5._Luna nueva

Y Sour cumplió la orden. De vez en cuando visitó el planeta en busca de la muchacha. Ella siempre permaneció en el teatro. Le gustaba ese lugar porque estaba cerca de las ruinas que visitaba con su madre y aunque nunca pudo recobrar por completo sus memorias, le bastaba con saber que allí pasó buenos momentos con ella y también ahí era donde, de tanto en tanto, llegaba el ángel. Él le agradaba bastante, aunque lo consideraba muy serio.

Sour disfrutaba de caminar por ahí con la muchacha. En su vida no existían las rutinas creadas por él. Todo era servir. Él lo entendía de esa forma. Ignoraba sus propias opiniones, sus gustos; todo lo que consideraba una distracción de su tarea primordial. Obviamente era imposible que no tuviera preferencias, que no pensara que en algunas ocasiones o en muchas las decisiones de su diosa eran erróneas, superficiales o demasiados subjetivas, pero todo eso tenía que desaparecer en los recovecos de su cabeza. Mas había algo que era imposible de mantener tan dormido y eso era disfrutar de algunos placeres. Eran cosas pequeñas. Nada importante. Generalmente se trataba de algunos eventos o personas que le resultaban graciosas. Lo cómico y simpático le era muy agradable y aunque miraba desde lejos siempre tenía para ello una mirada, un momento. Esa criatura, Noir, era grácil y divertida. No es que ella fuera muy cómica, simplemente lo complacía saber que existía un ser como ella que no era mortal ni dios. Noir era un ser como él que deambulaban por un limbo, pero a diferencia suya ella podía huir de todo eso. Él nunca intervino en sus pensamientos de ninguna forma. Él la acompañaba y ella incautamente se aproximaba demasiado.

Noir tenía una peculiaridad y es que prácticamente no necesitaba comer. A ella le bastaba saciar su sed para vivir. Nunca se alejaba del agua y no era raro que pasara largos periodos de tiempo sumergida en algún estanque o manantial. Sour nunca la sacaba de ahi. Esperaba sentado en la orilla a que ella se asomara y saliera empapada estrujando su cabello. El agua parecía volverla más hermosa, como a las flores.

El tiempo y su inclemente avance hicieron pasar los años rápidamente. Noir nunca manifestó interés en cumplir con la tarea de dar un fruto que siguiera su destino. Su naturaleza la fue alejando periódicamente del teatro que con el paso de las décadas se convirtió en ruinas. Pero mientras estuvo funcionando ella iba y volvía de el. Cuando fue definitivamente abandonado y el bosque se convirtió en suelo seco producto de los cambios del clima y la necesidad de las personas por madera o campo, Noir hizo de aquel sitio su hogar. Ella no necesitaba nada más que la luz de la luna y el agua.

Podía parecer una vida solitaria, mas para Noir no era así. Tampoco para Sour que solía encontrarla de pie o sentada sobre el cristal en la superficie del estanque que nunca se seco. Una noche en que la luna menguaba él apareció a espaldas de la chica cuyo cabello negro había crecido hasta alcanzar sus tobillos. Visto desde atrás parecía una cascada azabache que se derramaba por la espalda de la mujer. Ella estaba sentada viendo un punto en la nada y lo oyó llegar gracias al sonido que produjo el extremo del cetro de Sour contra la superficie de vidrio.

-Hola- le dijo Noir girando su cabeza hacia él que hizo aparecer un taburete para sentarse a su costado.

-Buenas noches- le respondió Sour haciendo desaparecer su cetro para descansar las manos en su regazo- ¿Hace cuánto estás aquí?- le preguntó viéndola con un poco de curiosidad.

-No hace mucho- respondió la muchacha volviendo su vista al frente- ¿Cómo has estado? ¿Has hecho algo interesante?

-Vi a todo este universo desaparecer y ser restaurado- contestó el ángel que regresaba de un torneo en que se decidió el futuro de los universos mediocres. Él le habló de eso con mucha naturalidad, resumiendo toda la historia en unas cuantas palabras.

-Así que mi existencia se extinguio y se restableció en un instante- reflexionó Noir con calma y casi sonríendo-No me dolió, no lo sentí... que aterrador.

Sour se le quedó mirando. Noir se había convertido en una mujer con un carácter muy particular.

-Dejar de existir es menos terrible que existir según parece- comentó Noir y estiró las piernas para descansar su cuerpo en las manos detrás de su espalda- Una vez me dijiste que no vemos las cosas ni como son ni en el tiempo que están sucediendo. Que tal vez todas las estrellas que estoy viendo ahora han muerto...

Sour asintió con la cabeza en silencio.

-Que frágil e ilusorio es todo- dijo Noir para terminar y se tendió de espaldas sobre aquel espejo de agua.

La muchacha se quedó ahí por tanto tiempo que el ángel la llamó para corroborar si no se había dormido. Ella no contestó obligándolo a ponerse de pie y acercarse a verla. Cuando la sombra del ángel, reclinado sobre su cuerpo, cubrió el rostro de la muchacha está abrió los ojos sonríendo y agitando los brazos sobre la superficie como si estuviera haciendo ángeles de nieve. Sour iba a reclamarle su actitud, pero en ese momento comenzó a nevar. Sour levantó la vista encontrandose con un paisaje surrealista. El cielo se había oscurecido por completo. Solo la luz de la luna menguante, en el horizonte, casi el el borde del mundo, iluminaba esa tierra que pareció desaparecer en la noche. Pero la nieve, la blanca nieve que caía lento desde esa bóveda negra, era perfectamente visible. Parecía que cada copo tenía su propia luz. Un brillo efímero y pegajoso que se iba adheriendo al suelo dibujando las formas de las colinas y las depreciaciones del territorio que rodeaba ese manantial que se volvió noche. En él la nieve se desintegraba por lo que al ver el reflejo del cielo allí, daba la impresión de estar mirando el vacío del espacio o un agujero negro en que toda luz era devorada, más la blanca silueta de Noir permanecía allí intacta, delicada y casi incorpórea.

-Sujeta mi mano- le pidió la muchacha estirando su brazo hacia él que la sostuvo creyendo que Noir quería la ayudará a levantarse, pero no era esa su intención.

El ángel sintió la mano de Noir helada, pero de una manera diferente a cualquier frío que hubiera podido sentir hasta ese momento. Ese contacto fue mucho más helado que el frío del espacio y al mismo tiempo un tanto sobrecogedor. Los dedos de Noir vibraban. Todo su cuerpo lo hacía y el cristal bajo su espalda se quebró permitiendo a la mujer hundirse en las oscuras aguas. Sour sintió el cambio de peso en la muchacha de manera bastante brusca. Fue una fuerza tremenda la que lo hizo hundirse también y descender hacia el fondo de ese manantial en que la única luz que había era el cuerpo de Noir. Ella caía y su negra cabellera se extendía en el agua de manera hipnótica. Las burbujas de aire en su cabello parecían pequeñas estrellas. Él no podía verlo, pero arriba, en la superficie, todo estaba blanco y la luna menguante casi desaparecía en la rivera del mundo. Sour estaba absolutamente absorbido por lo que pasaba allá abajo nada más. 

Noir le soltó la mano cuando sus pies tocaron el fondo y él flotaba, un poco, sobre ella. La chica hizo un movimiento como un pequeño brinco y se ubicó frente a él para envolverlo en un abrazo en el que hasta su cabello envolvió al cuerpo del ángel. Ella no parecía tener problemas para respirar. Le miraba con toda la paciencia del universo. Sour tampoco parecía incómodo bajo el agua, si intrigado con lo que estaba sucediendo. La sostuvo por la cintura como para asegurarse de que ella no se estaba desvaneciendo y volvió a experimentar una fuerza colosal en torno a ella.

Las manos de Noir rodearon el rostro de Sour cuando él la tomó por la cintura. El ángel la vio cerrar los ojos y no se anticipó a lo que pasó después. Fue un toque muy breve. Los labios de Nior sobre los suyos parecieron el contacto de un copo de nieve en la entrada de su boca. Un segundo después ella se iluminó por completo y él tuvo que cerrar los ojos para no acabar cegado por ese potente resplandor.

La diosa Jerez estaba a una distancia considerable del estanque. Muchas veces acompaño a su ángel a ver a la muchacha, pero nunca se acercó. demasiado a ellos para que pudieran platicar tranquilos. Tampoco lo hizo esa noche, mas aun estando lejos, Jerez pudo sentir la carga en la atmósfera que provocó el blanco orbe que se levantó de las aguas hacia el cielo. La tierra cubierta de nieve resplandeció cuando la nueva y pequeña luna se elevó en busca de su sendero al firmamento. Jerez la vio flotar, un momento, sobre el pálido suelo. Parecía una esfera de algo semejante al caramelo solo que de un color marfil muy bello. La pequeña luna despegó y en una poderosa explosión que creo un viento que recorrió el planeta, tomó su lugar expandiéndose en todo su diámetro y luz.

En el horizonte el antiguo astro se hacía polvo como si lo hubiera tocado la diosa de la destrucción, pero ella no movió un dedo salvo para ir en busca de su ángel. Cuando llegó al estanque, lo primero que Jerez vio fue la luz de la nueva luna sobre la superficie del agua y en ese reflejo algo pálido se agitaba emitiendo un sonido que la diosa reconoció rápidamente, descendiendo veloz para asegurarse de no estar imaginando nada. El cristal no estaba más así que Jerez permaneció flotando en busca de la pequeña criatura que creyó ver. No estaba equivocada. Lo que allí había era un bebe de unos tres meses con la piel blanca y el cabello blanco, desnudo y llorando con desespero. La diosa estiró sus manos hacia la criatura para levantarla, pero retrocedió al ver que algo emergía de allí. Para su tranquilidad se trataba de Sour quien cogió al bebe entre sus brazos y este se calló al contacto.

-¿De dónde salió esta...niña?- le preguntó la diosa asomándose a ver al pequeño ser que su asistente sostenía.

Fue rápido. Una mirada de cerca le bastó a Jerez para darse cuenta del parecido estre esa criatura y el ángel. La expresión de sorpresa, en la diosa, fue dramática.

-¡Tú y esa chica!- exclamó apartandose de él- ¿Pero como es posible? Tú no...

-No sucedió de forma física, posiblemente no sucedió de forma alguna- le dijo Sour manteniendo la calma.

-¿Pero que cosas estás diciendo? Esta niña es igual a tí- le señaló Jerez poniendo las manos en sus caderas.

-Noir no era un mortal- le dijo el ángel viendo a la bebe agitar sus manitas hacia él como si quisiera alcanzarle- Ella no necesitaba de un hombre para procrear. Posiblemente el que las descendientes de Loona se involucran con los habitantes de este mundo era un acto de compromiso con la vida en el planeta.

-¿Estas diciendo que Noir se fecundo a si misma?- le preguntó Jerez sin entender muy bien.

-No exactamente...

-¿Y por qué esa niña se parece a tí?- inquirió Jerez.

-Porque Noir me amaba- respondió el ángel como si no hubiera dicho algo importante.

Aquellas palabras acabaron con el ánimo de fiscal de la diosa que bajó sus ojos a la bebe. Sour arrojo a la criatura al aire y al caer en sus manos lo hizo envuelta en una manta blanca.

-Así que solo robo tu aspecto y se lo dió a este botoncito de flor como una forma preservar su amor por tí- dijo la diosa acercándose a ver a la bebe- Que criatura más inocente- comentó Jerez antes de levantar la vista hacia la luna- Pero también muy noble...

-La luna siempre está sola dando luz en la oscuridad. Tal vez por eso siempre es tan hermosa- dijo Sour viendo la nueva forma de la hija de Loona- Noir dijo que fue nombrada así porque nació una noche oscura. Está niña nació una noche iluminada...llevará por nombre
Lumiere...

La diosa se quedó viendo al ángel que veía a la niña casi que con ternura.

-¿Acaso estás pensando en quedarte con ella?

-Me gustaría, pero...

-Eres un padre desnaturalizado- exclamó la diosa arrebatandole a la niña de las manos- Yo me haré cargo de esta pequeña y blanca flor. Crecerá para ser una mujer hermosa y fuerte como su madre...

-¿Cómo Noir?

-Como yo- lo corrigió Jerez y siguió hablando respecto a la maternidad que se echo encima de forma caprichosa.

Sour se dio la vuelta para ir detrás de su ama, mas una figura blanca vista con el rabillo del ojo lo hizo mirar sobre su hombro y ver en el reflejo de la luz de luna sobre el agua, la translúcida figura de Noir y otra mujer hacerle adiós con la mano para en un segundo desaparecer. Él les sonrió de manera abierta y se giro para inclinarles la cabeza, en reverencia antes de seguir a Jerez que cargaba a la bebe amorosamente entre sus brazos.

Fin.

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