Mannequin Humain; Capitulo 3.

Las gotas resonaban contra el suelo, su respiración era calmada, su pecho bajaba y subía de forma lenta al compás de sus latidos que su corazón formaba.

Un día lluvioso, un día para reflexionar sobre sus antiguas decisiones y como habían influido en su vida.

Pero la mente de Marinette estaba ocupada en algo más grave, algo que le tenía preocupada.

Su enfermedad había regresado, mucho más potente que cuando era menor de edad. Antes no sabía de cuáles eran las consecuencias de su extraña enfermedad. Ahora estaba mas que consciente, y verdaderamente no temía por ello.

Tomó su tasa de café y bebió un pequeño sorbo, la temperatura bajó por su garganta, una calidez que solo ese sabor amargo le brindaba.

Se incorporó de su cómoda cama y subió a su pequeña terraza. Ese pequeño escondite que le traía buenos recuerdos sobre su noviazgo. Se alegraba al ver como el famoso Chat Noir se apoyaba en la barandilla para ver la maravillosa luna y las estrellas, junto a ella.

Enamorada de ambos, fascinada con sus personalidades, dos caras que le hacían sentir de una forma muy especial pero tan peculiar. Su corazón albergaba por su amado al igual que su alma.

Adrien la había visto caer, se desmayó contra su regazo al cerrar los ojos. Al despertar estaba recostada sobre su cama, había bajado por su café caliente y ahora se encontraba en su terraza, escuchando el sonido de las gotas caer contra el suelo.

Lo último que recordaba, fue ver cómo el hombre que había sido akumatizada se había quitado la vida frente a sus ojos. Eso hizo demasiado impacto.

Soltó un gruñido, apretando la tasa contra su pecho. No había logrado salvarla, se sentía tan inútil, sentía que había sido culpa suya.

Sus pensamientos se alejaron cuando escucho un golpeteo en la pequeña puerta sobre el suelo. Se abrió y los cabellos rubios de su amado se asomaron.

— Hola, amor mío— depósito un beso sobres sus labios tibios. Marinette se levantó, dejo que su novio se sentará y ella tomó posición sobre su regazo.

Una posición muy cómoda para ambos.

Adrien puso sus brazos al rededor de la cintura de Marinette, acercándola lo más posible a él. Inhalo el olor de su amada, algo que le complació al tenerla tan cerca suyo.

— Adrien, ¿tú también viste como esa persona...?

— ¿Murió?

La palabra paso por su mente. No había sido un sueño, la persona de verdad había dejado de existir.

— ¿Estás preocupada por eso?— acaricio su cabello azabache delicadamente. Su cabello era han suave contra su mano.— Amor mío...

Marinette no respondió y asintió con la cabeza, apoyó su rostro contra el pecho de su amado y su colonia llego hasta sus fosas nasales, un deleite.

— No sé que hice mal, yo lo libere...

Adrien miró a Marinette con la mayor ternura en sus ojos verdes. Dio un beso sobre su cabeza.

— ¿Alguna vez te has puesto a pensar si verdaderamente sanamos a las personas? Es decir, ¿tú crees que dejan de sufrir después de ser liberados del akuma?— soltó un suspiro.— La gente se volvió más fría, ya no somos unos niños Mari, la gente odia con más fuerza. El dolor incrementa, gente muere y gente trata de sobrevivir de lo que ahora es el mundo.

Marinette había llegado a pensarlo en varias ocasiones al ver a la misma gente que había sido atrapada en el odio con caras llenas de tristeza, ningún rostro de felicidad se les veía. Ella sabía que no lo eran, solo fingían ser uno más de la sociedad.

— Jamás había visto a alguien morir— soltó de repente. En sus palabras había una tristeza pura.— Fue...

— Horrible, lo sé. Yo tampoco había visto a alguien dejar de vivir.

"Dejar de vivir"

— Solo espero que no me veas a mi— susurro para sí misma. Las palabras fueron apenas audibles para el Agreste quien frunció el ceño.— No, nada, olvídalo.

Marinette no debía contárselo, no quería preocuparlo por qué sabía que Adrien haría lo que fuera por ella. No quería hacer un escándalo, no quería arruinar su única relación por culpa suya.

— Estamos juntos desde los quince años, eramos unos adolescentes, ¿lo recuerdas, no?— Marinette asintió levantando la cabeza para mirarlo al rostro. Sus ojos miraban el sombrío cielo.— cuatro años juntos, y nos faltan muchos más mi amada Marinette— la miro a los ojos.

La azabache tuvo el impulso de llorar al escuchar lo muy ilusionado que se escuchaba su querido novio. Lo arruinaría, lo sabía muy bien pero ese era su destino.

— Adrien, dame un beso—  el rubio sonrió para aguardar un momento donde bebió de el café de su novia, se relamió los labios y sonrío una vez más acercándose.

El sabor amargo paso contra la boca de Marinette, algo mucho más tibio de lo que era el mismísimo café.

Movió sus labios dulcemente contra sus labios, saboreando cada rastro de café sobre su boca.

Una pequeña manía que tenía Marinette, era el sabor del café sobre los labios de Adrien que ella misma había pedido la primera vez que se besaron.

Un recuerdo que hacía que su corazón se encogiera.

Extrañaría el sabor del café en la boca de su amado.

Se quedaron un tiempo más brindándose caricias, cariños y besos más largos. La lluvia los acompañaba a sentirse más queridos y amados contra ellos mismos.

La luna se hizo presente y Adrien se despidió de ambas. Dejó a Marinette sobre su cama y dio un tierno beso de despedida.

Al bajar se encontró con los padres de Marinette quienes le sonrieron pero se sorprendió del abrazo de la madre de su novia quien lucía aliviada.

— Eres un buen muchacho, no sé qué haría Marinette sin ti— sonrío con pequeñas lágrimas en las esquinas de sus rasgados ojos.

— Al contrario, yo no sé qué haría sin su hija, señora Sabine.

— Te agradecemos, puesto que ahora Marinette necesita mucho más apoyo— el padre de Marinette abrazo a Sabine mirando con poca angustia al rubio.

— ¿A-apoyo?— se sintió confundido al escuchar las palabras de los dos adultos.

— La enfermedad de Marinette volvió a aparecer...

"¿Enfermedad?"

Tom notó la cara de Adrien y sintió una presión al verlo de esa manera.

— ¿Acaso ella no te ha dicho...?

Adrien negó con la cabeza, abrumado por la noticia, la cual su novia jamás le había comentado.

— Si, me habló de eso— mintió.— Ahora que recuerdo, olvide mi celular en el cuarto de Marinette, ahora regreso— sonrío a ambos y subió una vez más al cuarto de Marinette.

Abrió la puerta con cuidado y vio cómo su novia anotaba algo en lo que parecía su cuaderno de notas importantes.

— ¿Por qué nunca me lo dijiste?— cerró la puerta detrás de si con voz rasposa. Marinette dirigió la vista a él y su cuerpo se puso rígido al instante.

— Yo no quería que tú...

— ¿Me preocupara? Marinette, ¿acaso te estás escuchando?— se acercó a ella para tomarla de los hombros.— Eres mi pareja, siempre me preocuparé por ti.

— Adrien, no quería que lo supieras, no debías enterarte— volteó hacia otro lado de la habitación para no tener que ver sus ojos.

— ¿Qué tan grave es?— la pregunta hizo que que la habitación se llenará de un silencio que duro demasiado para el rubio.— Marinette, dímelo.

— Puedo morir en cualquier momento...

El corazón de Agreste se paró por unos segundos al escuchar la respuesta de su amada.

— Déjame ayudarte, puedo llamar a un buen doctor que te cure y después...

Marinette puso una mano sobre los labios de Adrien. Las lágrimas ya hacían bajando sobre sus mejillas.

— No hay cura para esta enfermedad.

Adrien apretó los puños sintiendo rabia dentro suyo, mucha angustia pasaba por su cuerpo. No esperaba para nada esta noticia.

— Yo...

— Estas en todo tu derecho de enojarte— Marinette dijo tristemente.

El negó abrazado a su novia por el cuello dejando que ella reposara su cabeza sobre su pecho.

— No necesitamos una discusión ahora mismo— depósito un beso sobre su frente. Lagrimas se juntaron sobre sus ojos, dejando que se deslizaran.

— Quédate, por favor— pidió la chica de ojos azules en un murmuró. Adrien tomó su mano y fueron directo a la cama donde se tumbaron y abrazaron en silencio.

— ¿Me hablarás sobre tu enfermedad?

— No hoy...

Estaba de acuerdo, ahora mismo solo quería estar junto con ella, cómodamente fingiendo que no había escuchado y se había enterado de nada, no hasta que escucho las palabras de su novia.

— Y Adrien, cuando llegue el momento, déjame ir, amor mío.

Él silencio reino una vez más la oscura habitación.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top