Capítulo 19
Sydonie se detuvo frente a Mirage, un prestigioso restaurante y club en el corazón de Soho. La fachada era elegante y moderna, con grandes ventanas de cristal y una entrada discreta que sugería exclusividad. La invitación recibida semanas atrás señalaba este lugar para la cena.
—¿Todo bien? —Se giró hacia Ronan, su compañía silenciosa—. Siento haberte traído tan deprisa.
Ronan captó a Sydonie reacomodando un mechón rebelde, lo que acentuaba la intensidad de su mirada y las marcadas facciones de su rostro.
—Estoy bien —dijo él, sereno—. ¿Es aquí?
Sydonie asintió con una sonrisa.
—Sí, entremos. Estamos algo retrasados.
Al adentrarse en Mirage, fueron recibidos por un vestíbulo bañado en una iluminación dorada que resaltaba sus paredes texturizadas y el mármol del suelo. La decoración, dominada por un candelabro de cristal, desprendía sofisticación.
El restaurante, más allá de la recepción, era un testimonio de diseño exquisito, con una disposición que fusionaba lo moderno con lo clásico. Las mesas, dispuestas con esmero, garantizaban intimidad y confort. El ambiente, calmado y acogedor, era realzado por las conversaciones y risas provenientes del comedor principal.
—Buenas noches, bienvenidos a Mirage —los saludó una anfitriona—. ¿Tienen reserva?
—Asistimos al evento de Brodie Simmons.
Con una sonrisa, la anfitriona les indicó que la siguieran.
El club, al otro lado de unas puertas dobles, contrastaba con el restaurante por su ambiente lleno de vida. La pista de baile y las zonas de descanso prometían una transición fluida de la cena al entretenimiento nocturno.
Sydonie y Ronan fueron llevados a un espacio reservado al final del club, un enclave lujoso que equilibraba la privacidad con la vibrante atmósfera del Mirage.
—¡Sydonie!
Reconoció de inmediato la voz de Brodie, su mejor amigo, y Sydonie lo vio aproximarse con pasos largos y una sonrisa deslumbrante. Al alcanzarla, Brodie la envolvió en un abrazo efusivo, levantándola del suelo en un gesto de cariño profundo. Aunque no era pequeña, se sintió cobijada por su fuerza y altura.
—¿Dónde has estado, Sydi? —exclamó él—. ¡Pensé que no llegarías!
—No... puedo... respirar —logró decir ella entre jadeos—. Suéltame...
—¡Vaya, perdón! A veces olvido mi propia fuerza.
Brodie la bajó cuidadoso y le revolvió el cabello en un gesto juguetón antes de tomar distancia. Sydonie, fingiendo indignación, le golpeó la mano y frunció el ceño.
—Es tu culpa por llegar tarde —acusó él, acariciándose distraídamente la barba.
—La culpa es tuya por ser un gorila —replicó Sydonie.
Ambos compartieron una mirada que oscilaba entre el reproche y el cariño, revelando una amistad forjada en incontables recuerdos compartidos. A pesar de los años, Brodie conservaba ese aire de niño travieso; su físico ahora estaba marcado por su trabajo como entrenador personal, pero su esencia, era la misma.
—¿Por qué te retrasaste? —preguntó Brodie—. Ya me comí toda la comida.
Sydonie resopló.
—Unos pendientes y, ya me conoces...
De nuevo Brodie la abrazó, interrumpiendo cualquier explicación con su gesto afectuoso.
—No importa, solo me alegra que estés aquí. Y, por cierto, te ves hermosa.
—Debería adelgazar un poco —murmuró Sydonie, aunque sin convicción.
Brodie negó con la cabeza.
—Eres perfecta tal como eres. Tus curvas son parte de ti, al igual que nuestro amor por la comida.
Un codazo bien colocado en las costillas de él consiguió que la soltara mientras ella se aseguraba de que su vestido estuviera en su lugar.
—Tú también te ves bien —dijo finalmente Sydonie, observando el traje de Brodie—. Casi no pareces tú.
Él soltó una carcajada, saboreando el sarcasmo familiar en sus palabras.
—No has cambiado, Sydonie.
—¿Acaso lo esperabas?
—No, pero tú siempre me sorprendes y... —de repente, Brodie se detuvo y, por primera vez, pareció darse cuenta de la presencia de Ronan—. Disculpame, no me presente. Suelo distraerme con facilidad. Mi nombre es Brodie Simmons. ¿Y tú eres?
Sydonie tomó la palabra antes de que Ronan pudiera reaccionar.
—Él es Ronan.
Sydonie lo había olvidado momentáneamente en el torbellino de su reencuentro con Brodie. Ronan, por su parte, demostraba una capacidad para pasar desapercibido, casi como una sombra entre la multitud.
—Está conmigo esta noche. —La joven lo señaló.
Brodie levantó una ceja, esbozando una sonrisa inquisitiva.
—¿Es tu nuevo...? —empezó a preguntar, dejando la pregunta en el aire.
Sydonie captó rápidamente la insinuación y se apresuró a aclarar.
—No, no...
La curiosidad de Brodie se encendió ante su respuesta, pero antes de que pudiera indagar más, fueron interrumpidos por el llamado estridente de una voz femenina.
—¡SYDONIEEEEE!
Su mejor amiga, con un vestido amarillo y su energía desbordante, abrazó a Sydonie con fervor. Los brazos de Iris se cerraron firmemente alrededor de su cuello en un abrazo casi asfixiante. Su alegría era contagiosa, aunque un tanto abrumadora en su entusiasmo. Sydonie, sorprendida pero encantada, devolvió el abrazo, riendo ante la efusividad de su amiga.
—Te eché de menos, Sydi —confesó Iris, su voz vibrando con emoción—. Temía que no vinieras o que no recibieras mi mensaje secreto.
Sydonie respondió a su abrazo con palmaditas reconfortantes en la espalda, una disculpa muda por su tardanza.
—Solo me retrasé un poco.
Iris se separó, pero mantuvo sus manos sobre los hombros de Sydonie; su rostro irradiaba una felicidad incontenible. La luz especial en sus ojos castaños y su sonrisa radiante le decían a Sydonie cuán bien le sentaba su compromiso. La felicidad del enlace parecía elevar su belleza natural a nuevos niveles, y eso llenaba de alegría a Sydonie.
—Iris, estoy tan contenta de que estés feliz. Te ves... deslumbrante.
«Deslumbrante» apenas alcanzaba para describir a Iris en ese momento. Su largo cabello rojizo caía en ondas, enmarcando su rostro y destacando sus profundos ojos castaños y labios voluminosos. El vestido amarillo, digno de un cuento de hadas, acentuaba su figura esbelta. A Sydonie le parecía que tal elección de moda sería arriesgada para ella, posiblemente haciéndola parecer un cupcake amarillo desastroso, pero en Iris se traducía en pura elegancia y júbilo.
—¿Cómo has estado?
—Entre estresada, ansiosa, y a punto de perder la cabeza —respondió Iris sin rodeos—, pero muy emocionada de verte. Ha pasado tanto tiempo desde tu último cumpleaños.
La amistad que unía a Sydonie, Iris, y Brodie había sobrevivido a la distancia, sostenida por hilos digitales que los mantenían conectados a pesar de los kilómetros que los separaban. Los encuentros en persona, aunque raros, eran preciosos por esta misma razón.
—Y tu vestido es una maravilla —comentó Sydonie.
—¿De verdad lo crees? —Iris reaccionó con su característico entusiasmo—. Brodie dice que sí, pero ya sabes, va a casarse conmigo. Su imparcialidad está en duda.
—Siempre te digo la verdad, incluso cuando sé que no te va a gustar —se defendió él, fingiendo indignación.
La interacción juguetona entre ambos, llena de gestos cómplices y burlas afectuosas, trajo a Sydonie una oleada de nostalgia. La naturalidad de su amistad, forjada en la infancia, seguía tan viva como siempre.
—No, Iris, de verdad estás espectacular —aseguró Sydonie, con una sonrisa que reflejaba su sincera admiración—. Palabra de honor.
Iris volvió a envolver a Sydonie en un abrazo, esta vez con más cuidado.
—Te he echado mucho de menos, Sydonie. Gracias por venir. Te quiero mucho.
—No me habría perdido esto por nada del mundo —contestó Sydonie, su sonrisa creciendo aún más—. Son mis mejores amigos. Yo también los quiero.
Brodie observaba el tierno intercambio con una sonrisa que destilaba afecto, aunque rozaba lo bobo. Al captar la mirada de Sydonie, la respondió con igual cariño, compartiendo el cálido sentimiento del reencuentro.
—Sydonie... —susurró Iris, atrayendo su atención hacia un nuevo tema—. Hay un hombre increíble detrás de ti. ¿Está contigo?
«Ronan».
—Más o menos —respondió Sydonie, su labio inferior atrapado entre sus dientes.
Al separarse, Iris volteó hacia Ronan con una sonrisa que brillaba por su calidez y hospitalidad, aunque sus ojos destellaban una mezcla de curiosidad y cautela.
—Hola, soy Iris —se presentó, su interés palpable.
—Ronan.
Iris apenas se inmutó ante su respuesta corta y su postura estoica y glacial.
—Es amigo de Maxwell —Sydonie intervino rápidamente—. Lo estoy guiando por la ciudad.
—¿Maxwell tiene amigos?
«Touché».
La reputación de Maxwell no incluía un amplio círculo social, era conocido por su carácter introvertido. Sugerir que Ronan era amigo de Cameron, el hermano más extrovertido de Sydonie, habría sido inverosímil, dada la contrastante personalidad entre Cameron y Ronan.
—Maxwell tiene... amigos únicos, como él —dijo Sydonie.
La penetrante mirada de Iris hizo que Sydonie sintiera un escalofrío al ser consciente de la habilidad de su amiga para detectar medias verdades.
A pesar de sus sospechas, Iris eligió no confrontar a Sydonie frente a todos, y en cambio, sonrió a Ronan.
—Encantada, Ronan. Hoy es tu noche de suerte —afirmó juguetona.
La curiosidad se reflejó en él.
—¿Por qué?
—Porque tienes el privilegio de estar acompañado por la encantadora y siempre divertida Sydonie —contestó Iris con un guiño cómplice.
Sydonie lanzó a su amiga una mirada de advertencia, mezcla de vergüenza y desesperación. Iris, captando el mensaje, levantó sus manos en señal de inocencia, antes de escabullirse hacia otros invitados. Mientras tanto, Brodie se deleitaba con la escena, su risa resonaba ante la expresión atónita de Sydonie. La noche prometía ser un cúmulo de estos entrañables momentos entre amigos que compartían una historia común.
—Perdona a Iris, sabes cómo es. Ambas son igual de directas —dijo Brodie, intentando suavizar el ambiente.
Sydonie simuló un gesto de molestia.
—Lo sé, pero aún así tengo ganas de darle un golpe. No se librará solo porque hoy sea la protagonista —respondió con un tono juguetón pero sincero.
Brodie, entre risas, desvió la conversación hacia los planes de Sydonie en Londres.
—¿Cuánto tiempo piensas quedarte?
—Probablemente solo un par de días —respondió ella, todavía divertida por el intercambio anterior.
—Reservé el hotel por dos noches, ya sé lo impredecible que puedes ser —bromeó Brodie antes de ofrecerle una alternativa—. Si decides prolongar tu visita, estás bienvenida en casa. Mi familia está fuera y me estoy quedando con los padres de Iris.
—¿En serio me lo ofreces? —preguntó, tocada por el gesto.
—Claro —afirmó él, y prometió darle una llave más tarde.
En el momento en que Sydonie iba a sugerir pasar más tiempo juntos esa noche, un invitado requirió la atención de Brodie, quien se excusó prometiendo reencontrarse con ella luego.
Tras su partida, Sydonie miró a su alrededor. Entonces se dio cuenta de que algo faltaba: Ronan.
Ronan había desaparecido.
Su corazón se aceleró.
¡Dios! ¡Había perdido a su grim reaper!
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