Capítulo 24

Besar a Ronan había sido un acto de pura espontaneidad por parte de Sydonie, algo así como un «ahora o nunca» en un momento de audacia inesperada. Pero ahora, con la realidad de repetir el beso, la idea se le antojaba una locura. Era como si hubiera saltado sin paracaídas una vez y, contra todo pronóstico, estuviera considerando hacerlo de nuevo. Volver a besarlo no solo desafiaba la lógica, sino que también se sentía como abrir la puerta a un carrusel emocional con boleto de ida y sin garantía de regreso.

—Entonces... —Sydonie se aclaró la garganta, tratando de inyectar algo de ligereza a la situación—. Bienvenido a la clase de Besos 101. Exclusiva para vampiros, magos, recolectores de almas y otras criaturas mitológicas. Por favor, acomódate y prepárate para una experiencia... educativa.

Intentó sonreír para aliviar sus propios nervios, pero Ronan la miraba con su característica seriedad. Sentado en la cama de la habitación del hotel, le devolvió la mirada con una expresión seria e imperturbable.

—¿Tienes alguna pregunta antes de empezar? —preguntó ella colocando las manos en sus caderas, con una mezcla de nerviosismo y anticipación. Le resultaba raro estar nerviosa, pero Ronan tenía una forma especial de provocar los sentimientos más inesperados.

—¿Por qué me besaste? —preguntó él, directo y al grano como siempre.

Sydonie tomó un momento para organizar sus pensamientos.

—Ah... bueno... En los humanos, un beso puede expresar distintos sentimientos. Por amor, cariño, alegría, o para explorar nuestros sentimientos hacia alguien.

Ella intentó mantener la calma, consciente de que cada explicación abría un nuevo mundo para Ronan.

—En este caso, fue un impulso, una forma de expresar mi felicidad y la conexión que sentí contigo. No es algo que debas sobreanalizar; a veces, los besos son simplemente cómo mostramos lo que sentimos, y está bien sentir curiosidad o disfrutarlo.

Ronan escuchó atentamente.

—¿Y por qué fue agradable? —inquirió con una curiosidad genuina.

Ella tragó saliva.

—Porque creo que... yo te gusto. —Sydonie se sintió vulnerable al ser tan franca.

—¿Tú me gustas? —repitió él, queriendo entender mejor.

—Sí. Un beso puede desatar una cascada de emociones y respuestas físicas cuando hay atracción. Puede hacer que esos sentimientos se intensifiquen.

—Tú me gustas —dijo Ronan, como si esa simple verdad fuera lo único importante—. ¿Por eso mi corazón se acelera cuando estás cerca?

—¿Tu corazón se acelera... por mí? —preguntó sorprendida.

—A veces.

Ella asimiló las palabras, azorada.

—Entonces, te gusto.

—Es un alivio saber que eres tú la razón —concluyó Ronan.

Sydonie sintió el calor en sus mejillas intensificarse.

—Deberías dejar de ser tan directo y encantador. Esas son las razones por las que estamos en esta situación. Eso, y tu curiosidad insaciable.

—No puedo evitarlo —dijo él marcando cada palabra con una seriedad inquebrantable.

Ella exhaló, aceptando la imposibilidad de cambiar la esencia de Ronan.

—Dijiste que tú me gustas —prosiguió él, interrumpiendo la maraña de sus pensamientos—. Pero ¿yo te gusto a ti? —preguntó con una voz insegura.

La ternura inundó a Sydonie ante su vulnerabilidad.

—Sí, me gustas —aseguró con una sonrisa cálida—. De otra manera, no te habría besado.

—¿Entonces solo das besos a quien te gusta? —Ronan buscaba entender las normas humanas.

—Los besos románticos, sí. Son para los labios, el cuello u... otras partes.

Ronan, curioso, inclinó su cabeza.

—¿Qué partes?

Ella tosió, visiblemente incómoda.

—Esa lección queda para otro día. Esta clase es Besos 101. Centrémonos en los besos en los labios.

—Está bien —aceptó él, respetando sus límites.

Sydonie se posicionó más cerca, sentándose frente a él, sus rostros a poca distancia el uno del otro.

—¿Realmente deseas otro beso? —preguntó tomando su rostro con suavidad.

Ronan confirmó con un asentimiento, manteniendo su intensa mirada en ella. Con una respiración profunda para calmar sus nervios, Sydonie sonrió ligeramente.

—Cierra los ojos —instruyó, preparándose para el momento.

Con delicadeza, ella se acercó y depositó un beso en su frente. Luego continuó con una serie de besos suaves y tiernos por todo su rostro: en sus párpados cerrados, sus mejillas, el puente de su nariz y su barbilla. La piel de Ronan era cálida y sorprendentemente suave. Sus labios, apenas separados, no parecían querer detenerse.

—¿Por qué evitas mis labios? —preguntó él con curiosidad teñida de impaciencia.

—Estoy besándote —murmuró ella. Sus labios rozaron suavemente su mentón antes de depositar dos besos ligeros en su mandíbula.

—Pero ¿por qué no directamente en los labios? —insistió.

—Me gusta tomarme mi tiempo. No seas gruñón —respondió Sydonie con una sonrisa.

—No soy gruñón, es que tú...

Fue silenciado por un beso rápido y firme en sus labios. Ella retrocedió, riendo ante su gesto sorprendido.

—Considera la lección como completada —declaró, juguetona.

—Eso no ha sido justo —reclamó él, sus ojos abriéndose más ante la repentina cercanía.

—Quizás, si dejaras de quejarte, habrías disfrutado más el beso —bromeó Sydonie.

—No diré más —prometió.

Sydonie se encontró sonriendo, cautivada por la profundidad serena en los ojos de Ronan. La inocencia reflejada en su mirada le provocaba dudas sobre la prudencia de seguir adelante, pero, al mismo tiempo, una curiosidad irresistible la impulsaba a descubrir más sobre él.

—¿Estás realmente seguro de querer continuar?

Ronan frunció el ceño, confuso y curioso. —¿Por qué dudas tanto?

Sydonie tragó saliva y continuó acariciando su rostro, y apartó un mechón corto de su frente.

—Porque no manejo bien los arrepentimientos. Me hacen sentir culpable, estúpida y... vulnerable. Además, tenemos un acuerdo para trabajar juntos y no quiero arruinarlo. Si te arrepientes pronto, me dolería mucho. Complicaría todo entre nosotros.

Aunque era consciente de que sus emociones y palabras podrían ser complicadas para Ronan, Sydonie sentía la necesidad de expresarlas. Acostumbrada a relaciones efímeras, los arrepentimientos siempre le resultaron difíciles.

Él la observó con una sinceridad desarmante.

—Pero... no entiendo por qué alguien se arrepentiría de un beso contigo —dijo, confundido pero honesto.

Ella se quedó sin palabras, sintiendo cómo su corazón latía fuerte en sus oídos.

«Claro», pensó, finalmente aceptando la verdad. «Esto es lo correcto. Quiero besarlo por su honestidad ridícula».

—Tú provocaste esto —susurró tocando suavemente el labio de Ronan, un gesto que sellaba su decisión.

Y entonces, con un corazón decidido, Sydonie lo besó.

Para ella, aquel primer beso había sido un instante inolvidable, marcado por la suavidad y la espontaneidad de un impulso no premeditado. Labios juntos, casi sin movimiento. Sin embargo, en este beso no hubo titubeos al buscar los labios de Ronan; fue intenso, decidido y apasionado. Labios firmes, caricias insistentes. Sydonie se entregó sin reservas, con una osadía que buscaba poseer su boca y dejar una huella imborrable.

Bajo su toque, notó cómo Ronan inicialmente se tensaba, pero poco a poco se dejó llevar por la intensidad del momento. La firmeza inicial de Sydonie se suavizó al sentir cómo él se rendía a ella, permitiéndole también relajarse. Sus manos encontraron el rostro de él, acariciando suavemente su piel, mientras que Ronan respondía a sus labios con caricias suaves y tentativas. A pesar de su inexperiencia, había una dulzura genuina en su beso que le arrancó una sonrisa a Sydonie.

Los corazones de ambos latían con fuerza, en sintonía, creando un vínculo que trascendía lo físico. En ese instante, el mundo alrededor desapareció, dejándolos solos en un universo compartido de emociones y sensaciones profundas.

—Sydonie —La voz susurrante de él vibró contra sus labios—. Me siento... extraño. Aturdido, sin aliento...

Esa confesión la estremeció e intensificó la intimidad del momento. Había algo erótico en su sinceridad. La forma en que Ronan pronunciaba su nombre, con esa voz rica y envolvente, ató un nudo en su estómago.

—Es natural sentirse así —aseguró ella con voz temblorosa—. ¿Deseas continuar?

Ronan la miró con una chispa en sus ojos y preguntó:

—¿Aún tienes más que enseñarme?

El rostro de Sydonie se iluminó con una sonrisa juguetona.

—Tengo aún mucho que mostrarte.

Con un movimiento fluido y decidido, se acomodó sobre Ronan, quien la recibió con naturalidad, sus manos encontraron su lugar en su cintura como si retomaran una danza familiar. Ese gesto, tan firme como en la pista de baile, avivó una corriente eléctrica en Sydonie y encendió un fuego de sensaciones intensas. Sentir sus manos fuertes sosteniéndola, despertaba pensamientos sensuales en su mente.

—Separa los labios —instruyó delineando delicadamente con el dedo la barbilla de Ronan.

El obedeció y, esta vez, Sydonie se contuvo para besarlo. Comenzó distribuyendo besos por las comisuras de sus labios, trazando suavemente el contorno de su labio inferior con la punta de su lengua, lo que aceleró la respiración de Ronan. Luego sus bocas colisionaron. Labios contra labios, una mezcla de caricias lentas y rápidas. Sus alientos se mezclaron y Sydonie profundizó el beso, provocándolo para que respondiera a los suaves movimientos de su lengua. La respuesta de Ronan, aunque tímida al principio, ganó confianza bajo la guía de Sydonie, reflejando sus movimientos con una pasión emergente.

Ronan no era el único que se sentía sin aliento y con el cuerpo caliente; ella compartía las mismas sensaciones, que se intensificaron cuando él, en un gesto de descubrimiento, rozó suavemente la base de uno de sus pechos. Un gemido involuntario se le escapó a la joven, sorprendiéndolos a ambos.

—Lo siento —se apresuró a decir él retrocediendo ligeramente, su preocupación evidente.

Él parecía estar convencido de que la había lastimado al sujetar con fuerza su cintura, pero Sydonie estaba lejos de sentirse lastimada. En realidad, estaba complacida de explicarle lo que realmente estaba sucediendo. Y, como una maestra paciente, estaba dispuesta a usar la práctica como método de enseñanza.

—No me lastimaste, al contrario, se siente bien cuando me tocas —aseguró.

Con una sonrisa segura, se desabrochó la blusa bajo la atenta mirada de Ronan, cuyos ojos se oscurecían con cada movimiento, reflejando un torbellino de emociones nuevas.

—Creí que esta clase era solo sobre besos —comentó él.

—Como tu maestra, tengo la libertad de ajustar el plan de estudios a medida que avanzamos —respondió, juguetona—. ¿Te gustaría seguir explorando?

La curiosidad de Ronan se transformó en un interés palpable.

—Estoy intrigado.

Sydonie, con un gesto tranquilo pero significativo, terminó de quitarse la blusa, dejando al descubierto un sujetador de encaje verde oscuro, diseñado con múltiples tiras que ofrecían un soporte adicional. Siendo una chica con busto generoso, necesitaba esa inmovilidad adicional, o sus pechos estarían saltando constantemente, lo que no sería nada conveniente.

Mostrarse semidesnuda de la cintura para arriba apenas la inquietó, pero sintió un estremecimiento al notar la mirada de Ronan recorriendo su cuerpo con curiosidad y algo más, algo que la hizo ruborizarse. Ella no era perfecta y su cuerpo estaba lejos de estarlo. No era delgada ni atlética. Muy al contrario, era una chica con curvas, con un par de libras extras y piel excedente marcada de estrías, que reflejaban su lucha constante con su peso. Sin embargo, Sydonie hacia años había hecho las pases con quien era y como se veía. Ahora vivía una vida saludable, pero sin obsesionarse con su figura y sin privarse de las cosas que la hacían feliz como los dulces o las hamburguesas cada tanto. Ahí estaba la felicidad.

Sin embargo, bajo la mirada apreciativa de Ronan, se sintió hermosa y deseada, una sensación que fortaleció su confianza.

—Si quieres, puedes tocarme —le ofreció.

Ronan, sin dudar, posicionó una mano en la cintura de Sydonie y la otra en su espalda. Con lentitud, su mano exploró hacia arriba y, finalmente, rozó el borde de su pecho con una caricia delicada. El aliento de Sydonie se quedó suspendido cuando la mano de Ronan envolvió suavemente su pecho. Incluso a través del encaje, Sydonie pudo sentir el calor de su palma y su sensible pezón respondió endureciéndose.

Ronan buscó explicación en su mirada de inmediato, atento a su expresión.

—Está bien —aseguró ella, deslizando sus dedos por la base de su cuello y entre los mechones cortos de su cabello—. Es una señal de que me gusta todo lo que estamos haciendo.

Ronan contempló el pezón fruncido a través del encaje, fascinado por el evidente signo de excitación, y lo acarició hasta que Sydonie creyó que perdería la razón. Luego, lo besó de nuevo, uniendo sus labios en un encuentro ardiente que hizo vibrar cada fibra de su ser. Sydonie gimió contra la boca de Ronan, disfrutando de la forma en que sus lenguas se entrelazaban y sus dedos seguían acariciando su pecho mientras la atraía más cerca con la mano en su espalda.

La respiración se le aceleró, el corazón le retumbaba en el pecho, y la sensación de calor la envolvía. Movió las caderas con un ritmo que era puro instinto, respondiendo a la necesidad mutua que crecía entre ellos. Supo que debía detenerse cuando se dio cuenta de que no era la única que estaba disfrutando de esa sesión de juegos previos. Podía sentir la reacción física de Ronan ante sus besos, la tensión en su cuerpo y la dureza de su erección presionando entre sus muslos. No podía creer que ambos estuvieran tan excitados sin siquiera haberse quitado la ropa.

La posibilidad de un contacto más íntimo, de una conexión sin barreras, envió una ola de anticipación a través de ella. Necesitó toda su fuerza de voluntad para separar sus labios. Sentirse así con él era maravilloso, pero sabía que debían detenerse. Ronan intentó perseguir su boca, pero en su lugar, sus besos descendieron hacia su cuello, evocando un estremecimiento de placer que la hizo contonearse sobre él.

—No me beses en el cuello —pidió, intentando, aunque sin mucha convicción, alejarse de él.

—¿Por qué no? —preguntó Ronan—. Dijiste que estaba bien.

Para Sydonie, estaba más que bien, pero no en ese momento, cuando intentaba mantener cierto control y ser una chica buena. Permitió que Ronan continuara besándola un poco más antes de intentar detenerlo de nuevo.

—¿Por qué quieres que pare? —indagó él, con una expresión que hacía tambalear su firmeza. Sydonie se preguntó cómo había aprendido a usar esa mirada tan persuasiva.

—Porque hay muchas cosas más que quiero hacer contigo, pero no se siente correcto que todo suceda ahora. Es mejor ir paso a paso —trató de explicar ella, buscando en él alguna señal de comprensión.

Ronan la estudió atento, sus ojos profundos analizando cada matiz en su rostro. Su respiración todavía intentaba recuperar su ritmo normal.

—Entonces, ¿me enseñarás todo lo demás? —preguntó, su voz teñida de un genuino interés y un toque de urgencia.

Sydonie sintió un nudo en el estómago.

—Sí —logró decir, aunque su voz temblaba ligeramente.

—¿Lo prometes? —insistió él, su mirada intensa.

Con un movimiento afirmativo, ella selló su compromiso.

—Lo prometo.

—Bien, porque quiero aprenderlo todo, aunque sea mi ruina —afirmó Ronan con una convicción que resonó en el silencio.

Sydonie, sintiendo el peso de sus palabras, lo besó una vez más, un gesto lleno de promesas y complicidad. Sabía que se adentraba en territorio desconocido y era consciente de las posibles consecuencias. Sin embargo, en ese instante, nada de eso parecía importar.

Justo cuando creía que la noche no tenía más sorpresas bajo la manga, el xilófono infantil, descuidadamente dejado sobre un sillón esquinero, comenzó a vibrar y a moverse de manera inquietante.

—¿Qué demonios? —Sydonie se levantó de un salto, con el corazón latiendo a un ritmo frenético, mientras se vestía.

Era consciente de una sola explicación posible: un espíritu había encontrado refugio en el xilófono.

La figura que se formó ante sus ojos era tan inesperada como increíble. Ante ella se materializaba Harry Young, la leyenda del rock indie, el ídolo de su juventud.

Harry Young, el príncipe de sus sueños adolescentes.

Harry Young, el hombre que, según todo indicaba, debía estar muerto.


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