacionarte con un grim reaper. Hay fuerzas misteriosas en este mundo con las que los humanos no deben tratar. Hay reglas que respetar.
—Pero las reglas también pueden romperse. Si no, ¿por qué tendría la capacidad de ver a los grim reapers aun sin una cita con La Muerte?
—Eso no te da el derecho de desafiar las leyes naturales de la vida.
—Solo estoy tratando de ayudar a quien lo necesita. No es mi responsabilidad ser especial ni tener estas habilidades, pero siento que es mi responsabilidad ayudar a quienes pueda con los dones que recibimos. Es lo que el abuelo o papá harían. Ellos entenderían porque también tenían habilidades como las mías.
—No pienses que no te entiendo, Sydonie. Lo entiendo mejor que nadie porque tienes razón, eres muy parecida a Fox. Él siempre ayudaba a quien lo necesitaba, y eso era lo que más amaba de tu padre. Pero lo perdí mientras ayudaba a otros. Por eso me preocupo, porque no quiero que esto termine igual.
Los labios de la joven temblaron ante la mención de su padre y los apretó con fuerza, conteniendo el dolor que se formaba un nudo en su garganta. Sabía que su madre no había querido herirla, porque sabía que se hería a sí misma. Era un dolor que compartían en sus corazones.
—Sé lo que hago, mamá. Confía en mí. Ayudaré a liberar las almas de la tienda, y todo estará bien.
Erin soltó una respiración profunda.
—¿Estás segura de eso?
—Sí. Tú no te preocupes. Nada malo me ocurrirá.
Hubo otra pausa y Sydonie recordó el verdadero motivo por el que había llamado antes de que su madre la sermoneara.
—Mamá, necesito tu ayuda. Te llamé porque...
—¿No fue para hablar del grim reaper y el trato?
—No.
—¿Entonces hay algo más?
—Un asunto menos dramático, pero sí.
Sydonie le contó sobre Harry Young, cómo había terminado en su habitación de hotel, su estado «no-tan-muerto» y el xilófono.
—Nunca había escuchado de almas que se salieran de su cuerpo sin una razón.
—Y su cuerpo ha desaparecido.
—¿No recuerda nada?
—No, por eso siento que estamos en un callejón sin salida. Lo acompañé a su casa, pero no encontramos ninguna pista.
—¿Probaron llamar a su celular?
—Sí, esta mañana, pero nadie responde. Harry cree que debe estar con su cuerpo, pero se descargó.
—¿Y alguien más sabe dónde podría estar?
—Ya lo había comentado con su representante y su equipo cercano; les dijo que tomaría un descanso mientras escribía su próximo disco. Siempre lo ha hecho así, y no lo buscan a menos que él se contacte primero.
—Vaya vida de superestrella.
—Por eso nadie ha reportado su desaparición y la policía no está involucrada. Han pasado dos días desde que desapareció, pero debemos darnos prisa. No sabemos dónde puede estar su cuerpo o en qué condiciones.
Sydonie tragó saliva, evitando pronunciar sus mayores temores.
—¿Qué necesitas de mí, Sydonie? —preguntó su madre—. Sabes que no puedo ver el futuro o pasado de alguien sin mis tazas.
—Lo sé, pero esperaba que supieras de algún objeto o táctica que pudiera ayudarlo a recordar.
Su madre tardó en responder, lo que aumentó la ansiedad de Sydonie.
—No conozco ningún objeto específico, pero hay un té para la memoria en la enciclopedia sobre tés míticos en la tienda de antigüedades. Te enviaré una foto de la receta cuando la encuentre.
—Pero, mamá, si es de esa enciclopedia, ¿no será difícil conseguir los ingredientes?
—Probablemente incluya uno o dos ingredientes raros, pero intenta prepararlo con lo que encuentres. Aunque no sea tan efectivo, podría ayudar.
Sydonie suspiró. Era la única opción que tenía para ayudar a Harry cuanto antes.
—Gracias, mamá.
—Ten mucho cuidado, Sydonie —advirtió Erin—. No sé si todo esto está relacionado, pero tengo el presentimiento de que podría ser más peligroso y oscuro de lo que imaginas. Mantén los ojos abiertos, cariño.
—Lo haré. Tendré cuidado —prometió Sydonie—. Te amo, mamá.
—Y yo a ti.
Esa misma tarde, mientras Sydonie consideraba buscar un especialista en hipnoterapia o meditación guiada, recibió una foto de una página amarillenta y desgastada de un libro.
—¡Tengo la receta! —exclamó Sydonie, levantando victoriosa su celular.
Ronan y Harry, que se encontraban en la sala, se acercaron a ella. Previamente, Sydonie había relatado solo la parte de la conversación con su madre que concernía a Harry, omitiendo cualquier mención a Ronan y su labor como grim reaper. No quería que Ronan supiera que su madre desaprobaba su relación, cualquiera que esta fuese.
—Receta de té para la memoria —leyó en voz alta—. Ingredientes: hojas de Ginkgo Biloba, romero, salvia, raíz de ginseng, flores de lavanda, miel... —comentó animada, pero se detuvo abruptamente al leer el último ingrediente—. Y pétalos de Rosa Dorada.
Sydonie dejó caer los hombros, resignada.
—¡Esto es absurdo! —exclamó—. Los pétalos de Rosa Dorada solo existen en el jardín secreto.
La opción de la hipnoterapia ya no parecía tan descabellada. Al menos no requería de rosas doradas.
—¿Jardín secreto? —preguntó Ronan.
—El Jardín Secreto de las Rosas Doradas —respondió ella—. El del cuento —añadió al ver la expresión aún confusa de Ronan.
—¿De qué cuento hablas? —interrogó Harry.
—El Jardín Secreto de las Rosas Doradas, así se llama —explicó Sydonie—. ¿No conocen ese cuento? Mis padres me lo leían. Es uno de los más famosos en Escocia, y venía en un libro que incluía otros cuentos como Las nieblas de Skye y el Dragón de Cristal, La Dama del Lago de Loch Ness, El espíritu del Bosque de Caledonia, La sombra en las ruinas de Stirling, La leyenda del gaitero fantasma de Edimburgo.
—Al parecer no todos tuvimos una infancia tan literaria —dijo Harry con una ligera sonrisa—. Además, no nacimos en Escocia.
—Aun así, es imposible que no conozcan los cuentos —insistió ella, volviéndose hacia Ronan—. Incluso tú deberías conocerlos, probablemente existías incluso antes de que fueran escritos.
El grim reaper no respondió y mantuvo su usual compostura imperturbable.
Sydonie resopló y sacó su celular para buscar el cuento en internet.
—Escuchen con atención, porque esto puede cambiarles la vida —anunció.
Ambos asintieron. Entonces, ella se aclaró la garganta y comenzó a narrar la historia.
—Hace mucho tiempo, en las verdes y misteriosas Tierras Altas de Escocia, existía un jardín secreto donde florecían las más hermosas rosas doradas. Estas no eran como ninguna otra en el mundo; brillaban con la luz de la luna y tenían el poder de conceder deseos, sanar enfermedades y traer paz a los corazones inquietos.
»El jardín estaba protegido por un guardián místico, un espíritu antiguo de la tierra y las montañas, sabio y justo, cuya misión era asegurarse de que solo las almas más puras y valientes pudieran acercarse a las rosas doradas. Se decía que el verdadero regalo del jardín no eran las rosas, sino las lecciones que cada buscador aprendía en su viaje.
»Los buscadores enfrentaban desafíos que revelaban su verdadero carácter. Algunos equilibraban una balanza con piedras que representaban compasión, justicia y sabiduría; otros caminaban por un sendero de espinas sin dañar ninguna flor y los más valientes se miraban en un espejo mágico que mostraba no solo su reflejo, sino también su alma.
»Un día, un joven valiente llamado Lachlan buscó las rosas doradas para curar el corazón roto de su amada. Al llegar al jardín, el guardián lo desafió a cruzar un lago encantado sin perturbar el agua. Lleno de amor y determinación, Lachlan cruzó con tal cuidado que no causó la menor onda. Impresionado por su respeto y amor puro, el guardián le concedió una rosa dorada.
»Lachlan regresó a su aldea, entregó la rosa a su amada y, al tocarla, su tristeza se disipó, su corazón se llenó de alegría y amor. Desde entonces, la leyenda de las rosas doradas se extendió por toda Escocia, recordándoles que el valor, la compasión y el amor verdadero son las claves para descubrir los secretos más maravillosos del mundo.
Sydonie concluyó el cuento y observó las reacciones de Ronan y Harry, ambos fascinados. Harry fue el primero en reaccionar.
—Pero... ese jardín secreto no existe, ¿verdad? Es solo un cuento.
«Las leyendas y los cuentos siempre contienen una verdad protegida», solía decir su abuelo. Dado lo que Sydonie había experimentado en su vida, era difícil negar o confirmar la existencia del jardín.
—No lo sé. Muchas cosas peculiares sucedieron en Escocia, antiguamente territorio de las hadas —respondió. Harry parecía escéptico, y estaba a punto de interrumpir cuando Sydonie continuó—: No sé dónde podría estar el jardín secreto, pero conozco a alguien que tal vez lo sepa.
—Pero ¿crees que debamos invertir tiempo en buscar las rosas doradas solo para recuperar la memoria? ¿No hay otras formas?
Sydonie lo miró con seriedad.
—No te has dado cuenta, ¿verdad? —dijo—. Si conseguimos los pétalos de rosas doradas, no necesitarás recuperar la memoria; podrás pedir el deseo de volver a tu cuerpo y regresar a la normalidad.
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